Estimados
lectores, esta es la última parte de mi historia: os comunico que hace
tiempo que ya no estoy con la chica con la que viví las alucinantes
aventuras que os he ido relatando. El principio del fin comenzó cuando
una prima mía invitó a mi todavía novia a su despedida de soltera. Ella
no tenía muy claro si aceptar la invitación, pero yo presioné para que
asistiera porque me parecía positivo que se fuera metiendo en mi
familia después de más de 4 años juntos.
La celebración tuvo lugar en mi ciudad, así que mi chica se alojó en mi
casa como de costumbre. A media tarde la llevé en coche al lugar
acordado y la dejé con el resto de invitadas, conformado por amigas de
mi prima y otras chicas también familiares (algunas que teníamos en
común y otras sólo suyas). Quedamos en que, cuando se terminara todo,
me llamaría cuando cogiera un taxi para despertarme y abrirle la puerta
y volví a mi casa con mis padres.
Y así fue; varias horas después, de madrugada, me llamó y esperé su
llegada. Le pregunté que qué tal y me dijo que muy bien, que había sido
divertido y me contó alguna de las bromas que las amigas de mi prima
llevaban preparadas. También me dijo que habían cenado en el típico
local de boys en el que los camareros van medio desnudos y tratan de
provocar a las chicas. Y nos fuimos a dormir como si tal cosa.
Al día siguiente ella regresó a su ciudad y un par de días después estalló
la bomba: mi prima me llamó para contarme lo que había pasado durante
la despedida. Primero me dijo que llevaba 3 días debatiéndose entre
contármelo o callárselo porque habían acordado eso de lo que pasa en
la despedida, se queda en la despedida, pero que como familiares que
éramos no le parecía bien ocultármelo. El caso es que mi novia, en
palabras de mi prima, se pasó bastante de la raya con los boys del
sitio donde cenaron. Ya la habíamos jodido. En la primera ocasión en la
que confraternizaba con mi familia tenía que liarla. Mi prima trató de
dejarlo ahí y que yo llamara a mi chica para pedirle explicaciones,
pero no le permití tirar la piedra y esconder la mano y le exigí los
detalles. Argumenté que necesitaba saberlo todo para pillarla en caso
de que posteriormente no me contara las cosas tal y como sucedieron.
Una parte de mi cabeza veía venir la tempestad que se aproximaba porque
el hecho de que mi familia descubriera la verdadera naturaleza de
nuestra relación supondría un escándalo; pero por otro lado me daba
morbo que por una vez fuera otra persona la que me relatara una de sus
aventuras.
Según me contó, la velada había sido ejemplar hasta que empezó a correr el
alcohol durante la cena en el local picante. Los boys, que únicamente
vestían una pajarita y unos bóxers rojos ajustados, se dedicaron a
provocar a todas las asistentes, restregando el paquete contra ellas y
dejándose meter mano. Hasta ahí nada fuera de lo normal. Cuando casi
había concluido la cena los boys subieron a un escenario que había en
el local y empezaron a bailar. Obviamente todas las chicas les
aclamaron efusivamente. Pero los problemas empezaron cuando pidieron
voluntarias para acompañarles. No hace falta ser un genio para adivinar
que mi novia salió disparada hacia ellos.
Una vez allí no le costó mucho robarle el protagonismo a cualquier otra
mujer que también hubiera subido al escenario. Los boys hicieron la
coña de intentar quitarles algo de ropa y, mientras las demás se
negaban entre risas, mi chica puso todo de su parte por irse despojando
de lo que llevaba. Parece ser que terminó en ropa interior en un
periquete. Y ellos, que tontos no eran, evidentemente se centraron en
ella al ver todo el juego que daba. Con tanto tío musculado
prácticamente desnudo a su alrededor, sumado a lo que había bebido,
imaginé que se puso cachonda con bastante facilidad. Así que en cuanto
pudo le bajó los gayumbos a uno de los chicos y empezó a hacerle una
paja. Aun así todavía la cosa no se había salido demasiado de madre,
pero claro, el boy acosado no se quedó a verlas venir y ni corto ni
perezoso le quitó el sujetador.
Otro se acopló a ella por detrás y le empezó a magrear las tetas sin
miramientos, y por supuesto sin encontrar ninguna resistencia. Al
contrario, mi novia deslizó una mano por detrás y la metió en los
bóxers del que la estaba sobando, tratando de masturbarle también. Al
parecer lo más curioso de todo fue que todas las asistentes jaleaban a
mi chica como si fuera una heroína. Todas salvo las de mi familia,
claro, que no daban crédito a lo que estaban presenciando. Seguro que
me estaban compadeciendo. Si ellas supieran...
Los dos boys que estaban con mi novia recibieron refuerzos pocos
segundos después ya que un tercero intervino para bajarle el tanga y
dejarla completamente desnuda. Pero ni siquiera así lograron
intimidarla porque, con unos rápidos movimientos, se arrodilló y
terminó chupándole la polla a uno de ellos mientras masturbaba a los
otros dos. No sé exactamente a cuál ni cómo eran porque mi prima no
entró en detalle y me pareció que sería sospechoso que le preguntara
tanto. El caso es que la cosa no pasó a mayores porque el resto de
boys intervino para poner fin a la escena y que no se les fuera de
las manos, supongo que no entraba en su contrato montar una orgía en
medio de un servicio. Y eso fue lo último que supieron mis familiares
de mi novia aquella noche porque, tras recoger su ropa, se marchó por
una puerta con un par de boys sabe Dios dónde. Pues a dónde iba a
ser, al vestuario a follárselos. Imagino que se pondrían de acuerdo
entre ellos para cubrirse las espaldas puesto que la velada estaba
terminando y la ausencia de un par de ellos no se notaría mucho.
