Terminaron
las fiestas veraniegas de nuestro pueblo, las del intento de
intercambio de parejas que al final resultó en cesión de mi novia, y
cada uno regresamos a nuestras respectivas ciudades. En el reencuentro
con sus amigas les contó lo que había pasado en el pueblo y por lo
visto la historia causó sensación. Como ya he comentado anteriormente,
no eran precisamente un grupo de castas señoritas y la promiscuidad era
común denominador.
Pero creo necesaria, antes de continuar con la aventura que nos atañe, una
presentación para dar a conocer a este grupo de chicas. Eran seis y,
para seguir cumpliendo mi política de no dar nombres, me referiré a
cada una ellas utilizando un apodo inspirado en la que considero su
característica más destacable:
La fumada, cuyo apodo viene motivado por su afición a fumar porros, era
la más atractiva del grupo. Rubia, delgada y guapa; era también, sin
duda, la más promiscua de todas. El único defecto físico que yo podía
encontrarle era su acusada falta de busto, pero que quedaba compensado
por un insuperable trasero.
La arisca, debido a su carácter desagradable. Esta morena también sufría
un paupérrimo volumen de pechos, aunque también de trasero y además no
me parecía demasiado guapa de cara, pero su éxito con los chicos se
debía a que era la otra chica del grupo que también estaba delgada.
Demasiado para mi gusto.
La inútil, la mejor amiga de mi novia. El hecho de criarse en una
familia desestructurada había hecho mella en ella, convirtiéndola en
una buena para nada. Aparte de no ser guapa tenía unos cuantos kilos de
más que, unidos a su introvertida personalidad, resultaba en una muy
limitada atracción hacia el género opuesto. Lo único interesante que yo
podía encontrar en ella eran sus generosas tetas.
La cocinera. Ni gorda ni delgada, su atractivo no emanaba de su físico.
Ligaba gracias a su personalidad soez y atrevida a pesar de su poco
agraciado rostro. Como estudiaba para ser chef, de ahí su apodo.
La caraperro. La más repulsiva de todas, como su apodo indica. Aunque
quiero dejar constancia de que ese mote no se lo he puesto yo ya que
sus propias amigas se refieren a ella de ese modo por la expresión de
su cara. Como además estaba muy por encima de su peso ideal, únicamente
lograba ligar con los más borrachos de los bares que quedaban a última
hora. Y si la inútil había acusado los problemas familiares en su
desarrollo como persona, ésta otra no se quedaba corta. Recuerdo una
frase suya que se me quedó grabada: A mí lo que más me gusta es salir
de fiesta y es lo único que quiero hacer.
La trastornada. Tenía ligeros desequilibrios mentales, no sé exactamente
si simples tendencias depresivas o directamente trastorno bipolar, pero
de vez en cuando sufría crisis y tenía que medicarse. Físicamente era
una chica del montón, pero como predicaba a los cuatro vientos su
bisexualidad, los que intentaban ligársela normalmente lo hacían con la
esperanza de poder montar un trío chica-chico-chica con ella.
Otra característica común a casi todas ellas era su bajo rendimiento
escolar. Sólo la fumada había hecho las pruebas de selectividad con
aspiraciones a convertirse en universitaria. Las demás como máximo
estudiarían formación profesional.
Y, como también tienen su importancia, dedicaré un pequeño espacio a los
chicos que eventualmente formaban parte del grupo: El bakala, ex
novio de la fumada; el guaperas, novio de la fumada; el
melenas, novio de la arisca; y el gordo, novio de la
trastornada. Normalmente cuando había una ruptura era el chico el que
no continuaba frecuentando el grupo porque su núcleo fundacional lo
formaban las chicas, pero en este caso el bakala continuó en el
círculo de amistades porque se había hecho muy amigo de los otros tres.
Aunque lo más sorprendente no era eso, sino que la fumada
originalmente ya fue novia del guaperas, después lo dejaron, salió un
tiempo con el bakala y finalmente terminó volviendo con el primero.
Así funcionaban las cosas por allí.
Como iba diciendo antes de las presentaciones, el intento de intercambio
de parejas que hicimos en el pueblo ese verano entusiasmó a las amigas
de mi chica. Por lo que me contó el tema dio para una larga
conversación entre risas, pero ahí quedó todo. En los días posteriores
a que mi novia me comentara eso mi atribulada cabeza le dio vueltas al
tema y un nuevo plan surgió en mi cabeza. Así que me puse a trabajar en
un proyecto personal que desvelaré más adelante.
