.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi mujer Eva me hace cornudo con unos militares franceses (2)".

 

 Ya he contado cómo mi mujer Eva empezó un verano a sacar lo zorra que era en el fondo. Después de aquellas aventuras, pasó una temporada más tranquila. Volvió a ser la niña que era, la que transmitía con su carita de chica buena, delgada y muy alta. Nuestros amigos comunes hacían de vez en cuanto alguna intentona, pero ella lo cortaba de golpe. Me decía que simplemente no le apetecía, y eso se tenía que respetar.

 Pero en el invierno, sucedió lo que ella pensó que no sucedería nunca. El militar de la boina roja, que al parecer era de los paracaidistas franceses, nos visitó en nuestra ciudad. Eva le debió de dar el número de móvil (aunque me decía que no lo recordaba) y la llamó para decirle que estaba allí. Ella se puso nerviosa, pero a la vez se preparó para recibirle.

 El caso es que sin darse cuenta, Eva quedó con él en el portal de casa, y este no se cortó y llamó al telefonillo. Me puse yo, y con un español con un fuerte acento francés me dijo que era el amigo de mi mujer y que quería subir. Le abrí. No me lo pensé dos veces, me hizo gracia y a la vez me excito muchísimo. Eva se cabreó algo, pero no le dio tiempo a reaccionar, se metió corriendo en la habitación para vestirse y estar preparada.

 El militar llamó a la puerta y le abrí. Me saludó y me preguntó que donde estaba Eva. Cuando llegamos al pasillo, Eva salió de la habitación, vestida con una falda corta, una camisa y un jersey. Ella le fue a dar dos besos, pero este la agarró y le dio un muerdo. Se quedó totalmente cortada, pues yo estaba detrás de ellos. La situación era muy rara, pero el soldado no se cortó y le indicó que qué hacía vestida. Le preguntó que llevaba debajo, y Eva se levantó la falda y dejó ver su tanga rojo. El soldado le agarró el tanga y se lo retiró, viendo que no tenía el chochín bien afeitado, por lo que le dijo que así no le gustaba y que se lo arreglara. Parecía mentira, pero pude ver con mis propios ojos como ella se comportaba totalmente sumisa. Se bajó la falda, bajó los ojos y se marchó hacía la habitación.

 Ella se puso junto a la cama de matrimonio, y el militar la acompañó poniéndose detrás. Yo miraba desde el pasillo. Parecía que todos estábamos cortados, pero el militar demostró que no le importaba nada. Mientras me miraba, de un golpe le quitó a Eva la camisa junto al jersey. Ella se había bajado la falda, pero cuando quiso hacer lo mismo con el tanga, este la empujó y la tumbó en la cama boca abajo.

 Me dijo que no me quejara, que no me podía quejar, pues ella era su puta. Le dije que me parecía bien. Yo estaba totalmente empalmado. Como controlando la situación, él le quito el tanga y el sujetador. Le abrió de golpe y de forma brusca las largas piernas y miro bien el coñito de Eva. Le dio varios cachetes en el culo y le dijo que fuera la última vez que no se lo depilaba bien para él o cualquier legionario. Le ordenó que se fuera al cuarto de baño para depilarse bien, lo que hizo que Eva se levantara y pasara por delante nuestro, desnuda y con cara de cortada, sin levantar la vista.

 Eva entró en el baño, y cuando fue a cerrar la puerta, el militar de un golpe le dijo que la dejara abierta, que no tenía nada que ocultar. Eva obedecía como no lo había hecho antes. Cogió varias cosas, y se metió en la ducha. Abrió el agua, y se puso a depilarse con una maquinilla. El francés me hizo una señal de que me acercara, y me puso junto a un lateral de la bañera, retirando él la cortina. Eva estaba con una de sus piernas encima del lateral de la bañera, con todo el coñito lleno de espuma de afeitar y mirando hacia abajo. No levantó la mirada en ningún momento.

