Me
llamo Edu, y voy a contaros mi historia. Mi novia se llama Ana. Es una
morena de pelo rizado preciosa. Tiene una piel suave, ojos marrones muy
oscuros, y unos impresionantes pechos talla 95. Es delgadita, y con
unas curvas muy pronunciadas, y unas caderas anchitas, que le hace un
perfecto culo respingón.
Tenemos
26 años, y ambos somos la primera y la única pareja del otro. Llevamos
juntos ya muchísimo tiempo, cerca de 13 años. Empezamos a salir cuando
éramos niños. Nunca nos habíamos besado con otra persona antes, y nos
iniciamos en todo el tema sexual juntos. Estamos hechos el uno para el
otro, y queremos pasar la vida juntos. Estamos comprometidos y nos
casaremos en verano, dentro de un par de meses. Ella ya lleva su anillo
de compromiso, y está preciosa con él.
Todo
eso es muy bonito. Siempre hemos sido el uno para el otro, y me
enorgullece saber que nunca nadie más ha besado esos labios, nunca
nadie antes ha lamido ese precioso coño, y nunca nadie antes la ha
visto desnuda y gimiendo. Siempre he sido feliz pensando eso. Lo era.
Pero llevamos ya 13 años saliendo y 8 viviendo juntos, desde que
empezamos a ir a la universidad. Después terminamos la carrera, y
empezamos a trabajar, cada uno en su campo. Nos iba muy bien, y ya tras
tantos años, cada uno con un trabajo fijo y seguro, queríamos comprar
una casa, casarnos y pensar en hijos. Una vida envidiable sin duda para
cualquiera. Pero nosotros no éramos una pareja del montón.
Era
mucho el tiempo que llevábamos juntos, y el sexo empezaba a ser
monótono. Aun conservábamos la pasión de jóvenes, y el polvo por día no
nos lo quitaba nadie. Habíamos agotado ya muchísimas prácticas
sexuales. La confianza era totalmente plena y no teníamos tapujos. El
sexo anal estaba a la orden del día, que empezamos a practicar cuando
el vaginal empezaba a ser repetitivo. Probábamos continuas posturas
sexuales, y técnicas suaves de dominación etc. Pero ambos éramos muy
activos, y siempre pedíamos más.
Todo
surgió hace unos dos años. No recuerdo ya como surgió el tema, pero lo
importante es que hablamos acerca de tener relaciones sexuales fuera de
la pareja. Nunca habíamos hecho nada con otras personas, y a ambos nos
picaba la curiosidad. Sentíamos haber desperdiciado la vida en ese
sentido. De chicos siempre pensé, como todos, en tener una vida sexual
activa, sin ataduras, follando con toda mujer que se me cruzase, y
probando múltiples cosas. Sin embargo me enamoré, y se me cortaron las
alas. No me arrepiento, sigo queriendo estar con Ana, pero siempre
queda ese deseo...
Pues
aquel día fue cuando descubrí que ella pensaba exactamente igual que
yo. Aun éramos jóvenes, y ambos creíamos estar desperdiciando nuestros
mejores años. El problema era que estábamos juntos y no podíamos hacer
nada a menos que cortásemos, y ninguno quería. Sin embargo,
investigando por Internet descubrí el mundo swinger, parejas que siguen
juntas y que sin embargo mantienen relaciones con otras personas. A Ana
le interesó mucho el asunto y a mi me excitó tremendamente imaginar a
mi novia desnuda, tumbada boca arriba y un desconocido encima suya,
penetrándola. A partir de aquella imagen, dejó de interesarme acostarme
con otras mujeres. Quería que ella se acostara con otros hombres.
Cuando se lo conté le resultó extraño, pero ella terminó descubriendo
también que del hecho de acostarse con otros hombres, lo que más le
excitaba no era el sexo en sí, sino que yo estuviera mirándola, y
ponerme los cuernos.
Descartado
pues, el mundo swinger, nos centramos en los tríos. La idea sería
llamar a alguien y que ambos nos acostáramos con Ana. Esa idea me
excitaba muchísimo. Sin embargo el asunto no cuajó. Siempre estaba el
problema de quien seria la tercera persona. Lo mejor sería un amigo,
con el que tuviéramos confianza, pero no queríamos que eso se supiera,
y el hecho de que un hombre cercano, que viéramos a menudo se acostara
con Ana... Sí salía mal, podíamos perder la amistad. Y de un
desconocido de Internet no nos fiábamos así que todo quedó en una
ilusión.
Así
llegamos a día de hoy. Cada cierto tiempo salía el tema, y planeábamos
cosas, nos reíamos, nos excitábamos y terminábamos follando, dejándolo
todo a medias. Un día le compré un consolador, e hicimos un pequeño
simulacro. Ella se masturbó en nuestra cama, mientras yo espiaba desde
la puerta. Fue muy excitante, y me hice una de las mejores pajas de mi
vida.
Pues
resultó que un día, Ana regresó del trabajo (ella trabajaba un par de
horas por la tarde) con una sonrisa picarona en la cara. Yo la vi
entrar por la puerta, y supe al instante que tenía una gran noticia.
Nos sentamos en el sofá, pero ella no dejaba de reírse y no sabía por
donde empezar. Me estaba empezando a poner nervioso.
-
A ver...- empezó por fin-. He hablado con Marta - era una compañera de
su trabajo-. Resulta que a ella también le va el rollo este... de
cuernos y tal. Su marido y ella lo han hecho muchas veces - me quedé
muy sorprendido. Nunca lo habría imaginado-. En realidad no le he dicho
que nosotros quisiéramos ni nada... pero creo que lo ha imaginado un
poco... Pero bueno, la cuestión. Me ha hablado de un club de la ciudad,
que se dedica a esas cosas. Ella ha ido muchas veces. Es muy discreto y
anónimo, y ellos están muy satisfechos. Se llama El
Ciervo y... nada, lo que
hacen básicamente es eso. Te proporcionan una habitación preparada para
todo... poder mirar y eso... y tienen hombres... - estaba muy nerviosa.
Yo estaba muy excitado, pensando en que por fin pudiese hacerse
realidad. Aunque no estaba del todo seguro. Las fantasías son las
fantasías, pero el pensar que mi querida niña, pudiera ser follada por
primera vez por otro tío... la verdad que ahora que había una
posibilidad real, se me estaban empezando a quitar las ganas. Sin
embargo Ana parecía muy dispuesta, y después de todo el bombo que yo
había dado, no podía echarme atrás sin más...- ¿qué piensas?
-
No sé... no me fío mucho- dije yo intentando buscar escusas y quitarle
las ganas-. A saber que tíos son ¿no? Es un poco arriesgado...
-
Si bueno, pero Marta dice que está muy bien. Puedes elegir muchas cosas
y tal- era evidente que Ana quería ir inmediatamente-. No sé, puede
estar bien. Me ha dado la dirección, podemos ir a preguntar e
informarnos, sin compromiso.
-
Pero eso debe ser como... un prostíbulo ¿no? Sólo que de tíos. Es como
irte de putos. Costará dinero.
-
Si bueno, claro que cuesta... Pero es muy barato. Te dan la habitación,
seguridad de anonimato y tal, habitación preparada para observar... Y
son profesionales. No es lo mismo que un puticlub barato de carretera.
Seguro que está bien.