Tres semanas después fijamos un fin de semana para un nuevo encuentro,
esta vez en su ciudad. Ese preciso fin de semana ella y sus amigos iban
a organizar un botellón especial para celebrar los cumpleaños de varios
miembros del grupo que, por haber caído en verano, no pudieron festejar
juntos dado que la mayoría estaban de vacaciones. Esto era justo lo que
mi plan necesitaba, así que aceleré mis preparativos.
Al llegar el susodicho fin de semana hice el viaje y dejé la maleta en un
apartahotel que había reservado, un sitio diferente a la pensión o el
hotel a los que solía ir con mi novia en mis visitas. El motivo del
cambio también tenía que ver con el plan. Y a continuación fui a ver a
mi chica. Cenamos juntos y después nos reunimos con su grupo de amigos
para el ya mencionado botellón.
Tuve que esperar a que todo el mundo hubiera bebido bastante para revelar
mi plan. Era atrevido y arriesgado, pero cuando se me mete algo en la
cabeza suelo ir hasta el final con todas las consecuencias. Yo me
mantuve lo más sobrio posible porque seguramente debería hacer frente a
una situación delicada y necesitaría contar con plenas facultades
mentales. En un momento en el que no había ninguna persona ausente
meando saqué el tema. Así que os moló lo que hicimos este verano en
nuestro pueblo, ¿eh?
Algunos de los chicos no sabían de qué estábamos hablando, así que las
chicas se lo explicaron. Pude comprobar que, tal como me había dicho mi
novia, la historia les había encantado porque ya habían transcurrido
algo más de tres semanas desde que se lo contó por primera vez y no
habían olvidado ni un solo detalle. Eso me dio pie para continuar con
más seguridad. ¿Y no os gustaría hacer algo parecido
pero entre todos
nosotros?
Lo que dije cayó como una bomba y hubo reacciones de todo tipo. Desde
risas, pasando por gritos de ánimo, hasta muecas de desaprobación. Pero
lo importante es que agradó a los cabecillas de cada género: El
bakala en los chicos y la fumada en las chicas. Ellos pasaron a
encabezar la campaña para sacar adelante la propuesta. Y el alcohol que
corría por sus venas les hizo más fuertes a ellos y más débiles a los
opositores.
Volví a meter baza: A ver, nadie está obligado a participar. Podemos
hacerlo sólo entre los que queramos. Pero los líderes no aceptaron
eso, no recuerdo quién exactamente, pero alguien dijo lo de o follamos
todos o la puta al río. El refranero suele ser un socorrido recurso en
cualquier momento. Así que proseguí metiendo presión para que la olla
no se enfriara: Bueno, si participáramos todos tendríamos el problema
de que hay más chicas que chicos
Dos chicas más, o dos chicos menos,
según se mire. La trastornada, que inicialmente no se pronunció ni a
favor ni en contra, tomó la palabra para decir que el problema se
resolvería si alguna chica estuviera dispuesta a enrollarse con ella.
Segunda bomba de la noche. La cosa se estaba poniendo cada vez más
interesante, aunque pensé que sería muy complicado que apareciera una
voluntaria. Venga, yo misma, dijo mi chica. Si ya me resultó
impactante que alguna saltara a la palestra, el hecho de que la
voluntaria fuera mi novia me dejó de piedra. Esa tercera deflagración
sí que no la vi venir y tuve que luchar contra la estupefacción para no
perder los papeles. Ella jamás había mostrado el más ligero coqueteo
con la bisexualidad, pero ya sabemos cómo es habiendo bebido. Y su
forma de cerrar el pacto nos dejó claro a todos que iba en serio: se
acercó a la muchacha y le dio un tórrido beso con lengua. Eso provocó
una reacción de júbilo en los chicos, que las empezaron a ovacionar.
Especialmente el gordo, que parecía encantado de ver a su novia en
actitud tan cariñosa con la mía.
Pero por muy raro que me pareciera me esforcé para no desconcentrarme y
seguir tirando del carro. Ya éramos cuatro chicas y cuatro chicos, así
que propuse cómo organizarnos: por sorteo o por votación. Les dije que
mediante sorteo puro simplemente pondríamos los ocho nombres separados
en dos grupos según el sexo - el bakala, el gordo, el guaperas y
yo por un lado; y la fumada, la cocinera, la inútil y la arisca
por otro - e iríamos sacando uno de cada montón para formar parejas. Si
saliera una pareja real, los nombres volverían cada uno a su grupo para
volverse a sortear.
