.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi novia Alicia me tiene preocupado (3)".


 
Capitulo 1. Vamos progresando…

Ayer Alicia cumplió con su promesa: me dejó chuparle las tetas. Fue toda una experiencia. Cuando abrí los ojos al despertar en la mañana la encuentro a ella de pié, al lado de la cama. Su cuerpo, visto en escorzo desde abajo era aún más espectacular que visto de costado, lo cual puede parecer imposible para cualquiera que la ha visto caminar o aún estar parada sobre sus tacos altos, con su rotundo culo y sus estupendas tetas. Vistas desde abajo estas le tapaban la cara.

Luego se sentó en la cama. Su rostro, sensual como siempre, se veía cansado, seguramente por haberse pasado la noche estudiando. Estudiando, o yo que sé. Ya no le pregunto más adonde va por las noches con su faldita cortona y sus tetas sin corpiño bajo su remerita, y la infaltable carterita que va revoleando como al descuido, como sus caderas. No le pregunto más porque me he dado cuenta de que no le gusta. Además siempre que le pregunto cosas que no me quiere contar, me hace una paja que me saca del tema completamente. No es que no me guste, pero me estaba matando a pajas y llegué a no poder concentrarme en nada. Así que no le pregunto más.

A veces me deja dormir en su casa, y otras viene a despertarme en la mía. Yo a veces siento que soy una especie de mascota para ella. Alguien puro a quien ella puede manejar y dominar a su gusto. Alguien que la adora.

Capítulo 2. Me costó entender que Alicia no me era infiel.

Pero nunca me ha dejado cogerla. Ella dice que para mantener la relación, una no tiene que coger con el novio, "nunca con el novio". Y creo que lo que dice tiene sentido, porque estoy loco por ella. Aunque a veces temo que sea frígida o algo así, porque para mí no es normal que ella no quiera tener relaciones conmigo. Pero ya no le discuto más, porque ella siempre echaba mano a mi poronga, me la hacía parar y después seguía una paja inexorable, y si seguía preguntando, otra y otra, hasta que yo, completamente derrengado, no discutía más. Así fui aprendiendo a no discutirle nada. Al fin y al cabo el amor es confianza en el otro. Y Alicia no me da motivos para desconfiarle.

Capítulo 3. Es que los hombres somos desconfiados…

Por ejemplo, a mi me daba celos el que ella fuera siempre a lo del muchacho del segundo "B". En algunas ocasiones la encontré apretada contra la pared, por el muchacho, que le manoseaba los pechos con gran entusiasmo.

Al principio yo pensé que me estaba engañando con él, pero ella me contestó que si dejaba que yo la viera, no tenía derecho a hablar de "engaño". Además, me explicó, el muchachón era terapeuta corporal y le estaba dando un tratamiento de varias veces por semana. Al derecho y al revés, porque más de una vez los encontré a ella de cara a la pared, con la pollera levantada y el culo al aire, y el muchachón atrás, agarrado de sus tetonas, y haciendo movimientos de pelvis contra su culo, como hacen los perros con las perras.

Y ella gemía, mordiéndose los labios. Yo le dije que debía cuidar las apariencias, porque para cualquier observador casual podía parecer que estaban teniendo relaciones. Sobre todo al escuchar los gemidos de ella. "¡Qué mal pensado que sos!" me reprochó, "mis gemidos son para soltar mejor la energía que él descarga con sus empellones, ¡y no sabés que empellones que me da…!" Ella insistía en que no había penetración, sino empellones. Pero una vez, cuando el bestia ese retrocedía con la pelvis, para luego volver a empujar, me pareció ver un grueso miembro erecto, pero no puedo estar seguro porque enseguida volvió a empujar con su pelvis, y no pude ver más nada.

Capítulo 4. Es que los hombres somos mal pensados…

Como eso ocurría muchas veces por semana, me preocupaba la reputación de mi novia, porque varios señores del edificio miraban al pasar al lado de ellos y algunos se paraban a mirar. Recuerdo uno que sacó su polla y se hizo una paja al compás de los embates entusiastas del muchacho. "¿Ves?" le dije a Alicia, "¡hay gente que no se da cuenta de que estás haciendo un tratamiento, y piensa que entre ustedes dos pasa algo!" Alicia se rió a las carcajadas.

