Aquella
tarde me quedé dormida cuando Rafa se marchó. Creo que estuvo hablando
un buen rato con Jose pero es un vago recuerdo.
Desperté pasadas las siete. Había dormido más de cuatro horas. En un
principio mi cuerpo parecía totalmente en forma: ni rastro de molestias
anales ni vaginales.
Al levantarme, la cosa cambió. Notaba un cierto escozor en la zona anal
que me obligaba a caminar con las piernas un poco abiertas. Me dirigía
al baño cuando Jose salió a mi encuentro, viniendo desde la terraza
totalmente desnudo. Me abrazó dándome un buen morreo.
- "Vaya, no has perdido el tiempo", le dije.
- "A esto habíamos venido. ¿Te acuerdas?".
Me abracé a él, volviendo a besar sus labios, y entonces pude notar el
tamaño y la dureza de su sexo.
- "Cariño, ¿no has tenido bastante con lo de esta mañana?", dije mientras
con una mano acariciaba el miembro erecto de Jose.
- "Ha sido fantástico esta mañana. He disfrutado como nunca. Mi pareja
follada por otros tíos y yo dándole caña a aquella guarrilla".
- "Ya hablaremos de eso, ahora me voy a la ducha. Estoy sucia".
- "Yo te veo preciosa. Me encanta ver sobre tu piel los chorretones del
semen reseco del negro. Me trae calientes recuerdos".
- "Ya, y te gustaría lamerlos, no me digas más".
- "No. Lo que quiero es darte por el culo ahora mismo".
Y diciendo esto, me obligó a arrodillarme y me introdujo el nabo tieso en
la boca. No podía protestar. Jose me follaba la boca con violencia
provocándome continuas arcadas. Como pude me escapé, pero él me sujetó
y poniéndome a cuatro patas sobre el sofá forzó mi culo que aún estaba
abierto de la follada matinal.
No voy a decir que no me enteré: me hizo daño y se me saltaron las
lágrimas. Era la segunda vez que me sodomizaban y las dos el mismo día.
Es normal que llorara, ¿no?. Jose me culeaba con menos fuerza que
Mamadou pero el golpeteo de sus testículos sobre mi conejo me calentó
mucho y al momento ya estaba yo acariciándome la raja para intentar
disfrutar de la follada anal que me estaba metiendo mi chico.
Casi que nos corrimos a la vez, aunque en esta ocasión salieron apenas dos
chorretones de semen de la picha de mi novio. Le habíamos exprimido
bien los cojones por la mañana.
- "¡Eres un cerdo, Jose! ¡Me has violado, cabrón! Te aprovechas de una
pobre chica indefensa para tirártela. No te pienses que esto será así
cuando volvamos a casa".
- "Yo no he visto ninguna niña indefensa. Esta mañana he visto a una
auténtica puta jodiendo con tres machos bien dotados que se la han
follado por todos los agujeros y no he visto que protestara, más bien
la he visto gozar como nunca con el rabo del negro", dijo Jose
riéndose.
- "Eres un cerdo. Ahora deja que me duche. Creo que hemos quedado con Sara
y Rafa para cenar", dije mientras buscaba su boca.
- "Ponte sexy guapita. Seguro que Mamadou querrá disfrutar de tus tetas,
de tu coño y de tu culo", me dijo Jose.
- "Y del tuyo", le solté yo mientras le hacía un claro gesto obsceno con
el dedo corazón hacia arriba y me marchaba hacia el baño.
Al salir de la ducha busqué entre mi ropa interior un conjunto de lencería
sexy que me había regalado José para San Valentín y que apenas me había
puesto una vez: Sujetador de encaje, tipo balconé, que deja contemplar
buena parte de mis encantos naturales y un tanga de hilo dental que me
quedaba perfecto al haber depilado totalmente mi sexo.
Para cubrirlo, elegí un vestido vaporoso de color igualmente clarito. El
primer inconveniente llegó cuando al caminar me di cuenta de que el
hilo dental rozaba mi escocido ano y me molestaba. No había traído
braguitas, con lo que tampoco tenía alternativas. Bueno sí, una: no
llevar ropa interior. Eso fue lo que hice, pero tuve que cambiar mi
vestido por uno negro, un poco más ajustado, que marcaba mis curvas y
ponerme mis sandalias negras de tacón.
