Queridos
míos colegas cornudos, admirables corneadores y maravillosas
corneadoras nuestras; hoy quiero transmitiros, lo mejor que pueda o
sepa, una suculenta y real historia de cuernos muy bien puestos, pero
desde el punto de mira de la polla de un corneador.
La sé porque una noche de espeso calor en Sevilla, después de haber
consumado un trío inolvidable que gozamos Sara y un servidor con Javier
el magnífico; y ya supondréis el porqué de su magnificencia, él nos
contó con pelos y señales cómo había colocado recientemente, en un
local sevillano donde acudían parejas buscando macho para ella, una
cornamenta enorme y muy divertida a un adiestrado cornudo madrileño que
le ofreció en bandeja a su señora; una viciosa del carajo, nos dijo
Javi de ella.
Lo contaba en la misma cama en la que hacía nada habíamos estado follando
los tres con tanto morbo, las sábanas húmedas de sudores y flujos, en
ese momento del cigarro primero después de la corrida, que tan bien nos
sabía entonces. Recuerdo a la perfección aquellos instantes, no solo
por lo cachondo y divertido de la historia, sino porque mientras el
magnífico, que no fumaba, iba narrando la peripecia, a su lado, Sara,
recostada en su hombro, medio zombie aún por los siete orgasmos que
acababa de disfrutar, con una de sus manos se acariciaba mórbida las
tetas y con la otra el mandoble de Javi en reposo. Pero de esa noche y
de ese trío ya os diré cuando le toque.
Ahora vamos al testimonio de Javier, el corneador. Así lo contaba: La
madrileña tenía peligro, y el cornudo más. Yo estaba en el sitio ese,
una noche de sábado, esperando a una golfa de Mairena, con quien había
concertado un trío comercial, quiero decir para ganar dinero, ella y
yo, con un constructor mariquita que se pirraba por mi polla, vamos que
el tío se sentaba en un sillón con su botella de güisqui y se la bebía
entera, cayéndosele la baba por la cara y por el pijo, que tenía más
bien ridículo, viéndonos en la cama a la viciosa de mi socia y a mí; el
maricón nos animaba y todo: ¡Así Javier, así, clávasela en el chocho,
métele los 22 centímetros hasta dentro al fondo, que le salga por la
boca el nabo!
Estaba yo pensativo por este compromiso, en la barra, de pie, con mi trago
de agua vitaminada y veo que se acerca a mí un hombre de una edad
media, con cara de sátiro golfo, trajeado y con pinta de funcionario
amable, el tío me da la mano y me dice: Buenas noches, disculpe, me
llamo Raúl (40 años), soy madrileño, y me han dicho que en este
lugar... y le ruego me disculpe si no es así, hay hombres atractivos,
guapos como usted, dispuestos a follar con mujeres delante de sus
maridos... ¿me han informado bien?
El tal Raúl, que todavía no me había soltado la mano desde que empezó a
presentarse, daba la impresión de que, por su tranquilidad, no era la
primera vez ni la segunda que ofrecía así a su hembra; lo que yo
aproveché para llevarle su mano a mi paquete y decirle: Cabrón, dime
donde está la señora, y comprueba cómo y hasta cuánto crece lo que le
voy a meter... El tío, como si ya estuviera en trance, empezó a palpar
y embobao, sin palabras, con la otra mano me señala una mesa y en la
mesa su mujer, que a legua se notaba lo cariñosa que era.
El experto cornudo, recuperando el habla y sin quitarme la mano de donde
yo se la había puesto, me dice: Mírala, se llama Beatriz, llevamos
casados quince años y, hace seis, que nuestra convivencia se puso
bastante desagradable, me atreví a proponerle en serio que probásemos a
hacer realidad mi fantasía de verla gozar con otro hombre, a ver si así
nuestras constantes discusiones y nuestros enfados se pudiesen ir a
tomar viento del fresco.
Como te puedes suponer -seguía diciendo Raúl, con la palma de su mano en
el mismo sitio, sin cortarse- Beatriz, al principio se negó en redondo,
dijo que eso era una locura, que acabaría con todo lo nuestro... pero
yo, en ese momento estuve astuto y le repliqué como una flecha: ¿Lo
nuestro, Beatriz, qué es lo nuestro? ¡Lo nuestro es una discusión
continua, y cuando no hay discusión lo que hay es silencio, rencores,
mentiras, desprecios!
Viendo yo ¡palabra de cornudo! que mis dardos habían dado en la diana, me
aproveché y rematé la faena con estos irrebatibles argumentos: Mira,
cariño, tú eres una mujer con capacidad y necesidad de tener un buen
sexo, te lo mereces... y yo, tu marido que te quiere tanto, tengo una
polla chica, bastante chica mi amor. Y no es justo que en estos años de
tu vida, por haberte casado con un hombre que tiene pollita, no polla,
te veas privada sin remedio de poder sentir las embestidas de un rabo
en condiciones.
Y por si faltara algo ¡y ya termino! lo que tú consideras que es un
menosprecio a mi persona, a tu esposo le sabe a gloria: estoy muy
lejos, lejísimos, de sentir cualquier tipo de celos por ti, cariño mío,
sé que me amas, y verte disfrutando ese placer enorme, con un tío que
te llene bien y que te de lo que yo no te doy..; eso Bea, si tú lo
deseas, si tú quieres, sería para mí no únicamente el dichoso
cumplimiento de un deseo, sino motivo para quererte más, para desearte
más y estar siempre a buenas contigo
A estas alturas de la película, y esto es ya Javier quien lo dice, el
Raúl, que se había presentado como hetero y morboso mirón, no dejaba de
sobarme el rabo por encima del pantalón, mientras yo chuleaba ya con la
muchacha (39 años, 170, rubia, pelo largo, delgada, currada de
gimnasio, culo respingón, 105 de tetas) haciéndole gestos obscenos,
pasándole la mano por la cabeza al marido, y hablándole con los labios:
¡Prepárate, zorra¡ ...y la zorra, en su mesa, se ríe como una viciosa
del carajo, se abre de piernas en su butaca, me enseña el coño, las
cierra, se levanta y viene en busca nuestra como si fuese la reina de
Saba...
Estando en este punto, vuestro amante cornudo observó, como las caricias
de Sara fueron acentuándose, alteraban el corazón y todo de Javier,
hasta tal punto que cuando él en su polla tuvo no la mano de mi mujer
sino su boca... lanzó un gruñido, me miró y me dijo: Pedrito, otro día
te sigo contando de tu compañero Raúl y de Bea, ¡dios qué tetas! pero
ahora mira las de Sara, cornudo mira las tetas de Sara en mis cojones y
mira bien, acércate y mira bien cómo entra y sale mi nabo de su boca...
CONTINUARÁ...
Vuestro Amante Cornudo.
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