Ya
he contado cómo mi mujer Eva empezó un verano a sacar lo zorra que era
en el fondo. Después de aquellas aventuras, pasó una temporada más
tranquila. Volvió a ser la niña que era, la que transmitía con su
carita de chica buena, delgada y muy alta. Nuestros amigos comunes
hacían de vez en cuanto alguna intentona, pero ella lo cortaba de
golpe. Me decía que simplemente no le apetecía, y eso se tenía que
respetar.
Pero en el invierno, sucedió lo que ella pensó que no sucedería nunca. El
militar de la boina roja, que al parecer era de los paracaidistas
franceses, nos visitó en nuestra ciudad. Eva le debió de dar el número
de móvil (aunque me decía que no lo recordaba) y la llamó para decirle
que estaba allí. Ella se puso nerviosa, pero a la vez se preparó para
recibirle.
El caso es que sin darse cuenta, Eva quedó con él en el portal de casa, y
este no se cortó y llamó al telefonillo. Me puse yo, y con un español
con un fuerte acento francés me dijo que era el amigo de mi mujer y que
quería subir. Le abrí. No me lo pensé dos veces, me hizo gracia y a la
vez me excito muchísimo. Eva se cabreó algo, pero no le dio tiempo a
reaccionar, se metió corriendo en la habitación para vestirse y estar
preparada.
El militar llamó a la puerta y le abrí. Me saludó y me preguntó que donde
estaba Eva. Cuando llegamos al pasillo, Eva salió de la habitación,
vestida con una falda corta, una camisa y un jersey. Ella le fue a dar
dos besos, pero este la agarró y le dio un muerdo. Se quedó totalmente
cortada, pues yo estaba detrás de ellos. La situación era muy rara,
pero el soldado no se cortó y le indicó que qué hacía vestida. Le
preguntó que llevaba debajo, y Eva se levantó la falda y dejó ver su
tanga rojo. El soldado le agarró el tanga y se lo retiró, viendo que no
tenía el chochín bien afeitado, por lo que le dijo que así no le
gustaba y que se lo arreglara. Parecía mentira, pero pude ver con mis
propios ojos como ella se comportaba totalmente sumisa. Se bajó la
falda, bajó los ojos y se marchó hacía la habitación.
Ella se puso junto a la cama de matrimonio, y el militar la acompañó
poniéndose detrás. Yo miraba desde el pasillo. Parecía que todos
estábamos cortados, pero el militar demostró que no le importaba nada.
Mientras me miraba, de un golpe le quitó a Eva la camisa junto al
jersey. Ella se había bajado la falda, pero cuando quiso hacer lo mismo
con el tanga, este la empujó y la tumbó en la cama boca abajo.
Me dijo que no me quejara, que no me podía quejar, pues ella era su puta.
Le dije que me parecía bien. Yo estaba totalmente empalmado. Como
controlando la situación, él le quito el tanga y el sujetador. Le abrió
de golpe y de forma brusca las largas piernas y miro bien el coñito de
Eva. Le dio varios cachetes en el culo y le dijo que fuera la última
vez que no se lo depilaba bien para él o cualquier legionario. Le
ordenó que se fuera al cuarto de baño para depilarse bien, lo que hizo
que Eva se levantara y pasara por delante nuestro, desnuda y con cara
de cortada, sin levantar la vista.
Eva entró en el baño, y cuando fue a cerrar la puerta, el militar de un
golpe le dijo que la dejara abierta, que no tenía nada que ocultar. Eva
obedecía como no lo había hecho antes. Cogió varias cosas, y se metió
en la ducha. Abrió el agua, y se puso a depilarse con una maquinilla.
El francés me hizo una señal de que me acercara, y me puso junto a un
lateral de la bañera, retirando él la cortina. Eva estaba con una de
sus piernas encima del lateral de la bañera, con todo el coñito lleno
de espuma de afeitar y mirando hacia abajo. No levantó la mirada en
ningún momento.
