Siempre
lo tenía metido en la cabeza, me la follaba y pensaba que era otro el
que se la estaba metiendo. Así empezó mi obsesión por verla follar con
terceros. Cada día me ponía más y más.
Me llamo Julio, tengo en la actualidad 40 años, soy un tipo deportista,
1.80, musculado, me cuido mucho, no soy feo y mi polla es de lo más
normal, creo que en la media.
Mi
mujer, Miriam, deportista profesional, competidora, con un cuerpo de
infarto, pelo liso, morena/castaña (alguna vez se lo tiñó de
pelirroja), tetas preciosas no muy grandes pero muy firmes, y sobre
todo pezones brutalmente sensibles. Piel de seda, unos pies perfectos,
unas piernas ligeramente musculadas con formas de diosa griega, muy
guapa de cara y sobre todo su culo: simplemente perfecto. A sus 26
años, no conozco aún ningún tío que la mire y no vea en sus ojos la
cara de deseo por ella.
Nos conocimos hace dos años, evidentemente en el gimnasio donde
entrenábamos los dos. Entre charlas y charlas acabamos quedando un día
y a la semana ya estábamos viviendo juntos. Soy muy activo sexualmente
y me considero buen amante, pero mi mujer es un volcán en constante
erupción. En cuanto le toco el cuello y le paso la mano por el culo, ya
me busca la boca y me mete mano con ganas de guerra.
Follábamos como posesos todos los días, pero pasando el tiempo empecé a
pensar que ella necesitaba más de un hombre y empezamos con los
juguetes. Pollas, vibradores y plugs fueron nuestros preferidos. Y así,
poco a poco, fuimos escalando en nuestras fantasías hasta hablar
claramente de ello.
Ella siempre fue muy sumisa conmigo, yo llevaba siempre las riendas en
nuestra relación y en la cama más aún, así que acabó cediendo cuando le
propuse buscar otro tío para que se la follara junto a mí. Lo único que
me pidió es que fuera yo el que eligiese, que ella no quería saber nada
hasta llegar el momento de hacerlo.
Me lo puso a huevo, así que me sumergí en mis más sucios deseos y pensé
qué era lo que más morbo me daba. Lo tuve claro, siendo tan preciosa y
estando tan buena quería verla con un tipo más maduro que yo, sin
importarme su físico ni su raza, pero sí que fuese algo dominante con
ella y sobre todo que tuviera un buen rabo. Publiqué un anuncio y entré
en chats de cornudos para buscar al candidato. En el proceso de
búsqueda y hablando con unos y con otros, pensé más allá de mi deseo de
verla follar con otro, y decidí que no iba a ser una noche, ya que algo
podría
fallar por nervios o cualquier otra circunstancia. Sería un fin de
semana completo compartiendo no solo la noche sino también el día.
Para poder gozar esta nueva situación que se me había ocurrido, era
evidente que, por si acaso, nos desplazaríamos fuera de nuestro entorno
habitual para evitar situaciones tensas como posibles casualidades con
conocidos y amigos. Decidí que viajáramos fuera de Madrid a un lugar
donde nosotros y el invitado no tuviésemos problemas de arraigo. Una
vez hablado con mi mujer mi nueva vuelta de tuerca a mi fantasía (suya
también, aunque se hacía la dura), me puse de lleno a la busca y
captura.
Tras dos semanas de filtrado y conversación con varios de los elegidos, me
decidí por un tipo de 58 años que vivía en Zaragoza, divorciado, con
hijos ya mayores. Un tipo grande con bastante barriga, aspecto muy
rudo. Trabajaba como comercial de maquinaria agrícola, bastante culto y
educado y, según él, con experiencia en "jugar con casadas jovencitas
dándoles cosas que sus maridos no pueden o no saben".
Su seguridad al hablarme de la cuestión y su total disponibilidad a viajar
sin ningún problema donde fuese hicieron que me decantara por él en
principio. Le comenté a mi mujer que ya casi tenía decidido el invitado
y que si me daba el ok ponía en marcha todo mi plan. Miriam fue
contundente:
- Yo soy tuya mi amor, y como ya te dije, si es lo que quieres lo haré por
ti, hazlo cuando quieras y con quien quieras, si tú lo vas a gozar yo
con verte gozar a ti también lo haré.
No quedaba ninguna duda. Al día siguiente contacté con mi nuevo amigo, le
envié unas fotos muy sugerentes de mi mujer y le dije que nos veríamos
en Barcelona ese mismo fin de semana. Nosotros llegaríamos el viernes
tarde al hotel y nos volveríamos a Madrid el domingo noche.
Él me contestó que no se creía que fuese aun en serio y que me garantizaba
que si mi mujer estaba así de buena y era tan caliente como le decía,
me iba a enseñar cosas que yo no sabía de
ella.
Cierto es que hasta la fecha me había hablado de que tenía una buena
polla, pero aún no se la había visto, así que me envió un vídeo con mi
mujer de salvapantallas del ordenador y comprobé que eso sí era un rabo
y no lo mío. Tenía claro que había acertado, ya solo quedaba comprobar
si en realidad me enseñaría cosas que yo desconocía de mi mujer.
En la conversación hablamos de cómo íbamos a rematar el acto, y me dijo
que si queríamos gozar de verdad, lo mejor sería que días antes nos
hiciéramos analítica de venéreas y SIDA para poder follar sin ningún
miedo, ya que sabía que mi mujer tomaba píldora, y enseñárnoslas
mutuamente. Me pareció una idea excelente y que nos dejaría a todos más
tranquilos.
El jueves noche ya no pegué ojo pensando en lo que pasaría al día
siguiente, el morbo que me daba me excitaba, me hacía dudar, me hacía
tener miedo pera a la vez lo estaba deseando.
No follamos en toda la semana, mi mujer también estaba nerviosa, ya que yo
no le decía nada, pero me conoce y sabía que no la follaba adrede para
que estuviese más caliente el fin de semana.
Nos levantamos el viernes, hablamos poco, teníamos una calma tensa.
Atendimos unos cuantos asuntos personales y cogimos el avión y
aterrizamos en Barcelona. No hablamos nada del tema, como si fuese un
finde normal.
Llegamos al hotel a las 19 horas, subimos a nuestra habitación y cuando
estamos deshaciendo el equipaje, me sonó el wasap del teléfono:
- Soy José Manuel, ya estoy en Barcelona, voy para el hotel. La mía es la
303, al lado de la vuestra, en cuanto llegue te pego un toque.
Le enseñé el mensaje a mi mujer. Se puso nerviosa, algo tensa. Yo también
estaba nervioso. Me daba un poco de vértigo la situación, estaba
llevando a mi mujer a pasar un fin de semana con un desconocido que se
la iba a follar con un rabo enorme y que me daba algo de miedo lo que
me decía de que me iba a enseñar cómo era mi mujer de verdad. Algo en
mi interior de decía que José Manuel tenía razón. Me daba la espina que
mi mujer, como ya había pensado más de una vez, necesitaba más en el
sexo.
A las 20 horas sonó de nuevo mi wasap:
- Estoy en mi habitación, ¿nos vemos?
Le dije a Miriam que íbamos a verle. Ella me dijo "ve tú solo, yo me doy
un baño relajante y ya le conoceré cuando vayamos a cenar".
Me dejó un poco chafado, pero le hice caso. Salí de mi habitación y toqué
la puerta 303. "Voy" me dijo, y abrió José Manuel. Un poco más alto que
yo, trajeado, con cara de tipo duro pero muy amable, grandote de
tamaño, con barriga, unas manos más grandes que las mías, bien
perfumado.
- ¿Dónde está el bomboncito? Me preguntó.
- Está dándose un baño, está nerviosa, pero no te preocupes, vamos para
adelante.
- Me gustaría comentarte un par de cosillas antes de que metamos la pata,
¿qué te parece?
- Sí, dime, sin problema, me parece bien.
- Verás... Quiero saber cual es tu límite de aguantar. Te lo digo porque,
como te dije, me gusta dominar a las mujeres y verás que poco a poco
voy subiendo el listón hasta hacerme totalmente con ellas, y me
gustaría que antes de empezar tengas claro que voy a hacer con ella y
ella va a hacer conmigo cosas que no ha hecho contigo, y eso te puede
joder o crearos algún problema en la pareja, y eso es algo que no
quiero bajo ningún concepto.
Ahora sí que me estaba acojonando un poco. Su seguridad y rotundidad me
dejaba sorprendido. A la vez me invadía la curiosidad y sobre todo el
morbo de pensar que esto estuviese aún por encima de mis fantasías.
- José Manuel, sin problema, me estás sorprendiendo con tu seguridad, pero
no te preocupes, tú como si yo fuese tu colega en lugar del marido de
Miriam.
- Fenomenal. Pues nos vemos a las 21 en el restaurante. No me la vistas
con pantalones, por favor, que baje con algún vestido de esos largos,
si puede ser.
- A las 21 te vemos, y en cuanto al vestido, no hay problema.
Me fui para mi habitación. Mi mujer ya había salido de la bañera, estaba
repasándose todo con la depiladora, no tiene un solo pelo en todo el
cuerpo. Me preguntó:
- ¿Qué tal, has acertado con tu amigo?
- Muy bien, sí, espero que te dejes llevar y así gocemos al máximo. Tienes
que ser buena chica con él. Va a ser quien mande esta noche sobre ti.
- ¿Qué le has dicho, que me va el rollo de sumisa y eso?
- Claro, porque lo eres ¿no? Aunque solo sea en temas sexuales.
- Joder, Julio, me mola el rollo, pero a este tío no le conozco de nada y
no sé...
- Tú tranquila, déjate llevar. Si algo te mosquea mucho, lo dices y punto,
que esto lo hacemos para gozar, no para estar puteados.
- Ok, si algo no me mola os lo digo y punto.
Así quedó la cosa. Le dije que se pusiera un vestido largo que tiene verde
con estampados tipo selva que me encanta. Se le marca el culo con la
caída que es la ostia. Unas sandalias negras preciosas, las uñas de
manos y pies se hizo francesa, un tanga verde oscuro con encaja a juego
con el sujetador de media copa de eses que dicen invisibles. Se alisó
el pelo un poco, se perfumó y bajamos para el restaurante.
Bajamos en el ascensor, cruzamos el hall. Era un espectáculo cómo la
miraban tanto tíos como tías. Con las sandalias de tacón era brutal el
porte que llevaba tan alta, tan estilizada, tan
buena.
Entramos al restaurante. José Manuel de frente en la barra. Su cara era un
poema, se quedó de piedra. Me juego que pensó: "madre mía el pibón que
me voy a follar".
Se levantó. Se había cambiado de ropa, iba más sport, con unos pantalones
chinos y un polo por fuera con americana. No pude no fijarme en el
paquetón que le hacían los pantalones y sé que mi mujer seguro que
también se fijaría. Se acercó a mi mujer, la tomó de la mano y
acercando su mejilla a la de mi mujer dijo:
- Hola Miriam, por fin te conozco en carne y hueso. Superas todas mis
expectativas, eres la mejor hembra que he visto en mi vida.
Le dio dos besos en la mejilla, pero casi en la comisura de los labios. Mi
mujer de poso roja como un tomate sin saber cómo reaccionar. Yo me
quedé sorprendido por lo de hembra, la forma de mirarla con tanto
descaro y tan agudamente.
Sin soltarle la mano me dijo: "Julio, ¿nos sentamos?".
Y nos dirigimos a la mesa que teníamos reservada al fondo del restaurante,
en un rincón con un pequeño biombo que nos daba más intimidad.
El restaurante estaba lleno, y en la presentación noté cómo más de uno que
no quitaba ojo a mi mujer se dio cuenta de algo raro.
Empezamos a hablar de todo un poco, José Manuel manejaba la situación de
manera que cada vez se hacía la cena más amena. Que si la
independencia, que si el gobierno, que si la vida en general, etc.
Con dos botellas de vino que nos habíamos bebido (nosotros no solemos
beber alcohol habitualmente) ya estábamos relajados en confianza con
José Manuel. Risas y adulaciones hacia mi mujer, piropos constantes...
Pedimos los postres. Nada más irse el camarero, José Manuel le dijo a mi
mujer:
- Ven Miriam, siéntate a mi lado.
Señalando a su izquierda, pegada más al biombo, desde ahí nadie podría
verla.
Miriam me miró como pidiendo permiso, a lo que yo asentí. Se levantó y a
la que iba a sentarse pasando pegada a él por delante, José Manuel se
levantó y le dijo:
- Quieta, espera.
La miró a los ojos. Mi mujer le miro cabizbaja, la cogió con la mano
derecha del cuello lateralmente tocándole la oreja con el dedo gordo y
con la otra mano le agarró el culo, y la besó. Mi mujer primero se
quedó bloqueada, pero rápido abrió la boca y dejó que la lengua de José
Manuel la invadiera.
Fue un beso sucio. Le metía la lengua hasta el fondo mientras la agarraba
fuerte la cacha del culo y la cogía firmemente del cuello.
