Antes que
nada quiero decir que este relato es 99 por ciento cierto. Sólo
cambié los nombres, pero aún así mi correo es personal y verdadero.
Mi nombre es Luís Antonio, ingeniero de profesión, 32 años y nacido
en la Ciudad de México. Debo decir que siempre he sido atractivo para
las mujeres pues soy muy atlético, alto (más de 1,88m), bien parecido
(según me han dicho) y simpático,. Esto me ayudó un poco en mi
profesión, pues una vez terminada mi carrera entre en un bufet
constructor, una empresa de alto prestigio y con una gran cantidad de
contratos. Allí conocí a la que ahora es mi esposa, la hija del socio
mayoritario, aunque debo decir que me casé con ella por amor mi
posición como yerno del casi dueño me hizo ascender con mucha más
rapidez.
Claudia, mi esposa, es una mujer de 1.78 de estatura, largo cabello
negro, piel blanca y ojos color de la miel, una verdadera belleza con
unas piernas exquisitas, nalgas de campeonato y unos senos
verdaderamente maravillosos, sin mencionar su carita de niña
traviesa. Lo único que podría decirse en su contra, es que es una
mujer tímida en la cama (casi nunca teníamos sexo con la luz
encendida) y que odia vestirse llamativamente por lo que sus encantos
eran solo para ella y si acaso durante la ducha.
Luego de un par de años, cansado de tener una verdadera diosa en mi
cama pero fría como el mármol, me conseguí una amante, una deliciosa
niña estudiante de ingeniería de 19 años que era muy caliente en la
cama., no tan hermosa como mi esposa pero si muy atractiva su nombre
Inés, sin embargo compartía con mi esposa el poco gusto por vestirse
sexy para mí, pero como dicen no se puede tener todo en la vida.
PRIMER ESCALÓN
Mi vida cambió diametralmente a partir de un incidente que en ese
momento no parecía grave en lo más mínimo. Mi esposa tuvo un
accidente automovilístico sin consecuencias (Ciudad de México es una
de las más grandes del mundo y el tráfico puede llegar a ser muy
agresivo). Sólo una gran abolladura en su auto de lujo, pero ella se
llevó un enorme susto.
Luego de pasar por los trámites del seguro se rehusó terminantemente
a volver a conducir. Me pidió primero, para después exigirme, que le
contratara un chofer. Al principio me negué tratando de ser
condescendiente y diciéndole que no tuviera miedo pues sólo había
sido un pequeño accidente. Al subir la discusión de tono decidí que
no valía la pena pelear por eso (como dicen por allí hay que escoger
las batallas que se puedan ganar), finalmente accedí ya que un gasto
como ese, no implicaría nada a nuestro presupuesto pues ella incluso
amenazó con pedírselo a su padre cosa que yo no iba a permitir.
Un par de días después me llamó a la oficina muy contenta diciéndome
que ya había contratado a un chofer, la verdad en ese momento no le
presté demasiada atención pues estaba en medio de una reunión y sólo
recuerdo haberle dicho algo así como felicidades.
Las cosas siguieron como de costumbre por un mes más o menos.
Dado que a pesar de la belleza de mi mujer pocas veces teníamos sexo,
pues como dije le interesaban más otras cosas que tener relaciones
conmigo, y como yo tenía a mi chiquilla no teníamos conflictos por
eso.
Luego de esas semanas pude finalmente conocer al chofer de mi esposa.
Mi secretaria me anuncio que me esperaba Jesús.
Por supuesto que me desconcertó y pregunté:
- ¿Jesús qué?
- El chofer de su esposa me respondió mi asistente.
Con esa referencia recordé el incidente e hice cuentas mentales de
cuanto había pasado ese hombre trabajando para mi esposa y yo sin
saberlo. No pude dejar de sonreír.
Le di autorización a mi secretaría para que dejara pasar a este
hombre.
El tipo no podía ser más ordinario. No pasaba del 1,65 de estatura,
delgado, un poco rubito, pero que tendría casi 50 años. Luego de
darme el mensaje de mi esposa (una tontería en realidad) lo despedí,
pero lo detuve en la puerta:
- Oiga
- Me llamo Jesús respondió sin aparente molestia de que me lo
hubieran dicho apenas unos segundos antes.
- Ah sí, Jesús por favor llévele, de mi parte, un ramo de flores a mi
esposa dije luego de sacar un billete.
El hombrecillo asintió tomando el dinero y salió de mi oficina. Luego
de unos segundos lo olvidé, si me hubieran preguntado como lucía no
me hubiera acercado ni a mil kilómetros de su descripción real.
Pasaron unas semanas y nada fuera de lo común pasó hasta el fatídico
día en que se abrió la tierra bajo mis pies y me di cuenta de lo
ciego que había sido.
Un día en que tenía una comida de negocios me alejé tanto de mi
oficina que decidí ir a mi casa a revisar algunos correos
electrónicos y recoger ciertos documentos. Dado que mi automóvil se
había quedado en la oficina llegue en taxi a mi departamento ubicado
en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Entré a mi casa y
estaba vacía, nada extraño pues mi mujer no trabajaba pero
seguramente había salido a practicar su deporte favorito:
gastar
dinero.
Me encerré en mi despacho y me puse a trabajar. Luego de un rato
escuché que abrían la puerta, supuse, acertadamente, que quien
entraba era mi mujer. Esperé unos segundos imaginando que mi esposa
llegaría para saludarme, pero la llegada de un nuevo correo me
distrajo y me sumí de nueva cuenta en el trabajo.
Luego de unos minutos recordé que yo no había llegado en mi auto, por
lo que seguramente mi mujer no estaba enterada que había alguien en
casa. Decidí salir a decírselo pues no quería asustarla si me veía de
improviso, así que me levanté de mi asiento y me preparé para salir.
Mi puerta estaba a medio cerrar por lo que antes de tomar la chapa me
di cuenta que ella salía de nuestra recamara (mi despacho estaba al
final del pasillo y nuestra recámara a mitad de pasillo, por lo que
podía verla perfectamente pero ella a mí no) pero lo que vi me dejó
helado.