Me excitó cómo me hablaba a mí, indicando con varias frases que Eva había
sido la zorra de la Legión, y que en su presencia yo no podía ni
tocarla. Me dijo que era un cornudo y no tenía derecho a nada. Que no
me podía ni tocar, que no podía ni hablar con ella, que no podía ni
desearla. Mientras me decía eso, este le tocaba por todos los sitios,
le pellizcaba los pezones, le metía un dedo en la boca, haciendo que
girara bruscamente la cara, le pasaba la mano por encima del chocho y
le decía que se quitara este o aquel pelo. Eva siempre miraba hacia
abajo.
En un momento dado, le dio la vuelta y la hizo tumbarse hacia delante,
abriéndole bien el culo y mirando todo. Cuando hacía eso me preguntó si
me había contado que él se la había metido por ahí, y yo le hice señas
de que sí. Me indicó que no se me ocurriera metérsela por ahí, pues
sólo lo podía hacer él o un legionario.
En ese momento me dijo que le pusiera un café, y nos fuimos los dos hacía
el salón. Dejamos a Eva depilándose sola, sin hacerla caso. Yo le puse
el café y nos sentamos en el salón. Nos pusimos a hablar de cosas
banales, y al rato apareció Eva vestida, mirando todavía hacia el
suelo. Tenía su mirada de niña que no había roto un plato. El militar
le preguntó de nuevo que quién le había dado permiso para vestirse, por
lo que Eva dio la media vuelta y se fue hacía la habitación. Regresó al
salón totalmente desnuda. Yo no me lo podía creer, pues nunca había
sido así de sumisa, y más delante de mí.
El militar le dijo que se acercara a él, y cuando ella lo hizo, le puso
una de sus piernas encima del lateral del sillón, dejando el coño a la
altura de su cara. Le dijo que estaba bien afeitada, y que desde ese
momento la quería ver siempre así. Eva sólo contesto con un afirmativo
y que no volvería a ocurrir.
Le bajó la pierna del sofá, y la sentó encima suya, mientras hablaba
conmigo. Cuando la puso como tumbada, Eva le dijo que me dijera que me
marchara, pero él le dijo que ella no podía decir quien se marchaba o
quien se quedaba, que no volviera a hablar. Eva se quedó totalmente
callada, mirando hacia detrás del sofá, evitando mirarme a mí. El
militar la acariciaba de arriba abajo, pasando una de sus manos por
encima de sus tetas, su barriga, su coñito y sus piernas.
Me hablaba a mí, contándome que mi mujer había dejado una buena sensación
en el banderín de enganche, que era una pena que no dejaran entrar a
mujeres en la Legión extranjera, pues ella hubiera sido una buena puta
para todos los soldados. Decía que no parecía que tuviera la edad que
tenía Eva, pues parecía mucho más joven, que podía pasar por una chica
de diecinueve o veinte años. Y mientras decía aquellas cosas, observé
que dejó su mano encima de su chocho, que lo tocaba con gracia,
despacio. Eso hizo que mi mujer empezara a gemir un poco, y que poco a
poco fuera abriendo un poco sus largas piernas. Él seguía sin hacerla
caso, pero la tocaba con más profundidad, metiendo incluso algún dedo.
Eva tumbaba su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos.
Cuando llevaba un buen rato, viendo como Eva gemía cada vez más, y abría
las piernas, la giró de golpe, dándole la vuelta y poniéndola boca
abajo encima suya. No le quedó otra que poner su cara girada hacía mí,
por lo que veía que me miraba como diciendo que no podía hacer nada. Me
llegó incluso a sonreír un par de veces, pero enseguida cerraba los
ojos y abría bien la boca, de gusto. El francés le estaba tocando por
el ano y bajaba sus dedos hacía el chochín. Ahí estaba Eva, tumbada
encima de él, abriendo esta vez bien sus piernas y gimiendo. Pensé que
se la follaría delante de mí, pero en un momento el legionario se
levantó y le ordenó a Eva que se fuera a vestir, que se marchaban a dar
una vuelta. Ella lo hizo sin decir absolutamente nada.
Cuando regresó Eva al salón, el militar le preguntó que si estaba
caliente, a lo que ella le dijo que mucho. Le ordenó que se quitara el
tanga, y de un golpe ella se lo bajó y se lo dio. El legionario me lo
lanzó y me dijo que me divirtiera con él, que a ellos no les hacía
falta. La agarró por la cintura y se fueron de casa. Al mirar yo el
tanga, observé que estaba totalmente mojado y con restos de los flujos
de mi mujer. Me hice una buena paja.