Después de la conversación le agradecí su sinceridad y le pedí que, pasara
lo que pasara, no se sintiera culpable porque había hecho lo correcto
contándomelo. Antes de llamar a mi novia me hice una gallola de
campeonato porque la historia me había puesto cachondísimo, lo cual fue
un error porque con la cabeza fría afronté la disputa desde la pura
indignación. La discusión evidentemente fue muy desagradable: yo
comencé echándole en cara que no se hubiera controlado delante de mis
familiares; pero ella, en lugar de disculparse, primero se escandalizó
porque hubieran incumplido el pacto de no contar nada de lo sucedido
durante la despedida, y a continuación me culpó a mí de lo sucedido. No
podía dar crédito, ¿como podía ser culpa mía? Pues fue capaz de
argumentarlo: arrancó diciendo que antes de conocerme ella no era así,
que había sido yo quien la había convertido en una viciosa sexual
poniéndola en situaciones incómodas en las que se esforzó por encajar
para no decepcionarme. Sorprendente lectura. Pero también añadió que
otro factor era la relación a distancia. Dijo que estaba harta de
tenerme lejos y que el hecho de que aparentemente yo no tuviera ningún
problema con la situación le hacía sentirse poco querida.
Esos dos torpedos en mi línea de flotación le dieron la vuelta a la
tortilla y efectivamente consiguió hacerme sentir culpable. Le dije que
podría intentar encontrar una solución, como buscar trabajo en su
ciudad (que ella se mudara a la mía era impensable porque todavía era
estudiante); pero me dijo que no le valía que reaccionara cuando ya
estaba viendo las orejas al lobo. Así que no hubo más remedio que poner
fin a la relación. Al menos dentro de mi familia salvé mi orgullo
porque todos pensaron que yo la dejé por el numerito en el local de los
boys, pero realmente me quedé muy tocado. Casi hundido. Los
siguientes meses fueron muy tristes y me costó mucho levantar cabeza.
Para intentar mantener la mente ocupada me apunté al gimnasio al que iban
mis amigos del barrio y me centré más en mi trabajo. Y por suerte en la
empresa me cambiaron a un proyecto que supuso un soplo de aire nuevo en
mi vida. Así que entre que conocí un montón de gente nueva bastante
juerguista y que me di al deporte como un animal, mis nuevas
ocupaciones me ayudaron a desconectar bastante de mi tristezas
amorosas.
Pero ese no fue el final de mis andanzas con mi exnovia. Casi un año
después uno de mis nuevos compañeros de trabajo nos anunció que se
casaba, así que no tardamos en movilizarnos para organizar su despedida
de soltero. Una vez decidida la fecha nos centramos en fijar un destino
y, fíjate tú que casualidad, la propuesta que hizo uno de ir a la
ciudad de mi exnovia gustó mucho. La mayoría dijo que nunca había
estado en el País Vasco y que les apetecía ir, especialmente para
comprobar la fama de su gastronomía. A mí no me hizo ninguna gracia,
pero no me quedó otra que aguantarme. Alquilamos una casa rural en las
afueras y contratamos unas carreras en un circuito de karts, dejando la
fiesta nocturna a la improvisación, lo cual tampoco me hizo demasiada
gracia.
Cuando por fin llegó el susodicho fin de semana de principios de verano
nos dirigimos hacia el norte en varios coches sin que el novio supiera
el destino. Durante el viaje le gastamos un par de bromas, haciéndole
creer primero que íbamos al aeropuerto para viajar al extranjero
(imprimimos incluso unos billetes falsos y se los enseñamos) y también
que le habíamos abandonado en una gasolinera sin teléfono móvil ni
dinero durante unos minutos hasta que otro de los coches que formaban
nuestro convoy le recogió de nuevo.
Una vez en la casa rural la diversión continuó. Cenamos con un buen
arsenal de cerveza y las bromas al novio continuaron, pero sin pasarnos
de la raya. A la mañana siguiente amaneció un día muy soleado y cálido
(raro para esas latitudes en esas fechas) que nos permitió darnos un
chapuzón en la piscina de la casa, para a continuación ir a comer a un
restaurante y echar las ya mencionadas carreras de karts. La verdad es
que ahí el novio pudo llevar a cabo su pequeña venganza porque quedó el
primero, mientras que yo finalicé penúltimo. Está claro que no soy un
buen piloto ni mucho menos, aunque en mi defensa siempre puedo esgrimir
que se trataba de mi primera vez.
Después regresamos a la casa rural para asearnos de cara a la noche de
jarana. Una vez duchados y cambiados fuimos al centro de la ciudad y,
gracias a mi conocimiento de la misma, les llevé por los bares que
menos frecuentaba mi exnovia, intentando minimizar las posibilidades de
encontrármela. En un momento determinado decidimos que ya era hora de
hacer pasar al novio el mal trago final y le obligamos a disfrazarse de
mujer con unas prendas que llevábamos preparadas: una minifalda, un top
con relleno y una peluca. Su cómico aspecto causó sensación por la
calle, y es que un tío tan alto travestido no pasa desapercibido.