Yo
no lo tenía nada claro, al contrario que Ana. A la cabrona le brillaban
los ojitos de lujuria. Pero en cuanto a mí... Una cosa es fantasear,
otra hacerlo, y otra muy distinta encima, era pagar para que un tío
disfrutara del hermoso cuerpo de mi novia. Ellos son los que tendrían
que pagarme a mí. Un trío tal vez, pero sólo mirar... Además, nos
casaríamos en apenas un par de meses, el anillo de compromiso brillaba
en su dedo anular... Yo no quería, prefería que aquello siguiese siendo
una ilusión. Pero bueno, parecía tan excitada y me miraba con una
carita suplicante que no pude negarme. No podía rajarme ahora después
de todo lo que lo habíamos hablado. Decidí que iríamos sólo para
informarnos, e intentaría quitarle las ganas poco a poco. O a lo mejor
tenían tríos, y yo podía participar. Eso si me parecía medio qué.
-
Está bien. Iremos, pero sólo a preguntar y a informarnos. Luego ya
veremos- Ana sonrió muy contenta, y me besó.
Decidimos
ir a mirar el sitio al día siguiente. Era viernes, y teníamos la tarde
libre. Yo iría a recoger a Ana al trabajo, y a la vuelta nos pasaríamos
por allí. Ambos estábamos muy excitados y nerviosos. Esa noche follamos
como conejos, y Ana no abrió los ojos en todo el tiempo. Pude imaginar
en qué pensaba. A mí no terminaba de encajarme la idea, pero estaba
cachondísimo pensando que por fin podría verla disfrutar con otro tío.
Así
pues, al día siguiente después de trabajar, comí (Ana comía en el
trabajo) y a eso de las 5 fui a buscar a mi novia a la tienda. Ella es
informática, y trabaja en una pequeña tienda de sofware, de venta y
reparación de ordenadores. Salió, nos besamos y caminamos hacia el
lugar donde estaba el club ese. Ana iba vestida con ropa normal, unos
vaqueros largos ajustados, zapatillas y una camiseta de tirantes rosa y
ajustada. No estaba muy lejos y fuimos andando, pero hacía mucho calor,
y empezamos a sudar en poco tiempo. Ver a mi novia brillante en sudor
me excitaba muchísimo. Estuve a punto de decir que no fuéramos, para
volver a casa y cepillármela sin piedad; pero me contuve.
Por
fin llegamos al lugar. Entramos en un callejón bastante estrecho, y muy
largo, que conectaba una avenida con otra. Las fachadas eran viejas y
había puertas traseras de casas. Tras unos diez metros encontramos el
sitio. Estaba muy bien colocado, te daba tiempo a entrar en el callejón
e ir rápidamente hasta la puerta para despistar a alguien si te estaba
siguiendo. Se trataba de una discreta puerta gris, y un rótulo mediano
encima, que rezaba "El ciervo". Había un gran contraste entre la
fachada del club y las contiguas. Los edificios de ambos lados del
callejón eran de 5 plantas. Toda la fachada estaba vieja, excepto una
parte, justo la que correspondía a la puerta de El
ciervo. Tenía una fachada totalmente reformada y nueva que llegaba
hasta la azotea, por lo que todo aquello debía pertenecer al club.
Debía ser enorme. La puerta era sólida y automática, y en el pomo
estaba encendida una lucecita verde. No se podía ver el interior.
Decidimos entrar.
Al
abrirla, lo primero que nos llegó fue el olor fresco de la estancia
principal. EL aire estaba puesto, y en seguida se nos quitó el calor de
la calle. La sala era pequeña y perfumada. Había un mostrador
semicircular, y una mujer estaba sentada en él. Había una puerta justo
detrás de ella, dentro del mostrador, y otras dos a ambos lados.
Enfrente de ellas había sillones, agrupados de dos en dos y con una
pequeña mesa en medio. Podían ser envueltos por una cortina, aunque en
ese momento estaban todas abiertas. La mujer tecleaba en un ordenador.
Ana y yo nos miramos. Estaba claro que discreto, era. Nadie entraría
allí si no iba a lo que iba. Además nadie te vería entrar.
Nada
más cerrar la puerta, la mujer levantó la vista, nos miró y sonrió
amistosamente.
-
Buenos días, ¿puedo ayudarles?- dijo rápidamente, con total
naturalidad.
-
Eh...- dijo Ana, titubeando, mirándome. Instantáneamente la mujer
interrumpió, viendo que no sabíamos que decir.
-
¿Quieren que les informe un poco de nuestros servicios?- Seguramente
estaba acostumbrada a tratar con personas indecisas y temerosas.
-
Vale.
-
Muy bien, acérquense. Son pareja ¿no? - dijo mirándonos a uno y a otro.
Asentimos. Ella llevaba totalmente las riendas de la conversación desde
que cruzamos la puerta. Nosotros apenas teníamos que abrir la boca, y
eso daba confianza. Ni siquiera tenías por qué estar allí por eso,
podías decir que te habías equivocado, aun no habíamos dicho nada que
nos delatara...-. Muy bien. Pues esto es muy sencillo. Aquí tienen un
folleto que explica más o menos todos nuestros servicios. Pueden
sentarse y mirarlo. Después si ya tienen claro todo, sólo tienen que
rellenar este formulario, para que podamos saber sus preferencias. Es
tipo test, totalmente anónimo y no lo guardamos al final, es sólo para
saber sus gustos y el servicio que le podemos dar. Pueden quedárselo al
terminar para otro día traerlo directamente, y no tener que rellenarlo
de nuevo. También si lo desea, pueden hacerse usuario fijo, y
guardaríamos sus datos en el ordenador.
Yo
cogí el folleto. Era un tríptico, y explicaba todos los servicios por
encima. El formulario era muy sencillo, y sólo había que marcar
casillas. Al final tenía un pequeño contrato de confidencialidad, y un
espacio para firmar. La mujer lo cogió y nos lo fue mostrando.
-
Como ven es muy sencillo. Sólo tienen que marcar las cosas que deseen.
Disponemos de muchos servicios, como verán. Aquí se indican el número
de amantes, las prácticas sexuales, vaginal, felaciones, anal, sadomaso,
escatológico...
Me
quedé totalmente paralizado, y miré de reojo a Ana. Ella estaba igual
que yo, totalmente colorada, aunque sutilmente excitada. Era
sorprendente la naturalidad con que hablaba aquella mujer. Ella se dio
cuenta y sonrió
-
No se preocupen, es normal estar despistados al principio. Miren,
siéntense y echen un vistazo. Tenga un boli. Y una cosa, tenemos muchos
servicios, muy distintos, pero todos tienen algo en común. Se trata
todas ellas de prácticas cornudas. La pareja no puede mantener
relaciones sexuales con su pareja en ningún momento- al carajo la idea
del trío-. Puede participar para ser humillado y si lo quiere también
puede ser penetrado, atado, dar sexo oral o masturbarse etc., pero no
puede en ningún momento penetrar a su pareja, ni recibir sexo oral, ni
masturbación. También disponemos de cinturones de castidad masculinos
si lo desean, o puede simplemente limitarse a mirar. Todas las
habitaciones están habilitadas para tener una perfecta visión de la
situación. Si no le interesa, sólo tienen que irse, sin compromiso. Si
quieren pueden rellenar el formulario y les haré un presupuesto. Los
condones vienen incluidos en el precio- al terminar de hablar, nos
señaló los asientos-. Cierren las cortinas, así si entra alguien no los
verá. Y vosotros tampoco a ellos. Tenemos a muchos clientes que
prefieren no darse a conocer. Cuando esté despejado los avisaré y
podrán salir.
