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  "Cornudo a distancia (10)".

 

 Terminaron las fiestas veraniegas de nuestro pueblo, las del intento de intercambio de parejas que al final resultó en cesión de mi novia, y cada uno regresamos a nuestras respectivas ciudades. En el reencuentro con sus amigas les contó lo que había pasado en el pueblo y por lo visto la historia causó sensación. Como ya he comentado anteriormente, no eran precisamente un grupo de castas señoritas y la promiscuidad era común denominador.

 Pero creo necesaria, antes de continuar con la aventura que nos atañe, una presentación para dar a conocer a este grupo de chicas. Eran seis y, para seguir cumpliendo mi política de no dar nombres, me referiré a cada una ellas utilizando un apodo inspirado en la que considero su característica más destacable:

 La ‘fumada’, cuyo apodo viene motivado por su afición a fumar porros, era la más atractiva del grupo. Rubia, delgada y guapa; era también, sin duda, la más promiscua de todas. El único defecto físico que yo podía encontrarle era su acusada falta de busto, pero que quedaba compensado por un insuperable trasero.

 La ‘arisca’, debido a su carácter desagradable. Esta morena también sufría un paupérrimo volumen de pechos, aunque también de trasero y además no me parecía demasiado guapa de cara, pero su éxito con los chicos se debía a que era la otra chica del grupo que también estaba delgada. Demasiado para mi gusto.

 La ‘inútil’, la mejor amiga de mi novia. El hecho de criarse en una familia desestructurada había hecho mella en ella, convirtiéndola en una buena para nada. Aparte de no ser guapa tenía unos cuantos kilos de más que, unidos a su introvertida personalidad, resultaba en una muy limitada atracción hacia el género opuesto. Lo único interesante que yo podía encontrar en ella eran sus generosas tetas.

 La ‘cocinera’. Ni gorda ni delgada, su atractivo no emanaba de su físico. Ligaba gracias a su personalidad soez y atrevida a pesar de su poco agraciado rostro. Como estudiaba para ser chef, de ahí su apodo.

 La ‘caraperro’. La más repulsiva de todas, como su apodo indica. Aunque quiero dejar constancia de que ese mote no se lo he puesto yo ya que sus propias amigas se refieren a ella de ese modo por la expresión de su cara. Como además estaba muy por encima de su peso ideal, únicamente lograba ligar con los más borrachos de los bares que quedaban a última hora. Y si la ‘inútil’ había acusado los problemas familiares en su desarrollo como persona, ésta otra no se quedaba corta. Recuerdo una frase suya que se me quedó grabada: “A mí lo que más me gusta es salir de fiesta y es lo único que quiero hacer”.

 La ‘trastornada’. Tenía ligeros desequilibrios mentales, no sé exactamente si simples tendencias depresivas o directamente trastorno bipolar, pero de vez en cuando sufría crisis y tenía que medicarse. Físicamente era una chica del montón, pero como predicaba a los cuatro vientos su bisexualidad, los que intentaban ligársela normalmente lo hacían con la esperanza de poder montar un trío chica-chico-chica con ella.

 Otra característica común a casi todas ellas era su bajo rendimiento escolar. Sólo la ‘fumada’ había hecho las pruebas de selectividad con aspiraciones a convertirse en universitaria. Las demás como máximo estudiarían formación profesional.

 Y, como también tienen su importancia, dedicaré un pequeño espacio a los chicos que eventualmente formaban parte del grupo: El ‘bakala’, ex novio de la ‘fumada’; el ‘guaperas’, novio de la ‘fumada’; el ‘melenas’, novio de la ‘arisca’; y el ‘gordo’, novio de la ‘trastornada’. Normalmente cuando había una ruptura era el chico el que no continuaba frecuentando el grupo porque su núcleo fundacional lo formaban las chicas, pero en este caso el ‘bakala’ continuó en el círculo de amistades porque se había hecho muy amigo de los otros tres. Aunque lo más sorprendente no era eso, sino que la ‘fumada’ originalmente ya fue novia del ‘guaperas’, después lo dejaron, salió un tiempo con el ‘bakala’ y finalmente terminó volviendo con el primero. Así funcionaban las cosas por allí.

 Como iba diciendo antes de las presentaciones, el intento de intercambio de parejas que hicimos en el pueblo ese verano entusiasmó a las amigas de mi chica. Por lo que me contó el tema dio para una larga conversación entre risas, pero ahí quedó todo. En los días posteriores a que mi novia me comentara eso mi atribulada cabeza le dio vueltas al tema y un nuevo plan surgió en mi cabeza. Así que me puse a trabajar en un proyecto personal que desvelaré más adelante.

