.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi esposa Carla me ha hecho cornudo".

 

 ¿Puede ir mejor la noche? Yo creo que no. Del brazo de Carla, avanzamos por la acera, riéndonos a carcajadas. Desconocemos adónde vamos: nunca habíamos estado antes en esta ciudad. La cena fue estupenda, una copa llevó a otra, paramos en un par de locales a tomar algo... y aquí estamos, disfrutando del paseo, cruzándonos con desconocidos que están igual que nosotros: de fiesta.

 -¡Entremos ahí! –Carla señala una puerta, arriba un cartel reza “La Salsa”. No espera mi aprobación, tira de mi mano hacía allí. Voy tras ella, y la contemplo. Está preciosa, con sus mechas rubias y la melena suelta, con ese vestido negro de tirantes pegado a las caderas, realzando el contorno de su culo, y acabado un poco después del comienzo de sus muslos. El portero nos abre la puerta y le sonríe.

 El local está a media entrada. Una pista de baile dónde varias parejas se mueven al ritmo de la música latina, y una barra con espacio suficiente para acomodarnos. Carla me lleva hasta dos taburetes vacíos, y se sienta en uno.

 -Tengo que ir al baño –le digo antes de sentarme. –ahora vuelvo.

 Nos damos un frugal beso y busco el servicio, hacia el final del local. Algo mareado ya, las copas van haciendo su efecto. Lo encuentro: unas mujeres guardan cola. Me acerco a la puerta de caballeros, tan solo hay un tío delante de mí, tengo suerte. Me acomodo contra la pared y voy mirando el móvil. Pasan cinco minutos ¿qué coño estarán haciendo ahí dentro? Cuando se abre por fin la puerta, y para mi sorpresa sale una chica de mediana edad, rubia, de mirada achispada:

 -Perdón - sonríe. Unas chicas de la cola se ríen.

 Entra el muchacho. Avanzo en la cola, ya hay dos chicos más detrás de mí. Vuelvo a mirar el móvil. Tras ver un par de redes sociales, me pregunto qué estará haciendo mi mujer. Voy a escribirle pero de repente sale el chico del baño, ya me toca.

 Entro en el servicio, y cierro la puerta. Alivio mi vejiga, por fin. Salgo, y veo de reojo como los dos chicos que estaban detrás de mí entran juntos. Otra vez risas en la cola de las chicas.

 Cuando voy llegando a la barra... me detengo. Veo a Carla, donde la dejé, sonriendo y charlando con un muchacho a su lado. Carla tiene una copa en la mano, y el muchacho otra. Parecen entretenidos.

 Me acerco, pero hago como si no conociera a mi esposa. Me mira de reojo, y le sonrío. Detrás de Carla hay una pareja, y yo me pongo justo después. Me pido un cubata, y aguzo el oído, a ver si consigo captar algo de la conversación de mi esposa y aquél desconocido. Pero no lo consigo. Me giro, intentando no incomodar a la pareja que tengo delante, y veo a mi mujer de espaldas a mí, sentada en el taburete... para mi sorpresa, veo la mano de aquel desconocido posarse sobre la rodilla de Carla, entre risas de los dos.

 Noto el corazón expandirse en mi torso, noto mi polla reaccionando. Me excita. Doy un sorbo a mi cubata. Ojalá pudiese escuchar su conversación. La pareja que se interpone entre nosotros se retira. No lo pienso mucho, y me acerco a ocupar su espacio. Intento no mirar, pero sí que escucho con atención:

 -Pues que suerte tiene... -dice el chico.

 -Jajajaja! Eso se lo dirás a todas.

 -No, qué va. No soy muy ligón.

 -Sí, sí, eso seguro... a mí no me engañas... -la voz de Carla suena algo achispada por la bebida, veo de refilón como el muchacho le posa una mano en el brazo, la acaricia arriba y abajo.

 -En serio, aunque no lo creas Carla. Lo que pasa es que no me pude resistir cuando vi una chica tan guapa, sola, en la barra. Y estaba seguro de que no estarías sola, una preciosidad como tú. Pero bueno, si dices que tu marido no es celoso... -la cara del chico avanza hacia mi esposa, pero esta le regala una cobra...