 Me excitó cómo me hablaba a mí, indicando con varias frases que Eva había sido la zorra de la Legión, y que en su presencia yo no podía ni tocarla. Me dijo que era un cornudo y no tenía derecho a nada. Que no me podía ni tocar, que no podía ni hablar con ella, que no podía ni desearla. Mientras me decía eso, este le tocaba por todos los sitios, le pellizcaba los pezones, le metía un dedo en la boca, haciendo que girara bruscamente la cara, le pasaba la mano por encima del chocho y le decía que se quitara este o aquel pelo. Eva siempre miraba hacia abajo.

 En un momento dado, le dio la vuelta y la hizo tumbarse hacia delante, abriéndole bien el culo y mirando todo. Cuando hacía eso me preguntó si me había contado que él se la había metido por ahí, y yo le hice señas de que sí. Me indicó que no se me ocurriera metérsela por ahí, pues sólo lo podía hacer él o un legionario.

 En ese momento me dijo que le pusiera un café, y nos fuimos los dos hacía el salón. Dejamos a Eva depilándose sola, sin hacerla caso. Yo le puse el café y nos sentamos en el salón. Nos pusimos a hablar de cosas banales, y al rato apareció Eva vestida, mirando todavía hacia el suelo. Tenía su mirada de niña que no había roto un plato. El militar le preguntó de nuevo que quién le había dado permiso para vestirse, por lo que Eva dio la media vuelta y se fue hacía la habitación. Regresó al salón totalmente desnuda. Yo no me lo podía creer, pues nunca había sido así de sumisa, y más delante de mí.

 El militar le dijo que se acercara a él, y cuando ella lo hizo, le puso una de sus piernas encima del lateral del sillón, dejando el coño a la altura de su cara. Le dijo que estaba bien afeitada, y que desde ese momento la quería ver siempre así. Eva sólo contesto con un afirmativo y que no volvería a ocurrir.

 Le bajó la pierna del sofá, y la sentó encima suya, mientras hablaba conmigo. Cuando la puso como tumbada, Eva le dijo que me dijera que me marchara, pero él le dijo que ella no podía decir quien se marchaba o quien se quedaba, que no volviera a hablar. Eva se quedó totalmente callada, mirando hacia detrás del sofá, evitando mirarme a mí. El militar la acariciaba de arriba abajo, pasando una de sus manos por encima de sus tetas, su barriga, su coñito y sus piernas.

 Me hablaba a mí, contándome que mi mujer había dejado una buena sensación en el banderín de enganche, que era una pena que no dejaran entrar a mujeres en la Legión extranjera, pues ella hubiera sido una buena puta para todos los soldados. Decía que no parecía que tuviera la edad que tenía Eva, pues parecía mucho más joven, que podía pasar por una chica de diecinueve o veinte años. Y mientras decía aquellas cosas, observé que dejó su mano encima de su chocho, que lo tocaba con gracia, despacio. Eso hizo que mi mujer empezara a gemir un poco, y que poco a poco fuera abriendo un poco sus largas piernas. Él seguía sin hacerla caso, pero la tocaba con más profundidad, metiendo incluso algún dedo. Eva tumbaba su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.

 Cuando llevaba un buen rato, viendo como Eva gemía cada vez más, y abría las piernas, la giró de golpe, dándole la vuelta y poniéndola boca abajo encima suya. No le quedó otra que poner su cara girada hacía mí, por lo que veía que me miraba como diciendo que no podía hacer nada. Me llegó incluso a sonreír un par de veces, pero enseguida cerraba los ojos y abría bien la boca, de gusto. El francés le estaba tocando por el ano y bajaba sus dedos hacía el chochín. Ahí estaba Eva, tumbada encima de él, abriendo esta vez bien sus piernas y gimiendo. Pensé que se la follaría delante de mí, pero en un momento el legionario se levantó y le ordenó a Eva que se fuera a vestir, que se marchaban a dar una vuelta. Ella lo hizo sin decir absolutamente nada.

 Cuando regresó Eva al salón, el militar le preguntó que si estaba caliente, a lo que ella le dijo que mucho. Le ordenó que se quitara el tanga, y de un golpe ella se lo bajó y se lo dio. El legionario me lo lanzó y me dijo que me divirtiera con él, que a ellos no les hacía falta. La agarró por la cintura y se fueron de casa. Al mirar yo el tanga, observé que estaba totalmente mojado y con restos de los flujos de mi mujer. Me hice una buena paja.

