Un
mes y pico después de que celebráramos el segundo intento de
intercambio de parejas, mi novia y yo quedamos en mi ciudad para cenar
con aquella chica con la que estuve liado que mencioné en la primera
publicación, la ninfómana, y su novio. El caso es que cuando lo
dejamos no lo hicimos en demasiados buenos términos, pero con el tiempo
volvimos a ser amigos y como a mi chica ya se le habían pasado por
completo los celos que sintió en su día cuando le hablé de ella;
acordamos la cita para presentarnos a nuestras respectivas parejas.
La verdad es que la cena fue muy divertida porque, entre que los cuatro
éramos gente sexualmente muy activa (el otro chico resultó ser tan
cornudo o más que yo) y la sangría que bebimos, las conversaciones
fueron de lo más interesantes. Las aventuras que vivía la ninfómana
eran bastante distintas a las que vivía mi chica porque ella las
buscaba activamente. Lo que solía hacer era ir sin su novio a un club
de jazz directamente a esperar que le entraran hombres. Decía que era
mucho mejor que una discoteca porque solía ir gente más mayor, más
culta y que no se andaba por las ramas. A pesar de todo tenía una regla
de oro: nunca liarse con hombres casados sin consentimiento de la
mujer.
El caso más llamativo fue el de un hombre iraní que la engatusó y estuvo
un tiempo quedando con ella (y follándosela, claro). Decía ser
decorador y los fogosos encuentros solían tener lugar en su casa, a la
que iban en su moto. Pero un día el persa se tuvo que ausentar de
urgencia de la casa y dejó a mi amiga sola, así que ésta encendió el
ordenador que había allí, se puso a fisgonear y lo que encontró fue de
traca: fotos de la boda del hombre.
Como
aparentemente la novia parecía española siguió rastreando y, gracias a
que el iraní tenía guardadas las claves de acceso a su cuenta de correo
electrónico en el navegador, pudo entrar y encontrar la dirección de su
mujer. Tras comerse la cabeza un rato se decidió a escribirle un correo
pidiéndole quedar con ella porque necesitaba aclarar el asunto y
sospechaba que de su amante no sacaría la verdad.
Contra todo pronóstico la mujer aceptó la propuesta, acordaron la cita
para un par de días después; y lo que ésta le contó fue para mear y no
echar gota: para empezar el tío no era decorador, sencillamente era un
chapuzas que no se sabe cómo había logrado viajar a nuestro país y
gracias a su labia conseguía sobrevivir engatusando a cualquiera que se
cruzara en su camino. A esta pobre incluso consiguió llevarla al altar
para conseguir el permiso de residencia pero, en cuanto lo obtuvo, sacó
a relucir su auténtica personalidad.
Al
poco tiempo ella intentó divorciarse pero él ignoró sus peticiones y
siguió viviendo en su casa y usando su moto. No había cambiado la
cerradura por consejo del abogado que llevaba su caso porque
evidentemente ante esta situación presentó una denuncia, aunque tenía
pocas posibilidades de prosperar porque el mentiroso no se daba por
aludido. La pobre estaba desesperada porque no se atrevía a volver a su
casa por miedo a encontrárselo, sospechaba que podía estar vendiendo
sus posesiones para sacarse un dinero y encima le había robado la moto.
Con toda esa información mi amiga se armó de valor para quedar con su
amante y echarle en cara todas las mentiras ya que, a pesar de su
liberal estilo de vida, si hay algo que ella no tolera bajo ningún
concepto son los engaños. El encuentro fue en casa de la mujer del
iraní, como era habitual, y según nos contó la discusión fue muy
acalorada. Pero lo sorprendente fue cuando nos dijo ¿Sabéis en la
serie Aquí no hay quien viva cuando Emilio y Belén discutían y
siempre acababan acostándose? Pues eso nos pasó. Increíble. Y al
parece fue tal cual porque, al igual que pasaba en la serie, después
del polvo volvían a discutir; así que aquel resultó ser el último que
echaron porque no quiso volver a verle.
Tras la cena no sabría decir qué pareja estaba más impresionada por las
historias de la opuesta, pero el caso es que nos fuimos de copas y las
conversaciones no rebajaron el tono; hasta que mi chica y mi amiga se
picaron entre ellas. No sé muy bien cómo fue, pero ambas llegaron a
asegurar que su especialidad eran las felaciones y que eran capaces de
llevar a cualquier hombre al orgasmo mediante sexo oral.
Para
dilucidar cuál de las dos era realmente la mejor, a la ninfómana se
le ocurrió un reto: hacernos a su novio y a mí una mamada cada una para
ver quién conseguía hacer que nos corriéramos antes. Y añadió que
habría que intercambiar las parejas para que ninguna pudiera
aprovecharse de saber cómo le gusta que se la chupen a su respectivo
novio y ganar ventaja. Lo más gracioso es que en ningún momento nos
pidieron opinión a los chicos. Mi novia por supuesto no se amilanó,
pero protestó diciendo que ella ya me la había chupado a mí en el
pasado y me conocía. Nena, desde entonces me he comido tantas pollas
que aunque tu novio tuviera 3 huevos no me acordaría, replicó mi
amiga. Desde luego prometía ser una lucha de poder a poder.
Acordamos ir a mi casa porque mis padres no estaban. Durante el
trayecto pude constatar lo picadas que estaban, aunque ambas se
mostraban muy seguras de sus habilidades. También me dio la impresión
de que al que menos ilusión le hacía todo aquello era al novio de la
ninfómana. Una vez en casa les pregunté si querían tomar algo por
educación, pero las dos me pidieron que me dejara de monsergas y nos
pusiéramos al tema. Fueron tan bruscas que me ahorré mi segunda
propuesta: que los chicos nos laváramos un poco los miembros. Al fin y
al cabo no era mi problema.