Mi mujer usaba una falda tan corta que apenas le tapaba las nalgas y
unos tacones muy altos, además el torso sólo se lo cubría con un
diminuto top y a todas luces se notaba que no usaba sostén.
La verdad es que lucia como una verdadera diosa, espectacularmente
sensual pero también como una puta de alta calidad.
Mi primera reacción fue detenerla y preguntarle el porqué de esa
vestimenta, pero no pude dejar de mirar como se contoneaba y tuve una
erección inmediata, simplemente la seguí. Ella bajó lentamente la
escalera y yo algunos escalones detrás de ella. En el descanso me
detuve y pude ver que en la sala había un hombre sentado cómodamente.
Mi esposa camino despacio sabiendo que sus movimientos eran tan finos
y excitantes que el hombre no podía quitarle los ojos de encima.
Sin saber el porqué me oculté tras los barrotes de la escalera.
Tiempo después traté de averiguarlo, ¿por qué me escondí en mi propia
casa cuando mi mujer iba, con toda seguridad a revolcarse con un
extraño?
La respuesta creo que fue que no quería dejar de gozar la vista de mi
esposa así, tan sensual, tan erótica, TAN PUTA, pero lo más
importante es que me excitaba tremendamente saber que otro estaba
admirando a mi mujer como una cualquiera, pero en el fondo sabía que
además se iba a revolcar con él.
La voz de Claudia me regresó a la realidad cuando preguntó
melosamente:
- ¿Quieres tomar algo papi?
El tipo respondió simplemente:
- Sí
Mi mujer camino lentamente a la cocina, entonces me di cuenta que la
bebida era sólo una excusa para que el tío se fijara en sus nalgas y
mi mujer se las mostrara.
Cuando Claudia desapareció en la cocina el tipo se desnudo lentamente
y quedo con la verga dura al descubierto. He de decir que fue algo
decepcionante pues si bien su verga era un poco mayor que la mía y
más gruesa el tamaño no diferíamos mucho.
Mi mujer regresó y se quedo mirando a su amante más bien a l rabo de
su amante y sonrió pícaramente. Se puso frente al hombre y se agachó
para dejar la charola en la mesa de centro, pero en realidad fue para
mostrarle las nalgas. Este aprovechó la oportunidad y se las agarró
cosa que mi mujer gozo intensamente, lo puedo afirmar por la
expresión de su cara y porque abrió las piernas para acomodarse mejor
pues sabía que el manoseo apenas empezaba.
El hombre le chupó, mordió, lamió y beso las nalgas por un enorme
rato, mientras con un dedo le tallaba la rajita que seguramente
estaba mojadísima y súper caliente. Mi mujer sólo acertaba a gemir y
repetir:
- Sí papi sigue, así me encanta.
El magreó terminó con una sonora nalgada, supongo que era la señal
para que pasaran al otro nivel. Mi mujer se acomodó y se senté sobre
los muslos de aquel cabrón que estaba gozando a mi mujer como nunca
lo había podido hacer yo. Entonces ella empezó a moverse tallando el
culo contra la verga del tipo, mientras el le quitaba hábilmente el
top y se daba un mar de placer apretándole las tetas. Claudia ni se
diga que lo gozaba igual o más. Entonces ella se levantó se quito la
minifalda pero se dejó el minicalzón , luego se hincó entre las
piernas del que hasta ese momento reconocí como ¡el chofer!
Era obvio lo que mi mujer iba a hacer. Mi furia-excitación estaba
llegando a límites insospechados, conmigo el sexo oral se volvió casi
pecado mortal; una vez casi la obligo pero su reacción de asco fue
tan profunda que decidí no intentarlo más; pero ahora estaba con todo
la intención de hacerlo sin la menor presión es más creo que bien
hubiera pagado para que la dejaran hacerlo.
Primero sacó la lengua y miró a Jesús, el le acariciaba la cabeza,
ella sonreía, luego una larga lamida en la punta de la verga del
chofer. El gemido de placer del hombre inundo toda la casa y no me
hubiera extrañado que se hubiera oído en todo el vecindario. Claudia
pareció enloquecer pues empezó a lamer, chupar y besar aquel rabo que
la ponía de a mil, mientras el chofer prácticamente le gritaba:
- Así putita, así. Haz gozar a papito, comete toda mi verga ¡así
perra!
Mi mujer se esforzaba en hacerlo bien y creo que de ser examen
escolar hubiera obtenido un sobresaliente con mención honorífica,
mientras mamaba el pene del tío movía las nalgas de manera
increíblemente sexy.
Por los gemidos era evidente que Jesús estaba por terminar,
súbitamente tomó a mi esposa del cabello y la arrojó con fuerza al
piso.
Pensé que Claudia iba a reaccionar con rabia pero en lugar de eso se
portó como una gatita. Empezó a ronronear y a caminar en cuatro
patas. Era bestialmente sensual su accionar. Se trepó al sillón
quedando en cuatro patas. Miró hacia atrás como diciendo:
- ¿Te gusta lo que tengo parta ti papi?
El chofer le tomó de las caderas y le hizo a un lado el minúsculo
hilo dental y la penetró de un solo golpe. Ahora el grito de mi mujer
fue escalofriante. Nunca me imagine que pudiera aullar así de placer.
La imagen de mi esposa dejándose fornicar por un
por un
chofer
cualquiera me hizo arder de lujuria. El tipo la penetraba, la
nalgueaba, le jalaba violentamente el cabello y ella lo insultaba
cosa que a ambos, evidentemente los excitaba más.
- ¡Venga grandísimo cabrón demuéstrale a tu puta lo que es tener una
verga como la tuya dentro de mi coño mojado y caliente para ti!
- Apriétame la verga perra, no eres más que eso, una perra caliente
que sólo sirves para hacerme gozar.
Mientras el furor aumentaba me di cuenta que tenia mi rabo en la mano
y me estaba haciendo una paja como nunca antes la había hecho.
