Hola
amigos, hace un tiempo, en esta misma página, les relaté una
experiencia cornuda que yo mismo busqué. Les refrescaré la memoria: mi
atractiva esposa de 40 años y yo llevamos muchos años juntos y habíamos
sido monógamos sin descanso. Buscando nuevas formas de excitación
sexual habíamos recurrido a todo lo permitido, pero siempre de a dos:
ella y yo. En esas búsquedas, comencé a visitar páginas porno de videos
amateurs, donde mujeres casadas eran cogidas por hombres negros,
mientras sus maridos miraban. Las escenas eran muy morbosas y la cara
de placer de esas mujeres siendo penetradas por esos dotados morenos me
obsesionó, eso era lo que yo quería vivir, ver a mi mujer gozando con
otro.
Finalmente, luego de mucho insistir, logré mi objetivo. Mi mujer aceptó
recibir un masaje dado por un profesional, de relajación le dije a
ella, pero yo esperaba que fuera erótico y sexual. Concretar la
experiencia no estuvo libre de resistencia, pero ocurrió. El masajista
cogió a mi mujer dándole una dosis de polla a su hambriento coñito, en
una lujuriosa sesión de sexo.
Intenté repetir la experiencia, pero sin éxito, ella no aceptaba.
Atragantado con mi vivencia decidí escribirla en esta página, un poco
para desahogarme, un poco para saber la opinión de otros respecto a una
relación de este tipo, y otro poco para que me dieran ideas de cómo
convencer a mi mujer.
Muchos que leyeron mi relato escribieron para dar su opinión, preguntar
por mi experiencia, ofrecerse para disfrutar a mi mujer, etc. De todos,
uno llamó mi atención, decía: me gustó tu relato, pero no has cumplido
tu fantasía, tu mujer no ha gozado de verdad, no ha cogido con un
negro. Soy lo que andas buscando, y adjuntó una foto suya de cuerpo
entero, pero con su rostro tapado. Era un hombre negro de unos 45 años,
parecía de 1,80 mts. de estatura y corpulento, no marcaba sus músculos,
pero no tenía sobrepeso, su aspecto era muy masculino, un macho que de
seguro es apetecido por las mujeres. Llevaba un calzoncillo, por lo que
no se podía ver su miembro sexual.
Me pareció interesante su propuesta y le respondí que yo le prestaría mi
mujer, pero que estaba difícil, porque primero debía convencerla y
luego llevarla hasta Cuba, país en el que dijo vivir. Le adjunté una
foto de mi mujer y le agradecí la oferta. Me respondió enseguida: tu
mujer está buenísima, por favor vengan a mi país, yo me encargo que sea
un viaje inolvidable para ella, para ti
y para mí.
En adelante me dediqué a convencer a mi mujer de repetir la experiencia de
ser penetrada por otro hombre, mientras yo observaba y/o participaba.
No paraba de responder que no lo necesitaba, que por excitante que fue,
no pretendía repetirlo. Dos cosas me mantuvieron firme, primero ella
reconoció haber gozado mucho la vez anterior, y segundo, que no evitaba
conversar el tema, como esperando que yo la convenciera y con ello
luego justificar un eventual nuevo encuentro argumentando que sucedió
para satisfacer un capricho mío y no un deseo de ella.
No lograba avances hasta que un día me dijo que si yo pensaba que ella era
una mujer que despertaba el deseo en los hombres, ya saben las mujeres
aunque sepan que son deseadas siempre quieren escucharlo para subir su
autoestima. Ese era el punto de partida, le mostré la página de
morbocornudos con mi relato y luego los mails que recibí con
comentarios sobre el mismo y sobre las fotos de ella que envié a
algunos lectores, para mi decepción, se molestó y terminó la
conversación. Antes de dormir tocó el tema, le dije que lo hice para
saber la opinión de otros hombres sobre su cuerpo y que ella podía leer
que las reacciones fueron muy halagadoras, comentarios morbosos y
calientes sobre su hermoso culo, sus largas piernas, su coño
semidepilado y sus pequeñas, pero hermosas tetas. También podía leer
las muchas ofertas de compartir un rato de cama con ella. Le mostré la
foto del cubano que estaba dispuesto a coger con ella y le pareció
atractivo. Me respondió, ok, me halagan los comentarios, pero de
complacer a alguno de ellos, ni hablar. Esa noche no hubo necesidad de
seducirla para coger, ya estaba a mil, caliente como pocas veces, su
coño era un manantial de jugos, que por supuesto bebí sin parar, y
luego pensé que no tenía suficiente polla para calmar su deseo cuando
ella cabalgaba sobre mí. Me quedé con la impresión que mi mujer deseaba
ir a la cama con ese hombre.
