.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi mujer, una obra en casa y los trabajadores".


 
Os voy a contar la experiencia, real, que volvió a encender la chispa del sexo en mi matrimonio. Tiene que ver con mi mujer, una obra en casa y los trabajadores que estuvieron en ella.
 

 Pues bien, como toda casa necesita reformas y mantenimiento, hicimos un plan para llevar a cabo las tareas que necesitábamos, cambiar de pintura en comedor y sala, ampliar el estudio y cambiar de cerámica los baños, así que aprovechamos unas vacaciones de verano para llevar a cabo todas las tareas y de esa manera aprovechábamos que los hijos pudieran estar fuera de casa ya sea con unos u otros abuelos y como todos vivimos en la misma ciudad podemos ir con ellos a cualquier hora.

 Una vez que llegamos a la casa, ya sin hijos, era un domingo ya de noche, así que aprovechamos la oportunidad de darnos cariñitos mi Sofía y yo, un encuentro normal sin pensar en lo que podría suceder en los siguientes días. A la mañana siguiente, ya lunes, despertarnos temprano para comenzar a retirar los muebles que hicieran falta y así facilitar las tareas, cuando tomábamos café listos para recibir a los trabajadores, se me ocurrió decirle a Sofía que menuda pena los pobres hombres trabajando en verano, con este calor y que seguro que le pagaban una miseria. Finalmente le pregunté a Sofía que qué podíamos hacer por los pobres trabajadores, para que llevaran mejor el trabajo, ante su silencio le pregunté si se atrevía a calentarlos un poco para alegrarles el tajo mientras estaban en casa.

 Al principio se mostró un poco reacia, ya que no los conocía de nada y le daba corte, no sabía qué podrían hacer y si la grabarían con sus móviles, pero yo la convencí de ponerse simplemente algo un poco más sexy. Como era de mañana escogimos una pijama de short negro muy cortito y encaje en sus costuras, así dejaba ver un poquito más de su cuerpo o las nalgas y una camiseta de tirantes igualmente con encaje en sus costuras y en su escote puro encaje que al agacharse se podía ver perfectamente el ombligo. Un poco indiferente, como si no hubiéramos tenido la conversación, se arregló el pelo con una coleta y siguió haciendo las cosas de casa, sin decir nada más.

 Al poco rato los obreros llamaron a la puerta. Estábamos terminando nuestro café cuando sonó el timbre sobresaltándonos. Me miró un momento a los ojos y justo cuando me iba a levantar para abrir la puerta me puso una mano en el hombro y se levantó rápidamente ella. Si mediar palabra, se medio acomodó la ropa para causar buena impresión, y abrió la puerta descalza. Venían tres chicos: el encargado, más o menos de 40 años, y los jóvenes de aproximadamente 20 años.

 Pasaron y comenzaron a trabajar una vez que les indiqué el inicio. Primero cocina y sala, así que estábamos todos juntos. Aunque la casa no es reducida, con los muebles amontonados y el tiradero que se estaba haciendo para quitar la pintura que se había embolsado, sellando grietas en las paredes y el material, reducía el espacio para pasar y por consiguiente rozarnos todos al momento de pasar uno junto a otro. Sofía les daba por tanto indicaciones desde muy cerca a los tres, haciéndose notar pasaba primero detrás de ellos y estos de reojo no perdían oportunidad para repasarla con la vista.

 Conforme pasó el día este acto pasó a ser normal y la veían menos, así que con cualquier pretexto empezó a ayudar a los chicos. En el momento por ejemplo de recoger algo, lo hacía sin doblar las rodillas y que así pudieran ver sus hermosos pechos enfundados en su bonito sostén y el que estaba tras de ella podía ver sin reparos media nalga desnuda. Así que a todos se nos empezó a poner duro nuestro miembro incluyéndome a mí, que veía cómo mi mujer se convertía en el objeto de deseo de otros hombres atrapados en una misma habitación. Percibí que a ellos también, pues nos empezaba a lastimar el pantalón y todos a discreción nos acomodábamos para no ser tan obvios, terminamos el primer día, entre roces y muebles con la excitación por todo lo alto.

 En cuanto se fueron, Sofía y yo nos enrollamos en besos llenos de pasión y comenzamos a desnudarnos para llegar a nuestra habitación desnudos para acabar con nuestra calentura del día, sin hablar del tema pero teniéndolo presente en nuestras mentes. Ambos sabíamos que esto solo era el principio y que todo iría a más.

 A la mañana siguiente escogió un conjunto deportivo de licra negro con transparencias en las piernas y la blusa pegada a su cuerpo de tirantes, ya sin recordar la conversación pero entendiendo que se daba por supuesto que se vestiría sexy. En esta ocasión si se agachaba no podríamos ver mucho por el tipo de blusa que era, pero cada vez que lo hacía las mallas se estiraban y dejaba ver las nalgas de mi esposa y el tanga que había escogido para ese día era un tanga negro que en la parte de atrás tenía un triangulito que sostenía los únicos tres hilitos que tenía.

 Igual que el día anterior, ella fue a abrir la puerta descalza y obtuvo la misma reacción que el día anterior, los tres al mismo tiempo la recorrieron de arriba a abajo en cuanto ella les dio el paso y comenzó a caminar frente a ellos. Como la ropa deportiva está muy pegada al cuerpo, se podían marcar excelentemente bien sus curvas, cada vez que se agachaba para que pudieran verle el trasero. A Sofía se le ocurrió recoger el estudio, por lo que tenía que pasar frente a ellos en sitios de difícil acceso y como todo seguía amontonado pues tenía que rozarlos de algún modo cada vez que pasaba y claro se veía que sentía sus miembros en las nalgas. Como eran muchos los van y vienen, el que fue un poco más astuto fue el encargado y aprovechaba para apretarse más a ella, y le agradecía con una pequeña sonrisa cómplice su acción, cosa que mi mujer correspondía con una sonrisa inocente. Viendo la escena se me ocurrió llevarme al patio trasero a los jóvenes para acomodar la herramienta del jardín y ver hasta donde llegaban los que se quedaron dentro de la casa.