Yo me empalmé como nunca, me dolía de lo dura que se me había puesto.
Allí, mi mujer preciosa, con un tío de 58 años, la edad de su padre,
morreándola como un cerdo y metiéndole mano con ansia, y ella con las
manos en su pecho, como no queriendo, pero abriendo la boca y moviendo
la cabeza para que no se escapara esa lengua grande de su boca.
Me pareció eterno el morreo. La sentó. Él de pie le dijo:
- Mira cómo me las puesto solo con un morreo. Me he dado cuenta cuando
entrabais al restaurante cómo me mirabas el paquete, y he sabido que
eras una buena zorra y que vas a aguantar el tirón de un macho de
verdad.
Miriam no dijo nada, solo le miró el pedazo de bulto que le marcaba
perfectamente hacia un lado, se veía algo brutal, le volvió a mirar a
los ojos, me miro a mí, volvió a mirar a José Manuel y se mordió el
labio mientras volvía la mirada al bulto.
Llegó el camarero. Un segundo de calma mientras nos ponían los postres en
la mesa.
Al marcharse el camarero, le dijo:
- Ponte de pie delante mío.
Echó la silla para atrás y, estando sentado, mi mujer de pie, metió la
mano por debajo del vestido, le sacó el tanga y me lo dio. Le empezó a
sobar los muslos y a tocarle el culo. Mi mujer ya estaba en trance,
solo respiraba profundamente y se dejaba hacer.
- Abre las piernas.
Él sobó a capricho sin llegar a su vagina ni su ano, la quería tener en el
clímax máximo.
De pronto, mi mujer dio un respingo. Le acababa de agarrar la vulva como
de pellizco, y empezó a movérsela agarrada de manera fuerte y rápida.
Se le doblaron las piernas, no pudo más y se corrió derramando flujo
por sus muslos y mojando las dos manos de José Manuel.
- Cómo sabía que eras de las que te corres como una perra sin poderte
aguantar... Límpiame las manos.
Ella le cogió de las muñecas, y con mucha suavidad y sensualidad le fue
lamiendo manos y chupando dedos, mirándole a los ojos como queriendo
calentarle aún más.
- Siéntate, vamos a tomar una copa y nos subimos.
Acabamos los postres. Era un ambiente eléctrico raro, muy muy excitante.
El camarero nos miraba de forma rara, sabía que algo poco habitual
estaba pasando.
Mi mujer desbordada. Yo sabía que estaba muy cachonda y que estaba como
loca porque José Manuel se la follara, y yo estaba aún más por verlo.
- ¿Qué tal, Miriam? Ahora una copita y nos vamos para arriba. A mí tráeme
un whisky solo, y un ron con Cocacola para la dama, bien cargado.
Julio, ¿tú qué tomas? O mejor no tomes nada, ¿no te parece? Quiero que
estés bien atento.
El camarero me miró con cara de no entender, y le dije que efectivamente
les trajera la bebida que yo no bebía más.
En la espera de las copas, José Manuel me dijo que estaba muy contento de
habernos conocido y que estaba seguro de que nosotros también nos
íbamos a alegrar de haberlo conocido.
Trajeron las copas. Hablamos de todo, como si no hubiera pasado nada. Los
ánimos se fueron calmando, era un profesional, mi mujer de nuevo estaba
distendida, cómoda, a gusto, él la adulaba con comentarios bonitos,
suaves. A mí me felicitaba por cómo era ella.
Acabaron la copa, nos pusimos de pie y fuimos hacia el ascensor. Mi mujer
iba bien tocadilla. La agarró por la cintura, ella apoyó la cabeza en
su hombro. José Manuel me miró como diciendo "esto está hecho".
Entramos al ascensor. Nada más cerrarse las puertas, doy otra vuelta de
tuerca para volver a marcar como el macho alfa:
- ¿Te he dicho Julio, que Miriam va a ser más puta de lo que imaginas y
que no me va a negar nada de lo que su macho le ordene y mande? ¿Te lo
dije o no?
- Así es, José Manuel, eso me dijiste, (dije yo algo abrumado.)
- Pues así será, ¿verdad Miri?
Mi mujer se quedó callada, mirándome algo extrañada, pero terriblemente
cachonda. No le gustaba que le dijeran Miri, es más, rápido protestaba,
pero no dijo nada.
José Manuel insistió:
- ¿Va a ser así, verdad Miri?
Según lo decía, agarrándola por detrás la cogió del cuello con una
mano, metiéndole la lengua en la oreja y con la otra mano agarrándole
la teta de manera soez y basta. Sus pezones se pusieron duros como
piedras y se le escapó un gemido, un leve uhmm. Él, con los dedos, le
apretó el pezón. Ella cerró los ojos y abrió la boca, eso la ponía 2000
por hora, y repitió:
- ¿Verdad Miri?
Mi mujer no pudo más y le dijo:
- Sí, Jose.
- Vas a ser mi putita este fin de semana, mi juguete, y no vas a protestar
por nada, simplemente vas a obedecer y a correrte todas las veces que
quieras sin pensar en nada ni en nadie, solo en tu macho, ¿verdad?
Mi mujer, que estaba a punto de correrse de nuevo con el magreo de tetas,
la presión en el cuello y notando el enorme bulto de José Manuel en el
culo, dijo un suave:
- Sí, jose,
La empujó levemente hacia delante y, dándole un brutal azote en el culo,
le dijo alzando la voz:
- ¡¡¡Más alto!!! ¡¡¡Y no quiero que vuelvas a mirar a este!!!
(refiriéndose a mí) ¡¡¡como si pintara o decidiera algo!!! En tu casa
él será tu macho, pero aquí el macho soy yo y este no pinta nada, ¿te
ha quedado claro?
Mi mujer, con cara de circunstancias, pero loca de ganas de que se la
follara, le dijo:
- SÍ JOSÉ, soy tu puta, haré lo que tú quieras este fin de semana.
Se abrió la puerta del ascensor. Por suerte no había nadie. Llegué hasta
nuestra puerta, fui a abrir y Jose Manuel dijo:
- ¿Dónde vas? No hombre no, la habitación de follar es la mía, que me he
traído alguna cosita para mi zorrita. No quiero reventarla hoy, que me
tiene que durar dos noches y dos días.
Me quedé un poco acojonado. ¿Qué habría traído o qué le tenía preparado?
Entramos a su habitación. Me dijo que me sentara en la silla y sacara el
móvil, que empezaba el espectáculo.
Él agarró la cara con las dos manos y la empezó a morrear, ella con las
manos en su pecho como en la mesa del restaurante tocándole, como con
miedo. La mandó bajar los brazos, tiró de los tirantes del vestido y
este cayó al suelo. La apartó un poco hacia atrás para verla mejor.
Mi mujer, con la cabeza agachada, desnuda completamente, con los pezones
duros como piedras pisando el vestido. La mandó descalzarse.
- Tú recoge todo y quítalo de en medio. (Me mandó.)
Me agaché a recoger todo y volví a mi silla. Jose Manuel, mirándola
detenidamente a un metro de ella.
- Joder, qué buena estás, hija de puta, qué cuerpo para follarte todo él
día y qué cara más bonita y de puta que tienes.
Mi mujer estaba desbordada, la tenía como nunca yo la he tenido. Le miraba
el bultazo del pantalón y él la miraba y se lo tocaba:
- Estás como loca por ver lo que te voy a dar, ¿verdad putita? Estoy
seguro que estás tan cachonda que te vas a correr antes de vérmelo solo
de pensarlo, ¿verdad?
Le miró y le dijo:
- Estoy deseando verlo, Jose, pero no sé si me correré antes de verlo.
Dijo Jose Manuel:
- ¿Cómo? Mal empezamos. Si yo digo una cosa, es porque sé que va a ser
así.
Se puso pegado a ella y con tono severo le mandó abrir las piernas.
Le empezó a sobar las tetas y a jugar con sus pezones, frente a ella. Le
ordenó sacar todo lo que pudiera la lengua y de forma sucia empezó a
chupársela. Le puso los brazos hacia atrás. Mi mujer estaba que se
derretía, la oía respirar muy profundo, como cuando está extasiada. La
arrimó mas a él y empezó a hablarle al oído, metiéndole la lengua:
- Si te digo que te vas a correr, te vas correr. Porque sé lo puta que
eres y sabes a qué has venido. Estás deseando verme la polla, porque
nunca has visto una polla de verdad, y a la vez tienes miedo porque
sabes que te voy a follar el coño y el culo y sabes que te voy a hacer
daño, pero aun así es lo que más deseas. Tienes miedo de que tu marido
descubra que eres mucho más zorra y golfa de lo él se cree, pero yo ya
lo sé y él lo va a saber hoy. Pero lo mejor de todo esto es que lo vas
a saber tú, que ni siquiera tú lo sabes.
Le volvió a agarrar la vulva de repente, cogiéndosela toda en la mano a
pellizco, y con nada más darle el apretón vi cómo se fundía en un
orgasmo tan brutal que se le doblaron las piernas cayendo sobre el
pecho de Jose Manuel en un profundo gemido que la salió del alma.
La tuvo dos minutos descansado sobre su pecho mientras le acariciaba el
culo.
La incorporó y la volvió a morrear de esa manera sucia que tenia él. Mi
mujer era suya al 100%, yo ya no pintaba nada, estaba claro que estaba
sometida a su nuevo macho en cuerpo y alma.
- Ve a lavarte, date una ducha solo con agua, pero refréscatelo bien, que
va a empezar la fiesta de verdad.
Mientras mi mujer se metía en el baño, yo miraba atónito a Jose Manuel. Me
sorprendía el control de no haberla puesto a cuatro patas y habérsela
follado ya. La verdad es que era un crack.
Se fue a hacia su maleta y sacó una crema lubricante. Me dijo: mira, por
si acaso otro día se la entregas a otro, esta crema además de lubricar
de puta madre es un pelín anestésica para cuando le follas el culo sin
dilatar.
De la misma bolsa sacó dos plugs, uno más grande que otro y me dijo: según
la vea hoy la llevo mañana con el grande o con el pequeño, ya veremos.
No quiero reventarla.
Oíamos la ducha de fondo. José Manuel se desnudó por completo. Flipé al
verle el rabo, más o menos 20 o 21 cm, pero como un vaso de tubo de
gorda, y unos huevos gigantes. A pesar de tener todo el cuerpo peludo,
la polla y los huevos los llevaba depilados. La tenía llena de venas y
todavía no estaba empalmado.
Vio mi cara de asombro:
- ¿Qué pasa, que no te esperabas que fuese así en vivo, verdad? Pues de
primeras se va cagar un poco tu mujer, pero luego ya, macho, vas a
tener que traérmela una vez al mes por lo menos, porque va a estar
soñando conmigo.
Me parecía ya un poquito presuntuoso, pero visto lo visto, no quería dar
nada por imposible.
- Oye, una cosa, que al final no lo hemos hecho, toma.
Efectivamente, con todo el lío y lo acontecido, se nos había pasado que
nos íbamos a enseñar la analítica que nos habíamos hecho los tres de
venéreas y SIDA para poder disfrutar plenamente sin miedo. Miré la
suya, que estaba todo ok y le enseñé la nuestra, comentándole que como
era evidente ella tomaba píldora para mayor tranquilidad de todos.
- Mira Julio, desde que hablamos ando maquinando cómo iba a ser con
vosotros, y por las fotos de tu mujer y cómo me decías que era Miri,
sabía que iba a ser mi mejor zorra. Por eso he roto otro rollo que
tenía por ahí y llevo sin vaciar casi 20 días. Me he aguantado un poco
en follarla rápido porque quiero gozarla a tope y que veas cómo le va
gustar tomarse toda mi leche sin desperdiciar nada.
Me abrumaba su rotundidad, me dejaba sin palabras, solo atiné a decir:
- Ya te dije que el tema del semen es lo peor que lleva. Juguetea, pero
no se lo traga.
Me miró altivo, haciendo noes con la cabeza. Justo en ese instante que doy
la vuelta para para colocar la crema en la mesilla, salió mi mujer del
baño, un poco cortada, mirándome con cara de niña buena, como
avergonzada. Miró a Jose Manuel, que en ese momento se giraba hacia
ella y mirándole el pollón dijo:
- Ostia, me vas a destrozar, madre mía.
Y me volvió a mirar como diciéndome ¿has visto eso?
José Manuel, de dos zancadas, se puso delante de ella y le agarró fuerte
el brazo con una mano, dándole un tirón hacia delante, poniéndola en el
centro de la habitación, y con la otra le propinó un azote a mano
abierta que se tuvo que oír hasta en la recepción:
- ¡¡¡A qué cojones te crees que estamos jugando, te he dicho que no le
mires y que no comentes, solo que obedezcas!!! ¿Te ha quedado claro?
Grita, ¿te ha quedado claro?
- SÍ JOSÉ, PERDONAME, LO SIENTO, NO LE VUELVO A MIRAR, PERDONAME POR
FAVOR.
