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  "Para el marido de la loba (1)".

 

 

 

  Este relato está dedicado al marido de la loba, mujer que es un autentica joya de morbo y atracción.

 

 Mi querido amigo :

 

 Qué situación tan curiosa... yo un admirador de tu mujer... y tú un marido que la comparte... y ella... preciosa ella... Te cuento como fue toda la historia.

 

 Siempre voy a playas nudistas. No entiendo otra forma de disfrutar del sol. He ido a bañarme. Al volver veo a tu mujer con el culito al aire, bronceando una marquita blanca que lentamente se diluye al sol.Me está poniendo. Ella levanta un codo. Se levanta para ponerse crema, pero no llega a toda la espalda, y yo soy un "caballero". Me acerco.

 

 - ¿Quieres que te eche crema?.


 Duda. (Después he sabido que es una mujer casada, satisfecha con su marido).


 - Bueno, gracias, me está picando un poco la espalda.

 

 Se yergue. Veo su vientre liso. Plano, desafiantes y turgentes pechos. Lástima que ahí si llegue para echarse crema. Como me hubiese gustado acariciarlos.

 

 - Túmbate, le digo, y arrodillado a su lado comienzo a echarle crema.

 

 - Qué piel más suave.

 

 - Gracias.

 

 Acaricio el cuello. Lo veo tenso. Lo agradece, lo noto en su respiración. Bajo hasta la comisura de sus pechos. No me atrevo a más. Pero bajo hasta la cintura. Hasta el culo, y me doy cuenta del trasero enrojecido. Sin preguntar le echo crema. Noto nerviosismo, aunque no protesta.

 

 Me comenta que siempre hace topless, pero ahora quería poner el culo moreno, que siente que le hierve. Le digo que necesita algo fresco, y como estoy empapado del agua fría del mar, me siento encima de ella y le sigo acariciando con crema la espalda.

 

 Nada más sentir mis helados huevos en su caliente culo la excitación es máxima. Lejos de enfadarse me dice :

 

 - ¡Qué gusto!. Tenía el culo hirviendo, que fresquito que estás todo mojado. Me voy a bañar yo también.

 

 Se levanta y se va al agua. ¿Una excusa para deshacerse de mi?. La veo alejarse. Hermosa espalda. Hermoso culo. Al llegar a la orilla se gira y me hace un gesto para que me acerque.

 No me lo puedo creer, me dice que me acerque. No pierdo el tiempo y me voy a su lado, me dice que tiene miedo, que hay muchas olas. Si no le importa mirarla que no le pase nada. Genial. Es una exhibicionista.

 Se lanza de cabeza, entra y sale del agua cuan sirena. Deja unos segundos el culo fuera y antes de desaparecer bajo el agua abre las piernas. La muy loba me está provocando.

 Aunque sólo fueron unos instantes he visto que tiene depilada la parte de abajo del coño, me gusta. Cuando se había puesto de pie había visto que tenía el pelo recortadito, coqueto, bonito. Pero no el hecho de que fuera depilado por abajo. Qué rico.

 Veo que nada de maravilla. Que eso de que la "vigile" era un cuento. ¿Daré más pasos?

 Me acerco. Ella se percata y se queda de pie, esperándome, de espaldas a mí. Llego junto a ella. Cuando me nota cerca aprovecha una ola para chocar su espalda a mi pecho. Yo miro para atrás. No hay mucha gente en la playa. Esto va bien.

 

 Yo la agarro los brazos y junto mi pene a su culo. El frío lo había dejado algo más bajo, aunque no pequeño del todo. Ella menea su culito contra él. Gira la cabeza, me mira a los ojos. Yo le voy a dar un beso. Breve beso, y me encuentro ya con su lengua. Un morreo largo.

 

 Se gira de cuerpo entero, nos abrazamos. Noto sus duras tetas, pero se vuelve a girar dándome la espalda... ¿Qué pasó?. ¿Un arrepentimiento?.

 

 Ahora estoy caliente. La agarro y la acerco, le cojo cada teta con una mano. Se las masajeo. Ella echa sus manos hacia atrás. Me toma por las nalgas acercando mi cuerpo al suyo. Mi erección vuelve a ser la misma y, al menos en mi, en una playa nudista me resulta difícil.

 

 Se vuelve a girar. Pega un saltito y se coloca rodeando sus piernas mi cintura. Sus brazos mi cuello. Y dándome un tierno pero apasionado beso. Yo le agarro por el culo, pero con una mano me tomo el pito. Lo pongo para que entre. Entra con suma facilidad. La penetración da paso a un ligero bombeo.


