Desde
hacía dos años el sexo con mi mujer había caído en picado. La rutina,
las hijas, el trabajo y el día a día había transformado nuestra vida
sexual en un páramo sin vida. Lo recuerdo perfectamente, estábamos en
una playa al inicio del verano cuando mi mujer me dijo:
-Me encuentro muy a gusto contigo, todo nos va bien. La verdad es que no
necesito el sexo para vivir.
Esto para mí fue la gota que colmó el vaso, ¿era esto lo que me esperaba a
partir de ahora? una vida de trabajo y compañía femenina pero carente
de chispa o sexualidad. Desde este momento-pensé-, voy a hacer realidad
todos mis deseos. Y la verdad es que dentro de “todos mis deseos” no se
encontraban otras mujeres o infidelidades extramatrimoniales sino que
tenían que ver con algo más cercano: mi propia mujer. Mi mujer: Sofía,
desnuda y convertida en una amante del sexo y la lujuria desenfrenada.
Desde hacía años había coqueteado con la idea de convertir a mi mujer
en una hotwife, en una esposa amante del sexo y de las situaciones
morbosas, de exhibir su cuerpo, cada milímetro de su anatomía delante
de otros hombres. Era algo que me encantaba, que me fascinaba más allá
de cualquier otra fantasía. El saberla desnuda y expuesta, a la vista
de otros, me hacía sentir una excitación especial. Ella muchas veces se
había dejado llevar por mis impulsos pero siempre los frenaba a tiempo
o los dejaba únicamente en una anécdota veraniega. Os pongo un ejemplo:
Hacía unos años viviéramos en un piso que estaba situado en un callejón.
Justo enfrente, en el piso inferior, vivía un chico que se paseaba
desnudo por casa. En cierta ocasión lo viera pasar desnudo por la
ventana de su salón, sentarse en el sofá y empezarse a masturbar. Sofía
en ese momento estaba limpiando la cocina y yo estaba en la habitación
del ordenador. Al descubrir que se estaba masturbando me fijé en cómo
estaba mirando para la ventana de mi cocina. Tenía la mirada e incluso
el cuerpo inclinado en esa dirección. Sin hacer ruido me acercara a la
cocina y allí estaba Sofía, quieta con la fregona en la mano mirando
por la ventana, descaradamente, en silencio, viendo cómo el chico se
masturbaba mirando hacia ella.
-¿Qué haces?-me preguntara sonriendo
Me la llevé hasta cerca de la ventana y empecé a desnudarla. Le quitara la
camiseta y el sujetador para liberar sus pechos. Los tenía duros como
piedras. Todavía recuerdo hoy cómo los estrujara preso de la
excitación.
-Nos puede ver el vecino- había dicho ella.
Yo no dije nada, seguí apretando sus pechos y acercando a Sofía cada vez
más a la ventana.
-¿Es eso lo que quieres?- preguntó dejándose magrear – ¿que el chico me
vea las tetas?
-Sí-le dije yo- quiero que te vea las tetas y tu cara de excitación.
El vecino apareció de repente por una de las ventanas, todavía desnudo y
apagó las luces. Era ya casi de noche y apenas se podía ver. Nosotros
teníamos el cuarto completamente iluminado. Abriendo y cerrando la mano
le indiqué que encendiera la luz para que lo pudiéramos ver. Él
enseguida encendió la luz y se puso a mirar hacia nosotros.
-Nos está viendo-dijo mi mujer dejándose acariciar las tetas.
-Abre la boca- le dije yo metiendo el dedo pulgar para que lo lamiera.
Ella empezó a chuparlo excitada, despreocupándose ya de que otro hombre la
estuviera viendo excitada, cerrando los ojos y apretando con sus brazos
mi cuerpo al suyo. Yo metí mi mano entre el pantalón y la braga para
buscar su vulva y empecé a acariciarla. Como desde la posición en la
que estaba el vecino, al ser un piso inferior, era imposible que viera
cómo empezaba a masturbarla, le dije a Sofía:
-Súbete a la cama
Y Sofía se subió para que así el vecino pudiera ver su cuerpo al completo.
Rápidamente bajé su pantalón y le quité la braga para dejarla
completamente desnuda. Ella en ningún momento preguntó el porqué de
subirla a la cama ni dijo nada del vecino que seguía allí, viéndola,
completamente desnuda mientras yo comenzaba a masturbarla. Me puse
detrás de ella, de rodillas, para que así el vecino pudiera tener una
visión completa de mi mujer. Ella se dejaba hacer, dejaba que le
metiese le metiese un dedo en el coño, que abriese su vulva para
enseñar su interior, que le diese la vuelta o que le pidiera que se
agachará con el culo frente a la ventana. Todo lo hacía completamente
desinhibida, lujuriosa, jadeante mientras otro hombre la veía gozar,
con los brazos extendidos hacia arriba la mayor parte del tiempo para
sujetarse al techo de la habitación.
Al cabo de un rato le pedí que bajara para follar y estuvimos follando un
buen rato, ella todo el tiempo de cara a la ventana, mirando hacia el
vecino desnudo que se volvía a masturbar.
Sin duda había sido una experiencia fantástica pero al poco tiempo
cambiáramos de piso, llegara nuestra primera hija y ya no volviéramos a
repetir la situación. Eso tenía que cambiar-me dije volviendo hacia la
toalla de playa. Empezaba el verano, llegaban las vacaciones y era el
ambiente perfecto para retomar antiguas pasiones.
