Hace
tiempo que os visito, me encanta la página, y he encontrado muchas
vivencias parecidas entre los usuarios, especialmente en los relatos, y
aunque estaba tentado, hasta ahora no me había decidido a contaros nada
de mis experiencias con mi mujer, como sumiso.
Somos jóvenes, al menos todavía, yo tengo 34 y mi mujer 31 años, estamos
casados desde hace casi cuatro y antes fuimos novios durante 6 años. En
total, 10 años como pareja, y nunca habíamos practicado nada fuera de
lo considerado normal hasta que tuvimos una crisis hace poco más de
dos años. La culpa la tuvo la rutina en la cama, y decidimos probar
cosas nuevas. Al final la sumisión (siendo yo el sumiso de ella) fue de
todo lo que probamos lo que mas nos llenó. Ella descubrió su lado
mandón, y a mí me excitaba mucho verme sometido.
Dentro de esa sumisión habíamos hablado muchas veces de la posibilidad de
que ella pudiese acostarse con otros y yo tuviese que aceptarlo, tan
solo mirando cuando ella quisiera y sin participar, ni siquiera
masturbándome. Sería la mejor forma de culminar los procesos de
humillación a que ella me sometía y que tan dura me la ponían a mí.
Sin embargo, con el plan hecho no nos atrevíamos a dar el paso. Ella
quería hacerlo, y yo ya había aceptado ser cornudo, pero nos costaba
hacerlo real. Nos frenaba el entorno, que se enterase alguien que nos
conociera... en fin, cierto miedo.
Sin embargo, el verano pasado, estando de vacaciones fuera de España
conocimos a dos chicos en la piscina del hotel que tambien eran
españoles, los dos de 28 años. Al principio como iban solos creímos que
eran gays, además que se veían muy cuidados, de gimnasio... en fin, yo
habría jurado que eran gays.
Nos caímos bien con uno de ellos (lo llamaré Rafa, aunque no es su
nombre), sobre todo porque le gustó físicamente a mi mujer y aprovechó
para hablar mucho con él, y durante dos o tres días siguientes fuimos
casi inseparables los tres, porque a su amigo no le hizo tanta gracia
nuestra compañía, y nos frecuentaba menos (por eso y porque además era
el Mundial de Futbol y se subía a la habitación a ver todos los
partidos, hasta los de países que ni conozco).
Empezamos a ir con ellos a la playa también, y una tarde mi mujer hizo
topless a petición de él, después de que le dijese que tenía unos
pechos preciosos y que le gustaría verlos. Eso me excitó muchísimo. No
lo había hecho nunca con amigos. Nunca. Esa noche mi mujer y yo
hablamos de él antes de acostarnos y acabó diciéndome que empezase a
asumir que iba a volverme a España con dos cuernos bien puestos, que
allí no corríamos ningún riesgo y que en la playa, en una pequeña
siesta, había soñado ya que follaba con él. Yo, también excitado, le
dije que me encantaría, y que ella haría conmigo lo que quisiese, como
siempre.
El día siguiente fue cuando ella se decidió totalmente a actuar. No les
vimos hasta la comida. Nos sentamos juntos y mi mujer empezó a hablar
abiertamente de sexo. Primero con dobles sentidos y luego ya
directamente, les dijo que mi presencia no era ningún problema para que
ella disfrutase con quien le pareciese bien. Incluso mintió diciendo
que yo era ya cornudo, y cuando él dijo que eso ya no se lo creía, me
preguntó textualmente ¿Cariño, tú te molestarias si me follo a Rafa
esta noche en nuestra habitación? yo dije que no, pero solo eso, así
que ella me volvió a preguntar ¿A que realmente es lo que quieres que
hagamos esta noche? Y de nuevo volví a decir que si.
Después de aquello, el amigo de él se levantó y se fue, y él se lanzó y
dijo que por él no habría que esperar a la noche. Pero mi mujer le dijo
que no, que necesitaba volver morena a España, que subiríamos juntos
después de la playa.
Así fue. Tras la tarde en la playa, subimos los tres a nuestra habitación.
Ella se duchó y pidió que pasara con ella al baño. El se quedó viendo
la tele. En el baño yo pensaba que me diría si estaba preparado para
hacerlo o lo dejabamos. Todo lo contrario. Me dijo que ahora iba a ser
un sumiso de verdad, sin dejarme opción. Se duchó, salió con la toalla
y nos dijo a los dos lo que quería de nosotros. De él quería que se
duchase y de mí que bajase al bar del hotel a por hielo, para tomar
unas copas del minibar.
Cuando subí con la cubitera, los dos estaban en toalla, hablando.
Mi mujer me dijo que les pusiera una copa a Rafa y a ella, pero para mí
no. Yo solo podía beber agua. Lo hice y aun hubo otra ronda. Durante
todo el tiempo ella se dedicó a contarle a Rafa algunas de las sesiones
de sumisión que había tenido conmigo, y de cómo yo la obedecía en todo.
El se fue excitando y se le notaba en la toalla, que a la altura de su
polla hacía un efecto tienda de campaña bastante considerable.
Fue cuestión de visto y no visto, mi mujer me pidió que le quitara la
toalla a Rafa y que me sentase en la terraza, mirando a la cama con mi
vaso de agua. Ella no se iba a quitar la suya y se lo dejó claro. Rafa
dijo que adelante, se puso de pie, con ella sentada al borde de la
cama, y yo le quité la toalla desde atrás. Ella entonces me dijo que me
sentase ya y mirase como era una polla de verdad.
