Este
relato está dedicado al marido de la loba, mujer que es un autentica joya de morbo y atracción.
Mi
querido amigo :
Qué situación tan curiosa... yo
un admirador de tu mujer... y tú un marido que la comparte... y ella...
preciosa ella... Te cuento como fue toda la historia.
Siempre voy a playas nudistas.
No entiendo otra forma de disfrutar del sol. He ido a bañarme. Al
volver veo a tu mujer con el culito al aire, bronceando una marquita
blanca que lentamente se diluye al sol.Me está poniendo. Ella levanta
un codo. Se levanta para ponerse crema, pero no llega a toda la
espalda, y yo soy un "caballero". Me acerco.
- ¿Quieres que te eche crema?.
Duda. (Después he sabido que es una mujer casada, satisfecha con su
marido).
- Bueno, gracias, me está picando un poco la espalda.
Se yergue. Veo su vientre liso.
Plano, desafiantes y turgentes pechos. Lástima que ahí si llegue para
echarse crema. Como me hubiese gustado acariciarlos.
- Túmbate, le digo, y
arrodillado a su lado comienzo a echarle crema.
- Qué piel más suave.
- Gracias.
Acaricio el cuello. Lo veo
tenso. Lo agradece, lo noto en su respiración. Bajo hasta la comisura
de sus pechos. No me atrevo a más. Pero bajo hasta la cintura. Hasta el
culo, y me doy cuenta del trasero enrojecido. Sin preguntar le echo
crema. Noto nerviosismo, aunque no protesta.
Me comenta que siempre hace
topless, pero ahora quería poner el culo moreno, que siente que le
hierve. Le digo que necesita algo fresco, y como estoy empapado del
agua fría del mar, me siento encima de ella y le sigo acariciando con
crema la espalda.
Nada más sentir mis helados
huevos en su caliente culo la excitación es máxima. Lejos de enfadarse
me dice :
- ¡Qué gusto!. Tenía el culo
hirviendo, que fresquito que estás todo mojado. Me voy a bañar yo
también.
Se levanta y se va al agua. ¿Una
excusa para deshacerse de mi?. La veo alejarse. Hermosa espalda.
Hermoso culo. Al llegar a la orilla se gira y me hace un gesto para que
me acerque.
No me lo puedo creer, me dice que me acerque. No pierdo el tiempo y me voy
a su lado, me dice que tiene miedo, que hay muchas olas. Si no le
importa mirarla que no le pase nada. Genial. Es una exhibicionista.
Se lanza de cabeza, entra y sale del agua cuan sirena. Deja unos segundos
el culo fuera y antes de desaparecer bajo el agua abre las piernas. La
muy loba me está provocando.
Aunque sólo fueron unos instantes he visto que tiene depilada la parte de
abajo del coño, me gusta. Cuando se había puesto de pie había visto que
tenía el pelo recortadito, coqueto, bonito. Pero no el hecho de que
fuera depilado por abajo. Qué rico.
Veo que nada de maravilla. Que eso de que la "vigile" era un cuento. ¿Daré
más pasos?
Me acerco. Ella se percata y se queda de pie, esperándome, de espaldas a
mí. Llego junto a ella. Cuando me nota cerca aprovecha una ola para
chocar su espalda a mi pecho. Yo miro para atrás. No hay mucha gente en
la playa. Esto va bien.
Yo la agarro los brazos y junto
mi pene a su culo. El frío lo había dejado algo más bajo, aunque no
pequeño del todo. Ella menea su culito contra él. Gira la cabeza, me
mira a los ojos. Yo le voy a dar un beso. Breve beso, y me encuentro ya
con su lengua. Un morreo largo.
Se gira de cuerpo entero, nos
abrazamos. Noto sus duras tetas, pero se vuelve a girar dándome la
espalda... ¿Qué pasó?. ¿Un arrepentimiento?.
Ahora estoy caliente. La agarro
y la acerco, le cojo cada teta con una mano. Se las masajeo. Ella echa
sus manos hacia atrás. Me toma por las nalgas acercando mi cuerpo al
suyo. Mi erección vuelve a ser la misma y, al menos en mi, en una playa
nudista me resulta difícil.
Se vuelve a girar. Pega un
saltito y se coloca rodeando sus piernas mi cintura. Sus brazos mi
cuello. Y dándome un tierno pero apasionado beso. Yo le agarro por el
culo, pero con una mano me tomo el pito. Lo pongo para que entre. Entra
con suma facilidad. La penetración da paso a un ligero bombeo.