 El resto me lo contó Eva más adelante, recordándome que no sabía por qué se ponía tan caliente y tan guarra con otros hombres y que conmigo no podía.

 Que bajaron a la calle, y que el militar le agarró por la cintura. Que era muy extraño verse por nuestra zona, donde la podían reconocer, en los brazos de otro hombre que no fuera su marido, pero que eso le hacía calentarse muchísimo. Que fueron a un bar, a tomar algo. Aunque le pidió que se comportara en esa zona, o se fueran a otra, este no le hizo ni caso. Estando en la barra, él le empezó a tocar por el culo. Ella notó que había gente detrás, pero no se atrevía a mirar. En un momento dado, el militar le subió la falda con la mano y empezó a tocarle el culo, pero como no llevaba bragas, los de atrás lo estarían viendo todo. Que escuchó como se reían unos chavales detrás de ella.

 

 Mientras su amigo le llegaba a meter un dedo en el ano, le decía que no se preocupara, que eran muy jóvenes y que no la reconocerían. Ella lo dudó, pero estaba demasiado caliente para preocuparse por eso.

 Estando así un rato, los chicos le dijeron al militar que querían ver algo más, y eso hizo que este le diera la vuelta de golpe y la puso enfrente de ellos. Eva cerró los ojos. Le levantó la falda, dejando el chochín frente a ellos, recién afeitado. Uno de los chicos se acercó y empezó a tocarla. Mientras decía que eso era maravilloso, el chico le metió uno de sus dedos. Le preguntó al militar si la podía follar, pero este le dijo que no. Los chicos preguntaron si podían ver sus tetas, pero fue cuando este la giró de nuevo y le bajo la falda, agarrándola y saliendo del bar. Se fueron de allí.

 Cuando me contaba eso, le llegué a preguntar a mi mujer si eso le gustaba, y me volvía a decir que sí, que conmigo no le sucedía, pero que otro le tratara como una verdadera puta le excitaba mucho, que no lo podía remediar y que se mojaba como nunca lo había hecho, que no lo entendía, pero que era así. Que por ejemplo, lo único que deseaba en ese bar era que le metieran una polla, daba igual cual, y le daba igual que la estuvieran mirando.

 Cuando estaban fuera, ella le pidió que se la follara en algún sitio, pero el soldado le dijo que lo haría cuando y donde él decidiera. Ella le decía que estaba muy caliente, pero él simplemente se reía.

 Se fueron hasta el coche de él, y al entrar, lo primero que hizo el soldado fue abrirle bien las piernas y empezarle a tocar el coño. Me dice Eva que estaba chorreando, no entendiendo como se podía poner así. Cuando estaban circulando saliendo de la ciudad, cuando ella tenía las piernas bien abiertas, este le empezó a dar golpes en el chochín, cada vez eran más fuertes. No lo podía entender Eva, pero le encantaba. Me decía que le dolía, pero a la vez le excitaba mucho.

 Pasaron a Francia, pero se pararon en un área de descanso de la autopista. Sólo había otro coche en la zona, pero ella no pudo ver quién había. No la dejó bajar, abriendo él la puerta del coche. Le quitó el jersey y la camisa, así como el sujetador. Sólo tenía la faldita, que estaba subida hasta la barriga. La agarró y la sacó del coche, besándola una vez que estaba fuera.

 

 Le abrió la puerta de atrás y la colocó de rodillas encima del asiento, en la forma del perro, dejando su culo a la vista, pues le subió bien la falda. Le indicó que no se moviera. Ella no lo pensaba hacer, estaba muy excitada, y muy mojada.

