.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Patricia, Eva y yo".

 

  Me presento. Me llamo Javier, tengo 27 años y soy asturiano. Un chico normal, con sus rarezas, virtudes y miserias. También con un poco de suerte, y para ser concreto diré que esa suerte se llama Patricia. Quizás a lo largo del relato logren comprender por qué llamo suerte a lo que todo el mundo suele llamar novia.  

 Confieso que siempre me han gustado las chicas rubias, pero por una de esas jugarretas del azar las morenas han terminado por robar mi corazón. Sus veinte años de vida se me clavan como veinte puñales cada vez que la veo moviendo sus caderas al caminar. Sabe que es preciosa, el manjar que todo hombre anhelaría, y se contonea con descaro y gracia. A ella le gusta mucho la moda, y yo se lo agradezco porque me deleita con unos modelos espectaculares. Sus vestidos suelen ser más bien largos, pero ajustados, dejando al descubierto sus curvas y marcando a la perfección sus nalgas redondas, duras y firmes. No es de las que van sin bragas, ella las lleva siempre a pesar de mi insistencia para que se las quite. Pero sí le gusta ir sin sostén marcando sus pezones rosaditos, afirma que le hace sentir libre y desde luego no pienso discutir por ello. Libre que te quiero libre. Y rebelde. Tan rebelde al menos como su larga y rizosa melena.  

 Hace tres sábados me llamó  al teléfono móvil a eso de las seis de la tarde. Charlamos y decidimos qué hacer esa noche. Nos gusta ir a cenar, tomar unas copas en algún lugar tranquilo y después ir a mi casa. El plan típico de toda pareja, ¿acaso ustedes no lo hacen? Pero esa noche inmensa iba a ocurrir algo que cambiaría por completo mi vida. No hubo cena-copas-casa sino algo mucho mejor.  

 Antes de las siete de la tarde ya estaba listo. No soy de esos chicos que tardan tres horas en prepararse para salir de casa y se echan cremitas y otros mejunjes. Así que poco después de su llamada salí caminando de mi casa dirección a la suya, y como vivimos en una ciudad pequeña en unos veinte minutos estaba ya en su portal. Entonces bajaron las dos.  

 -Javi, ella es Eva.

 -Hola Eva, encantado.

 -Hola, tenía ganas de conocerte ya. ¿No te importará que salga con vosotros hoy, verdad?

 -No, no, tranquila.  

 Estudian juntas. Las mujeres tienen un concepto distinto de la amistad, al menos esa es mi experiencia. Eva estaba sola ese fin de semana, su novio tiene que viajar con cierta frecuencia por cuestiones de trabajo, entonces mi niña la invitó a salir con nosotros el fin de semana. Me avisó en el último momento, y para ser sincero me molestó un poco, siempre he preferido estar a solas con mi pareja, aunque por una vez tampoco iba a poner el grito en el cielo.  

 La chica no es muy bonita. Demasiado delgada, con unos rasgos muy pronunciados. Eso sí, tiene una boca grande, con labios carnosos y unos pechos de considerable tamaño, más grandes que los de mi novia. Vestía unos pantalones vaqueros y una camiseta escotada bajo la cazadora, nada especial.  

 Nos dirigimos a una de las muchas sidrerías que hay en nuestra ciudad. Nada mejor que unas sidrinas para calentar el gaznate y animar el espíritu, y si no la han probado se lo ruego, pruébenla, ya me dirán cómo se le queda a uno el cuerpo, lo fácil que surge la risa, el compadreo y cómo sube la temperatura. Y a las chicas les subió pronto. Ya les sobraban las chaquetas y cazadoras, se quedaron con sus camisetitas, y mi novia marcando pezones, para variar. Los hombres del lugar fijaban su mirada en sus cuerpos descaradamente, y no es para menos, a las chicas hay que mirarlas, para eso se ponen guapas.  

 Con los cuerpos ya medio entonados la conversación se hacía cada vez más directa y desenfadada.  

 -¿Te gusta la coca?-me espetó  Eva-.

 -Bueno, de vez en cuando alguna rayita cae.

 -Lo sé, lo sé. Cuando terminemos aquí nos vamos a poner a gusto. Y Patri también.