Jose, simple como es él, llevaba sus pantalones chinos caqui y su camisa
blanca. Para mí estaba muy sexy.
Rafa pasó a recogernos con un todoterreno impresionante, como él. Llevaba
unas bermudas de lino con una camisa blanca de estilo ibicenco: tan
rubio y con su barbita, me estaba deshaciendo, (me estaría convirtiendo
en una puta, porque me gustaban todos los tíos que veía).
- "Estás impresionante, Vicky", me dijo Rafa.
- "Tú también, cielo", le dije mientras le plantaba un húmedo beso en los
labios. Ya digo que estaba totalmente desinhibida.
- "Venga, tortolitos. Vamos a cenar que me muero de hambre, con tanto
ejercicio que he hecho hoy", dijo Jose cortando aquel momento tan
erótico.
Llegamos al chalé de la pareja. Menudo casoplón que tenían. Tres plantas.
Era de película.
Sara nos esperaba en la puerta a la que se llegaba por una escalera. Jose
subió el primero, yo tras él y Rafa después de mí. Ya he dicho que mi
vestido marcaba mis curvas y creo que Rafa lo aprovechó para disfrutar
con las vistas de mi trasero, mientras que su mujer lo hacía de mis
tetas desde lo alto de la escalera.
Jose y Sara se besaron, aunque no tan apasionadamente como yo lo había
hecho con Rafa. Creo que ella me esperaba a mí. Nuevamente, como había
hecho en la playa al acabar la orgía, me besó dulce y apasionadamente.
- "¿Cómo estás, cariño? ¿Has descansado?".
- "Estoy bien, gracias, Sara", le respondí mientras ella me agarraba por
el brazo y me conducía al interior de la casa.
Llevaba un vestido tipo túnica, muy étnico, que le sentaba divino con sus
trencitas recogidas en una cola y olía de maravilla.
Estaba un poco turbada: me gustaba Jose, perdí la cabeza cuando vi a Rafa
y ahora me estaba enamorando de Sara. ¿Me estaría convirtiendo en una
ninfómana?
Rafa y Jose se quedaron en el salón, mientras Sara me llevaba al piso
superior donde estaban las habitaciones. Su habitación era de cuento de
hadas. Impresionante. No quiero aburriros con la descripción. Sólo
destacaré la inmensa cama, con dosel, recubierta de tul.
- "¿Cenará con nosotros Mamadou?", pregunté a Sara.
- "¿Tienes ganas de que te vuelva a follar, verdad?".
- "Lo estoy deseando. Necesito ese pollón de nuevo rompiendo mi útero",
solté yo sin pensarlo.
- "Una pregunta, cariño, que me ha quedado la duda esta mañana. ¿Tomarás
la píldora, no?, porque con lo que te ha soltado en el coño esta mañana
el negrito te ha podido dejar bien embarazada", me comentó la chica.
- "Claro Sara. Si no, hace tiempo que Jose me hubiera preñado. No te
preocupes", contesté.
- "Hoy es su día libre. De hecho, si vino a la playa fue porque le
gustaste mucho. Se volvió loco cuando vio tus tetas en la foto que le
envié. Tiene buen gusto el muchacho".
- "No sabes lo que te lo agradezco, chica. Todas las mujeres deberíamos
poder disfrutar de un semental como Mamadou", dije yo mientras
acariciaba su cara.
- "Vicky, eres una cachonda. Ahora de verdad. ¿Cómo estás? Viví en mis
propias carnes cómo Mamadou me reventó el culo, el muy animal. No hay
culo que aguante semejante pollón".
- "No sé, Sara. Creo que hay un conflicto entre mi cuerpo y mi mente.
Físicamente estoy un poco dolorida. Esta tarde, Jose me ha vuelto a dar
por el culo y, si quieres que te diga la verdad, aunque me ha dolido,
me he corrido de gusto. Sin embargo, no me he podido poner ropa
interior por primera vez en mi vida. Pero debo decirte que estoy
cachonda perdida".
- "Ven conmigo, cariño", me dijo Sara abriendo una puerta y entrando en un
vestidor que era como mi habitación principal.
Seleccionó un vestido de forma y colores muy parecido al suyo. Cogió el
bajo de mi ceñido vestido y me lo sacó por la cabeza. Imaginaos la
escena: completamente desnuda, con mis sandalias de tacón negras como
única prenda, y delante de una mujer madura, a la que deseaba y que
aprovechaba para acariciar mis senos y mi vulva.