Me quede de piedra. Mi mujer gritando perdón, pero ya no solo lo que
decía, sino cómo le miraba y cómo se sometía.
Le dio un tirón agarrándola del pelo, la puso de rodillas con la cabeza
hacia arriba y en esa postura le ordenó poner las manos atrás cogidas,
sentada sobre sus piernas, le mandó abrir la boca y le puso el enorme
capullo en los labios.
- Solo con la lengua. Lámela y bésala.
Mi mujer hacía lo que podía. Lamía, besaba, le lamia los huevazos, le
resultaba complicado... Él, mientras, jugaba con sus pezones con una
mano, mientras con la otra le manejaba la cabeza.
Por increíble que parezca, esa polla empezó a crecer más y a ponerse tiesa
y dura.
Le soltó las tetas y la cabeza. Puso Jose Manuel sus manos por detrás y le
dijo:
- A ver qué sabes hacer, Miri. Usa las manos si quieres, pero quiero que
te la metas hasta donde puedas. No me la chupes, solo métetela y
sácatela hasta donde puedas, y cuidado con los dientes o te daré una
ostia cada vez que me hagas daño.
Miriam agarró el pollón como sopesándolo, alzó su culo sobre sus perfectos
pies y se la llevó a la boca, abriéndola con fuerza como si le fuera la
vida en ello. Y empezó a mamar. Metía y sacaba el pedazo de carne
intentando llegar hasta la garganta, cosa bastante imposible, pues el
capullo era brutal. En una de esas, él reculó para atrás:
- Perdón, perdón, perdón, lo siento, (le dijo mi mujer en tono de niña
buena.)
- ¿¿¿Perdón???
Y dándole una ostia le giró la cara.
- ¿Qué te he dicho? Mal empezamos.
La agarró de nuevo del pelo y le mandó abrir la boca. Le empezó a follar
la boca cuando la tenía al fondo, la aguantaba hasta que ella daba una
arcada, así la tuvo cinco minutos. Ya la baba le caía por la barbilla.
- Tranquila Miri, bonita, ya aprenderás a comerte mi rabo, apóyate en la
mesita.
Y dándole de nuevo un fuerte azote que la hacía estremecerse, agarrándola
del pelo, la puso apoyando las manos en la mesa alta de la cómoda. Con
sus pies la abrió bien de piernas, dejando expuestos su coño y su culo
a su merced.
- Joder, qué agujeros tienes más bien hechos. Este coñito prieto qué rico,
y el culito... buf, qué cerrado se ve, pero qué rico está. Muy bien,
láser, ya me dijo tu marido. No hay ni un poro mal puesto.
Abriéndola de manera soez y brutal más aún si cabe con sus manos, se
agachó y empezó a meter su boca y su lengua entre sus piernas y culo.
Mi mujer no pudo más. Al notar la lengua de Jose Manuel en su coño y su
culo, empezó a temblar y se corrió de nuevo. Este empezó a darle
manotazos en el coño y el culo, golpeándole el clítoris y el ano,
golpecitos rápidos que ella sentía
y vibraba. El orgasmo se alargaba. Hasta que un "Dioooooossss" salió de
su boca, quedando apoyada en sus brazos, que se le habían doblado.
- ¡Levanta! Pon el culo en pompa, apoya la cabeza y ábrete con las manos
los cachetes, que ahora sí que te voy a meter. Y no vuelvas a
desobedecer sea lo que sea que te haga o te mande, porque me mosqueo y
os mando a tomar por el culo y me voy.
Yo cada vez estaba más perplejo. Esto estaba siendo la ostia,
efectivamente estaba alucinando con mi mujer, y de cómo no podía parar
de pajearme mirando. No me quería correr, quería ver más. Pero el sumun
fue que tras estas palabras de Jose Manuel mi mujer dijera:
- No, por favor, Jose, de verdad que ya no hago nada que no me mandes y te
juro que hagas lo que hagas o me mandes lo hago, por favor, pero
fóllame, fóllame.
- ¿Qué, Julito? Ves, ya te decía yo que era mucha zorra para tan poco
cornudo. Pajéate a gusto, que vas a flipar. (Me dijo mientras encaraba
el pollón, que estaba como el mármol a la entrada del coño de mi
mujer.)
Ella se ponía de puntillas, se abría todo lo que podía. Escupió un sonoro
lapo en toda la cabeza de su polla y empezó a empujar, solo empujaba
despacio abriéndola metiendo centímetro a centímetro toda la barra. Mi
mujer resoplaba, se mordía el labio, hacía fuerza para no chocar la
cabeza contra la pared, la mesa le hacía daño en las clavículas, pero
era un sufrimiento que le gustaba. Él volvía a dar otro apretón y ella
hizo: arghh. Ya no cabía más, le llegaba al útero, faltaban dos
centímetros para tenerla toda dentro.
- Ya me tienes dentro, muévete (Le ordenó.)
Y agarrándola del pelo con una mano y azotándola con la otra el culo, mi
mujer empezó a moverse. Se agarró a la mesa y poco a poco empezó a
subir el ritmo.
Él la levantó, la agarró del cuello trayéndola hacia él, se acercó a su
oído, sacó su lengua, lo lamio y le dijo "córrete zorra", y con la mano
le volvió a agarrar del coño por delante. Fue automático notar el
apretón y temblar doblando las piernas, cayendo en un orgasmo de los
más brutales que jamás la había visto hasta ese día.
Con el rabo bien clavado, mi mujer jadeaba. Le cogió las tetas
fuertemente, apretándole los pezones de manera infame. Ella hizo ademán
de quejarse, pero se acordó de sus palabras y se mordió el labio con
cara de dolor. La tiró al suelo a cuatro patas, sin sacársela, la
volvió a azotar con la mano, y la obligó a hundir la cara en la moqueta
del suelo para que su culo quedara bien expuesto.
Con la polla dentro, él empezó de nuevo un suave vaivén de mete y saca
cortito, suave, haciendo que ella se relajara. Le cogió la mano y se la
puso en su coñito, y la mandó tocarse suave.
- Tócate suave, putita, que sabes lo que viene ahora y cuanto más cachonda
estés, antes te empezará a gustar.
Mientras, con su enorme dedo gordo, empezó a hurgar en la entrada de su
ano.
- Trae la cremita, Julio, amigo, que vamos a ver el nivel de zorra que
aquí tenemos, a ver si supera el examen.
Me levanté y aproveché para ya quedarme en pelotas del todo. Le pasé la
crema a Jose Manuel, que me dijo mirándome a la polla:
- Aunque le hayas follado el culo, sabes que hoy sí va dejar de ser
virgen, además por todos sus agujeros.
- Abre mi maleta y en el neceser hay cinta americana y una pelotita que
tiene una correa, átale las manos atrás y ponle la pelota en la boca.
Me fui a su neceser y saqué lo que me dijo. No me lo podía creer, le
obedecía como si la que estuviera allí no fuese mi mujer, el morbo me
nublaba, estaba en un constante nerviosismo y excitación que no era
consciente, y me estaba gustando más que incluso follármela yo.
Mientras, Jose Manuel hurgaba y metía sus dedos poco a poco en el culo de
mi mujer, echándole crema y masajeando literalmente toda la zona del
ano. Yo le ponía la pelota. Mi mujer no dijo absolutamente nada, e
incluso evitó mirarme cerrando los ojos, y procedí a atarle las manos a
la espalda como me indicó Jose Manuel.
Él seguía con el masaje y bombeando polla en su coño, mi mujer ya empezaba
a respirar hondo y rápido, estaba claro que la dificultad de respirar,
el sentirse completamente ofrecida, el pollón que la llenaba, el masaje
y las penetraciones de dedos en el culo la tenían a punto de correrse
de nuevo.
Jose Manuel me dijo:
- Ven, siéntate aquí a nuestro lado. Cuando yo te diga, la agarras como me
has visto hacer a mí del coño y se lo mueves fuerte, agarrándola
fuerte, ¿te has enterado?
Me senté al lado de mi mujer, a la altura de su cintura. Jose Manuel
empezó a bombear más fuerte. Llegué a pensar que se iba a correr. Mi
mujer ya estaba a punto de correrse, y de repente sacó la polla, la
apuntó a su ano y empezó a meter. Apretaba fuerte, estaba entrando con
dificultad, pero entraba. Miriam solo podía jadear. Hizo amago de
avanzar hacia adelante y que Jose Manuel aflojara, pero le dio un
brutal cachetazo en el lateral del culo que entendió perfectamente.
Apretó y apretó hasta que sus huevos chocaron con su coño.
Mi mujer sollozaba. Estaba claro que era mucha polla para su atlético
culito, y eso que llevaba crema lubricante y anestésica.
- Ya tienes bien follada a tu zorra. Mira... por el culo se la meto hasta
el mango, ya sabes lo que la va a pasar ¿no? Que me la voy a follar por
el culo más que por el coño. Lo tiene prieto de cojones. Esta putita
deportista va a ser mi vicio. ¡Vamos zorra, empieza a moverte, sácala
entera y métela entera!
Mi mujer, sin dejar de sollozar, empezó a sacarse el pollón poco a poco,
con mucho sufrimiento, le dolía de verdad. Por un momento pensé en
cortar el juego si ella se la sacaba y se tiraba al suelo, pero volví a
equivocarme. Cuando ya casi asomaba el glande, volvió para atrás poco a
poco hasta ella misma clavarse de nuevo hasta los huevos.
- Sí señor, esta puta me ha de dar muchas noches de gloria. ¿Ves Julito
como estas putas siempre quieren más? Tú atento a mi orden.
La agarró fuertemente de las caderas y empezó poco a poco a aumentar el
ritmo, cada vez más rápido. Se la sacaba y se la metía entera. Mi mujer
empezó a resoplar, cada vez más. Estaba claro que el dolor había pasado
y que ese pollón clavado tan profundamente la hacía gozar. La sacó de
nuevo entera y se la clavó más duro aún. De repente, empezó a dar más
rápido pero clavado hasta el fondo. Miriam empezó a gemir y gemir cada
vez más rápido y me dijo:
- Ahora, cabrón, rómpele el coño.
Le agarré la vagina como me había dicho y fue hacerlo y mi mujer empezó a
correrse de nuevo brutalmente temblado y con espasmos por el cuerpo.
Me ordenó:
- Quítale la bola a mi zorra, rápido.
Así lo hice. Mi mujer lo agradeció dando un suspiro, disfrutando los
ultimo coletazos de su espectacular corrida, mientras Jose Manuel
seguía bombeando cada vez más duro. Ella parecía una marioneta en sus
manos, parecía que la usase como una muñeca.
Se salió de su culo, la agarró fuerte del pelo y poniéndola de rodillas le
ordenó:
- Abre la boca y saca la lengua.
Le metió el pollón todo lo que pudo, arrastraba algún resto de sangre
mezclado con la crema y algo más, pero ella obedeció sin rechistar. Le
daban arcadas al llegar el pollón el fondo.
Bombeó cinco veces y, sacándosela de la boca, empezó a menearla con el
capullo aún dentro diciendo:
- Si cae una sola gota, no te vuelvo a follar nunca en tu puta vida, así
que traga como si tu vida dependiera de ello, ¿te enteras?
- Sí Jose, no te voy a defraudar nunca, dámelo, por favor, dámelo.
Y cogiéndola fuertemente del pelo empezó a vaciarse. Un semen muy
amarillo, muy viscoso, borbotones que mi mujer recibía con la boca
abierta de abajo a arriba para que no saliera nada según tragaba. Tragó
y tragó. El corridón fue brutal.
La agarró guiándole la boca para que se la chupara entera de nuevo y
limpiara cualquier resto de lo que fuera de su polla y sus huevos, alzó
sus huevos y su polla hacia arriba y le dijo:
- Lámeme el culo, me ha sudado mucho follándote y me gusta sentir tu
lengua.
Estaba totalmente entregada a la voluntad de este viejo barrigón polludo.
Ella se agachó para poder lamerle bien el culo y los huevos, dejándole
completamente limpio.
La levantó del suelo por las axilas, cortó la cinta, no paraba de besarla.
Ella le correspondía. Estaba rota, agotada, le dolía el cuerpo entero,
la cara desencajaba de placer, dolor y cansancio. La mandó tumbarse al
borde de la cama con las piernas abiertas.
- ¡Julito, ven aquí! Ponte de rodillas, cómele el coño y el culo y te la
follas. Y tú, zorra, tócate, que quiero que te corras otra vez con el
cornudo de tu marido. Pero ni se te ocurra comerle la boca. Su boca y
su culo son míos cuando esté con vosotros. Venga, dale ya, cabrón.
Como autómata, me puse a comerle el coño y el culo. Estaba abierta como
nunca me pude imaginar. Ella me sujetó la cabeza y me indicó que se la
clavara ya. Empecé a bombear, no iba a aguantar ni dos minutos de lo
caliente que estaba.
Jose Manuel me increpó:
- Si te corres dentro te lo tienes que comer, así que tú verás. La puta
solo tiene que saber a mí.