Al tiempo el cubano me escribió diciendo que la oferta seguía en pie y que
le enviara más fotos de mi mujer, antes de hacerlo le pregunté a ella
si quería que lo hiciera. Se sonrojó y me dijo que le daba lo mismo,
después de todo a miles de kilómetros, qué podía pasar. Le envié
entonces, varias fotos con ella desnuda y en lencería sexy que le he
ido tomando con el tiempo; él me respondió con comentarios realmente
lujuriosos, pero no vulgares, sobre ella y me dijo: ¿pregúntale a tu
mujer si quiere ver mi hombría?, Estoy seguro que los comentarios
morbosos de él le provocaron un calentón tremendo a mi mujer, quien
fingiendo desinterés dijo, ok, que envíe una foto. La envió al
instante, era de cuerpo entero, estaba desnudo y de pie, no era de raza
negra, sino más bien mestiza, era el típico caribeño, de labios gruesos
bien fornido, aunque creo que mi mujer sólo miró la enorme polla erecta
que lucía con orgullo, joder, era una polla respetable que no dejaría a
ninguna mujer con hambre. Sin dudas a ella le gustó.
Todo me pareció posible y planeando nuestro aniversario, ofrecí regalarle
un viaje al caribe o algo así. México, Panamá o Cuba, le pregunté,
Panamá me respondió, prefiero Cuba, le dije
.siempre vamos donde tú
quieres, ¿para qué me preguntas?, me respondió contrariada.
Durante los dos meses previos al viaje mantuve el contacto con el cubano,
él parecía más ansioso que yo. Acordé con él que no hablaría más de él
a mi mujer, que llegando tendríamos un encuentro sorpresa para ver qué
pasaría, sin compromisos.
Nuestro programa de viaje incluía tres noches en La Habana y luego tres en
una hermosa playa de Varadero. El primer día allá hicimos un tour por
la ciudad, todo fue muy entretenido, pero mi cabeza estaba en otra
parte y creo que la de mi mujer también, aunque hacía mucho que no le
hablaba del cubano ni nada de eso.
El segundo día llamé al cubano para almorzar juntos, ella no lo sabía y
cuando lo vio llegar no supo qué hacer su cara mostraba sorpresa,
vergüenza, molestia pero también algo de agrado, él por su parte,
pareció estar muy contento de conocer a mi mujer. Dijo llamarse Ernesto
Santa María, era ingeniero electrónico, y trabajaba para una empresa de
energía, que era venezolano, pero llevaba 5 años en Cuba. Parecía un
buen tipo, muy educado, hablaba bastante y era muy divertido, mi mujer
casi no hablaba y lo miraba de reojo. Era bien parecido, del gusto de
las mujeres. Dijo ser separado, a su mujer no le gustó Cuba y se volvió
a Venezuela.
Fue
un extraño, pero agradable almuerzo, nunca hablamos sobre lo que nos
reunió, pareció que no lo hablaríamos nunca cuando mi mujer dijo: ha
sido un agradable almuerzo, pero tenemos mucho que conocer aquí en La
Habana con mi marido. Dicho ésto, simplemente nos despedimos. Durante
la tarde, mi mujer y yo fuimos de compras, artesanías y cosas típicas,
pero yo sin saber qué hacer, no recuerdo qué compramos. Durante la
noche, en la cama, le pregunté qué impresión le dejó Ernesto, dijo que
le pareció muy divertido y atractivo, pero que estábamos ahí de
vacaciones no para que ella se convirtiera en una puta. Fui a la ducha
después de ella y vi sus bragas junto al resto de su ropa, estaban
empapadas, nunca dejó de pensar en Ernesto, torpemente le hice saber mi
impresión y se molestó, no tuvimos sexo y casi no dormí en toda la
noche, yo creo que ella tampoco.