 .¿Patri?-dije sorprendido-.

 -Bueno, un poco por hoy, no seas tan padre-dijo entre risas-.  

 Podría creer en un asteroide acercándose a la tierra dispuesto a exterminar la vida en el planeta, pero jamás creería que Patricia fuese a probar la cocaína. Es una chica muy sana. Bebe y fuma cigarrillos cuando estamos de fiesta pero de ahí no pasa. Yo también soy un tipo sano, pero un poco más vicioso que ella. O eso creía hasta entonces. 

 Después de beber cuatro sidras marchamos del bar, y fuimos a parar a una plaza justo detrás de la catedral, en una zona poco iluminada. Nos sentamos en un bordillo, yo en medio de las dos. Eva sacó la bolsita y me la dio para que preparase las filas. Así que dispuse una tarjeta sobre mi muslo y empecé a hacerlas. Una vez preparadas, Patricia cogió la tarjeta y la colocó sobre mi paquete. Me extrañó, aunque tampoco le di mucha importancia, quise pensar que desde ahí podría esnifar más cómodamente. Preparé el rulo y se lo di a Patri. A continuación el turno de Eva, casi me da un infarto cuando se levanta del bordillo y se arrodilla frente a mí, agachándose sobre mi paquete para esnifar su raya. Al inclinarse le vi sus tetas colgando a través de su escote. Me puse enfermo, desde luego no les quité ojo, y creo que mi novia se dio cuenta perfectamente pues me obsequió con un besito en el cuello con los labios un poco abiertos, y como comprenderéis me excitó todavía más.  

 Como estábamos muy cómodos en ese lugar las dejé un momento solas y fui por un poco de alcohol, no se puede prescindir de gasolina. Al volver las encontré muy animadas, más que antes, reían a carcajadas. Ya me imaginaba el tema: pollas. Sí, las mujeres hablan de las pollas de sus novios y amantes, no hay nada raro en eso, aunque que lo hagan delante de la polla en cuestión, es decir, mi polla, para mí era nuevo.  

 -Pues como te digo, estoy contenta con mi niño-sonríe y me abraza mirando a Eva-.

 -¿Sí? Yo con el mío también-ambas ríen al tiempo-. 

 Eva hurga en su bolso, y saca una foto. 

  -Mira, aquí lo tienes.

 -Pues sí, está dotado-amabas sueltan una carcajada-. 

 La muy zorra llevaba una foto del novio en pelotas, y allí estaba mi chica mirándola sin cortarse un pelo. Por si fuera poco, después de echarle un ojo a la foto comprobé  que la suya era más grande que la mía, y la verdad, me jodió  un poco. Patricia no tardó en intervenir, quizás intuyó que estaba un poco incómodo con la situación. 

 -A mí tus diecisiete centímetros me vuelven loca bebé. 

  Joder, pensé, podía haber exagerado un poco, qué más le daba añadir un par de centímetros. Cosas de la competencia masculina. Hace unos años jugaba en un equipo de fútbol y allí todos se la miraban por pura curiosidad. Sabíamos que el que nunca se duchaba tenía un micropene, y también sabíamos que el que tenía una verga como la de un caballo nunca se enrollaba la toalla a la cintura para salir de la ducha, la exhibía con orgullo, vacilaba de polla, igual que Eva con la foto de su novio desnudo.  

 -Eso es más que suficiente si se sabe mover- sentenció Eva mirándome de reojo-

 En ese momento se me puso dura, fue un reflejo inevitable. A veces los hombres conseguimos erecciones instantáneas, como si la polla cobrara vida propia, de hecho creo firmemente que las pollas son absolutamente independientes, van a su aire y hay que respetar sus decisiones. Antes expliqué que Eva era una chica del montón, pero en ese instante me pareció una mujer extraordinariamente atractiva, puro morbo. Me di cuenta que estaba destinada por el Altísimo para la sana y divertida actividad de la jodienda. Nacida para joder. Hay que decirlo sin rodeos.  

 -Bueno, hago lo que puedo, intento hacerla disfrutar.

 -Y lo logras-respondió  Patri-.