 Tres semanas después fijamos un fin de semana para un nuevo encuentro, esta vez en su ciudad. Ese preciso fin de semana ella y sus amigos iban a organizar un botellón especial para celebrar los cumpleaños de varios miembros del grupo que, por haber caído en verano, no pudieron festejar juntos dado que la mayoría estaban de vacaciones. Esto era justo lo que mi plan necesitaba, así que aceleré mis preparativos.

 Al llegar el susodicho fin de semana hice el viaje y dejé la maleta en un apartahotel que había reservado, un sitio diferente a la pensión o el hotel a los que solía ir con mi novia en mis visitas. El motivo del cambio también tenía que ver con el plan. Y a continuación fui a ver a mi chica. Cenamos juntos y después nos reunimos con su grupo de amigos para el ya mencionado botellón.

 Tuve que esperar a que todo el mundo hubiera bebido bastante para revelar mi plan. Era atrevido y arriesgado, pero cuando se me mete algo en la cabeza suelo ir hasta el final con todas las consecuencias. Yo me mantuve lo más sobrio posible porque seguramente debería hacer frente a una situación delicada y necesitaría contar con plenas facultades mentales. En un momento en el que no había ninguna persona ausente meando saqué el tema. “Así que os moló lo que hicimos este verano en nuestro pueblo, ¿eh?”

 Algunos de los chicos no sabían de qué estábamos hablando, así que las chicas se lo explicaron. Pude comprobar que, tal como me había dicho mi novia, la historia les había encantado porque ya habían transcurrido algo más de tres semanas desde que se lo contó por primera vez y no habían olvidado ni un solo detalle. Eso me dio pie para continuar con más seguridad. “¿Y no os gustaría hacer algo parecido… pero entre todos nosotros?”

 Lo que dije cayó como una bomba y hubo reacciones de todo tipo. Desde risas, pasando por gritos de ánimo, hasta muecas de desaprobación. Pero lo importante es que agradó a los cabecillas de cada género: El ‘bakala’ en los chicos y la ‘fumada’ en las chicas. Ellos pasaron a encabezar la campaña para sacar adelante la propuesta. Y el alcohol que corría por sus venas les hizo más fuertes a ellos y más débiles a los opositores.

 Volví a meter baza: “A ver, nadie está obligado a participar. Podemos hacerlo sólo entre los que queramos”. Pero los líderes no aceptaron eso, no recuerdo quién exactamente, pero alguien dijo lo de ‘o follamos todos o la puta al río’. El refranero suele ser un socorrido recurso en cualquier momento. Así que proseguí metiendo presión para que la olla no se enfriara: “Bueno, si participáramos todos tendríamos el problema de que hay más chicas que chicos… Dos chicas más, o dos chicos menos, según se mire”. La ‘trastornada’, que inicialmente no se pronunció ni a favor ni en contra, tomó la palabra para decir que el problema se resolvería si alguna chica estuviera dispuesta a enrollarse con ella.

 Segunda bomba de la noche. La cosa se estaba poniendo cada vez más interesante, aunque pensé que sería muy complicado que apareciera una voluntaria. “Venga, yo misma”, dijo mi chica. Si ya me resultó impactante que alguna saltara a la palestra, el hecho de que la voluntaria fuera mi novia me dejó de piedra. Esa tercera deflagración sí que no la vi venir y tuve que luchar contra la estupefacción para no perder los papeles. Ella jamás había mostrado el más ligero coqueteo con la bisexualidad, pero ya sabemos cómo es habiendo bebido. Y su forma de cerrar el pacto nos dejó claro a todos que iba en serio: se acercó a la muchacha y le dio un tórrido beso con lengua. Eso provocó una reacción de júbilo en los chicos, que las empezaron a ovacionar. Especialmente el ‘gordo’, que parecía encantado de ver a su novia en actitud tan cariñosa con la mía.

 Pero por muy raro que me pareciera me esforcé para no desconcentrarme y seguir tirando del carro. Ya éramos cuatro chicas y cuatro chicos, así que propuse cómo organizarnos: por sorteo o por votación. Les dije que mediante sorteo puro simplemente pondríamos los ocho nombres separados en dos grupos según el sexo - el ‘bakala’, el ‘gordo’, el ‘guaperas’ y yo por un lado; y la ‘fumada’, la ‘cocinera’, la ‘inútil’ y la ‘arisca’ por otro - e iríamos sacando uno de cada montón para formar parejas. Si saliera una pareja real, los nombres volverían cada uno a su grupo para volverse a sortear.