Que sensación tan curiosa el calor de su vagina en medio del frío mar. Las
olas del mar no me facilitan el equilibrio... y finalmente caemos en el
agua. Nos tenemos que "desenganchar".
Salimos del agua riendo. Miro un
lugar discreto en la playa, pero no lo encuentro. Ella se aleja hacia
su verde toalla. Yo corro hacia la mía y me voy junto a ella, pensando
qué decir, consciente de que el dialogo es algo racional que puede
estropear un momento tan "animal".
- ¿Cómo te llamas?, pregunto
dándome cuenta de lo estúpido de la pregunta, de la situación, del
hecho que he penetrado a alguien sin saber como se llama.
- Loba para tí, responde con una
clara huída hacia delante de una situación que no tiene muy claro si le
gusta.
Me ha gustado el inicio. Me
gustaría continuarlo. Me la juego a una carta.
- Mira (enciende un pitillo) te
explico un poco lo que ha sucedido, no quiero que pienses mal...
- Por favor (le interrumpo) no
hay nada malo que pensar. Esto es un juego, si quieres lo corto y ya.
Si quieres hablamos, si quieres seguimos, y si quieres me voy a donde
estaba y me olvido.
- No. Escúchame. Deja que te
explique. Siempre he sido fiel a mi marido, pero mi marido quiere que
me acueste con otro, y yo no estoy muy segura, me da no sé que. He
venido a ver cuerpos, me has gustado, y te has acercado. Me ha gustado
como besas, pero no le quiero ser infiel a mi marido sin que esté
presente.
- ¿Él participaría?.
- No lo sé.
Dudé unos instantes. Morbo tenía
el asunto, pero la historia con el marido... Otras veces había formado
tríos, pero con amigos... esto era como una cita a ciegas. Tuve miedo
de perderme en miles de pensamientos que la hicieran dudar a ella, se
notaba que para ella también era todo una aventura.
Estábamos sentados juntos, en
nuestras toallas. Miré sus pechos, sus pezones estaban duros por el
agua fría. Acerqué mis labios al pezón. Le di un beso y se lo chupé un
poquito, me supo salado. Me acarició la cabeza... Me susurró en el oído
y me dijo :
- Aquí no, en casa, le vamos a
dar una sorpresa a mi marido.
Bien, pensé. Le daremos una
sorpresa al marido, aunque después la sorpresa me la disteis vosotros a
mí.
Estuvimos un rato tomando el sol. El juego continuaba, dentro de los
límites de estar en un sitio público donde podríamos ser acusados de
escándalo. (No era cuestión de que saliera una madre indignada que nos
cortara el rollo). Roces, manitas. Hablábamos de temas más o menos
intrascendentes. Bromas sobre las idas y venidas de mi erección.
De pronto se levantó. Me dijo que se tenía que ir. Pero me dio una
dirección. (Supe entonces, y sólo entonces, que la cosa iba en serio).
Quedaríamos esa misma noche. Me dijo a cenar, aunque no me dijo cual
iba a ser la comida.
Llegué. Llamé al timbre. Me recibió ella. Tiene una forma de vestir muy
insinuante, camisa abierta en los primeros botones. La mirada
rápidamente se me fue ahí. Y una tremenda minifalda, que, a pesar de
que la lleva muy baja de cintura, sigue siendo muy mini. Me da un beso
en las mejillas. Pilla.
Se da la vuelta y me dice que le sigua. Mientras atravesamos el pasillo
voy admirando su trasero, lleva una tanga que sobresale de la cintura.
Se agacha a recoger algo del suelo. Empiezo a pensar que todo es un
montaje para que la vea. Bien mirada.
Entonces llegamos a un salón. Me dice
que me siente, que si quiero tomar una copa. Asiento con la cabeza.
Tomo el vaso que me ofrece con las manos. Me dice que espere un momento.
Sale y me quedo solo en la habitación. Espero, pienso. Sé que estoy
jugando el juego de otra persona, no sé donde estarán los límites,
puede que no existan. Ese pensamiento me gusta y tranquiliza.
Ella vuelve y pasa por delante de mí. Veo que está descalza. No me fijé
cuando entré de ese detalle, o puede que fuera a quitarse el calzado.
No sé. se acerca a la ventana y cierra las persianas. Me fijo en un
detalle. Ahora asoma la comisura de la raja del culo de la minifalda.
"SE HA QUITADO EL
TANGA".
