Jamás
pensé que la cosa pudiese llegar tan lejos. Hola, somos una pareja del
sur en la barrera de los cuarenta y todos los años mi mujer y yo nos
vamos unos días sin niños, tenemos dos, de vacaciones. Este año nos
decidimos por el levante andaluz. Nos gusta recordar cuando éramos
novios e íbamos de acampada.
Pues bien, elegimos un camping tranquilo y algo hippie. Mi mujer
siempre ha sido muy caliente y picarona. Ella fue quien eligió la
parcela donde acampar. Justo al lado de dos parejitas jóvenes, con toda
la intención por supuesto, aunque ella no me dijo nada. Le gusta
ponerme a cien y sabe cómo hacerlo, os cuento. No tardó en relacionarse
con los vecinos. Llevaba un minishort vaquero y la parte de arriba de
un bikini que le tapaba los pezones pero dejaba al descubierto gran
parte de sus generosos pechos. Ese bikini sólo se lo pone cuando vamos
solos, una vez se lo puso cuando fuimos a la playa en familia y a mi
cuñado se le iban a salir los ojos de las órbitas. Cuando se lo pone
siempre nos acordamos de la anécdota.
En fin, a lo que iba, no llevábamos allí ni una hora y ya estaba con un
botellín de cerveza en la mano con la parejita de al lado. Había ido a
pedirles un martillo, que por cierto yo llevaba, claro, para clavar las
piquetas de la tienda. Llegué y me presenté. Ya mi mujer y el chico
sonreían y ella mantenía un leve contacto físico con su mano
agarrándole el antebrazo. Al poco advertí como el chico miraba los
pechos de mi mujer y la risa se volvía algo nerviosa. Me invitaron a
una cerveza a mi también.
Volvimos a terminar de montar y le dije a mi mujer: Que golfa eres
Lola, como has puesto al chaval. Ella se echó a reír y me dijo:
Pobrecillo, con lo rico que está. Lo cojo yo y me dura dos minutos.
Que guarra eres hija le dije y se echó a reír. Yo sabía que me decía
esas cosas para ponerme burro. Ya había pasado otras veces y luego a la
hora de la verdad no pasaba nada.
Esa misma tarde nos fuimos a la playa. Era una cala amplia pero
nosotros nos pegamos a la derecha junto a las rocas, más tranquilos.
Allí había tres parejas bastante mayores desnudos. Parecían
extranjeros. Yo no dudé en quedarme desnudo y Lola decidió hacer
topless y quedarse solo con un minúsculo tanga que apenas tapaba su
delicioso chochete. Pronto se convirtió en la atracción de todos los
que estaban allí. Ella lo sabía y más se gustaba. Al salir del agua
recogiéndose el pelo, al tumbarse en la toalla, al ponerse la crema por
los pechos y el culo, al ponerse en pompa antes de ponerse boca abajo,
al acomodarse el tanga cuando se ponía boca arriba con las piernas
abiertas. En conclusión, que no tardó en tener cinco o seis tíos
pendientes de ella en todo momento. Yo, por supuesto, cuando hace esas
cosas me pongo cachondísimo y ella lo sabe.
Lola vio a Javi, así se llamaba el chico del camping. Estaban sentados
a unos metros de nosotros. No los vimos llegar. Lola se levantó y con
una mano haciendo como que se protegía los ojos del sol y la otra
agitándola en alto lo llamo. Que hija de puta, con las manos así
consigue tener los pechos más tiesos y agitando la mano les mete un
meneo que cualquiera se empalma de momento.
El chico se levantó y también agitó la mano. Su novia, Bea, saludó
sentada como diciendo hola zorra. Lola se volvió y me dijo: Ahora
vengo. Yo le contesté: no seas golfa, no calientes al chavalito que
al final lo vas a echar a pelear con la novia, me echó una sonrisa
picarona y se fue. Volvió pronto. Lola me contó que ella, Bea,
permaneció boca abajo mientras hablaban. Javi sí se levantó y sí le dio
dos besos. Él no paraba de mirarle los pechos y Lola mientras hablaba
aprovechó un par de veces mientras reían para poner su mano sobre el
pecho de él cuando su novia no miraba. Mi mujer me contó que les invitó
a venir con nosotros pero Bea desistió porque volverían al camping
pronto. Mentira, dijo Lola, lo que pasa es que la chica está acojonada
conmigo; se echó a reír.
Esa noche cenamos en el camping. Javi y Bea también pero cada uno por
su lado. Las tiendas estaban juntas. Solo nos separaban unos setos. Nos
podíamos ver y oír perfectamente. Tras la cena Lola me dijo que si los
invitábamos a una copa. Llevábamos ron y había hielo en la nevera. Ve
tú anda, me dijo, si voy yo la niña se asusta. Me llegué y se lo
comenté a los dos. Estaban a la luz de una vela escuchando música en el
móvil. Vaya ambientazo. Por eso y porque fui yo supongo que aceptaron
la invitación.
