.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Cuernos extremos".

 

 Hola a todos, me llamo Alberto y os voy a contar mi historia de cómo realicé mi deseo de ser cornudo por primera vez, algo impensable para mis principios, desde luego, y algo que jamás hubiera pensado que sería capaz de aceptar, pero aún menos que disfrutaría de ello. Somos una pareja de 45 yo y 43 ella, casados desde el año 2001, tenemos una hija y somos un matrimonio de lo más normal, de esos que jamás nadie pensaría lo que os voy a contar.

 Trabajamos juntos como propietarios en un comercio de cara al público y nuestra relación siempre ha sido y es muy buena y seguimos muy enamorados. Mi mujer, Carmen, siempre ha sido, como se suele decir, una mujer de buen ver, alta, 1.78, macizota, 78 kg, pelo color caoba y cuerpo apretado de gimnasio y con un buen culo, aficionada al deporte, en concreto a la natación y spinning.

 Yo, también alto 1.87, con una constitución fuerte y ojos verdes, no practico deporte pero lo he practicado anteriormente.

 Nos conocimos muy jóvenes y, aunque parezca extraño, jamás le había preguntado profundamente por sus relaciones anteriores, es más, pensaba que no las había, al menos importantes.

 Un día quedamos a comer con una antigua compañera de universidad de Carmen y con su marido y ya, en la tertulia de las copas, ellas recordando sus viejas aventuras a lo largo de su vida de estudiantes, salió un comentario de un chico llamado Gregorio al que noté entre ellas sonrisas y signos de complicidad.

 Aquella noche cuando nos fuimos a dormir, no pude evitar preguntarle por ese chico y me dijo que era un amigo de antes que yo no conocía, pero en su forma de decirlo intuí que había algo más. Seguí insistiendo y después de insistir más, me dijo que era un chico que conoció en natación dos años antes de conocernos y que mantuvo una relación corta que no terminó muy bien, dado que al parecer el chico tenía novia y se lo ocultó, con lo que cuando Carmen se enteró cortó la relación.

 Yo, dado el caso, sentía curiosidad y le pregunté quién era, y me dijo que era pasado y que no quería hablar de eso.

 El fin de semana siguiente salimos a cenar fuera. Al finalizar tomamos copas y nos fuimos a casa. La cosa prometía. Nos metimos en la cama y aprovechando que estábamos solos y la verdad... excitados, mientras mordisqueaba su cuello y a la vez tocaba su clítoris con mis dedos, volví a preguntarle por ese chico y a pedirle que me contara cosas de lo que hacía con él, que me daba morbo oírlo.

 Carmen, sonriendo por el efecto de la copa en mezcla con su excitación, me contestó que no había nada que contar, pero yo no dejaba de insistir... Un poco más tarde, cuando estaba súper excitada, me dijo: ¿Seguro? ¿Quieres que te lo cuente? ¿Seguro que estás preparado para lo que te voy a decir?

 Sí.. le dije. Y otra vez, mientras nos besábamos, me dijo: Yo no quiero tener secretos contigo, y si no te lo he contado antes es porque nunca me lo has preguntado, por tanto no quiero que te siente mal, insistió. Yo lo sé, le dije, pero por favor, ¡cuéntamelo que estoy muy caliente!

 Me dijo: Se llama Gregorio, solamente lo hicimos tres o cuatro veces, tengo un mal recuerdo respecto a que tenía novia y no me lo dijo, pero también tengo un buen recuerdo...

 ¿Cuál?, le pregunté...

 Y tímidamente me dijo: Gregorio fue mi primer chico, con él perdí mi virginidad, y la verdad, tengo que reconocer que lo hizo muy bien.

 Buffff... ¡Se me puso el corazón a mil por hora! Me subí encima de ella y follamos como locos, y a pesar de lo que me contó, me excité muchísimo y lo pasamos muy bien.

 Ya después, más tranquilos, me dijo que le conoció en un curso de natación y en aquel momento trabajaba en una inmobiliaria de su familia. Rara vez he sentido celos, pero esa noche los sentí.

 No podía entender porqué motivo me excitaba el pensar que mi mujer mantuviera relaciones con ese hombre, ¡increíble verdad! Pues sí, me excitaba muchísimo pensar en ellos.