 Era la manera más sencilla, pero también la más arriesgada. La votación, en cambio, era bastante más compleja, pero yo estaba preparado. Les expliqué que, si querían optar por ese método, podíamos utilizar una aplicación que había hecho para el móvil (en Java Mobile, todavía no existían Android ni iOS) en la que cada persona votaba por orden de preferencia a otras tres. Una vez introducidos los votos, el algoritmo haría sus cuentas y sacaría las parejas, así podríamos hacerlo de forma más secreta. Ese había sido mi proyecto secreto. Evidentemente se quedaron boquiabiertos. “¡Joder, tú lo traes todo pensado!”, me dijo el ‘bakala’. Y, como era de esperar, los partidarios de llevar a cabo el intercambio múltiple se decantaron por utilizar mi aplicación porque el sorteo intimidaba a todos.

 Los más reticentes eran el ‘melenas’, la ‘inútil’ y la ‘caraperro’, por lo que la presión social se volcó contra ellos. Los ataques fueron del estilo: “¿Qué pasa, que no hay huevos?”, muy típico de los vascos, o “Bah, venga, no cortéis el rollo”. Para rebajar la tensión dije que cada nueva pareja se iría por su lado y decidirían qué hacer. Me pareció importante que nadie se tuviera que sentir obligado a hacer nada si no quería, y creo que gracias a eso finalmente dieron su brazo a torcer. Así que pasé a enseñarles la aplicación. El primer paso era meter los nombres e indicar el género. Después, por orden alfabético, se nos daría la ocasión de votar a todos.

 Yo, después de tantas semanas currándomelo, ya tenía decididos mis votos. En primer lugar escogería a la ‘fumada’, aunque pensaba que dicha opción no tendría muchas posibilidades ya que había dos chicos presentes que ella ya se había tirado no se parecen a mí lo más mínimo ni en físico ni en personalidad, pero tenía que intentarlo. Al fin y al cabo era la chica más me apetecía follarme del grupo. En segundo lugar pondría a la ‘arisca’ porque, aunque no me cae bien, también tenía su atractivo, a pesar de que éste no fuera más allá de ser mucho más delgada y manejable que mi novia. Y el último voto ya fue por descarte. No encontraba atractivas ni a la ‘inútil’ ni a la ‘cocinera’, pero entre ambos males prefería a la ‘cocinera’ porque con su carácter abierto y decidido seguro que al menos me haría vivir una aventura divertida en el hipotético caso de resultar emparejados. La opción de la ‘caraperro’ ni la consideré.

 Así que por orden todos fuimos introduciendo nuestros votos. El programa no tardó nada en devolver los emparejamientos: El ‘guaperas’ con la ‘arisca’. El ‘melenas’ con la ‘inútil’. El ‘bakala’ con la ‘cocinera’. El ‘gordo’ con la ‘caraperro’. Y a mí… con la ‘fumada’. Me había tocado el premio gordo, no podía creérmelo, así que intenté reprimir la emoción por respeto a los demás. Mientras todos se esforzaban por ver la pantalla y descubrir su pareja, yo se las leí en alto. Después les dije que nos separáramos y acordáramos qué hacer.

 Le pregunté a la ‘fumada’ que si le parecía bien que nos fuéramos a mi apartahotel, a lo que no puso objeción. Cuando me giré para despedirme de mi novia, el ‘gordo’ y la ‘caraperro’ me pidieron hablar un momento en privado conmigo. Una vez nos apartamos me exigieron que les explicara por qué les había tocado juntos cuando no se habían votado entre sí. Les comenté que en ese caso habían sido emparejados por descarte, porque nadie les había votado, y no pude evitar añadir un “Lo siento”. Esa eventualidad la contemplé cuando diseñé el algoritmo. Se quedaron cabizbajos ante el golpe a su autoestima que acababan de recibir, pero lo aceptaron. Aclarado ese asunto fui a despedirme de mi chica, que me dijo que había acordado irse a casa de la ‘trastornada’ con ella. Antes de marcharme le dije a la que iba a ser su amante esa noche: “Cuanto más borracha esté, mejor te lo vas a pasar”.

 Se echó a reír mientras mi novia se hizo la indignada poco convincentemente, pero me hicieron caso y se prepararon un par de minis bien cargados para el camino. Así que la ‘fumada’ y yo nos fuimos hacia el apartahotel a pie puesto que no estaba lejos. Pero durante el trayecto se frustraron amargamente mis ilusiones porque me dijo que realmente no tenía intención de hacer absolutamente nada contigo. Simplemente me eligió para poner celoso a su novio, el ‘guaperas’, porque últimamente las cosas no estaban muy bien entre ellos y quería ver cómo reaccionaba ante la situación.