El resto me lo contó Eva más adelante, recordándome que no sabía por qué
se ponía tan caliente y tan guarra con otros hombres y que conmigo no
podía.
Que bajaron a la calle, y que el militar le agarró por la cintura. Que era
muy extraño verse por nuestra zona, donde la podían reconocer, en los
brazos de otro hombre que no fuera su marido, pero que eso le hacía
calentarse muchísimo. Que fueron a un bar, a tomar algo. Aunque le
pidió que se comportara en esa zona, o se fueran a otra, este no le
hizo ni caso. Estando en la barra, él le empezó a tocar por el culo.
Ella notó que había gente detrás, pero no se atrevía a mirar. En un
momento dado, el militar le subió la falda con la mano y empezó a
tocarle el culo, pero como no llevaba bragas, los de atrás lo estarían
viendo todo. Que escuchó como se reían unos chavales detrás de ella.
Mientras
su amigo le llegaba a meter un dedo en el ano, le decía que no se
preocupara, que eran muy jóvenes y que no la reconocerían. Ella lo
dudó, pero estaba demasiado caliente para preocuparse por eso.
Estando así un rato, los chicos le dijeron al militar que querían ver algo
más, y eso hizo que este le diera la vuelta de golpe y la puso enfrente
de ellos. Eva cerró los ojos. Le levantó la falda, dejando el chochín
frente a ellos, recién afeitado. Uno de los chicos se acercó y empezó a
tocarla. Mientras decía que eso era maravilloso, el chico le metió uno
de sus dedos. Le preguntó al militar si la podía follar, pero este le
dijo que no. Los chicos preguntaron si podían ver sus tetas, pero fue
cuando este la giró de nuevo y le bajo la falda, agarrándola y saliendo
del bar. Se fueron de allí.
Cuando me contaba eso, le llegué a preguntar a mi mujer si eso le gustaba,
y me volvía a decir que sí, que conmigo no le sucedía, pero que otro le
tratara como una verdadera puta le excitaba mucho, que no lo podía
remediar y que se mojaba como nunca lo había hecho, que no lo entendía,
pero que era así. Que por ejemplo, lo único que deseaba en ese bar era
que le metieran una polla, daba igual cual, y le daba igual que la
estuvieran mirando.
Cuando estaban fuera, ella le pidió que se la follara en algún sitio, pero
el soldado le dijo que lo haría cuando y donde él decidiera. Ella le
decía que estaba muy caliente, pero él simplemente se reía.
Se fueron hasta el coche de él, y al entrar, lo primero que hizo el
soldado fue abrirle bien las piernas y empezarle a tocar el coño. Me
dice Eva que estaba chorreando, no entendiendo como se podía poner así.
Cuando estaban circulando saliendo de la ciudad, cuando ella tenía las
piernas bien abiertas, este le empezó a dar golpes en el chochín, cada
vez eran más fuertes. No lo podía entender Eva, pero le encantaba. Me
decía que le dolía, pero a la vez le excitaba mucho.
Pasaron a Francia, pero se pararon en un área de descanso de la autopista.
Sólo había otro coche en la zona, pero ella no pudo ver quién había. No
la dejó bajar, abriendo él la puerta del coche. Le quitó el jersey y la
camisa, así como el sujetador. Sólo tenía la faldita, que estaba subida
hasta la barriga. La agarró y la sacó del coche, besándola una vez que
estaba fuera.
Le
abrió la puerta de atrás y la colocó de rodillas encima del asiento, en
la forma del perro, dejando su culo a la vista, pues le subió bien la
falda. Le indicó que no se moviera. Ella no lo pensaba hacer, estaba
muy excitada, y muy mojada.
Al poco rato escuchó que el militar hablaba con alguien, pero no se
atrevió a mirar. Estaba muerta de corte, pero a la vez superexcitada.