Tras pasar por muchos bares y no ver ningún local que aparentemente
pudiera ofrecernos un striptease para el novio que redondeara la
velada, algunos preguntaron a la gente por algún cabaret o burdel
cercano. Yo omití por completo el bar en el que trabajaba mi exnovia, y
fue todo un alivio cuando un tío nos respondió, refiriéndose al mismo,
que antes había un garito en pleno centro en el que hacían bailes
eróticos, pero que había cambiado de dueño y, por consiguiente, de
estilo. Finalmente nos enviaron a uno que yo no conocía que estaba en
medio de un polígono industrial, teniendo que pillar taxis para llegar
hasta allí ya que estábamos demasiado bebidos como para ir con nuestros
coches.
El sitio resultó ser bastante sórdido porque, entre los años que tenía el
negocio y que nadie se había preocupado de intentar disimular, y el
extremo calor húmedo que hacía dentro para que las chicas ligeras de
ropa no pasaran frío, el ambiente no era el más agradable precisamente.
De hecho, la negociación en la puerta con el proxeneta de turno fue
bastante tensa porque nos resultó imposible conseguir que nos hiciera
una rebaja en el precio de la entrada a pesar de hacerle ver que éramos
20 personas e íbamos a consumir bastante. Y es que jugaba con la
ventaja de saber que eran el único club de alterne en bastantes
kilómetros a la redonda. También nos dijo que el precio de cada baile
había que negociarlo con cada chica porque cada una ponía un precio
distinto.
En cuanto entramos nos dirigimos a la barra para canjear la consumición a
la que daba derecho la entrada y, nada más vernos, las meretrices
cayeron sobre nosotros como vampiresas sedientas de sangre. La
situación resultó bastante incómoda porque queríamos sólo a una, y
además únicamente para hacernos un striptease, servicio que no nos daba
la impresión de que se encontrara en el catálogo de habilidades de
muchas de ellas. Por suerte uno de nuestro grupo, el que llevó la voz
cantante en la infructuosa negociación con el de la puerta y al que me
referiré de ahora en adelante como el cordobés debido su origen,
consiguió dejarles las cosas claras y nos liberó del asalto de las
prostitutas. Entonces comenzó la feria de ganado, en el que algunos
se dieron una vuelta por el local para escoger chica. Otros nos
quedamos con el novio en la barra para que la elección fuera sorpresa
para él. Así que al cabo de pocos minutos los demás regresaron y nos
dijeron que la chica que habían escogido había subido arriba a
prepararse y que fuéramos subiendo y sentándonos en los sillones.
En el piso de arriba nos encontramos una sala en penumbra con sillones
colocados de tal forma que rodeaban una pequeña plataforma en el centro
de la que surgía una barra americana hasta el techo. Instantes después
empezó a sonar música y un foco apuntó directamente a una puerta oculta
por una cortina negra y en la cual ninguno habíamos reparado por la
falta de luz. Y a través de las cortinas mi exnovia irrumpió en la
sala. No sé cómo pude sobrevivir al vuelco que me dio el corazón al
verla. Iba subida a unos botines de plataforma con tacones de aguja de
vértigo, llevaba un short vaquero reducido a su mínima expresión y un
top de cuero sobre una malla de rejilla que le cubría todo el cuerpo,
la melena suelta pero con una diadema que la mantenía a raya de su cara
y bastante maquillaje, especialmente sombra de ojos. Sin dejar de
sonreír se dirigió con decisión a la plataforma y de un salto se
encaramó a la barra. Tal vez fue por su vestimenta o por mi nivel de
alcohol en sangre, pero hubiera jurado que estaba más buena que nunca.
Todos se pusieron a aplaudir y silbar de inmediato. Todos salvo yo, que
estaba en estado de shock. Tras unos instantes de contoneos que nos
permitieron valorar la mercancía, comenzó a utilizar la barra. La
exhibición con la que comenzó su baile me dejó asombrado. Con la forma
física que tenía cuando estaba conmigo jamás hubiera podido hacer todos
esos ejercicios, sin duda había tomado clases de lap-dance y entrenando
a conciencia. Trepaba por la barra con una facilidad pasmosa, se
soltaba de manos y era capaz de sostener todo su peso sólo con las
piernas, además de deslizarse suavemente hacia abajo a la velocidad que
deseaba y recorriendo el segmento que ella quería, demostrando el
preciso control que tenía. Después de la introducción comenzó a
quitarse ropa y fue original: comenzó desabrochándose el short vaquero
mientras caminaba hacia el novio, que animaba como el que más. Una vez
llegó hasta él, le dio la espalda y se sentó sobre él. Inmediatamente
éste posó sus manos sobre sus muslos y se los acarició, pero ella se
las guió hasta que alcanzó el minúsculo pantalón y se aseguró de que lo
sujetara. El siguiente paso fue levantarse de forma que fuera el novio
quien le bajara el short, cosa que hizo hasta los tobillos en cuanto
comprendió la jugada, dejando a la vista el tanga negro que llevaba
debajo junto con la malla de rejilla.
