Antes
que nada, debo aclarar que si sigo con mi mujer en esta situación tan
humillante es porque la amo y realmente no puedo vivir sin ella. Estamos
casados hace cuatro años y medio, y debo confesar que jamás hubiera imaginado
que mi matrimonio iba a transformarse en esto que es ahora.
Todo comenzó hace un año cuando Flor me dijo que tenía que hablar
seriamente conmigo porque debía confesarme algo muy importante. Hasta ese
momento, nuestra pareja estaba muy bien: teníamos sexo unas tres veces a
la semana, conversábamos mucho y siempre teníamos actividades en
conjunto. Yo estaba realmente enamorado de mi mujer, y lo sigo estando.
Ella
es todo lo que hombre puede pedir. Tiene 27 años, linda, unas tetas que
impresionan a cualquiera por su gran tamaño y que todo el mundo se
detiene a mirar, y un culito redondo realmente espectacular. Ella dice
que tiene un par de kilos de más, pero si es así le sientan realmente muy
bien.
Aquel día, Florencia me pidió que me sentara y me dijo :
- "José, no sé como decirte esto. Yo realmente te amo, pero te he engañado
con otro hombre. Creo que no podemos seguir juntos. Te quiero demasiado y
no mereces tener una mujer te ponga los cuernos como yo lo hice".
Yo escuchaba absorto sus palabras; nunca hubiera pensado que mi esposa me
engañaría, ya que, como dije, teníamos una gran relación y ella siempre
tuvo un comportamiento recatado y ejemplar. Si bien algunas veces yo
fantaseaba con su trabajo es enfermera en un hospital- pensando en como
la acosarían los médicos y otros hombres, jamás pensé que eso superaría
el plano de la fantasía.
Después de hablar durante un buen rato y de enterarme que el afortunado
que se había follado a mi mujer fue un médico del hospital realmente no
podía creer que esos pensamientos míos se hayan convertido en realidad-
realmente me enojé, la insulté, le dije cosas como puta barata y otras
más que ya podrán imaginar. Luego me quebré y lloré. Yo la quería
demasiado y no podía creer que ella me pidiera terminar con la relación.
- "Yo no te puedo perder, Flor, estoy dispuesto a perdonarte si me
prometes que las cosas volverán a ser como antes y que estás arrepentida.
Además, el gesto de haberme sido sincera supongo que vale", le dije,
intentando hacerla entrar en sus cabales.
- "Es que yo no puedo prometerte eso. Ese hombre me tiene loca, y no te he
sido infiel solamente una vez, sino varias, y de las peores maneras que
puedas imaginarte. He gozado como una yegua, como nunca antes había
gozado, ni siquiera contigo. He sido una verdadera puta con él; hace lo
que quiere conmigo, me trata como si fuera una puerca en celo. Y me ha
hecho prometerle que sería su hembra, su puta".
No podía creerlo. Mi adorada mujer diciéndome esas cosas. Por un momento
pensé que era una pesadilla y quise despertarme, pero era real.
Prosiguió
diciendo :
- "De hecho, te estoy diciendo la verdad porque él quiso que lo hiciera.
Quería que tu supieras por mi propia boca que ahora soy su puta.
Perdóname, José, yo te amo, pero no puedo resistirme a ese macho que me
domina con tanta convicción, suprimiendo mi voluntad por completo".
Estuvimos una semana sin hablar. Yo me fuí de casa y pasé momentos
horribles. Agotado ya de sufrir, tomé una decisión que sabía podía ser
aún más perjudicial. La amaba demasiado y la extrañaba terriblemente.
Decidí
volver y proponerle seguir viviendo juntos, como antes, y permitir que
tuviera sus encuentros sexuales con ese médico. A ella se le caían las
lágrimas cuando se lo comuniqué, me abrazó y me dijo otra vez que me
amaba, pero que debía hablar con Jorge (así se llamaba su amante) a ver
si se lo permitía.
- "Tienes que entender que si él deja que viva contigo y que sigamos
siendo marido y mujer, las cosas no serán como antes. Él dispondrá de mi
cuándo y cómo quiera, me hará hacer las cosas que el deseé en todo
momento y no se si tu podrás soportarlo. Ni siquiera podrás follarme
cuando tu quieras, tendrás que conseguir antes su autorización".
Esto era realmente humillante. Mi mujer dominada por otro hombre, mientras
que yo pasaba a jugar un papel absolutamente secundario, de cornudo
consciente y sumiso que deja que su mujer sea la puta de otro hombre. De
todas formas, debo reconocer que esto me excitaba mucho y cada vez que lo
pensaba, la polla se me ponía bien dura, pero también sentía mucha
indignación de estar en un situación tan lastimosa.
Volvimos a vivir juntos, aunque ella me aclaró que Jorge podría venir a
casa en cualquier momento que el quisiera, puesto que ella era su puta y
el su dueño. También me aclaró que había dejado de tomar las pastillas
anticonceptivas, ya que Jorge quería correrse adentro y que siempre
existiera la posibilidad de dejarla embarazada.
- "¿Estás loca?. ¿Y qué pasará si, efectivamente, él te hace un hijo?", le
dije.
Pues no lo sé, pero él me dijo que obviamente no se hará responsable,
puesto que a las perras se las deja preñadas pero deben arreglárselas
solas. Y yo soy su perra. Si me embaraza, pues que me embarace, pero yo
no puedo negarme a cumplir con sus órdenes.
- "¡Pero si siempre dijiste que no querías tener hijos por ahora!", dije
yo, que todavía no podía creer en la puta de mierda en que se había
transformado mi mujer.