Echo mano de mi pija y puso fin a mis argumentos con dos pajas, una detrás de otra, que me dejaron sin ánimos para discutirle más nada. Pero acusó recibo de mis palabras, y a partir de ese día buscaba lugares protegidos para su tratamiento con el del segundo "B", el ascensor, el cuartito de servicio, la azotea, donde fuera que no pudieran verla, o casi.

A veces, cuando tardaba, salía a buscarla por los escondrijos del edificio. Una de esas veces la encontré en el cuartito de las escobas arrodillada frente al señor del cuarto "C", con su boca rodeando el enhiesto nabo del vecino, que tenía los pantalones caídos.

No le dije nada, pero cuando llegó a casa, con manchas de semen en la cara, le reproché su conducta, que podía llegar a crearle mala fama en el edificio. "¿también vas a tener celos del señor del cuarto?" me preguntó como si no pudiera creer en mi desconfianza. "¿No te das cuenta de que no es el chico del segundo?" Ahí me desconcertó, ¡tenía razón! "¡Pe-pero ¿el señor del cuarto también te está haciendo un tratamiento?!" "¡Noo, tonto, el tratamiento se lo estoy dando yo a él!" "Ahh, pero se veía como si le estuvieras chupando el miembro…" me atreví a comentar. "¡Y claro que se lo estaba chupando! ¡Pero yo no sentía ningún placer!" "Y-y por qué se la chu-chupabas en-entonces?" "¡Por el tratamiento! ¡la chupada le da placer y hacer que se descargue de todo ese semen que lo pensiona, y después se queda hecho una seda! ¿Por qué creés que me paga?" "¿T-te pa-paga…?" "¡Claaro, tontito! ¡Me encanta que te pongas celoso, pero no tenés que ser tan mal pensado…!" Y comenzó a amasarme el miembro con cariño.

Estuvo un rato demorando mi acabada, mientras me miraba con expresión divertida a los ojos. Al final, claro, me vine como una bestia. Y a la segunda paja, que comenzó inmediatamente, la expresión de su rostro, mientras me miraba a los ojos, era muy burlona.

Me tuvo en el borde de la acabada durante un largo, largísimo rato, en el que su mano siguió jugando diabólicamente con mi miembro y con mi psiquis, con sus deliciosas maniobras –"para que vuelva a juntarse mucha leche" decía- hasta que al final arreció con sus movimientos produciéndome una eyaculación aún mayor que la primera. Yo me quedé con la mente en blanco, sin acordarme que es lo que quería decirle y acerca de que cosa. "¡Así me gusta, pichoncito!" aprobó ella con una gran sonrisa que vi. ante mis ojos desenfocados.

Capítulo 5. Comienzo a ver que lo de Alicia es un apostolado…

A partir de ese día no volví a preocuparme por sus relaciones con todos los demás hombres del edificio. Y cuando digo "todos" incluyo hazte el viejito del séptimo, al que una vez encontré en el entrepiso con la cabeza metida entre las piernas abiertas de mi novia, que movía su pubis contra la cara del hombre. "Debe ser algún tratamiento facial, seguramente", pensé, y ya no volví a celarla Alicia es una chica responsable, y si ella dice que está haciendo tratamientos, o los está recibiendo, yo no tengo por qué cuestionar nada. Y su la cuestiono, ya sé como me va. Pero me sigo preguntando como puede hacer todas esas cosas sin sentir nada, como ella me asegura. Creo que es una benefactora social, no voy a discutir eso. Pero me sigo preguntando sino será frígida.

Capítulo 6. Otra visita al terapeuta sexual.

Por eso le insistí en que volviera a ir al terapeuta sexual. Y la acompañé, a pesar de la mirada desaprobadora del profesional que me había dicho ya que yo no tenía ningún problema que tratar, y que la que tenía que tratar era ella, para ver de resolver su posible frigidez.