Mientras ella terminaba de librarse del short, sacando con precaución para
no caerse primero un pie y luego el otro, nuestro travestido amigo
aprovechó para meterle un buen magreo al portentoso trasero que tenía
ante su cara, sin ninguna protesta por parte de mi exnovia. De hecho
hizo todo lo contrario, no sólo le dejó hacer sino que además flexionó
ligeramente las rodillas para ofrecerse mejor mientras ponía una
exagerada cara de sorpresa y se llevaba la otra mano a la boca,
adoptando una pose pin-up que levantó algunas carcajadas y muchos
aplausos y silbidos cómplices.
Cuando se apartó del novio regresó al centro de la sala para proseguir con
su espectáculo al ritmo de la música, alternando más ejercicios de
barra con enérgicos bailes. Había aprendido un buen puñado de
movimientos de lo más excitantes, es una lástima que no sea capaz de
describirlos, pero algunos parecían sacados de clases de aerobic. Se
agachaba, saltaba, giraba, volaba asida a la barra y daba latigazos tan
violentos con el torso y el cuello que su melena ondeaba descontrolada
en todas direcciones dando un toque aún más salvaje a su despliegue
físico. Pero lo más increíble de todo es que fuera capaz de hacer todo
eso subida a esos infernales taconazos. Desde luego había practicado
mucho.
Se tomó un respiro en un segundo acercamiento a sus clientes. En esta
ocasión fue pasando por todos y cada uno de nosotros, excitándonos con
algunas insinuaciones y caricias, subiéndose encima de los sofás o
directamente recostándose encima de alguno; sin poner ningún reparo a
que le metieran mano. De hecho hubo varios que no se cortaron un pelo y
hasta le magrearon a conciencia las tetas por debajo del top. La verdad
es que me acojoné mucho cuando me tocó el turno, pero el contraste de
luz entre el centro de la sala y la zona donde estábamos sentados
impidió que me reconociera. Casi entro en trance al volver a estar en
contacto con ella, el poder rozar su piel de nuevo estuvo a punto de
ser demasiado para mis nervios en ese momento. Pero hubo algo que me
impactó todavía más: bajo ese baño de esencia de coco que se había
puesto pude volver a oler su sudor, lo que me trajo demasiados
recuerdos de muchas sensaciones íntimas a la cabeza e hizo que mi
borrachera desapareciera por completo.
Cuando completó la ronda, volvió hasta el novio y le cogió de las manos
para que le acompañara al centro de la sala. Una vez allí le indicó que
se sentara en la plataforma y comenzó a contonearse a su alrededor,
subiendo una marcha más puesto que guió sus manos por todo su cuerpo,
incluso llegó a lamerle los dedos, hasta llevarlas hasta sus generosos
pechos. Ahí se las dejó y lentamente se quitó el top, sabiendo que
nuestro amigo no las retiraría de tan excitante lugar. En ese momento
sólo llevaba puesta la malla de rejilla, el tanga y los botines.
Repentinamente se dio media vuelta y enterró la cara del novio entre
las tetas, provocando que éste le metiera otro buen magreo en el culo.
Desde luego nos estaba dando más de lo que esperábamos porque pocas
strippers se dejan tocar tanto pero, conociéndola como la conozco,
tampoco era para sorprenderse.
El siguiente paso fue quitarle el top al travestido novio. Se puso detrás
de él y empezó a levantárselo despacio, acariciándole los fofos
pectorales según los iba descubriendo. Cuando finalmente se lo quitó,
con cuidado para no llevarse también la peluca, se subió a la
plataforma para alzar la prenda como si fuera un trofeo y pude
contemplarla en todo su esplendor. Mi primera impresión no había sido
ninguna ilusión causada por el alcohol, realmente estaba mucho más
buena que antes: tenía los brazos más fibrosos y las piernas más
torneadas, aparte de haber rebajado considerablemente su sempiterna
barriguita que, en mi opinión, nunca había afeado su figura porque iba
a juego con sus anchas caderas, generoso culo y voluptuosas tetas. Y
una curiosidad: la malla llevaba una apertura a la altura del pecho que
dejaba estas últimas completamente libres, sobre las que además no
llevaba pezoneras. Sus maravillosos pezones tipo galleta María lucían
más apetitosos que nunca. También es digno de comentar la ausencia de
tatuajes, detalle sorprendente en los tiempos que corren y que me
encantó, ya que el cuerpo femenino me gusta mucho más inmaculado.
Volviendo al baile, no se conformó con despojarle del cómico top y
prosiguió con la minifalda pero, para conseguir bajársela, le tuvo que
pedir que se levantara. Continuó el juego haciendo un amago de
ponérsela ella misma, pero como los aplausos y ánimos se tornaron en
abucheos (los silbidos continuaron igual porque ya se sabe que sirven
para ambos fines), lo descartó de inmediato riéndose a carcajadas. Para
ganarse de nuevo al público ejecutó una serie de contoneos alrededor de
nuestro compañero luciendo tímidas e insinuantes sonrisas,
acariciándole suave y lentamente por todas partes, contrastando con la
violencia de sus bailes anteriores. No cabe duda que para ella el
cuerpo masculino no tenía secretos porque logró que una indisimulable
erección se hiciera notar en los gayumbos del afortunado.