Nada más oírlo salí de ella y, poniendo la mano, me vacié sobre mí mismo,
tratando de que no cayera mucho al suelo pajeándome.
Mi mujer aumentó el ritmo de su paja. Tenía los ojos cerrados, imagino que
para cumplir la orden de no mirarme.
Abrió los ojos buscando a Jose Manuel, mientras se frotaba cada vez más
fuerte y se daba cachetitos en el clítoris y dijo:
- José, por favor Joseee.
El muy cabrón la entendió perfectamente. Se puso a su lado, le pasó el
brazo por detrás y empezó a comerle la boca como un cerdo mientras le
retorcía un pezón con la otra.
Ella gimió:
- Otra vez Joseee, otra vez, uhnnnnmmm. Sí, otra vezzz, Dioossss.
Y la muy puta se volvió a correr por enésima vez con espasmos que la
hacían estremecer todo el cuerpo.
Jose Manuel se levantó, dando por concluida la noche. Yo me temía que me
mandara a mí a la habitación y que se quedara con Miriam, pero no fue
así.
En tono de nuevo conciliador y diplomático dijo:
- Lo hemos pasado de vicio, nunca mejor dicho. Vamos a descansar, que nos
queda todo el sábado completo y la mañana del domingo. Mañana bajamos a
desayunar a las 10 y luego antes de salir me dais un toque, que paso a
vuestra habitación a unas cositas ¿ok?
Volvió a morrear a mi mujer sobándole el culo a conciencia y a mí me dio
la mano, diciéndome:
- ¿Tenía razón o no? Venga, tira a descansar que mañana vas a flipar más
aún.
Y cruzando el pasillo en pelotas como íbamos nos pasamos a nuestro cuarto.
Entramos a la habitación. Tratamos de no hablar de lo ocurrido. Miriam se
fue de nuevo a la ducha. Me senté en la cama a esperar que terminara
para entrar yo. La cabeza me daba vueltas pensando en lo ocurrido, pero
sobre todo en qué podría esperarnos al día siguiente.
Nada más salir mi mujer entré yo al baño. No nos dijimos nada. Me duché y
salí. Miriam se estaba dando crema por todo el cuerpo. Me quedé
mirándola embobado, viendo lo buenísima que estaba. Nos miramos a los
ojos, ella sin parar de sobarse:
- No sé qué decirte, ¿lo has gozado? (Le dije.)
Hizo una pausa, me miró como con pena y me dijo:
- Cariño... mucho, me ha encantado y quiero más, ¿y a ti?
La miré cogiendo aire, me quité la toalla de la cintura y le enseñé mi
polla, otra vez dura como una piedra.
- Creo que con esto te he contestado.
Se acerco a mí. Nos besamos apasionadamente, me la agarró, y acercándose a
mi oído me dijo:
- Pues pajéate pensando en cómo me van a follar mañana, porque cuando me
estaba comiendo Jose la oreja mientras me destrozaba el coño, me ha
prohibido follar contigo mientras sea suya.
Me quedé más cachondo aún, pero me resistí. Nos metimos en la cama y
Miriam se durmió prácticamente al instante.
SÁBADO.
Suena el wasap de mi móvil.
Estaba completamente dormido, me costó coger el sueño de todas las vueltas
que mi cabeza daba a lo ocurrido. Miré a mi mujer, aún dormida. Mi
polla dura como una piedra. Joder, me duele de lo caliente que estoy.
Cojo el teléfono... Jose Manuel:
- Ahora cuando os levantéis, os pasáis a mi habitación. Tráete la maleta
de la zorra a ver qué mierda de ropa le has traído, que no se vista,
que ya le digo yo lo que se tiene que poner. Y rapidito, que no quiero
perder el tiempo esperando.
Sus palabras de nuevo me dan un escalofrió, me estremecen y mi polla
parece que me va a explotar.
Llamo a mi mujer, la zarandeo levemente para que se despierte, y abre los
ojos.
Tiene cara de vicio, cara de todo lo que había pasado anoche, y me gusta.
- Miriam, despierta, me ha escrito Jose Manuel que vayamos para su cuarto
y que lleve tu maleta, que vayas sin vestir.
Hago un silencio, en lo que ella se espabila y asimila lo que le he dicho.
Y le comento mirándola a los ojos:
- ¿Quieres que cortemos el rollo ya? ¿Estás bien, te apetece seguir?
Se pone de pie y, mirándome a los ojos, me agarra la polla durísima como
la tenía y me dice:
- Voy a asearme y vamos para allá. Tienes la polla como para que lo
dejemos ahora ¿verdad? Estás deseando que ese hijo de puta me deje rota
y tú verlo.
Se fue hasta el baño, pasé con ella, nos aseamos, se perfumó, se puso un
tanga. Esperó a que me vistiera de sport, pantalón vaquero y camiseta.
Cogí la maleta, bolsa de zapatos y me fui a la puerta a ver que no
pasara nadie.
- Ahora, corre, que no hay nadie.
Y corriendo llamamos a la puerta de Jose Manuel, que al abrirnos se quedó
mirándonos con cara de asombro a mi mujer y seria a mí, y me dijo:
- ¿No te dicho que desnuda? Estás un poco empanado, compañero. O te
espabilas o te quedas sin ver el espectáculo ¿está claro?
No esperó mi respuesta. Cogió a mi mujer del cuello por detrás y la morreó
de esa forma tan guarra sacando la lengua y babeándola. Le amasaba el
culo y le sobeteaba las tetas con ansia.
De pronto paró y, agarrándola del brazo y el cuello, le apoyó en la cómoda
la cabeza quedando su culo ofrecido en pompa. Sujetándole la mano por
detrás, le sacudió tres azotes que se debieron de oír perfectamente
fuera. Agarró el tanga y se lo arrancó haciéndole dar un sonoro "ayyyy"
cuando tiró.
- La próxima vez que te vea con bragas de cualquier tipo, cojo la maleta y
me largo, que no os enteráis ni tú ni tu marido ¿entendido, zorra?
- Sí, Jose, no me volveré a poner bragas, te doy mi palabra.
De nuevo, me sorprendí con la rapidez que mi mujer decía lo que él quería
oír, y sobre todo de "te doy mi palabra".
Así postrada, le metió su gordo dedo índice en el coño y, como si fuera
una varilla, hurgó y lo sacó totalmente mojado.
- Bien, Miri, bien, así me gusta, que seas bien cerda y caliente.
Jose Manuel giró la mano y la cabeza enseñándome el dedo empapado mientras
la seguía sujetando del pelo para que siguiera así. Miró mi bulto en el
pantalón. Yo seguía empalmadísimo:
- Espero que a mi zorra no se le haya ocurrido aliviarte, se lo he
prohibido sin mi expreso consentimiento.
Le miré firme a los ojos y le dije:
- No sé cómo lo has hecho, pero está totalmente sometida a ti. No me ha
dejado ni tocarla. Eres un fenómeno.
- Ya te lo dije, Julio, campeón, que a estas putas hay que darles lo que
hay que darles y tú no tienes ni puta idea. En cuanto a que ya está
totalmente sometida a mis deseos, ya veremos hoy, pero me agrada que
reconozcas que soy un fenómeno.
Agarró a mi mujer del pelo y la puso delante de mí. La tenía agarrada por
detrás con una mano y con la otra le sobaba las tetas, dándole
pellizcos en los pezones y sobándole el coño con toda la mano. Cada vez
que le rozaba fuerte la vagina o le tiraba de un pezón, mi mujer daba
un respingo y ponía los ojos en blanco. Estaba a punto de correrse y
aún ni habíamos desayunado.
- Por ser un tío sincero, te voy a dar un premio.
Puso a mi mujer de rodillas delante de él, justo a mi lado. Se bajó el
bóxer. Tenía la polla morcillona, pero, joder, qué pedazo de pepino. No
dejaba de sorprenderme.
- Las manos atrás, zorrita, y ya sabes. Tú sácatela y pajéate, pero no se
te vaya a ocurrir correrte hasta que yo no te lo diga.
Era un poema ver a mi mujer desencajar su boca y articular su cuello para
comerle el rabo a Jose Manuel.
En un minuto ya tenía el misil preparado. La obligó a metérsela en la boca
un poco más y empezó con una mano a tirarle de los pezones y con la
otra a menearse el buen trozo que quedaba fuera. Estaba claro que
quería bajar a desayunar descargado. Empezó a respirar como muge un
toro, y cogiéndola de la cabeza a mi mujer le dijo:
- Uhmm, Miri, mi vida, ya sabes... ¿eh Miri? Tómala toda o no la tomaras
más...
Y empezó a gruñir con gemidos que cualquiera que pasara por el pasillo los
oiría diciendo:
- Qué bien, Miri, qué bien... Así, puta, trágala...
Se vació por completo. Mi mujer daba arcadas de tanta leche, pero
ayudándose con la mano tragó todo, se la cogió y se la dejó
completamente limpia.
Le giró la cabeza y le mandó abrir la boca:
- Julito, venga, échasela, pero ni tocarla nada, ¿eh?
No tuvo que repetirlo. Empecé a dar espasmos y a vaciarme en la boca de mi
mujer y por toda su cara, su pelo y el suelo. Escupí como nunca.
- Miri, este es tu primer desayuno, vamos a lavarnos.
Nos fuimos los tres al lavabo, cada uno a lo suyo, cruzándonos y
rozándonos, sin hablar. Jose Manuel no dejaba de mirar a mi mujer
constantemente, pensando "joder, qué cosa más rica me estoy comiendo",
seguro.
Salimos del baño. Me ordenó sacar todo de la maleta y a mi mujer la mandó
tumbarse en el borde de la cama boca abajo.
Jose Manuel se fue a su neceser y sacó de nuevo la crema y los plugs
anales. Se fue para mi mujer y le dijo:
- Ábrete el culo, niña, que no quiero hacerte más daño del necesario y lo
quiero tener disponible en cualquier momento, y no tener que estar con
la puta crema todo el rato.
Le untó crema en el ano, sobándoselo sin compasión. Miró cual le iba a
meter, si el más grande o el más pequeño, y haciendo un gesto como de ¡bah!
empezó a clavarle el grande. Costó que entrara. Mi mujer mordía las
sábanas y apretaba los puños, pero una vez dentro notó cierto alivio.
La puso de pie y de nuevo la empezó a morrear, mientras las estrujaba las
tetitas, mi mujer empezó a temblar, se iba a correr y dijo Jose Manuel:
- No, zorrita, noooo, esta vez te vas joder, te quiero caliente hasta que
yo diga.
Mi mujer le miró con cara de pena y con voz de seducida y entregada le
dijo:
- Por favor, Jose, por favor, deja que me corra solo una vez, por favor.
Le tiró para atrás del pelo, le dio la vuelta y le sacudió cuatro azotes a
lo bestia que la dejaron absolutamente marcada, pero ocurrió lo que de
nuevo nunca pensé que pasara y al acabar el último azote mi mujer
gimió:
- Sí, Jose, por favor siii... uhmmmm...
y empezó a temblar corriéndose de pie según la tenía cogida del pelo hacia
arriba.
- SU PUTA MADRE, QUÉ PEDAZO DE PUTA DE PRIMERA TIENES, CACHO CABRÓN. Es la
mejor zorra que jamás he tenido y creo voy a tener nunca.
Le mandó de nuevo que se lavase, ya que se había corrido abundantemente,
moja muchísimo.
Rebuscó en su ropa, le cogió una mallas-leggins gris clarito de deporte, y
una camiseta blanca lisa. Cogió sus zapatillas de deporte y me dijo:
- Poco material me has traído, luego os vais a ir mientras yo duermo la
siesta y ya te digo lo que le compras para esta noche.
Mi mujer salió del baño y se vistió. Sin bragas era todo un espectáculo,
se le marcaba todo perfectamente. Para más inri, la cogió por los
laterales y se lo subió más aun, se notaba perfectamente que no llevaba
nada.
Jose Manuel se puso también vaqueros y polo, no se puso slips, imagino que
para tener acceso fácil.
Bajamos a desayunar. Todo el mundo se rompía el cuello con mi mujer. La
cogió por la cintura y le magreaba el culo con descaro. La gente
alucinaba.
Nos pusimos en nuestra mesa del buffet los tres y Jose Manuel en modo
fraternal empezó a comentar:
- Bueno, pues aquí estamos disfrutado al máximo... Necesito, Julio, que te
relajes más, que te dejes llevar, que des rienda suelta a tu cabeza y
tus instintos, esto es lo que queríais, ¿no? Sé que te desborda porque
creías que conocías a tu mujer, y es verdad, la conoces, pero en su
vida normal de mujer enamorada de ti, de su casa, su trabajo, vamos, lo
normal. Pero la parte zorra que lleva dentro, esa os la estoy enseñando
yo y quiero dejaros claro que estoy seguro que vamos a vernos más
veces, pero sobre todo que el domingo a medio día cuando nos vayamos se
acabó el juego y seremos amigos normales, con el máximo respeto y
educación a ti Julio y a Miriam, y si por casualidad sin quedar, nos
viéramos por ahí, esto que estamos disfrutando aquí, aquí se quedará y
no se mezclará con nada, hasta que no volvamos a quedar para esto
mismo.