Así que ahí me quedé yo en la sala de espera mientras el buen hombre la trataba y la volvía a tratar. Esa vez fue por más de tres horas. A través de la puerta se escuchaba mucho ajetreo, ruidos de todo tipo, gemidos de intensidad creciente, "¡Ay doctorcito!", la escuché decir, "¡que tratamientos que me está dando!" "¡Ya van seis tratamientos completos! ¡Cuando salga no voy a poder ni caminar, ni tampoco sentarme!" "Pero debo confesarle que me porté mal, así que me va a tener que poner sobre sus rodillas ¡y darme una buena nalgada!" El doctor murmuró algo, y después de unos momentos de silencio comenzaron a escucharse las bofetadas sobre las soberbias nalgas de Alicia.

Me imaginé la escena: Alicia boca abajo sobre las rodillas del terapeuta, con su soberbio culo al aire, bajo las narices del hombre. De pronto dejaron de escucharse las palmadas, y luego de algunos momentos escuché la voz de Alicia en una dulce queja que salió como un suspiro: "¡Doctoor…! ¿con la boca también…? … ¡Ay… doctor…, que bien se siente…! ¡…Casi no parece un castigo…!" …"¡Qué lengua, doc… tor…!" …. "¡Síii, así… más adentro… muévala bien…!" "¡Nunca me cas… ti…garon… tanto así…!" Y luego comenzó a dar unos gemidos y jadeos que parecían casi alaridos, y más gemidos y jadeos, hasta que luego del último alarido, su voz se deshizo en tonos dulces y agradecidos. "¡Gracias por el castigo, doctorcito…! ¡Me lo merecía…!" El hombre contestó algo con voz ronca en tono bajo. Y luego de unos largos momentos de silencio se lo escuchó fuerte y enérgico: "¡No Alicia, no empecemos de nuevo! ¡Basta por hoy! ¡lo hicimos siete veces! ¡dejemos un poco para el jueves!" Y escuché un suspiro mimoso y resignado de Alicia –verdaderamente se estaba encariñando con el terapeuta, señal de que él hacía muy bien su trabajo- Y luego de unos minutos se abrió la puerta y salió Ali, un poco ojerosa, sin dudas por las muchas catarsis sufridas. Y el médico quedó apoyado contra el vano de la puerta, con cara de agotado y la camisa afuera.

Parecía tener alguna dificultad para mantenerse en pie. Viendo que él no la seguía, mi Ali se dio vuelta y rodeando su cabeza con los brazos desnudos, le plantó un largo beso en la boca, con la de ella abierta sobre la de él y su lengua haciendo un agradecido trabajo, durante tanto tiempo que cuando terminó su intenso beso, el hombre parecía mareado, visiblemente impactado por tanto agradecimiento. Y no podría asegurarlo pero me pareció ver una erección en sus pantalones. "Pagale al doctor, querido, se lo ha ganado" me ordenó Alicia, pero el médico hizo un vago gesto de rechazo con la mano, "No, deje, deje, corre por mi cuenta". Y ahí comprendí que para este hombre su profesión era un apostolado. Salí tras Alicia, con apenas tiempo para ver como el terapeuta se derrumbaba hacia atrás, cayendo en el sofá del consultorio.

"¿Tuviste muchas catarsis, cielo?" Pero Alicia no me contestó, tenía la mirada soñadora y una expresión viciosa en el rostro, la boca hinchada y roja, y una sonrisa leve en la comisura.

Esa noche Alicia no salió a estudiar, pero tampoco quiso venir a mi casa. "Tengo que ir a derrumbarme en la cama, cielito, ¡este hombre me dejó de cama… !" "Si lo vez al señor del cuarto, decile que mañana nos vemos, y al muchacho del segundo también." Suspiró con voz cansada. Y se metió en un taxi, dejándome de a pie. Pero yo estoy acostumbrado a eso, y me fui caminando para mi casa, con una extraña sensación de excitación en mi cuerpo, que no sabría explicar por qué motivo.

