.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Trío en el cine X".

 

 Mis primeras experiencias en el mundo liberal fueron, por definirlo de alguna manera, diferentes. Por aquel entonces tendría unos 25 años. En el centro de Barcelona, junto a la plaza Catalunya, había uno de los pocos cines X de la ciudad. Pasaba casi a diario por delante, pero no me decidía nunca a entrar, me daba apuro.

 Esa tarde iba con más tiempo de lo habitual a entreno, siempre apuro hasta el último momento. Miré el reloj y me convencí a mí mismo: ¡Hoy sí que entras! Llegando a la puerta empezaron mis dudas, y estaba claro que pasaría de largo de nuevo.

 Pero en ese instante de duda entró una pareja. Maduritos los dos, él entrado en carnes, pero bien vestido, vaya, un tío elegante. Ella, ¡una madurita espectacular! Rubia, bastante alta.

 

 Ojos de azul intenso. Con curvas, pero no pasada de peso. Eso sí, una delantera que quitaba el hipo. La camiseta estrecha le marcaba unos enormes pechos que se movían a cada contoneo de sus caderas. Sus pezones eran grandes, estaban a punto, y se le notaban a través de la estirada tela. La faldita negra era cortita, y muy ajustada a sus curvas. Lo suficiente para tener la duda de si llevaba tanga o... nada.

 Mis pies giraron de golpe hacia el interior del cine. Sin pensarlo me dirigí a la taquilla y estaba pagando la entrada. No sé qué me imaginaba, pero llevaba una empalmada importante. Mis vaqueros ajustados marcaban mi abultado paquete. Me giré para entrar a la sala, y allí estaba ella repasándome de arriba abajo con mucho descaro.

 Se paró en mi paquete, abrió los ojos con sorpresa, y subió la mirada para mirarme fijamente a los ojos. Yo sonrojado no sabía donde meterme. Diossss, ¡estaba a punto de explotar y ni siquiera había entrado!

 Esbozó una sonrisa picarona, me hizo un guiño y ladeó con un golpecito la cabeza para indicarme que la siguiera. Mientras bajaba la escalera agarrada a su pareja, le dijo algo al oído. No lo escuché, pero él se giró de golpe para mirarme. La sala estaba llena, y ellos pasaron de largo las butacas para mi sorpresa. ¿Adónde iban?

 Al fondo de la sala había una puerta de emergencia. Salieron. Y mi curiosidad me llevó a seguirlos. Ahhhh, había un pequeño bar al fondo. Una barra, unos taburetes, y algo que parecía un pequeño reservado. En ese instante decidí tomarme la tarde libre, una tarde que no olvidaré jamás. Pero la verdad es que todo estaba en mi mente, no había sucedido nada. Tan solo era el morbo de estar allí y esperar a ver qué podía pasar. Seguía empalmadísimo.

 Me pedí una cerveza. Mientras, ellos hablaban con el camarero animadamente. Parece que se conocían. En un momento dado el camarero me dice:

 - ¡Chico! Sí tú, el de la cerveza.

 - ¿Yo?

 - Sí, sí. Déjame la chaqueta y la mochila detrás de la barra si quieres. Estarás más cómodo.

 - Ahhh, bueno no hace falta, no se preocupe.

 - Jajaja -se rió el- Creo que sí te hará falta, no tengas prisa.

 Y los tres se rieron.

 Ella estaba sentada en un taburete, girada hacia mí. Él de pie apoyado en la barra. Yo también sentado en un taburete junto a la barra, y de cara a ella. Sin dejar de mirarla. No podía quitar los ojos de su escote y sus piernas. En un momento dado su "marido" fue a darle un beso en el cuello. Se inclinó, le separó las piernas mientras la besaba y subió su falda lo justo para meter la mano entre sus piernas. Era súper morboso para mí. Nunca había visto una escena igual en un sitio público y con tanto descaro.

 Ella mientras abría poco a poco sus piernas no dejaba de mirarme fijamente. Sus pezones se habían puesto durísimos de nuevo, y mi polla más todavía. Ella al verme que le observaba esas tremendas tetas, se sacó una de ellas para que la viera. Jodeeer, me está poniendo a mil, pensé. Instintivamente me toqué el paquete que estaba ya a punto de explotar.

 En ese instante ella le apartó. Le dijo algo al oído que la música no me dejó escuchar y se puso en pié. El local estaba casi vacío. La pareja, dos hombres ya bastante mayorcitos, vamos, dos abuelos, y yo. Ella de pié, con una teta fuera y la falda medio subida que quedaba a ras de su coño pero sin enseñarlo. Una visión que no me quito de la cabeza. Los abuelos se fueron a levantar pero el hábil camarero les hizo "no" con la cabeza.