 -Creo que saldré a fumar… -dice mi esposa.

 -Te acompaño –se envalentona, insistente, él.

 -No, no, tú espérame aquí, pídeme otra copa.

 Me salgo fuera, intuyo lo que Carla pretende. Efectivamente, no tarda en salir y buscarme con la mirada. Le silbo, estoy dos portales a su izquierda. Viene hacia mí, y me besa, me mete la lengua, me atrae contra ella.

 -Vaya... -le digo- estás excitada... parece que mi mujercita está ligando...

 -¿Me das tu permiso?

 -¿Lo necesitas? –le sonrío. Volvemos a besarnos, nuestras lenguas entrelazadas. Mi polla reacciona, y mi cerebro no piensa mucho, fruto del alcohol, y de una situación muchas veces soñada, pero que aún no había ocurrido nunca. Carla fuma, va mirando de reojo la puerta de la disco.

 -¿Estás seguro...? –noto, pese a su ligera embriaguez, algo de inseguridad...

 -Estaré cerca amor... tú déjate llevar...

 La beso de nuevo, y la dejo sola entrando en el local. El chico está en el lugar donde quedó, mirando su móvil. Ahora decido quedarme en un extremo de la barra, me pido otro cubata. Carla entra, y se dirige al chico. Al llegar a su altura, veo cómo se besan. La boca de mi esposa, comiéndose literalmente la de aquel desconocido. Es muy pasional, la mano del chico busca el culo de mi mujer y lo agarra con firmeza. Sonríen. Hablan. No puedo escuchar su conversación, y me gustaría. Vuelven a besarse. Tengo una erección. Noto el latido de mi corazón bombeándome con fuerza en la sien. Una chica se pone a mi lado y me dice algo. Ni lo escucho. Apuro medio cubata en un par de tragos. Me siento algo mareado. Veo al muchacho yéndose, coge de la mano a Carla. Salen fuera.

 Cuento hasta tres, y salgo también, nervioso, excitado. Miro a derecha e izquierda. A mi izquierda, a unos metros, él la tiene cogida de la cintura, le dice algo en la oreja, ella se ríe. Los sigo con prudencia. ¿Y si se dirigen al coche de él? ¿Y si se van? Por un momento me asaltan las dudas, se me ocurre la posibilidad de interrumpir aquello. Pero miro adelante y veo a Carla decidida, abrazada a aquel desconocido.

 Tuercen en un callejón. No tardo en alcanzarlo, y me asomo con cuidado. Veo sombras a lo lejos, al fondo, es un callejón bastante profundo y sin salida. Hay un contenedor, a medio camino, que tapa medio callejón. Consigo deslizarme hasta él, y me sitúo detrás. Entre el contenedor y la pared, dispongo de sitio suficiente para observar. No hay mucha luz, pero veo el contorno de mi esposa y de aquel muchacho, fundiéndose en un beso, acariciándose con deseo. El chico la tiene contra la pared, sus manos buscando bajo su falda. La mano de Carla busca el paquete del chico. Veo el tanga de mi esposa descender por sus piernas, agarrado por las manos del chico, que se agacha mientras lo hace. Su cabeza se pierde entre las piernas de mi esposa. Carla le agarra la cabeza, lo atrae contra ella.

 -Oh, sí, sí... -gime.

 Temo que sus gemidos se escuchen en la calle, me giro hacia atrás pero no hay nadie. Hay suficiente distancia, el callejón es bastante largo. Vuelvo a mirar, ahora Carla se ha volteado, dándole la espalda al chico, las manos contra la pared. Lleva la falda subida a la cintura, y el chico continúa agachado detrás de ella, saboreando el delicioso trasero de mi esposa.

 Me levanto, delatándome por un momento. Carla mira hacia mí, pero sigue con sus jadeos. Le lanzo un beso con la mano, y vuelvo a agacharme. Joder, noto la polla que me va a reventar bajo el pantalón, pero mi posición es muy incómoda para pajearme. Me siento, la espalda contra la pared, casi tengo mejor visión ahora pues el espacio entre el contenedor y la pared es más ancho desde abajo. Me bajo la bragueta, y aparto el calzoncillo para dejar que mi polla, dura, salte fuera. Me toco, mientras veo como el muchacho abandona su “comida”, y se levanta mientras se desabrocha el pantalón.