Era la manera más sencilla, pero también la más arriesgada. La votación,
en cambio, era bastante más compleja, pero yo estaba preparado. Les
expliqué que, si querían optar por ese método, podíamos utilizar una
aplicación que había hecho para el móvil (en Java Mobile, todavía no
existían Android ni iOS) en la que cada persona votaba por orden de
preferencia a otras tres. Una vez introducidos los votos, el algoritmo
haría sus cuentas y sacaría las parejas, así podríamos hacerlo de forma
más secreta. Ese había sido mi proyecto secreto. Evidentemente se
quedaron boquiabiertos. ¡Joder, tú lo traes todo pensado!, me dijo el
bakala. Y, como era de esperar, los partidarios de llevar a cabo el
intercambio múltiple se decantaron por utilizar mi aplicación porque el
sorteo intimidaba a todos.
Los más reticentes eran el melenas, la inútil y la caraperro, por lo
que la presión social se volcó contra ellos. Los ataques fueron del
estilo: ¿Qué pasa, que no hay huevos?, muy típico de los vascos, o
Bah, venga, no cortéis el rollo. Para rebajar la tensión dije que
cada nueva pareja se iría por su lado y decidirían qué hacer. Me
pareció importante que nadie se tuviera que sentir obligado a hacer
nada si no quería, y creo que gracias a eso finalmente dieron su brazo
a torcer. Así que pasé a enseñarles la aplicación. El primer paso era
meter los nombres e indicar el género. Después, por orden alfabético,
se nos daría la ocasión de votar a todos.
Yo, después de tantas semanas currándomelo, ya tenía decididos mis votos.
En primer lugar escogería a la fumada, aunque pensaba que dicha
opción no tendría muchas posibilidades ya que había dos chicos
presentes que ella ya se había tirado no se parecen a mí lo más mínimo
ni en físico ni en personalidad, pero tenía que intentarlo. Al fin y al
cabo era la chica más me apetecía follarme del grupo. En segundo lugar
pondría a la arisca porque, aunque no me cae bien, también tenía su
atractivo, a pesar de que éste no fuera más allá de ser mucho más
delgada y manejable que mi novia. Y el último voto ya fue por descarte.
No encontraba atractivas ni a la inútil ni a la cocinera, pero
entre ambos males prefería a la cocinera porque con su carácter
abierto y decidido seguro que al menos me haría vivir una aventura
divertida en el hipotético caso de resultar emparejados. La opción de
la caraperro ni la consideré.
Así que por orden todos fuimos introduciendo nuestros votos. El programa
no tardó nada en devolver los emparejamientos: El guaperas con la
arisca. El melenas con la inútil. El bakala con la cocinera.
El gordo con la caraperro. Y a mí
con la fumada. Me había tocado
el premio gordo, no podía creérmelo, así que intenté reprimir la
emoción por respeto a los demás. Mientras todos se esforzaban por ver
la pantalla y descubrir su pareja, yo se las leí en alto. Después les
dije que nos separáramos y acordáramos qué hacer.
Le pregunté a la fumada que si le parecía bien que nos fuéramos a mi
apartahotel, a lo que no puso objeción. Cuando me giré para despedirme
de mi novia, el gordo y la caraperro me pidieron hablar un momento
en privado conmigo. Una vez nos apartamos me exigieron que les
explicara por qué les había tocado juntos cuando no se habían votado
entre sí. Les comenté que en ese caso habían sido emparejados por
descarte, porque nadie les había votado, y no pude evitar añadir un Lo
siento. Esa eventualidad la contemplé cuando diseñé el algoritmo. Se
quedaron cabizbajos ante el golpe a su autoestima que acababan de
recibir, pero lo aceptaron. Aclarado ese asunto fui a despedirme de mi
chica, que me dijo que había acordado irse a casa de la trastornada
con ella. Antes de marcharme le dije a la que iba a ser su amante esa
noche: Cuanto más borracha esté, mejor te lo vas a pasar.
Se echó a reír mientras mi novia se hizo la indignada poco
convincentemente, pero me hicieron caso y se prepararon un par de minis
bien cargados para el camino. Así que la fumada y yo nos fuimos hacia
el apartahotel a pie puesto que no estaba lejos. Pero durante el
trayecto se frustraron amargamente mis ilusiones porque me dijo que
realmente no tenía intención de hacer absolutamente nada contigo.