- "Vicky, pero qué buena que estás. No me extraña que los tíos babeen
contigo y hayas vuelto loquito a mi marido y a mi amante. Esta noche
quiero que seas exclusivamente para mí", me dijo mientras introducía su
lengua en mi boca y sus manos acariciaban mis pezones.
- "Lo que tú quieras, Sara. Sería tu esclava si tú me lo pides".
- "Todo a su tiempo, cariño. Ponte el vestido, que los hombres nos
esperan".
Y nos fuimos a cenar.
Me senté en la mesa frente a Jose, con Sara a mi izquierda y Rafa a mi
derecha. Cuando llevábamos un rato, noté cómo me subían el vestido,
dejando al aire mi sexo. Rápidamente noté como una mano suave y
caliente acariciaba mi pierna hasta llegar a mi chumino.
Acto seguido, otra mano igualmente caliente, pero de mayor tamaño,
acariciaba mi otra pierna hasta coincidir las dos justo en mi conejito.
Me volvía loca. Mientras una mano acariciaba mi vulva, la otra
introducía los dedos en mi coño. Una mano me pajeaba y la otra me
estaba follando. Lógicamente acabé corriéndome, mordiendo mi labio y
emitiendo un leve suspiro que no pasó inadvertido para Jose.
Cuando acabamos de cenar, salí a la terraza junto a Jose, ambos con
nuestra copa en la mano.
- "Estás impresionante, Vicky", me dijo Jose.
- "Jose, estoy como loca. Mi cabeza no para de dar vueltas. Esos dos se
han propasado conmigo toda la cena: ella no paraba de acariciarme la
vulva y él me ha metido hasta dos dedos en el coño".
- "Lo sé, niña. He visto cómo te has corrido. Me has puesto muy caliente,
pero Sara no me ha dejado meterle mano".
Y mientras introducía su lengua en mi boca, con la mano buscaba mi
chichi encontrándolo empapado. Frotó sus dedos en mi raja, los sacó
bien embadurnados de flujo y los puso ante mis ojos, para que viera lo
guarra que era su novia. Abrí la boca, desesperada por chuparlos, pero
entonces Rafa se me adelantó y fue él quien, delante de nosotros dos,
degustó los sabores de mi sexo.
- "Qué bien sabe tu coño, Vicky. Me muero de ganas por volvértelo a
comer".
- "Yo también lo deseo, Rafa, y que me folles también".
Entonces llegó la madurita.
- "Tranquilos, chicos. Esta guarrilla es sólo para mí esta noche. Si
alguien le va a comer el chocho seré yo, y si alguien se la va a tirar
seré yo. Disfrutad de vuestra copa que nosotras nos vamos arriba. Haced
lo que queráis, pero por favor no molestéis", les soltó.
Más tarde, Jose me explicó que Rafa y él se fueron a una especie de sala
de cine, desde donde presenciaron todo lo que sucedió allí arriba.
Llegamos a la habitación. Sara me desnudó, volviendo a dejarme como única
prenda mis zapatos. Luego se desnudó ella. Bajo aquella tenue luz de su
habitación, el cuerpo moreno de Sara, con sus tetas duras y redondeadas
coronadas por dos enormes pezones negros y tiesos, sus tatuajes por el
cuerpo y aquel coño que tanto me gustó, acabaron por hipnotizarme. Se
me acababa de aparecer una diosa del sexo y yo volvía a sentir el fuego
en mis entrañas.
- "Haz conmigo lo que quieras, Sara. Pero hazlo ya, por Dios. No puedo
aguantar más. Te deseo".
- "Lo sé, Cariño. Yo también te deseo a ti. Tenía intención de ser tu ama
esta noche, pero creo que no podré. No sé qué me está pasando. Nunca me
había enamorado de una mujer, sólo me gusta follar con ellas".
La dos, tumbadas en la cama, comenzamos a comernos las bocas mientras
nuestras manos buscaban los respectivos pechos y sexos. Pronto Sara
dejó mi boca para lamer mis pezones y yo, que no aguantaba más,
maniobré buscando su coño. ¡Qué empapada tenía la almeja la muy
guarrilla!