El tercer día en La Habana, ya no me pareció necesario, mi mujer no había
enganchado con Ernesto y yo no la vería cogiendo con otro. Temprano en
la mañana del tercer día, Ernesto nos llamó al hotel para invitarnos a
almorzar y ofrecerse de guía y recorrer la ciudad, los mejores lugares,
los que no conocen los turistas, me dijo. Le pregunté a mi mujer y puso
cara de espanto, pero luego dijo, ok, salgamos a conocer. Mi corazón
casi se me sale, se renovaban mis esperanzas.
Cuando nos reunimos a almorzar Ernesto puso cara de admiración al ver a mi
mujer vestida muy sobriamente, con una camiseta de algodón estampada
con flores rojas sin hombros, no llevaba corpiño, con un pantalón de
lino blanco que delataba que no llevaba bragas o que eran muy pequeñas,
y unos zapatos de cáñamo muy monos, parecía una madre muy normal que no
quería llamar la atención, pero imaginar su culo bajo ese pantalón
suelto era inevitable. Ernesto iba de pantalón y camisa de lino color
pastel, se veía muy relajado y cómodo, recién afeitado y bien
perfumado. Almorzamos no sé qué, Ernesto intentó pagar la cuenta, pero
no acepté.
Salimos a conocer La Habana en su auto, mi mujer se sentó atrás y él no
paraba de mirarla, realmente le gustaba. Al atardecer nos llevó al
hotel, le invité a tomar un ron cubano con nosotros, nos recomendó el
mejor. Necesité ir al baño y cuando lo hice vi que él se sentaba junto
a ella y le hablaba muy cercanamente y le tomaba la mano, ella no se
apartaba. Ernesto llegó al baño y me confesó lo caliente que mi mujer
lo tenía, que quería coger con ella, que si yo creía que pasaría algo.
No lo sé, le dije, no para de decir que eres simpático y atractivo,
pero que no me dice nada más. Pregúntale y salimos de la duda, me dijo.
Volví
a la mesa y le pregunté directamente, ¿quieres que subamos con Ernesto
a nuestra habitación?; ¿y tú crees que él quiere subir?, me preguntó,
estoy seguro que sí, dije. Firmamos el recibo del bar y esperamos a
Ernesto, cuando llegó nadie dijo nada, sólo caminamos al ascensor, mi
mujer no dijo nada cuando él entró tras nosotros. Ya en nuestra
habitación mi ansiedad era gigantesca, no sabía qué decir o hacer,
finalmente pedí tres cuba libre al bar, buena idea dijo Ernesto y luego
mirando a mi mujer dijo, tú sabes porqué estoy aquí, estoy halagado de
haber llegado hasta acá, en adelante tomaré la iniciativa y tú
dirás
.dicho ésto fue al baño a ducharse y ponerse fresco. Mi mujer, no
me miraba, me acerqué a ella, la besé y respondió con una pasión y
calentura que nunca antes vi en ella, tuve ganar de penetrarla con
desesperación, pero estábamos ahí para otra cosa.
Ernesto salió del baño sólo con una toalla amarrada a la cintura, luciendo
un bronceado y cuidado cuerpo, mi mujer se sonrojó y casi como que huyó
al baño, al pasar frente a Ernesto él le rozó la mano y se miraron con
una complicidad que me angustió, ella sin habla, fue al baño a ducharse
y sacarse el sudor, mientras tanto, Ernesto y yo acordamos que ella
diría lo que sí y lo que no pasaría esa tarde. Llegaron los tragos y mi
mujer salió del baño igual de vestida, qué decepción¡. Es mi turno
dije, entré a la ducha con una erección que me dolía, el minuto que
estuve bajo el agua, me pareció un siglo, mientras me secaba vi, junto
al bolso de mi mujer, las bragas que llevaba ese día, al parecer se
duchó con ellas porque estaban muy mojadas en la entrepierna, las olí
con descaro y como saben, el olor del sexo caliente de una mujer es el
mejor afrodisíaco que existe. Me dije, salió sin bragas, la suerte
estaba hechada, y parece que a mi favor.