Finalmente ambos terminaron y antes de que pudieran quedar exhaustos
Claudia se sacó rápidamente la verga de Jesús y se puso a lamerla con
deseo inusitado.
Hasta allí pude presenciar, subí en silencio las escaleras entre a mi
despacho me corrí como un animal en celo y salí en silencio por la
puerta de atrás de la casa.
El resto del día me la pase deambulando por la ciudad no entendía lo
que pasaba. Por supuesto que comprendía que mi mujer era una puta de
lo más guarra pero también de lo más deliciosa y yo nunca la había
gozado ni cercanamente a como la había gozado Jesús. Pero lo más
incomprensible era que todavía después de horas de pasado el suceso
yo seguía extraordinariamente excitado, tanto que tuve que meterme a
un hotel para pajearme muchas veces.
Cerca de las 10 de la noche decidí ir finalmente a casa. La verdad no
sabía que hacer, al final dije:
- Qué pase lo que tenga que pasar.
Entré en casa y encontré a mi esposa leyendo placidamente en el
sillón en el que horas antes había sido fornicada de manera brutal
pero deliciosa para ella.
Entré y me saludo con una sonrisa.
- ¿Cómo estuvo tu día amor?
Emití un gruñido que sonó algo así como
- Bien
- MMMM - dijo sin cerrar el libro que tenía en sus manos entonces
no tan bueno como el mío, de verdad lo siento amor.
Cuando dijo eso no me pude contener y sin pensarlo dije:
- ¡Sí me supongo que lo pasaste muy bien con tu chofer!
Sin perder un gramo de aplomo me miró, cerró el libro se puso de pie
frente a mí y dijo casi con dulzura:
- ¿Exactamente que quieres decir?
- Que te vi Claudia, en ese mismo sillón revolcándote con tu chofer
Nunca pude terminar la frase. Mi mujer me dio una bofetada que me
ardió mucho más en el alma que en la cara.
- Pues bueno sí ya lo sabes mejor, ahora ya no tendré que esconderme.
La ira que sentía se desbordó y grité:
- No eres más que una puta barata
Una nueva bofetada y ahora ella fue la que gritó:
- Mira Antonio eso no te lo permito, sí soy una puta pero la puta de
Jesús y él es al único que le permito decirme así y pensándolo bien
lárgate de mí casa haragán. Además no creo ser más puta que la
golfilla de Inés con la que te andas revolcando, tu asistente que
por cierto se le nota lo vulgar a millas de distancia.
Mientras lo decía me empujaba a la puerta y terminó sacándome a
empellones de mi propio hogar.
- Y olvídate de seguir trabajando en la empresa de mi padre.
Esas fueron sus últimas palabras antes de cerrarme la puerta en las
narices.
Me quedé mirando la puerta como un imbécil, luego de un rato subí a
mi auto y me fui a un hotel. Perder el empleo en la empresa de mi
suegro era lo que menos me preocupaba con mi habilidad y
conocimientos habría por lo menos 5 empresas que me contratarían
antes de 24 horas.
- Debo estar loco pensaba, pues una vez instalado no podía dejar de
pensar nuevamente en Claudia siendo penetrada por otro, en Claudia
dándole una mamada soberbia a su amante, un amante que en lo físico
ni siquiera se me acercaba. Pero la excitación crecía y crecía. Tanto
que apenas pude dormitar un poco y me pajeé muchas veces y cada vez
me gustaba más.
Al otro día me dirigí a mi casa o la que solía ser mi casa. Saqué las
llaves pero un impulso me detuvo para entrar, así que simplemente
llamé a la puerta. Pasaron un par de minutos hasta que Claudia abrió
la puerta y me saludo cordialmente.
- Buenos días ¿puedo ayudarte en algo?
Nunca supe como ni por qué pero lo que dije a continuación fue como
en sueños.
-Vengo a pedirte perdón Claudia no quiero que me dejes, tienes razón
no debí involucrarme con Inés y si me perdonas te juro que jamás la
volveré a ver en mi vida.
Claudia sonrió pero no dijo nada, sólo se volvió y dijo en voz alta a
alguien que estaba dentro de la casa:
- Tenías razón, volvió.
Acto seguido me dejó entrar y camino por la sala hasta el sillón
donde Jesús estaba placidamente sentado tomando café, completamente
desnudo. Al sentarse Claudia se le abrió la bata y pude ver que
estaba desnuda, deliciosamente desnuda.
Ambos se me quedaron viendo con toda tranquilidad.
Claudia puso la mano sobre la verga flacida de Jesús (seguramente ya
se había tirado a mi mujer varias veces y ahora sólo esperaba a
recuperarse para fornicarla de nueva cuenta) y luego me dijo:
- Mira Antonio la verdad no sé que deseas, pero si no quieres que me
divorcie de ti estas son las reglas a partir de este momento.
PRIMERA. Jesús es ahora mi dueño y señor. Tú no me podrás tocar a
menos que él te lo permita.
SEGUNDA. Entra y sale de mi casa cuando y como quiera además es quien
manda.
TERCERA. Nunca más ni me pedirás ni te rendiré cuentas de nada.
CUARTA. Cubrirás todos nuestros gastos y le pagarás a Jesús 8 mil
dólares mensuales.
- ¿Aceptas?
La cabeza me daba vueltas y me sentía como fuera de la realidad. Sólo
alcance a escuchar cuando mis labios dejaron salir un tremendo SÍ.
SEGUNDO ESCALÓN
A partir de ese momento me convertí en un verdadero zombie, a pesar
de que Claudia me había permitido seguir con mi golfilla como
llamaba a Inés sólo se me antojó verla un par de veces en dos meses.
Las condiciones de Claudia se cumplieron al pie de la letra. Jesús
entraba y salía de mi casa como dueño y señor. A veces se quedaba uno
o dos días en los cuales corrían verdaderos maratones de sexo. En la
noche se acostaban en mi cama y a mí me mandaban a mi estudio. A
veces me dejaban verlos otras sólo escucharlos, pero en cada ocasión
no podía dejar de masturbarme como enajenado por verlos revolcarse.