Buceando por Internet, buscando planes que cuadraran con mis nuevas
perspectivas sexuales, descubrí un paseo en velero por la ría. Se
trataba de alquilar un barco con un patrón que, por un precio
estúpidamente alto, te permitía pasar el día y parte de la noche en el
velero. Una comida, una cena y un camarote para disfrutar de la
intimidad. Enseguida me interesó la propuesta y accedí a la galería de
imágenes que había en la página. Se veía un camarote con una cama de
noventa y una escotillla encima de la cama (sin duda para ver las
estrellas), con dos pequeñas claraboyas -ojos de buey me enteré más
tarde que se llamaban- a izquierda y derecha; también había una pequeña
mesa con bombones y champagne. En la página se prometía un día
romántico para dos con paseo por la ría, fondeo para nadar y bucear,
cubierta para tomar el sol en pareja y llegada por la noche después de
ver la puesta de sol. Un día romántico que empezaba a las 10 de la
mañana y se extendía más allá de la caída del sol a las 11 de la noche.
Enseguida vi el potencial de la experiencia: mi mujer y yo juntos en un
velero con un patrón de barco toooodo el día y parte de la noche. Con
el sol sobre nuestras cabezas y una cama con pequeñas ventanas
circulares. La tentación pudo sobre el precio y, sin pensármelo dos
veces, reservé el barco para el jueves siguiente.
Cuando Sofía llegó esa misma tarde le comenté la locura que había hecho y
le comenté mi plan. Dejaríamos a las peques con los abuelos y nos
pasaríamos el día disfrutando del sol y de la brisa marina. Sofía, al
principio, me dijo que había perdido la cabeza, que era mucho dinero
para un solo día y que no merecía la pena.
-Deberemos hacer que merezca la pena -le dije yo achuchándola contra mi
cuerpo- fíjate, tiene incluso un pequeño camarote con una cama y una
mesa e incluso se puede tomar el sol en la popa.
-Proa -me corrigió ella interesada, mirando las diferentes fotos en las
que una modelo tomaba el sol, en topless, con una increíble pamela
color rojo- la parte delantera del barco se llama proa.
-Lo que tú digas, cariño. Fíjate, incluso puedes hacer topless en alta
mar, como si fueras de la jet-set.
-¿Y el patrón, qué? ¿a disfrutar de la vista?
-Seguro que es un profesional que está acostumbrado a parejitas demasiado
cariñosas ¿no te parece?
-Demasiado dinero, estás loco (…) tendremos que hablar con tus padres para
que se queden con las niñas -dijo dando el tema por zanjado- y tendré
que comprarme un bikini, los que tengo están dados de sí.
Ese fin de semana le comentamos la idea a los abuelos de las peques que
accedieron encantados a quedarse con ellas. Acompañé también a Sofía a
comprarse el bikini ya que quería que fuese lo más sexy y provocativa
posible. Fue un auténtico tira y afloja ya que ella no estaba dispuesta
a comprarse un tanga, cosa que a mí me apetecía. Habíamos cogido como
cuatro o cinco modelos que llevamos al probador. Había bastante cola
aunque avanzaba rápido debido a que también había muchos probadores
disponibles. Por protocolo covid, yo no la podía acompañar al interior
del probador, sino que tenía que esperar fuera a que se cambiase. Al
probarse el primero abrió un poco la cortina para que yo viera como le
quedaba, le dije a la dependienta que me iba a acercar y abrí un poco
más la cortina para poder verla. Le quedaba demasiado alto de cintura y
le dije que no me gustaba, que se probase otro. Ella accedió y fui yo
quien cerró la cortina. Al arrimarla de un tirón no quedó del todo
cerrada y decidí dejarla así. Se podía ver, desde fuera si te ponías en
diagonal a la cortina, parte del interior del probador; además, desde
el espejo, se podía ver también a Sofía de espaldas quitándose la parte
de arriba. Un chico y un señor de la cola rápidamente percibieron el
espectáculo y se movieron para obtener una mejor vista. Sofía pareció
no darse cuenta y salió con un nuevo bikini puesto, muy parecido
también al anterior, demasiado alto de cintura. Ya me lo dijo al verse
y dijo que se probaría el siguiente.
-Cierra tú la cortina -dijo dándose la vuelta y mirando hacia mí a través
del espejo.
Esta vez dejé la cortina un poco más abierta y me aparté hacia un lado
para que tanto el chico como el señor pudieran ver cómo se cambiaba
Sofía. El interior, incluso desde donde yo estaba, era visible por
completo. Temí que la dependienta nos llamara la atención por
escándalo, pero permanecía ajena a todo doblando la ropa descartada. En
esta ocasión Sofía se quitó el bikini alto de cintura y, lentamente
también la braguita. Se quedó completamente desnuda mirándose al
espejo. Desvié la mirada hacia los hombres que esperaban en la cola y
descubrí que el chico se estaba acomodando en ese momento el paquete,
miraba descaradamente hacia el interior del probador en donde, sin duda
alguna, estaba viendo a mi mujer completamente desnuda. Por desgracia,
el señor mayor ya no estaba. Volví a mirar en dirección a Sofía y allí
estaba ella, todavía desnuda y devolviéndome la mirada. Sin dejar de
mirar hacia mi se volvió a probar otro bikini. Al abrir la cortina
desvió la mirada hacia el chico joven que se había movido hacia el
probador de su novia pero que seguía mirando, alucinado, hacia Sofía.
-Me queda demasiado pequeño- dijo Sofía mirando cómo apenas el bañador le
cubría las nalgas.
-Yo creo que son así -le dije- me parece que te queda estupendo. Era un
bikini negro con bastante escote en la parte superior y con una braga
con lazos a los lados que llegaba justo por encima de dónde Sofía tenía
el vello púbico- me parece que estás espectacular.
Sofía vio el precio y decidió probarse el último. Esta vez cerró ella
completamente la cortina pero ya no me importaba ya que solo quedaban
dos señoras a la cola. El último de los bikinis tenía un corte parecido
a este último pero de color rojo.
-¿Cuál te gusta más?- me preguntó- ¿el negro o el rojo?
-El negro me parece más sexy.
Sofía volvió a ver el precio. Menudo día más caro nos va a salir -dijo
cerrando otra vez la cortina, con el bikini negro en la mano- ya puede
merecer la pena.