Capítulo 7. La terapia sexual va mejorando las cosas, pienso yo.

Esa noche me costó dormirme. Di vueltas en la cama hasta casi la madrugada. Vagas e imprecisas ideas giraban en mi mente, sin que pudiera detectar las causas de mi inquietud. Comencé a tocarme con intención de hacerme una paja que me dejara en condiciones de dormir, pero a poco de comenzar, desistí. Si alguien me iba a pajear sería Alicia. Sus pajas eran demasiado sabrosas pera desperdiciar mi semen en una paja hecha por mi mismo. Al final, sin saber como, me fui quedando dormido.

Y por la mañana encontré a Alicia de pié al lado de mi cama. "Anoche, al final salí a estudiar" declaró sin más. "Pero fueron pocas horas" "Haceme un lugar" dijo acostándose a mi lado. Se la veía rendida. Su cabellera se desparramó sobre la almohada. Se sacó la pollera y la blusa quedando en tetas y con sólo la trusa puesta. Inmediatamente tuve una erección fenomenal. Nunca la había tenido en una circunstancia así.

Ella pescó el modo en que veía sus pesados tetones, y me miró con dulzura. "Estoy rendida, mi cielo, pero veo que te morís de canas de chupar mis melones. Y te voy a dejar, mi nene. Necesito algo dulce y eso sólo me lo podes dar vos. Chupame el pezón con dulzura mi cielo. Bueno, podés entusiasmarte un poco, pero no te importe si me quedo dormida mientras me chupás. Pero podés seguir jugando con ellos todo lo que quieras, aún mientras duermo. Así voy a tener lindos sueños…"

Capítulo 8. Por fin chupándole los tetones a Alicia…

Ali se fue quedando dormida boca arriba, con sus grandes melones desnudos frente a mis ojos. Sus pezones gruesos y rojos eran una incitación al beso y la chupada. "Dale, mi cielo", dijo ella con voz somnolienta, "haceme sentir algo lindo… y de paso date el gusto…" Y al instante mi boca abierta estaba sobre el pezón más cercano, en un cálido beso húmedo. "Hmmm…" dijo dulcemente ella, "qué lindooo…"

Yo procuré ser suave, pero –qué diablos- con ambas manos sostenía el tremendo melón para chupar el enorme pezón, y pronto me dominó la pasión. Dejè sólo una mano para orientar el tetón hacia mi boca, y con la otra comencé a acariciarle la otra teta. Al principio fue acariciarle, pero luego se transformó en un amasar frenético en el cual ponía todo el ardor que su contacto me provocaba. Olvidé mi temor a que se despertara, pero enseguida vi. que el temor era innecesario. Desde su entresueño Alicia aprobó nuevamente: "¡Qué liiiinndoooo!" Y su respiración comenzó a agitarse un poco.

Imagina la escena: yo había comenzado sentado en su bajo vientre, pero cuando mi pija se puso al palo, casi sin darme cuenta me fui inclinando hacia delante, de modo que con una pierna a cada lado de su cuerpo, quedé como cabalgando su vientre, con mi nabo encendido frotándose contra su estómago.

El movimiento de frotación era instintivo e irresistible para mí. Alicia comenzó a gemir suavemente al principio y con intensidad creciente luego. Su rostro, aún dormido, se contraía en un gesto de placer infinito, casi como si le doliera. Y su respiración agitada hacía ondular su estómago.

La sensación de su piel contra mi nabo me estaba volviendo loco, y tener esos dos tetones expuestos a mi voracidad era lo más parecido a estar en el paraíso, o en el infierno… Bueno, que era placentero con una intensidad que llegaba a lo tremendo. El olor de sus melones me envolvía de modo embriagador. Yo también estaba gimiendo. Y cuando instintivamente sus manos tomaron mi cabeza aplastándomela contra su tetón mientras su estómago se sacudía con fuertes temblores, mi nabo comenzó a lanzar chorros de leche que bañaron su estómago hasta la base de sus tetas.