Varías veces le pedí a Jesús que me dejara tocar a Claudia sólo un
par de veces lo permitió, pero fue después de haberla penetrado por
todos lados y para que limpiara su semen ya fuera de su ano, o de su
vagina o de sus labios.
La primera vez me horrorizó el simple hecho de pensarlo, pero cuando
estaba de rodillas frente a Claudia, con todo el pubis afeitado (cosa
que conmigo nunca quiso hacer) el simple olor a semen me volvió loco
y lamí hasta la última gota, a partir de allí era el receptor
perfecto del semen del amante de mi mujer.
En mi trabajo, por el contrario, me iba maravillosamente. Desde que
llegaba no paraba de trabajar con gusto desmedido y todos notaron el
cambio y no dejaron de felicitarme especialmente mi suegro que
bromeaba diciendo:
- Vaya a este ritmo vas a hacer que me jubile muy pronto y deje todo
en tus manos.
En casa las cosas no dejaban de cambiar, ahora cada vez me dejaban
ver menos como se revolcaban mi mujer y su amante, pero sólo oírlos
me ponía como loco de lujuria.
Un día estando en la oficina recibí en mensaje por mi celular:
- Ven a casa ahora mismo era del teléfono de mi esposa.
Salí volando de mi trabajo y llegué de inmediato. Encontré un sobre
la mesa de centro. La letra no era de mi esposa así que seguramente
era de Jesús.
- Enciérrate en mi recámara, siéntate y no hagas ni digas nada hasta
que te lo ordene.
Evidentemente obedecí sin pensar. Eran las 3 de la tarde.
A las 6 de la tarde llegó mi esposa sola. Se paseó por toda la casa y
me miró extrañada y cuando me saludo sólo asentí. Ella sonrió y se
fue a la sala con cara de intriga.
A las 7 de la noche tocaron a la puerta, escuche voces y luego que
cerraban nuevamente la puerta.
Jesús no había sido pues el tenía llave de mi casa y sabía usarla muy
bien.
Claudia entró a la habitación con una caja enorme entregada por
mensajería. Tenía la expresión del gato que se comió al canario. Ni
siquiera se molestó en mirarme.
Abrió el paquete y sonrió para luego decir:
- Eres un loco mi adorado cabrón.
Luego empezó a sacar una por una las cosas de la caja.
Era un vestido entallado, a media pierna, negro, escotado. Una
verdadera maravilla y sólo me imaginé puesto en mi esposa y las
rodillas me temblaron y tuve una erección inmediata.
Saco también un hilo dental que atrás era apenas una ligera hebra, lo
que dejaría sus nalgas completamente desnudas. Unas medias negras con
su respectivo liguero y unos zapatos de tacón altísimos.
Aspiro todas y cada una de las prendas, luego abrió un sobre y leyó
en silencio. Dio una ligera carcajada y puso los ojos en mí. Esa
mirada me provocó escalofrío.
Luego vio el reloj y dijo
- Ups, entonces me tengo que apurar.
Salió disparada a la ducha, yo me quedé mirando las prendas haciendo
mil conjeturas y todas me fascinaban. Luego de un buen rato salió
envuelta en una toalla pequeñita que apenas le cubría el torso, otra
en la cabeza.
Se quito las toallas y quedo desnuda. ¡Dios que hermosa! Se paseaba
de un lado para otro arreglándose. Yo instintivamente me empecé a
acariciar el rabo pues lo había tenido duro por casi dos horas.
Mi esposa me miró y dijo con voz dulce, casi infantil.
- No muchacho, no. De otra manera papi no te va a dejar divertirte
con nosotros.
De inmediato deje de tocarme y sonreí, parecía que sería una noche
espectacular.
A las 9 de la noche se oyó la puerta de entrada. Jesús había llegado.
Usaba un traje italiano hecho a la medida.
- Bien que está usando mi dinero pensé- y a decir verdad, vestido así
nunca hubiera pasado sólo como un vulgar chofer.
- ¿Nos vamos putita? le preguntó a mi mujer que verdaderamente
lucia como reina. Ella tomó un abrigo y tomándolo del brazo dijo:
- Cuando tú andes papi.
Jesús tomó el abrigo y lo arrojó a la cama.
- Hoy no hace frio y quiero que todos vean a la puta que me ando
fornicando. Dijo con todo descaro. Claudia esbozo una sonrisa que se
le iluminó la cara. Luego el antiguo chofer me arrojó las llaves y me
sentenció.
- Hoy eres el chofer.
Me levanté de inmediato y a pesar del entumecimiento de las piernas
corrí para abrirles la puerta, primero de la casa, después del auto.
Se sentaron atrás como debía ser.
- ¿Puedo ver? pregunté con timidez.
- Claro, -respondió Jesús hoy vengo de muy buen humor-. Allí está
la dirección de donde vamos.
Maneje durante un rato dirigiéndome a la dirección que me habían
marcado. Iba lento pues en la parte de atrás las cosas se habían
puesto muy candentes. Por el espejo podía ver las espectaculares
piernas de Claudia y el liguero que portaba, (que por supuesto nunca
se había querido poner conmigo)
Al principio el amante de mi mujer sólo había puesto la mano sobre el
muslo de mi esposa, justo donde terminaba el vestido. Mientras
conversaba con ella, sobre los lugares que íbamos recorriendo,
parecía un experto en la ciudad y a decir verdad su charla era muy
cálida.
Pero Claudia pronto perdió el interés y empezó a acariciarle el rabo
por encima del pantalón. Él sonrió y le dijo algo al oído, ella
sonrío y me miró a través del espejo. Luego le dio un beso largo y
tan apasionado que yo escuchaba claramente como sus lenguas se liaban
y sus salivas se mezclaban. Jesús empujó suavemente las piernas de
Claudia y me dejo ver sus muslos y la minúscula tanga, casi no podía
apartar la vista de ellos. Mi mujer saco la verga de su amante y se
acomodó acostándose en el asiento, Jesús la regaño con suavidad:
- Deja que se divierta un poco, ha sido un bien muchacho.