 Como era de esperarse, cuando los muchachos fueron a su hora de comida, mi esposa me dijo, como quien no quiere la cosa, que en cuanto nos fuimos al patio el encargado y ella comenzaron a hablar de banalidades para hacer más ameno el rato que iban a pasar juntos, y que, con la confianza, el encargado le había dicho que con el calor era normal que llevara ropa bien fresquera y que se veía que le gustaba lucir su cuerpo. Sofía me lo dijo con una sonrisa pícara y coqueta, mordiéndose un poquito el labio esperando mi reacción. Al comprobar que a mi no me parecía mal sino que me acercaba para acariciarle un poquito el culo, Sofía me comentó que le dijera que a ella le gustaba vestir así para andar en casa y que la gente que venía a ella se tenía que adaptar a su forma de ser. Y dicho esto el encargado aprovecho para agradecerle que ellos la puedan ver también, y este se desvivió en elogios y piropos.

 Le di un profundo beso y comimos hablando de otras cosas con las noticias puestas. Ya por la tarde mi esposa seguía pasando por ambos lados del encargado, cuando lo hacía por detrás le pasaba sus pechos por la espalda y cuando lo hacía por el frente sacaba las nalgas para sentir su entrepierna, y en una de esas el muy habilidoso hizo como si se fuera a tropezar y puso sus manos en la cadera de mi esposa y ella como queriéndolo ayudar le agarro las manos. En lo que lograban tener de nuevo equilibrio el toco con descaro las nalgas de mi mujer y ella soltó las manos para dejarlo hacer y se volteó de frente a el para agarrarlo y evitar su caída.

 Ella se retiró con pretexto de ir al baño, pero en realidad fue a sacarle la calentura del momento, ya recompuesta volvió al salón donde él estaba y nosotros ya estábamos de vuelta, terminada la jornada me contó lo sucedido y yo le comenté el morbo que daba toda la situación. Corrimos a quitarnos la excitación, lo bueno que esta vez fui yo su objeto para calmar sus bajos instintos, en cuanto entramos al dormitorio desnudos de la cintura para arriba, de un tirón me quito el pantalón con bóxer y todo, para hacerme una esplendorosa mamada y como andábamos con la calentura, después de un rato la puse de pie y de igual manera tire abajo sus mallas y sin quitarle el tanga, le hice un cunnilingus e inmediatamente después, la puse con las manos sobre la cama y por detrás la penetre con fuerza, no me costó nada entrar ya que la calentura y mi saliva dieron paso directo y sin esfuerzos para estar dentro de ella.

 Al día siguiente hacía mucho calor, los obreros ante la solana que caía decidieron como era normal quitarse las camisetas. Yo iba en bañador a todos lados ya que estaba más cómodo y podía así también tomar un poco el sol en la pequeña terraza que tenemos a un lado de la casa. Mi mujer ese día tardó mucho en levantarse, habíamos estado viendo hasta altas horas una serie en Netflix y nos habían dando las tantas de la mañana. Cuando se despertó se metió en el baño para darse una ducha.

 Yo esperé que empezara a ducharse para entrar a afeitarme. Intencionadamente dejé la puerta entreabierta mientras ella se de duchaba. Tenemos una mampara que pese a ser los suficientemente opaca, dejaba trasparentar la silueta de mi mujer enjabonándose en la ducha. Desde mi posición vi pasar un par de veces a los chicos que, al llegar a la altura de la puerta, torcían la mirada intentando ver a mi mujer.

 Al cabo de un rato Sofía descorrió la mampara mostrándose completamente desnuda, fue una verdadera pena que en ese momento no pasara uno de los obreros ya que la hubieran visto de pleno. Ella, sonriendo, me dijo que tenía la puerta demasiado abierta. Le dije que era porque sino se empañaba el cristal y no podía verme para afeitar. Ella me pidió la toalla y se empezó a secar sin insistir más en que cerrara la puerta. Me llamó mucho la atención ese “demasiado” que había dicho, ¿acaso era normal que abriera un poco menos la puerta?¿quizás demasiado descarado? También era significativo cómo había aceptado la situación con la puerta entreabierta y la posibilidad de que los trabajadores pasaran en cualquier momento.

 Sofía incluso antes de vestirse se embadurnó de crema solar todo el cuerpo con la excusa, me dijo, de que tenía miedo a quemarse. Mientras se daba crema por las piernas, completamente desnuda y con una de las piernas apoyada en el bidé, yo terminé de afeitarme y me fui del baño. Intencionadamente volví a dejar la puerta entreabierta y me quedé del otro lado esperando por si cerraba la puerta del todo.

 En ningún momento hizo ademán de cerrarla y al pasar por delante la vi que seguía echando crema en las piernas. Me fui al salón donde estaban los chicos trabajando y mandé a uno de ellos, el más rechoncho de los dos, a por unas láminas de plexiglás que estaban en la habitación. Realmente no me hacían falta para nada pero era la excusa para que el chico pasara por delante del baño con la puerta entreabierta.

 Al cabo de un rato llegó Sofía peinándose, con el pelo todavía mojando y con un pareo que cubría su cuerpo y se ataba en la nuca. Se transparentaba en bikini a listas rojas y blancas que tenía debajo y que le quedaba un poco pequeño en la parte superior. Me miró seria durante un segundo, después se dirigió al jefe de obra para darle unas indicaciones, parecía querer tomar el control de la situación

 Al momento vino el chico rojo como un tomate, lanzando furtivas miradas a mi mujer. Me dio la lámina de plexiglás y se acercó a su compañero a decirle algo al oído. El otro miró a mi mujer sorprendido, haciendo un repaso a su cuerpo de arriba a abajo. Mi mujer se puso frente a él y se desanudó el pareo mostrando su pequeño bikini superior, después se volvió a hacer el nudo más alto para que el pareo subiese más por sus piernas.