Simplemente me eligió para poner celoso a su novio, el guaperas,
porque últimamente las cosas no estaban muy bien entre ellos y quería
ver cómo reaccionaba ante la situación.
Me quedé tan planchado que no fui capaz ni de discutir, me parecía
increíble que me estuviera sucediendo lo mismo por segunda vez, pero
así fue. Así que me dijo que se marchaba a su casa y se largó. Minutos
después me encontré solo en el apartamento sin saber qué hacer, así que
me fui a la cama. Tardé mucho en conciliar el sueño pensando en lo que
estarían haciendo mi novia y la trastornada, pero me consoló la idea
de que al día siguiente me enteraría con todo lujo de detalles.
Cuando me desperté por la mañana lo primero que hice fue mirar el móvil
porque me extrañaba que no hubiera sonado en toda la noche.
Efectivamente no había ninguna llamada ni ningún mensaje. Tal vez mi
novia se quedó a dormir en casa de la trastornada y aún no se había
levantado. O quizás se había ido a su casa y había decidido no decirme
nada para no interrumpir mi supuesta noche de pasión con la fumada.
Finalmente opté por dejarle un mensaje que decía que en cuanto se
levantara contactara conmigo, y tras eso salí del apartahotel para
desayunar algo. Dediqué el resto de la mañana a mirar la televisión
hasta que finalmente mi chica me llamó.
Tenía una resaca de mil demonios, acababa de salir de la casa donde la
trastornada y el gordo vivían juntos y tenía que llegar lo antes
posible a la suya porque su madre estaba muy preocupada ya que no había
dado señales de vida en toda la noche. Le esperaba bronca, así que
acerté al adivinar que no le permitirían salir en todo el día. De todas
formas ella nunca ha sido muy obediente con sus padres, así que esperó
a que se acostaran para escaparse y reunirse conmigo. Antes de
intercambiar historias le dije que primero necesitaba echar un buen
polvo porque su amiga la fumada me había dejado a dos velas, así que
a ello nos pusimos. Me llevé una agradable sorpresa cuando descubrí el
seductor conjunto de sujetador y tanga que portaba y que hizo mis
delicias.
Cuando terminamos le pedí que me relatara su experiencia homosexual.
Bisexual más bien, me corrigió. Pero no me dejó ni pedirle
explicaciones y empezó a contarme su aventura. Como ya sabía, de camino
a la casa de la trastornada siguieron bebiendo para que no se les
pasara la borrachera. Cuando llegaron allí pusieron música y se
sentaron en el sofá. Le dio la impresión de que su amiga estaba un poco
insegura, seguramente porque no sabía cómo iba a reaccionar, así que
decidió lanzarse ella. No era la primera vez que besaba a una amiga,
pero sí en plan de enrollarse, y me dijo que se le hizo raro pero no
desagradable. Inmediatamente empezó a quitarse ropa y la trastornada
hizo lo mismo, pero antes de que estuvieran desnudas pasó algo
totalmente inesperado: el gordo entró por la puerta y las pilló en
plena faena.
¿En serio? ¿Y qué hicisteis? pregunté sorprendido e intrigado. Aunque no
le dejé responder porque se me ocurrió preguntar también que qué había
pasado con la que se suponía que tenía que ser su pareja esa noche: la
caraperro. No lo sabía, pero se deduce que no se liaron porque no se
gustaban. Así que la fumada no fue la única que no aprovechó la
ocasión de echar una canita al aire. Sobre el resto de parejas aún
tenía más preguntas, pero no quise interrumpir más y le pedí que
prosiguiera con lo que me estaba contando.
Se ve que la trastornada vio en la presencia de su novio una amenaza
para que su noche de sexo con mi chica se culminara, así que reaccionó
tratando de echarle de la casa. Pero a mi novia no le pareció justo que
se tuviera que ir de su propia casa e hizo por impedir la expulsión
argumentando que a ella no le suponía ningún problema que él estuviera
allí. Así que, obtenido el permiso, el tío se sentó tan pancho en una
silla a mirar con una sonrisa de oreja a oreja mientras las chicas
volvieron a lo suyo. Qué suertudo.
Terminaron de quitarse la ropa entre apasionados besos y una vez
estuvieron desnudas se comieron enteras. Como mi novia era la novata,
la dinámica la fue marcando su amiga, que ya había cogido confianza: lo
que ella hacía primero luego mi chica lo imitaba después. Se lamieron
los pezones, se practicaron cunnilungus la una a la otra
alternativamente y también utilizaron los dedos para masturbarse entre
ellas. Todo lo que escuchaba me ponía cada vez más cachondo y recuperé
mi erección a pesar de haber echado un polvo hacía escasos minutos.