 Aquello fue un antes y un después, fue como una transfusión de adrenalina que reactivó nuestra relación después de tantos años, y así estuvimos muchos meses jugando con la imaginación con aquel chico en nuestra cama.

 Mi cabeza no dejaba de pensar en aquello y un día comencé a buscar por internet inmobiliarias de esa zona, y la verdad es que no fue difícil dar con él, estaba toda la información con fotos de él y sus empleados. Hice una captura de él y al llegar a casa entré a la cocina donde estaba ella y, en cuanto se dio la ocasión, le enseñé la foto, la cuál salía junto con una chica que a primera vista parecía ser su mujer, trajeado, engominado, y la verdad bastante estilizado.

 Fue entonces cuando me afirmó que sí que era él. Mientras ella no dejaba de mirar la foto, sentí una mezcla de sensaciones extrañas de excitacion, nervios y celos sanos, y no me pude contener y le pregunté que si se lo follaría de nuevo, a lo que contestó muy rápidamente sonriendo: Nooo... ¿pero tú estás loco?

 Yo, excitadísimo, le dije: Por favor, dime que te encantaría follártelo, ¡verás cómo se me pone!

 Se ríe, y me dice en plan de cachondeo y dirigiendo su mano a mi paquete: Sí, me gustaría follármelo, por supuesto, con ese pollón que tiene, ¡y que tú me veas cómo me la mete y me folla!

 ¡Joder! ¡No lo esperaba! ¡Su reacción... me puso a cien! Comencé a meterle mano sin parar hasta que la cogí por detrás y le puse la mano en la espalda, empujando suavemente hacia la mesa, le subí el vestido ladeando las braguitas a un lado y se la metí hasta el fondo... ¡Qué polvazo!

 Así, pensando en Gregorio, estuvimos follando más de un año. Miraba la foto de ese chico y me lo imaginaba follando a mi mujer, y me excitaba muchísimo, no sabía si eso era normal o una enfermedad, pero también tengo que decir que cuando se mencionaba su nombre en nuestra cama, mi esposa se excitaba y se corría muchísimo.

 Al pasar el tiempo, el cuerpo me pedía sensaciones más fuertes y fue entonces cuando después de darle muchas vueltas a la cabeza, y sin decirle nada a ella, decidí verle en persona. Si, así fue, fui y aprovechando que nosotros estábamos pensando en comprar una casa en el campo, fui a la inmobiliaria y pregunté por él. Salió de su despacho y me saludó muy amablemente, y me preguntó por el motivo de mi visita. Le comenté que había visto una casa en su web, y que estaba interesado. Me informó al detalle de todo y también me enseñó fotos e incluso un vídeo de la vivienda, y quedamos en que si seguía interesado podríamos concretar una visita y verla. La verdad, me puse un poco nervioso e incluso le miré el paquete, y por cierto, tenia buen bulto.

 Aquella noche estaba yo muy excitado de pensar lo que había hecho, y le pedí a mi mujer de meternos en la cama pronto, hasta el punto que me pregunto qué me había pasado, que me notaba muy caliente.

 Pasaron unos días, recuerdo que era un día de lluvia, y sonó mi teléfono. ¡Adivina! Gregorio para ver si seguía interesado en la casa y hacer una visita... En ese momento me puse nervioso y le dije que no lo tenía muy claro, y si pensaba otra cosa yo le llamaría.

 Pasados unos días, estaba trabajando con mi mujer, como siempre, y seguía imaginando cómo se lo follaba con pelos y señales en la cama de esa casa, hasta el punto que fui al baño y me masturbé. En ese momento me hice de valor y le dije a mi mujer que había visto una casa en una web que me había gustado y que iba a llamar a la inmobiliaria para pedir información.

 Me preguntó que dónde se ubicaba, abrí la página y le enseñé las fotos, y a ella también le gustó, pero le pareció al igual que a mí un poca cara para nuestras posibilidades. Era una casa preciosa, amueblada, de unos extranjeros alemanes pero en busca de mi interés le convencí de ir a verla, y hacerle una contraoferta por si acaso aceptaban.