 Que sensación tan curiosa el calor de su vagina en medio del frío mar. Las olas del mar no me facilitan el equilibrio... y finalmente caemos en el agua. Nos tenemos que "desenganchar".

 

 Salimos del agua riendo. Miro un lugar discreto en la playa, pero no lo encuentro. Ella se aleja hacia su verde toalla. Yo corro hacia la mía y me voy junto a ella, pensando qué decir, consciente de que el dialogo es algo racional que puede estropear un momento tan "animal".

 

 - ¿Cómo te llamas?, pregunto dándome cuenta de lo estúpido de la pregunta, de la situación, del hecho que he penetrado a alguien sin saber como se llama.
 

 - Loba para tí, responde con una clara huída hacia delante de una situación que no tiene muy claro si le gusta.

 

 Me ha gustado el inicio. Me gustaría continuarlo. Me la juego a una carta.

 

 - Mira (enciende un pitillo) te explico un poco lo que ha sucedido, no quiero que pienses mal...

 

 - Por favor (le interrumpo) no hay nada malo que pensar. Esto es un juego, si quieres lo corto y ya. Si quieres hablamos, si quieres seguimos, y si quieres me voy a donde estaba y me olvido.

 

 - No. Escúchame. Deja que te explique. Siempre he sido fiel a mi marido, pero mi marido quiere que me acueste con otro, y yo no estoy muy segura, me da no sé que. He venido a ver cuerpos, me has gustado, y te has acercado. Me ha gustado como besas, pero no le quiero ser infiel a mi marido sin que esté presente.

 

 - ¿Él participaría?.

 

 - No lo sé.

 

 Dudé unos instantes. Morbo tenía el asunto, pero la historia con el marido... Otras veces había formado tríos, pero con amigos... esto era como una cita a ciegas. Tuve miedo de perderme en miles de pensamientos que la hicieran dudar a ella, se notaba que para ella también era todo una aventura.

 

 Estábamos sentados juntos, en nuestras toallas. Miré sus pechos, sus pezones estaban duros por el agua fría. Acerqué mis labios al pezón. Le di un beso y se lo chupé un poquito, me supo salado. Me acarició la cabeza... Me susurró en el oído y me dijo :

 

 - Aquí no, en casa, le vamos a dar una sorpresa a mi marido.

 

 Bien, pensé. Le daremos una sorpresa al marido, aunque después la sorpresa me la disteis vosotros a mí.


 Estuvimos un rato tomando el sol. El juego continuaba, dentro de los límites de estar en un sitio público donde podríamos ser acusados de escándalo. (No era cuestión de que saliera una madre indignada que nos cortara el rollo). Roces, manitas. Hablábamos de temas más o menos intrascendentes. Bromas sobre las idas y venidas de mi erección.

 De pronto se levantó. Me dijo que se tenía que ir. Pero me dio una dirección. (Supe entonces, y sólo entonces, que la cosa iba en serio). Quedaríamos esa misma noche. Me dijo a cenar, aunque no me dijo cual iba a  ser la comida.

 Llegué. Llamé al timbre. Me recibió ella. Tiene una forma de vestir muy insinuante, camisa abierta en los primeros botones. La mirada rápidamente se me fue ahí. Y una tremenda minifalda, que, a pesar de que la lleva muy baja de cintura, sigue siendo muy mini. Me da un beso en las mejillas. Pilla.

 Se da la vuelta y me dice que le sigua. Mientras atravesamos el pasillo voy admirando su trasero, lleva una tanga que sobresale de la cintura. Se agacha a recoger algo del suelo. Empiezo a pensar que todo es un montaje para que la vea. Bien mirada.
 

Entonces llegamos a un salón. Me dice que me siente, que si quiero tomar una copa. Asiento con la cabeza.

 Tomo el vaso que me ofrece con las manos. Me dice que espere un momento. Sale y me quedo solo en la habitación. Espero, pienso. Sé que estoy jugando el juego de otra persona, no sé donde estarán los límites, puede que no existan. Ese pensamiento me gusta y tranquiliza.

 Ella vuelve y pasa por delante de mí. Veo que está descalza. No me fijé cuando entré de ese detalle, o puede que fuera a quitarse el calzado. No sé. se acerca a la ventana y cierra las persianas. Me fijo en un detalle. Ahora asoma la comisura de la raja del culo de la minifalda. "SE HA QUITADO EL
TANGA".