Cuanto
secretismo. Nos sentamos muy nerviosos, y cerramos la cortina. No se
nos veían ni los pies, ya que arrastraba. Yo tragaba saliva después de
todo lo que había escuchado. Aquello parecía muy serio. Escuché a la
mujer volvió a teclear en el ordenador, con tranquilidad e ignorándonos
completamente. Eso relajaba bastante, ya que no agobiaba y nos dejaba
total libertad. Además teníamos ese pequeño espacio para la intimidad.
Nos podíamos tomar todo el tiempo que quisiésemos. Decidimos leer el
formulario entero, e ir marcando por encima. Ana cogió el boli y fue
marcando distintas casillas, como heterosexual, anal, oral y vaginal,
dijo que no al sadomaso y otras prácticas extrañas como la escatología,
y luego rió nerviosa en el número de amantes. Yo también me reí. Nos
miramos, y al final puso 3, con una sonrisa picarona. Yo me sorprendí y
también reí. En realidad no importaba mucho, en casa lo hablaríamos más
tranquilamente. Puso todo tipo de razas, tamaño preferente grande y
hombre preferentemente alto y musculoso. Noté como Ana empezaba a
respirar cada vez más profundamente, y empezaba a excitarse. Yo también
notaba un bulto en los pantalones. Luego había otras opciones para el
cornudo, tales como humillación, sumisión etc., pero Ana marcó "Sólo
mirar". Luego firmamos el acuerdo de confidencialidad, que venía
marcado con el sello del club que se comprometía no filtrar ningún tipo
de dato.
Nos
levantamos colorados y preguntamos si podíamos salir. Ella dijo que si.
Entonces descorrimos la cortina, nos acercamos a ella y le dimos el
papel, para ver si estaba correctamente relleno. Ella lo cogió y lo
ojeó por encima. Qué vergüenza. Vi como Ana miraba a otro lado,
intentando disimular. Pero la mujer era muy profesional.
-
Bien, pues con lo que han elegido, el precio sería de unos 50 euros,
sin un tiempo concreto. Puede alargarse dependiendo de la situación. Se
abona al final, si no están satisfechos, no tienen que pagar nada.
Aseguramos un servicio excelente. - Ana me miró pidiendo aprobación. Yo
asentí. Era un precio razonable y además si no nos gustaba siempre
podíamos negarnos a pagar.
-
Vale, me parece bien - contestó Ana, que ya empezaba a soltarse.
-
Perfecto- la mujer nos devolvió el papel, que Ana metió en su bolso, y
se levantó-. Si me acompañan, les llevaré a su habitación y empezaremos
- ¿¡Qué!? ¿Ahora? ¿¡Ya!?. Miré a Ana, y ella me devolvió la mirada con
la misma cara de asombro.
-
¿Ahora? - pregunté.
-
Si, ¿no?- preguntó la mujer extrañada-. Bueno, lo que han pedido está
disponible en este momento. Pensé que estaban de acuerdo. Sino, no pasa
nada, no se preocupen. Les puedo dar otra fecha...
-
No, no... Bueno no sé... - dijo Ana inquieta-. Es que nos ha
sorprendido la rapidez, pero supongo que ahora podemos, no tenemos nada
que hacer... ¿no? -me miró preguntando, pero en realidad parecía
suplicar.
-
Bueno no sé... supongo... ¿tú quieres?- Esperaba que dijera que no. Mi
tono de voz dejaba claro que sólo era una pregunta de cortesía. Yo
había ido allí sólo para mirar y tal vez si se pudiese hacer un trío,
participar. Pero descartado eso, no tenía ninguna intención de
quedarme. Me moría de ganas de echarle un polvo a mi novia, y quería
irme cuanto antes.
-
Si... bueno sólo si tú quieres...- claro que no quería, lo sabía y se
hacía la tonta. No aceptaba un acuerdo entre los dos con el socorrido
"no se...". Dejaba claro que ella quería y que si no se hacía sería por
mí, para luego poder echármelo en cara. Yo no estaba dispuesto a
negarme, e insistí en que lo rechazásemos juntos.
-
Yo por mi bien, si estás de acuerdo...
-
Si... bueno, eso dijimos, ¿no?
-
Ya, supongo... - y cuando iba a decir pero, la mujer, viendo la
seguridad de Ana, interrumpió.
-
Muy bien, pues adelante, acompáñeme - Ana sonrió y la siguió. Yo gruñí
un poco, pero me mordí la lengua. Las circunstancias se precipitaban
rápidamente y no me dejaban tiempo a pensar. Las seguí, dispuesto a
detenerlo todo si llegaba demasiado lejos.
Atravesamos
la puerta de la derecha y entramos en un pasillo muy largo e iluminado,
lleno de puertas a la derecha y espejos a la izquierda. A mitad del
trayecto había unas escaleras, subimos un par de pisos y llegamos a la
habitación 234, que era la que nos habían dado. La mujer abrió con
llave. Yo estaba muy nervioso, me sudaban las manos y Ana respiraba
entrecortadamente, excitada y nerviosa. Sus ojos brillaban de lujuria.
Entramos.
Era un cuarto amplio, de unos 3 metros cuadrados. Tenía una sola luz en
el techo, y la puerta por dentro tenía un pestillo. Frente a la puerta
había un gran cristal rectangular, que daba a otra habitación justo
enfrente. En el suelo, justo debajo había una especie de cajón, que
conectaba ambas habitaciones. Tenía un botón automático para cerrarse.
Al cerrarse en ésta, se habría en la otra, y viceversa. La otra
habitación tenía las paredes llenas de espejos, y una gran cama de
matrimonio en el centro. Empezó a ponérseme dura, y me moría de ganas
por cogérmela y meneármela. Quería llevar a Ana a casa cuanto antes,
mandar toda eso a la mierda y follármela toda la noche. El pensar que
en aquella cama dentro de muy poco Ana podía estar follando y gimiendo
con otro tío me excitaba, pero al mismo tiempo me horrorizaba. Me iba a
reventar la polla, y decidí detenerlo todo de una vez, para poder
volver a casa y follarme a mi novia, como debe ser. Pero la mujer vio
que iba a abrir la boca y se adelantó.
-
Ésta será su habitación. Pueden dejar todas las cosas aquí- dijo la
mujer mirándome. Yo fui a decir que aun no era seguro, pero Ana me dio
su pequeño bolso del trabajo y el móvil que tenía en el bolsillo-. La
suya está en otro sitio, venga conmigo- dijo refiriéndose a Ana. Se
dieron la vuelta para irse, sin dejarme decir nada. Pero las detuve.
-
Espera... - dije deteniéndolas-. Pero... ¿ya? - la mujer asintió. No me
daba tiempo a pensar, y no captó o no quiso captar la mirada que le
eché, del tipo: "¿nos puedes dejar solos?". No estaba dispuesta a irse,
y me daba vergüenza hablar con Ana si ella estaba delante. Me agobié un
poco, pero Ana me miraba con ojitos suplicantes. La mujer rompió el
silencio.
-
No se preocupe, sólo vamos a ver la otra habitación. Luego los dejaré
solos para que puedan tomar la decisión final.