El jueves amaneció un día espectacular, el cielo despejado y una
temperatura agradable ya a las nueve de la mañana. Habíamos dejado a
las niñas con los abuelos la noche anterior para salir sin
preocupaciones de tiempo. Eran las nueve y media de la mañana y ya nos
encaminábamos ambos por el muelle en dirección al velero. Nos
encontramos el barco amarrado en el puerto. Era blanco con dos velas
grandes en su parte frontal y un espacio para tomar el sol que acababa
en pico. Se veía como el interior estaba acabado en madera y la
impresión general era de un barco reluciente y bien cuidado. En su
parte trasera, con una manguera, se encontraba atareado limpiando el
que supusimos que era el patrón. Debía de tener unos cinco o diez años
más que nosotros y, para hacer honor a su nombre, llevaba una gorra
marinera.
-Muy buenas a los dos -nos dijo al ver que parábamos indecisos en la
parela de acceso- ¿sois Sofía y su esposo, verdad? -ambos asentimos.-
Subid, bienvenidos a bordo. Voy a ser vuestro patrón en el día de hoy,
encantado.
El patrón dio la mano a Sofía para acceder por la pasarela de manera muy
educada.
-Estáis entrando en Alessandra -dijo señalando el nombre del velero
escrito con una caligrafía cuidada en el casco- en mis dominios, en mi
pequeño país. Espero que vuestra estancia sea agradable y que podamos
compartir un estupendo día juntos. Zarparemos dentro de media hora.
Podéis ir acomodándoos para el inicio de la travesía en el camarote.
Sofía y yo accedimos al camarote. Era mejor incluso de lo que esperábamos.
Todo estaba hecho de madera, con una pequeña mesa con un banco en forma
de L y cubierto por cojines blancos. Encima de la mesa estaba una
botella de champagne y una caja de bombones como en la foto de
Internet. Pegada a la pared había un pequeño televisor de pantalla
plana y justo a su lado una puerta que daba a la habitación. En ella,
había una cama de noventa con una gran claraboya en su parte superior
que, supuse, era para ver las estrellas. En la zona de la mesa también
había dos ojos de buey a cada lado. Todas las pequeñas ventanas tenían
un pequeño estore que las tapaba para que nadie pudiera ver desde el
exterior. Lo primero que hice, nada más entrar y a la vista de Sofía,
fue abrirlas todas.
-Mira que pasada de vistas-le dije a Sofía
-Sí ya, claro- dijo ella en tono jocoso- las que tendrá el patrón ¿no?
Yo no respondí, me limité a ir hacia la habitación para comprobar que
también tenía un pequeño baño en su interior y que la trampilla
superior a la cama también estaba abierta. Temeroso de que bajara los
estores intenté cambiar de tema y le dije:
-Fíjate, tenemos hasta un pequeño baño en el interior de la habitación.
Cuando salí nuevamente al espacio en donde se encontraba Sofía descubrí
que, no solo no había bajado los estores, sino que se encontraba ya
cambiándose para ponerse el bañador. Por uno de los ojos de buey vimos
pasar las piernas del patrón. Sofía se quitó el pantalón y las bragas y
se puso el bañador negro. Después se puso una chaqueta de encaje negra
que le llegaba hasta las piernas y que transparentaba todo.
-Estás espectacular- le dije besándola- Va a ser un día inolvidable.
Justo en ese momento golpeó con los nudillos el patrón en uno de las
pequeñas ventanas circulares
-Zarpamos en cinco minutos.
Salimos a cubierta y el patrón nos indicó que nos pusiéramos en uno de los
laterales. Encendió el motor y salimos del puerto a la hora señalada.
-Las velas las desplegaremos cuando estemos en mar abierto. Ahora
disfruten de la velocidad de Alessandra, sin duda la segunda mujer más
bella de este barco- dijo sonriendo a mi mujer.
Sofía le sonrió también mientras se ponía las gafas de sol. Era un día
precioso de inicios de Julio y la brisa se agradecía, ya se empezaba a
notar como el sol empezaba a calentar. El velero surcaba el mar a toda
velocidad, cortando como un cuchillo el mar azul que se extendía frente
a nosotros. Yo me acerqué a Sofía para darle un beso y contemplar
juntos la estampa. Al cabo de un rato de subir y bajar Sofía se quitó
las gafas y se apretó el puente de los ojos.
-Si te mareas -dijo el patrón viendo hacia ella- es mejor que te eches un
poco en el camarote. Dentro de poco estarás acostumbrada al vaivén de
Alessandra. Mójate la cara y la nuca y reposa un rato.
A Sofía le pareció buena idea así que la acompañé a dentro. Se mojó como
le había indicado el patrón y se recostó en el banquito de los cojines
blancos, reposando la cabeza en mis piernas. Allí parecía que se notaba
menos el movimiento del barco así que Sofía se puso cómoda. Al cabo de
un rato se apagó el motor del barco y todo se volvió mucho más
silencioso.
-Voy a desplegar las velas- dijo desde fuera el patrón- hace un día
estupendo, creo que va a ser una jornada muy agradable.
El sol empezaba a calentar el día y en el camarote pronto empezó a notarse
la temperatura. Al cabo de un momento Sofía se incorporó.
-¡Qué calor hace aquí! -dijo quitándose la chaqueta de encaje
-¿Quieres que salgamos?- le pregunté.
Sofía volvió a tumbarse en el banco con la cabeza apoyada en mi regazo,
dobló la chaqueta y se la puso a modo de minifalda por encima de las
piernas.
-Un poco más -me dijo- ya se me está pasando el mareo.
