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  "Cornudo a distancia (11)".

 

 Un mes y pico después de que celebráramos el segundo intento de intercambio de parejas, mi novia y yo quedamos en mi ciudad para cenar con aquella chica con la que estuve liado que mencioné en la primera publicación, la ‘ninfómana’, y su novio. El caso es que cuando lo dejamos no lo hicimos en demasiados buenos términos, pero con el tiempo volvimos a ser amigos y como a mi chica ya se le habían pasado por completo los celos que sintió en su día cuando le hablé de ella; acordamos la cita para presentarnos a nuestras respectivas parejas.


 La verdad es que la cena fue muy divertida porque, entre que los cuatro éramos gente sexualmente muy activa (el otro chico resultó ser tan cornudo o más que yo) y la sangría que bebimos, las conversaciones fueron de lo más interesantes. Las aventuras que vivía la ‘ninfómana’ eran bastante distintas a las que vivía mi chica porque ella las buscaba activamente. Lo que solía hacer era ir sin su novio a un club de jazz directamente a esperar que le entraran hombres. Decía que era mucho mejor que una discoteca porque solía ir gente más mayor, más culta y que no se andaba por las ramas. A pesar de todo tenía una regla de oro: nunca liarse con hombres casados sin consentimiento de la mujer.

 El caso más llamativo fue el de un hombre iraní que la engatusó y estuvo un tiempo quedando con ella (y follándosela, claro). Decía ser decorador y los fogosos encuentros solían tener lugar en su casa, a la que iban en su moto. Pero un día el persa se tuvo que ausentar de urgencia de la casa y dejó a mi amiga sola, así que ésta encendió el ordenador que había allí, se puso a fisgonear y lo que encontró fue de traca: fotos de la boda del hombre.

 

 Como aparentemente la novia parecía española siguió rastreando y, gracias a que el iraní tenía guardadas las claves de acceso a su cuenta de correo electrónico en el navegador, pudo entrar y encontrar la dirección de su mujer. Tras comerse la cabeza un rato se decidió a escribirle un correo pidiéndole quedar con ella porque necesitaba aclarar el asunto y sospechaba que de su amante no sacaría la verdad.

 Contra todo pronóstico la mujer aceptó la propuesta, acordaron la cita para un par de días después; y lo que ésta le contó fue para mear y no echar gota: para empezar el tío no era decorador, sencillamente era un chapuzas que no se sabe cómo había logrado viajar a nuestro país y gracias a su labia conseguía sobrevivir engatusando a cualquiera que se cruzara en su camino. A esta pobre incluso consiguió llevarla al altar para conseguir el permiso de residencia pero, en cuanto lo obtuvo, sacó a relucir su auténtica personalidad.

 

 Al poco tiempo ella intentó divorciarse pero él ignoró sus peticiones y siguió viviendo en su casa y usando su moto. No había cambiado la cerradura por consejo del abogado que llevaba su caso porque evidentemente ante esta situación presentó una denuncia, aunque tenía pocas posibilidades de prosperar porque el mentiroso no se daba por aludido. La pobre estaba desesperada porque no se atrevía a volver a su casa por miedo a encontrárselo, sospechaba que podía estar vendiendo sus posesiones para sacarse un dinero y encima le había robado la moto.

 Con toda esa información mi amiga se armó de valor para quedar con su amante y echarle en cara todas las mentiras ya que, a pesar de su liberal estilo de vida, si hay algo que ella no tolera bajo ningún concepto son los engaños. El encuentro fue en casa de la mujer del iraní, como era habitual, y según nos contó la discusión fue muy acalorada. Pero lo sorprendente fue cuando nos dijo “¿Sabéis en la serie ‘Aquí no hay quien viva’ cuando Emilio y Belén discutían y siempre acababan acostándose? Pues eso nos pasó”. Increíble. Y al parece fue tal cual porque, al igual que pasaba en la serie, después del polvo volvían a discutir; así que aquel resultó ser el último que echaron porque no quiso volver a verle.


 Tras la cena no sabría decir qué pareja estaba más impresionada por las historias de la opuesta, pero el caso es que nos fuimos de copas y las conversaciones no rebajaron el tono; hasta que mi chica y mi amiga se picaron entre ellas. No sé muy bien cómo fue, pero ambas llegaron a asegurar que su especialidad eran las felaciones y que eran capaces de llevar a cualquier hombre al orgasmo mediante sexo oral.

 

 Para dilucidar cuál de las dos era realmente la mejor, a la ‘ninfómana’ se le ocurrió un reto: hacernos a su novio y a mí una mamada cada una para ver quién conseguía hacer que nos corriéramos antes. Y añadió que habría que intercambiar las parejas para que ninguna pudiera aprovecharse de saber cómo le gusta que se la chupen a su respectivo novio y ganar ventaja. Lo más gracioso es que en ningún momento nos pidieron opinión a los chicos. Mi novia por supuesto no se amilanó, pero protestó diciendo que ella ya me la había chupado a mí en el pasado y ‘me conocía’. “Nena, desde entonces me he comido tantas pollas que aunque tu novio tuviera 3 huevos no me acordaría”, replicó mi amiga. Desde luego prometía ser una lucha de poder a poder.

Acordamos ir a mi casa porque mis padres no estaban. Durante el trayecto pude constatar lo picadas que estaban, aunque ambas se mostraban muy seguras de sus habilidades. También me dio la impresión de que al que menos ilusión le hacía todo aquello era al novio de la ‘ninfómana’. Una vez en casa les pregunté si querían tomar algo por educación, pero las dos me pidieron que me dejara de monsergas y nos pusiéramos al tema. Fueron tan bruscas que me ahorré mi segunda propuesta: que los chicos nos laváramos un poco los miembros. Al fin y al cabo no era mi problema.