-
Ah, vale. Bueno pues... hasta luego - no supe que más decir. ¿Qué se
puede decir cuando se llevan a tu novia para que se la folle un
desconocido?
Ana
sonrió, me dio un pico y se fue. Yo las vi irse desde la puerta. No la
llevaba a la habitación de al lado, sino que fueron hasta la escaleras
y empezaron a bajarlas. Seguramente en las puertas de al lado hubiese
habitaciones similares a la mía, y la de enfrente estuviese entrando
por la puerta izquierda del recibidor. A saber donde la llevaban.
Seguramente lo hicieran para que no pudieras cambiar de opinión e ir a
impedir que se trajinaran a tu chica. Si ella quería, yo no iba a poder
hacer nada. No sabías donde estaba, de modo que... Me dio muchísimo
coraje, pero tuve que agarrarme la polla con fuerza. ¿Pasaría de
verdad? ¿En pocos minutos vería a mi novia ser follada?
Me
moría de los nervios. Cerré la puerta y eché el pestillo. Puse todas
las cosas en el suelo, en una esquina. A un lado había un pequeño
lavabo y un váter, todo muy limpio. Tenía ganas de mear, pero mi polla
tenía un tamaño tal que no sería capaz de orinar. En medio de la
habitación había un sillón muy cómodo, recubierto con una amplia toalla
que lo rodeaba entero. Estaba recién lavada. Nadie entraba en la
habitación de enfrente, así que me empecé a poner nervioso. No podía
aguantarlo más, así que me desabroché el cinturón, me bajé los
pantalones hasta los tobillos y empecé a pajearme. Por fin. Me senté en
el sillón y me relajé. La visión era perfecta. El cristal era muy
amplio y estaba justo enfrente, para poder ver todo el interior de la
habitación.
Al
cabo de cinco minutos me dio un vuelco el corazón. La puerta de la
habitación de enfrente se abrió y entró Ana con la mujer. Pude oír todo
lo que decían perfectamente.
-
Bueno, y ésta es la suya. Este espejo de aquí - dijo tocando el cristal
por el que yo me asomaba- es la ventana de la otra habitación. Usted ve
un espejo, su novio no. Y él oye todo lo que decimos, pero nosotros no
podemos oírlo a él. Para que usted pueda escucharlo, tiene que pulsar
este interfono- se fue a una esquina, y pulsó un botón-. ¿Está usted
ahí?
Me
asusté por un instante, con la polla en la mano. Sabía que no podían
verme, estaba a salvo. Vi un pequeño micrófono al lado mío de la
esquina donde la mujer estaba. Contesté en voz alta para que me oyesen
sin tener que levantarme, lo más normal que pude.
-
Sí. Hola cariño- Ana sonrió y saludó también. Estaba muy colorada.
-
Bueno, supongo que esto es todo. Si despulsa el botón, no podrá oír a
su marido, aunque golpee el cristal- dijo la mujer-. El cajón es por si
quiere pasarle algo. Me voy, en unos minutos empezará. Disfruten- y se
fue.
Se
fue. Yo me quedé callado un instante, y Ana igual, sin saber que hacer.
Ella se acercó a la cama, y se sentó.
-
¿Cariño?- dijo. Entonces se acordó, fue hasta el interfono y pulsó el
botón. Entonces pude contestarle.
-
Hola- no sabíamos qué decir. Estábamos demasiado nerviosos. Todo había
ocurrido muy rápido y no sabíamos que iba a pasar. Por fin estábamos
solos, era el momento.
-
Oye cariño... esto no me convence. No sé... Aun podemos echarnos atrás,
yo creo que sería lo mejor, y luego hablarlo en casa más tranquilos...
-
Si, supongo... Todo ha ido demasiado rápido. Salgo entonces, ¿no?
La
puerta de su habitación se abrió de repente, Ana soltó el botón sin
darse cuenta, y no pudo oír mi "sí, venga, vámonos". Ambos miramos a la
puerta, y se me encogió el estómago. Entraron tres tíos, totalmente
desnudos, con las pollas totalmente erectas. Uno era negro. Todos la
tenían muy grande, de unos 20 centímetros, pero el negro era el que más
grande y gorda la tenía. A causa de su propio peso no podía empalmarse
totalmente y caía hacia adelante formando un ángulo recto con su
vientre plano y duro. Ana se quedó helada. Los tres tíos eran altos,
guapos y muy musculosos. Estaban totalmente depilados, y el negro tenía
la cabeza rapada a cero. Cerraron la puerta al entrar y se acercaron a
Ana. Ella no podía dejar de mirar sus enormes pollas. Yo, viéndola
entre tanto tío sediento de sexo, deseando follársela, me puse muy
cachondo, pero en seguida reaccioné.
-
Un momento, esperad. Habíamos decidido irnos- entonces me di cuenta que
no me escuchaban-. Cariño, pulsa el botón. ¡Eh!- grité golpeando el
cristal con fuerza. Pero nadie se inmuto. Era tarde.
-
Hola cielo- dijo uno de ellos, un rubio muy alto-. Me llamo Dorian.
Este es Leroy - dijo señalando al negro- y este Juan- mirando al más
bajo de todos, pero muy ancho y musculoso-. Tú eres Ana, ¿no?
-
S... Si...- dijo con dificultad Ana tragando saliva. Ellos se le
acercaron y le dieron dos besos. Juan la agarró por la cintura para
acercarla a él, y rozó su miembro con sus vaqueros. Leroy hizo lo
mismo, y Dorian le dio un rápido beso en los labios, sin cortarse un
pelo. Ana estaba muy colorada.
-
Ven, siéntate en la cama y hablemos- Ana obedeció y se sentó en el
borde.
Ellos
tres la rodearon, y aquellas tres pollas quedaban muy cerca de su cara.
Los tres tíos miraban a mi novia con lujuria. Seguro que esa
oportunidad no se les presentaba todos los días. Allí iría mucha gente,
y ellos tenían que cumplir su trabajo. Seguramente no todas fueran
atractivas. Pero encontrarse aquel bombón allí indefensa a su
disposición seguro que no se lo esperaban. Por eso la tía de recepción
nos dejó tan poco margen de maniobra. No quería que nos echáramos
atrás. La muy hija de puta sabía que Ana estaba cachonda y que no se
echaría atrás. Sólo tuvo que callarme la boca a mí. Aquél dulce no se
pillaría todos los días. Y por si fuera poco, yo les había pagado.
-
Tienes un nombre precioso. Igual que tú- Dorian parecía ser el que
tenía la voz cantante. Ana tenía las dos manos en su regazo, y miraba
al suelo, nerviosa, aunque de reojo observaba aquellos tres mástiles.
Dorian le cogió la mano derecha, y miró el anillo-. Vaya, ¿estás
casada?
-
No... Es... es de compromiso. Me caso en verano.
-
Aham. Me alegro. ¿Y está ahí observando? - Ana asintió-. Muy bien.
¿Quieres que empecemos?
-
No sé... Es que estoy sucia. Acabo de salir del trabajo y... no tenía
pensado hacerlo hoy.- Dorian la cogió suavemente por la barbilla, le
levantó la cabeza, y se agachó para besarla. Le dio un tierno beso en
los labios, mordiéndola suavemente, y rozándola un poco con su lengua.
Ana gimió un poco. Era la primera vez que mi novia besaba a otro
hombre. Eso me dolió y me excitó al mismo tiempo. Pero aun tenían que
hacerle muchísimo más.