Y me quedé completamente derrumbado sobre su cuerpo que siguió ondulando y estremeciéndose en lo que parecía ser un tremendo orgasmo, a juzgar por los gritos que dio Alicia acompañándolo. Y luego se continuó su sueño, esta vez completamente dormida, mientras su respiración retornaba a la normalidad. Y yo, montado a su estómago, también me dormí, rendido por las emociones y el orgasmo.

Capìtulo 9. Alicia me culea el rostro…

Cuando desperté me encontré al lado de su cuerpo del que de algún modo me había deslizado mientras dormía. Y Alicia jugando con mi pija me miraba con expresión agradable. "Algo muy lindo me debés de haber hecho, mi pichoncito, porque tuve sueños muy lindos, y me siento muy, pero muy bien" Era cierto, en su rostro lozano, ni huella del cansancio anterior.

El modo en que movía mi nabo era claramente juguetón. No me pajeaba, sino que me la movía hacia los lados y en círculos, como si estuviera divirtiéndose con mi nabo. Claro que, el calor de su mano y las tocadas que me hacía me habían puesto el nabo a mil. Pero ella no parecía tener ninguna intención de pajearme, sino tan sólo de jugar. "…¿Será posible que yo me haya equivocado al evaluar tus habilidades sexuales…?" mirándome con una gran sonrisa en su cara cariñosa. "¿…Será posible que yo haya estado desperdiciando un buen amante que estaba a mi lado todo el tiempo…?" … "O también puede ser que la desesperación de no poder metérmela haya madurado en una pasión desenfrenada…" meditaba mientras seguía jugando distraídamente con mi pene que no tenía ya posibilidades de bajarse.

"Vamos a hacer un experimento, pichoncito." Se había puesto de pié en la cama, y en su sonrisa había algo levemente diabólico. Sólo vestía una minúscula braguita y su cuerpo lucía como para derrumbar a un regimiento. "Vos quedate bien quietito" me ordenó, poniéndose en cuatro patas y comenzó a caminar sobre sus rodillas y manos, con un andar felino, en torno a mi cuerpo. Cruzó repetidas veces sobre el mismo, arrastrando su piel sobre la mía.

Arrastró con lentitud sus tremendas tetas sobre mi nabo, paseó su pubis sobre mi pecho, se dio vuelta dejando su culo frente a mis ojos y se deslizó sobre mi cuerpo en dirección a mis piernas, restregándose contra mi nabo, muslos y el resto, hasta los tobillos. Luego giró suavemente y avanzó como una serpiente, manteniendo su mirada fija en mis ojos, siempre con esa expresión perversa en el rostro.

Sus tetazas fueron deslizándose pesadamente sobre cada pedazo de mi cuerpo, incluyendo al pene, claro. Y mi respiración se iba agitando más y más. Yo estaba a disposición de lo que ella quisiera hacer de mí, y me sentía anhelante. En su avance pasó sus tetas por mi pecho, luego por mi cara, y luego siguieron su estómago, su vientre y su bajo vientre acariciando mi rostro y finalmente me lo apretó con su concha, a través de la tela.

El olor era maravilloso. Y ella comenzó un vaivén de atrás-adelante con su concha sobre mi rostro. Mi pija al palo se sacudió locamente al sentir la dominación a la que me estaba sometiendo. Abrí la boca para decirle algo, pero me la tapó con la frotación de su concha bien abierta. Podía sentir en la lengua los jugos que se filtraban por la tela de la braguita. El espeso bosque de sus vellos se aplastaba contra mi nariz. Allá arriba la escuché gemir de calentura por lo que me estaba haciendo y por lo que se estaba haciendo con mi cara.