- "¡Cómeme bien, Vicky! ¡Me tienes loca! No he parado de pensar en ti
durante toda la tarde, en cómo follas, cómo gozas, cómo gimes".
Yo no quise contestar. Mi lengua entraba y salía del coño de aquella
madurita y no quería perder ni una gota del flujo que soltaba la muy
zorra. Ella no tardó en colocarse ante mi coño y volvió a someterme a
la voluntad de su lengua que subía y bajaba a toda velocidad por mi
caliente rajita al tiempo que me mordisqueaba el clítoris.
En esta postura tan erótica alcanzamos el primer orgasmo las dos. Nos
quedamos tumbadas boca arriba en aquella inmensa cama.
- "Joder, Vicky, qué bien lo comes. Parece que hayas sido lesbiana toda tu
vida. Te aseguro que me he corrido más rápido que nunca".
- "Eso es porque me deseas, Sara. Igual que yo a ti. Por eso tengo un
orgasmo tras otro cuando me lo monto contigo".
- "Voy a darte una sorpresa. No te alarmes. No te haré daño, pero me
gusta dominar a mi pareja sexual. Un solo gesto tuyo, una palabra y lo
dejamos. Me has enamorado tanto que sería incapaz de importunarte
porque no creo que pueda renunciar a ti".
- "No me gusta ese juego, Sara, pero confío en ti. Eres la primera mujer
con la que me he ido a la cama y quiero que me des mucho placer. Quizás
si empezamos poco a poco...".
- "No te preocupes, no me voy a exceder".
Dicho esto, y no sé ni de dónde aparecieron, sujetó mis muñecas con
unas esposas al cabezal de la cama y colocó unos almohadones por debajo
de mis lumbares. En esa posición mis tetas quedaban totalmente erguidas
y mi empapada rajita a la vista de cualquiera.
Abrió un cajón de la mesita de noche y sacó un par de juguetes sexuales,
uno de ellos, un plug anal, que después de lubricar convenientemente
insertó con mucho cuidado en el interior de mi culito. Otra vez mi
culo. Tercera vez en un solo día.
Acto seguido, Sara colocó su chocho encima de mi cara, pero dándome el
culo, y empezó a frotarse contra mi boca mientras con los dedos
pellizcaba mis pezones que no tardaron en ponerse duros como piedras.
Entonces,
colocó unas pinzas que los aprisionaban. Grité y automáticamente ella
los aflojó. Yo sacaba la lengua para intentar saborear los líquidos del
chumino de aquella guerra, pero se movía de forma tan hábil que no
siempre lo conseguía. Además, notaba mi vulva tan empapada y tenía
tantas ganas de acariciar mi sexo o de que me lo acariciaran que no
paraba de moverme.
- "Tienes ganas de que te follen, ¿verdad guarra?".
- "Siiiii, Sara".
- "Te gustaría que te comiera el coño, ¿verdad zorra?".
- "Siiiii, cómemelo ya".
- "Pídemelo como la puta que eres".
- "Por Dios, Sara, cómeme el coño. Dale placer a esta puta".
- "No está mal para ser tu primera vez, puta. Vas aprendiendo, cariño,
pero hay una palabra que has de aprender: Ama".
Dicho esto, se amorró a mis bajos para poder degustar las humedades que
salían de mi conejo.
- "Sara, me estoy corriendo, ahhh, siiii, me corro, ahhh... Me he corrido
como la más guarra de las putas".
Después la madurita volvió a plantarme todo su chocho en la boca.
- "Chupa, guarrilla. Cómeme la almeja como tú sabes. Dale placer a tu
ama".
En nada, era Sara la que soltaba todos sus jugos en mi boca, y mi lengua
trataba de relamer hasta la última gota del néctar que producía su
vagina.
- "Me matas, Vicky, acabas de provocarme un orgasmo brutal y ya necesito
volver a gozar contigo".
Descabalgó mi boca. Soltó mis manos esposadas del gancho del cabezal de la
cama. Liberando mis brazos y poniéndose encima de la cama delante de
mis piernas, las abrió bruscamente, dejando bien abierto y visible mi
sexo.
- "Qué pedazo de chocho tienes, querida. Hay que ser muy hembra o muy
macho para dejarte satisfecha a ti, putita".