Cuando
Dorian se despegó de ella, Ana seguía con los ojos cerrados. Estaba muy
excitada. Leroy fue el siguiente. Se inclinó y también la besó. Éste
fue más prolongado, y pude ver como mi novia abría su boca para dejar
que la lengua de aquel tío entrara dentro. Con el tercero, Ana estaba
un poco más suelta. Juan le puso ambas manos en sus mejillas y lo
atrajo hacia él, y pude ver la lengua de mi novia salir en busca de la
de Juan. Estuvieron unos segundos morreándose. Mientras, Dorian
aprovechó para apretarle un pecho y Leroy se sentó a su espalda,
rodeándola con piernas y brazos. Cuando Juan se separó de ella, Ana se
lamió sus labios, buscando recoger toda la saliva de su amante. Estaba
muy cachonda. Miró por un instante al espejo, sabiendo que yo estaba
observándola.
Leroy
entonces le levantó los brazos y le quitó la camiseta. La tiró al suelo
y sin pensánserlo, plantó ambas manos sobre los pechos de mi novia, por
encima del sujetador, apretándolas con fuerza, al tiempo que le besaba
el cuello y la atraía hacia así, aplastándola entre sus brazos. Ana
lanzó un pequeño gemido, y le agarró por el pelo para aplastarlo más
contra su cuello. Mientras, Dorian y Juan le quitaban los zapatos y le
desabrochaban el pantalón. Ana giró la cabeza hacia atrás, buscando los
labios de Leroy, y se enlazaron en un apasionado beso. Sus lenguas
chocaban y se peleaban, mientras intercambiaban saliva y se mordían con
pasión, Leroy movía las caderas, frotando su polla con la espalda
desnuda de Ana. Yo estaba rabioso. Me la habían jugado bien. No me
habían dejado opinar ni un instante. Estaban acostumbrados a que el
hombre se echase atrás en el último momento, y habían tomado medidas.
Sin embargo, no podía dejar de mirar y de meneármela.
Entonces,
sin dejar de besarla, Leroy cogió el sujetador por cada lado y tiró
hacia fuera con fuerza, rompiéndolo y dejando los bellos pechos de mi
prometida colgando por su gran peso. Dorian y Juan se acercaron y
empezaron a lamerlos y besarlos, mientras ella los cogía por el pelo y
los aplastaba contra sus tetas.
Tras
el beso, Leroy se quitó de su espalda y la tumbó. Luego se puse sobre
ella a horcajadas, sentado suavemente sobre su barriga. Se encorvó y
siguió besándola, aunque no podía ver mucho ya que él estaba en medio.
Mientras, Dorian le terminó de quitar los pantalones, y empezó a
restregar su cara por encima de su coño. Ana llevaba unas braguitas
negras, que apenas podía contener sus nalgas. Si hubiese sabido que el
día acabaría así, se hubiera puesto un tanga. Sin embrago a aquellos
tíos no les importó. Dorian siguió oliendo el coño de mi novia por
encima de la tela, restregándose y besándolo. No sé por qué no se lo
quitaba ya y saboreaba sus jugos. Esos jugos que hasta aquel momento
eran sólo míos. Dorian la masturbó un poco por encima de las bragas, y
yo podía oír los gemidos de Ana, ahogados por el beso que le estaba
dando el negro.
Tras
un instante así, y cuando parecía que Ana iba a correrse, Leroy se
levantó y se puso de pie. Juan incorporó a mi novia, y la sentó en el
borde de la cama. Tenía los labios muy mojados y respiraba con rapidez.
Dorian y Juan se pusieron a cada lado de ella, y acercaron sus enormes
pollas. No hizo falta decir nada. Ana las miró un instante, y acto
seguido las agarró con sus manos, las apretó con fuerza y empezó a
masturbarlos. Ellos empezaron a gemir. Mientras, Leroy en cuclillas
entre sus piernas, le acariciaba los pechos y la masturbaba. Ana empezó
a gemir, pero Dorian suavemente le cogió la cara y se la acercó a su
polla. Ella entendió el mensaje, y se metió aquel pedazo de carne en la
boca. Recubrió sus dientes con los labios y empezó a mamársela.
Mientras con la mano le acariciaba los huevos. Se fue turnando,
mamándosela a Juan y a Dorian, y de vez en cuando paraba en medio para
besar a Leroy.
Mi
habitación se inundó de sonidos de succiones, de absorber de babas, y
gemidos masculinos y femeninos. También se escuchaba mi mano meneándome
la polla. Ana se deleitaba verdaderamente chupándoles la polla a
aquellos desconocidos. Veía el anillo de compromiso a la distancia, en
su mano que rodeaba aquel pollón, y tenía que parar para no correrme.
Estuvieron
así unos minutos, y luego Leroy se levantó y empujó a Ana, para
tumbarla. Después le quitó por fin las bragas, descubriendo el hermoso
coño de mi prometida. Brillaba por los jugos, y tenía vello de dos
días. Dorian cogió las bragas y para mi sorpresa, se acercó al cajón,
las depositó dentro, y lo cerró. Después sonrió mirando al espejo y
volvió junto a mi novia. Será cabrón. Me levanté y recogí las bragas.
Por eso no se la habían quitado. Querían que se mojaran. Las olí.
Estaban algo sucias, ya que las había llevado puestas todo el día, pero
en la zona del coño podía notarse los jugos que acababa de echar.
Estaban muy mojadas, y olían muchísimo a coño. Me excité sobre manera.
Reconocía muy bien ese olor, y me moría por sumergirme entre las
piernas de novia, y recoger todo lo que saliera por su sagrado agujero.
Pero por desgracia no iba a ser yo el que lo hiciera. Me senté y me
conformé con sus bragas mojadas.
Leroy
le sujetó las piernas para mantenerlas bien abiertas, y empezó a
lamerle el coño. Nada más rozarla, Ana empezó a gemir y a jadear.
Mientras los otros dos se pusieron de rodillas en la cama a cada lado y
ella los masturbó. El negro chupaba y chupaba, y llegaban hasta mi
habitación los sorbidos, lameteos, y los escupitajos que le echaba. Ana
no paraba de gemir y en un par de minutos tuvo un gran orgasmo,
lanzando grandes gritos y arqueando la espalda. Quedó exhausta, pero
Leroy no se detuvo y Dorian la obligó a seguir masturbándolo. Cuando se
recuperó, apartó a Leroy de su coño y dijo.
-
Folladme ya, ¿no?- estaba deseando que se la metieran por fin. Estaba
deseando hacerme un total cornudo, y follar por fin con otro hombre, en
mis narices.
-
Muy bien- dijo Dorian-. Pero tienes que coger los condones.
-
¿Dónde están? - dijo Ana mirando a su alrededor.
-
En la otra habitación- dijo Dorian señalando al espejo-. Tienes que
pedírselos a tu novio, que te los pase por el cajón.
Los
tres tíos sonrieron. Yo me quedé paralizado. Ana también parecía
confusa, pero estaba realmente cachonda, y necesitaba una polla dentro
ya, de modo que se levantó y caminó hacia el espejo.
-
¿Cariño? - le daba vergüenza hablarme en esas
circunstancias. Más pedirme condones para que los usase con otro tío-.
¿Me puedes dar eso?