 A partir de ahí empecé a sentir un poco de miedo, celos, nervios de pensar lo que yo sólo estaba tramando, pero me hice de valor y llamé por teléfono a Gregorio y quedé con él al día siguiente para ir a verla, y quedamos en encontramos a las 9:30 en un restaurante a pie de carretera de camino al chalet.

 Por la noche, la cabeza no me paraba de pensar... Follamos y cuando terminamos, le recordé que al día siguiente había quedado con el chico de la inmobiliaria para ver la casa, y que como los dos no podíamos ir para no dejar el negocio solo, que fuera ella, y me dijo que de acuerdo.

 Por la mañana le dije: ¿Por qué no te pones el vestido verde y las botas altas?

 Y me preguntó: ¿Y eso?

 Y le dije que porque hace tiempo que no te lo pones y me encanta verte con él.

 Es un vestido de seda por encima de la rodilla, suelto, de esos que si colocas las manos abajo y vas subiendo y se queda desnuda.

 Por la mañana, como todas las mañanas, tomamos café en una cafetería que hay cerca de nuestro negocio. Ella, esa mañana, no pasaba desapercibida, incluso el dueño de la cafetería, el cual tenemos confianza, al verla le dijo: ¡Madre mía cómo vas esta mañana!

 Cuando nos quedamos solos, le dije: ¡La verdad es que vas para comerte! ¡A ver lo que me haces por ahí con el inmobiliario!

 Me dijo: ¡Qué tonto eres! Y yo le dije: ¿Me haces un favor?

 ¿Qué?, me contestó.

 Quítate las bragas y déjamelas aquí mientras vas a ver la casa, que me voy a imaginar que te vas a follar al inmobiliario y me la voy a menear. Me contestó:

 Qué tonto, que no me voy sin bragas con este vestido, para que haga aire y se me levante... menuda vergüenza.

 Yo seguí insistiendo y al final la acompañé al coche para despedirme de ella y después de unos tira y afloja me las dio riendo, diciéndome: ¿¡Estás salido y mal de la cabeza!?

 Cuando llegó al punto de encuentro, me llamó por teléfono y me preguntó: ¿Quién es el chico de la inmobiliaria? ¿Qué coche lleva? Le dije yo ya muy nervioso: Vale, cuelga y le llamo para que te recoja.

 Llamé a Gregorio informándole de que iba mi mujer en mi lugar y que estaba esperando en el parking, y que si se podía ir ella con él en su coche. Me dijo que por supuesto.

 La vuelvo a llamar y le digo nerviosísimo: El chico está montado en un Porsche todo terreno blanco, y me ha comentado que si no te importa que te vayas con él y ya te va comentando cosas sobre la casa. Me dijo: ¡Vale! ¡Mejor! Cuando vea la casa te llamo.

 Fue una hora y media interminable, la polla se me salía del pantalón. No sabía qué estaba pasando, qué estaban hablando, qué hacían... Yo miraba la casa a través de las fotos y me la imaginaba follando con él en ese precioso dormitorio con cama de dos metros.

 Por fin sonó el teléfono... y la primera palabra fue: ¿Sabes quién es el de la inmobiliaria?

 No.

 ¿Cómo que no?

 ¡Sí lo sabes! ¡Lo has hecho a caso hecho!

 ¿Quién es?

 Y me dijo: Ahora te lo digo cuando llegue, después hablamos.

 Llegó un poco enfadada. La cogí de la mano, entramos en la oficina, levanté ese vestido verde sin bragas y le metí la polla hasta dentro preguntándole: ¿Te lo has follado? Y me contestó: ¡Sí me lo he follado, cabrón cornudo! ¡Fóllame, cornudo, como me ha follado él! ¡Queeeee polvazo! Para recordar. Era broma, claro, solo para excitarme.

 Cuando terminamos, ya más tranquilos, me comentó que cuando se dio cuenta que era él, se saludaron y se preguntaron un poco por su vidas, vieron la casa y le dijo que lo mejor sería que otro día quedara conmigo para verla yo y que concretáramos los detalles.

 Aquella tarde me llamó Gregorio para preguntarme qué impresión había tenido mi mujer de la casa, y le dije que le había gustado bastante, pero el precio nos parecía un poco elevado. Como buen comercial que es, me dijo que eso era porque yo no la había visto, y me propuso de enseñarme la casa a mí también y quedamos para verla al día siguiente a la misma hora.