 Me quedé tan planchado que no fui capaz ni de discutir, me parecía increíble que me estuviera sucediendo lo mismo por segunda vez, pero así fue. Así que me dijo que se marchaba a su casa y se largó. Minutos después me encontré solo en el apartamento sin saber qué hacer, así que me fui a la cama. Tardé mucho en conciliar el sueño pensando en lo que estarían haciendo mi novia y la ‘trastornada’, pero me consoló la idea de que al día siguiente me enteraría con todo lujo de detalles.

 Cuando me desperté por la mañana lo primero que hice fue mirar el móvil porque me extrañaba que no hubiera sonado en toda la noche. Efectivamente no había ninguna llamada ni ningún mensaje. Tal vez mi novia se quedó a dormir en casa de la ‘trastornada’ y aún no se había levantado. O quizás se había ido a su casa y había decidido no decirme nada para no interrumpir mi supuesta noche de pasión con la ‘fumada’. Finalmente opté por dejarle un mensaje que decía que en cuanto se levantara contactara conmigo, y tras eso salí del apartahotel para desayunar algo. Dediqué el resto de la mañana a mirar la televisión hasta que finalmente mi chica me llamó.

 Tenía una resaca de mil demonios, acababa de salir de la casa donde la ‘trastornada’ y el ‘gordo’ vivían juntos y tenía que llegar lo antes posible a la suya porque su madre estaba muy preocupada ya que no había dado señales de vida en toda la noche. Le esperaba bronca, así que acerté al adivinar que no le permitirían salir en todo el día. De todas formas ella nunca ha sido muy obediente con sus padres, así que esperó a que se acostaran para escaparse y reunirse conmigo. Antes de intercambiar historias le dije que primero necesitaba echar un buen polvo porque su amiga la ‘fumada’ me había dejado a dos velas, así que a ello nos pusimos. Me llevé una agradable sorpresa cuando descubrí el seductor conjunto de sujetador y tanga que portaba y que hizo mis delicias.

 Cuando terminamos le pedí que me relatara su experiencia homosexual. “Bisexual más bien”, me corrigió. Pero no me dejó ni pedirle explicaciones y empezó a contarme su aventura. Como ya sabía, de camino a la casa de la ‘trastornada’ siguieron bebiendo para que no se les pasara la borrachera. Cuando llegaron allí pusieron música y se sentaron en el sofá. Le dio la impresión de que su amiga estaba un poco insegura, seguramente porque no sabía cómo iba a reaccionar, así que decidió lanzarse ella. No era la primera vez que besaba a una amiga, pero sí en plan de enrollarse, y me dijo que se le hizo raro pero no desagradable. Inmediatamente empezó a quitarse ropa y la ‘trastornada’ hizo lo mismo, pero antes de que estuvieran desnudas pasó algo totalmente inesperado: el ‘gordo’ entró por la puerta y las pilló en plena faena.

 “¿En serio? ¿Y qué hicisteis?” pregunté sorprendido e intrigado. Aunque no le dejé responder porque se me ocurrió preguntar también que qué había pasado con la que se suponía que tenía que ser su pareja esa noche: la ‘caraperro’. No lo sabía, pero se deduce que no se liaron porque no se gustaban. Así que la ‘fumada’ no fue la única que no aprovechó la ocasión de ‘echar una canita al aire’. Sobre el resto de parejas aún tenía más preguntas, pero no quise interrumpir más y le pedí que prosiguiera con lo que me estaba contando.

 Se ve que la ‘trastornada’ vio en la presencia de su novio una amenaza para que su noche de sexo con mi chica se culminara, así que reaccionó tratando de echarle de la casa. Pero a mi novia no le pareció justo que se tuviera que ir de su propia casa e hizo por impedir la expulsión argumentando que a ella no le suponía ningún problema que él estuviera allí. Así que, obtenido el permiso, el tío se sentó tan pancho en una silla a mirar con una sonrisa de oreja a oreja mientras las chicas volvieron a lo suyo. Qué suertudo.

 Terminaron de quitarse la ropa entre apasionados besos y una vez estuvieron desnudas se comieron enteras. Como mi novia era la novata, la dinámica la fue marcando su amiga, que ya había cogido confianza: lo que ella hacía primero luego mi chica lo imitaba después. Se lamieron los pezones, se practicaron cunnilungus la una a la otra alternativamente y también utilizaron los dedos para masturbarse entre ellas. Todo lo que escuchaba me ponía cada vez más cachondo y recuperé mi erección a pesar de haber echado un polvo hacía escasos minutos. Pero todavía hubo más: llegó un punto en el que a mi novia todo eso le pareció insuficiente y le dijo al ‘gordo’, que hacía rato que se estaba haciendo una paja mientras miraba, que se uniera a la fiesta.