Que
zorra. Miré a mí alrededor. Había un pequeño armario debajo del lavabo,
así que me acerqué y lo abrí. Había un par de estanterías, todas llenas
de cajas de condones. Cogí una, la puse en el cajón y lo cerré. Ana
sonrió, y los cogió al otro lado y se acercó a sus amantes. Sin embargo
Leroy dijo.
-
Donde quieres que nos pongamos eso, ¿en los dedos? Tienen que ser los
más grandes que haya- los tíos rieron.
-
Cariño... - dijo Ana acercándose de nuevo, y poniendo los condones de
vuelta en el cajón-. Tienen que ser más grandes... - Muerto de coraje,
cogí otra caja, la de mayor talla y la metí de nuevo, recogiendo la
otra-. Gracias cielo.
Me
volví a sentar y continué pajeandome. Mientras, Ana volvió a la cama,
sonriente. Los tíos no habían perdido la erección ni por un instante.
Los tres esperaban a su presa de pie, polla en ristre. Mi prometida
sacó un condón, dejó el resto en el suelo, y se arrodilló frente a
Leroy. Se la meneó un poco y luego le puso la goma. La chupó después un
poco para lubricarla.
Entonces
Leroy la cogió en brazos y la depositó en la cama boca arriba. Le abrió
bien las piernas, y apuntó con su polla el chorreante agujero de mi
novia, cuyos jugos ya resbalaban hasta su ano. Colocó la punta en la
entrada y de repente, con un rápido movimiento de caderas, se la metió
hasta el fondo. Ana lanzó un gran grito de dolor. Leroy le dejó la
polla dentro unos instantes, disfrutando de su calor y su humedad. Yo
no podía ver mucho. Sólo la espalda de Leroy, las piernas de mi novia
rodeando la espalda del negro, y sus calcetines rosas. Ana se agarró
con fuerza a las sábanas para soportar mejor el dolor. Ya estaba hecho.
Se estaban follando a mi novia. Era la única polla después de la mía
que había estado en ese coñito, y eso ya nunca podría cambiarse. Sin
embargo aun quedaban otras muchas pollas por entrar allí ese día.
Leroy
empezó a sacarla y a meterla lentamente, hasta dejar dentro sólo el
capullo. Ana empezó a acostumbrarse, y sus gemidos de dolor fueron
sustituidos por los de placer. Sus manos se posaron en las nalgas de
Leroy, aplastándolas contra su pelvis, indicándole que aumentara el
ritmo. El tío obedeció y empezó a dar embestidas más fuertes, mientras
resoplaba y lanzaba escandalosos gemidos de placer, que se fundían con
los de mi novia. Mientras, Juan y Dorian estaban de rodillas junto a su
cara, y jugueteaban pasando sus pollas cerca de la boca de Ana. Ésta
intentaba cazarlas y darles lametones. Allí, viendo a aquel negro entre
las piernas de mi novia, embistiéndola, mientras Ana le agarraba con
fuerza el trasero pidiéndole más, pude ver el anillo de compromiso en
su dedo. En mi habitación si había aire acondicionado, pero en la otra
no. Leroy empezaba a sudar, y las gotas resbalaban por su trasero y se
deslizaban sobre los dedos de mi novia, impregnando el anillo. Ante
aquella visión y con los gemidos de mi novia de fondo me corrí.
Yo
ya había terminado, pero en la otra habitación, Leroy seguía follándose
a mi prometida a gran velocidad y sin detenerse un instante. Ella había
empezado a chupar las otras dos pollas, intermitentemente, mientras las
meneaba. Así estuvieron unos 10 minutos, sin parar. Leroy no bajó el
ritmo ni un segundo, y mi novia debía haber tenido ya más de un
orgasmo. Cada cierto tiempo, se agarraba con fuerza a la espalda de
aquel negro y empezaba a gemir con fuerza, moviendo su pelvis para
clavarse mejor la polla. Después quedaba rendida y tumbada, pero aquel
negro seguía follándosela sin parar. Por fin, tras un cuarto de hora,
Leroy empezó a resoplar, aumentando el ritmo, y lanzando grandes gritos
de placer. Después de correrse se detuvo y permaneció dentro de ella
unos segundos. Luego la beso, y se quitó de encima. Ana estaba boca
arriba, muy cansada y despeinada. Sus hermosos pechos brillaban en el
sudor de aquel tío, que resbalaba por su vientre. Su coño estaba muy
abierto, y rojo.
Sin
darle un segundo de descanso, el siguiente tío se puso encima, y
continuó metiéndosela. Ella volvió a empezar a gemir. Era Juan, y este
apenas sacaba su polla. La tenía metida hasta el fondo, y la sacaba
apenas unos centímetros, y volvía a meterla hasta el fondo, chocando
con la pelvis de mi novia, produciendo sonoros golpes y sonidos de
chapoteo. Eran golpes muy rápidos y fuertes. Mientras, Leroy con el
pene flácido ya, se quitó el condón. El muy cabrón se acercó al cajón,
lo soltó dentro, y lo cerró. Después me sonrió y volvió a la cama. Me
acerqué al cajón, y allí estaba el condón que se había follado a mi
novia, lleno de semen. Por fuera estaba muy mojado y pringado también,
con muchos grumos blancos de los flujos de mi novia. Recordaba cuando
mis condones se quedaban así. Eran veces en las que Ana se había
derretido de placer, y los polvos fueron memorables. Olía fuertemente a
coño y polla, que impregnó toda la habitación. Cerré el cajón,
pasándolo al otro lado. Leroy lo vio, y se acercó.
-
¿Qué pasa, no lo quieres? - yo no contesté-. Bueno, pues si insistes se
lo daré a ella. Verás como le gusta.
El
tío cogió el condón de nuevo y se acercó a la cama. ¿Qué iba a hacer? A
Ana nunca le había gustado tocar nuestros condones usados. Le daban
mucho asco, y siempre tenía que ser yo el que los comprobara y tirara.
Tras terminar, ella perdía la excitación, y no quería tocarlo. Sonreí.
Si se lo acercaba, le cortaría el rollo, y seguramente eso terminaría
ahí. Quizás hubiera suerte y la dejaran ya. Leroy le susurró algo a
Juan. Éste retiró su nabo del coño de Ana, por lo que ella se quejó.
-
No, no... qué haces, no te vallas... -Juan se levantó y dio la vuelta a
mi novia, poniéndola boca arriba pero con la cabeza apuntando a mi
habitación. Después se volvió a poner encima y siguió follándosela,
haciendo que ella empezase a gemir de nuevo.
Aquella
perspectiva era mucho más fuerte. Antes sólo veía el culo del tío, pero
ahora podía incluso ver la polla entrando, como le manoseaba las tetas,
la besaba y la chupaba. Ana estaba encantada, masturbando con una mano
a Dorian, y con la otra agarraba al tío que la follaba por el cuello,
para acercarlo de vez en cuando y besarlo. Mientras Dorian tenía una
mano en su coño, acariciándole el clítoris. Mi chica tenía la cabeza
apoyada en el colchón, los ojos cerrados y respiraba cansada. El sudor
resbalaba por su frente. Leroy entonces se sentó en el borde inferior
de la cama, junto a su cabeza. Me miró y sonrió, y luego le acercó el
condón a la cara. Bien, por fin. Aquello terminaría en breve. En cuando
Ana viera aquel plástico cerca de su cara, pegaría un salto y se
apartaría. Entonces podríamos irnos de una vez. Aquello empezaba a
hartarme. Después de haberme corrido, las cosas se veían de otra forma.