Ahora podía ver a Sofía tumbada con su nuevo bikini. Estaba recostada boca
arriba y el sostén apenas le tapaba los pechos. De repente me fijé que,
desde fuera, el patrón no quitaba ojo a Sofía. Se encontraba al mando
del timón y, desde su posición, podía ver el cuerpo de Sofía. Con las
prisas de entrar, no habíamos cerrado la puerta de la escotilla y,
gracias a ese feliz despiste, el patrón del barco podía ver el cuerpo
de mi mujer al completo. Un calor me inundó sabiendo justo lo que iba a
hacer. Empecé a acariciar las sienes de Sofía, muy despacio, para
ayudarla a recuperarse. Ésta suspiró. Bajé entonces la mano por su
suave cuerpo y empecé a acariciarlo. Primero los pechos, suavemente por
encima de la tela, después fui bajando la mano en dirección a la
barriga. Ví como Sofía contraía la pelvis hacia atrás, se estaba
excitando. Metí la mano por debajo de la chaqueta para llegar a su
braga.
-Es una braga bien pequeña- le dije tocando la goma de su borde.
-Como a ti te gusta, ¿verdad? -dijo ella cerrando los ojos y acomodando la
cabeza entre mis piernas.
Accedí al interior de su braga y la empecé a tocar su pubis. Sofía abrió
un poco las piernas para que pudiera acceder más fácilmente. Acariciaba
ahora el clítoris de Sofía mientras ella empezaba a ronronear- … nos
puede veeeeerhh… -susurró mientras echaba los brazos hacia atrás. El
patrón, efectivamente, seguía viendo con descaro hacia el interior del
camarote, sin apartar la mirada se agachó para coger una botella de
agua del suelo y beber. En un determinado momento nuestras miradas se
cruzaron, yo seguía jugueteando con el clítoris de Sofía. Fue ese el
momento que elegí para introducir un dedo en su interior. Sofía soltó
un suspiro de alivio. El patrón bajó la mirada para seguir
contemplando, sin ningún reparo. Pese a encontrarse tapada por la
chaqueta de encaje semitransparente, se podía intuir, bien a las
claras, lo que estaba pasando. Bajé entonces un poco la braga de Sofía
para que quedará más a mano el acceso a su vulva. Sofía levantó el culo
para que la bajara todavía más.
-Nos está viendo -le dije yo sin dejar de masturbarla, bajando todavía un
poco más la braga. Sofía abrió la boca para respirar. Cada vez hacía
más calor en el interior del pequeño camarote, se le empezaban a formar
pequeñas gotitas de sudor que le corrían por la frente. Poco a poco fui
bajando más y más la braga hasta que llegó por debajo de sus rodillas.
En ese momento fue Sofía la que, con un movimiento de piernas, se quitó
completamente la braga.
-¿De verdad nos está viendo?-preguntó Sofía entre jadeos, negándose a
abrir los ojos. La chaqueta parecía querer escurrirse por una de las
piernas de Sofía pero ella no semejaba hacer nada por impedirlo. Pude
ver la cara de asombro del patrón cuando volvimos a cruzar la mirada.
Ahora Sofía tenía las piernas más abiertas y la chaqueta apenas cubría
su entrepierna, uno de sus muslos ya se veía en su totalidad. Sus manos
seguían postradas hacia atrás, con las palmas hacia arriba. Yo seguía
acariciando el interior de mi esposa mientras el capitán miraba sin
disimulo. Solo hacía 40 minutos que surcábamos el mar y el otro hombre
del barco ya podía ver lo golfa que era mi mujer.
-Abre los ojos si no me crees- le dije a Sofía.
-No me atrevo-dijo ella entre jadeos- tengo miedo de que no sea cierto.
Volví a introducir un dedo en su interior. Sofía estaba empapada en
sudor. Movía las caderas al son de mi mano adelante y atrás, adelante y
atrás. El patrón, por su parte, había borrado ya su cara de
estupefacción. Con la mirada fija en la entrepierna de mi mujer se le
veían las ganas de cogerla para follarla. Sofía abrió entonces los ojos
y su mirada se cruzó con la del patrón. Fue ese el momento en el que se
corrió delante de ambos, de su marido y de ese hombre que conociera
hacía solo una hora. Sofía le sostuvo la mirada, apretando con fuerza
las piernas contra mi mano. Después, acercándose a la mesa, se
incorporó para tomar un poco de champagne.
Sofía se volvió a poner la chaqueta pero no la braga. Con la chaqueta
puesta se le transparentaba completamente tanto el culo como toda la
vulva. Pero no parecía que aquello importara a Sofía. Era como si me
estuviera echando un órdago, como si me retara a que le dijera algo.
Yo, con la polla a punto de estallar de la excitación, me limité a
servirnos otras dos copas de champagne.
-Vamos afuera, aquí hace demasiado calor.
Sin esperar mi respuesta Sofía salió del camarote. El patrón se
encontraba en ese momento atando unos cabos. Yo salí tras ella
admirando su culo que se veía perfectamente al trasluz. Sofía se acercó
al patrón y le preguntó si se podía tomar ya el sol.
-Veo que ya se encuentra mejor- le dijo el patrón sonriendo mientras
miraba descaradamente a la entrepierna de mi mujer. – puede tomar el
sol y lo que usted quiera, el barco y este patrón se encuentran a su
entera disposición.
-Muchas gracias -dijo mi mujer- lo llamaré entonces cuando lo necesite.
Yo me encontraba algo más atrás, viendo como ambos hablaban con media
sonrisa en los labios, el patrón parecía querer comerse a Sofía y Sofía
semejaba ofrecerse sin ningún tapujo al capitán. Nos encontrábamos en
medio de la Ría y no se veía ningún otro barco a nuestro alrededor,
estábamos completamente aislados, solo dos hombres y Sofía, descalza,
semidesnuda, con el viento haciendo oscilar su chaqueta transparente.
Pero Sofía en ningún momento intentaba parar su movimiento, dejaba que
la chaqueta acariciara su cuerpo para dejar entrever su culo y parte de
su coño sin ningún pudor.