En un momento dado hizo como que se daba cuenta de lo que había provocado
y volvió a poner esa pose de sorpresa tan estilo pin-up que de nuevo
despertó carcajadas, pero su siguiente cara pícara nos dejó claro que
el numerito todavía no había terminado. Se colocó tras él, posó las
manos sobre el vientre del novio y las fue bajando lentamente hasta que
las introdujo fácilmente en los bóxers debido al efecto tienda de
campaña. Al no encontrar resistencia, descubrió el erecto pene y
comenzó a masturbarle lentamente con una mano mientras con la otra le
acariciaba los huevos.
Esa fue una auténtica prueba de fuego porque observé como algunos se
miraron y amagaron con intervenir para poner fin a la escena, pero el
cordobés demostró una vez más sus dotes de liderazgo atajando
cualquier posible interrupción con un simple gesto de su mano. Ese
gesto nos transmitía que el novio ya era mayorcito para saber hasta
dónde estaba dispuesto a llegar. El caso es que precisamente esos
movimientos parecieron despertarle y hacerle darse cuenta de lo que
estaba sucediendo porque de inmediato tomó de las manos a mi exnovia y
la apartó suavemente mientras le dedicaba reverencias con la cabeza,
como agradeciéndole los servicios prestados. Pero ella, lejos de querer
poner fin al espectáculo, simplemente le señaló su anterior sitio entre
nosotros para que volviera a sentarse. A continuación se subió a la
plataforma e hizo gestos con ambas manos pidiendo algún voluntario para
que le reemplazara, tratando de disimular la frustación que le había
causado la negativa de mi compañero a seguir disfrutando de sus
encantos.
Y no sé qué se me pasó por la cabeza, pero algo me empujó a ponerme de pie
como un resorte. Tal vez subsconcientemente no quise dejar pasar esa
preciosa ocasión de poder volverme a acercarme a ella. Me sentí
irresistiblemente atraído por esa diosa que, a pesar de que su cuerpo
hubiera sido poseído por muchos, durante un tiempo su corazón fue sólo
mío. Al ver que alguien se levantaba, dirigió su mirada hacia mí y,
todavía sin poder reconocerme por la diferencia de luz, comenzó a hacer
movimientos con los brazos como si tirara de una soga invisible para
acercarme hacia ella. Instintivamente avancé hasta que la luz me
iluminó de lleno y pudo verme con claridad. Doy fe de que el vuelco que
le dio su corazón fue similar al mío un rato antes porque, tras
estremecerse, se quedó petrificada. Yo también me paré en seco.
Esos dos segundos en los que nos quedamos mirando sin reaccionar se me
hicieron eternos. Por suerte un nuevo acto reflejo mío logró desatascar
la situación: le guiñé un ojo y la devolví a la vida. Instantáneamente
continuó con los movimientos para seguir atrayéndome hacia ella, pero
todavía sin ser capaz de disimular su cara de susto. Una vez me tuvo a
su alcance, me obligó a darme media vuelta y me empujó por los hombros
para que me sentara en la plataforma. Después se agachó sobre mí,
cubriéndome la cara con su melena, y me dijo sin que nadie más pudiera
darse cuenta ¿Qué coño haces aquí?. Casualidades de la vida,
respondí.
Volvió a erguirse y aparentemente logró recomponerse porque retomó sus
contoneos al son de la música y empezó a acariciarme con desgana por el
cuello y los hombros. El caso es que al ver cómo le estaba afectando mi
presencia me empecé a sentir culpable, así que me esforcé por dejar
atrás los pensamientos negativos e intentar que ella se sintiera menos
incómoda. Lo primero que hice fue alzar los brazos por detrás de mi
cabeza para devolverle las caricias en un intento de ofrecerle
complicidad, pero encontré resistencia porque me apartó las manos. No
me quedó otra que dejarme hacer, pero con la idea de volver a intentar
tomar parte activa en cuanto viera la oportunidad.
Que ella no pretendía hacer conmigo nada similar a lo que hizo con el
novio anteriormente lo noté rápidamente porque retomó los movimientos
bruscos del principio, así que pensé que lo primero que tenía que
conseguir era relajarla un poco. Cuando bajó de la plataforma para
seguir bailando delante de mí pude corroborar que estaba muy tensa
porque le faltaba plasticidad, parecía que una corriente eléctrica
estaba recorriendo su cuerpo y que se movía por inercia. Además me
evitaba con la mirada y tenía el semblante muy serio. Lo lógico hubiera
sido que hubiera puesto fin al espectáculo porque el baile al novio,
que era por lo que habíamos pagado, ya estaba hecho; pero por algún
motivo quiso continuar. Quizás su orgullo le impedía rendirse en esa
batalla psicológica y dejarme a mí como ganador.
Entonces se me ocurrió una idea brillante: me levanté e intenté bailar con
ella. Pero no de cualquier manera, sino reproduciendo algunos
movimientos que en nuestra época juntos solíamos repetir a modo de
cómicas coreografías con ciertas canciones. Y la estrategia funcionó a
las mil maravillas porque me siguió el juego. Mirándome a los ojos
comprendió que mi actitud no era hostil y que quería que los dos nos lo
pasáramos bien porque le cambió la expresión de la cara drásticamente.