Comprendo que la seducción
sigue. Se acerca a una luz que hay delante, y se agacha para
enchufarla. La tenue luz que llega desde la calle no impide verle el
coño perfectamente depilado y unos labios vaginales algo hinchados que
muestran su excitación.
Consigue encender la luz. (En
ese momento no pensé que estar desenchufada no era más que para
agacharse de nuevo delante de mí. Con darle al interruptor hubiera sido
más sencillo, pero menos efectivo).
Ya no soporto más. Ni esperas de maridos ni hostias. Me levanto y casi de
un salto me arrodillo ante su culo. Ahí esta ella inclinada hacia
delante mostrándome deseo, y yo, cuando fui consciente, metiendo mis
narices en sus nalgas, agarrándola por la cintura y logrando llegar con
mi lengua a sus
labios vaginales. Qué placer.
Mis pensamientos primero me
llevaron a pensar que la torpe precipitación podría haberlo estropearlo
todo, que debía haber empezado con besos, con chuparle las tetas. Pero
la gran humedad del coño me convenció de que ya estaba muy caliente.
Se inclinó hacia una pared y abrió las piernas poniéndose de puntillas
para dejarme hacer con mayor facilidad. Así estuvimos un rato hasta que
con los primeros jadeos optó por quitarse la falda. Manoseaba sus
muslos. Le abría el culo. Le metía un dedo bien húmedo.
La postura era cansada. Se sentó en un sofá. La seguí y volví a la tarea
de la lengua. En esta nueva postura alargué las manos debajo de la
camisa. Llegué al sostén y le acaricié los pechos que él encerraba.
Todo ello sin permitir que la lengua cejara en su actividad.
Ella me tomó por la cabeza y acercó mi cara a la suya. Me dio un beso. (Me
gustó el morbo de que quisiera probar su propio sabor).
- No sigas que me voy a correr muy pronto.
- Mejor. Luego volverás a
correrte.
Le desabroché la camisa. Se la quité, y también el sujetador.
Comencé a mamarle los pezones
como un bebé que nunca hubiese comido en su vida. Ella comenzó a
quitarme la camisa, con cierta habilidad, pues la postura no era fácil.
Me dijo:
- No deberíamos seguir hasta que llegara mi marido.
- Para tu marido ya haremos cosas más originales. Te haré fantasías, pero
ahora deja que nos quitemos el calentón. Luego, con la cabeza más
serena, ya fantasearemos. (Y así fue).
Me puse en pie. Me dolían los huevos y no iba a permitir quedar jodido
toda la tarde, y comencé a quitarme el pantalón.
Ella miraba con ojos de lujuria, pero no me ayudaba. Después de quitarme
el calzoncillo fantaseé unos instantes en que se agacharía a mamármela,
pero no fue así. Seguía mirando con deseo. En un momento dado me dijo:
- Menéatela un poco. Mastúrbate.
Sorprendido, así obedecí. (Me olvidé decir que por la tarde me había
echado una paja a su salud con el recuerdo de la playa. Ahora la tenía
delante, sentada en un sillón, con el coño chorreante de sus flujos y
mi saliva).
Por fin se arrodilló delante de mi pito, pero no hizo nada. Al ver su cara
tan cerca y sentir su respiración en mi glande casi me corro. Me
acariciaba las piernas, el culo, y finalmente se giró. Se puso a cuatro
patas y me dijo :
- Fóllame.
Oído y hecho. La penetré, salvajemente, con gusto, furia. No era la
suavidad que es tradicional en mí. No. Era demasiado el deseo animal.
Galopaba. Me agachaba para ver
el movimiento de sus pechos. Cuanta lujuria. Se los cogía todo lo que
la furia de entrar y salir me permitía. Miraba su espalda morena, su
culo, me fijé en su culo. Habría sus nalgas para verlo mejor. Mojé un
dedo en saliva y se lo metí.
- Nooooooo, gritó.
Me asustó. ¿Había cometido un error?.
- Así no me lo mojes, ¡lámelo!.
No me lo podía creer. El asco no surgió. Solo lujuria.
Saqué mi nabo de su coño. Me
agaché y comencé a lamerle el culo. Metía mi lengua en él con auténtica
delicia. Cómo jadeaba. Con las manos le seguía masturbando, y mi lengua
en su culo.
De pronto, se levantó. Volvió a sentarse en el sofá algo tumbada. Levantó
mucho las piernas y me dijo :
- ¡Métemela por detrás, ya!.