 Por la noche le pregunté a Carmen que si le había gustado la casa y me dijo que le había gustado mucho, entonces le pregunté: ¿y tu amigo qué te ha parecido? Si él hubiera sabido que no llevabas bragas, ¿qué?

 Y sonriendo me contestó: ¡Qué golfo eres!

 Le metí la mano en el coño y estaba mojada.

 ¿De verdad que no te hubiera gustado follártelo allí? le pregunté.

 ¡Anda duérmete! ¡Fóllatelo tú!, me dijo.

 A la mañana siguiente quedé con él y fuimos a la casa. Todo muy correcto, y no me comentó en ningún momento que conocía a Carmen, pero al llegar al aparcamiento para recoger mi coche, me preguntó el golfo: ¿dónde vivís vosotros? Y después de decírselo me dice: Qué sorpresa ayer cuando vi a tu mujer, ¡hacía muchos años que no la veía!

 Yo le contesté: Sí, mi mujer me ha comentado que te conoció hace muchos años en la piscina y que folló en varias ocasiones contigo en la casa de la playa de mis suegros, ¡y además que eras un muy bueno! La verdad es que tiene un buen recuerdo de ti, a pesar de que no le gustó el que no le informaras que tenías novia.

 Buffffff... ¡Se quedó de piedra!

 Y ahora te voy a hacer una pregunta, ¿qué te ha parecido ella después de tanto tiempo?

 Contestó muy cortado y tímidamente: Si me lo permites, sigue tan guapa como siempre.

 Le pregunté: ¿Te gustó el vestido que llevaba? Y me dijo: Sí, el vestido era muy bonito y con ese cuerpo que tiene le queda muy bien.

 Le digo yo: Esta noche hemos follado imaginando que follabas con ella y además ayer no llevaba bragas.

 Y ya con más confianza se puso un poco a la defensiva y a la vez atacó y me dice: Mira... no se donde quieres llegar ni a lo que estás jugando, pero sigue estando buenísima y no te lo vas a creer, pero anoche yo también me follé a mi mujer pensando en ella.

 Fue entonces cuando le pregunté que si le gustaría follarse a mi mujer de nuevo... Se quedó a cuadros, y después de preguntarme que si estaba loco, me preguntó que si yo estaría dispuesto a ello. Le dije que sí. En ese momento me quedó claro que él también estaba dispuesto, y a continuación comenzó a advertirme de que él estaba casado y no quería problemas en su matrimonio, pero que vamos, que aceptaría encantado si mi mujer y yo estábamos de acuerdo.

 ¡Bingo! A partir de ahí ya solo quedaba convencer a mi guapísima esposa y lo que es más, asegurarme de si yo estaba preparado realmente para lo que se acontecía.

 Cuando llegué al trabajo no hablamos del tema, ya que estuvimos muy ocupados. Fue después de cenar en el sofá. Al no decir yo nada, ella me echó la mano suavemente al paquete y me preguntó que cómo me había ido la visita a la casa, qué me había parecido y si creía que bajaria el precio. Le comenté que la casa era preciosa, pero que no pude evitar cuando vi el dormitorio pensar que estaba desnuda follando con él, como lo hacían hace años.

 Me dijo: ¡Joder! No paras, ¡al final me lo voy a tener que follar para que te quedes agusto! Además, a ese ya no le gusto yo.

 ¡Bingo! Ahí me quedó claro que ella también estaba dispuesta, y entonces le respondí: Me ha dicho que esta noche pasada se ha follado a su mujer pensando en ti.

 Le metí la mano, y chorreaba... Me miró a los ojos, me puso su palma derecha de la mano cariñosamente en el lado izquierdo de mi cara, me dio un beso corto, carnoso en los labios y me dijo: Sabes que te quiero con toda mi alma y también sabes que haría cualquier cosa por ti, pero te estoy viendo venir, por favor, no me pidas que me acueste con Gregorio, porque tú sabes que si lo hago, ¡sé que me va a gustar!

 Joder... ¡el corazón se me salía!