Mi mujer y yo nos miramos. De nuevo estaba claro que este tío era un
fenómeno. Sentí un gran alivio y vi verdad y sinceridad en sus
palabras. Noté cómo Miriam también rebajó la tensión en su expresión,
sabiendo que jugábamos a un juego y entendiendo que así iba a ser, ya
que a pesar de todo, antes de sus palabras, el miedo invadía parte de
mi corazón en cuanto a todo lo que estaba pasando. Quedaba claro que
acabado el fin de semana se acababa el espectáculo.
Volvimos a hablar de cosas cotidianas para que todo fluyese de manera
suave y didáctica. Al acabar de desayunar, Jose Manuel dijo:
- Retomando nuestras cosas, ¿cómo notas tu culito, Miri? ¿vas bien?
- Lo noto ahí presionándome, es una sensación extraña, pero me gusta
mucho, me excita.
- Vamos para arriba, que os comento un par de cosas.
Nos levantamos para ir hacia el hall, solo quedábamos nosotros y un grupo
de tres tíos no nos quitaban ojo, tal vez habían oído algo. Nos miraban
con cara de lobos y comentaban. Jose Manuel se dio cuenta y cogió a mi
mujer de la cintura, la puso de manera lateral y empezó a comerle la
boca como solo él hacía. Mi mujer se sujetaba de sus brazos con los
ojos ya cerrados mientras la invadía con su lengua. Ella quedaba de
frente a ellos, veían todo el espectáculo.
Jose Manuel le hizo girar un poco más la cadera, para que vieran cómo se
le marcaba todo el coñito. Metió la mano por delante y empezó un suave
dedeo. Ella fue a sujetarle, pero un "ssshhh" que todos oímos bastó
para que volviese a agarrarse a sus brazos. Mi mujer se iba a correr.
- Abre los ojos, Miri, quiero que te vean tu cara cuando te corres.
...le susurró al oído, y mi mujer poniendo cara de zorra y con los ojos en
blanco, se corrió por segunda en la mañana doblándosele las piernas y
empapando la malla.
Los tíos flipaban, incluso corrieron las sillas para verlo mejor.
Jose Manuel sacó la mano húmeda de las mallas y le dijo:
- Ya sabes, zorrita.
Y agarrándosela mirando con cara de zorra a los tres tíos, sacó su lengua
y se la chupó y lamió.
- ¿Os ha gustado? ¡A mí más! (dijo Jose Manuel.)
Y dándola un sonoro y fuerte azote dijo:
- Vamos para arriba.
Los tíos se quedaron flipados. Yo miré atrás y se reían, no se lo creían.
Subimos a la habitación, ya eran las 12:30 del mediodía.
Jose Manuel nos dijo que se iba a ir a ver un tema suyo personal y que no
comería hoy con nosotros. Que luego vendría por la tarde y que iba a
comprar también unas cositas para la noche.
A mí me mandó ir a una tienda de lencería para que la comprara varias
medias de muslo negras transparentes y varias braguitas negras de seda
con el centro abiertas.
- Comed y descansad luego bien. Tú Julito, ni la toques. Y tú, zorra, ni
se te ocurra tocarte o estar vestida cuando yo llegue. Estaré aquí
sobre las 20:00, y mentalizaros que esta noche sacaremos todo lo que te
queda dentro de puta.
Se vistió y, dándole de nuevo un morreo a mi mujer de 5 minutos con su
correspondiente magreo, se fue.
Yo no dejaba de estar con la polla todo el rato dura, estaba cachondo
perpetuo. Ver a mi mujer con la movida del restaurante, las mallas
empapadas, marcando chocho y culo, los pezones duros del roce de la
camiseta, me tenía en el éxtasis.
- Miriam, vamos a follar un poquito, que mira como estoy, por favor.
Mi mujer sonrió. Se quitó la ropa, abrió las piernas y echado el pubis
para delante se tocó la entrada de su coño y con los dedos me mostró
sus hilillos de flujo de lo cachonda que la había dejado Jose Manuel
con el morreo. Y mirándome muy tajante me dijo:
- Vamos a hacer las cosas bien. Cuando él está, él manda, cuando él no
está, tú mandas, y este fin de semana esta él, así que pajéate, pero yo
me voy a la ducha, y nos vamos a comprar que después de comer quiero
dormir siesta. No sé lo que me espera esta noche, pero quiero estar
descansada por si acaso.
Me quedó claro, y eso me ponía más aún, así que me pasé al baño con ella,
y mirándola mientras se duchaba me pajeé, corriéndome como un
adolescente en la pila para no manchar mucho. Nos vestimos y salimos
del hotel. Paseando, empezamos a comentar sobre lo que había pasado
hasta ahora y lo que podría pasar. Le pregunté a Miriam diciéndole:
- Sé sincera, ¿vale? Sabes que no nos cortamos en comentarnos las cosas.
Cuando te ha pajeado comiéndote la boca mientras te miraban esos tíos y
tú los mirabas, ¿qué has pensado?
Tomó aire y puso cara de uffff:
- ¿Te acuerdas los vídeos que hemos visto alguna vez de estos tíos que
llevan a sus mujeres a que les metan mano extraños y se corran encima
de ellas? Pues eso he pensado, que se levantaban y me empezaban a meter
mano y me llenaban de leche el cuerpo.
Estaba claro que era mi mujer y yo su marido, sabía que eso era lo que me
iba a decir, y aproveché para dar una vuelta más de rosca a mis
perversiones:
- O sea, que tampoco me dirías que no si monto una fiesta con más gente
¿no?
Fue rotunda en su respuesta:
- Mi amor, después de este fin de semana, con el pedazo cerdo este de Jose
que has buscado, con ese pollón que me llena hasta el alma, la mierda
esta que llevo metida en el culo que me tiene cachonda perdida
constantemente, que estoy deseando sentarme para clavármela más y
viéndote a ti con la polla dura continuamente, haz conmigo lo que tú
quieras sin tener que consultarme nada, porque soy más tuya que nunca
si cabe y soy tu esclava, tu mujer, tu amor y tu esposa hasta que me
muera, y te lo juro por mis padres que después de ti son lo más quiero.
Nos fundimos en un pasional beso con lengua y un fuerte abrazo.
Instintivamente, mis manos se bajaron a su culo y arrimé cebolleta,
pero separándome un poco me dijo:
- Shhhh, a ver si este cabrón va a estar por ahí mirando, que luego las
ostias me las llevo yo.
Reímos a carcajadas y seguimos con nuestras compras. Las medias las
compramos en una tienda de marca conocida. Cogí tres pares por si acaso
y las braguitas abiertas las compramos en un Sex Shop que estaba un
poco más retirado. Compramos también otras rojas para nosotros.
Llegamos a comer al hotel a las 15:00h, no quedaba mucha gente ya, solo
cuatro mesas y nosotros. Nos pusimos en la misma mesa de la mañana.
Miriam iba con vaqueros, unos levis viejos que le quedan de muerte
súbita y una camiseta de cuello caja negra, que dejaba al descubierto
los chupetones que Jose Manuel la había hecho la noche anterior. Sus
pezones en punta como siempre al
ir sin sujetador.
Yo no me di cuenta de primeras, pero al volver del buffet a la mesa, ahí
estaban los tres tíos de por la mañana. Estaban mirando con descaro
absoluto a mi mujer y comentando. Cierto, es que no era para menos, era
la tía más buena seguro del hotel y la habían visto correrse y
comportarse como una puta hacía unas horas en manos de un viejo gordo.
Se lo comenté a Miriam y me dijo:
- Sí, yo sí me he dado cuenta nada más entrar, se han avisado entre ellos
diciendo mira mira. El calvo ha estado todo el rato mirándome y
mordiéndose el labio como si me quisiera comer, y el del pelo largo que
tiene la silla girada de frente se tocaba el paquete por encima.
Estaba claro que mi mujer no había perdido detalle. Era una situación un
tanto embarazosa, ya que me excitaba el rollo, pero a la vez me
mosqueaba por si se pasaban y acabábamos a ostias, cosa que no tengo
ningún problema, no rehuyo nunca una buena pelea, pero ya nos
fastidiaría todo.
Empezamos a comer ante la atenta mirada de nuestros vecinos. Mi mujer no
se cortaba cada vez que se levantaba. Sabía que los ponía y a mí verlo,
y se contoneaba como una modelo.
Vino el camarero a traernos los cafés y nos dijo:
- Están los señores invitados a una copa o a una botella de champán si lo
desean de parte de los caballeros de esa mesa.
Mi mujer y yo nos miramos sin saber qué hacer. A mí de primeras hubiera
dicho que no, pero le pregunté a ella.
- ¿Qué hacemos? Si decimos que sí van a venir a presentarse y si decimos
que no después del espectáculo de esta mañana y el que les ha dado tú
ahora, se van a cagar en nuestro padre, cosa que a mí no me importa,
pero te he visto interés en calentarlos. Tú dirás.
Se quedó pensativa, pensando lo que iba a decir y cómo, y soltó:
- Champán no, que me pongo pedo y acabáis follándome todos aquí mismo y
esta noche viene Jose y me desloma el culo y me rompe sin piedad, pero
una copita sí me tomo, que así duermo mejor la siesta, y aunque estos
guarros se confíen, quedamos bien con ellos y si les tengo que explicar
que soy solo de Jose se lo explico, ¿te parece?
No dije más. Aceptamos las copitas, dos rones con Copacola, alzamos los
vasos como brindando mirando hacia ellos, a lo que respondieron con
igual gesto.
Ya solo quedábamos nosotros y ellos. Terminamos las copas y nos
levantamos. "Gracias", dijimos mirándolos, pero uno se levantó y dijo:
- Perdonad por favor, ¿os importaría que nos hiciéramos una foto con tu
chica?
¿Con mi chica? Pensé, si la han visto con Jose Manuel y yo aquí no he
tenido actitud más allá de compañero de mesa... ¿Cómo saben que es mi
chica? Estaba claro que esta mañana habían oído todo lo que Jose Manuel
nos dijo.
- Claro que no, dije yo.
Miriam se fue hacia ellos contoneándose, zorreando, colocándose el pelo,
iba un pelín pedete con la copita.
- ¿Nos la haces tú y así salimos los tres con ella?
Me acerqué a ellos, me dieron el móvil, me retiré bastante para que
salieran todos. La magreaban, con discreción, pero la magreaban. El
calvo incluso le dijo algo al oído.
Al acabar, me acerqué a devolverles el teléfono. Mientras miraban las
fotos si eran buenas o no, seguían magreando, sobre todo el puto calvo,
que no le quitaba la mano de encima, con esa cara de baboso y gordo que
parecía que iba a explotar.
Se despidieron de ella dándole dos besos casi en los labios y nos fuimos
para arriba.
Le dije a Miriam:
- Vaya show con los tres tenores.
Sin mirarme me dijo:
- Anda mamón, que te va a explotar la bragueta. El calvo tiene que ser muy
cerdo, me ha dicho que si el viejo falla, están en la 320, que son tres
pollas solo para mí.
Me dejó helado. Efectivamente, el rollo me había puesto duro otra vez, lo
que le había dicho más. No dije nada. Entramos a la habitación.
Nos desnudamos. Al quitarse las braguitas, mi mujer dijo:
- Julio, por favor, échame una mano, me he puesto bragas, si llega a venir
Jose, tenemos un problema. Bueno, tengo. No obstante, tómalas, mira
cómo están.
Me las tiró. Estaban empapadas. Qué zorra es. Se agachó delante de mí, se
abrió el culo:
- ¿Cómo lo tengo, cariño? ¿Cómo lo ves?
Se veía la base del plug, como un diamante azul. Su culo, divino, como
siempre, oliendo a su flujo que es embriagador lo bien que le huele y
le sabe. Se notaba su ano dilatado, muy rojo. Ya veríamos a la noche,
pensé. "Está espléndido", le dije, y nos metimos en la cama.
19:50 Suena mi wasap.
Me escribe Jose Manuel: "Vamos Julito, que ya estoy en mi habitación,
pasaros por aquí. Ésta que venga en pelotas".
Despierto a Miriam, se va a darse un agua. Mientras está en el baño, suena
de nuevo mi wasap: "Mejor ven tú un momento, que te doy una cosita.
Ella que se quede ahí un momento".
Se lo digo a mi mujer y me paso donde Jose Manuel.
- A ver, Julio, además de este vestido que se va poner esta noche, quiero
que vayas a tu habitación, le quites el plug con cuidado y le hagas una
lavativa con esto. Cuando ya salga todo limpio le vuelvas a poner el
plug, que yo tengo que bajar un momento abajo, ¿ok? Vamos, espabila,
que tenemos que ir a cenar.