 

 Mi amiga me obligó a sentarme en el sofá, me desabrochó los pantalones y sacó mi polla de los gayumbos. Se alegró de comprobar que ya la llevaba un poco morcillona. En el otro bando, mi novia le dijo al otro chico que se quedara de pie, sin duda para poder hacerle una mamada con garganta profunda, y también le bajó los pantalones y los calzoncillos. Supuse que se decepcionó al encontrarse su pene sin ningún signo de excitación, y es que no hacía falta ser un lince para darse cuenta de que el muchacho no estaba cómodo con la situación.


 “Una… dos… y tres”, y comenzaron las mamadas. Mi amiga en ningún momento se comportó como si estuviera compitiendo y se lo tomó con toda la calma del mundo, demostrando total seguridad en sí misma. Curiosamente empezó repartiendo tiernos besos por todo mi falo, consiguiendo que me relajara. Después me dio lentos lametones desde la base hasta la punta sin dejar de mirarme a los ojos, confiriendo una carga erótica inconmensurable al gesto y repartiendo saliva generosamente por toda mi polla. A continuación sopló levemente, logrando llevar mi erección al máximo gracias a la repentina sensación fría. Se notaba que sabía muy bien lo que hacía y que no se había tirado ningún farol presumiendo de su amplia experiencia.

 Entonces la cosa se puso seria. Cambió de postura, pasando de estar arrodillada con el culo apoyado en los talones a incorporarse separando las pantorrillas de los muslos para poder atacar mi miembro desde más arriba. Y qué más puedo decir, desde el momento en el que se metió mi pene en la boca perdí la noción del tiempo y del espacio.

 

 Me hizo la mejor puta mamada de mi vida. Ni siquiera le hizo falta metérselo entero en la boca, con aplicarme la presión perfecta al ritmo perfecto, que fue acelerando paulatinamente, consiguió ir incrementando mi excitación hasta que me corrí. Y cómo. Con un placer muy similar al del mejor de los polvos porque durante mi eyaculación no se separó de mí y continuó friccionando sus labios y lengua contra mi glande extremadamente despacio pero con intensidad.

Pero de repente un grito me sacó de mi nube “¡Iros a la puta mierda los tres!”. Entonces recordé dónde estaba y qué estábamos haciendo. Inmediatamente mi novia se levantó y se largó del salón con un cabreo de tres pares de narices. Me di cuenta de que al novio de la ‘ninfómana’ ni siquiera se le había puesto dura, la tenía exactamente igual que al empezar. Tras tragarse mi copiosa descarga de semen, mi amiga preguntó “¿Pero qué coño le ...?” y se auto-interrumpió cuando también vio el estado de la polla de su chico, que ya se estaba subiendo los pantalones muerto de vergüenza. Fui a buscar a mi chica, que se había encerrado en el baño, y cuando llamé a la puerta me chilló “¡Que me dejéis en paz!”. Comprendí que apagar ese fuego iba para largo, así que les dije a mis invitados que lo mejor sería que se fueran y me disculpé por el mal perder de mi novia.

 

 Tras varios intentos de ablandar a mi chica para que saliera del baño sin éxito me rendí y me fui a la cama, donde estuve reflexionando sobre lo ocurrido. Para empezar, encontré una explicación a porqué mi novia no consiguió excitar al novio de la ‘ninfómana’: a pesar de ser un cornudo en toda regla, seguramente nunca había presenciado cómo su chica lo montaba con otro; por eso la situación resultó ser tan incómoda para él.

 

 En cuanto a las felaciones propiamente dichas, también estuve comparando ambos estilos. El de mi chica lo denominé ‘industrial’: potente, rápido e ideal para hacerlo en cadena. Se notaba que lo había desarrollado haciendo mamadas a varios tíos a la vez. En cambio el de mi amiga era más ‘artesanal’, perfeccionado tras años de chupar pollas de una en una, de amante en amante, sin prisa y aprendiendo de cada experiencia. Me pregunté si variaría dependiendo de si el pene que se encuentra en cada ocasión está circuncidado o no.

 Varias horas después por fin mi chica se cansó de estar enfurruñada y vino a acurrucarse junto a mí. Tengo bien aprendido que esos momentos en los que se arrepiente de haberse enfadado por culpa de sus prontos son ideales para reconciliarnos sexualmente, así que le expuse la conclusión a la que había llegado con respecto al novio de mi amiga para que se sintiera mejor. Evidentemente no le confesé que la mamada de la ‘ninfómana’ me había encantado, sino que le dije que a pesar de que había que reconocer que lo hacía bastante bien, las suyas me gustaban más. A continuación le cogí una mano, se la acerqué a mi polla para que se diera cuenta de mi incipiente erección y añadí “Además estoy deseando que me hagas una”.

 

 Tras besarnos fogosamente y desnudarnos me la chupó a lo bestia, con un brío y unas ganas que nunca antes me había dedicado, de hecho hasta me hizo daño. Decidí romper nuestro pacto y regalarle una ración de esperma de consolación, pero me costó bastante correrme. Tuve que ir buscando el mejor ángulo de mi cuerpo e incluso embestir un poco para llegar al orgasmo, que ni por asomo fue tan placentero como el que me regaló mi amiga con su felación. Después hice de tripas corazón y no protesté por el resto de besos que mi novia me exigió, aunque no permití que aquello sentara precedente y le recalqué que seguía prefiriendo eyacular en su coño.

 

 Continuará...

 

 

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