– Va a hacer un día fabuloso, voy a aprovechar para tomar el sol. Acto
seguido mirando para mí me hizo un gesto para que la siguiera. Yo la
seguí pasando al lado del patrón que sonrió al verme pasar mientras
movía la cabeza. Sofía, al llegar a la proa se quitó chaqueta y el
sujetador quedando completamente desnuda. Instintivamente miré hacia
atrás por si el patrón estaba viendo hacia ella, pero justo en ese
momento se dirigía hacia el interior del camarote. Sofía se tumbó con
las gafas de sol puestas y puso la chaqueta otra vez doblada en dos
sobre su ingle. Así pasamos parte de la mañana, los dos tomando el sol
en la parte delantera del barco, escuchando el sonido de las olas y
sintiendo su vaivén. De vez en cuando, el patrón pasaba a nuestro lado
para hacer alguna tarea pero sin hablarnos. Se limitaba a escrutar los
pechos de Sofía expuestos al sol y seguía a los suyo. En un momento
dado Sofía me dijo:
-Vete a por la braga del bañador y nos metemos un baño, hace muchísimo
calor.
Yo obedecí y le traje la braguita que se puso todavía tumbada. Acto
seguido se dirigió a la escalera con los pechos al aire para tirarse al
agua.
-Nos vamos a bañar – informó Sofía al patrón.
-Perfecto- dijo este mirando descaradamente a Sofía- En un momento estará
la comida.
El agua estaba algo fría pero se agradecía bastante dado el calor que
hacía, era un contraste muy agradable. Ambos estuvimos buceando y
nadando un buen rato. Nos acercábamos y nos dábamos besitos. Yo tocaba
los pechos de Sofía y ella se dejaba sobar, se dejaba también meter la
mano entre la braga para tocar su culo e incluso bajar la braguita para
acceder a su vulva. Nos besábamos ya entrelazando nuestras lenguas
cuando el patrón nos avisó:
-¡Tienen la comida en la mesa!
Ambos salimos del agua para descubrir, con alegría, que en la parte
trasera del barco, en la popa, el patrón había instalado una pequeña
mesa con dos bancos a sus lados. Sobre la mesa había una botella de
vino blanco frío, dos vieiras, un salpicón de marisco y varios canapés.
Entramos al interior del camarote para cambiarnos de ropa.
-Trae la crema y échamela por la espalda -me dijo Sofía completamente
desnuda. No quiero quemarme.
Yo empecé a echarle crema por la espalda con ella de pie dentro del
camarote, con las claraboyas y la puerta de la escotilla abiertas de
par en par. Cogí a Sofía por los hombros y redirigí su cuerpo para que
apuntara al exterior, hacia donde se suponía que debía estar el patrón.
Ella se dejó guiar con facilidad.
-¿Es esto lo que quieres, verdad? ¿qué el capitán me vea desnuda?. Yo
asentí nervioso. Sofía se dio la vuelta para darme un profundo beso con
lengua. Desnuda sin ningún tapujo a la vista del patrón.
-Vamos a comer- me dijo- ya tendremos tiempo después para dar rienda
suelta a tus fantasías. Sofía se puso entonces la parte de abajo de
otro biquini y una camiseta mía que le venía grande. Comimos como
reyes, todo estaba buenísimo y la combinación de marisco, canapés y
vino blanco, aderezada por el vaivén de las olas y el calor de sol,
hizo que disfrutáramos como hacía tiempo que no lo hacíamos.
-¿Qué tal la comida?-preguntó el patrón al vernos ya con el café.
-Estaba todo riquísimo-le dijo Sofía. Rico y abundante. Mi enhorabuena.
Ahora me echaría un poco en el camarote, lo que pasa es que con este
calor…
-No se preocupe-dijo el patrón- la trampilla que hay encima de la cama es
corredera y la pueden abrir. Los ojos de buey igual, pueden abrirlos
para generar un poco de corriente.
-¿Ojos de buey?-pregunté yo
-Son las ventanillas circulares -dijo Sofía sin mirar hacia mi-, me parece
buena idea, abriremos las ventanas y nos echaremos un poco. Muchas
gracias.
Acto seguido Sofía se levantó. Yo apuré mi café y la seguí al interior.
Cuando accedí dejé la puerta de la escotilla nuevamente abierta. Sofía
se encontraba abriendo los ojos de buey para que se generara corriente,
después pasó a la habitación en donde también abrió de par en par la
trampilla superior a la cama. Acto seguido se tumbó en la cama.
Yo me acosté a su lado, estábamos ambos boca arriba escuchando como, en el
exterior, el patrón recogía la mesa. En un momento dado lo vimos pasar
al lado de la escotilla.
-¿Qué tal se está ahí abajo?-pregunto. Con los brazos en jarras lo veíamos
perfectamente de pie sobre la escotilla, mirando desde arriba hacia
nosotros que nos encontrábamos tumbados en la cama
-Una gran idea- dijo Sofía- se está estupendamente.
El patrón se fue y yo me acerqué a Sofía. Tenía la camiseta subida por
encima de la braga y las piernas medio abiertas. Ella se acercó también
a mí.
-¿Qué quieres ahora?-me dijo metiendo su mano en mí bañador. ¿Quieres que
le demos un espectáculo, que hagamos un buen show para nuestro patrón?-
Sofía sacó en ese instante mi polla del bañador para empezarme a
masturbar.
-Síiiii- alcancé a decir yo.
-¿Te gusta que otro hombre vea como tu mujer goza desnuda?- las
arremetidas eran cada vez más fuertes, la mano de Sofía subía y bajaba
de mi polla con fuerza. Su boca se encontraba al lado de mi oreja, con
sus labios acariciando mi lóbulo.
-¿Quieres masturbarme tú ahora?¿quieres desnudarme y comerme el coño?
– Síiiiiiii
-Desnúdame ahora mismo, antes de que vuelva a pasar nuestro patrón por
encima nuestro.
Yo me abalancé para quitarle la camiseta y la parte inferior del biquini,
Sofía se afanó por quitar todas las sábanas y cojines, para que en la
cama solo hubiera sitio para su cuerpo desnudo. Empecé a lamer sus
muslos, sus rodillas, sus pies, su vientre. Sofía se retorcía y gemía
de placer. Nos besamos con lengua largo rato mientras nuestras manos
tocaban el sexo opuesto.
