Bueno,
como era de esperarse, después de la confesión y de la propuesta por
parte de mi marido (relato
anterior), me entraba el morbo de tener relaciones con otro
hombre delante de mi pareja con la que había compartido todo este este
tiempo cualquier tipo de situación. Bueno... menos la situación de
estar en otros brazos disfrutando el placer que sentía todo mi cuerpo,
en la manera que me movía para lograrlo.
A veces pensaba que lo único que necesitaría es un empujón. De todas
formas, no consideraba que lo fuéramos a hacer realidad... Equivocada,
sí, una vez más...
Mi marido encontró una manera de mantener la llama de mi corazón y de en
medio de mis piernas... Cada noche que nos íbamos a dormir procuraba
despertarme de la manera más excitante. Él esperaba a que yo estuviera
recostada de lado y totalmente dormida para comenzar a tocarme. Sus
manos las deslizaba por mis piernas para subir por mis caderas, mi
cintura, llegando a mis pechos para acariciarlos con suavidad, para
posteriormente ir rozando mi vientre hasta llegar a mi coño. Lo hacía
sobre mis bragas, para después bajármelas a tirones, quedando con el
culo expuesto y ligeramente lubricado.
Ahí era donde juntaba su cuerpo al mío, arremetiendo su polla para
follarme con movimientos lentos pero profundos. Con la mano que tenía
libre, me morreaba las piernas para terminar frotando mi clítoris,
moviendo sus dedos de un lado a otro, agitándolo, haciéndome sentir
mucho placer. Era en ese momento en el que yo trataba de despertar,
pero el sueño y la sensación de mi orgasmo me dejaban somnolienta, así
que solo me acurrucaba en sus brazos y volvía a dormir.
Esto se le hizo costumbre, así que yo solo me entregaba al placer. Cada
noche que lo hacía intentaba algo diferente al penetrarme, porque en
todo lo demás seguía igual. Esperaba a que estuviera totalmente
dormida.
Una vez se puso un condón texturizado. En alguna otra ocasión se colocó un
anillo vibrador... ¡Dios!
Fue hasta una noche en que sus arremetidas eran algo diferentes. Yo solo
pensé que se había colocado una funda en el pene o algo así. Me
entregué nuevamente al placer. Esos movimientos favorecían la
estimulación de mis zonas erógenas dentro y fuera de mi coño. Intentaba
besarme la espalda, acercándose tanto a mi nuca que me estremecía.
Me colocó totalmente boca abajo para follarme como toro en celo. Me corrí
quedándome dormida.
Al día siguiente aún estaba oscuro y no quise levantarme. Me intenté
acurrucar en sus brazos, descubriendo que estaba desnudo y con la polla
erguida, así que no perdí la oportunidad y me la volví a clavar. Esta
vez era yo la que se empujaba contra él.
Mi culo chocaba con sus caderas. Su polla la tenía toda dentro de mí. Así
estuve dándole por un buen rato, empujando mi culo hacia atrás, hasta
que sentí nuevamente cómo explotaba, arrojándome con fuerza esa carga
de leche la cual quería conservar el mayor tiempo posible dentro de mí,
así que no me moví. Me quedé nuevamente dormida.
Cuando pude abrir los ojos, ya entraba algo de luz, así que con los ojos
medio cerrados pude ver a la cara de mi marido frente a mí con una
sonrisa traviesa, descarada. Abrí los ojos al sentir otro cuerpo junto
a mi espalda... ¡Me había follado otro hombre delante de mi marido!
Él estaba feliz. Su fantasía estaba cumplida. Yo por mi parte me
encontraba desconcertada y a la vez excitada. Le había entregado el
culo a otro hombre con una muy buena polla. Mordí mis labios para luego
decirle:
- ¡Ven sobre mí! ¡Fóllame!
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