Pudo entender que eran dos amigos del militar, pero hablaban en
francés. Se acercaron al coche y empezaron a reírse. Le empezaron a
tocar el culo, notando varias manos. Le tocaban el ano, el chochín, las
piernas. Uno de los chicos se giró por la otra puerta, y le dijo a Eva
que le mirara. Ella lo hizo. Le comentó en un español con acento
francés que era muy guapa y joven, y a la pregunta de si era la putita
de los legionarios, ella simplemente le contesto que sí, que era la
puta. En ese momento el chico, que era joven, se acercó y la empezó a
morrear. Le tocaba las tetas y le decía que las tenía muy bien y
grandes.
El chico se sentó a su lado (en la cara) y se bajó los pantalones y los
calzoncillos, sacando una polla que estaba totalmente dura, y le dijo
que se la chupara. Ella lo empezó a hacer.
Mientras,
los otros dos, le seguían tocando por el culo. En un momento, uno de
ellos empezó a darle fuertes cachetes en el culo, lo que hizo que Eva
se abriera bien. Como le hacían daño, miro quien estaba allí, y vio que
estaba el boina roja con un señor más mayor, muy grande, con una barba
y unas manos enormes. No le gustó nada, pero no se atrevió a decir
nada.
Cuando se la estaba chupando al joven, y este le tocaba las tetas, notó
que alguien le metía una polla desde atrás, y al mirar vio que era el
señor de barbas. La tenía enorme, según me dijo. La notó muchísimo, y
lo hacía con fuerza. Le agarraba bien por la cintura, lo que hacía que
ella saliera un poco del coche. Casi a la vez se corrieron los dos. El
joven se corrió en su boca, tragándose todo, terminando de limpiarse en
las tetas de ella. El señor se corrió en su chochín, notando que
retiraba su polla y salía toda la lefa, que calló en el suelo. Como
ella se quedó en la misma posición, el boina roja tomó una toallitas
que tenía en el coche y se puso a limpiarle todo el chochín. Lo hacía
con brusquedad, pero me dijo que aquello le gustaba mucho. Le llegó a
meter varias toallitas en todo el coño, pero ella se dejaba.
El chico joven salió del coche y se fue a la otra parte. Eva observó que
se sacaba de nuevo la polla y se la metía en su chochín. Se reían. El
señor mayor abrió la puerta donde tenía la cara, y no se llegó a meter,
simplemente se bajó el pantalón y el calzoncillo y le dijo a Eva que se
la chupara. Me dice Eva que no le gustaba, que era una polla muy
grande, pero con mucho pelo, y que lo hizo, pero sin mucha gracia. No
le tocaba los huevos, pero eso hizo que él le agarrara las tetas por el
lado, apretándolas mucho y haciéndola daño en los pezones. El señor le
decía cosas, pero en francés, y cuando se corrió ella se retiró,
haciendo que toda la lefa cayera encima del asiento del coche. El tío
se puso a gritar, y agarrándola por la cabeza, le restregó la polla con
restos de lefa, dejándola totalmente la cara manchada de la leche.
El boina roja le entregaba unas toallitas, para que se limpiara, notando
en ese momento como el joven se corría dentro de ella. Mientras ella se
limpiaba la cara, el chico le limpiaba su coñito con otras toallitas.
Los hombres se pusieron a hablar, y el militar le ordenó a Eva que se
vistiera y se esperara allí. Ella lo hizo, quedándose fuera del coche.
Al rato, se despidió de ellos, que le indicaron que era una buena puta
legionaria, y se fueron de allí.
El amigo le dijo en el coche que estos chicos eran legionarios, y que
había quedado con ellos para que se pudieran desahogar con una putita
como era ella. Eva se reía. Estaban hablando, y como vio Eva que se
dirigían hacía Bayona, le dijo que estaba cansada, que estaba llena y
que no le apetecía follar más. Pero el soldado le dijo que ella no
podía decidir, abriéndola de nuevo las piernas (recuerdo que no llevaba
bragas) y el empezó a darle golpes de nuevo en su chochín. Ella le
indicó que lo tenía escocido, pero eso hacía que aumentara los golpes.
Al final decidió no decir nada, y quedarse en esa posición.
Llegaron al banderín de enganche de Bayona, y el militar la hizo entrar.