No necesité una nueva orden. Entró con relativa facilidad. (Con los
deditos y lengua es fácil preparar el camino). Acercó de nuevo sus
labios a los míos y me dio otro beso. Era evidente que no quería
perderse nada de sus sabores. ¿Para después contárselo al marido?. De
nuevo ese morbo me encantaba.
- ¿Te gusta?, pregunté, mientras deslizaba suavemente mi pene en su culo,
consciente que ahí no se puede ir con fuerza.
- Me encanta.
Cogía sus piernas con sus manos.
A mí tal postura sobre el sofá me permitía ver su coño abierto, sus
tetas, y mi pito entrar en su culo... y yo de rodillas en el suelo...
follándola.
- Seguro que a mi marido le gusta, me dijo de pronto.
No hubiera prestado demasiada atención a la frase si no hubiese añadido :
- ¿No es así, cariño?.
Una voz casi me deja helado.
- Sí mi amor. Gracias, estoy gozando de lo lindo.
Ahí estaba yo, con el pene
metido en su culo, observando su coño abierto y chorreando sus propios
zumos que iban cayendo sobre mi pene... sus pechos bamboleando ante los
movimientos, y su boca se tornó de un gesto de placer a uno de cómplice
perversión.
No fue la única cara que debió cambiar, pues la mía pasó de pura lujuria y
deseo a ser ¡de asombro!. Me giré y le vi. El marido, sonriente como si
realmente estuviera satisfaciendo un deseo, gozando tanto, o más, que
la propia mujer, se acercaba desnudo, con su arma erecta, sonriente,
deseoso.
Me iba a levantar, pero las
piernas de ella rodearon con fuerza mi cintura. Tenía algo de miedo de
un golpe o de que yo fuera el penetrado por detrás. Horror.
Me dio la mano con gran
educación, y "enchufó su polla en la boca de ella".
Ah, pensé. La muy zorra a mí no me la chupa y a él sí. Verdaderamente era
una pareja muy "compenetrada" y, a su manera ella le era fiel. Fiel a
los deseos de complicidad de ambos.
Reanudamos la tarea. Ella, con mucha habilidad, se tocaba el clítoris al
tiempo que se la mamaba, y yo seguía concentrado en un frenético
mete-saca.
Poco a poco se iba escurriendo
del sofá y cayendo sobre mí. Sin sacársela se
dio un giro de forma que quedó sentada sobre mí (que a mi vez ya estaba
sentado en el suelo) y recostó su espalda en mi pecho. Abrió sus
piernas, y el marido aprovechó para metérsela por delante.
Con el peso de ella, apenas yo podía moverme. Pero, al ver la postura es
fácil darse cuenta que el movimiento de follada de ellos me hacía gozar
a mí de lo lindo.
Fue increíble. Creo, así lo dijo ella, se había corrido dos veces. Pero
nosotros aún no habíamos sacado la polla de nuestros respectivos. Yo,
que me hubiese encantado realizar la película porno de correrme en la
cara, no pude evitar correrme en el oscuro agujero, y unos segundos más
tarde el marido se corrió en el interior..
Agotado por el esfuerzo, caí totalmente de espaldas, ella encima de mí, y
el marido quedó de rodillas frente a nosotros dándole caricias, no sé
muy bien dónde.
Le cogí los pechos y se los acaricié. Estuvimos unos segundos sin que
nadie supiera bien qué decir. En un momento dado, noté que mi erección
desaparecía, con lo que se salió del culo, lo que produjo una serie de
chistes de ella (que yo no llegué a oír) y risas de él que tuvieron
como efecto crear un ambiente relajado.
Ya no era ni absurdo (parecía una película de Almodóvar) ni cortante. Nos
sentamos y hablamos un rato. El marido me contó de los deseos de
compartir su mujer con otro, y que ella había puesto como condición que
ella sería la que escogería. Y así había sido.
Bebimos unas copas. Eran días de
mucho calor, por lo que seguíamos desnudos los tres. Había pasado
suficiente tiempo para que anocheciera, la mujer se levantó y fue a
abrir las ventanas. (Algún mirón de las casas de enfrente disfrutaría
de lo lindo). No era de noche del todo pero ya no había sol. Abrió la
ventana. El olor a sexo duro era tremendo.
Nos reímos mucho tiempo, pero nos notábamos sudados y algo pringosos. Fue
ella la que dijo de ir a la ducha.
- Vete si quieres, dijo el
marido.
- No, no me has entendido, he dicho de que vayamos a la ducha. Ya ha
pasado tiempo de sobra de recuperarse.
Y así fuimos los tres.
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