-Veo que estáis ocupados en el salón -le dijo mientras se colocaba el pareo-, me voy fuera, si no os molesto, a tomar un poco el sol.

 En ningún momento Sofía se dirigió a mí para comentarme su idea, se lo dijo a los obreros, como pidiendo permiso. Todos ellos mostraron su conformidad y mi mujer, descalza y con el pelo mojado peinado hacia atrás, se marchó del salón sintiendo como todos la mirábamos mientras se iba.

 Un poco avergonzado me fui al estudio diciendo que tenía que mandar unos correos. En él tenemos una ventana que conecta con la terraza y que se encuentra pegada al salón. Encendí el ordenador y puso algo de música para bajar un poco la tensión que había en el ambiente. Escuché como Sofía arrastraba la tumbona y se ponía debajo de la ventana.

 Justo cuando me iba a asomar para ver si se quitaba el pareo, escuché como los chicos encendían unos pitillos. Estaban en la ventana del salón, fumando un pitillo y mirando descaradamente a mi mujer. Hablaban bajito pero pude captar que el más rechoncho decía:

 -…completamente (…) me miró y siguió echándose crema como si nada. Me quedé parado como una estatua…

 Vi como el chico incluso levantaba un poco la voz como queriendo que Sofía le oyera:

 -…y ella seguía ahí (…) sin dejar de echarse crema … menuda golfa.

 Sofía miró de manera instintiva hacia ellos al escuchar la palabra golfa. Después se quitó el pareo y se estiró boca arriba en la tumbona, echando los brazos hacia atrás. Los obreros terminaron así de fumar el cigarrillo, mirando en silencio y con descaro hacia ella. Yo me mantenía semiescondido en el estudio, observando cómo mi mujer abría incluso un poco las piernas, como ofreciéndose.

 En cuento se fueron los obreros aparecí yo por la otra ventana. Al verme, Sofía se puso las gafas de sol y se dio media vuelta. Desabrochándose la parte de arriba del bikini y metiéndose un poco hacia adentro la parte inferior para que se pudiera ver un poco más sus cachas. Así pasamos la mañana y nos fuimos a comer.

 Durante la comida no sacó en ningún momento el incidente con los obreros que yo había provocado. Me dijo eso sí que era un día de mucho calor y que se iba a dar otra ducha que no había quien aguantase. Se marchó entonces dejándome recoger la cocina. Escuché la ducha y me quedé alucinado al ver que Sofía no solo no había cerrado la puerta sino que, incluso, la había dejado más abierta que yo por la mañana. Miré la hora. Eran las tres y media y en 10 minutos los obreros llegarían.

 Con el calentón que tenía me tuve que masturbar allí mismo, en la cocina, comprendiendo que mi mujer deseaba exhibirse delante de los obreros y que no tenía reparo alguno en demostrarlo.

 Lamentablemente justo llegaron los obreros cuando mi mujer ya salía del baño. Me miró sonriendo, con una mirada cómplice que me hacía ver que entrábamos en una nueva fase.

 -… mierda, escuché que decía uno de los obreros en bajito, por tu culpa llegamos tarde, se acaba de duchar otra vez.

 Por la tarde nos fuimos al centro a hacer la compra, al pasar por delante de una tienda de lencería la animé a comprarse un camisón de encaje.

 -Hace mucho calor y es verano- le dije- más vale que te encuentres cómoda y fresquita.

 Entre todas las opciones que barajamos, yo siempre intentaba que fuese un poco más transparente, tirando más hacia el picardías que hacia el camisón. Al final se decidió por un término intermedio. Un camisón de encaje ceñido al cuerpo de color violeta. Se lo probó y coincidimos que le quedaba fantástico.

 -Con esto los obreros van a andar a mil -dijo Sofía dando por echo que se lo pondría delante de ellos.

 A la mañana siguiente fue Sofía la que se levantó primero. Fue ella la que le abrió la puerta a los obreros con su nuevo camisón. Al trasluz se transparentaba claramente su braga y su pechos, ya que sujetador no tenía sentido llevar -me dijera la noche anterior.

 Desde la cama escuché como los obreros se deshacían en elogios hacia ella mientras volvía a mi lado. Dejó la puerta entreabierta.

 -Parece que les ha gustado el camisón – me dijo con una sonrisa pícara mientras que se metía a mi lado en cama. Rápidamente me abalancé sobre ella dándole la vuelta. Comencé a subirle el camisón para acceder a su braga. dándole besos por la espalda para hacerlo más lento y sensual, intentando que el momento durara lo máximo posible.

 Llegué a su culo para empezar a besarlo y bajar un poco su braguita. Alternativamente miraba hacia la puerta entreabierta. Sofía se dió la vuelta quitándose el camisón.

 -Así seguro que les gustarías mucho más -le dije chupándole las tetas. Sofía solo emitió un sonido de aprobación, como un ronroneo, mientras intentaba acceder a mi miembro. Afuera oíamos las voces de los obreros trabajar. Mi mujer abría ahora las piernas para que llegara a su sexo, que apuntaba directamente hacía la puerta.

 Estuvimos un buen rato masturbándonos mutuamente hasta que me pidió que la penetrase. Le quité las bragas y me la follé desde atrás, levantando su pierna para que mi polla entrara mejor. Con la otra mano alternaba entre meter mi mano en su boca y tocar sus pechos. Ya no escuchaba nada más allá de sus jadeos. Así estuvimos un rato hasta que nos corrimos.

 Yo me levanté para ducharme pero Sofía se quedó tirada en cama, desnuda, mirando en dirección a la ventana. Al ir a ducharme volví a dejar la puerta de la habitación entreabierta. Sofía no dijo nada, ni se movió, siguió en la misma posición desnuda sobre las colchas.

 Los obreros iban y venían del garaje al salón y tenían que pasar, inevitablemente, por delante de nuestra habitación ¿nos abrían visto ? me preguntaba. Al llegar a la sala ví que estaban dando los últimos retoques.

 -empezamos ahora el pasillo-me dijo el jefe de obra.