Claudia sonrió y obedeciendo a su dueño se subió el vestido y abrió
un poco las piernas, mientras empezaba a mamarle la verga con
verdadera ansiedad a su cabrón, como ella lo llamaba. Luego de un
rato de frases entrecortadas, jalones de cabello y un sinnúmero de
veces que escuche que le decían a mi esposa PERRA Y PUTA Jesús
terminó por eyacular y Claudia por tragarse hasta la última gota.
Llegamos al restaurante y Jesús me dijo luego que bajaron del auto:
- Puedes pajearte mientras ceno con la puta de tu mujer, por cierto
¿te gusta como me la fornico?
Asentí humildemente y luego que se alejaron obedecí y me pajeé varias
veces pensando en las piernas abiertas de mi esposa y su boca
chupando la verga de otro hombre hasta hacerlo eyacular.
Luego de un rato me acerque a una ventana del restaurante que por
cierto era muy discreto, con un jardín enorme por lo que pude llegar
a una ventana sin que lo notara nadie. Tuve mucha suerte Claudia y
Jesús estaban justo detrás de ella. Mi mujer tenía el vestido casi en
la cintura y ella pajeaba suavemente a su amante. El mesero lo notó
de inmediato se puso nervioso pero de inmediato supe que lo gozaba.
Fingió que se le caía la pluma y al agacharse a recogerla se asomó
por debajo de la mesa. Jesús sonrió y le abrió las piernas a mi mujer
para mostrarle todo al chico que casi tiene una eyaculación en ese
momento.
El resto de la cena fue mirar como mi mujer se agachaba a chuparle el
rabo a su amante y Jesús hacerla llegar solo con los dedos.
Al final salieron y llegaron al coche. Abrí la puerta pero Jesús tomó
las llaves de mi mano y me dijo:
- Vete a casa y espérala Claudia entró al auto y se subió el
vestido, le mostró al antiguo chofer todo lo maravilloso que poseía.
Jesús sonrió, le metió la mano entre los muslos a mi mujer. Luego
cerró la puerta y subió para manejar. Lo último que vi fue la cabeza
de Claudia que se perdía hacia la verga de su amante.
TERCER ESCALÓN
Me quedé esperando en la sala a mi esposa. Cerca de las 5 de la
mañana apareció. A pesar de lo largo de l anoche (se notaba que no
había dormido un segundo) lucía extraordinariamente hermosa. En
varías partes del vestido aparecían ligeras manchas que seguramente
eran semen del hombre que hacía enloquecer a mi mujer.
Claudia se paró frente a mí y me entregó un pequeño papel que
desdoblé cuidadosamente. Era un mensaje de Jesús:
- Trátala como una reina, puedes hacerle lo que ella te permita y si
te deja penetrarla usa condón.
Al terminar de leer miré a los ojos de Claudia quien me veía como una
mujer de la realeza que está dispuesta a dar un pedazo de pan a un
miserable pordiosero. Me arrojó un condón, se dio vuelta y camino
despacio hacia la que había sido mi recámara.
Corrí tras ella, la encontré sentada en la cama. Se recostó sobre los
codos y lentamente estiró una pierna, señalándome con la punta del
pie. Estaba hipnotizado esa pose era espectacularmente sensual. No sé
que me cautivaba más, su mirada de lujuria o lo que ocultaba debajo
de su vestido y que al tomar esa posición me permitía ver,
excitándome como nunca.
Me hinqué y bese la planta de su zapato, lo hice con desesperación,
como si se me fuera la vida en ello. Luego se levantó, se paro frente
a mí y me señaló una pequeña mancha a la altura de su muslo.
Evidentemente era semen de Jesús. Lo besé y luego lo lamí hasta
dejarlo completamente húmedo. Cada mancha del vestido de mi mujer
pasó por ese tratamiento. Luego se desnudó dejándose sólo el liguero,
las medias y la tanga que también lucía manchas de la leche de su
amante (estás más obvias) pero esas me fueron prohibidas.
Me hizo desnudarme, colocarme el condón, luego acotarme boja arriba.
- Sí me tocas, aunque sea accidentalmente, se acabó todo ¿me
escuchaste?
Un poderoso SÍ salió desde lo más profundo de mi ser.
Tomó mi miembro al que sentía explotar de la emoción y la excitación,
se hizo a un lado el hilo dental y se dejó caer emitiendo un ligero
gemido de placer.
Se recargó sobre mi pecho y me miró directamente a los ojos con una
emoción indescriptible, pero luego me di cuenta que estaba así no por
que estuviera conmigo sino porque recordaba lo que había vivido esa
noche.
- Luego que te dejamos en el restaurante comenzó a decir mientras me
miraba hasta el alma me puse a mamarle la verga, mientras manejaba.
Ah, que rica verga tiene ese hombre, verdaderamente me vuelve loca.
Con su mano guiaba mi cabeza llevando el ritmo al que quería le
chupara ese rabo tan exquisito. No se cuanto tiempo pasó pero me
perdí chupándosela, luego empezó a acelerar sus movimientos sobre mi
cabeza. Entendí lo que quería así que me esforcé más en hacerlo
gozar, hasta que explotó dentro de mi boca y senté el chorro caliente
de su leche pegando contra mi garganta. Tragué como si mi vida
dependiera de ella y no derramé una sola gota.
Mientras hablaba se acariciaba los senos, se pellizcaba los pezones.
Recorría nalgas y muslos con placer recordando que su amante lo haba
hecho ya.
- Yo quería seguir mamándolo, toda la noche, toda la vida. Pero me
jaló del cabello y me dijo:
- Como yo diga y cuando yo diga puta.
- Sí papi, como tú me mandes, para eso eres mi dueño.