Mi sumisión era completa y no quedaba en mi conciencia nada que no fuera la sumisión a su concha. Y mi lengua lamía lo que podía. Pronto sus gemidos y jadeos se fueron haciendo mayores hasta que me aplastó la concha moviéndola a ambos costados, mientras daba alaridos de placer. Simultáneamente la leche subió por mi nabo y este comenzó a revolearse echando chorros por todos los puntos cardinales. Se quedó disfrutando del momento un rato largo, hasta que finalmente desmontó mi cara. Acercó su rostro al mío y lo examinó atentamente, yo la veía bastante desenfocada, pero pude ver el placer y el interés en su mirada, junto con el toque perverso que no abandonaba su sonrisa. "…¡ni sospechaba que eras tan bueno como esclavo, pichón…!" "¡Ahora vamos a hacer muchas más cosas que antes!"

Y acostó su espectacular cuerpo al lado del mío. "Alicia…" le dije "yo creo que no sos frígida…" "¡¿Frígida yo?!" se rió escandalizada. "Sí Ali, no trates de ocultarme ese pensamiento tuyo…" "¿No…?" "No, Ali, me he dado cuenta de que la razón por la que no querías tener relaciones era porque temías ser frígida…" "¿Ah sí?" parecía divertida con la idea, pero yo sabía que había llegado al centro de sus temores y estaba decidido a tranquilizarla. "Sí Ali, pero no temas, yo creo que es un temor infundado. A mi me parece que vos sentís cosas sexuales. Y eso que tuviste recién fue un orgasmo. ¿Comprendés?" Alicia pareció pensativa, aún con la sonrisa perversa. "Así que no soy frígida…" "Es una buena idea, jamás se me ocurrió que pensaras eso… Yo no sabía que creía ser frígida, mi amor…" Se quedó pensando unos momentos, sin abandonar la sonrisa. "Pero vamos a tener que comprobarlo, mi vida, para estar completamente segura. ¿Vos estás dispuesto a ayudarme a investigar mi no frigidez?" "Claro, mi vida, vos sabés que te amo…" "Sí, mi nene, y además que te tengo loco."

Se levantó de un salto y me arrastró de la mano a la cocina.

Desayunamos con ganas y luego me arrastró nuevamente al dormitorio.

Nos sentamos en la cama frente a frente con las piernas cruzadas. Alicia se veía contenta. "¿Te gustó lo que te hice?" preguntó, pero dando una mirada en rededor, y viendo las manchas de semen en la cama y las paredes, se contestó a si misma "Sí, no cabe duda de que te gustó." "Sí, Ali, me gustó, y mucho."

"Y me querés curar de la idea de que soy frígida…" "¡Sí, Ali, yo creo que no sos frígida!" "Vamos a ver… ¿estás dispuesto a ayudarme a averiguarlo?" "Sí, mi vida, lo que quieras." "¿Y estás dispuesto a hacer lo que yo quiera…?" "Si, Ali, todo lo que vos quieras…"

"Bueno" y se dio vuelta en cuatro patas, mostrándome el soberbio culo, "¿Te gusta mi culo?" "Cla-claro Ali…" "¿Me lo querés oler?" "¿Oler…?" "Sí, acercale la nariz." Obedecí y le acerqué la nariz, algo tímidamente, pero Alicia con un empujón me aplastó la nariz con su tremendo culo. "¡Así, estúpido, sin timideces!" Yo estaba en cuatro patas con mi nariz enterrada entre sus nalgas, que ella comenzó a mover en círculos. "¿Te gustaría que me sacara la bombachita?" "Sí, Ali" "¿Así me lo podés besar a fondo?" "Sí Ali, por favor" Y con un par de movimientos dejó su gran orto libre de tela, frente a mi nariz. "Ahora, dale, enterrame la nariz…" y remarcó sus palabras avanzando sus nalgas hacia mi cara, ocupando toda mi visión. "¡Bueno, corazón, a besarme el orto!" Y yo comencé a saborear esas carnes enloquecedoras. Y Alicia me daba culadas en la cara. "Te estoy culeando la cara, nene, ¿te gusta?" Pero yo no podía contestar, atrapado por sus glúteos.