 -Menos mal-me río-.  

 Seguimos conversando, bebiendo y esnifando un buen rato más. Creo que estábamos todos cachondos. No sé el efecto que tendrá la cocaína sobre el sexo en las mujeres, pero en los hombres caben dos sentencias: impotencia transitoria o un pene duro como la roca. Y sobre mí recayó la segunda sentencia, por suerte.  

 -A ver cómo tienes el corazón- dijo Eva colocándome la mano sobre el pecho-.

 -Bien, todo bien- contesté-.

 -Mira el mío- me coge la mano y la pone sobre una de sus tetas-. 

 Entre mamoneos semejantes nos fuimos del lugar hacía uno de los muchos bares que hay por los alrededores. La ronda nocturna comenzó estando todos bastante colocados, sobre todo ellas. Yo estaba salido más bien, mi cabeza pensaba mil cosas al mismo tiempo y todas muy pervertidas. Como no suelo bailar, ellas mismas se sirvieron de pareja dándolo todo por los bares. Desde luego los chicos se les arrimaban babeando y ellas me miraban riéndose como diciendo “mira cómo les estamos poniendo”.  Alguno se propasaba rozándose demasiado, aunque es cierto que ellas en seguida se los quitaban de encima, cosa que me alegró, porque desde la barra en la que estaba apoyado pimplando una cerveza me las imaginaba mías, a las dos, y no era plan que cuatro majaderos desconocidos vinieran a entrometerse.  

 La noche siguió esta tónica hasta más o menos las cuatro, cuando Patricia propuso ir a mi casa para acabar la fiesta. A Eva le pareció bien, y a mí mejor aún. Así que nos largamos a paso ligero.  

 Llegamos a mi casa, y mientras ellas fueron a dejar sus cosas a mi habitación, fui sacando unas cervezas de la nevera y puse un poco de música, bajita que no eran horas para alborotar. Pero el alboroto llegó cuando ellas volvieron de la habitación en camiseta y tanga. El de mi chica era rosa y el de Eva negro. Debí quedarme blanco de la impresión. No me esperaba nada semejante, me lo imaginaba y lo deseaba pero no lo esperaba. Ellas actuaban con naturalidad, y yo me sentía más bien incómodo al no saber cómo actuar ante ese culo desconocido junto al de mi novia.  

 -Qué bien, cervezas- exclamó Patricia-.

 -Volcamos ahora lo que nos queda-dijo Eva-. 

 Ellas se sentaron frente a mí, en el sofá, mientras contemplaba expectante sus cruces de piernas desde mi sillón. Las coñas sexuales iban en aumento. Hasta que Eva se levantó del sofá y se giró mostrándome el culo. 

 -¿Crees que estoy gorda? 

 Una pregunta claramente estúpida porque esa chica está visiblemente delgada. 

  -Claro que no.

 -¿De veras?-mientras movía el culo y giraba la cabeza como si lo estuviera examinado-.

 -Claro, de veras.  

 Patricia se levantó poniéndose a la par imitando la conducta de Eva. A mi niña la conozco bien, y sé que esa mirada y ese tono de voz estaban pidiendo guerra a gritos. Aquello no era una fiesta de pijamas, se encaminaba definitivamente hacia un trío, el primero de mi vida.  

 -¿Mi niño se está poniendo cachondo?- se sentó sobre mí-.

 -Cómo para no estarlo- risas-

 -¿Sabes que Eva está hoy muy sola?- dijo con voz melosa-.  

 Mientras me besaba el cuello, sabe que me vuelve loco. Echó mano a mi cinturón, desabrochó los botones del pantalón y saco mi polla a relucir. Eva todavía estaba a la espera, mirando desde el sofá con las piernas abiertas pero sin tocarse. Patricia empezó a masturbarme despacito, me besaba con fuerza como una auténtica putita. Yo me dejaba hacer.  

  -¿Te gusta la polla de mi niño?

 -Me encanta- respondió  Eva-.  

 Para entonces Eva ya se había apartado el tanga hacia un lado y empezaba a pasarse un dedo por su coñito. La miraba fijamente mientras mi novia me trabajaba el cetro con delicadeza y esmero, como de costumbre.  