El numerito también despertó al resto de mis compañeros de despedida,
que llevaban un par de minutos en completo silencio porque la
incomodidad de la stripper era evidente. Sus palmadas nos animaron
todavía más.
Poco a poco nos fuimos calentando y progresivamente me fui restregando más
y más contra ella y metiéndole mano, lo cual no era muy complicado
puesto que ya estaba prácticamente desnuda, pero el caso es que ni se
apartó ni me retiró las manos en ningún momento. La postura que puso
punto y final al baile fue cuando me acoplé a ella desde detrás,
presionando mi paquete contra su culo, y le magreé las tetas sin
reparo. Qué gustazo volver a tenerlas entre mis manos. Además tenía los
pezones bien erectos. Ella, ni corta ni perezosa, se mantuvo firme
mientras meneaba las caderas y levantaba los brazos por encima de la
cabeza para acariciarme la nuca.
Pero, como ya he dicho, el baile a dúo acabó ahí porque segundos después
se dio la vuelta y me obligó a sentarme de nuevo en la plataforma. A
partir de ese momento me dedicó un baile erótico que hizo mis delicias,
fue incluso más excitante que el que le dedicó al novio porque estuvo
plagado de carantoñas. Nuestros espectadores no paraban de silbar y
gritar. Tras quitarme la camiseta se subió a la plataforma y me dio a
entender que le bajara el tanga con los dientes, así que eso hice,
haciendo que mis compañeros de viaje enloquecieran. Llevaba el vello
púbico recortado pero sin rasurar del todo. Más apetecible imposible.
Cuando me levanté para ondear el tanga ante los demás a modo de trofeo, mi
exnovia me pilló desprevenido y me bajó de un tirón tanto los
pantalones como los gayumbos, dejando a la vista mi erecto miembro.
Pero cuando esta vez empezó a tocármelo, nadie intervino porque todos
sabían que estaba soltero y no había ningún problema en que disfrutara
de los servicios de aquella chica. ¡Y cómo me lo tocó! Si antiguamente
solía causarme molestias cuando intentaba masturbarme porque no estoy
circuncidado y hay que tener cierto tacto, esta vez su desempeño en
dicha tarea rozó la perfección. Estaba claro que por sus manos ya había
pasado más de un pene como el mío y a esas alturas tenía la técnica más
que depurada. Además supo medir el tiempo y no tardó en ponerse de
cuclillas frente a mí y comenzar a hacerme una de sus prodigiosas
felaciones, levantando nuevas ovaciones.
Fue un regalo del cielo poder volver a disfrutar del placer extremo que es
capaz de proporcionar con su portentosa garganta. No había perdido ni
un ápice de sus cualidades. Mi pene entraba y salía en toda su longitud
en su boca sin el menor problema mientras ella me miraba fijamente a
los ojos. A veces incluso se detenía cuando la penetración era completa
para lamerme los huevos. Y eso, unido a las caricias que me dedicaba
allá donde le alcanzaban las manos, estuvieron a punto de hacer que me
corriera. Pero no quise que la cosa terminara tan pronto. Teníamos a
nuestra disposición un puñado de hombres excitados y quise intentar ir
más lejos para hacer de nuestro reencuentro una velada memorable.
Cuando extraje la polla de su boca, mi exnovia supo leer lo que quería
hacer porque se tumbó bocarriba sobre la plataforma y se abrió de
piernas. Bajo la luz del potente foco que había sobre ella pude
apreciar que le habían salido estrías en las tetas y las caderas debido
a su descenso de peso, y pensé que tal vez por eso llevaba la malla.
Pero antes de que pudiera acoplarme a ella a través de la apertura que
tenía la prenda en la entrepierna, alargó el brazo para sacar una caja
de condones de debajo de la plataforma y me la pasó. Mientras me ponía
uno se dirigió al resto de asistentes con gestos para que se acercaran,
y un par de ellos ni se lo pensaron y se abalanzaron sobre nosotros
deseando participar. Le empezaron a tocar las tetas mientras ella les
intentaba bajar los pantalones, cosa que no le costó mucho y, en cuanto
pudo, les empezó a chupar las pollas alternativamente. Entre tanto yo
ya había invadido su coño y bombeaba con fuerza, disfrutando al máximo.
La orgía ya no había quien la parara.
Un tercero se unió al grupo y tomó parte muy activa porque, sin previo
aviso, apareció entre los otros dos, agarró a mi exnovia por las axilas
y tiró un poco de ella hasta que su cabeza perdió el apoyo de la
plataforma y se quedó colgando. A continuación subió un pie a la
plataforma, se inclinó hacia delante, colocó su pene en la boca y se la
empezó a follar brutalmente en esa posición opuesta a la habitual.
Podía verse claramente el bulto que se formaba en su garganta cuando la
polla entraba, que además era bastante grande, y me imaginaba su nariz
chocando contra los huevos de mi compañero. Fue absolutamente
increíble. De hecho me quedé alucinado mirando a pesar de haberme
desacoplado de ella tras el tirón inicial que dio mi compañero. El caso
es que ella se dejó hacer hasta que pareció quedarse sin aire e intentó
liberarse, pero no recibió tal tregua. Tuvo que hacer buenos esfuerzos
girando el cuello y empujando con los brazos para poder sacarse el
miembro de la boca y respirar.