Cuando llegamos los tres Lola y Javi se miraron y me subió la
temperatura al instante. Empezamos con un cubata pero el hielo de la
nevera era ya más agua que otra cosa. Pronto pasamos a los chupitos lo
que ayudó a que todos nos relajásemos. A Bea se le notaba más tranquila
y desinhibida. Terminamos, como siempre pasa, hablando de sexo. De lo
que hacíamos de novios, de lo que hacíamos ahora de casados y con
hijos, de la rutina, del sexo anal, oral, masturbación, de las
fantasías. Bea comentó que la fantasía de Javi, como la de todos los
tíos dijo, era hacer un trio y que a ella no le apetecía eso de
compartir. Lola le respondió: No te apetece eso es ahora que llevas
poco tiempo pero cuando llevéis unos añitos juntos verás cómo te
apetecen cosas que ahora no se te pasan por la cabeza. Se acercó a Bea
y le dijo en voz baja aunque todos pudimos oírle: no sabes tú como se
pasa cuando tienes dos rabos para ti solita. Se hizo el silencio. Yo
estaba duro y por la postura de Javi creo que también estaba empalmado.
Luego nos entró la risa floja y yo le dije a Lola: que bruta eres
hija, a Bea ahora le gustará follar como te gustaba a ti antes,
mirándote a los ojos y diciéndote te quiero. Dentro de unos años verás
como también le gusta follar como a ti ahora, a cuatro patas y loca
perdida. Javi, sin pensar creo, soltó: no, si a Bea le encanta follar
en plan bestia y a lo guarro. Le gusta que la insulte. ¡Javi!, gritó
Bea con una sonrisa picarona ¿eres tonto? Eso no se cuenta o ¿Digo yo
que te gusta que te meta el dedo en el culo mientras que te la como?
Javi se quedó algo avergonzado y Lola de momento soltó: a Paco también
le gusta. Todos reímos.
Nos fuimos a dormir, Bea estaba algo indispuesta por el alcohol. En la
habitación de la tienda Lola vio mis calzoncillos llenos de babas, como
dice ella, y se echó a reír. ¿Estas todo cachondo, no cabrón? Yo
también, mira tócame. Tenía el coño empapado y los pechos duros como
piedras. No tardamos en ponernos con la faena. Empezaron los besos,
mordiscos y pellizcos por todas partes. Queríamos follar y follar a lo
bestia, estábamos demasiado cachondos los dos como para romanticismos.
Lola empezó a comérmela pero no tardó en darse la vuelta para que yo le
comiera el coño a la vez. Con mi polla en su boca los gemidos no eran
demasiado fuertes pero cuando empecé a follarla no dudó en empezar a
gemir y a decirme fóllame cabrón, dame fuerte. La puse a cuatro patas y
se escuchaban los gemidos y las cachetadas que daba en su culo húmedo
por el sudor con mi cuerpo mientras la embestía. Nos corrimos, fue el
momento en el que menos nos importó el ruido que hacíamos. Los dos
gemimos a la vez. Le eché toda la corrida dentro. Cuando le saqué la
polla, todavía dura y morada, soltó dos pedetes por su coño hinchado
acompañados por mi leche. Se limpió con toallitas y nos quedamos los
dos rendidos.
Tras un minuto de respiro le pregunté. Oye, ¿Cuándo has estado tú con
dos rabos a la vez para ti solita? Nunca cariño, contestó. Era para ver
la cara que poníais los tres. Se sonrió. Por eso, le dije, porque tú
nunca has querido hacer tríos ni nada por el estilo. Es verdad que
hemos fantaseado a veces pero siempre me has dicho que tú no te ves,
que no te agrada ¿O es que al conocer a Javi has cambiado de idea? Le
pregunté mientras la miraba con una sonrisa y le tocaba de nuevo la
almeja por encima de las bragas. A lo mejor, respondió. Me incorporé
¿cómo? ¡Venga ya! No serías capaz. Te rajarías. Eres más vergonzosa de
lo que te piensas. Lola dijo: pues este niño me ha puesto caliente.
Así que no te sorprendas luego ni me pidas explicaciones, ¿Eh? Se echó
a reír de nuevo.
Lola decidió salir para ir al baño a hacer pis. Yo me quedé en la
tienda. Tardó un buen rato en llegar. Cuando regresó le pregunté qué
porqué había tardado tanto. Me enseño con una sonrisa su mano derecha
chorreada en leche. Me quedé de piedra. Luego, muy tranquila, como si
nada, me contó que al salir de la tienda se encontró con Javi que se
estaba fumando un cigarro a oscuras sentado en una butaca fuera de su
tienda. Bea estaba dormida profundamente. Lola le preguntó que qué
hacía tan tarde ahí solo. Él le contestó con descaro que después de la
nochecita, la tertulia que habíamos tenido y el polvo que nos habíamos
pegado mi marido y yo cualquiera dormía con esto así. Antes de terminar
la frase Javi ya se había sacado una enorme y rasurada tranca por el
pernil de su bañador con un capullo brillante y rosado a punto de
estallar. Lola, sin pensar, y con una determinación que hasta a ella
sorprendió, como un zombie se fue hacia él, se hincó de rodillas y sin
mediar palabra se metió esa enorme polla hasta la campanilla. En solo
cinco o seis mamazos Javi empezó a correrse. A Lola le rebosaba la
leche por la boca y le caía por las manos. Se levantó, le besó con los
labios llenos de leche caliente todavía y le dijo: esto me lo tienes
que pagar. Esta polla tan dura me tiene que follar y hacer que me corra
unas pocas de veces antes de que nos vayamos del camping. Javi asintío
con la cabeza. Entonces Lola volvió a la tienda.
Después de contármelo todo no pude aguantarme y me volví a follar a mi
mujer que estaba caliente como una perra otra vez, todavía con las
manos manchadas y oliendo a la leche de Javi.
Los días siguientes no fueron menos excitantes pero eso lo dejo para
una próxima vez.
Continuará...
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