 -Estupendo, yo me voy a la ducha, para cualquier cosa me avisáis.

 Y así me fui yo a la ducha, pensando en la puerta entreabierta desde la que se podía ver a mi mujer, desnuda y tumbada encima de la cama. Al salir seguía allí tumbada, mirando el móvil como si tal cosa, ni siquiera levanto la vista de la pantalla para saber si era yo el que entraba o alguno de los otros hombres que estaban en nuestra casa.

 Al entrar dejé incluso más abierta la puerta como reto, para ver si decía algo o se tapaba. Pero se quedo a lo suyo mirando el móvil. De fondo se oían las voces de los obreros ya en el pasillo.

 -Me levanto -dijo por fin acercándose a la ventana. Se puso una braga, el pareo del día anterior y me preguntó-¿quieres un café?

 Acto seguido salió de la habitación, el pareo transparentaba casi por completo sus pechos y la braga. Yo la seguí. Al pasar junto a los obreros los saludó con un buenos días tocándolos a todos. Estaban en el pasillo y era lógico que se rozaran un poco. Pude comprobar como los tres la seguían con la mirada.

 En la cocina tenemos una ventana muy grande que la hace muy luminosa. Se podían ver aquí, sin ningún género de dudas sus pechos desnudos. Me pidió que preparara el café mientras se comía un trozo de melón a cachitos. Yo preparé el café y en ningún momento me referí a la transparencia de su pareo. Pese a ser consciente ella tampoco dijo nada. Entro entonces el jefe de obra. Sofía echó los brazos hacia atrás apoyándose en la encimera.

 El jefe de obra se dirigió en todo momento a Sofía.

 -Tenemos que taladrar para abrir el pasillo -dijo mirando descaradamente a sus pechos- para hacer el estudio más grande tenemos que echar abajo la pared del pasillo para ampliar. Lo digo por si quieren salir o algo ya que el ruido va a ser bastante fuerte.

 -Muchas gracias -dijo mi mujer tomando la iniciativa- nos iremos abajo, hace un día estupendo y podemos tomar algo el sol ¿te parece? -dijo mirando hacia mi.

 -Si, si, claro -le dije un poco cortado con la situación. – lo que quieras.

 Dicho esto el obrero se fue y yo me quedé con Sofía tomando el café. Al poco rato aparecieron los otros dos obreros con la excusa de buscar unas herramientas. En todo momento Sofía siguió apoyada de espaldas a la encimera, con los brazos extendidos y la cadera un poco subida. Los obreros no daban crédito y yo, a decir verdad, tampoco. Mi mujer se exponía sin ningún pudor delante de otros tres hombres y cada vez lo hacía con mayor descaro.

 El ruido hizo que nos fuéramos de la cocina en dirección a la terraza. Con las prisas mi mujer se olvidó de ponerse el bikini. Seguía tan solo con el pareo y la braguita como única prenda.

 -Déjate así -la reté- a estas alturas seguro que todos te hemos visto ya desnuda en un momento u otro.

 Sofía sonrió de buen grado mirando su pareo.

 -La verdad es que esto transparenta más de lo que pretendía -me dijo. Acto seguido se abrió el pareo y se puso boca abajo en la tumbona.

 -¿Me echas crema porfa? – me preguntó bajándose el pareo a la altura de la cintura.

 -Claro, espera que voy a por ella.

 Habitualmente dejamos la crema solar en el baño, ya que con lo pringosa que es siempre es mejor tenerla lejos de prendas de ropa. Así que me fui al baño a por ella pasando por el pasillo. Al verme salir con la crema me dijo el obrero rechoncho medio de broma:

 -Si quieres le doy yo la crema a tu mujer

 En vez de enfadarme, como hubiera sido lógico, le reí la gracia tontamente.

 -No te preocupes -le dije- yo me encargo ahora.

 Mientras marchaba escuché que le decía a su compañero: vamos a fumarnos un pitillo.

 Me asomé entonces un poco a la terraza desde la cocina y pude ver cómo mi mujer seguía boca abajo, con la espalda desnuda y el pareo por el culo mientras desde la ventana del estudio los dos obreros se fumaban un pitillo.

 Salí entonces a la terraza como si no me percatara de la presencia de los obreros y me senté en el lado derecho de la tumbona, para que los trabajadores tuvieran una vista perfecta del espectáculo.

 -Por fin -me dijo incorporándose un poco- me estaba asando. Parece que tenemos público desde arriba -me dijo ladeando la cabeza hacia la izquierda, en dirección a los obreros. Con las gafas de sol puestas no se sabía bien si estaba despierta o dormida.

 -Se están fumando un pitillo -dije yo quitándole importancia- supongo que se entretendrán un poco mirando tu precioso cuerpo.

 Lentamente retiré el pareo de su culo dejando ver sus braguitas. Eran unas bragas un poco pequeñas que llegaban únicamente hasta el final de la raja del culo. Lancé el pareo bien lejos, para que mi mujer no tuviera posibilidad alguna de taparse. Sofía no dijo nada, simplemente apretó un poco la cadera contra la tumbona. Empecé a echarle crema por la espalda, me recreé en cada surco, en cada curva de su espalda, acariciándola y deslizando mis manos sobre ella. Poco a poco fui llegando a su culo.

 Por el reflejo de las gafas de Sofía podía ver que los obreros seguían allí, aunque el pitillo se hubiera terminado seguían descaradamente allí. Mi mujer también podía entrever que tenía los ojos abiertos y miraba en su dirección, inmóvil. Le apliqué crema en una pierna y después en la otra, llegué incluso a acariciarle en la parte interior del muslo, suavemente, subiendo cada vez un poco más.

 Y mi mujer con los ojos abiertos mirando hacia los obreros, sin decir nada, solo dejándose acariciar. Llegando un momento abrió un poco más las piernas para que pudiera acceder a su culo, yo aproveché para poner su braguita a modo de tanga y acabar de darle la crema. Le acariciaba el culo y mi mujer ronroneaba como una gatita. Le tiraba de la cacha hacia el exterior para que la braga se hundiera más en su culo.