 

 Comprendo que la seducción sigue. Se acerca a una luz que hay delante, y se agacha para enchufarla. La tenue luz que llega desde la calle no impide verle el coño perfectamente depilado y unos labios vaginales algo hinchados que muestran su excitación.

 

 Consigue encender la luz. (En ese momento no pensé que estar desenchufada no era más que para agacharse de nuevo delante de mí. Con darle al interruptor hubiera sido más sencillo, pero menos efectivo).

 Ya no soporto más. Ni esperas de maridos ni hostias. Me levanto y casi de un salto me arrodillo ante su culo. Ahí esta ella inclinada hacia delante mostrándome deseo, y yo, cuando fui consciente, metiendo mis narices en sus nalgas, agarrándola por la cintura y logrando llegar con mi lengua a sus
labios vaginales. Qué placer.

 

 Mis pensamientos primero me llevaron a pensar que la torpe precipitación podría haberlo estropearlo todo, que debía haber empezado con besos, con chuparle las tetas. Pero la gran humedad del coño me convenció de que ya estaba muy caliente.

 Se inclinó hacia una pared y abrió las piernas poniéndose de puntillas para dejarme hacer con mayor facilidad. Así estuvimos un rato hasta que con los primeros jadeos optó por quitarse la falda. Manoseaba sus muslos. Le abría el culo. Le metía un dedo bien húmedo.

 La postura era cansada. Se sentó en un sofá. La seguí y volví a la tarea de la lengua. En esta nueva postura alargué las manos debajo de la camisa. Llegué al sostén y le acaricié los pechos que él encerraba. Todo ello sin permitir que la lengua cejara en su actividad.

 Ella me tomó por la cabeza y acercó mi cara a la suya. Me dio un beso. (Me gustó el morbo de que quisiera probar su propio sabor).

 - No sigas que me voy a correr muy pronto.

 

 - Mejor. Luego volverás a correrte.


 Le desabroché la camisa. Se la quité, y también el sujetador.

 

 Comencé a mamarle los pezones como un bebé que nunca hubiese comido en su vida. Ella comenzó a quitarme la camisa, con cierta habilidad, pues la postura no era fácil.

 Me dijo:

 - No deberíamos seguir hasta que llegara mi marido.

 - Para tu marido ya haremos cosas más originales. Te haré fantasías, pero ahora deja que nos quitemos el calentón. Luego, con la cabeza más serena, ya fantasearemos. (Y así fue).

 Me puse en pie. Me dolían los huevos y no iba a permitir quedar jodido toda la tarde, y comencé a quitarme el pantalón.

 Ella miraba con ojos de lujuria, pero no me ayudaba. Después de quitarme el calzoncillo fantaseé unos instantes en que se agacharía a mamármela, pero no fue así. Seguía mirando con deseo. En un momento dado me dijo:

 - Menéatela un poco. Mastúrbate.

 Sorprendido, así obedecí. (Me olvidé decir que por la tarde me había echado una paja a su salud con el recuerdo de la playa. Ahora la tenía delante, sentada en un sillón, con el coño chorreante de sus flujos y mi saliva).

 Por fin se arrodilló delante de mi pito, pero no hizo nada. Al ver su cara tan cerca y sentir su respiración en mi glande casi me corro. Me acariciaba las piernas, el culo, y finalmente se giró. Se puso a cuatro patas y me dijo :

 - Fóllame.

 Oído y hecho. La penetré, salvajemente, con gusto, furia. No era la suavidad que es tradicional en mí. No. Era demasiado el deseo animal.

 

 Galopaba. Me agachaba para ver el movimiento de sus pechos. Cuanta lujuria. Se los cogía todo lo que la furia de entrar y salir me permitía. Miraba su espalda morena, su culo, me fijé en su culo. Habría sus nalgas para verlo mejor. Mojé un dedo en saliva y se lo metí.

 - Nooooooo, gritó.

 Me asustó. ¿Había cometido un error?.

 - Así no me lo mojes, ¡lámelo!.

 No me lo podía creer. El asco no surgió. Solo lujuria.

 

 Saqué mi nabo de su coño. Me agaché y comencé a lamerle el culo. Metía mi lengua en él con auténtica delicia. Cómo jadeaba. Con las manos le seguía masturbando, y mi lengua en su culo.

 De pronto, se levantó. Volvió a sentarse en el sofá algo tumbada. Levantó mucho las piernas y me dijo :

 - ¡Métemela por detrás, ya!.