- "Y no dije que ahora quiera tenerlos, pero si Jorge quiere preñarme,
puede hacerlo, él es mi macho y mi amo. Ah, por cierto, Jorge me manda
decirte que las pocas veces en que estarás autorizado a follar conmigo
deberás usar preservativo, así, si quedo embarazada, sabrás
fehacientemente que el hijo de tu mujer no es tuyo, y que eres un
tremendo cornudo".
Empezaba a notar como mi mujer empezaba a demostrar un sadismo y un morbo
que jamás había tenido. Me sentía humillado por completo, y sin embargo
traté de ocultar ante mi mujer la terrible erección que tenía.
A la noche siguiente, me sorprendí mucho al ver a mi mujer que vino a la
habitación con su vestido de novia puesto. Ingenuamente, creía que ella
quería recordar viejos tiempos para olvidar la locura que había cometido.
Pero me equivoqué. Me miró, casi con lágrimas en los ojos, y me dijo :
- "Hoy me llamó Jorge. Quiere que lo espere con el vestido de novia que
usé en nuestro casamiento. Va a venir a follarme y quiere que tú veas a
tu esposa hacer todo lo que su macho quiere. El vestido es para
simbolizar que no me interesa nada ni nuestro matrimonio, ni nuestro
amor, sólo mi macho y su verga.
Nunca me había sentido tan mal, pero la amaba y no podía vivir sin ella.
Estábamos mirando la televisión en la cama cuando sonó el timbre. Mi mujer
se levantó para ir a atender. Al momento, Florencia entraba en la
habitación con un tipo al tiempo que me decía a modo de presentación:
- "Él es Jorge, mi macho".
Acto seguido, el médico le hizo una seña y mi mujer se arrodilló ante él,
le bajó los pantalones y comenzó a chuparle la polla como una
desesperada. Yo seguía sin poder creer lo que veía. El muy hijo de puta
apareció en mi casa, en mi habitación, y se hacía chupar la verga por mi
mujer delante de mí. En ese momento, Jorge me miró y dijo:
- "¡Qué bien se come la verga esta puta. Y tú, pedazo de cornudo, anda
acostumbrándote a ver este tipo de cosas. No puedo creer como se puede
estar casado con una cerda como ésta, pero es tu problema".
Y era cierto, era mi problema, ahí estaba mi esposa, con su traje de novia
todavía puesto y arrodillada dándole placer a otro hombre con su boca y
su lengua.
Pasaban los minutos y Flor seguía mamándosela con devoción. Por momentos
se detenía y lo miraba a los ojos mientras seguía masturbándolo, para
escuchar lo que él le decía, con un desprecio que a mí me dolía
sobremanera.
- "Sigue mamando, hija de puta, muéstrale al cornudo de tu marido como le
chupas la polla a un verdadero macho".
Mi mujer lo obedecía y continuaba con esa soberbia mamada. Al cabo de unos
minutos, Jorge la agarró de los pelos y le dijo :
- "Ya está bien, putita, no aguanto más. Me correría en la boca como lo
hice tantas otras veces (esto me dolió en el alma) si no fuera porque te
quiero preñar delante del gilipollas que va tener que mantener al crío.
Quítate ese vestido de mierda y abre bien las piernas".
Mi mujer se acostó en la cama y abrió las piernas todo lo que pudo. Ahí
estaba la que alguna vez había sido mi fiel esposa, abierta para que la
embarace otro hombre, con sus enormes tetas expuestas y los pezones duros
de la calentura. Estaba empapada. Los líquidos le daban un aspecto
groseramente brilloso a los pelos de su chocho. Jorge se colocó encima de
su cuerpo y, mientras le manoseaba los pechos, empezó a bombear
salvajemente. Mi mujer jadeaba y gritaba como la más inmunda de las
putas.
- "Vamos, cerda, grita delante de tu maridito lo que gritabas el otro día
cuando te jodí en el coche".
Cada vez me enteraba de más cosas y cada vez me sentía más humillado.
Estaba al borde del llanto, pero también terriblemente excitado.
- "Si no lo dices no vas a sentir esta verga en tu chocho sucio y vicioso
nunca más", gritaba Jorge.
Y mi mujer, entre los gemidos, comenzó a gritar:
- "Ahhhh, ahhh, préñame, mi amor, córrete bien adentro, lléname de tu
leche y hazme un bebé. Ahhhh, ahhhhh, embarázame, hazme un hijo para que
lo mantenga el cornudo de mi esposo. Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh".
En ese momento, Florencia entró en un orgasmo indescriptible; se retorcía
de placer, gritaba como una salvaje y apretaba las piernas rodeando la
cintura de Jorge. Yo jamás la había visto gozar tanto, ni en nuestros
mejores polvos. Mientras tanto, Jorge gritaba y me di cuenta de que
estaba dejando su semen dentro de mi esposa.
- "Toma, puta de mierda".
Luego
me miró y mientras se corría en el coño de mi esposa me dijo :
-
"Mira bien, porque tu mujer se está quedando preñada como la cerda que
es, cornudo".
Cuando terminaron, Jorge le hizo limpiarle la verga con la boca (otra de
las cosas que mi mujer nunca me había querido hacer a mí), mi mujer
accedió con total sumisión y se la dejó impecable. No quedó resto alguno
de semen en la polla de Jorge. Flor le lamía con total deleite y poniendo
una cara de viciosa reventada que me daba muchísima rabia. Yo me había
quedado en la habitación por cuenta propia, pero juro que me arrepentía.
Lo que había visto era demasiado para mí.
Cuando Jorge se fue, mi mujer me abrazó y me pidió perdón. Pero todavía
faltaban meses de humillaciones...
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