 -Menudo espectáculo -dijo al fin rompiendo un poco el hechizo. Alzó un poco la cabeza en dirección a la ventana dejando entrever sus pechos. Escuché entonces cómo los obreros se retiraban. Miré hacia arriba y ya no estaban.

 -Pues aún quedaría la parte de adelante- le dije.

 -Deja -me dijo mirando ahora en mi dirección, recostándose sobre un brazo, dejando verse perfectamente ambos pechos- por ahora es suficiente. Voy a dormitar un poco.

 Me levanté y dejé a mi mujer allí tumbada, con la braguita metida por el culo a modo de tanga, echada boca abajo con los brazos estirados hacia delante, con la carita inclinada hacia el lado izquierdo, sin nada con lo que cubrirse. Los obreros, arriba, seguían trabajando con el taladro.

 -Voy a hacer unas llamadas afuera -le dije- con este ruido es imposible.

 Acto seguido cogí el móvil y salí a la calle. Vivíamos en una pequeña urbanización a media hora del centro, por lo que disponíamos de un amplio parque natural con árboles y columpios. Me fui instintivamente hacia allí y estuve cerca de una hora llamando a diferentes clientes. Pese a ello, en ningún momento pude dejar de pensar en mi mujer tomando el sol semidesnuda delante de los obreros.

 Cuando volvía hacia casa me crucé a los obreros que recogían para irse a comer. Nos saludamos y el jefe de obra me hizo un par de observaciones relativas a la obra. Al derribar la pared completamente se iba a generar una cantidad enorme de polvo y sería recomendable que no entráramos en toda la tarde a la casa, hasta que la obra estuviese terminada. Después ya se encargarían ellos de limpiar.

 Al llegar a casa me encontré a mi mujer boca arriba, con los pechos al aire tomando el sol. Estaba dormida con los brazos estirados a lo largo de su cuerpo y con las gafas puestas. Todavía se podía ver el bikini a modo de tanga arrugado en su parte baja como única prenda de ropa que tenía puesta. Di por hecho que los obreros, al marcharse, habían disfrutado del cuerpo desnudo de mi mujer.

 Me acerqué a ella y metí mi mano en su bikini para tocar su sexo. Ella correspondió abriendo un poco las piernas, todavía con los ojos cerrados.

 -Acabo de hablar con los obreros -la informé mientras la masturbaba ligeramente, ella abrió un poco más las piernas.

 -¿Siguen arriba?-me preguntó encogiendo la pelvis.

 -Si -mentí- están todavía ocupándose de la pared del pasillo.

 Acto seguido, para ver hasta dónde llegaba, le bajé el bikini por debajo de su vulva. Sofía me agarró para besarme con ansia. Yo la masturbaba con mi mano acariciando suavemente su clítoris mientras nuestras lenguas se entrelazaban. Arrastré un poco más abajo la braga del bikini y ella tomó la iniciativa hasta quitársela completamente para lanzarla bien lejos. Ya no había nada que la cubriese, ni pareo ni braga y Sofía daba por hecho que los obreros seguían en la planta superior trabajando, quizás incluso preparados para ir a comer. Pero a mi mujer no parecía importarle, es más, se notaba que deseaba verse expuesta delante de todos, estaba como loca desnuda en la tumbona con las piernas abiertas mientras yo la masturbaba.

 Fue entonces cuando me agaché para besar su coño, lo relamí con locura viendo como se retorcía en la hamaca, completamente desnuda. Todavía pensando que los obreros se encontraban en la casa. Sofía cogía mi cabeza y la apretaba fuerte contra su sexo, moviéndolo arriba y abajo hasta correrse.

 Después quedó relajada, completamente exhausta y sin hacer ademán de complacerme. Me miró quitándose las gafas:

- ¿qué hora es?

 -Las dos y cuarto.

 -¿Y siguen trabajando los obreros? – me preguntó incorporándose desnuda, mirando hacia la ventana del estudio.

 -Se fueron antes de que yo llegara, me los crucé en la calle y me dijeron que estaba todo lleno de polvo y que hasta la noche mejor no entráramos en casa.

 -Pero ¿no me dijiste que estaban arriba?

 -Te mentí para saber hasta donde llegabas- le dije sonriendo. Lo que seguro que te vieron fueron las tetas al salir de casa.

 Subió a cambiarse y la seguí par comprobar la cantidad de polvo que se originara en casa. Efectivamente la casa tenía bastante arenilla y polvo de la pared del pasillo. Habían derribado solo la parte superior y se encontraba todo especialmente sucio. Sofía entro en la habitación desnuda para ponerse algo. Habitualmente corría las cortinas ya que desde nuestra habitación nos podían ver desde varias casas vecinas, yo siempre intentaba que quedaran parcialmente abiertas para que algún vecino pudiera disfrutar del espectáculo, pero ella siempre acababa cerrándolas en el último minuto antes de desnudarse.

 Por contra, en esta ocasión ni se inmutó ni hizo ademán de cerrarlas. Miró hacia afuera un instante, completamente desnuda y se fue al armario para buscar qué ponerse. La persiana se encontraba un poco cerrada haciendo que, desde fuera, solo se le pudiera ver el cuerpo. Pasó varias veces delante de la ventana completamente desnuda sin cerrar si quiera un poco la persiana.

 Era como si se hubiera desinhibido completamente.

 Para mostrar mi conformidad, subí un poco más la persiana hasta que quedó abierta de par en par y abrí la ventana. Sofía se puso justo delante para ponerse la ropa. Mirando hacia mi. Primero una braga, de encaje con el sujetador a juego, después un vestido blanco hasta las rodillas y un colgante a modo de complemento.

 Al no poder entrar a la casa pensé en llevarme a Sofía fuera a comer. En la calle de abajo había un restaurante con cocina casera y menú del día. Íbamos muchísimas veces con los pequeños por lo que no lo dudamos ni un segundo.