 Ella sin mediar palabra, dio tres pasos hasta mí mientras estiraba con sus dedos el pezón. Me dio un morreo espectacular mientras sobaba mi paquete. Me agarró de la mano y me llevó al fondo del local, al privado, y cerró una cortina que había. En el privado había una peli porno y esa era toda la luz. Suficiente para ver cómo se bajaba los tirantes de su estrecha camiseta y me enseñaba unas enormes tetas.

 - ¿Querías ver y tocar este par? -me dijo estirando mi brazo hacia ella para pegarse a mí-

 - Mmmm guarrete, está claro que sí -Me dijo mientras me metía mano a mi entrepierna de nuevo- La apretó por encima del pantalón hasta que llegó al glande.

 - Nos vamos a divertir un ratito mami y tú.

 Yo era incapaz de sacar una sola palabra.

 - Chúpamelas, pero con cuidado que están muy sensibles.

 Me agaché un poco para llegar a uno de sus pezones. Me pirra succionarlos hasta no poder más. Me empujó ligeramente y caí sentado en una especie de sofá que había. Cogió su pecho con delicadeza y estirando el pezón:

 - Chupa, poco a poco. Si lo haces bien tengo un regalito para ti.

 - Diooosss, qué bien lo haces. Mmm sigue, que pones muy cerda a mami.

 - Sabes que te voy a follar hasta que rebientes, ¿verdad? –me soltó al oído-

 - Siii, lo sé, pero como siga así me corro en un minuto.

 - Calla y sigue chupando.

 Me metió de nuevo su pezón en la boca.

 - Ahhhhh, cabrón, que cerda me pones. ¡Cómo me gustaaaa! Lo ves, ¡lo ves, lo ves como tiene regalito!

 Me apartó un momento de su pezón. Jodeeer, ¡qué visión! ¡ese enorme pecho sacando leche para mí!

 - Chupa, chupa chupa.... no pares. Chupa que es toda para ti.

 Tenía un sabor dulzón, y entraba a presión hasta el fondo de mi garganta. Casi me ahogaba de tanta leche. Rezumaba por mi boca y caía por mi pecho. Hábilmente ella me había sacado la camisa. Pero seguía con el pantalón intacto.

 - Oooooh, cabroncete, qué bien lo haces, sigue chupandooooh, siiiii.

 Bajé una de mis manos para tocarle entre las piernas.

 - Ahhhh guarrete. ¿Ya estás lleno? ¿No tienes más hambre? ¿ahora quieres jugar con mamá?

 - Si si siiiiii, quiero tocarte, follarte y que me folles -le dije al oído-

 - ¡Mamá te dará todo lo que quieras si te portas bien! Ahora mete un dedito entre mis piernas.

 No los vi en ese momento, pero tenía unos labios grandes y carnosos. Estaban muy húmedos y mientras los separaba ella se meneó para que lo metiera directo a su coño.

 - Así, ¡así tienes que hacerlo! Bien dentro. Más, cabroncete, maaas adentro.

 Me estiró la mano y sin mediar, me metió mi dedo en la boca.

 - Está muy mojadito, ¿verdad?

 - Mmmm síiii, mucho. Y qué rico está.

 - ¿Te gusta el saborcito?

 - Mmmm me encanta... quiero más.

 - Quiero más... ¿qué?

 - Quiero... quiero más, ¡quiero más mamaaaa!

 Se metió su mano en la entrepierna, y empezó a pajearse como una loca. Chof chof chof, a cada golpecito de su mano, chof... Noté su chorro húmedo en mis pantalones. Y me metió sus cuatro dedos en la boca mientras me tumbaba en el sofá.

 - Hijito, ahora mamá quiere que le limpies bien todo esto que le has hecho.

 Se sentó en mi boca. Se abrió esos grandes y húmedos labios que chorreaban flujos de pasión. Chupé, chupé, relamí y succioné hasta la saciedad. Con la punta de mi lengua jugaba con su clítoris, y entonces ella apretaba su coño en mi boca para que la penetrara con la lengua. El clítoris era de un tamaño que no había visto ni probado nunca. A cada toque de lengua parecía crecer. Estaba muy hinchado.

 - Qué bieeeen. No pares, cabroncete. Chupa, chupaaa chupaaaaaaaa que me corrroo, aaagggghhhh.

 Mientras, le metía mi húmedo dedo anular por el culo hasta el fondo.

 - Cabrooooooonnnnn. Qué gustoooo, me vas a matar. Chupaaaaa, siiiiii.

 Un chorro intenso me llenó la boca hasta atragantarme.

 Mientras estaba con su coño en mi boca y el sonrosado agujero de su culo apuntando a mi nariz, ella había estado desabrochando mi pantalón y jugando con mi polla. Supongo que me vió tan cachondo que prefirió irme manteniendo firme, pero no dejaba que me corriera. Jugaba pasando la punta de mi lengua por el capullo cada vez que le chupaba el clítoris. Y cuando veía que estaba a punto de correrme paraba y me apretaba los huevos. Yo respondía con una follada de lengua en su coño.