Así
pues, con aquella esperanza, vi como Leroy posaba el condón a escasos
centímetros de la mejilla de Ana, y la movía para que abriera los ojos.
Ella los abrió, y miró el plástico. Para mi sorpresa, no se apartó, ni
siquiera hizo un movimiento. Tan sólo lo miró. Lo más fuerte vino
después. Leroy empezó a moverlo adelante y atrás, acercándolo a su
boca, y Ana en respuesta sacó la lengua y le pegó un lametón.
Increíble. Debía estar tremendamente excitada para hacer aquello, cosa
que nunca había hecho conmigo. Por si fuera poco, Leroy, tras sonreírme
otra vez, cogió el condón por la punta, y le dio la vuelta sobre la
boca de Ana. Ésta la abrió sin pensarlo, y el semen empezó a resbalar a
lo largo del condón, hasta su apertura. Después empezó a salir, y se
quedó colgando. El hilo blanco, grueso y viscoso se fue haciendo cada
vez más largo, hasta que entró en la boca de mi novia. Esta lo tocó con
su lengua, y acto seguido cerró la boca, absorbiéndolo. Leroy no dejaba
de sonreír de oreja a oreja, y cogiendo el condón por la punta con dos
dedos, usó el índice, el corazón y el pulgar de la otra mano para
aplastarlo e ir deslizando los dedos hacia abajo, a lo largo del condón
para exprimirlo y que saliera todo. Ana lo recibía con la boca bien
abierta, hasta que no quedó nada. Ella lo paladeaba y lo iba tragando,
apretándose un pecho, al tiempo que Juan seguía follándosela y Dorian
la masturbaba. Pero Leroy aun no tenía suficiente. Le introdujo la
entrada del condón en la boca, y Ana lo atrapó entre sus labios y
empezó a chuparlo. Después Leroy se lo metió entero. Mi novia con el
condón en la boca empezó a saborearlo, con los ojos cerrados, y a
paladearlo. Empezaba a hacerse espuma seminal en su boca, y le
resbalaba por la comisura de los labios. Leroy entonces metió dos dedos
en su boca, cogió el condón y se lo sacó, babeado. Lo puso entre sus
pechos y se lo restregó por sus tetas y barriga, mientras Ana tragaba y
se lamía los labios para coger cualquier resto. Yo estaba totalmente
atónico y excitado. Mi polla volvía a estar totalmente dura.
Para
acabar, Leroy se levantó y tiró el condón contra el cristal. Por las
babas y el semen, se quedó pegado. Allí estaba, el condón que me había
hecho cornudo. Nunca pensé que mi novia llegase a ser tan guarra. El
hecho de verse follando con tres tíos buenos, sabiendo que yo la
observaba la ponía a mil. Al menos ya sólo quedaban dos, y la cosa no
podría durar mucho más. Pero esta esperanza me la echó de nuevo por
tierra Leroy. Tras hacer la gracia del condón, se puso de pie junto a
Dorian, y empezó a masturbarse. En apenas unos segundos, volvía a tener
la polla completamente tiesa. Que cabrón. Si se había corrido hacía un
par de minutos. Esos tíos eran auténticos sementales, completamente
incansables. ¿Quería Leroy repetir? ¿Y cuántas veces? ¿Los demás
también? ¿Cuánto iba a durar aquello? ¿Hasta que Ana se cansara? De
momento desde luego no tenía pinta que aquello fuera a ocurrir.
Juan
estuvo embistiéndola unos minutos más. Cuando Ana se hubo corrido de
nuevo, sacó su polla, se quitó rápidamente el condón, y se masturbó,
corriéndose sobre ella. Echó varias corridas, con grandes impulsos, que
llegaron hasta su mejilla, manchándole el vientre, y los pechos. Ana
lanzaba grandes suspiros, cansada, igual que Juan. Se miraban a los
ojos, Juan la besó y se quitó de encima. Entonces mi novia recogió con
un par de dedos un reguero de semen y se lo llevó a la boca,
saboreándolo. Sin embargo no la dejaron en paz ni un segundo. Dorian,
que era el que quedaba por follársela, se tumbó boca arriba con la
cabeza apuntando a mi habitación. Juan y Leroy cogieron a mi novia y la
pusieron a horcajadas sobre él. Dorian colocó su polla apuntando al
techo, y Ana se la introdujo hasta el fondo, apoyándose con las manos
en el pecho de Dorian para mantener el equilibrio. Pude ver sus grandes
pechos erguidos, y el semen resbalando lentamente por su peso. Dorian
empezó a bombearla, mientras Leroy usó la camiseta de Ana para
limpiarle el semen y las babas de su barriga y tetas.
Los
pechos de mi novia botaban al compás de las embestidas de Dorian. Leroy
y Juan la sujetaban para mantenerla erguida, guiando la mano de Ana
hacia sus poyas, para que las masturbara. Tras unos minutos, Ana
adquirió el control. Apoyó sus manos en el pecho de Dorian, y empezó a
moverse ella. Dorian se quedó quieto y dejó que ella se ensartara sola.
Los otros dos se apartaron, masturbándose y mirando la escena. Ana
estaba totalmente excitada. Los ojos los tenía cerrados, y no dejaba de
moverse lo más rápido que podía. Cogió la mano de Dorian, e hizo que le
sobara las tetas y le pellizcase los pezones. Después siguió cabalgando
sin descanso. A veces se encorvaba para besar a su follador, o para
lamerle el cuello y los pectorales. Unos instantes después abrió los
ojos y miró fijamente a su amante.
-
Vamos, córrete... córrete dentro de mí. Vamos, joder...- todo lo dijo
sin dejar de cabalgar y de mirar a Dorian. Después lo besó y le metió
la lengua hasta el fondo. Continuó lamiéndole toda la cara sin parar,
mordiéndole el cuello y obligándole a incorporarse y chupar sus
pezones, aplastándolo contra sus tetas.
Dorian
agarró con fuerza sus nalgas para ponerla a su ritmo, y entonces empezó
a dar rapidísimos movimientos de pelvis, mientras gemía y hacía casi
gritar a Ana. Se oían los fuertes choques de sus cuerpos, y en unos
segundos ambos se corrieron. Esa imagen nunca la olvidaré. Ana sujetaba
la cabeza de Dorian, con las manos en su pelo, contra su cuello, al
tiempo que miraba al frente, al cristal. A mí. Abrió los ojos en el
último momento, y pude ver claramente su tremenda cara de placer, con
la frente arrugada y la boca abierta, gimiendo mientras se corría,
hacía correr a su amante, y hacía correrme a mí.
Tras
ese intenso instante, se quedaron abrazados, jadeando con fuerza,
mientras se les estabilizaba el pulso. Mientras, yo me limpié y los
otros dos amantes que ya se la habían follado seguían pajeándose. En un
momento dado, Leroy se acercó al cristal y me dijo.
-
Tú, pásanos un bote de lubricante, que le vamos a dar por el culo- su
voz firme, casi como una orden me enfureció. Estaba hablando del culo
de mi novia el muy cabrón, y lo decía con toda tranquilidad. De ninguna
manera le daría ese lubricante. Se tendría que quedar con las ganas de
encular a Ana. Leroy, al ver que el cajón no se abría, sonrió-. Con que
esas tenemos, ¿eh? Tú mismo.