 - Ayúdame con él, anda ven.  

 Se levanto con el chochito al descubierto y caminó los pocos pasos que nos separaban para acabar en la misma postura que en la plaza, de rodillas frente a mi paquete. Mi novia seguía montada a horcajadas sobre mí, Eva pasó su cabeza por debajo del culo de mi novia y empezó a mamarme los testículos. Era demasiado brusca, pero estaba en la gloria. Agarraba los huevos con los dedos y tiraba de ellos mientras los lamía, una verdadera experta, de eso no hay duda.  

 -Bájate, y ayuda a tu amiga- dije con ese descaro que te da la excitación-. 

 Patricia sumisamente se puso al lado de Eva, las dos de rodillas frente a mi nabo. Qué espectáculo, si existe un cielo tiene que parecerse a esto, pensaba yo. Mi única obsesión era no eyacular pronto, quería aguantar todo lo que pudiera porque no tenía nada claro que esta maravilla pudiera volver a repetirse. Las dos compitiendo por cada trozo de polla. Sus lenguas se cruzaban frecuentemente, y no les desagradaba, al contrario, se ponían más cachondas y brutas. A mi novia le dio por pegarle cachetes a la polla y las dos jugaban a atraparla con sus bocas mientras se movía de un lado a otro, hasta que al fin paraba y volvía la pelea de lenguas. 

 -Somos tus putas-dijo Eva con la voz entrecortada-. 

 No sabía donde poner las manos. Lo mismo les agarraba las tetas, que aparecían frente a mí colgando y bamboleándose, que les agarraba del pelo como si llevaran dos coletas, apretándolas más aún contra mi pene.  

 -Dame tu culito- le dije a Eva-. 

 Nos cambiamos al sofá, que al ser más espacioso nos facilitó la grata tarea. Al momento Eva se colocó sobre mí dándome la espalda y empezó a joderme con ímpetu, muy ansiosa, sin duda la coca tuvo algo que ver en eso. Mi niña se quedó frente a nosotros de pie como dudando. Allí estaba yo, con su compañera de clase encima metiéndosela en el coño y agarrándole las tetas con fuerza, y Patricia observándonos. Unos segundos después, mi novia se agachó y se puso a lamer el coño de su colega. Esto sí que era completamente inesperado, pero maravilloso al mismo tiempo. Gemían como guarras, menuda función debieron de soportar los vecinos a esas horas.  

 El rollo lésbico iba en aumento. Empezaron a interactuar más entre ellas, sin dejarme de lado, pero ya no eran dos chicas para un chico, sino tres cuerpos que se follaban sin cuartel los unos a los otros.  

 Levanté el culo de Eva, que se llevó un buen cachete en las nalgas, y le dije a Patricia que ocupara su lugar. Quería echar mi leche sin disgustos en un chochito, y qué mejor que el coño de una novia para esos menesteres. Así que en cuatro movimientos más mi semen fluyó a borbotones, salía del coño de Patricia resbalando por mi polla. La ninfómana de Eva tuvo la amabilidad de masajearme los huevos mientras me corría. Todo un detalle.  

 Terminé exhausto. Di un trago a la cerveza e intenté digerir lo que había ocurrido. Allí estábamos los tres en pelotas, rojos como tomates y sudorosos después de haber cogido como animalitos en celo. Esperaba con todo mi alma que aquel experimento no fuera a arruinar mi relación con Patricia. Pensaba que da alguna forma podría reprochármelo. Por otro lado estaba satisfecho, había hecho realidad lo que siempre había permanecido en el reino de la fantasía, un sueño hecho carne: dos mujeres dispuestas para mí.  

 Aunque la mayor sorpresa de esa inmensa noche me la llevé poco después de la orgía, con los cuerpos aún palpitantes. Las relaciones entre Patricia, Eva y su novio no eran precisamente lo que yo había creído que eran, y fue esto lo que cambió mi vida, al menos en lo que respecta a las relaciones de pareja y a mi forma de entender el sexo. También pude comprender los motivos por los que Patricia y Eva decidieron follarme aquel fin de semana. Todo empezó a cobrar sentido.  Email.

 

 

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