 Al llegar allí no encontramos que estaban comiendo también los obreros por lo que decidimos sentarnos con ellos. Nos hicieron sitio juntando otra mesa de tal manera que Sofía y yo quedamos uno enfrente del otro. Yo quedé al lado del jefe de obra mientras Sofía quedó entre el obrero rechoncho y su compañero.

 Estuvimos comiendo de manera muy amigable, Sofía se encontraba especialmente locuaz y divertida con todos. Contó cómo estábamos aprovechando los días sin niños ya que no siempre íbamos a tener la suerte de estar de obras.

 -Ya se os ve -dijo el obrero rechoncho – que no perdéis el tiempo para nada.

 -Hala- le dijo Sofía sonriente, poniéndole la visera por encima del los ojos- y tú que ves, ¿seguro que no perdías comba cuando hice topless, eh?

 -Te quedaste dormida como un lirón -dijo el jefe de obra sirviéndose un vaso de vino- no sé cómo no te quemaste.

 -Me echo crema factor 50 -le dijo al jefe- cómo si no hubieras visto cuando me la echaba, ¡eh?

 Todos rieron incluido yo, un poco cortado con la situación de ver cómo mi mujer era el objeto de deseo de tres desconocidos y cómo ella lo disfrutaba. La comida transcurrió con normalidad y sirvió para que todos tuviéramos una actitud mucho más familiar con el resto. Se sucedían los chistes y bromas con doble sentido que ambos reíamos con despreocupación. Cuando llegó la cuenta Sofía insistió en que invitara yo a todos a lo que el obrero rechoncho replicó:

 -Ya nos alegras el día cada día, jefe

 Al llegar a casa Sofía decidió darse una ducha para refrescarse y se llevó solo una braga limpia para cambiarse. Cerró la puerta para del baño, cosa que me frustró un poco. Sabía que si entraba y dejaba la puerta entreabierta Sofía lo aceptaría, pero me daba un poco de vergüenza que los obreros se dieran cuanta de que lo que quería era exponer a mi mujer. Así que esperé a que terminara de ducharse.

 Al salir de la ducha comprobé que mi mujer solo llevaba la braguita limpia. Paso por delante de los obreros mirando para mi:

 -Total -me dijo en alto para que todos la oyéramos- todos me han visto en topless.

 -Me parece estupendo- dije yo sorprendido.

 -Y a nosotros -bromeó el obrero rechoncho.

 Mi mujer solo llevaba ahora una braga por la casa, hablaba con los obreros o regaba las plantas o chateaba por el móvil, y todo lo hacía solo vestida con la pequeña braguita. A eso de las seis apareció con refrescos para todos en una bandeja.

 -Con el calor que hace os vendrá bien una cervecita

 Se fue acercando uno a uno con la bandeja para que pudieran coger su cerveza. Los obreros se paraba y antes de cogerla le daban un soberano repaso visual a mi esposa. La última cerveza la cogió Sofia sin que quedara una para mi.

 -Lo siento – me dijo dándole un sorbo. No quedaban más. Si quieres compartimos.

 -Trae algo para picar- ordenó el jefe de obra.

 -Lo que queráis -le dijo mi mujer- os traigo lo que queráis.

 Los obreros se miraron entre sí. El grado de degradación personal al que me estaba sometiendo me excitaba todavía más. Mi mujer semidesnuda al servicio de unos desconocidos. Volvió con unas aceitunas, nachos y algunos frutos secos.

 -Salgo para afuera que aquí el ambiente está un poco cargado. Ven para afuera-me dijo- deja que cojan fuerzas.

 Sin esperar mi respuesta salió hacia el patio dejando la puerta abierta. Yo la seguí medio embobado. Mirando su culo moverse y como los obreros paraban y se giraban con descaro para mirarla. Poco les importaba ya mi presencia.

 Al salir descubrí que se encontraba otra vez tirada en la tumbona. Yo me quedé de pie delante de ella.

 -Sabes -me dijo- me excitó mucho la situación de antes

 -¿Cuál de ellas? -bromee yo- llevas unos días que es para no creérselo

 -¿Te preocupa?- dijo poniéndose las gafas de sol.

 -No, no, estoy encantado. Me parece maravilloso como te exhibes delante de los obreros. No pensé que te atrevieras a tanto, la verdad.

 -Me refería al mediodía -me dijo, volviendo al tema que le interesaba- ¿porqué me dijiste que estaban los obrero? ¿quieres que me vean de todo?

 Y ahí estaba la pregunta del punto de inflexión, la pregunta que lo cambiaba todo en uno u otro sentido.

 -Me encantaría-le dije mirándola a los ojos. Es lo que más deseo.

 Se hizo entonces un silencio solo roto por el trabajo de los obreros.

 -Vamos a jugar. Yo te doy esto – me dijo quitándose las bragas y lanzándomelas- y tu me traes la crema del baño y me las devuelves.

 Así que con las bragas en la mano, con mi mujer completamente desnuda en la tumbona y los tres obreros en el piso de arriba le dije:

 -Vale, juguemos.

 Y me marché en dirección a la casa viendo como mi mujer, en la tumbona, echaba los brazos para atrás. Fue sin duda uno de los trayectos más largos de mi vida. Por un lado quería apurar para que, por vergüenza, los obreros no vieran lo golfa que era mi mujer pero por otro, me recreaba en cada estantería, en cada silla que volvía a colocar y me forzaba a ralentizar el trayecto. Tras coger la crema pasé por delante de los obreros que trabajaban inconscientes al espectáculo que tenían a escasos metros.

 Al salir nuevamente allí seguía mi mujer, completamente desnuda con el triángulo de vello de su pelvis expuesto al sol. Al verme le entregué la crema y le di las bragas. Mi sorpresa fue cuando me las devolvió.

 -Esto todavía no me hace falta, me dijo. Sigamos jugando. Sal ahora de casa y date una vuelta hasta la esquina. Trae más cervezas.