-Quítate la ropa- me ordenó Sofía- no quiero que haya nada de ropa.
Yo me desnudé con la polla dura preso de la excitación. Me dirigí entonces
a su vulva para lamerla. Sofía acariciaba mi cabeza, abierta
completamente de piernas. Jadeaba con fuerza, en alto, sin importar si
su volumen era escuchado por el capitán. Subí un instante la mirada y
vi cómo Sofía sacaba la lengua mirando hacia arriba. Me giré y allí
estaba. El patrón. Como lo había visto hacía un momento. De pie sobre
la escotilla mirando hacia abajo, hacia nosotros, hacia mi mujer que
seguía mirado hacia él. Sofía redirigió mi cabeza para que siguiera
comiéndole el coño. El patrón miró hacia mi y después siguió
contemplando a mi mujer. Yo volví a bajar la cabeza para seguir
lamiendo y esta vez, introduje un dedo en su interior. Sofía emitió un
quejido de placer, apretando mi cabeza contra su vulva. Movía la pelvis
arriba y abajo sin parar. Yo metí un segundo dedo y Sofía pareció
agradecerlo. A continuación me moví al lado de Sofía para que ella
pudiera acceder a mi polla. Sofía la acogió en su boca. Al ver que yo
no me escandalizaba y que seguía masturbando a mi mujer, el patrón,
desde arriba, siguió mirando sin moverse.
-Menuda golfa es tu mujer- dijo mirando hacia mi. ¿Te gusta que la mire?
No me atreví a pronunciar palabra. Solo pude responder abriendo con una
mano las piernas de mi mujer para que la vista fuera lo más perfecta
posible, con la otra introducía los dedos en su interior. Mi mujer,
mientras tanto, veía hacia el capitán mientras chupaba mi polla. En un
momento dado, mi mujer se puso de rodillas en frente de mi y empezó a
masturbarme con brío.
-¿Es esto lo que te gusta, verdad?- me dijo Sofía lo suficientemente alto
como para que lo oyera el capitán.
Yo, por la propia vergüenza de la situación era incapaz de hablar. Había
dejado de masturbar a Sofía y era ella la que había tomado las riendas
de la situación. Me dio un empujón en el pecho para que me tumbara, me
seguía pajeando con fuerza mientras me miraba a los ojos. El capitán
seguía arriba viendo la escena.
-Respóndeme- exclamó avivando los movimientos- ¿quieres ver a tu mujer
desnuda delante del patrón, eh, te gusta ver cómo me mira?- Sofía lanzó
una sonrisa complice al capitán, después con la mano libre se echó
hacia atrás el pelo- ¿quieres que tu mujercita se quede sin ropa en
este barco, era eso lo que buscabas?
-Menuda golfa estás hecha, Sofía -volvió a repetir desde arriba el
capitán- Espero que no vuelvas a ponerte ropa en lo que queda de
travesía.
– Sí, mi patrón- me susurro Sofía mirándome a los ojos.
En ese preciso instante me corrí sobre Sofía. Ella redirigió el chorro
sobre mi vientre sin dejar de masturbarme. El patrón resopló y
desapareció de nuestra vista. Sofía se levantó sin decirme nada y se
fue a pegar una ducha. Yo me quedé inmóvil y extasiado por la situación
que acabábamos de vivir.
Tras la ducha Sofía se tumbó en la cama desnuda, con el cuerpo suave y
húmedo. Yo me fui a lavar y cuando volví mi mujer estaba o se hacía la
dormida. Me puse un bañador pero no me atreví a vestir a Sofía que
estaba completamente desnuda, tampoco me atreví a cerrar la ventana por
la que el capitán nos viera. No quería despertarla pero tampoco quería
faltar a la promesa que le hiciera la capitán. Me limité a tumbarme a
su lado y quedarme dormido.
Me desperté cuando Sofía se levantó de la cama. Miré el reloj, pasara
cerca de una hora. Mi mujer seguía desnuda por completo por lo que pude
ver cómo su precioso culo se alejaba del camarote. Cogió la botella de
champagne y le dio un largo sorbo. Al ver que estaba despierto me dijo:
-Voy a que me dé un poco el aire, aquí hace demasiado calor.
Y así salió al exterior, completamente desnuda. Desde mi posición podía
ver cómo buscaba al capitán mirando a un lado y a otro tras subir la
escalinata.
-Estoy aquí-dijo este- ven.
-Sí, patrón.
Desde el camarote podía oír la conversación apagada entre ambos, alguna
risa y palabras sueltas que el capitán dirigía a mi esposa. De vez en
cuando, y de forma recurrente, también escuchaba a Sofía llamarlo
patrón. Me parecía increíble lo que mi mujer estaba haciendo,
completamente desnuda delante de un desconocido, después de haberse
dejado exponer sin ningún tapujo a su vista.
Me forcé a salir de la cama para ver qué era lo que estaban haciendo. Una
parte de mí prefería dejarla completamente libre con el capitán, que el
resto de la travesía fuese para ellos dos mientras yo me quedaba
recluido en el camarote. Sin embargo, las ganas de ver nuevamente el
cuerpo desnudo de Sofía pudieron y, tras ponerme también la camiseta,
salí al exterior.
-Mira a quien tenemos aquí – dijo mi mujer- hola, maridito. ¿Qué tal has
dormido?
-Bien
Sofía se encontraba tomando un Martini con el capitán, jugueteaba con una
aceituna pinchada a un palillo en el borde de la copa. Ambos estaban
muy cerca y se echaban miradas cómplices. El patrón, de vez en cuando,
miraba el cuerpo desnudo de Sofía y soplaba. En un momento dado le paso
el brazo por la cintura:
-Sofía y yo hemos llegado a un acuerdo- me dijo sonriendo- En primer
lugar, como capitán del barco, aquí el que manda soy yo ¿queda claro?