 Lo que no me dejaba ver su tremendo culo era que no estábamos solos. Después de su enorme corrida, mientras todavía chorreaban por las piernas sus flujos, se incorporó para darle un beso a su marido. Yo hice ademán de levantarme...

 - Quieto mi niño, mamita no ha acabado contigo. Y ahora que está aquí papi, le vamos a enseñar cómo jugamos.

 Ostias, ostias ostias... La que me espera ahora, pensé...

 Mientras me decía eso, ya había abierto la bragueta del pantalón de su marido.

 - Juan, cielo, dale un poquito a mami –mientras le comía la polla- Nada del otro mundo a simple vista, todavía flácida.

 - Y tú, mi niño, sigue comiendo y limpia bien los agujeritos. Pórtate bien –me dijo mientras me iba haciendo una cubana con esas enormes y lechosas tetas-

 Le iba comiendo todo lo que tenía a mi alcance. Los labios cada vez chorreaban más y su coño se iba abriendo cada vez que le metía mi lengua tan adentro como podía. Su culo ya tenía dos dedos dentro que entraban sin impedimento alguno.

 - Juan cielo, hoy será el niño quien me follará el culo. Me ha metido tanta lengua y dedos que lo ha dilatado mucho y quiero sentir esa enorme polla dentro, hasta la garganta.

 Juan no contestó.

 - Mira cielo, mira, mira qué pollón tiene el niño.

 En ese instante noté el calor de una boca y el tacto de una lengua recorriendo mi polla de arriba abajo con delicadeza. ¿Sería la de él? La verdad me daba igual, estaba súuuper salido. A punto de estallar, y quería follármela cuanto antes.

 - Cabroncete, cómo te gusta que te la coman. ¿Verdad que sí?

 Se la metió hasta la mitad de golpe.

 - Siiii, sigue, no paresss -Le dije mientras le metía el tercer dedo en el culo-

 - Cabroooonnnn, que me harás correrme, siiiiii...

 Y otra vez noté que se metía mi polla, pero esta vez hasta el fondo de su garganta.

 - Ahhhgggghhh. Me ahogas cabroncete con tanta carne.

 - Juan, cielo, no dejes de meneársela que me preparo para que me reviente.

 Ostias, ¡el marido me tenía agarrada la polla! Y me la estaba meneando. ¡Diooosss, qué pareja!

 Me hizo levantarme, y se puso de cuatro patas mirando la polla de Juan. Ostias, ya no era tan pequeña, menudo pollón más grueso tenía el marido. Eso sí, era cortita.

 - Mi niño, tienes que meter el juguetito en el culo.

 - ¿Despacito? –Pensé que se le había olvidado decírmelo-

 - Qué cabroncete es mi niño. Noooo, estoy súper dilatada y muy húmeda después de perder la cuenta de las corridas. La quiero dentro de golpe y hasta el fondo. Rómpeme el culo, soy tu mamita y tienes que hacer lo que te diga.

 La mojé bien en su chorreante coño para que estuviera bien húmeda.

 Apunté mi duro capullo a su agujero, y en eso que noté una mano por entre las piernas que la agarraba. Era Juan, que apuntaba mi polla al ojete, y él dio un lametón.

 Hasta el fondo de golpe. De una sola embestida.

 - ¡Oooohhhh cabrooonnn, que me partes el culoooo! Sigue, sigue, sigue. No pares, sigue. Oh oh.

 Juan no dejaba de chuparle el coño metido debajo de ella, y a mí los huevos de vez en cuando. ¡Qué espectáculo!

 - Sigue, sigue, sigue. Soy tu perra, fóllame duro.

 - Dámelo todo, dentro, todo hasta el fondo cabrooon. Follame el culo, qué gusto...

 Se corrió un par de veces hasta que yo ya no pude más. Cuando me retiraba para correrme, dio un salto dándose la vuelta, me sacó el condón y se la metió hasta el fondo de la garganta. Dos embestidas y me corrí con más leche de la que jamás había sacado.

 Juan, tumbado, lo observaba todo, y ella con una sonrisa de satisfacción abrió la boca y dejo caer mi corrida en sus tetas, restregándola por todo su cuerpo.

 - Juan, límpialo todo, que quede perfecto.

 A lo que Juan sin abrir la boca accedió relamiendo cada parte de su cuerpo. Juan obedeció y empezó su limpieza exhaustiva de todo lo que podía. Mientras tanto, Silvia me agarró la polla de nuevo, y sopesándola me dijo:

 - Mi niño, espero que te haya gustado. Porque vas a ser mi juguete muuucho tiempo.

 Desde entonces nos hemos ido viendo un par de veces al mes, pero esas historias ya os las contaré en adelante.

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