 Yo sabía que iba a ser muy difícil que ellos quedaran por sí solos, dado que mi mujer es un poco tímida para esto, y además él no tenía la confianza con nosotros para poder hacerlo, pero se me ocurrió una idea...

 Unas semanas después y calculando la semana fértil del mes que es cuando normalmente está más receptiva, aproveché para hacerle un regalo, una lencería preciosa de color negro y detalles en gris, y un perfume de Prada. Impresionada por el regalo, me preguntó a qué se debía ese regalo, ya que no era ninguna fecha en especial, a lo que yo le respondí: esa lencería tan bonita me encantaría que te la pusieras este fin de semana, porque he reservado una habitación en un hotel con SPA y ya aprovechamos para descansar un poco.

 ¡Qué bien!, me contestó, me dio un beso y después de expresar su alegría, me dijo que entonces esa tarde que disponía de tiempo debería de ir a depilarse y a la peluquería. Perfecto, le contesté.

 A continuación me quedaba la otra parte... debía de programarlo todo perfectamente para no fallar. Cualquier pequeño detalle podría estropearlo todo.

 Le mandé un WhatsApp a Gregorio y le dije en clave: Tengo la operación aceptada a falta de que tú quieras firmar.

 Él me responde: ¿Dónde sería la firma?

 Le contesto: Cuando tengas 5 minutos me llamas y lo hablamos por teléfono. Saludos.

 El teléfono sonó inmediatamente y me preguntó que le explicara cómo iba a ser y dónde y si ella está de acuerdo. Yo le dije que ella está deseando pero no se atreve a decirlo, pero que yo tenía un plan que, si lo llevábamos a cabo bien, todo iría sobre ruedas.

 Le informé que había reservado una habitación en un hotel SPA cerca de la zona, pero a la distancia suficiente para ser discreto, y que lo más importante para el éxito era cumplir exactamente con los horarios al minuto. Me confirmó que perfecto y que no había problema. Allí estaré, me contestó.

 Dos días después, sábado, llegamos al hotel a las 12 de la mañana, dejamos las cosas en la habitación y mientras ella estaba en el baño preparándose, le mandé un WhatsApp a Gregorio: Debes estar a las 16:45 en la puerta del hotel, subes a la quinta planta, habitación 501, estaremos a oscuras y verás que la puerta está encajada pero no cerrada, por lo cual no deberás tocar la puerta, solo entrar. Al entrar a la habitación, a la izquierda está el baño. Sin encender luces entras y te desnudas completamente y a continuación te acercas a la cama y te sientas junto a ella. Yo estaré calentándola. Empieza a acariciarla suavemente y ya de lo demás me encargo yo... Me contestó con un: ok, allí estaré.

 Nos fuimos al SPA hasta las 2. Yo estaba nervioso y un poco preocupado por lo que se acontecía y ella sin saber nada. Después de darnos una ducha, bajamos al restaurante del hotel y comimos un pescado en compañía de un albariño fresco. A eso de las 4 nos subimos a la habitación, hice un poco de tiempo mientras ella ordenaba la ropa en los armarios y yo controlaba la hora. Pasadas las 16:30 me acerqué a ella por detrás, le mordisqueé el cuello, dándole un masaje en la espalda y le pedí que se pusiera el conjunto de lencería nuevo que le regalé, y coqueteando entró al baño a ponérselo. Mientras tanto, yo cerré la ventana para que no hubiera luz ninguna y dejé la puerta según el plan.

 Cuando salió con el nuevo conjunto del baño, estaba espectacular, preciosa. Nos fuimos a la cama y empezamos a meternos mano, a besarnos hasta que llegó la hora...

 Vi la puerta cómo se abría y después la del baño... Oí el agua del grifo todo a oscuras. Entonces ella dijo flojo: ¡Ha entrado alguien!

 Seguí besándola y metiéndole mano sin parar, hasta que Gregorio se sentó en la cama. Ella ya se dio cuenta de que estaba pasando algo, y entonces fue cuando le dije: Te lo pido por favor que cumplas mi fantasía, y tengo claro que te va a gustar a ti y a mí.

 Ella se abrazó a mí de espaldas a él, Gregorio empezó a acariciar el pie, después la pierna, su espalda, y empezó a besar su cuerpo empezando por sus piernas, siguiendo por su espalda hasta llegar al oído. Ahí en el oído y muy flojo le dijo: Hola, he venido a pedirte perdón.