No la tenía mucho mayor que yo, puede que un centímetro o poco mas, pero
para ella suponía humillarme más, y el juego sabía que me gustaba
mucho. Empezó a masturbarle, lento, cogiéndole la polla con una mano y
los testículos con la otra. Con los testículos le gusta jugar como si
fueran bolas antistress, y eso precisamente es lo que le hacía. Su
polla ya no podía crecer más, estaba al tope, y las venas le iban a
reventar. Se le veía durísima. Ella se dio cuenta enseguida y lo tumbó
en la cama. Se puso entonces sobre él, con la toalla puesta, pero
poniendo en contacto la polla de él con su chochito, que todavía no
sabía que se había afeitado esa mañana, dejandose tan solo un hilito de
pelo, incluso se le escapó un ¡qué dura está!, que me confesó luego
que fue sincero, que no era por excitarme.
Rafa intentó quitarle la toalla, pero ella dijo que no, porque había
gente mirando. Se refería a mí, y yo estaba a punto de estallar, pero
ya me había dicho ella que no podía masturbarme ni desnudarme o
sacarmela.
Ella siguió moviéndose como si estuviese penetrándola, pero sin que
pudiese verlo. No sabía si lo estaba haciendo o no, pero por la cara de
él, suponía que no, que todavía eran solo juegos. Enseguida Rafa
comenzó a tocarle las tetas con una mano, por debajo de la toalla, y me
dijo a mí directamente Tiene las tetas muy duras, como tus cuernos.
Esa frase excitó mucho a mi mujer, que se quitó al fin la toalla. Era
verdad, y tenía los pezones durísimos. Al quitarse la toalla, Rafa se
dedicó a comerle las tetas durante dos o tres minutos, mientras ella se
había tumbado y le cogía la polla a él con las dos manos, como un
masaje suave. Mirándome, me dijo traenos un preservativo de los
nuestros, cariño. Se le escapó el cariño, pero para mí fue igual de
excitante y humillante. Me levanté, lo busqué en la maleta y se lo puse
encima de la mesita, mientras veía de cerca como le cogía la polla a él
y como él seguía repasándole las tetas.
Ella le pidió a él que se pusiera el preservativo, era de los de sabores
de frutas. Cuando pidió que fuese de los nuestros yo ya me imaginé
que sería para hacerle una felación, porque los usamos para evitar el
sabor a flujo vaginal cuando me la quiere chupar después de la
penetración.
Mientras se ponía el condón ella me miró y me dijo solamente cuatro
palabras que tengo grabadas: veo nacer tus cuernos.
Después de decirlo, miró fijamente la polla de Rafa, tremenda, durísima, y
de color naranja con el condón puesto, y se la comió de golpe. La fue
sacando poco a poco, y empezó una felación de las que yo conocía muy
bien. Repasando y apretando mucho con sus labios, para evitar que
perdiera sensibilidad por el preservativo, rozandole el glande con los
dientes, y siempre sin dejarle los huevos tranquilos.
En este momento podría omitir lo que sigue, pero sería mentiros.
Comencé a sentir una especie de revuelto en el estómago, y no podía
mirarlo. Me daban nauseas, y tuve que correr al cuarto de baño. Vomité,
y mi mujer fue rápidamente a ver como me encontraba. Rafa se puso la
toalla y vino también. Acordaron que él se iba, y mi mujer le dijo que
lo sentía mucho.
Después de 10 o 15 minutos me recuperé. Mi mujer me pidió perdón primero,
luego intentamos dormir, pero no podiamos, hablamos mucho del tema, y
finalmente quien le pidió perdon fui yo.
Al día siguiente me levanté temprano. Dejé a mi mujer durmiendo y fui a la
habitación de Rafa, pero no había nadie así que supuse que estarían
desayunando. Bajé, y encontré a Rafa con su amigo. Me senté con ellos y
me disculpé con él por lo de la noche de antes. Él me dijo que lo
entendía, y que si prefería que lo hablasemos a solas. Le dije que no,
que hablaría estando los dos. Simplemente le dije que esa tarde yo me
iría a la playa a las 4 y no volvería hasta las 7 o las 8. Que mi mujer
se quedaría en el hotel, y que podrían estar juntos sin que yo viese
nada, que podrían bajar a la piscina, o follar, que eso ya no sería
asunto mío. El me dijo que no, que no quería causarme problemas, y que
era mejor olvidarlo. Y yo le volví a decir la hora: de 4 a 7, en
nuestra habitación, si él quería, ella estaría esperándole.
Subí entonces a mi habitación y le dije exactamente lo mismo a mi mujer.
Le dije que quería ser cornudo, que la había visto disfrutar y que no
quería ser un obstáculo en eso. Que mi puesto con ella era el de un
cornudo sumiso.
A las 4 me fui. Volví a las 7. Rafa acudió a la cita, como imaginaba.
Cuando llegué ya se había ido, pero mi mujer me agradeció mi
sacrificio con una mamada llamándome su buen cornudo, y contándome
con todo lujo de detalles los dos polvos que habían echado, lo bueno
que era en la penetración, su aguante y que si se hubiese podido
enamorar de una polla habría sido esa. Todo mientras se sentía
orgullosa de que fuese la primera vez que chupaba dos pollas distintas
el mismo día.
Desde entonces, han pasado varios chicos por su cama, y casi siempre lo he
visto. Luzco mis cuernos con ella porque sé que han revitalizado
nuestro matrimonio, y porque ella es la mejor ama posible conmigo.
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