 No necesité una nueva orden. Entró con relativa facilidad. (Con los deditos y lengua es fácil preparar el camino). Acercó de nuevo sus labios a los míos y me dio otro beso. Era evidente que no quería perderse nada de sus sabores. ¿Para después contárselo al marido?. De nuevo ese morbo me encantaba.

 - ¿Te gusta?, pregunté, mientras deslizaba suavemente mi pene en su culo, consciente que ahí no se puede ir con fuerza.

 - Me encanta.

 

 Cogía sus piernas con sus manos. A mí tal postura sobre el sofá me permitía ver su coño abierto, sus tetas, y mi pito entrar en su culo... y yo de rodillas en el suelo... follándola.

 - Seguro que a mi marido le gusta, me dijo de pronto.

 No hubiera prestado demasiada atención a la frase si no hubiese añadido :

 

 - ¿No es así, cariño?.

 Una voz casi me deja helado.

 - Sí mi amor. Gracias, estoy gozando de lo lindo.

 

 Ahí estaba yo, con el pene metido en su culo, observando su coño abierto y chorreando sus propios zumos que iban cayendo sobre mi pene... sus pechos bamboleando ante los movimientos, y su boca se tornó de un gesto de placer a uno de cómplice perversión.

 No fue la única cara que debió cambiar, pues la mía pasó de pura lujuria y deseo a ser ¡de asombro!. Me giré y le vi. El marido, sonriente como si realmente estuviera satisfaciendo un deseo, gozando tanto, o más, que la propia mujer, se acercaba desnudo, con su arma erecta, sonriente, deseoso.

 

 Me iba a levantar, pero las piernas de ella rodearon con fuerza mi cintura. Tenía algo de miedo de un golpe o de que yo fuera el penetrado por detrás. Horror.

 

 Me dio la mano con gran educación, y "enchufó su polla en la boca de ella".

 Ah, pensé. La muy zorra a mí no me la chupa y a él sí. Verdaderamente era una pareja muy "compenetrada" y, a su manera ella le era fiel. Fiel a los deseos de complicidad de ambos.

 Reanudamos la tarea. Ella, con mucha habilidad, se tocaba el clítoris al tiempo que se la mamaba, y yo seguía concentrado en un frenético mete-saca.

 

 Poco a poco se iba escurriendo del sofá y cayendo sobre mí. Sin sacársela se
dio un giro de forma que quedó sentada sobre mí (que a mi vez ya estaba
sentado en el suelo) y recostó su espalda en mi pecho. Abrió sus piernas, y el marido aprovechó para metérsela por delante.

 Con el peso de ella, apenas yo podía moverme. Pero, al ver la postura es fácil darse cuenta que el movimiento de follada de ellos me hacía gozar a mí de lo lindo.

 Fue increíble. Creo, así lo dijo ella, se había corrido dos veces. Pero nosotros aún no habíamos sacado la polla de nuestros respectivos. Yo, que me hubiese encantado realizar la película porno de correrme en la cara, no pude evitar correrme en el oscuro agujero, y unos segundos más tarde el marido se corrió en el interior..

 Agotado por el esfuerzo, caí totalmente de espaldas, ella encima de mí, y el marido quedó de rodillas frente a nosotros dándole caricias, no sé muy bien dónde.

 Le cogí los pechos y se los acaricié. Estuvimos unos segundos sin que nadie supiera bien qué decir. En un momento dado, noté que mi erección desaparecía, con lo que se salió del culo, lo que produjo una serie de chistes de ella (que yo no llegué a oír) y risas de él que tuvieron como efecto crear un ambiente relajado.

 Ya no era ni absurdo (parecía una película de Almodóvar) ni cortante. Nos sentamos y hablamos un rato. El marido me contó de los deseos de compartir su mujer con otro, y que ella había puesto como condición que ella sería la que escogería. Y así había sido.

 

 Bebimos unas copas. Eran días de mucho calor, por lo que seguíamos desnudos los tres. Había pasado suficiente tiempo para que anocheciera, la mujer se levantó y fue a abrir las ventanas. (Algún mirón de las casas de enfrente disfrutaría de lo lindo). No era de noche del todo pero ya no había sol. Abrió la ventana. El olor a sexo duro era tremendo.

 Nos reímos mucho tiempo, pero nos notábamos sudados y algo pringosos. Fue ella la que dijo de ir a la ducha.

 

  - Vete si quieres, dijo el marido.

 - No, no me has entendido, he dicho de que vayamos a la ducha. Ya ha pasado tiempo de sobra de recuperarse.

 Y así fuimos los tres.

 

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