.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Al fin cornudo (2)".

 

 Han pasado ya unos meses desde el primer encuentro entre Sergio y María. Yo, Juan, su marido, he estado llevando mis cuernos con mucho orgullo, pues, desde el primer encuentro hasta el momento de escribir este relato, han estado quedando en numerosas ocasiones y siempre han quedado muy satisfechos.

 Teniendo en cuenta que trabajan juntos y casi siempre en el mismo turno, no es difícil para nada que puedan tener sus aventuras sexuales. A pesar de todo esto, he de relataros lo que ocurrió en el último encuentro, pues hemos dado un paso importante en nuestra relación hotwife-cornudo.

 Debido a la frecuencia de sus encuentros, María decidió ir a su médico de cabecera y empezar a tomar pastillas anticonceptivas. En principio se preveía que sus encuentros iban a realizarse todos con preservativo, sin embargo, era de saber que, algún día si la cosa iba bien, la relación tendría que avanzar un poco. Ya me había comentado que alguna vez le había dado una probadita al semen de Sergio, por curiosidad y por morbo, pero ella sentía cada vez más la necesidad de sentirlo dentro de ella.

 Hace unos días estuvimos hablando de ello durante la cena. Aunque sabía que ese día tenía que llegar, no pude evitar algo de celos, pero también cosquillas en el estómago. Era como si una parte de mí temiese perderla, pero también la otra me decía que quería que mis cuernos siguieran creciendo más y más. También le comenté sobre mi inquietud por las enfermedades de transmisión sexual, y ella me sorprendió al afirmar que ellos ya se habían adelantado a eso y que ambos se habían realizado las pruebas pertinentes.

 Perplejo por lo callado que lo había llevado todo y como siempre en estos casos de morbo prohibido, le di el sí. Ella me abrazó y besó efusivamente. Estaba repleta de felicidad y yo contento por la situación. Contento hasta el punto que al abrazarme notó que alguien le estaba apuntando contra su cuerpo a quien posteriormente en el cuarto, le dio un trato soberbio. Me quedé totalmente extasiado.

 Al día siguiente, al volver del trabajo, María me comentó que lo había hablado con Sergio y que sería justo en tres días, es decir, ayer. En ninguno de sus encuentros hasta ahora había estado yo presente, y aunque le insistí por estarlo, esta vez no quiso hacer excepción:

 — "Lo vas a poner nervioso, Juan" — Me dijo. Acepté, ¿qué más podía hacer? Por una parte, me alegraba un poco de este cambio. Hasta ahora era yo el que les provisionaba con los preservativos necesarios para aumentar mi cornamenta, así que mi bolsillo lo agradecería.

 Y así, con lo expuesto anteriormente, me encontraba en la tarde de ayer como en muchas otras ocasiones sentado sobre la cama mirando la belleza de mi mujer mientras se ponía cuidadosamente una ropa interior bien elegida de sujetador y braguitas negras con encaje y transparencias en la parte de atrás, medias y un hermoso traje azul largo que le llegaba hasta arriba de las rodillas.

 Le pregunté por qué había elegido el negro para la ropa interior. El contraste con el semen sería notorio.

— "Esa es la idea, amor" — contestó. — "Quiero dejar pruebas claras del 'crimen'" —.

 En ese momento sentí mi miembro palpitar y luchar enérgicamente por liberarse de su confinamiento debajo de mis pantalones, pero no era el momento. No. Ella tenía que estar limpia y preparada para Sergio.

 El pelo se lo peinó con tranquilidad dejándoselo suelto, cayendo y cubriendo elegantemente sus hombros. El rojo de sus labios tentaban a besarlos. Le recordé lo hermosa que estaba y le pregunté si se sentía nerviosa, a lo que me respondió con una clara negativa, más bien lo estaba deseando.

 El claxon de un coche sonó en el exterior, me asomé a la ventana y vi el coche de Sergio parado en doble fila.

 — "Ya lo tienes ahí, puntual para variar" —.

 — "Debe estar tan ansioso como yo, amor" — contestó.

 — "Más tarde nos vemos, cariño, no te aburras demasiado en casa. ¡Ah! Esta vez no estés pendiente del móvil, quiero disfrutarlo sin distracciones, cuando venga te cuento. Te amo, cariño" —.

 

 Y con estas palabras vi a María cerrar la puerta y dirigirse al coche de Sergio, el cual se alejó hasta perderlo de vista.

 Me quedé solo en casa, un poco aburrido pero deseando verla regresar. Puedo asegurar a mi querido lector que por mi mente pasaron todas las escenas eróticas posibles sobre el encuentro. Es increíble la imaginación que puede tener un hombre cuando le están poniendo los cuernos. Sabía que la cosa iba para largo. Bajé al bar y me tomé unas tapitas y un par de cervezas. Al llegar a casa, me puse la televisión, vi una película y me quedé dormido en el sofá.

 El ruido de las llaves me hizo despertar. Miré el reloj. Las 2 de la mañana. Quise correr a la cama para que María no supiera que estaba durmiendo en el sofá, pero fui lento.

 — "María, no te estaba esperando; me quedé dormido en el sofá" —dije velozmente.

 Ella se rió pero en vez de decir algo al respecto, me agarró de la mano y me empujó rápidamente al cuarto. Encendió la luz y con una velocidad asombrosa se subió el vestido y se bajó las medias y su ropa interior.