Cuando
salí, también con una toalla únicamente, vi una imagen que nunca
olvidaré, la toalla de Ernesto estaba en el suelo, él apoyado sobre una
mesa de la habitación y mi mujer con los pantalones abajo, sus piernas
abiertas sobándose sobre el muslo de él, y con una de sus manos
apretando una enorme polla contra su vientre, Ernesto con una morena
mano acariciaba el blanco culo de mi mujer, abriéndolo y dejándome ver
su hermoso ano, mientras la otra mano la hundía en el pelo de ella
evitando que ella se separara y continuar así con un beso apasionado,
profundo, jugoso, caliente; sentí ganas de vomitar y gritarle maldita
puta, cómo pudiste?¡¡¡¡¡, pero con lo estaba viendo mi calentura era
superior a mis celos.
Ellos continuaron sin notar mi presencia, mientras se besaban, él le sacó
la camiseta y mi mujer maniobraba los pies para apartar el pantalón,
sin parar de masturbarlo y besarlo. Luego Ernesto quitó la mano de la
cabeza de mi mujer, ya estaba seguro que ella no se apartaría, y la
puso a acariciarle el coño, el ruido húmedo de sus dedos en ese agujero
de placer se confundía con los ruidos de respiración entrecortadas de
los tres en esa habitación. Los quejidos de placer de mi mujer ahogaron
todo sonido.
Ernesto la apartó un poco y la tomó de la mano para llevarla a la cama, él
me miró para como preguntándome mi opinión, no creo haberle dicho
adelante, pero él así lo interpretó. Mi mujer no me miró, no quería
romper el momento, no quería que le dijera no, que le reprochara su
actitud, que le quitara ese placer. Ya en la cama continuaron con el
lujurioso beso, de entrega total, cómplice, de placer carnal. El siguió
metiendo y sacando sus dedos en el ya empapado coño de mi mujercita, su
clítoris estaba enorme, ella seguía con la enorme polla de Ernesto en
su mano, como agarrándola para que no se le escapara, estaba decidida a
recibir todo el placer que ese macho le podía dar. Yo me senté en un
sillón puesto frente a la cama y podía ver esas manos dándose placer
recíprocamente. La erección que tenía me obligó a quitarme la toalla, y
en un momento de estupidez o de vocación cornuda busqué una caja de
preservativos que en algún momento pensé que no usaríamos, qué
equivocado estaba.
Para confirmar la decisión de mi mujer, le pasé un condón, ella aún de
costado no me miró, lo tomó, rompió el envase y se lo dio a Ernesto. Ya
puesto, él se fue encima de ella, que abrió las piernas sin
resistencia, se abrazó a él con una mano, mientras con la otra dirigía
esa enorme polla a su dispuesto coño. Ernesto comenzó a besarla
nuevamente y con delicadeza empujo sus caderas, su lubricada vagina
estaba esperando, pero no había recibido nunca una polla así de grande,
el grito de sorpresa y dolor evidenció esa verdad. Ernesto lo notó y se
retiró, pero ella lo tomó del trasero y lo empujó hacia su entrepierna
nuevamente. Ernesto siguió el mete y saca con suavidad yendo cada vez
más profundo, hasta que se aseguró que ella lo recibía todo.
La
escena superaba mis expectativas, mi mujer estaba con otro y gozaba sin
remordimientos, cogía con ese desconocido como si yo no existiera.
Mientras tanto yo masajeaba mi polla, pero suavemente para no eyacular
tan pronto, porque con lo caliente que estaba eso era seguro. Ernesto
seguía bombeando el ya dilatado coño de mi mujer hasta que ella, paró
de besarlo para dejar escapar unos gemidos de hembra que está teniendo
el mejor orgasmo de su vida. No paraba de quejarse y mover sus caderas
para recibir y recibir. Ernesto bajó el ritmo y la dejó recuperar el
aliento, luego sacó su polla enorme, hinchada, con latidos propios, y
giró a mi mujer, se sentó en sus piernas y le abrió el culo, ella
creyendo que le meterían ese enorme pedazo de carne, le dijo, mi culo
no, no me atrevo; no te preocupes hermosa, le dijo, y metió su polla
nuevamente en su rojo coño, ella comenzó a levantar las caderas para
provocar una mayor penetración y sentir toda esa carne.