 Ella seguía abrazada a mí besándome y no me soltaba mientras él seguía besando y acariciando todo su cuerpo. Pasado un tiempo después cuando vi que ella seguía el juego a pesar de su timidez, cogí la mano de ella y se la llevé hasta la polla de él. En el primer intento la quitó. Por cierto, menudo pollón. Pero él seguía y seguía metiéndole mano sin parar.

 Poco después, él empezó a comerle por la cintura, el cuello y comenzó a quitarle poco a poco la ropa interior. ¡Sorpresa! Ella levantó el culo de la cama permitiéndole que le quitara las braguitas, y ella sola se quitó el sujetador dándose la vuelta hacia él ofreciéndole sus preciosas tetas...

 Mi trabajo había terminado, me fui apartando de la cama poco a poco y me senté en un sillón que había en la esquina de la habitación empalmadísimo. Ella gemía y gemía de placer mientras le comía las tetas y su cuello apasionadamente. Después se bajó a su precioso coño, luego se fue de nuevo hacia arriba y se besaban en la boca como si siempre hubieran estado juntos con un silencio muy excitante.

 Así estuvieron un buen tiempo hasta que ella me pidió que me acercara. Me acerqué y me preguntó: ¿Estás seguro de que quieres cumplir tu fantasía y ver cómo follamos? ¿Seguro? Le dije que sí, que me encantaría.

 Ella me dio un beso y me dijo: Que sepas que lo hago por ti y que te quiero mucho.

 Se dio la vuelta y empezó a besarle y yo me fui al sillón muy nervioso y muy empalmado.

 Poco después empezaron a hablar flojito y me volvió a llamar riéndose... y me dice que no podían seguir. Y pregunté yo: ¿y eso? ¡Que no había preservativos! Joder, ¡menudo fallo!

 Gregorio, encima de ella, seguía sin parar de meterle mano y besarle todo su precioso cuerpo, y no parecía dispuesto a desperdiciar la ocasión, pero yo tampoco.

 Ella me preguntó: ¿Qué hacemos? ¿lo dejamos para otro día? Yo le dije: No sé... pero que al menos se rozaran un poco sin meterla, pero ella no estaba muy de acuerdo.

 Temiendo que la operación estaba peligrando, me acerqué a ellos y cogí con mi mano el pollón empalmadísimo de Gregorio, y comencé a rozarle suavemente de arriba abajo por el coño de ella. Ella, que estaba muy caliente, súper mojada, sentía mucho placer y no paraba de de decir que sin preservativo no. Pasados unos minutos yo seguía frotando de arriba a abajo sin parar, y a pesar de que ella hacía un poco resistencia, Gregorio, muy caliente, aprovechó con un empujón para metérsela hasta dentro. ¡Por fin!

 Ella, excitadísima, dijo: ¡No, por favor! ¡Sin preservativo, no!

 Pero seguidamente oí un... ¡¡¡Síii, síii, síii!!! muy largo, y empezó a gritar de placer.

 A pesar de lo excitado que estaba él, aguantó bastante tiempo dándole y dándole placer, yo diría que cuarenta o cincuenta minutos cambiando de posiciones hasta que, al final, mientras ella debajo rodeaba con sus piernas la cintura de él, se corrió dentro de ella con una enorme corrida del cual tengo un vídeo de recuerdo.

 Una vez que los dos se relajaron después de estar un buen tiempo besándose y cuchicheando como dos auténticos enamorados, Gregorio sacó su miembro de ella donde pude apreciar su coño impregnado aún de semen, que me volvió a excitar de nuevo.

 Él se levantó de la cama y se fue a la ducha y mi mujer me miró y me dijo que me acercara. Cogió mi polla con la mano y empezó a menearla hasta llevarla a su boca y aproveché para darle las gracias por hacerme un cornudo del cual me siento muy feliz por el regalo que me hizo. Ya era cornudo oficial.

 Me preguntó si me había gustado y por supuesto le dije que me había encantado, y que me sentía muy feliz. La verdad es que no podía estar más agradecido, había cumplido mi fantasía que era algo que jamás pensaba conseguir.

 

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