 — "¡Mira Juan!" — exclamó mostrando una mancha blanquecina en la tela de sus braguitas.

 — "¡Madre mía! me ha dejado empapadita, ¡Mira cómo estoy! Lo tengo pringosísimo. Me ha dicho que se estaba reservando para mí e incluso ha conseguido volverse a correr en mi boquita. ¡Qué lindo es!" — .

 Mientras hablaba, yo estaba perplejo viendo el espectáculo. Otro hombre había invadido mi lugar, marcado su territorio y lo más confuso de todo era que me sentía bien. Me sentía realizado y ardiendo en deseos por hacerle el amor a mi mujer. Aún podía olerse el olor del semen, pero eso no me persuadía de dejar a un lado mis intenciones.

 Salté hacia ella, le terminé de quitar el vestido y le quité por completo su ropa interior. Ya desnuda, me dijo:

 — "Cariño, por favor, yo también quiero, pero házmelo despacio, que estoy algo adolorida. Ha sido tremendo" —.

 Asentí sin decir nada, pero besándola y echándola en la cama. Abrí sus piernas. Su sexo estaba completamente brilloso por el semen de Sergio. No hizo falta lubricante, su semen hizo el trabajo. No os puedo describir la sensación tan placentera y morbosa de notar mi miembro deslizarse a lo más profundo de mi mujer al mismo tiempo que sentía el calor y el semen lo abrazaban para darme placer. Tuve que admitírselo en ese mismo momento.

 Me estaba gustando mucho sentir el semen de Sergio en su interior. Ella sonrió plácidamente y me besó. No acabé en su interior. Sentí que no era mi momento. Por el contrario, la extraje y acabé sobre su vientre. Con unas toallitas la limpié y dejé que se durmiera. Estaba agotada. Al día siguiente durante el desayuno me relató brevemente los hechos.

 — "Todo fue muy normal pero placentero obviamente. No quisimos cenar, fuimos directamente a su habitación, yo creo que los dos nos moríamos de ganas por culminar nuestra travesurilla. Fui muy lindo, ¿sabes? Casi a los cinco minutos de penetrarme ya me estuvo avisando de que se iba a correr pero mala yo, que le detenía y le decía que no. Sinceramente, quería sentirlo más tiempo en mi interior. Le pedí que me lo hiciera fuerte, quería sentir que me abría por dentro. Fue fabuloso, casi me destroza, pero también casi se corre. Tuvo que parar varias veces. Ahí fue donde me avisó de que había estado sin tocarse para reservar todo su semen para mí. Viendo que reducía el ritmo y la intensidad, quise darle una tregua y me subí yo encima. Ahí lo cabalgué hasta reventar. Creo que por eso llegué tan dolorida. Creo que me causé agujetas a mí misma. Esta vez fue él quien me detuvo. Ya veía que se iba y me paró en seco.

— "Túmbate de nuevo, quiero que se quede bien dentro. Si me corro estando tú encima se va a derramar rápidamente" —.

 Obediente, me puse otra vez bocarriba y Sergio, poniéndome las piernas en sus hombros para que la penetración fuera más profunda, volvió a embestirme hasta que vi el placer en su cara y un estallido de líquido caliente impregnó mi interior. A esa descarga le siguió otra y otra, no paraba de gemir y echar semen. Clavé mis uñas en sus brazos, me estaba encantando. Cuando vi que el torrente de semen paraba y su miembro comenzaba a reducir en dimensiones, le miré a los ojos y le dije: "Gracias".

 Antes de sacarla por completo se echó encima de mí. Notaba sus jadeos en mi oído. Se había portado como todo un hombre. Finalmente rodó a un lado de la cama y en ese mismo instante empezó a salir semen de mi interior. Riéndonos, agarré lo primero que vi, mis braguitas, y me limpié con ellas. Por eso están como están. Intenté contener el semen dentro todo lo que pude pero obviamente algo se derramó.

 Sergio fue al baño a lavarse un poco y cuando llegó me lancé como loca a devorar su pene aun flácido. Estaba tan excitada y feliz que tenía que recompensarle. Al pobre le pillé por sorpresa, pero pudo recuperarse y conseguir una erección. Como premio por su buena actuación, jugué ante sus ojos y me tragué su segunda descarga.

 He de confesarte que después de eso me vestí rápido y me vine corriendo para casa. Sergio me sugirió de ponerme otras braguitas pero no había traído ninguna para cambiarme, y además estaba ansiosa por mostrarte las manchas. No estaba segura de cómo ibas a reaccionar, y ni mucho menos me esperaba que me hicieras el amor, pero aun así arriesgué. Me alegra tanto que te haya gustado, amor. ¡Ah! Sergio y yo ya estamos pensando en incorporarte a nuestras travesurillas, ya lo iremos hablando, pero si tú quieres te garantizo que tus cuernos va a ir creciendo más y más y más" —.

 — "Ya veremos" —añadí — "ya veremos".

 Estaba loco de contento y excitado por el relato de mi mujer, pero también las cosas hay que llevarlas poco a poco. Con cada crecida de cuernos hay que reflexionar hasta donde se quiere llegar. Espero poder presumir de mis cuernos con otro relato. Hasta entonces, aquí se despide vuestro amigo y cornudo.

 

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