 Con la polla a punto de estallar, me metí su braguita en el bolsillo.

 -Eres una golfa- le dije. Me encanta.

 Y acto seguido me di la vuelta y la dejé desnuda y sola en la casa con los tres obreros. Aunque quisiera, al no tener ni la braga ni un pareo, ni una prenda de ropa cerca, no podía entrar en la casa para dar por terminado el juego sin pasar por delante de los obreros. Al tener yo su braga estaba completamente expuesta y a su merced. Increíblemente yo me encontraba en un mar de vergüenza y excitación. En esta ocasión sí que apuré lo máximo posible.

 Salí de la casa y sin correr pero al paso más apurado posible me dirigí al 24 horas de la esquina. Cogí la cerveza de la nevera del fondo del pasillo y tuve que esperar dos angustiosos minutos a que el cajero atendiera a dos personas. ¿Qué estaría pasando en mi casa?¿los obreros ya se habrían dado cuenta?¿mi mujer se estaría exponiendo desnuda delante de ellos?¿la estarían tocando? Me tuve que acomodar la polla porque parecía que me iba a estallar.

 Pagué al cajero que incluso me preguntó por mi mujer. Eramos asiduos de la tienda y nos llevábamos muy bien con él. Le respondí con rapidez y salí disparado con las cervezas frías en una bolsa. Crucé el parque y los columpios, rodeé los árboles del pinar y por fin llegué a mi casa pensando que el juego era demasiado peligroso.

 Al entrar por la terraza lo que vi no era capaz de asimilarlo mi mente. Estaba mi mujer, completamente desnuda, tumbada pero apoyada en los brazos y el obrero rechoncho delante de ella. Mi mujer doblaba en ese instante las piernas para abrirlas un poco mientras hablaba con el obrero. Descaradamente el obrero se tocaba la entrepierna. Mi mujer seguía con las gafas puestas. Al verme dijo sonriendo:

- Se acabó el juego, me pillaron desnuda.

 El obrero y yo cruzamos una mirada. Después siguió mirando para mi mujer mientras se metía la mano por dentro del pantalón.

 -Dale una cerveza, anda- dijo mi mujer- y échame crema.

 Se hizo entonces un silencio entre los tres a la espera de mi respuesta. La pelota estaba en mi tejado. Mi mujer y el obrero me miraba a la espera. Como en un sueño, como si fuera otro el que se movía saqué de la bolsa una cerveza y se la ofrecí al obrero.

 -Ábrela-me dijo el devolviéndomela.

 Le abrí entonces la cerveza y me puse de rodillas para empezar a echar crema a mi mujer. Empecé por la barriga, esparciendo en círculos la crema mientras el obrero, de pie, no dejaba de mirar el cuerpo desnudo de mi mujer. Después tocaron los pechos, se los empecé a acariciar suavemente para disfrute del obrero.

 -Apriétaselos-dijo

 Yo obedecí y comencé a estrujarle los pechos a mi esposa. Sofia echó los brazos para atrás, recostándose.

 -Ahora las piernas-volvió a ordenar el obrero mientras daba un gran sorbo de cerveza- sepáraselas.

 Acariciando la parte interna de los muslos de Sofía fui separando sus piernas, primero una, después la otra hasta quedar completamente abiertas. Mi mujer no opuso resistencia, ofreciendo su coño a la vista del obrero. Este seguía bebiendo cerveza mientras contemplaba el espectáculo. Sofía estaba como una moto, retorciéndose de placer.

 -Métele los dedos

 Sin dificultad introduje un dedo en su coño, que se encontraba completamente empapado. Con la otra mano abrí su vulva para mostrarla al obrero en todo su esplendor. Sofía empezó a levantar el culo de la hamaca, completamente desnuda, sin nada más que las gafas de sol que cubrían su mirada.

 -Mirad qué golfa.-gritó de repente el obrero rechoncho.

 Me giré bruscamente sin cambiar de postura, sin pretender cubrir a mi esposa aunque sabía lo que me iba a encontrar, es más, ni tan siquiera dejé de masturbar su clítoris o quité el dedo de su coño. Con la excitación no me di cuanta que hacía un rato que no se escuchaba ya el ruido de los otros dos obreros trabajando.

 Al volverme ahí estaban ambos, saliendo de la casa con una cara de estupefacción. Sofía ni se inmutó, ni siquiera cerró un poco las piernas ni intentó taparse con los brazos. Se mantuvo a la espera a que los otros dos obreros llegaran a nuestra altura.

 -Sofía -dijo el jefe de obra- ¡qué alegría verte así!-¿no os lo dije yo?

 Los otros dos rieron.

 -Tenías razón jefe -dijo el obrero rechoncho para después, decirme -invita a mis compañeros a una cerveza, anda, que les va a hacer falta.

 Dejé de tocar el cuerpo de Sofía, en silencio y me incorporé para abrirles unas cervezas. Mi mujer había cerrado las piernas y se tapaba un poco con la mano derecha su vulva.

 -Menudo juego-dijo sonriendo- se nos ha ido un poco de las manos, no sé que queréis que haga.

 El obrero rechoncho dijo terminando su cerveza.

 -Falta que te den crema por la espalda

 Sofía sonrió y se dio la vuelta pero, cuando me iba a agachar para darle la crema, el jefe de obra me quito el bote de la mano.

 -Me toca-me dijo sonriendo, no te importa ¿verdad?

 -Yo… lo que diga mi esposa- alcancé a decir.

 -Sofía, cariño ¿verdad que no te importa? -dijo el jefe de obra agachándose a la altura de mi esposa- tu marido dice que tu mandas.

 -Claro -dijo mi mujer sonriendo, bajándose las gafas y mirándome por encima de ellas- si a mi marido no le importa a mi menos.

 El jefe de obra dio la vuelta a la hamaca para que los tres, los otros dos obreros y yo, tuviésemos una vista perfecta del espectáculo. Empezó por la espalda echando una gran cantidad de crema.