Entonces fue ella quien abriendo sus piernas colocó su coñito empapado
rozando con mi caliente raja, iniciando un frotamiento al que yo no me
pude resistir. Me movía restregándome contra su sexo para buscar yo
también mi propio placer.
Sara me abrazaba y buscaba mi boca, metiéndome bien dentro su lengua y
compartiendo nuestras salivas. Aunque trataba de dominarme, notaba la
delicadeza de Sara en todos los actos sexuales que tenía conmigo. El
tijeretazo acabó como tenía que acabar: llegamos juntas al orgasmo de
una forma increíble, yo jadeando y mordiéndome los labios y Sara
llorando de placer y clavando sus labios en mi cuello.
Caímos las dos rendidas en la cama, mientras nos besábamos
apasionadamente.
- "¿Qué estarán haciendo los chicos?", pregunté yo.
- "¿Importa mucho, querida?".
- "Sara, he gozado como nunca contigo, pero echo en falta una buena
polla".
- "No dejas de sorprenderme, niña. Eres muy, pero que muy zorra. Ni
siquiera te has sacado el plug anal y ya estás pensando en una buena
tranca dentro de ti".
- "Voy a concederte un deseo, putita. Te dejo que elijas uno: blanco o
negro", me soltó mientras liberaba mis muñecas y volvía a comerme la
boca.
Sacó del cajón de los juguetes dos dildos enormes, uno de cada color. Mi
cara era un poema. Esta guarra no se cansa nunca de follar tampoco,
pensé para mí.
- "Me quedo con el negro, Sara, como la buena puta en la que me has
convertido".
Sara cogió su teléfono e hizo una llamada:
- "Ven cuanto antes". Fue lo único que dijo antes de colgar.
- "¿Qué has hecho, Sara?".
- "Lo has hecho tú, mi amor. Si hubieras elegido blanco, hubiera llamado a
tu chico para que te follara".
- "¡¡¡Mamadou!!!", grité yo como una loca sin dejar a la chica acabar la
frase, al tiempo que notaba como mi cuerpo se volvía a poner en un
estado de excitación incontrolable y volvía a lubricar mis bajos como
no podía creerme.
Llamaron dos veces a la puerta de la habitación y se abrió la puerta.
Apareció ante nuestros ojos aquel cuerpazo de piel brillante y oscura,
ya completamente desnudo y con la picha toda tiesa y apuntando hacia el
techo.
- "Querido, veo que no te ha importado perder tu día libre. Te gusta esta
guarra, ¿verdad?".
- "Me he pasado toda la tarde pensando en las dos tetorras de la chica y
lo bien que folla. No me quito de la cabeza el polvazo de la furgoneta,
señora Sara".
- "¿Qué vas a hacer con ella, machote?".
- "Reventarla, señora. Voy a darle polla hasta que me harte. Ponte a
cuatro patas, guarra", me mandó Mamadou, y yo obedecí al instante.
- "No va a hacer falta que me lubriques, guapo, estoy empapada como una
perra en celo", le respondí yo viniéndome arriba. Para puta, yo, pensé.
Mamadou me empaló con aquel enorme y grueso falo que tan loca me había
vuelto por la mañana. Sara se puso igualmente a cuatro patas a mi lado.
Nos miramos y al instante nuestras bocas volvieron a juntarse y
nuestras lenguas a buscarse.
Mientras el negro perforaba mi vagina de aquella manera salvaje que sólo
él me había mostrado, con sus dedos horadaba el conejo de la madura.
Cuando llevaba un rato bombeándome, Mamadou sacó su polla de mi coño para
penetrar a Sara, y entonces, fue mi chumino el que recibió las caricias
del moreno y la penetración de sus dedos.
- "Mamadou, querido, no puedo más. Me viene, voy a correrme, cariño. Me
corro, animal, me corro".
Y se corrió con un grito tremendo. Al momento cayó desplomada sobre la
cama con la respiración agitada por el placer recibido.
- "Chicos, no puedo más. Pensé que no lo diría nunca: no puedo más. Pero
creo que la puta de Vicky aún tiene cuerda para rato. Madre mía, que
aguante tiene la muy perra".
- "¿Quiere la señora que le hagamos un especial a la guarrilla?", preguntó
Mamadou a mi ama.
- "Buena idea, cariño, pero antes hazla aullar de placer".