- Bajamos del auto (ni siquiera supe cuando nos habíamos detenido) y
me tomo de la cintura y luego bajo la mano a mis nalgas. Entramos a
un hotel, era espantoso, con olores horrendos pero eso no me
importaba. Llegamos al escritorio y me dijo: Pide una habitación y
págala. El chico que atendía se me quedo viendo sorprendido, por
supuesto que lo que veía le gustaba mucho. Saqué el dinero y pagué.
El chico no dejaba de mirar mis tetas. Jesús sonreía, luego metió la
mano y me acarició el pezón. Por supuesto que eso le permitió al
chico ver más de lo que el vestido mostraba.
Miré a Jesús sorprendida
y lo vi sonreír, entonces entendí y lo empecé a gozar: Me estaba
presumiendo, era su puta, su esclava, su juguete y podía hacer lo que
quisiera conmigo, eso me excito al máximo y le di lo poco que me
quedaba de voluntad. Me abrió el escote y le mostró mis senos al
chico que estaba ardiendo. Luego mi dueño me dio una sonora nalgada
(que yo festejé con un excitante ouch) Nos alejamos hacia los
ascensores, pero mi dueño me tomó de la mano y me llevó por las
escaleras. No entendí porqué pero a esas alturas ya no me importaba
nada excepto hacerlo feliz.
A cada palabra de la que había sido mi discreta esposa sentía
aumentar (sí eso era posible) mi excitación.
- Me hizo caminar por delante de él y luego de unos pasos miré hacia
atrás y entonces entendí. Él se había quedado mirando al pie de las
escaleras. Sentí su mirada que me incendiaba las piernas, las nalgas.
Luego me empecé a subir el vestido lentamente, le mostré muslos,
medias, tanga, todo era suyo.
Subió las escaleras me empujo contra la pared y se metió entre mis
muslos y comenzó a lamer, a chupar a jugar con mi clítoris. Le
suplicaba, le pedía, le exigía que siguiera. No me importó que medio
mundo me oyera, quería que todos supieran que ese hombre era mi dueño
y yo su puta. No sé cuantos orgasmos me hizo tener, pero cuando se
retiró sentía que las piernas se me doblaban.
Seguimos la cuarto, mientras abría la puerta lo abrace por la espalda
y mis senos le quedaron en las mejillas, pues la diferencia de
estatura y los tacones que usaba marcaban mucho más la diferencia
pero eso era lo que menos importaba. Le agarré la verga por encima
del pantalón, ya la tenía dura. Escuche un ruido a mi derecha y miré
una pareja me miraba desconcertada. Le sonreí el tipo y pude al fin
sacar la verga más rica del mundo. La pareja miraba fascinada y yo me
sentía en el paraíso. Finalmente Jesús abrió la puerta y entró, yo me
quedé un segundo en el pasillo y sin pensarlo me despoje rápidamente
del vestido y entré sintiéndome una reina. Jesús me esperaba dentro
sentado en una silla me dijo:
- Mira en lo que te has convertido: en toda una puta
- Mira en lo que me has convertido respondí en tu puta, la que
vive cada segundo de la vida para cumplir todos tus deseos y hacerte
gozar siempre. Nunca hasta ahora supe lo que era la felicidad y tú me
has hecho vivir en ella.
Luego, sabiendo que a mi dueño le gusta cogerme vestida me fui al
baño para arreglarme para él. Entré me miré al espejo y pude ver una
mujer FELIZ Y SATISFECHA como nunca imagine que pudiera ser. De reojo
vi que mi dueño me miraba por la rendija de la puerta. ¡Ah! Eso me
prendió. Me desnude despacio, todo par él, gozaba cada mirada que me
lanzaba, sentía sus ojos recorrer mi cuerpo y me hacia humedecer. Me
vestí también lento, él me ha enseñado que las cosas lentas son más
placenteras. Salí del baño, él estaba desnudo, sentado esperándome.
Me acerque contoneándome, me quite el vestido, sólo eso, me agache
frente a él para poner mis nalgas en su cara, me las mordió, chupó,
lamió y beso. Luego me llevo a la cama me puso como perra, como SU
PERRA, me hizo a un lado la tanga me abrió las nalgas
- No papi por allí no, nunca me lo han hecho así él no quiso
escucharme, además yo sólo existo para complacerlo. Cerré los ojos y
me preparé a ser penetrada por el culo. El golpe fue brutal, toda la
verga de mi dueño entró violentamente dentro de mí. Gemí de dolor y
lagrimas corrieron por mis mejillas. Apreté los dientes y me aferre a
las almohadas de la cama. Él comenzó a bombearme lento al principio
pero fue acelerando, siempre con calma.
- ¿Quieres que te lo saque? me preguntó al oído
- ¡No! imploré, dándome cuenta que el dolor iba desapareciendo
rápidamente y sólo se quedaba el placer. Ah que delicia, empecé a
ronronear como gata en celo. Eso lo hizo excitarse más y me dio una
nalgada, ¡ah sí! Eso si me ponía a hervir. Ahora yo le gritaba, le
exigía:
- Párteme el culo grandísimo cabrón, méteme esa verga tan rica que
tienes, no me dejes virgen nada en mí soy la mujer más guarra la más
puta pero soy tu PUTA TU GUARRA.
Entonces sentí su leche inundándome, mientras yo llegaba a mi tercer
orgasmo. Nos desplomamos y apenas tenía fuerza para moverme, así
quedamos y nos dormimos. Me despertó y me ordenó que me vistiera.
Todo el camino me llevó abrazada, me sentía tan segura, tan feliz,
tan suya.
En ese momento exploté dentro de ella, como nunca. Fue en ese momento
cuando entendí lo de hablar con dios durante el orgasmo. Ella también
tuvo un orgasmo pero estoy seguro que fue porque recordaba todo lo
que su amante le había hecho.
Se levantó, yo estaba dispuesto a irme a soñar con mi mujer
fornicando con otro, pero me detuvo y me dijo:
- Todavía no te puedes ir y diciendo esto me entregó un papel con
las instrucciones de Jesús que decían:
- Límpiale el culo a mi esclava, a mi mujer, a mi puta.