 Al poco rato escuchó que el militar hablaba con alguien, pero no se atrevió a mirar. Estaba muerta de corte, pero a la vez superexcitada. Pudo entender que eran dos amigos del militar, pero hablaban en francés. Se acercaron al coche y empezaron a reírse. Le empezaron a tocar el culo, notando varias manos. Le tocaban el ano, el chochín, las piernas. Uno de los chicos se giró por la otra puerta, y le dijo a Eva que le mirara. Ella lo hizo. Le comentó en un español con acento francés que era muy guapa y joven, y a la pregunta de si era la putita de los legionarios, ella simplemente le contesto que sí, que era la puta. En ese momento el chico, que era joven, se acercó y la empezó a morrear. Le tocaba las tetas y le decía que las tenía muy bien y grandes.

 El chico se sentó a su lado (en la cara) y se bajó los pantalones y los calzoncillos, sacando una polla que estaba totalmente dura, y le dijo que se la chupara. Ella lo empezó a hacer.

 

 Mientras, los otros dos, le seguían tocando por el culo. En un momento, uno de ellos empezó a darle fuertes cachetes en el culo, lo que hizo que Eva se abriera bien. Como le hacían daño, miro quien estaba allí, y vio que estaba el boina roja con un señor más mayor, muy grande, con una barba y unas manos enormes. No le gustó nada, pero no se atrevió a decir nada.

 Cuando se la estaba chupando al joven, y este le tocaba las tetas, notó que alguien le metía una polla desde atrás, y al mirar vio que era el señor de barbas. La tenía enorme, según me dijo. La notó muchísimo, y lo hacía con fuerza. Le agarraba bien por la cintura, lo que hacía que ella saliera un poco del coche. Casi a la vez se corrieron los dos. El joven se corrió en su boca, tragándose todo, terminando de limpiarse en las tetas de ella. El señor se corrió en su chochín, notando que retiraba su polla y salía toda la lefa, que calló en el suelo. Como ella se quedó en la misma posición, el boina roja tomó una toallitas que tenía en el coche y se puso a limpiarle todo el chochín. Lo hacía con brusquedad, pero me dijo que aquello le gustaba mucho. Le llegó a meter varias toallitas en todo el coño, pero ella se dejaba.

 El chico joven salió del coche y se fue a la otra parte. Eva observó que se sacaba de nuevo la polla y se la metía en su chochín. Se reían. El señor mayor abrió la puerta donde tenía la cara, y no se llegó a meter, simplemente se bajó el pantalón y el calzoncillo y le dijo a Eva que se la chupara. Me dice Eva que no le gustaba, que era una polla muy grande, pero con mucho pelo, y que lo hizo, pero sin mucha gracia. No le tocaba los huevos, pero eso hizo que él le agarrara las tetas por el lado, apretándolas mucho y haciéndola daño en los pezones. El señor le decía cosas, pero en francés, y cuando se corrió ella se retiró, haciendo que toda la lefa cayera encima del asiento del coche. El tío se puso a gritar, y agarrándola por la cabeza, le restregó la polla con restos de lefa, dejándola totalmente la cara manchada de la leche.

 El boina roja le entregaba unas toallitas, para que se limpiara, notando en ese momento como el joven se corría dentro de ella. Mientras ella se limpiaba la cara, el chico le limpiaba su coñito con otras toallitas. Los hombres se pusieron a hablar, y el militar le ordenó a Eva que se vistiera y se esperara allí. Ella lo hizo, quedándose fuera del coche. Al rato, se despidió de ellos, que le indicaron que era una buena puta legionaria, y se fueron de allí.

 El amigo le dijo en el coche que estos chicos eran legionarios, y que había quedado con ellos para que se pudieran desahogar con una putita como era ella. Eva se reía. Estaban hablando, y como vio Eva que se dirigían hacía Bayona, le dijo que estaba cansada, que estaba llena y que no le apetecía follar más. Pero el soldado le dijo que ella no podía decidir, abriéndola de nuevo las piernas (recuerdo que no llevaba bragas) y el empezó a darle golpes de nuevo en su chochín. Ella le indicó que lo tenía escocido, pero eso hacía que aumentara los golpes. Al final decidió no decir nada, y quedarse en esa posición.