Cuando levantó la cabeza resultó muy excitante ver su cara con las típicas
hebras de babas que siempre segrega cuando practica una garganta
profunda en el sentido opuesto: en lugar de colgarle de la barbilla,
las tenía pegadas desde la boca hacia arriba. Tuvo que quitárselas con
las manos porque la nariz la tenía completamente cubierta y también un
ojo, corriendo gran parte de su maquillaje. Pero, una vez recuperada,
volvió a dejar la cabeza colgando, dando permiso para que continuara
semejante práctica. Hay cosas que no cambian nunca. El caso es que el
que la empezó dio paso a uno de los otros dos, y el restante se me
adelantó porque, tras ponerse otro condón, penetró también vaginalmente
a mi exnovia. La imagen de verla así, siendo follada a dos bandas en
esa postura, es imborrable en mi mente.
Supongo que el hecho de pensar que no podía desperdiciar esa ocasión
porque seguramente jamás volvería a repetirse me hizo espabilar porque,
en lugar de quedarme agilipollado mirando como tantas otras veces,
intervine y aguardé turno en la zona de las prácticas orales. Cuando el
segundo en castigar la garganta de mi exnovia tuvo suficiente, tomé la
delantera y, tras quitarme el condón al recordar su asco al sabor del
látex, probé la nueva postura no sin antes permitirle que se volviera a
quitar de la cara los abundantes efluvios salivales. Una vez en faena,
la verdad es que me gustó la sensación de penetración plena porque la
polla en ningún momento se te dobla hacia abajo, pero visualmente no
tanto porque el hecho de no poder verle la cara despersonaliza mucho el
acto sexual. Supongo que cuando no conoces a la chica te da igual, pero
en mi caso no tardé mucho en desear volver a follármela por el otro
lado.
Mientras tanto algunos más de mis acompañantes se unieron a la orgía y nos
fuimos turnando su coño y garganta como buenos hermanos. Los condones
volaban porque la dinámica de en el coño sí pero en la boca no quedó
clara muy pronto, ya que mi exnovia confirmó que repudiaba tragarse
penes con profiláctico. Hay cosas que no cambian nunca. Y esto duró
hasta que ella o se cansó o empezó a disfrutar de verdad de lo que le
estimulábamos desde abajo, porque en un cambio de turno levantó la
cabeza para no volver a bajarla y se puso a gemir como una loca. Pero
tampoco cortó las prácticas orales por completo porque siguió dedicando
apasionados lametones a los penes que tenía a mano siempre y cuando su
ritmo de respiración se lo permitía.
El caso es que sus gritos gustaron mucho al que se la estaba follando en
ese momento porque se terminó corriendo. Pero cuando se retiró, mi
exnovia le pidió que se acercara de nuevo. Cuando lo tuvo a mano le
quitó el condón y se vació en la boca su contenido, dejando claro que
ése era el destino que deseaba para todo el semen que fuera a
expulsarse esa velada. Hay cosas que no cambian nunca. El caso es que
no se lo tragó, y verla gemir mientras era follada por el siguiente
manteniendo esa ración de esperma en la boca resultó demasiado
excitante para algunos, porque se empezaron a pajear descaradamente. Y
supongo que no es muy difícil adivinar lo que pasó a continuación: se
terminó montando una especie de bukkake.
Los que se mostraron más reticentes a intervenir porque tenían novia o
esposa terminaron por acercarse a curiosear y creo que casi todos se la
terminaron sacando para masturbarse, entre ellos el cordobés. Los que
no querían aguardar turno para follársela se fueron corriendo en su
boca como buenamente pudieron, básicamente porque apuntar hacia abajo
con el pene erecto no resulta fácil, y algún que otro chorro terminó en
el cuerpo de alguna víctima que se apartaba muerto de asco en busca de
algo con lo que limpiarse, lo que provocó un clima de risas
generalizado. Pero aun así, entre la que le llegaba de los condones
usados y la que le dispararon directamente, lefa más que suficiente
terminó en su objetivo, siendo contenida casi a la perfección en la
boca pese a los envites y los gemidos, que pasaron a ser nasales. Y es
que, aunque a veces se le rebosara un poco, siempre estaba rápida con
las manos para rescatar y devolver a su sitio el semen que se saliera.
En mi turno de folleteo decidí no correrme porque me conozco y seguramente
empezaría a darle vueltas a la cabeza en el momento en el que se pasara
la excitación, así que di la vez e intenté quedarme el último. La
verdad es que estaba cachondo a más no poder y empecé a pensar qué
podría hacer para poner la guinda a semejante fiesta. Y la respuesta se
presentó por casualidad: con tantos pies rondando alrededor de la
plataforma, algunos de los objetos colocados bajo ella
estratégicamente, como más cajas de condones, fueron pateados y
volcados; y hubo uno que me vino como anillo al dedo: un frasco de
lubricante. Cuando lo vi me agaché rápidamente para cogerlo, me quité
el condón y fijé en mi mente mi objetivo definitivo: su culo. Una
palabra se empezó a repetir cómicamente en mi cabeza: ¡recolonización!
¡recolonización!