Solo estaba el que era jefe de aquello. La saludó muy efusivamente,
llamándola putita y dándole un muerdo. El jefe le preguntó al boina
roja, y este le dijo que se la habían follado por la boca y por el coño
un par de veces. Le dijo al soldado que la preparara y que la limpiara
bien. La subió a la parte de arriba, a una de las habitaciones. Le dijo
que se desnudara, y ella lo hizo. La puso de rodillas, en la forma del
perro, y con una toalla húmeda la empezó a limpiar bien por el culo y
el coño. Que después con otra toalla la empezó a limpiar la cara y las
tetas. Ella me dice que se volvió a excitar viendo como era tratada. La
tumbó en la cama, y le dijo que esperará allí. Así se quedó un
buen rato.
Cuando incluso se estaba quedando dormida, entró de golpe en la habitación
el jefe. Estaba desnudo, totalmente empalmado. Se puso al lado de la
cama. Eva sin decir nada, empezó a chuparle la polla, tocándole bien
los huevos. Al poco, el jefe la tumbó del todo, y abriéndole bien las
piernas, poniéndoselas casi en la cara, se la folló dándole fuertes
golpes con la polla y los huevos. Dice Eva que se corrió varias veces,
y el jefe lo hizo al final, dejándola llena de lefa. Que cuando se fue
a limpiar, este le dijo que no lo hiciera, que se lo tenía que dejar
todo allí. Ella le indicó que no tenía bragas, y que se le caería todo,
a lo que él le indicó que no era su problema y que como buena puta
legionaria lo tenía que asumir. Así lo hizo. Cuando bajaba hacía abajo,
una vez vestida, notaba como le chorreaba la lefa del jefe por sus
piernas.
Se despidieron y se fueron de nuevo al coche. El boina roja le dijo que la
llevaba a casa. Fueron hablando durante un rato, y le recordó a ella
que estaba sin desahogarse, y que lo haría en casa. Me dice Eva que
aunque no le apetecía hacer nada delante de mí, le dijo que vale.
Llegaron a casa. Entraron y me dijeron que venían a estar un rato. El
militar me hablaba en forma de darme órdenes. Me excitaba, lo
reconozco. Me estuvo informando que Eva había sido nombrada putita de
la Legión, que ese día había trabajado bien, y que se había comportado
como una autentica guarra. Eva me miraba y me sonreía. Delante de mí le
hizo subirse la faldita, y observé como tenía líquido por sus muslos.
Le dijo que se marchara a limpiar bien, que ahora le tocaba a él.
Estando a solas con el militar, le dije que en ese momento era a mí a
quién le apetecía follarse a Eva, pero este me dijo que no lo volvería
a hacer en un buen tiempo. Que no la podía follar. Que como mucho me
dejaba hacerme pajas y que ella me ayudara. Que no la podía ni siquiera
tocar. Llegó Eva al salón y le dijo las órdenes que me había dado. Lo
que me jodió de verdad es que ella nos dijo que las obedecería y encima
lo hizo (estuve sin tocarla y sin follarla durante varios meses). No me
lo esperaba, pero el militar me dijo que me quedará en el salón, y que
durmiera allí, pues él se marchaba con Eva a dormir y follar a la
habitación. Así lo hicieron. Estuvieron follando toda la noche, pues
los oía perfectamente. Creo que me hice varias pajas.
A la mañana siguiente me avisaron, que les hiciera el desayuno. Se lo
llevé a la cama. Eva estaba desnuda, con las piernas abiertas, y me
dijo que había disfrutado como nunca. El militar se reía.
Cuando se fue, besando a Eva y recordándome las órdenes que me había dado,
mi mujer me dijo que le encantaba ser la amante de Fernando (así se
llamaba el militar francés) y que sólo follaría con ellos. Me tumbé en
la cama y me empecé a hacer una paja. Eva me miro y me dijo que estaba
totalmente escocida, y que no me pensaba ni ayudarme a hacerme la paja.
Mientras me pajeaba más, le pedí que me tocara, pero ella me decía que
no, que no le apetecía, que era la puta de los legionarios, y sólo se
excitaba con ellos.
A partir de ese momento, Eva se hizo la puta de los legionarios y algunos
de nuestros amigos. Me dejó de follar durante varios meses. Pero eso lo
cuento en otras historias.
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