 Llegaron al banderín de enganche de Bayona, y el militar la hizo entrar. Solo estaba el que era jefe de aquello. La saludó muy efusivamente, llamándola putita y dándole un muerdo. El jefe le preguntó al boina roja, y este le dijo que se la habían follado por la boca y por el coño un par de veces. Le dijo al soldado que la preparara y que la limpiara bien. La subió a la parte de arriba, a una de las habitaciones. Le dijo que se desnudara, y ella lo hizo. La puso de rodillas, en la forma del perro, y con una toalla húmeda la empezó a limpiar bien por el culo y el coño. Que después con otra toalla la empezó a limpiar la cara y las tetas. Ella me dice que se volvió a excitar viendo como era tratada. La tumbó en la cama, y le dijo que esperará allí.  Así se quedó un buen rato.

 Cuando incluso se estaba quedando dormida, entró de golpe en la habitación el jefe. Estaba desnudo, totalmente empalmado. Se puso al lado de la cama. Eva sin decir nada, empezó a chuparle la polla, tocándole bien los huevos. Al poco, el jefe la tumbó del todo, y abriéndole bien las piernas, poniéndoselas casi en la cara, se la folló dándole fuertes golpes con la polla y los huevos. Dice Eva que se corrió varias veces, y el jefe lo hizo al final, dejándola llena de lefa. Que cuando se fue a limpiar, este le dijo que no lo hiciera, que se lo tenía que dejar todo allí. Ella le indicó que no tenía bragas, y que se le caería todo, a lo que él le indicó que no era su problema y que como buena puta legionaria lo tenía que asumir. Así lo hizo. Cuando bajaba hacía abajo, una vez vestida, notaba como le chorreaba la lefa del jefe por sus piernas.

 Se despidieron y se fueron de nuevo al coche. El boina roja le dijo que la llevaba a casa. Fueron hablando durante un rato, y le recordó a ella que estaba sin desahogarse, y que lo haría en casa. Me dice Eva que aunque no le apetecía hacer nada delante de mí, le dijo que vale.

 Llegaron a casa. Entraron y me dijeron que venían a estar un rato. El militar me hablaba en forma de darme órdenes. Me excitaba, lo reconozco. Me estuvo informando que Eva había sido nombrada putita de la Legión, que ese día había trabajado bien, y que se había comportado como una autentica guarra. Eva me miraba y me sonreía. Delante de mí le hizo subirse la faldita, y observé como tenía líquido por sus muslos. Le dijo que se marchara a limpiar bien, que ahora le tocaba a él.

 Estando a solas con el militar, le dije que en ese momento era a mí a quién le apetecía follarse a Eva, pero este me dijo que no lo volvería a hacer en un buen tiempo. Que no la podía follar. Que como mucho me dejaba hacerme pajas y que ella me ayudara. Que no la podía ni siquiera tocar. Llegó Eva al salón y le dijo las órdenes que me había dado. Lo que me jodió de verdad es que ella nos dijo que las obedecería y encima lo hizo (estuve sin tocarla y sin follarla durante varios meses). No me lo esperaba, pero el militar me dijo que me quedará en el salón, y que durmiera allí, pues él se marchaba con Eva a dormir y follar a la habitación. Así lo hicieron. Estuvieron follando toda la noche, pues los oía perfectamente. Creo que me hice varias pajas.

 A la mañana siguiente me avisaron, que les hiciera el desayuno. Se lo llevé a la cama. Eva estaba desnuda, con las piernas abiertas, y me dijo que había disfrutado como nunca. El militar se reía.

 Cuando se fue, besando a Eva y recordándome las órdenes que me había dado, mi mujer me dijo que le encantaba ser la amante de Fernando (así se llamaba el militar francés) y que sólo follaría con ellos. Me tumbé en la cama y me empecé a hacer una paja. Eva me miro y me dijo que estaba totalmente escocida, y que no me pensaba ni ayudarme a hacerme la paja. Mientras me pajeaba más, le pedí que me tocara, pero ella me decía que no, que no le apetecía, que era la puta de los legionarios, y sólo se excitaba con ellos.

 A partir de ese momento, Eva se hizo la puta de los legionarios y algunos de nuestros amigos. Me dejó de follar durante varios meses. Pero eso lo cuento en otras historias.

 

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