Acto seguido apretó el cuerpo de Sofía un poco más contra él. Sofía me
miró muy seria. Yo asentí. Mi esposa se llevó la aceituna a la boca.
-En segundo lugar, tu mujer me ha dicho que tienes unos gustos algo
especiales. A la vista salta que te gusta exponerla desnuda delante de
otros hombres. Pero no es de ahora. Me dice que lleváis varios meses
follando en el salón de vuestra casa, con las luces encendidas para que
os vean los vecinos.
Sofía sonrió y miró al capitán acercando su cara hasta casi tocarle.
-Incluso tenemos a un mirón-añadió Sofia-, un vecino que siempre anda por
el balcón a la espera de cazarnos ¿no es así, cariño mío? y que cuando
aparece, siempre me desnudas y me masturbas para que él me vea.
-A mí eso, personalmente, me parece fenomenal- dijo el capitán acercando
su cara a la de Sofía todavía más. Con la mano libre acarició el pelo
de Sofía para después dejarla resbalar por su mejilla, por su cuello y
finalmente tocar sus pechos. Sofía cerró los ojos echando la cabeza
hacia atrás.
-Seguro que a ti te gusta que lo haga, ¿verdad Sofía?- El capitán se puso
detrás de ella. La cabeza de Sofía se apoyó en su hombro. El capitán le
subió suavemente los brazos y se los hizo pasar por detrás de la
cabeza. Sofía se exponía frente mí con los brazos echados atrás. El
capitán la empezó a acariciar- verte expuesta entre dos hombres, ¿eh?
¿qué me dices? que uno te toque y el otro te desee ¿Disfrutas con ello,
verdad?
-Siiii, disfruto
La mano del capitán recorrió su vientre con la yema de los dedos, después
fue separando sin esfuerzo las piernas de Sofía. Mi mujer respiraba de
manera entrecortada. El capitán hundió su mano en su vulva y la empezó
a masturbar.
-¿es así como te masturba tu marido delante de otros hombres?
-siiiii, es asssí
-¿Y te estruja así las tetas?
-siiii, también me esstruja las tetasss
-¿Te pide que abras la boca y saques tu lengua? eh, Sofía?
Mi mujer respondió al deseo del capitán con unos jadeos entrecortados. La
mano del capitán seguía acariciando su clítoris. Mi mujer sacó su
lengua en dirección a la boca del patrón.
-A tu marido le gusta ofrecer a su esposa ¿lo entiendes? le gusta que
otros te vean sin ropa, que admiren tu cuerpo y sobre todo le gusta que
te vean gozar desnuda.
El capitán cambió de mano para empezar a masturbarla con la izquierda. La
que antes estaba en su coño se la ofreció para que la metiera en la
boca. Sofía, mirándome a los ojos, empezó a chuparle el dedo que
segundos antes masturbaba su clítoris.
-Pero eso no es lo mejor, a mí lo que me parece más interesante es lo que
haces tu mientras tu marido te exhibe. ¿Qué me dices, amigo mío?¿qué me
dices de ella? ¿no te parece alucinante que tu mujer se deje follar
delante de una ventana, abierta de par en par y bien iluminada,
mientras otros hombres, desconocidos, la ven gozar? ¿has visto alguna
vez en tu vida un espectáculo igual por la ventana?
-En mi vida he visto nada igual-el cuerpo de mi mujer se retorcía de
placer- nunca he visto a ninguna mujer que hiciera algo parecido.
-Yo tampoco, la verdad. No me extraña que tengáis un mirón siempre al
acecho. Y dime otra cosa ¿acaso te cuesta mucho convencerla cuando se
lo propones?
-No, nunca me cuesta convencerla- le confesé al capitán mientras seguía
mirando a los ojos de mi mujer- siempre se deja desnudar en frente de
la ventana. A veces me dice que bajemos un poco la intensidad de la luz
pero solo eso.
-Nunca te pide que cierres la persiana o que eches las cortinas.
-Nunca, incluso cuando lo hacemos en la cama, de mañana, antes suelo abrir
la persiana para que nos vean los vecinos
-¿Y tu mujer no protesta?
-No, incluso quita todas las sábanas de la cama. Para quedar bien desnuda,
sin nada que la tape.
-¿Cómo hizo antes?
-Exactamente igual-confesé yo
-Me parece a mi que a tu mujer esto le gusta tanto o más que a ti ¿verdad
Sofía?
-Sssi, me gusta
-¿Te gusta que tu marido te exponga desnuda delante de desconocidos, como
una golfa?
-Ssssiii
-Y dime una cosa más-dijo el capitán dirigiéndose a mi mientras seguía
impunemente masturbando a mi mujer- ¿tu mujer también te la chupa
delante de la ventana?
-Sí, hace todo cuanto le pido.
-Pues pídeselo entonces. Pídele que me chupe la polla
Me quedé congelado sin saber qué decir. Miré a izquierda y derecha por si
alguien nos estaba viendo pero solo a lo lejos en el horizonte se
divisaban unos barcos pesqueros. Estábamos solos. Mi mujer me miraba
como expectante, sin dejar de mover en círculos el culo sobre el
paquete del capitán, mientras el dedo de este se hundía una y otra vez
en su interior. Permanecía todavía con los brazos por detrás de la
cabeza totlamente expuesta.
-Hazlo-alcancé a decir
-¿Qué haga qué?- me retó ella
-Chúpale la polla al capitán
Sofía se dio la vuelta dejándome a su espalda. Puso las manos en el pecho
del capitán y lo fue guiando hasta un pequeño banco. Después le pegó un
pequeño empujón para que se sentara. El capitán sonrió. Se quitó el
cinturón y bajó el pantalón y el calzoncillo. Emergió una polla que
Sofía agarró con su mano. Giró la cabeza hacia mi posición, después
empezó a masturbarlo suavemente con el capullo apoyado en sus labios.