Pero todavía hubo más: llegó un punto en el que a mi novia todo eso le
pareció insuficiente y le dijo al gordo, que hacía rato que se estaba
haciendo una paja mientras miraba, que se uniera a la fiesta.
¿Hicísteis un trío?, volví a preguntar asombrado. Y asintió con su
sonrisa más picarona. Me quedé en estado de shock. El gordo se lo
había montado con mi novia y la suya a la vez. Desde luego esa noche
terminó teniendo una suerte increíble. Cuando fui capaz de volver a
articular palabra reclamé más detalles y me dijo que empezaron
chupándole la polla entre las dos. Maldición, pensé, una de mis mayores
fantasías. Y sin parar de beber, la que no tenía el pene en la boca
aprovechaba para darle un trago a los minis que rellenaron nada más
llegar a la casa. Pero cuando llegó el momento de pasar al sexo duro
tuvieron que negociar para organizarse porque los dos componentes de
la pareja deseaban montárselo con mi chica ya que era la novedad. Ella
fue generosa y se ofreció a complacer a ambos, así que la postura
acordada consistió en quedarse entre ambos a cuatro patas para que,
mientras el gordo la penetraba desde atrás, le practicaba un
cunnilingus a la trastornada.
Aunque poco les duró el invento porque el chaval no tardó mucho en
correrse e inundar de lefa el hirviente coño de mi novia. Según me
contó, a pesar de que a la trastornada le alegró volver a disponer
por completo de mi chica, le repugnaba la presencia del regalito que
había plantado su novio en ella, así que le sugirió que fuera a lavarse
sus partes íntimas, cosa que hizo para poder continuar con el sexo
lésbico. Tras el paso por el aseo las dos chicas hicieron un jugoso 69
durante unos minutos, tiempo que aprovechó el gordo para recuperarse
y volver a pedir turno. Entonces mi chica les ofreció cambiar los roles
para que se acoplaran entre ellos, pasando ella a ser el verso
suelto, pero el muchacho insistió en repetir: Decía que para una vez
que se podía follar a otra, que quería aprovechar. De nuevo mi novia
se puso mirando a Cuenca, pero el chaval tenía otra idea: propuso
sentarse él en el sofá, que ella le cabalgara y que su chica se sentara
en lo alto del respaldo para que mi novia le pudiera seguir comiendo el
coño.
Con la nueva disposición la que salió perdiendo fue la trastornada
porque, dado que era mi chica la que tenía que llevar la iniciativa,
poco caso le pudo hacer con tanto movimiento. Lo que quedó claro es que
lo que el gordo buscaba con esa postura era poder degustar las
tetorras de mi novia, cosa que hizo a placer según me dijo. Y para ella
también fue el tiempo que más disfrutó ya que alcanzó su único orgasmo
de la noche. Cuando él volvió a rellenarla de lefa se acabó la juerga
porque mi chica ya se había quedado a gusto y con el pedo que llevaba
encima no tardó en quedarse dormida en el sofá tras agenciarse una
manta. No sé si pasó de verdad o me lo he soñado, pero creo que
discutieron. No es descabellado que la trastornada abroncara a su
novio por interferir y robarle protagonismo.
Después de escuchar todo eso casi me estalla el rabo, así que me abalancé
sobre ella y le eché uno de los polvos más rápidos que recuerdo. Al
terminar le pregunté a si le apetecía que buscáramos una chica para
hacer otro trío, pero me dijo que si algo había sacado en claro era que
me gustan más las pollas que los potorros porque los ratos que
compartió con su amiga le parecieron mucho menos estimulantes que en
los que el gordo también intervino. Literalmente había acabado hasta
el coño de tanto coño y para futuras aventuras prefería ser ella la
única chica, como ya había probado en anteriores ocasiones. Qué lista.
En cuanto al resto de integrantes del grupo, parece ser que la fumada se
llevó un buen chasco porque su novio no se lo pensó a la hora de
tirarse a la arisca. Evidentemente eso supuso para ella un bache
insalvable en la relación y lo terminaron dejando. Y lo mismo sucedió
entre el melenas, que tampoco hizo nada con la inútil, y la
arisca. Y es que para poder hacer intercambios de parejas sin
consecuencias hay que estar hecho de una pasta especial.
Continuará...
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