No dije nada. Cogí la bomba y me pasé a nuestro cuarto. Mi mujer no dijo
nada, se dejó hacer. Estábamos algo sorprendidos, pero es evidente y
normal, también estaba claro la que se avecinaba. Acabamos y le
escribí: "¿ya está, vamos para allá?".
Sin contestar, llamó a nuestra puerta y dijo: "venga pasad".
Entramos a su cuarto. Agarró a mi mujer y la puso en medio. Él se desnudó
por completo. El barrigón era enorme, pero la mirada se me iba al
badajo.
Se vino hacia Miriam, le pellizcó los pezones. Ella daba pequeños
espasmos. Le metía el dedo en el coño de manera vasta y soez, estaba
como comprobando el género. Lo sacó mojado y se lo dio a chupar, cosa
que mi mujer hizo gustosa. Lo volvió a meter entrando un poco más y al
sacarlo me miro y me dijo:
- Ven, quiero que pruebes cómo sabe tu mujer.
Me acerqué dubitativo. Me puso el dedo en la boca y chupé. Sabía a ella,
era su esencia, la esencia que tantas veces me había comido.
- Muy bien, (me dijo), estás todo el rato mirándome la polla. Agárramela,
quiero que me la toques para que veas que es de verdad un pollón y que
valores lo que tu mujer siente cuando se la
clavo.
Mi cabeza me daba vueltas, estaba de nuevo desbordado. Acerqué mi mano y
le agarré el pollón. Al contacto con mi mano, noté como palpitaba y se
empezaba a poner más dura.
Me quitó la mano:
- No pienses que soy maricón, quería que me la tocaras por estar todo el
tiempo mirándomela. No serás un poquito gay, ¿no?
Fui contundente con él:
- Me gusta tu polla y me gustaría tenerla así, te la miro como puedo mirar
un Ferrari que no me puedo comprar, pero sexualmente lo tengo claro. No
quita que me guste ver de cerca cómo se la clavas o incluso tocártela
en algún momento, pero no me gustan los hombres.
Quedo claro. Me guiñó el ojo asintiendo como que lo tenía claro. Dio la
vuelta a mi mujer y, con la palma de la mano en todo el culo, metió su
dedo corazón y le apretó el plug metiéndole todo dentro. Mi mujer dio
un respingo a lo un "traquilaaa" acompañado de un fuerte azote hizo
quedarse quieta.
Jose Manuel se puso en cuclillas abriéndole las cachas del culo y
sujetándoselo ordenó:
- Aprieta Miri, pero con cuidado, quiero que controles tu ano y solo
saques la base. Si te pasas y se sale todo tendré que enfadarme y eso
no queremos ¿verdad, mi zorrita?
Un fuerte manotazo la hizo dar un paso hacia delante mientras decía:
- Joder, Jose, no sé si voy a poder.
Jadeaba como una niña que va a empezar a llorar, apretaba, pero con tanto
miedo que no conseguía sacarlo.
Otro azote más justo en la zona alta del culo, que la hizo soltar un "uhhhhg"
y justo salió la base.
- Muy bien, Miri, muuuy bien.
Le cogió la cabeza y el cuello como solía hacer y le da de nuevo un brutal
morreo. No la dejaba ni respirar.
Bajó la manaza a su entrepierna, le agarró la vulva y mi mujer se corrió
irremediablemente al primer apretón, doblando las piernas y abriendo la
boca para comerle la lengua con ansia.
- Hay que joderse, qué pedazo de puta eres.
J ose Manuel tenía ya la polla más que a punto. Se restregó los restos
de flujo de mi mujer.
Mirándola a lo ojos, la apoyó encima de la cómoda. Mi mujer le buscaba la
boca, pero él se resistía. Ella estaba desesperada por besarle, su cara
de vicio y sus ojos de deseo eran un poema.La abrió las piernas y
mirándola a los ojos se la empezó a clavar.
Miriam cerró los ojos al sentir como la abrían. Fue muy despacio, hasta
llegar al fondo.
La agarró del cuello y de nuevo la empezó a besar y chupar. Le daba duro,
muy duro, tanto que tuvo que agarrarse al cuello de él. Se la sacaba
entera y con violencia se la volvía a meter. Él bajo la mano a su teta
derecha y nada más agarrársela y presionar su pezón, mi mujer se corrió
de nuevo con un "siiiiiii", que sin lugar a dudas cualquiera que
estuviera en alguna habitación colindante habría oído.
Esto alentó a Jose Manuel a bombear más si cabe, cogiéndola en vilo y
follándosela de pie. La levantaba como una muñeca y la dejaba caer en
el pollón.
Él empezó a bufar como un animal y le dijo:
- Te voy a llenar, Miri.
Empezó a clavársela con tal violencia casi sin sacársela, que temí que la
reventara, pero un:
- Así por favor, así, lléname.
Y un:
- Otra vez, otra vez.
Me confirmaban que de nuevo me equivocaba. Mi mujer se corría al notar
cómo Jose Manuel bufaba corriéndose.
Un terrible grito por parte de Jose Manuel y empezó a escupir semen en el
interior de ella. Semen que resbalaba por el tronco y sus huevos hasta
caer al suelo.
La dejó clavada. Mi mujer abrazada a él, besándole. Él aguándola por el
culo con la mano en la raja, apretando para que el plug no saliera.
La puso de pie. Acariciándole la cara, la dijo:
- Ya sabes, zorrita, ¿verdad? La próxima vez que no te lo tenga que decir.
Mirándole a los ojos con cara de zorra, se puso de rodillas, con las manos
atrás, metió el cimbel en su boca y lo tragó entero, notando como
volvía a su estado normal, limpiando bien todo... Tronco, base, huevos
y, por último, y sin que él le indicara nada, metió su boca por debajo
y abriéndole los cachetes le lamió el ano, a lo que él con cara de
agrado dijo:
- Muy bien Miri, esto empieza a funcionar.
Yo estaba con los pantalones bajados, no podía parar de pajearme y a la
vez no quería correrme. Todo esto me ponía a mil por hora.
J ose Manuel me miró y me guiñó un ojo. Cogió a Miriam del pelo y,
trayéndola de rodillas, la puso delante de mí. Mi mujer se relamía,
ella quería comérmela y darme ese placer, y yo lo deseaba más que
nadie, estaba a punto de estallar.
A escasos centímetros de la boca de mi mujer, era Jose Manuel quien
controlaba su cabeza y la distancia. Sujetándola fuerte, para que ella
no hiciera nada que él no manejase y yo no avanzara más de lo que él
permitía.
- Llegados a este punto, parejita, y dado que hoy va a ser nuestra gran
noche de estreno, sobre todo la de la puta de tu mujer, está claro que
ni tú ni ella sabíais que ibais a llegar hasta aquí. Os voy a decir que
me tenéis que dar vuestra palabra que desde ahora, haga lo que haga,
cómo lo haga, dónde lo haga y con quien quiera que lo haga Miri, será
de mi propiedad absoluta y me obedecerá sin queja.
- ¿Estás de acuerdo, Julio?
Miré a mi mujer, sujeta del pelo, sometida, mirándome con deseo. Deseando
comerme la polla. Con las tetas y la boca rojas de los besos y magreos,
los labios del coño irritados de los pollazos que acaba de recibir aun
echando leche en el suelo. Restos de semen en su barbilla tras la
limpieza que le dio al cerdo este. No podía pensar con claridad, solo
quería meterle la polla en la boca a mi mujer y que me la chupara.
- Te doy mi palabra, por mi parte vía libre.
Con una enorme sonrisa Jose Manuel acercó la boca de mi mujer a mi polla.
Se la tragó entera. Nada más notar su calor noté que me corría. Fui a
agarrarle la cabeza, pero un fuerte tirón de Jose Manuel la sacó de mi
polla, y de mi capullo salieron borbotones de semen que cayeron al
suelo y sobre las piernas de mi mujer.
- Una cosa es que te haga un favor y otra que te pases. Ésta solo toma la
leche de quien yo le diga.
El muy cabrón me dejó con la miel en los labios, nunca mejor dicho. Me
corrí, sí, pero me cortó el orgasmo, lo que me provocó un fuerte dolor
de huevos.
Quise disimular y como si nada hubiera ocurrido dije:
- Miriam no ha dicho nada. ¿Tú lo aceptas, mi amor?
Mi mujer me miró. Jose Manuel la levantó, me dio la espalda y agarrándola
le dio uno de sus babosos morreos, a lo que mi mujer respondió con
ansia cogiéndole del cuello. Me dio la espalda para que viera la cara
de Miriam mientras la magreaba y la morreaba. Entregada con los ojos
cerrados comiéndose con ansia. Estaba claro que ella aceptaba.
Cortó el beso. Me miró con seguridad:
- ¿Lo tienes claro, Julito? Date una duchita rápida que nos vamos, Miri.
Mi mujer se fue para la ducha contoneándose, luciendo su cuerpazo, estaba
muy caliente aún.
Jose Manuel aprovechó para acercarse a mí y en tono reconciliador me dijo:
- Sinceramente, Julio, esto es un juego. Si algo ves que se te va de las
manos o que os va a afectar demasiado, me lo dices y corto ¿ok? Sé que
no, que os mola esto, pero que sepas que el control final real es tuyo
¿ok?
El muy cabrón de nuevo se ganaba mi confianza absoluta solo por guiñarle
un ojo y decirle ok.
Salió Miriam. Parecía una diosa con el pelo recogido. Le dio el vestido y
se lo puso. Espectacular vestido blanco ceñido a todo su maravilloso
cuerpo (os mandaré foto a los que comentéis y valoréis.)
Verla allí de píe con el vestido blanco ceñidísimo, marcando sobre manera
sus tetitas y los pezones, que al roce de la tela estaban como piedras,
hicieron que mi polla diera de nuevo un tirón hacía arriba. Se notaba a
la legua que tampoco llevaba braguitas.
Jose Manuel se acercó a ella. Le soltó el pelo. Miriam dijo:
- Jose, ¿quieres que me pinte los labios?
Comentaros, a estas alturas, que mi mujer rara vez se maquilla, solo se
pinta los labios y la raya de los ojos, pero solo cuando salimos.
- Sí, putita, de rojo zorra, y píntate la raya negra de los ojos, quiero
que llames aún más la atención, todos tienen que ver el bombón que yo
me como.
Mientras mi mujer se pintaba, Jose Manuel se vistió, se puso de sport con
un pantalón chino. Y lo que me sorprendió un poco es que no se puso
slip, a lo que, al subirse el pantalón, se le notaba un pedazo de bulto
exagerado. Ya me lo estaba imaginando empalmándose.
Salimos los tres de la habitación. Mi mujer y Jose Manuel delante, él con
una mano en la cintura y con la otra le agarraba de su mano. Yo detrás
cual amigo sujeta velas. Por detrás era mortal la visión, se le marcaba
perfectamente la raja del culo, el puto vestido se ceñía como si fuera
de neopreno, y eso me encantaba.
Quedamos frente a la puerta del ascensor. Jose Manuel dijo algo a Miriam
al oído, esta hizo un gesto mirando hacia su bulto y él cogió la mano
que sujetaba de ella e hizo que la posara sobre su entrepierna. Estaba
claro que le había dicho que no llevaba ropa interior.
Mi mujer sopesaba su polla por encima cuando se abrió la puerta del
ascensor. Una pareja de mediana edad que estaba dentro se dio cuenta de
la jugada y pusieron cara de póker. Entramos todos. Él seguía sujetando
la mano de mi mujer en su entrepierna. Mi mujer roja como un tomate
ante la tensión creada, yo disimulaba mirando al suelo. Salimos del
ascensor y entramos al restaurante. Creo que no hubo ni un solo tío,
con pareja o no, que no girase la cabeza y mirase con expresión de
asombro al ver el pedazo de pibón que acababa de entrar por la puerta.
Noté de manera descarada cómo camareros y camareras se hacían señas como
diciendo "estos son los de ayer". Estaba claro que habíamos sido la
comidilla del personal tras la noche anterior con Jose Manuel. Algún
grito que oirían y lo del mediodía con los guarros aquellos.
Volvimos a nuestra mesa rincón, esta vez sin biombo. Empezamos a cenar de
manera distendida, tomamos buen vino y comimos muy bien. Mi mujer y
Jose Manuel se daban cositas en la boca para comer como si fueran
novios. Nos tenía fichado todo el comedor. A la espera de los postres,
Jose Manuel dijo:
- Miri, levántate y con mucha, pero, mucha tranquilidad y sensualidad, te
vas al baño, paséate, quiero que te vean bien todos estos mierdas y sus
mujeres, que esta noche ya te oirán gritar de gusto.
Mi mujer se levantó, y al pasar por delante de él, se puso de pie, le
agarró del culo con una mano y con la otra de la nuca y le clavó la
lengua con uno de sus morreos. Creo que todo el mundo se dio cuenta.