 “¿Hicísteis un trío?”, volví a preguntar asombrado. Y asintió con su sonrisa más picarona. Me quedé en estado de shock. El ‘gordo’ se lo había montado con mi novia y la suya a la vez. Desde luego esa noche terminó teniendo una suerte increíble. Cuando fui capaz de volver a articular palabra reclamé más detalles y me dijo que empezaron chupándole la polla entre las dos. Maldición, pensé, una de mis mayores fantasías. Y sin parar de beber, la que no tenía el pene en la boca aprovechaba para darle un trago a los minis que rellenaron nada más llegar a la casa. Pero cuando llegó el momento de pasar al sexo ‘duro’ tuvieron que ‘negociar’ para organizarse porque los dos componentes de la pareja deseaban montárselo con mi chica ya que era la novedad. Ella fue generosa y se ofreció a complacer a ambos, así que la postura acordada consistió en quedarse entre ambos a cuatro patas para que, mientras el ‘gordo’ la penetraba desde atrás, le practicaba un cunnilingus a la ‘trastornada’.

 Aunque poco les duró el invento porque el chaval no tardó mucho en correrse e inundar de lefa el hirviente coño de mi novia. Según me contó, a pesar de que a la ‘trastornada’ le alegró volver a disponer por completo de mi chica, le repugnaba la presencia del ‘regalito’ que había plantado su novio en ella, así que le sugirió que fuera a lavarse sus partes íntimas, cosa que hizo para poder continuar con el sexo lésbico. Tras el paso por el aseo las dos chicas hicieron un jugoso 69 durante unos minutos, tiempo que aprovechó el ‘gordo’ para recuperarse y volver a pedir turno. Entonces mi chica les ofreció cambiar los roles para que se acoplaran entre ellos, pasando ella a ser el ‘verso suelto’, pero el muchacho insistió en repetir: “Decía que para una vez que se podía follar a otra, que quería aprovechar”. De nuevo mi novia se puso ‘mirando a Cuenca’, pero el chaval tenía otra idea: propuso sentarse él en el sofá, que ella le cabalgara y que su chica se sentara en lo alto del respaldo para que mi novia le pudiera seguir comiendo el coño.

 Con la nueva disposición la que salió perdiendo fue la ‘trastornada’ porque, dado que era mi chica la que tenía que llevar la iniciativa, poco caso le pudo hacer con tanto movimiento. Lo que quedó claro es que lo que el ‘gordo’ buscaba con esa postura era poder degustar las tetorras de mi novia, cosa que hizo a placer según me dijo. Y para ella también fue el tiempo que más disfrutó ya que alcanzó su único orgasmo de la noche. Cuando él volvió a rellenarla de lefa se acabó la juerga porque mi chica ya se había quedado a gusto y con el pedo que llevaba encima no tardó en quedarse dormida en el sofá tras agenciarse una manta. “No sé si pasó de verdad o me lo he soñado, pero creo que discutieron”. No es descabellado que la ‘trastornada’ abroncara a su novio por interferir y robarle protagonismo.

 Después de escuchar todo eso casi me estalla el rabo, así que me abalancé sobre ella y le eché uno de los polvos más rápidos que recuerdo. Al terminar le pregunté a si le apetecía que buscáramos una chica para hacer otro trío, pero me dijo que si algo había sacado en claro era que “me gustan más las pollas que los potorros” porque los ratos que compartió con su amiga le parecieron mucho menos estimulantes que en los que el ‘gordo’ también intervino. Literalmente había “acabado hasta el coño de tanto coño” y para futuras aventuras prefería ser ella la única chica, como ya había probado en anteriores ocasiones. Qué lista.

 En cuanto al resto de integrantes del grupo, parece ser que la ‘fumada’ se llevó un buen chasco porque su novio no se lo pensó a la hora de tirarse a la ‘arisca’. Evidentemente eso supuso para ella un bache insalvable en la relación y lo terminaron dejando. Y lo mismo sucedió entre el ‘melenas’, que tampoco hizo nada con la ‘inútil’, y la ‘arisca’. Y es que para poder hacer intercambios de parejas sin consecuencias hay que estar hecho de una pasta especial.


 Continuará...

 

 

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