"¡A mi me gusta culearle la cara a los hombres!" "Es decir, me gustaría si alguna vez me animara a estar con otro…" Y me removía el culo contra la cara. "Usá la lengüita, mi vida, a ver si logro sentir algo…" Yo tenía una bruta erección, con mi nabo terriblemente tenso. "Me gusta dominarlos con mi culo y removérselo en la cara hasta que se vuelven locos…" "Es decir, me gustaría, imagino…" Y seguía dándome culadas en la cara. "Y cuando ya los tengo completamente locos les siento mi culo en la cara, para hacérmelo chupar…" Es decir, les sentaría. "¿Vos sentís algo, mi vida? Porque yo no siento nada…" "Te voy a sentar mi gran culo en la cara, para ver si así siento algo…" Y dicho y hecho, me volteó boca arriba y vi. bajar su gran culazo sobre mi rostro, hasta que me lo cubrió completamente. Su voz me llegaba desde arriba. "Y desde esta posición los tengo chupándome el culo hasta que acabo" "Los tendría, quiero decir" Y su culo rebotaba apenas para dejarme respirar. "¡La de tipos que hice acabar culeándoles la cara!" "que habría hecho acabar, quiero decir" "¡Más al fondo la lengüita, nene, que creo que ya estoy empezando a sentir algo!" y con ambas manos se abrió sus nalgas para que mi cara entrara más profundamente entre ellas. "Porque a los hombres les gusta ser dominados por una buena puta" "me imagino" agregó. "¡Y a mi me gusta ser una buena puta!" "me gustaría, pienso". Yo, a esas alturas, estaba en el séptimo cielo, lamiendo y tratando de respirar cuando ella me lo permitía.

"Otra cosa que me gusta es sentarles mi culo en el nabo, y con el garrote bien adentro, saltarles tipo ico ico, hasta que se derraman dentro de mi orto. Esa técnica la uso mucho cuando salgo a putanear por las noches" "Es decir, imagino que sería divertido usarla, si saliera a putonear…"

Yo no podía más, aunque sabía que eran todas suposiciones de Alicia, no podía dejar de imaginarla haciendo las cosas que me contaba, y ya no me interesaba distinguir entre la realidad y la fantasía.

"¡Me gusta cuando ando contoneando el culo, con la falda cortita y todos los tipos me quieren garchar…!" "¡Y yo los dejo, porque me encanta que me garchen, bien garchada, pero se tienen que poner con la guita!" "Se tendrían que poner, quiero decir, si yo cumpliera esa fantasía…" "Bueno, mi vida, cogeme el orto con la lengua…" "Me parece que estoy sintiendo algo…" Y cuando le metí la lengua lo más profundo que pude, me la empezó a pajear con el orto. "¡Y sabés lo que me gusta cuando el muchacho del segundo me da por el culo mientras me amasa las tetas…!" Es decir, imagino que me gustaría si ocurriera algo así, pero jamás permitiría que lo hiciera. Es como con el señor del cuarto piso, cuando le como el nabo hasta que se corre soltando grandes chorros de leche, por el tratamiento que le estoy haciendo, pienso que me gustaría mucho si yo pudiera sentir algo…" Y las imágenes del muchacho del segundo culeándosela por detrás, y del señor del cuarto haciéndose chupar su gran tranca por mi novia, venían a mi mente, y eso, más lo que me estaba haciendo con su culo en mi cara, me pudieron, y cuando Alicia comenzó a dar alaridos de placer y aplastó mi cara con un largo estertor, como si estuviera acabando, yo, casi desvaneciéndome, largué una larga serie de chorros, sin que ella me tocara. En realidad, sí me tocó: cuando empezaron mis chorros, me la sujetó apuntando al cielo raso, a ver si le daba.

Se levantó de mi cara, dejándome en un estado de total aturdimiento embobado. "Qué pena" dijo "casi empezaba a sentir algo…" "…¿me vas a seguir ayudando, corazoncito?" "Sí, Ali" conseguí balbucear. En el cielo raso había una gran mancha de semen, que iba goteando a su antojo.

"A mi me parece que esas cosas que invento te calientan" reflexionó un poco. Otro día vamos a jugar a que creés que son ciertas."

"Pero ahora tengo que dormir, porque me espera una noche brava."

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