- "Haced lo que queráis conmigo, pero por favor, sacadme el cacharro este
del culo y, por compasión, no me lo folles esta noche, Mamadou. Me
duele un poco y tengo miedo".
Mamadou miró a Sara y ella, compadeciéndose de mí y mostrándome todo su
cariño, asintió ante el negrito para que así fuera.
Entonces el chico volvió a ensartarme el coño, esta vez con pocos
miramientos, con su enorme cipote y a darme pollazos uno detrás de
otro.
Liberada de las molestias anales, con los ojos vueltos de placer, y con
mis enormes tetas bamboleándose a cada golpe de polla del negrito,
alcancé mi enésimo orgasmo del día. Pero como ya había hecho por la
mañana, el negro siguió bombeándome, y cuando ya pensaba que en uno de
aquellos pollazos me empotraría contra el cabezal de la cama, de
repente me desenvainó, dejando mi útero huérfano de su caliente leche.
La tenía reservada para otra parte de mi cuerpo.
- "Siéntate en la cama, guarra, y abre la boca", me ordenó Mamadou.
- "Sí cabrón, dame tu leche. Córrete en mi boca, que si lo haces en mi
coño voy a quedar bien preñada".
Fue soltar su bufido característico y empezar a salir chorros de lefa de
aquella maravillosa polla. No quise tragarme el esperma, aunque me
hubiera gustado. Decidí escupirlo sobre mis tetas esparciéndolo con mis
dedos por todas ellas, incluidos los pezones.
- "Límpiame las tetas, Sara", le ordené.
- "Aprende pronto la puta. A ver si después de todo nos vamos a convertir
nosotros en sus esclavos...", le comentó Sara al muchacho.
- "¿Ahora, señora?".
- "Sí, Mamadou. Ha llegado el momento. Vicky, túmbate en el borde de la
cama y espatárrate, zorra".
Eso hice. Mamadou me colocó el almohadón bajo el culo quedando,
nuevamente, mi chumino bien expuesto y abierto.
- "Qué pedazo de chocho tragón tiene la señorita. Tiene el coño como una
mina", dijo Mamadou.
Sara comenzó a recorrer mis tetas con su lengua, recogiendo todo el semen
del negrito y jugando con él sobre mis pezones al tiempo que los
succionaba.
No os lo creeréis, pero, nuevamente, mi vulva estaba empapada: por los
chupeteos de la madura y por la paja que me estaba cascando el negrito.
De repente, noté cómo los largos dedos calientes de Mamadou se incrustaban
en mis entrañas. La zorra de Sara ya mordía mis pezones y Mamadou
acababa de encontrar al para mí aún desconocido punto G.
No paraba de gemir de placer, cada vez gemía más fuerte. Nunca había
sentido semejante placer y, de repente, un buen chorro salió disparado
de mi vejiga, mojando al negro. No creía que lo de la eyaculación
femenina fuera posible pero ahí estaba yo, follada por los dedos del
negrito y meándome de gusto.
Entonces el negro volvió a penetrarme y después de bombearme un par de
veces en las que volví a gemir como nunca y en las que me moría de
placer, volvió a sacármela y esta vez me frotó el clítoris con su
enorme capullo. Y volví a chorrearlo. Volví a mearme de gusto.
- "Me corro, cabrones, me estoy corriendo viva, nunca había tenido un
orgasmo así, me meo, me meo, me corro, me voy a correr, ohhhhhhh,
Saraaaa, me corrooooo, ahhhh, siiii".
Y me corrí, volviendo a mojar por tercera vez a aquella máquina sexual del
africano.
Caí rendida, desmadejada en la cama. Sólo recuerdo a Jose hablando con
Sara.
- "Vas a flipar con la guarra de tu novia. No se puede ser más puta. Lo
hemos grabado todo. ¿Quieres verlo?", le preguntaba la cachonda de la
madura.
- "Por supuesto", respondió Jose.
No soy capaz de contar los orgasmos que tuve aquel día y sólo de
recordarlo me estremezco. ¡También mojo las bragas!
- "¡Lo que ha follado hoy esta chica! ¡Es inhumana! Qué furcia está hecha
tu novia, Jose. Muchas profesionales no le aguantarían ni un asalto.
Dejadla descansar. Necesita reponerse. Mañana será mía...", le dijo
Rafa.
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