Tuve que esperar bastante, pero finalmente logré quedarme el último. Por
suerte no perdí mi erección en la espera, y es que la imagen de mi
exnovia con la boca llena de semen gimiendo nasalmente y siendo follada
pondría cachondo hasta a un muerto. Cuando todos se habían apartaron y
ella vio que yo era el último que faltaba, me pareció intuir un intento
de sonrisa en su cara. Me apliqué lubricante abundantemente y me
posicioné dispuesto a penetrarla como ya habíamos hecho varios
anteriormente, pero esta vez le levanté las piernas. En cuanto notó mis
dedos lubricados masajearle el ano me miró con los ojos abiertos como
platos, con una mueca que parecía decir ¿en serio?. Yo asentí con
solemnidad, y noté cómo abrió más las piernas, aprobando mi maniobra.
Así que dicho y hecho. Penetré despacio y con cuidado para no estropearlo
todo, pero resultó innecesario. Mi polla entró en su culo como la seda.
Ella controlaba ya su esfínter a voluntad. El lubricante hizo que no se
notara en absoluto la ausencia de condón y desde el principio pude
bombear a placer, gozando como hacía mucho tiempo que no gozaba. Y es
que yo soy de los que disfrutan mucho más del sexo anal que del
vaginal. Sé que me la jugué no usando profiláctico, pero cuando tienes
la cabeza como una olla a presión se cometen imprudencias. Mi exnovia
volvió a gemir y, entre lo que me estaba gustando y lo que me excitaron
los sonidos que emitía por el placer, no tardé nada en correrme
brutalmente. Puede que lo haya mitificado, pero diría que fue el mejor
orgasmo de mi vida. Por un momento creo que hasta perdí el contacto con
la realidad.
Dado que yo había sido el último que se había corrido de los que habíamos
participado activamente, los demás se pusieron a aplaudir; pero todavía
quedaba el golpe de gracia porque recordemos que mi exnovia todavía no
se había tragado la mezcla de espermas que portaba en la boca. El caso
es que, cuando me retiré, ella se incorporó cerrando la boca e
hinchando los carrillos para no derramar nada con la intención de
quitarme el condón que pensaba que tenía puesto para unir mi esencia a
las que ya estaba saboreando antes de enviarlas a su estómago, pero se
quedó ojiplática al ver que le había follado el culo a pelo. Le guiñé
un ojo cuando me miró sorprendida entre las risotadas de algunos de mis
acompañantes, comentando alguno: ¡Cómo se te va la olla, chaval!;
pero la sorpresa final nos la dio ella a nosotros. Hay cosas que no
cambian nunca.
Noté cómo se le ocurrió una idea por el brillo en sus ojos. Se terminó de
incorporar y se puso en cuclillas sobre la plataforma. Después colocó
una mano bajo su culo y dejó salir mi esperma, recogiéndolo en la
palma. Junto con mi semen también se le escapó un pedo, dando un nuevo
toque de humor a la jugada. Ella a duras penas logró aguantar la
carcajada, pero por suerte fue capaz de hacerlo; y es que hubiera sido
una lástima que todo lo que llevaba en la boca hubiera salido
disparado. Cuando estimó que ya había salido todo, alzó la mano por
encima de su cabeza procurando no dejar caer nada, abrió la boca y
vertió dentro lo que había recogido de su ano.
Una vez tuvo ya junta toda la lefa que había podido recoger esa noche,
cerró los ojos y la boca, hinchó los carrillos y se llevó un dedo a los
labios; tratando de concentrarse para intentar tragar semejante
cantidad de fluido masculino. Se hizo un silencio sepulcral para no
estropear el momento, pero lo consiguió a la primera emitiendo un
sonoro ¡glub!. Al instante todos estallamos de júbilo, aplaudiendo,
silbando y gritando como nunca. Ella también se unió a los aplausos y
se puso de pie sobre la plataforma alzando los brazos en señal de
victoria. Es una diosa.
Justo antes de bajarse de la plataforma para recoger sus tres prendas y
marcharse de la sala como una exhalación me buscó con la mirada y me
dedicó un gesto de agradecimiento y satisfacción. Para ambos aquello
había sido esa especie de polvo de despedida que echan algunas
parejas al romper, pero a nuestro estilo. Yo volví a guiñarle un ojo,
dejándole claro que me había encantado. De vuelta a la casa rural
pregunté a mis compañeros que por qué habían elegido a esa chica
concretamente para que nos hiciera el baile, y me dijeron que porque
les dijo que su precio era tarifa plana mientras que las demás
incluían un suplemento por cada cosa extra que se les solicitara hacer.
Muy propio de ella. Ellos también comentaron que se había comportado de
forma muy extraña cuando me presenté voluntario, pero me hice el loco
diciéndoles que yo tampoco lo entendía. Y esa fue la última vez que
supe de ella.
Sorprendentemente,
en lugar de rallarme la cabeza y volver a pensar en ella, esa aventura
sirvió en cierto modo para cauterizar mis heridas. Me quedé muy
aliviado y me sentí libre, como si esa última orgía hubiera servido
para cerrar por todo lo alto una gran etapa de mi vida y dejarme con la
conciencia tranquila. Hoy en día he rehecho mi vida y formado una
familia con otra mujer maravillosa que, en un estilo mucho menos
ninfomaníaco, también sabe satisfacer mis deseos. Tal vez algún día me
anime y escriba algunas líneas sobre ella, aunque nada de lo que
hayamos hecho se parezca a lo relatado a lo largo de esta historia...
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