 -¿Tienes protección? –escucho a Carla.

 -Sí, claro... -dice el muchacho para mi alivio. Veo como se la coloca, y se la clava a mi esposa desde atrás...

 -Ah, sí, sí, joder... eso es, clávamela, sí... -gime Carla.

 El chico empieza a bombear con fuerza. El ruido de los gemidos de Carla se mezcla con el ruido de sus embestidas al chocar contra las nalgas de mi mujer. Rápido, salvaje. Yo por mi parte me pajeo lentamente, con suavidad, excitadísimo ante aquel espectáculo, ante aquellos primeros cuernos que, con mi aprobación, me está poniendo mi mujer. La voz del chico sobresale por un momento:

 -Joder, nena, qué culo tienes, que ricas estás, te follaría toda la noche... ufff...

 Me giro, nervioso, a la calle. Temo ser descubiertos. Los tres, aunque aquel chico desconoce mi presencia.

 -Ufff, joder, qué rico... –gime Carla- a mi maridito le encantaría ver cómo me estás follando, nene...

 -¿Ah, sí? ¿Le pone ver cómo se follan a su mujer? –dice el chico sin parar en sus embestidas...

 -Sí, sí... ahhhh… -Carla se corre- me corro, dios, no pares, sí...

 -Oh, sí, nena... eso es... dios… -el chico acelera sus embestidas, y de repente se contrae sobre la espalda de Carla. Se corre, se corre con ella.

 Ha sido rápido. Muy salvaje. Quedan quietos por un instante. Estoy a punto de correrme pero me freno, no quiero mancharme, y no puedo ponerme de pie. El chico sale de mi mujer, veo como se quita la protección de su flácida polla, y la tira a un lado. Carla se reincorpora, se gira, se baja la falda. Se agacha a recoger el tanga, y se besan de nuevo. El chico se viste también.
Entonces, en un momento de lucidez, recuerdo que, si se van, va a pasar por delante de mi posición, y me descubrirán (bueno, me descubrirá el chico, Carla ya sabe que estoy allí). Me guardo la polla como puedo y, nervioso, miro de nuevo hacia ellos. Están hablando, las manos de Carla alrededor del cuello del chico. Giran, o mi mujer lo hacer girar, creo, quedando el chico de espaldas al callejón, y se besan de nuevo. Es mi ocasión, y salgo hacia la calle. No miro atrás, y vuelvo a la disco.

 Tengo la garganta seca, el corazón me va a mil, me va a salir el pecho por la boca. Encuentro el mismo sitio que antes, al final de la barra. Pido una cerveza, necesito aliviar mi sed. Nervioso, doy un largo trago cuando me la sirven, y no dejo de mirar hacia la puerta, deseando ver aparecer a mi Carla, esperando que vuelva a mi lado. Dios, deseo verla muchísimo, deseo tenerla, que vuelva a ser mía... Pasan unos minutos que parecen horas, y entra por la puerta. Sola. Me busca con la mirada. Levanto la mano. Me ve y se acerca, sonriente. Al llegar a mi lado, me besa con pasión, su lengua buscando la mía. Se aparta un momento y su mirada busca la mía, busca mi aprobación, mi reacción. Sonrío. La beso de nuevo.

 -¿Y bien…? ¿Tienes sed...?

 -¡Mucha! –se ríe- pero pídeme un Redbull...

 Pido la consumición para mi esposa, y dejo que me cuente. El chico se llama Raúl, y se ha ido tras follarla. Ella le ha dicho que se iba a encontrar conmigo, y que si le apetecía se viniese...

 -Puñetera… -le sonrío- tú querías seguir la fiesta...

 -Pienso seguirla... pero con mi cornudito... -me agarra el paquete, duro, y me besa de nuevo.

 No tardamos en irnos del local a nuestro hotel. La follé como nunca la había follado.

 

 

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