 -Vaya, dijo, creo que me he pasado, intentaré esparcirla bien- Los otros dos obreros emitieron una risita para sus adentros.

 Sofía apretó el culo contra la hamaca al sentir la mano del jefe de obra. El obrero rechoncho tiró la lata al suelo, su compañero bebía mientras se acomodaba el bulto que tenía en la entrepierna. Ambos se quitaron la camiseta. El jefe masajeó el cuello de mi mujer, suavemente, después le echó crema por un brazo y se lo extendió para que quedara por encima de la cabeza, hizo lo propio con el otro. Trazando círculos fue bajando poco a poco en su espalda. Al llegar al culo, en vez de tocarlo, separó un poco sus piernas y se dedicó a esparcir la crema por ellas, desde los pies hacia arriba.

 Al llegar al culo se paró.

 -Esto necesita un poco más de crema ¿no crees?-me preguntó

 -Claro, claro -dije como un bobo

 El jefe de obra empezó a masajear el culo e mi mujer. Tras las gafas de sol podía ver como Sofía me miraba a los ojos. Nos miramos profundamente mientras que otro hombre le tocaba su culo desnudo en presencia de desconocidos. Con el masaje el culo, mi mujer abría y cerraba sus cachas para dejar expuesto su ano. El jefe le paso el dedo por encima presionando un poco.

 Mi mujer dio un respingo y se volvió para quedar boca arriba.

 -Leches!-gritó el jefe de obra.

 -Caray, eso si que no me lo esperaba-rió mi mujer- qué cosquilleo.

 Se quedó boca arriba, abriendo un poco las piernas en dirección a los obreros que la miraban en pie. Echó los brazos hacia atrás y me dijo.

 -Me los sujetas, porfa. No quiero volver a asustar a nuestros invitados.

 Mi sumisión a sus deseos era ya total. Sin decir nada me puse en la cabecera de la hamaca y sujeté suavemente sus brazos. El jefe de obra se volvió a echar crema en las manos. Nadie dijo que hacía un instante yo mismo le diera ya crema por delante, a nadie importaba ya ese dato. El jefe de obra empezó directamente por sus tetas, las estrujó dejando que el pezón circulara entre sus dedos. Le acercó entonces los pies al culo para después abrirles las piernas de manera brusca.

 En ningún momento mi mujer hizo ademán de intentar zafarse de mi sujeción, se encontraba totalmente expuesta de piernas abiertas mientras un obrero la tocaba sin pudor. Le metió entonces un dedo en la boca que Sofía relamió como si se tratara de una polla. El jefe le quitó las gafas de sol, la mirada de mi esposa era de deseo. Le metió entonces un dedo en el coño. Sofía emitió un quejido de placer. Sus brazos se tensaron pero en ningún momento hizo fuerza como para dar a entender que quería zafarse.

 Cegado por la excitación, me quité la ropa tirándola lejos, me quedé desnudo delante de todos. Sofía me miró con la boca entreabierta mientras el dedo del jefe no paraba de salir y entrar de su interior. Agarré con una mano sus dos brazos y empecé a masturbarme muy cerca de su cara.

 Imitándome, los otros dos obreros se quitaron el pantalón. El rechoncho me dijo mientras se tocaba por dentro del calzoncillo

 Dile a tu mujer que te la chupe un poco para que veamos como se hace.

 Sofía torció la cara en busca de mi polla. En ese momento una mano de otro obrero le empezó a acariciar un muslo. El obrero rechoncho se ofreció a sujetarle las manos para que yo pudiera ponerme en uno de sus laterales. Solté sus brazos y este la aferró más fuerte. Al levantar la vista vi como el otro obrero ya acariciaba su parte interior del muslo, el jefe apartó las manos para dejarle tocar. Sofía miró hacia él y se inclinó un poco en su dirección. El otro obrero empezó a acariciar su vulva suavemente.

 Sofía encontró mi polla y empezó a chuparla con ansiedad. El jefe se puso a mi lado y sin decir palabra se desnudó completamente. Los otros dos obreros hicieron lo mismo. Nos quedamos los cuatro desnudos, al rededor de Sofía.

 El obrero rechoncho soltó las manos de Sofía para inclinarse y empezar a chupar sus tetas. Sofía aprovechó para coger mi pene y acomodarlo en su boca. El otro obrero se puso de rodillas para empezar a lamerle el coño. En un momento de lucidez contemplé la situación, con mi mujer postrada delante de los obreros y estos desnudos aprovechándose de su cuerpo y lujuria. Sin poder remediarlo me corrí como un loco apartándome para no salpicar a mi mujer.

 Déjame a mi -me exigió el jefe. Acto seguido puso su polla al alcance de Sofía. Mi mujer la restregó por su cara antes de meterla en la boca. Con la mano derecha acariciaba la cabeza del otro obrero mientras le comía por dentro su coño, subía la pelvis para que la cabeza de este se hundiera más en su coño, todavía con los pies como se los pusiera el jefe de obra, bien pegados al culo. El obrero rechoncho se puso en pié y ofreció su polla a Sofía, esta alargó un brazo para empezar a acariciarla. Giró la cabeza y empezó a chupársela lamiendo primero su tronco, subiendo hasta su cabeza para después meter toda su polla en la boca.

 Vamos a follarnos a esta golfa-dijo el jefe, incorporando al obrero que seguía haciendo un cunnilingus a mi mujer. Acto seguido agarro las piernas de Sofía para acercarlas a su cuerpo. De una embestida la penetró con ganas. Sofía emitió un quejido de alivio. Soltó la polla del obrero rechoncho y echó los brazos hacia atrás.

 Se dejaba ahora penetrar con suma facilidad por el jefe de obra, los otros dos obreros comenzaron a masturbarse lentamente, toqueteando de vez en cuando un pecho de Sofía o metiendo un dedo en su boca abierta. Ninguna miraba para mi que quedara en un segundo plano, viendo como se follaban a mi mujer tres desconocidos de los que no siquiera sabía el nombre, entendiendo que esto solo era el principio de una nueva relación.

 

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