Levante la mirada y vi como Claudia ponía las manos en la cama se
inclinaba y me ofrecía sus nalgas y por supuesto su culo. Ese
espectáculo me prendió y empecé a lamer sus nalgas de inmediato
reconocí el sabor a semen de Jesús, lamí cada resto que cubrías las
nalgas de la que alguna vez fue mi mujer, entonces abrís sus nalgas y
le empecé a lamer el culo
- Despacio que mi dueño, mi cabrón me dejo muy sensible. Retomé el
ritmo muy despacio, el olor y el sabor de lo que me estaba comiendo,
me enloqueció.
- Sí, papito sí repetía - así Jesús así.
No me importaba que pensará en todo momento en su amante y que yo
sólo recogiera las migajas (o más bien las gotas) que dejaba el
amante en mi mujer. Tuvo un orgasmo y al mismo tiempo sin darme
cuenta eyacule. Claudia me miró y con enfado dijo:
-. Limpia eso y te vas, yo me voy a dormir, Jesús va a venir por mi a
media mañana y quiero estar lo más linda
más bien lo más puta para
él.
Limpié todo, salí en silencio escuchando la respiración acompasada de
Claudia y me fui al estudio. Me dormí de inmediato soñando en que mi
mujer se revolcaba con otro y yo lo disfrutaba.
CUARTO ESCALÓN
Habían pasado ya casi 9 meses desde que descubrí que mi mujer se
revolcaba con su chofer y además me di cuenta que gozaba
desmedidamente toda esa situación, verme sometido a los caprichos de
mi mujer (creo que a estas alturas ya no era mi mujer sino la de
Jesús y yo era algo así como el proveedor que pagaba todas sus
facturas) y su amante de planta era lo de menos. Luego de las
primeras semanas había descuidado a mi amante, Inés la chiquilla
estudiante de ingeniería. No tenía la personalidad de mi esposa
Claudia, pero era deliciosamente sexy.
Luego de acostumbrarme a mi nueva situación de cornudo (y si he de
ser honesto, gozarla al máximo) retomé mis escapadas con Inés y hasta
ella notó el cambio pues un par de veces me dijo en broma.
- Vaya pareces un toro ¿qué ya no tienes que cumplir en tu casa o
estás tomando pastillitas azules?
Lo que en realidad pasaba era que cuando estaba haciéndole el amor a
Inés me ponía a rememorar todos los detalles que acontecían entre mi
mujer y Jesús ya fuera porque los había presenciado o los había
escuchado de labios de Claudia y eso me ponía a hervir, dando,
paradójicamente, como resultado ser mucho más ardiente con mi amante.
Un día recibí un correo electrónico de Claudia donde escuetamente me
decía:
Me voy con Jesús a Cancún (el paraje más lujoso de México) estaré en
el Hotel X, reserva tú la habitación 415 (debajo de la nuestra)
Tienes que llegar el jueves a medio día, bajo ninguna circunstancia
deberás dirigirme la palabra ni a mí ni a Jesús. Te daremos más
instrucciones después.
Por supuesto que hice lo que se me ordenaba de inmediato. Arribé al
balneario tal y como se me había mandado. Dado que no tenía nada que
hacer sino esperar instrucciones decidí que tendría unos días de
vacaciones. Me instalé en mi habitación para luego salir a tomar
algunos tragos en el bar del hotel. Ya que no era temporada de
vacaciones, había muy pocos huéspedes y si acaso un par de hombres de
negocios y algunas parejas de edad que gozaban sin hijos.
Pronto descubrí a Claudia que se paseaba alegremente con Jesús.
Caminaba con una espectacular tanga roja y un top que dejaba ver sus
maravillosas tetas y sus pezones siempre erectos. Todos los hombres
al verla la deseaban, eso era evidente por las miradas y los
comentarios que se intercambiaban, las mujeres la veían con
desprecio, pero debajo de las palabras de desdén asomaba la envidia
por la belleza y elegancia de destilaba por cada poro.
Ni siquiera me miraron, Jesús la acariciaba descaradamente las nalgas
o las tetas y ella apenas se lo impedía gozando ser el centro de las
miradas y especialmente de la lujuria de su amante.
Esa noche, después de cenar volví al bar y nuevamente los descubrí.
Seguramente iban a bailar, cosa que a Claudia le encantaba. Esta vez
ella llevaba un microvestido de color azul marino, entallado y con
escote impresionante, la tela era delgada, tanto que se le marcaba la
minúscula tanga. Tacones altos que hacían lucir más sus piernas. No
hay que decir que la diferencia de estatura era muy llamativa pero
para esos dos, eso era lo que menos les importaba. Mientras llamaban
un taxi Jesús le agarró groseramente la nalgas, esto dio origen a dos
cosas: la primera que el botones del hotel tuviera una erección y que
Claudia se agachara para besar a su amante aprobando (como si hiciera
falta) las caricias obscenas que recibía.
Cuando finalmente el taxi llegó, el botones les abrió la puerta.
Antes de subir Claudia miró con complicidad a su antiguo chofer y
sonrió, después entró en el auto con una lentitud pasmosa y
descarada, de tal manera que le mostró las piernas y los calzones al
pobre chico que se quedo petrificado. Luego se deslizó en el asiento
y dejó entrar a su amante. Amos rieron descaradamente por su
travesura, lo último que vi fue que Claudia se agachaba, seguramente
para chuparle la verga a su señor.
El sábado a medido día, recibí un mensaje de mi esposa a través del
servicio del hotel. Reconocí su letra de inmediato, era escueto y no
dejaba lugar a preguntas o protestas.
Consigue un uniforme de chofer, renta un auto y recoge a un pasajero
en el aeropuerto a las 4 de la tarde. Tienes prohibido hablarle,
concrétate en hacer lo que se te manda. Luego ven a mi habitación a
las 11 de la noche para recibir instrucciones.