Ernesto
lo agradeció y comenzó con un desenfrenado bombeo hasta que no pudo más
y con unos gemidos guturales que resonaron en la habitación se dejó ir
en una intensa eyaculación, noté que el cuerpo de mi mujer se ponía
rígido y levantaba el culo con toda su fuerza soportando el peso de ese
gran macho, abrió la boca y con ruidos que no eran quejidos ni gemidos
sino más bien parecía ser falta de aire logró su segundo orgasmo, tan
poderoso como el primero. Mi mujer pareció orgullosa de haberle dado
placer a ese macho y seguía moviendo suavemente sus caderas como
masajeando la polla de Ernesto con las paredes de su vagina. Siguieron
así un momento, que a mí me pareció eterno, como no queriendo
separarse.
El calor en la habitación era insoportable, el aire acondicionado
funcionaba, pero no tenía la potencia para bajar la temperatura de un
macho y una hembra teniendo sexo desenfrenado. Yo por mi parte algo de
calor generaba. El aire no sólo era caliente sino también denso, lleno
de hormonas sexuales, olor a fornicación.
Ernesto se recostó a un lado de mi mujer, que se mantuvo boca abajo como
somnolienta por el placer recibido y con sus piernas abiertas, dejando
a mi vista la erótica imagen de su coño enrojecido e hinchado. Luego de
un rato, él se levantó al baño, yo no me atrevía a hacer nada. Mi mujer
también se levantó y fue donde yo estaba, intentó besarme, pero no
acepté, intentó abrir sus piernas y meter mi polla en su coño, pero
tampoco acepté, luego tomó mi polla y comenzó a pajearme, la chupó con
energía, y no pude evitar eyacular ferózmente, en su boca cuando
acariciaba mis bolas con una de sus manos.
Al volver Ernesto, mi mujer entró al baño, había recogido su pantalón y
camiseta y se los llevó, nos miramos con Ernesto y supusimos que el
sexo se había terminado, a mí no me molestaba, ya había visto
suficiente, cuando Ernesto buscaba su ropa, mi mujer salió del baño,
con su braguita y camiseta puestas, se acabó dije yo y me metí a la
ducha. Al salir del baño me llevé una sorpresa, Ernesto estaba sentado
en el sillón y mi mujer, sin camiseta, arrodillada frente a él mamando
su ya erecta verga.
Nuevamente
mi primera reacción fue gritarle ¡maldita puta¡, pero la lujuria pudo
más que mis celos y provechando que ella estaba con el culo al aire, me
acerqué para acariciarle el coño por sobre la braguita, sus movimientos
de cadera aceptaban mis caricias, decidí quitarle el calzón, ella me
facilitó el trabajo y puse un dedo en su clítoris, otros dos en su
vagina y el dedo mayor rozando su ano. Nadie sabe para quien trabaja,
porque cuando su coño estaba empapado, mi mujer se paró frente a él, y
se sentó a horcajadas sobre sus piernas, comenzaron a besarse con
pasión, el ir y venir de sus lenguas aumentaban el frenesí sexual, ella
no aguantó más y me miró como pidiendo algo, yo primero no supe qué,
pero luego entendí que me pedía un preservativo. Otra vez con
sentimientos de angustia, pero de excitación le pasé uno a Ernesto que
se lo puso mientras mi mujer seguía besándolo, una vez puesto, ella
tomó su verga y la dirigió a la entrada de su coño y con destreza
comenzó a engullirlo en su chorreante vagina, ésta vez ella controlaba
el ritmo y la profundidad de la penetración. Yo sólo atinaba a mirar
cómo ella subía y bajaba por esa verga y sin darme cuenta yo estaba
pajeando la mía. Ernesto aceptaba que mi mujer llevara el control y
sólo atinaba a agarrarle el culo para separar sus nalgas y dejar
totalmente expuesto su estrecho culito.