Sacó la lengua para lamerlo mientras me miraba, pequeñas lamidas muy
suaves, cada vez más largas, como si de un helado que comienza a
derretirse se tratara. Siguió por el tronco, pasando varias veces para
que toda la superficie quedara bien ensalivada. Se giró para
concentrarse en su tarea después de dedicarme una última mirada. Tenía
el culo en pompa y, desde mi posición, solo podía ver cómo su cabeza
subía y bajaba. De repente habló el patrón:
-En lo que queda de viaje -me dijo poniendo su mano, firme, en la cabeza
de mi esposa- tu mujer no va a volver a ponerse la ropa ¿entendido?
Pase lo que pase, tu mujer permanecerá completamente desnuda ¿queda
claro?-yo asentí. El capitán subió la cabeza de Sofía agarrando su
barbilla-tu marido quiere que mostrarte desnuda lo que queda de viaje.
¿Estamos de acuerdo?
-Sí, patrón
Sofía siguió chupándole la polla. Yo me acerqué por detrás para
acariciarle el culo, para tocar su sexo. Pero el patrón me detuvo.
-Bésale los pies
Yo me agaché hasta casi tumbarme en el suelo para poder cumplir la orden
del patrón. Empecé a lamer sus pies por la planta, por la parte sucia.
Estos se movían por la inercia de la mamada que mi mujer le estaba
propinando al capitán. Desde mi posición apenas podía ver más que una
parte del culo de mi mujer. El patrón gimió en lo que supuse que era un
orgasmo y mi mujer paró. Yo proseguí lamiendo sus pies con dedicación
-Levántate-le dijo a mi esposa.
Ambos se incorporaron, mi mujer, desnuda, y el patrón que ya se subía los
pantalones. Mi esposa me puso un pie en la cara. Yo la miré desde abajo
y, sin tocarla, seguí lamiendo su planta.
-Menudo sumiso-dijo riendo. El patrón miró también hacia abajo
-Con este puede hacer lo que quieras.
Sofía se acercó y empezó a desnudarme de malas formas. Me quitó la
camiseta y el bañador a tirones, sin contemplaciones. Me encontraba
tumbado en la cubierta, desnudo y completamente empalmado. Sofía me
pisó la polla con fuerza, cargando todo su peso en la pierna. Una
mezcla inexplicable de dolor, humillación y placer me invadió. Mantuvo
la presión sobre mi verga empalmada mientras yo empezaba a moverme para
conseguir un masturbarme. Me miraba sonriendo, desde arriba, ejerciendo
a cada poco presión sobre mi miembro. El patrón la agarró del pelo y le
plantó un morreo largo, echando la cabeza de mi mujer hacia atrás,
agarrando uno de sus pechos con fuerza. La otra mano tirando de su
pelo, también con fuerza. Ahora veía cómo bajaba su mano hacia el culo
de Sofía, mientras ella se dejaba hacer, todavía pisando mi polla.
-Písale más fuerte, evita que se corra
Mi mujer incrementó la presión, la polla se me aplastaba entre su pie y mi
abdomen. Al rato ya no era capaz de moverme por el dolor. Se me escapó
un quejido. Involuntariamente la mano derecha intentó agarrar la pierna
de Sofía.
-La mano- dijo el patrón
Sofia cargó todo su cuerpo sobre mi abdomen y, con el pie libre, piso mi
mano hasta aplastarla contra el suelo. Me quedé inmóvil, atado por el
dolor que mi mujer me infligía al pisarme.
-Bien hecho. El patrón morreo a mi mujer, desde mi posición los veía
arriba, casi tapados por el coño y el culo de mi esposa. El patrón
empezó masturbar a Sofia, acariciando su clitoris. Mi esposa comenzó a
mover su cuerpo en círculos, el patrón empezó a besar también su
espalda y Sofia, mirándome a los ojos se agachó un poco para que viera
mejor el interior de su vulva. Volvió a mover el pie que presionaba mi
polla, para ello elevó la presión sobre mi mano, no me importó, empecé
nuevamente a frotar mi polla contra su pie, con fuerza. El patrón
introdujo dos dedos en el interior de Sofia y esta abrió la boca
aspirando bocanadas de placer. Empezó a gemir.
-Eres una auténtica golfa, Sofia. No me puedo creer lo que está pasando.
¿Pero a ti que te pasa?-dijo el patrón mirándome mientras introducía
bien adentro dos dedos en el interior de tu esposa-¿pero tu ves lo que
estoy haciendo a tu mujer?¿no hay nada que te haga te haga reaccionar?
Yo seguía frotando mi polla con el pie de mi mujer, demasiado excitado y
avergonzado como para hablar. Mi mujer se retorcía de placer.
-Veamos hasta dónde llegas-dijo el patrón- Sofía, písale la otra mano.
Sofía obedeció. Dejó de masturbarme y, sonriendo, me pisó la otra mano. Yo
me dejé hacer, sintiendo como mi mujer repartía el peso entre las dos
manos. El patrón resopló.
-Es increíble- menudo sumiso. ¿Y tu preciosa. hasta donde eres capaz de
llegar?
La mano del patrón se acercó al culo de Sofía y mirándome a los ojos, le
introdujo el dedo hasta el nudillo de un golpe. Sofía resopló. Después
empezó a mover el culo adelante y atrás para que poco a poco el patrón
fuera perforando más y más su ano. Al tiempo, la presión que ejercía
Sofía sobre mis manos me impedía moverme. Solo podía estar tumbado,
inmóvil, viendo como a mi esposa le daban caña.
-Tu esposa es una zorra -me dijo el capitán mientras movía el dedo con
frenesí- repítelo!!
-Mi esposa es una zorra
El mar mecía el barco con tranquilidad, vi que nos acercábamos a un grupo
de barcos que todavía faenaban. Los primeros marineros ya veían el
cuerpo desnudo de mi mujer y cómo el capitán la sodomizaba. Sonrieron.
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