Mi mujer se fue para el baño. Fugazmente me miró y vi en sus ojos fuego,
estaba que ardía de caliente. Aprovechando nuestra soledad me dijo:
- En un rato, cuando juegue con ella un poco más y la ponga más caliente
aún, te daré la orden de que te subas con ella. En la habitación le
pones las medias negras, las bragas que habéis comprado. Sacas de la
bolsa de mis cositas unas vendas de seda, una venda para los ojos y la
bola de la boca. La pones en medio de la habitación de rodillas con el
culo apoyado en sus piernas. Le atas las manos atrás, le pones la venda
de los ojos y la bola en la boca y sin hablar ni tocarla, claro.
Esperas a que yo suba. Y PROHIBIDO hablar ni comentar nada, ni a solas,
ni cuando yo suba, ¿ok? Luego en habitación, cuando yo te haga un
gesto, la ayudas a levantarse, la pones boca abajo, la atas a la cama
con las piernas y los brazos abiertos y la metes un cojín bajo la tripa
para que se le quede el culo en pompa. Nadie podrá hablar nada, solo yo
¿entendido? Solo se oirá mi voz y sus gemidos.
Asentí de manera rotunda diciéndole que sí con la cabeza. No hacía falta
que me pronunciara, estaba claro que le iba a hacer caso.
Llegó mi mujer, sonriente, orgullosa, caliente.
- Qué corte, todo el mundo mirándome con un descaro de la leche. Además,
he visto a los panolis de a mediodía, solo les faltaba babear, jajaja.
Jose Manuel hizo un gesto, como diciendo "vaya vaya...".
- ¿Quiénes son? ¿Los tres mirones de anoche?
- Sí, los que no quitaron ojo del espectáculo, que hoy a mediodía nos han
pedido una foto, (comentó Miriam risueña.)
Con tono un poco más serio, Jose Manuel contestó:
- Lo sé, sé que les has zorreado un poco a la hora de comer. Cuando he
llegado esta tarde seguían en el bar del hotel y me han llamado para
comentármelo.
De nuevo, otra vez sensación de vértigo. Cómo se lo había callado el
cabronazo. ¿Qué le habrían contado? y, sobre todo, ¿qué les habría
contado él?
La charla sobre hacer todo lo que quisiera, etc., empezaba a tener
sentido. Jose Manuel prosiguió.
- Cuando me han llamado me he mosqueado y he pensado "tengo que llamar a
Julio y liarnos a ostias con estos payasos", pero luego han aflojado
viendo mi cara de mala ostia y han ido suavizando la historia. Al final
me he tomado un gin tonic que me han invitado. No son malos tíos, están
aquí por trabajo. Un poco fantasma el calvo, pero no son malos tíos.
Están flipando con mi zorrita como es normal.
Su forma de contarlo me tranquilizó un poco, ya que parecía que no había
pasado nada raro, y todo había quedado en agua de borrajas. Tras los
postres, pedimos champán y de nuevo Jose Manuel impuso orden:
- Tú, Julio, no bebas, quiero que estés bien sereno, esta botellita nos la
bebemos tu mujer y yo.
Como ya comenté, no me importó, ya que no solemos beber de manera
habitual, pero que mi mujer bebiera más de la cuenta, estaba claro que
era presagio de tormenta.
Mientras bebían, Jose Manuel y Miriam se besaban, él con total descaro la
acariciaba y daba pellizcos en los pezones, le mordía la lengua y el
labio. Mi mujer estaba que no podía dejar de apretar y mover las
piernas del calentón.
Acercó su boca al oído de mi mujer, mordiéndole el lóbulo y con tono
rotundo:
- Súbete el vestido y abre las piernas.
Miriam obedeció como si tuviera un resorte, estaba deseando que la tocara
para seguro correrse al primer toque. Jose Manuel bajó su mano
sobándola desde las tetas hasta justo encima del pubis:
- Quieres que te agarre el coño y te lo apriete para correrte, ¿verdad,
zorra?
Mirándole a los ojos con cara de ruego y sumisión total, mi mujer gimió:
- Sí, por favor, Jose, agárrame, pellízcame o tócame, pero por favor,
necesito correrme.
Jose Manuel amagaba con la mano, bajando y subiendo sin llegar a tocarla.
Miriam le agarraba la mano como queriendo metérsela entre las piernas, con
los ojos cerrados, respirando muy profundo. No podía más, necesitaba
correrse.
De un tirón, Jose Manuel sacó la mano, la agarró de la cara y le dio un
morreo. Al retirar su cara, mirando con cara de cabrón a mi mujer, me
dijo:
- Tirad para arriba, que en 15 minutos subo yo. Tú subes Julio, y tú
zorra, lo que tu marido te diga a rajatabla. Como le preguntes algo o
yo vea que habéis hablado o no le haces caso, según entre en la
habitación cojo mi maleta y me largo. ¿LO TENEIS CLARO LOS DOS?
Mi mujer, sorprendida, con cara de circunstancias, me miró no entendiendo
nada, hasta que me oyó:
- Sí, Jose Manuel, no te preocupes, que tu zorra estará preparada.
Una enorme sonrisa, a la vez que asentía con la cabeza, fue la respuesta
de Jose Manuel.
Agarré con decisión a mi mujer del brazo, que, tras bajarse el vestido,
avanzábamos hasta el hall a coger el ascensor. No hablamos, tuvimos la
suerte de que subía vacío. Mi mujer aprovechó:
- ¿Qué habéis hablado, cabrones? (Dijo sonriéndome con cara de pícara.)
Le agarré de la cara y le di un morreo de infarto. Estaba como loco por
besarla y por follármela, lo hubiera hecho ahí mismo, pero el juego era
el juego:
- Nada, tú obedece y calla, ese es el juego.
Sonrió. Entramos a la habitación, la ayudé a quitarse el vestido. Le até
las manos atrás, se puso de rodillas, la amordacé con la bola y le
vendé los ojos.
El silencio fue rotundo, no dijimos nada, yo era un autómata y ella mi
muñeca.
La espera se me hico larga, me quedé en slips, no quería perder el tiempo
luego.
Ella respiraba profundo, yo estaba ansioso por que empezara el
espectáculo.
Pasos por el pasillo. Varias personas. Hablan en voz baja. Reconozco la
voz de Jose Manuel.
Se abre la puerta, Jose Manuel no entra y dice:
- Muy bien, Julito, lo has hecho muy bien.
Mira a mi mujer con deseo, mucho deseo. Abre la puerta y, haciendo un
gesto de que no hagan, ruído y no hablen, entran los tres guarros de
los que habíamos hablado.
Le miro con cara de mala ostia, y le hago el gesto de "¿qué está pasando
aquí?". Él es rotundo:
- ¿Confías en mí, no? Tú tranquilo, hazme caso.
Acepto con reticencias, pero acepto.
Se acerca a mi mujer y empieza a sobarle la cara, el cuello, las tetitas,
juega con sus pezones. Mi mujer está que se funde de caliente, se le
cae la baba a través de la bola.
Le magrea el culo comprobando que todo está donde tiene que estar, y la
muestra a los tíos como diciendo ¿veis qué buena está?
Los tipos no se lo creen, se mueven con sigilo a los gestos de Jose Manuel
que les enseña cómo la pellizca, cómo saca sus dedos empapados de su
coño, y le abre el culo para que vean cómo se lo dilata con el plug.
Está claro que mi mujer intuye y siente que hay más gente, y al igual que
yo, lo sospechaba. En el fondo sabe quiénes son.
- Quítale la mordaza, me ordena.
Libero la boca de mi mujer y sin que nadie le ordene nada, la abre y se
relame como sabiendo lo que viene ahora.
- Qué bien, Miri, cómo vas aprendiendo (se regodea mirando a los colegas.)
Jose Manuel se desnuda por completo. El biberón está a media asta y se lo
da a tomar a mi mujer que, con ansia, desencaja la boca sacando la
lengua para recibirlo.
Los tres tíos se soban por encima del pantalón sus pollas y están
sorprendidos con el espectáculo.
Jose Manuel les hace un gesto y los tíos sacan las pollas de los
pantalones, uno hace el amago de bajárselo, pero con otro gesto Jose
Manuel le deja claro que solo se saque la polla. Dos de ellos tienen
pollas de lo más normal, pero el puto calvo, por eso iba de vacilón...
no llegaba a Jose Manuel, pero calzaba también buen rabo. Los tíos se
la empiezan a menear mirando el espectáculo.
Con la polla bien dura, Jose Manuel empieza a follarse a mi mujer por la
boca, agarrándola del pelo y haciéndole dar arcadas. Le da pequeñas
bofetadas mientras se la mete. La levanta del suelo. Con un gesto y mi
ayuda la ponemos al borde de la cama a cuatro con la cara en las
sábanas y el culo totalmente expuesto. La vuelvo a amordazar. Coge al
calvo del brazo y lo pone detrás de mi mujer, y con un gesto le dice
que se lo coma.
El cabrón se tira a muerte lamiéndole con ansia la raja del culo y los
alrededores del ano y el plug. Se agacha un poco más para lamerle el
coño, y al primer contacto mi mujer se corre con terribles espasmos,
llenándole la cara y la boca al cerdo, que en lugar de retirarse y
darle unos segundos se viene arriba y con más ansia se lo come,
succionándola mientras le lame el clítoris por debajo, y de nuevo mi
mujer explota corriéndose otra vez, gimiendo desenfrenada con la bola
puesta.
Jose Manuel le retira. Por cómo actúan, estaba claro que ellos sabían
quién mandaba aquí y obedecían también. Tal vez ese fue el pacto entre
ellos para poder estar ahí. Agarra la base del plug y recreándose se lo
empieza a sacar. Todos nos acercamos para verlo en primer plano. Mi
mujer hace ademán de dolor encogiendo los pies, pero un brutal azote
hace que se relaje de nuevo.
La dilatación lograda es muy seria. Pero aún seguía siendo mucha polla.
Me dio el plug, acercó el pollón al ano indefenso de Miriam y apretó.
Ella dio un tirón hacia delante como para liberarse un poco de la
presión, pero de nuevo, otro brutal azote la hizo ceder. De un tirón se
la clavó entera completamente. Mi mujer resoplaba y respirada
entrecortada. Aguantó uno segundos con ella en lo más profundo de su
culo. Uno de ellos no aguantó y se
corrió como un gorrino salpicando la cama.
Jose Manuel se mosqueó, y con un gesto con la mano, le dijo que se fuera.
El tío no dijo nada. Se limpió en el baño y se fue.
Jose Manuel, con gesto de cerdo, le hizo una señal al calvo para que
empezara a frotarle el clítoris a mi mujer. El tío, encantado, empezó a
tocarla, frotando y pellizcado su coño. Jose Manuel empezó con el
bombeo, sacándola y metiéndola entera hasta la empuñadura. Mi mujer ya
estaba abierta 100%, empezaba a temblar. Cuatro golpes con toda su
fuerza en el culo y de nuevo se corrió en la mano del puto calvo.
Jose Manuel sacó el pollon de su culo y sin ninguna contemplación se la
clavó por el coño. Un brutal "uhmmmm" salió de la amordazada boca de mi
mujer. Estaba deseando que se lo llenara de carne y así estaba siendo.
Miriam jadeaba, se corría de nuevo mientras Jose Manuel la embestía como
un toro, clavándosela hasta la matriz.
- Quítale la mordaza, (me ordenó jadeante).
Aceleró el ritmo si cabe aún más. Mi mujer, al estar liberada de la
mordaza, gemía totalmente desinhibida.
- Desátala y quítale la venda.
Raudo obedecí. Mi mujer llevó las manos a la altura de sus hombros y con
fuerza agarró las sábanas para aguantar las embestidas de Jose Manuel.
Éste estaba agarrado fuertemente a sus caderas para manejar
completamente el movimiento.
Mi mujer se corría sin remedio de nuevo, a lo que Jose Manuel, dándole
varios cachetazos en lo alto del glúteo, le decía:
- Muy zorra, muy bien, vamos VEN.
Como una bala, mi mujer saltó de la cama y se tiró al suelo. Hasta ese
momento había tenido los ojos cerrados tras quitarle la venda, pero al
ir a por su leche vio al calvo y al melenas allí con las pollas fuera
cascándosela.
Hizo como si no estuviesen, agarró la polla de Jose Manuel con las dos
manos y se la tragó entera, a lo que éste, sujetándole la cabeza,
gritó:
- Toma tu leche, Miri, tómala toda.
Y bramando como un toro, empezó a escupir semen que desbordaba la boca de
mi mujer, saliéndose por la comisura de los labios y cayéndole en el
pecho alguna gota.
Ella tragó todo lo que pudo. La apartó un poco y con la punta de la polla
Jose Manuel recogió lo que se había caído más lo que tenía en la cara y
se lo dio a tragar también.
Miriam tragó y empezó a limpiarle con deseo toda la polla, los huevos, y a
lamerle el culo como ya era costumbre.
Mientras ella acaba su tarea Jose Manuel comentó:
- Ahora te vas a portar bien y a estos amigos que los has calentado y han
visto que eres mi zorra, les vas a dejar que se relajen contigo un
poquito, así yo me recupero y te vuelvo a follar como te mereces.