Pronto los movimientos de mi mujer se hicieron más intensos y parece que
ya no salía, se quedaba con la polla hasta el fondo y comenzó a gemir
agónicamente, pude ver cómo su ano comenzaba las contracciones propias
de la llegada de un orgasmo, Ernesto no aguanto más y agarró con fuerza
el culo de mi mujer para mantenerla totalmente penetrada mientras
eyaculaba lo que parecían ser litros de semen. Ellos estaban en la
gloria, y yo no sabía qué pensar, desesperado me acerqué a mi mujer
mientras me pajeaba, ella al ver mi desesperación se distanció un poco
de Ernesto, pero sin sacar la verga de su coño, y tomó mi verga, se la
llevó a la boca y me hizo una exquisita mamada que me produjo una
explosiva corrida. Mientras él acariciaba suavemente todo el cuerpo de
mi mujer y besaba sus pezones con delicadeza.
Ernesto fue el primero en ir al baño. Me tiré sobre la cama y mi mujer se
acomodó a mi lado, me preguntó qué pensaba, ha sido muy extraño, ¿te ha
gustado?, le respondí. Ha sido exquisito, él, tú, la situación, todo ha
sido de lo más caliente que se pueda vivir, he gozado mucho, ha valido
la pena para mí, espero que para ti también, me dijo.
Al
salir Ernesto, me fui a la ducha, pero esta vez llevé a mi mujer
conmigo, por esta ocasión ya no quería seguir compartiéndola. Salimos
vestidos y Ernesto sentado en el sillón, tan útil para coger, le dice a
mi mujer, ha sido un momento memorable, pocas veces en la vida se tiene
el privilegio de cumplir las fantasías sexuales de una señora
respetable, me halagas.
Bajamos al bar del hotel, sólo para despedir a Ernesto, quien al ver
acercarse la cara de mi mujer para darle un beso, giro su boca para
encontrarse con los labios de ella, para mi disgusto ella no los
apartó, sino más bien los recibió dichosa y le regaló un delicioso y
húmedo beso. Yo esperaba que no hubiese nadie ahí, que supiera de mi
condición de cornudo.
Esa
noche, casi no hablamos, al día siguiente salíamos temprano a Varadero,
por lo que había que descansar para el viaje. A Ernesto no le di el
nombre del hotel en que estaríamos en Varadero, porque si la
experiencia era mala, no lo quería rondándonos, luego no quise leer mi
e-mail pensando en que él quería gozar a mi mujer nuevamente, tampoco
le pregunté a ella si quería verlo otra vez, aunque estoy seguro de que
sí.
Los
tres días en Varadero fueron muy entretenidos de un descanso enorme,
pero con nuestras cabezas en la habitación del hotel de La Habana.
Tuvimos sexo sólo dos veces, pero en ambas me resistí a penetrar su
coño, e insistí en tomar su culo, como entendiendo mis sentimientos
aceptó. Tal vez, tampoco quería borrar la huella que la verga de
Ernesto dejó en su interior.
Cuando llegamos a nuestra casa, lo primero que hice fue leer mi e-mail,
allí estaba el mensaje de Ernesto, uno sólo y decía amigos, ha sido
una experiencia fantástica, tu mujer es una delicia, estoy dispuesto a
ir a Varadero por ella. Si no recibo respuesta, lo entenderé, que
tengan felices vacaciones
Ernesto. Le mostré el correo a mi mujer,
quien comenzó a escribir Ernesto, para mi también ha sido fantástico,
te has portado maravilloso, sabes cómo dar placer una mujer,
gracias
.Andrea.
La mezcla de celos e impotencia me embargaron al punto de no querer
oprimir enviar, pero mi mujer sí lo hizo.
A
un mes de ocurrido, ya no siento celos y cuando menciono lo sucedido
ella se pone a la defensiva temiendo que le haga una escena de celos,
pero cuando ya nos relajamos me confiesa el placer que sintió y que
habría estado todas las vacaciones metida en la cama con él. Reconozco
que yo insistí en ésto, buscando imágenes que me dieran placer y parece
que no dimensioné todo el placer que ella podía recibir y que podía
dar. Lo cierto es que placer hubo y el recuerdo nos sigue dando gozo a
ambos.
No les pido más consejos porque no quiero repetirlo... por ahora. Email.
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