Debo confesar que aquella broma (no sabía calificarla de otra manera)
me pareció completamente absurda. Sin embargo hice tal y como se me
había ordenado. A las 4 de la tarde estaba en el estacionamiento del
aeropuerto esperando al huésped misterioso. Luego de un rato la
puerta del auto se abrió y mi sorpresa fue mayúscula cuando vi entrar
a Inés. Me volví para interrogarla, pero ella me miró fríamente y se
puso a leer una revista de modas. No pude dejar de ver que llevaba
una minifalda que le sentaba muy bien, al mirarla sentada allí no
pude dejar de ver entre sus piernas que mecía de un lado a otro de
una manera muy coqueta y casi puedo jurar que cruzó a propósito las
piernas lentamente para mostrarme su tanga.
Por otro lado no podía salir de mi sorpresa pues a pesar de tener
unas hermosas piernas ella odiaba vestir faldas así que siempre usaba
pantalones.
Regresé a la realidad cuando ella tosió para recordarme mis
obligaciones. Iba a protestar pero recordé lo estricto de mis
órdenes, así que puse el auto en marcha y manejé rumbo al hotel.
Miles de preguntas giraban en mi cabeza, pero nada parecía tener
lógica. Al final arribamos a nuestro destino y las preguntas, en vez
de resolverse, se complicaron mucho. Luego de que Inés salió del auto
lo estacioné y me fui directo a mi habitación. La cabeza me daba
vueltas y tomé una copa y después otra.
El timbre del teléfono me despertó, me había quedado dormido. Escuché
la voz de Claudia por el otro lado de la bocina:
- Báñate, vístete y ven a mi habitación, te espero en media hora.
Luego colgó.
Eran cerca de las 10.30 de la noche, me apresuré a cumplir el mandato
y a las 11 en punto estaba tocando a la puerta de mi esposa.
Me abrió Inés. Si me hubiera abierto la puerta un ángel no me hubiera
sorprendido tanto.
La chiquilla que había seducido, estaba ahora convertida en una
verdadera diosa. Usaba un vestido de noche a medio muslo, escotado,
tan entallado que cada suspiro hacia que la vaporosa tela temblara
por contener a un cuerpo tan impresionante. El maquillaje la hacia
verse con unos años más pero especialmente mucho más sensual, más
tentadora, más cautivante.
Dejó la puerta abierta y entré. Era evidente que festejaban algo pues
Claudia también vestía de noche. Yo no sabía decir cual de las dos
era más espectacular. También de vestido estaba junto a Jesús que
portaba un traje importado de Nueva York. Luego Inés se sentó junto
al que fuera chofer de mi mujer.
Por primera vez me habló Jesús directamente:
- Ésta es tu última oportunidad para dejar de ser cornudo, como
puedes ver tu ex mujer (al decir esto metió la mano entre los muslos
de Claudia que abrió las piernas para dejarse hacer, entonces vi con
toda claridad que no usaba nada debajo del vestido y estaba
completamente depilada) es absolutamente mía y tu niña (al decir
esto metió la otra mano dentro de los muslos de Inés y ella también
los abrió para facilitarle al hombre llegar a su rajita, ella tampoco
usaba nada) también es mía.
Al decir esto miré inconcientemente a Claudia que sólo dijo:
- Como te dije lo de tu amante lo sabía prácticamente desde el primer
día, pero la contacté luego por órdenes de Jesús y créeme ha sido
otra idea maravillosa de mi dueño ¿verdad Inés?
Mi antigua amante sonrió tomó un sorbo de una copa de vino, después
se inclinó para besarse apasionadamente con mi mujer, Jesús
acariciaba sus cabezas mientras ambas intercambiaban lengüetazos a
todo vapor. El hombre continuó hablando:
- ¿Entonces Antonio, te vas de la vida de Claudia? Según entiendo no
necesitas de su fortuna para vivir bien ¿o te quedas para servirnos
(al hacer esto señalo a los tres) sin reservas ni preguntas ni
reproches?
Los tres me miraron durante un largo rato. En mi mente miles de ideas
hervían, entonces lentamente sin saber como ni porque me senté en una
silla junto a la entrada. Luego todo fue observar como mis anteriores
mujeres se desvivían para complacer a un hombre que si lo hubiera
visto en la calle no lo hubiera recordado 5 segundos después.
Inés se levantó y les sirvió mas vino a Jesús y Claudia. Luego ambas
desnudaron lentamente a su hombre, su macho, su dueño, no dejaban de
besarlo, de bendecirlo, de halagarlo. Luego de jugar con él, Jesús,
con una seña, les permitió jugar a ellas. Se empezaron a besar.
Mientras Inés lamía los senos de Claudia aquella, le acariciaba el
cabello y se besaba con Jesús y al mismo tiempo apretaba su rabo. Al
final Claudia terminó lamiéndole la rajita a Inés mientras Jesús la
penetraba por el culo.
Sin darme cuenta tuve dos eyaculaciones. Luego de esa orgía Jesús me
ordenó:
- Límpialas.
Las mujeres se acomodaron el sillón y me ofrecieron todos los puntos
donde el semen de su dueño escurría. Las lamí y sin querer tuve una
tercera corrida.
Antes de dormirse Claudia me entregó un pequeño sobre con más
instrucciones. Luego se durmieron los tres abrazados, desnudos
oliendo a sexo y con una expresión de eterna felicidad.
Leí el pequeño papel y decia:
- Despiértanos a Inés y a mí a las 6 de la mañana para que podamos
despertar a Jesús chupándole el rabo y sentir su leche para
enamorarnos más de él.
Me acomodé en la silla, listo para pasar la noche en vela, no quería
incumplir mis obligaciones.
Aquí termina mi relato. Si se preguntan por que lo he dividido en
escalones es muy simple, no habrá quien diga que he caído en lo más
bajo, pero algunos sí entenderán que los escalones son para subir.
Hoy gozo la vida mucho más de lo que pudiera imaginar. Todos aquellos
que saben lo que es disfrutar ser cornudo lo entienden. Por favor
todos aquellos que quieran comentar algo pueden escribirme.
Email.
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