Mi
amiga me obligó a sentarme en el sofá, me desabrochó los pantalones y
sacó mi polla de los gayumbos. Se alegró de comprobar que ya la llevaba
un poco morcillona. En el otro bando, mi novia le dijo al otro chico
que se quedara de pie, sin duda para poder hacerle una mamada con
garganta profunda, y también le bajó los pantalones y los calzoncillos.
Supuse que se decepcionó al encontrarse su pene sin ningún signo de
excitación, y es que no hacía falta ser un lince para darse cuenta de
que el muchacho no estaba cómodo con la situación.
Una
dos
y tres, y comenzaron las mamadas. Mi amiga en ningún momento
se comportó como si estuviera compitiendo y se lo tomó con toda la
calma del mundo, demostrando total seguridad en sí misma. Curiosamente
empezó repartiendo tiernos besos por todo mi falo, consiguiendo que me
relajara. Después me dio lentos lametones desde la base hasta la punta
sin dejar de mirarme a los ojos, confiriendo una carga erótica
inconmensurable al gesto y repartiendo saliva generosamente por toda mi
polla. A continuación sopló levemente, logrando llevar mi erección al
máximo gracias a la repentina sensación fría. Se notaba que sabía muy
bien lo que hacía y que no se había tirado ningún farol presumiendo de
su amplia experiencia.
Entonces la cosa se puso seria. Cambió de postura, pasando de estar
arrodillada con el culo apoyado en los talones a incorporarse separando
las pantorrillas de los muslos para poder atacar mi miembro desde más
arriba. Y qué más puedo decir, desde el momento en el que se metió mi
pene en la boca perdí la noción del tiempo y del espacio.
Me
hizo la mejor puta mamada de mi vida. Ni siquiera le hizo falta
metérselo entero en la boca, con aplicarme la presión perfecta al ritmo
perfecto, que fue acelerando paulatinamente, consiguió ir incrementando
mi excitación hasta que me corrí. Y cómo. Con un placer muy similar al
del mejor de los polvos porque durante mi eyaculación no se separó de
mí y continuó friccionando sus labios y lengua contra mi glande
extremadamente despacio pero con intensidad.
Pero de repente un grito me sacó de mi nube ¡Iros a la puta mierda los
tres!. Entonces recordé dónde estaba y qué estábamos haciendo.
Inmediatamente mi novia se levantó y se largó del salón con un cabreo
de tres pares de narices. Me di cuenta de que al novio de la
ninfómana ni siquiera se le había puesto dura, la tenía exactamente
igual que al empezar. Tras tragarse mi copiosa descarga de semen, mi
amiga preguntó ¿Pero qué coño le ...? y se auto-interrumpió cuando
también vio el estado de la polla de su chico, que ya se estaba
subiendo los pantalones muerto de vergüenza. Fui a buscar a mi chica,
que se había encerrado en el baño, y cuando llamé a la puerta me chilló
¡Que me dejéis en paz!. Comprendí que apagar ese fuego iba para
largo, así que les dije a mis invitados que lo mejor sería que se
fueran y me disculpé por el mal perder de mi novia.
Tras
varios intentos de ablandar a mi chica para que saliera del baño sin
éxito me rendí y me fui a la cama, donde estuve reflexionando sobre lo
ocurrido. Para empezar, encontré una explicación a porqué mi novia no
consiguió excitar al novio de la ninfómana: a pesar de ser un cornudo
en toda regla, seguramente nunca había presenciado cómo su chica lo
montaba con otro; por eso la situación resultó ser tan incómoda para
él.
En
cuanto a las felaciones propiamente dichas, también estuve comparando
ambos estilos. El de mi chica lo denominé industrial: potente, rápido
e ideal para hacerlo en cadena. Se notaba que lo había desarrollado
haciendo mamadas a varios tíos a la vez. En cambio el de mi amiga era
más artesanal, perfeccionado tras años de chupar pollas de una en
una, de amante en amante, sin prisa y aprendiendo de cada experiencia.
Me pregunté si variaría dependiendo de si el pene que se encuentra en
cada ocasión está circuncidado o no.
Varias horas después por fin mi chica se cansó de estar enfurruñada y vino
a acurrucarse junto a mí. Tengo bien aprendido que esos momentos en los
que se arrepiente de haberse enfadado por culpa de sus prontos son
ideales para reconciliarnos sexualmente, así que le expuse la
conclusión a la que había llegado con respecto al novio de mi amiga
para que se sintiera mejor. Evidentemente no le confesé que la mamada
de la ninfómana me había encantado, sino que le dije que a pesar de
que había que reconocer que lo hacía bastante bien, las suyas me
gustaban más. A continuación le cogí una mano, se la acerqué a mi polla
para que se diera cuenta de mi incipiente erección y añadí Además
estoy deseando que me hagas una.
Tras
besarnos fogosamente y desnudarnos me la chupó a lo bestia, con un brío
y unas ganas que nunca antes me había dedicado, de hecho hasta me hizo
daño. Decidí romper nuestro pacto y regalarle una ración de esperma de
consolación, pero me costó bastante correrme. Tuve que ir buscando el
mejor ángulo de mi cuerpo e incluso embestir un poco para llegar al
orgasmo, que ni por asomo fue tan placentero como el que me regaló mi
amiga con su felación. Después hice de tripas corazón y no protesté por
el resto de besos que mi novia me exigió, aunque no permití que aquello
sentara precedente y le recalqué que seguía prefiriendo eyacular en su
coño.
Continuará...
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