- Poneos unos condones. Y hacéis lo que yo os diga sin tocar, ¿lo tenéis
claro?
Los tíos asintieron. Se pusieron un condón. Mi mujer solo ponía cara de
zorra mientras jugaba con el pollón de Jose Manuel dándole mordisquitos
y chupándoselo con cariño. Solo miraba de vez en cuando al puto calvo.
Estaba claro que ese cerdo la ponía y el rabo que gastaba también.
Yo llevaba más de dos horas con la polla durísima, me dolía todo, pero no
quería correrme. Cuando llegaba al punto de no retorno, paraba para así
poder gozarlo más.
- Túmbate en el suelo, (le mandó al calvo.)
Este se tiró tripa arriba con la polla mirando al cielo. Levantó a mi
mujer cogiéndola del pelo y la puso en cuclillas encima de él.
El calvo fue a agarrarla de la cadera, a lo que Jose Manuel dándole un
tirón para arriba la quitó de la postura y le dijo:
- Te he dicho que sin tocar. Si no te gusta te vas a tomar por culo con tu
amigo y listo ¿ok?
No hubo que decir más. El tío echó los brazos atrás y Jose Manuel clavó a
Miriam en la estaca del calvo. Jose Manuel se agachó y empezó a
morrearla a su manera. Mi mujer le agarraba de la cabeza, él jugaba con
sus pezones y tetas. Bajó una mano a su clítoris y empezó a darle cera.
Miriam empezó a cabalgar clavada, estaba a punto de correrse de nuevo. De
un tirón, la agachó hacia el pecho del calvo y le dijo al otro:
- Vamos, clávasela sin miedo.
Jose Manuel le abrió lo cachetes del culo y el melenas se la clavó
hasta el fondo del tirón. Mi mujer gritó, era su primera doble
penetración. El melenas embestía con todas sus ganas. Mi mujer se
mordía el brazo a sí misma resoplando.
Un grito de "me corrooo diossssss" llenó la habitación. Temblando se
empezó a correr y dando espasmos de nuevo se corría sin remedio ante
los embistes en su culo. El melenas no aguantó sus temblores y se
corrió cogiéndola muy fuerte de la cadera y vaciándose en el condón muy
dentro de ella. Se retiró, pero en esa postura con el pollote del calvo
dentro y rozándole todo, Miriam levantó su cuerpo, iba de nuevo a por
otro.
De un manotazo, Jose Manuel la tumbó de nuevo en el pecho del calvo. Ya
estaba otra vez el misil preparado. Con sus dedos agarró la cabeza de
la polla y se la hundió entera estando en cuclillas. Mi mujer suplicó:
- Jose, por favor, son muy grandes, me duele, me llenáis entera.... nooo
por favor...
Hice amago de intervenir, pero un gesto con los labios de mi mujer
mirándome, me dio a entender que estaba jodida pero que le gustaba.
Jose Manuel aceleró los pollazos, y Miriam irremediablemente se empezó a
correr de nuevo. El calvo la acompañaba con su corrida también, a tras
su terrible aggggg, la agarró de la cabeza y le comió la boca, a lo que
mi mujer le correspondió con ansia mientras aguantaba los ataques de
Jose Manuel y disfrutaba los últimos espasmos de su orgasmo.
Jose Manuel se quitó y la dejó morrearse con él hasta que la polla del
calvo flácida salió de su coño.
- Venga, tirar los dos, que la fiesta se ha acabado ya para vosotros.
Mi mujer en el suelo, agotada con cara de zorra y yo con cara de salido
miramos cómo los mendas se iban.
Jose Manuel, con cara de mosqueo, se dirigió a mí:
- Has visto ¿no? La dejo un rato de controlar y le come la boca a ese puto
asqueroso. Ya la puedes atar corta o esta zorra se nos va de las manos.
Estaba claro que le había jodido, pero también le había gustado. Cortó de
follarsela porque se habría corrido viendo cómo se comía la boca con
ese asqueroso. Tenía el rabo a mil, escupiéndole liquido pre seminal.
La agarró del pelo para ponerla de pie, y me dijo: "ya sabes lo que tienes
que hacer".
Cogí a mi mujer y la tumbé boca abajo. Ya la notaba agotada. Al atarla y
ponerle el cojín debajo de su vientre, vi cómo había pequeños restos de
sangre mezclados con sus jugos y cómo sus labios y ano estaban en carne
casi viva. Me miró con cara de cordero degollado cuando de nuevo le
puse la mordaza, a lo que yo le respondí como venganza, como ella me
había hecho cuando gritó que noooo, la hice el gesto del beso y la
guiñé un ojo.
Jose Manuel se subió a la cama. Con las manazas le masajeaba el culo:
- Has sido un poco más puta de lo que yo te había mandado y por eso ahora
te voy a castigar.
Agarró el plug grande, escupió en el culo y se lo metió del tirón.
Mi mujer hacía gestos de dolor al sentirse de nuevo invadida por el metal
tras la tralla que había recibido. Acomodó el pollón en la entrada de
su coño y se la clavó hasta el fondo.Empezó a bombear con golpes
cortos, profundos, mientras con el dedo daba círculos en la base del
plug para movérselo dentro. En tono suave casi con cariño le decía:
- Vamos Miri, putita, relájate, córrete para mí, lléname la polla de tu
flujo. Ahora no te follo, te hago el amor.
El ritmo acompasado de sus pollazos, el juego de su dedo en el plug, el
ambiente que parecía rebajaba tensión, y mi mujer resoplaba de nuevo y
respiraba entrecortado. Iba a correrse otra vez.
Jose Manuel, al notar que Miriam contenía el aire para explotar, la sacó
de golpe y con la mano abierta la azotó tres veces, cortándole el
orgasmo, haciendo que Miriam se removiera como una fiera atada.
- ¿Qué te creías, que te ibas a correr de rositas? Jajaja, ¡jódete zorra!
Se la volvió a clavar, volvió al ritmo anterior y de nuevo jugando con el
plug. Mi mujer gemía, le gustaba, pero tras tantos orgasmos y pollazos,
parecía que ya no le quedaba carrete para más. Jose Manuel se dio
cuenta y me indicó:
- Mete la mano derecha por debajo, tócale el clítoris y con la izquierda
me la pasas por detrás y le sobas el coño rodeándome la polla.
Así lo hice. Me gustaba palpar ese pedazo de carne que se hundía en mi
mujer.
Sin ninguna duda empezó a hacer efecto mi roce, su ritmo, mi mujer
suspiraba de nuevo, aumentamos el ritmo para que llegara antes y cuando
cogió de nuevo aire para explotar, se la volvió a sacar, apartándome a
mí con el brazo. Tiró del plug y rápidamente se la incrustó en el culo
hasta el fondo, gritando un "tomaaaa zorraaaa".
Mi mujer gritaba y chillaba, ya no sé si porque se había corrido, se
estaba corriendo, se iba a correr o la estaba reventando.
Tumbado encima de ella, los pollazos eran profundos y muy fuertes, hasta
que se quedó clavado entero bramando y bufando.
Jose Manuel quedó rendido encima con el pollón clavado hasta el fondo.
- Desátala y quítale todo.
La desaté, le quité la mordaza. Estaba rota con los ojos cerrados. Al
soltarle las manos, posó una de ellas sobre la pierna de Jose Manuel,
acariciándole. Él fue a levantarse, pero ella sujetándole se lo
impidió.
- Espera que se ponga más blanda, me duele un poquito. (Le dijo.)
Estaban terriblemente agotados, y yo seguía con la polla como una piedra.
Jose Manuel, tras unos minutos, se desclavó de ella con la polla ya
morcillona. Al sacarla, la leche se le salía a mi mujer del culo, que
estaba brutalmente dilatado. Se puso a la altura de su cara.
- ¿Te lo tengo que decir otra vez? (Le dijo).
Mi mujer se bajó de la cama, se posó de rodillas y volvió a engullir el
pollón, con cariño limpiando todo.
- Ven Julito, ponte aquí a mi lado. Las manitas atrás, campeón.
Le obedecí. Agarré mis manos por detrás adelantando mi pubis para que mi
polla estuviera más cerca de la suya y la boca de mi mujer. Miriam se
esmeraba comiéndosela.
Jose Manuel, sin esperármelo, me agarró la polla y empezó a pajearme.
- Tranquilo Julito, no me van los tíos, es para que te quede claro que
hago lo que quiero contigo y tu mujer.
Notar una mano extraña y el calentón que tenía... me corría sin poder
remediarlo.
Cogiendo de nuevo a mi mujer del pelo le ordenó:
- Abre la boca, zorra, tómate la leche de mi amigo Julio.
Le hundió la boca en mi polla y empecé a derramarme. Mi mujer tragaba como
podía, nunca me había corrido tanto. Ella abrazaba mi capullo con sus
labios mientras él me pajeaba corto pero fuerte para que ella
succionara todo.
Cuando terminé, la levantó del pelo y la acercó a mi boca. Nos besamos y
morreamos con ansia. Nos dio un azote a la vez a los dos en plan
cariñoso y dijo:
- Sois la ostia, qué bien me lo he pasado. Vamos para la ducha, que son
las 6 de la mañana.
De nuevo, el cabrón demostraba su profesionalidad. Se había acabado la
fiesta.
Nos duchamos entre gestos y risas los tres. Algún sobo, algún magreo por
nuestra parte hacia Miriam y ella hacia nosotros... Parecíamos tres
amigos.
Nos acostamos en su habitación, él en una cama y nosotros en la otra.
A las 10 me desperté. Mi mujer dormida como un tronco y Jose Manuel igual.
Éste estaba boca arriba, en pelotas, con las piernas abiertas, ese
barrigón enorme y el pollón que le colgaba hacia un lado. Lo miraba y
pensaba cómo lo había visto entrar en mi mujer como un misil.
Solo pensarlo y me puse de nuevo cachondo. Estaba claro que ellos lo
habían disfrutado a tope, pero el que menos sexo había tenido allí era
yo. Me bajé a desayunar. El hambre me podía.
Tomé un zumo y unas tostadas y rápido me subí. Abrí con cuidado para no
despertarlos, pero... sorpresa, no estaban en la cama. Los oí
chismorrear en el baño. Con sigilo me acerqué.
Ella en la encimera de las pilas, con una pierna colgando y la otra con el
pie en el hombro de él, bien abierta, sujetándole la cabeza y
susurrando:
- Qué bien me comes, Jose, uffff, qué rico, así.
Mi mujer me vio, me miró y me hizo un gesto de "joder qué bien".
Él también se dio cuenta, pero me ignoró. Veía cómo le recorría toda la
raja con esa lengua gorda y grande, cómo se la metía en el culo, en el
coño, y cómo le mordía el clítoris.
Puso su boca como una ventosa, y mi mujer se corrió apretándole la cabeza
para que se lo comiera todo, cosa que él hizo gustoso, recreándose en
dejárselo impoluto.
Se incorporó, la agarró del cuello y empezó a comerle la boca.
La apartó un poco y le subió las piernas, una a la encimera y la otra se
la agarró con una mano del tobillo. Acercó el pollón a su coño y se la
fue clavando milímetro a milímetro, despacio, pero sin pausa. Cuando ya
la tenía ensartaba, se metió uno de sus pies en la boca. Eso es algo
que a mí me encanta hacérselo y ella que se lo hagan, sus pies son
preciosos y chupándoselo y dándole lengua entre los dedos empezó a
bombear.
Eran envites secos fuertes. Clavado al fondo, aumentó el ritmo, y
trayéndola hacia él empezó a correrse con bufidos como siempre. Del
coño de Miriam salían restos de semen y flujos mezclados, mientras ella
se corría también al sentir cómo la llenaba de leche caliente.
La soltó y ella se echó al suelo. Él sonrió. Se la cogió y la dejó limpia
por completo.
Jose Manuel se metió en la ducha, me miró y me dijo:
- Ven, cojones, fóllate a tu mujer. Miri, apóyate en mí.
Mi mujer se abrazó a él, poniéndome el culo en pompa. Le caía agua de la
ducha que nos salpicaba a todos. Abrió las piernas y se la clavé desde
atrás. Notaba exceso de fluido entre su corrida, la leche de Julio y la
dilatación del pollón, poco me rozaba yo, pero el morbazo era brutal.
Empecé a embestir con interés, me iba a correr. Mi mujer bajó su mano y
se empezó a tocar.
Con un apretón me clavé y a la vez me corrí dentro de mi mujer mientras
ella soltaba un "siiiii", anunciando que también se había corrido con
su paja.
Nos morreamos apasionadamente, y nos dijimos un "te quiero" bien sentido.
Jose Manuel sonreía.
Acabamos de ducharnos todos, nos vestimos y bajamos a la recepción.
J ose Manuel había pagado todo.
Nos despedimos muy cordialmente, y de forma muy respetuosa y educada.
Yo un abrazo y mi mujer dos besos.
Estaba claro que volveríamos a vernos, pero eso es ya otra historia.
Email.
|