Se
dirigió a la cama, donde Dorian y Ana seguían abrazados, ella encima de
él, descansando. Leroy la hizo levantarse y la puso a cuatro patas, con
el culo bien en pompa apuntando hacia mí. Ella apoyó la cara en el
colchón, sin dejar de jadear. Entonces Leroy sumergió su cara entre las
nalgas de mi novia, y empezó a chupar y chupar. Dorian mientras
introdujo una mano entre sus piernas y empezó a acariciar su clítoris.
Juan entre tanto, se colocó en el borde de la cama y abrió bien con sus
manos las nalgas de Ana, para que su ano quedase bien accesible. Acto
seguido, Leroy escupió un par de veces, y apartándose a un lado, para
que yo pudiese verlo bien, empezó a introducir un dedo en el culo de mi
prometida, hasta el fondo. Ana suspiró, no supe muy bien si de placer o
de molestia. En cualquier caso, Leroy lo sacó acto seguido y lo alzó.
Tenía la punta un poco manchada de mierda, pero sin ningún tipo de
pudor, lo lamió mirándome y luego prosiguió. Introdujo dos dedos y
luego tres, mientras Ana ya empezaba a quejarse. Después de escupió
dentro de su agujero para que la saliva se deslizase dentro, y la
cambiaron de posición, colocándola a cuatro patas pero de lado al
espejo. Así yo podía verla de perfil. Luego prosiguió y sin pensárselo,
se puso a cuatro patas detrás de ella. Se escupió también la poya, y
puso la punta en aquel hermoso ano. Después empezó a empujar, gimiendo
de placer. Yo lo sabía bien, Ana tenía un agujerito muy estrecho,
siempre apretado, aunque bastante elástico. Leroy no tuvo problemas, y
tras tres o cuatro intentos, consiguió traspasar el esfínter e
introdujo su glande. Ana pegó un pequeño respingo, agarrando las
sábanas, dolorida. Sus ojos estaban apretados, y se mordía el labio.
Leroy introdujo unos centímetros más, y luego metió y sacó unas cuantas
veces, hasta que por fin, Ana empezó a disfrutar. Dorian no dejaba de
masturbarla, y ella una vez pasado el dolor del principio, buscó con
una mano la poya de Juan, para empezar a masturbarla.
Al
cabo de unos minutos, yo volvía a masturbarme. Leroy embestía el culo
de mi novia como si fuera su coño, con fuerza y rapidez. Aquello debía
de dolerle, pero no lo aparentaba, y se movía ella también hacia atrás
y delante, chocando contra el vientre de Leroy para conseguir la máxima
penetración. En un momento dado, levantó la cabeza de las sábanas, se
puso a cuatro patas y empezó a chupársela a Juan, mientras Dorian se
colocó tumbado debajo suyo, para poder meter la cabeza entre sus
piernas y chuparle el coño. La escena era de lo más porno. Ana
conseguía satisfacerlos a todos, ya que al tenerlo justo debajo,
también masturbaba a Dorian. Leroy estaba disfrutando de lo lindo, sin
dejar de gemir y dándole totazos en las nalgas. Para correrse, puso las
manos de Ana a su espalda, y agarrándola de las muñecas la irguió, para
atraerla hacia sí y embestirla con más fuerza. Juan no dejaba de
mordisquearle los pechos, y Dorian hizo que se corriera de gusto, al
tiempo que lo hacía Leroy. Los gritos de Ana eran más fuertes a cada
orgasmo.
Cuando
la sacó, su poya estaba manchada, pero no le importó demasiado. Le
quitó un calcetín a Ana, que aun tenía puesto y se fue limpiando,
mientras Juan ocupaba su lugar en su culo. Esta vez, Dorian se dio la
vuelta y puso a Ana a horcajadas encima suya, para penetrarle el coño.
Se puso un condón mientras Juan le metía su poya en el culo, y después,
dejándola dentro, Dorian se la metió por el coño. Ambos eran muy
profesionales y sabían cómo hacer la doble penetración sin estorbarse.
Cuando sus agujeros se hubieron dilatado lo suficiente, empezaron a
embestirla, y ella, como siempre a gemir.
Leroy
al terminar de limpiarse, tiró el calcetín al suelo, y se acercó a la
puerta. Miró el pomo, donde había una lucecita verde, y luego salió.
Por fin, parecía que ya estaban terminando. Mientras, el trío seguía
retozando sin parar. Ana sudaba, aunque ya no se distinguía el suyo del
que le depositaban encima sus amantes. Tenía el pelo muy alborotado,
las nalgas rojas de las cachetadas que le habían dado, y aun a pesar de
todo, seguía gimiendo de placer entre aquellos dos maromos. Juan
terminó entre estridentes gritos, agarrado a sus pechos. Sacó su poya
manchada, se limpió igual que Leroy y se fue. Dorian en cambio siguió
disfrutando de mi novia un tiempo más. Sin duda no volvería a tener
algo tan delicioso entre manos en mucho tiempo. No dejaba de atraerla
hacia sí por el cuello para besarla, y ella le correspondía. Entonces
Dorian quiso tomar el control, y se puso encima, en la postura del
misionero, también de lado al cristal. El ano de mi novia, una vez
vacío y por la presión de la poya de Dorian, empezó a chorrear el semen
de sus anteriores polvos.
La
escena que siguió dejó de ser sexual, y se convirtió en romántica.
Ambos no dejaban de besarse y acariciarse tiernamente, mirándose
fijamente a los ojos, a escasos centímetros, sintiendo cada uno el
aliento y los gemidos del otro. Ana le secaba el sudor de la frente, y
le animaba a continuar, moviendo su pelvis arriba y abajo al compás de
la poya de su amante. Dorian no dejaba de amasajarle un pecho con una
mano y con la otra mantenía el equilibrio. Mi novia no dejaba de
acariciarlo, y lo atraía hacia sí para besarlo una y otra vez. Tras
varios minutos de apasionante polvo, Ana empezó a gemir más fuerte, ya
que se avecinaba su orgasmo.
-
Vamos... córrete... córrete conmigo- Dorian obedeció y empezó a
embestir más fuerte-. Vamos... vamos... no aguanto más... córrete...
si...- Ana miraba al techo, y atrajo hacia su cuello a Dorian, para que
lo besara y mordiera.
Dorian
obedeció y en unos segundos, ambos se corrieron juntos. Dorian se quedó
encima de ella durante unos instantes, descansando. Ambos respiraban
profunda y entrecortadamente. Ana rompió el silencio.
-
Dios, me muero de sed...
Dorian
le dio un tierno pico, y se levantó, brillante por el sudor, y con el
pene flácido. Se acercó al cristal, y me dijo.
-
Eh cornudo, ¿te ha gustado ver cómo nos follábamos a tu novia? Es
impresionante, sin duda. Ve a la nevera y pásanos una botella de agua
bien fresca. Sé bueno.
Hijo
de puta. Estuve a punto de pasar de él, pero al fin y al cabo era para
Ana. Y ya habíamos terminado. Por fin. Ese cabrón no volvería a ponerle
la mano encima, y nunca volvería a disfrutar de sus encantos. O eso
pensé yo en aquél momento. De tal modo que cogí una botella de dos
litros y se la pasé a través del cajón. El regresó a la cama, y tras
limpiarle la cara a Ana con la camiseta, le dio el agua. Después le
estuvo secando el sudor, y el semen que tenía pegado por todo el cuerpo
y orificios. Luego se limpió el mismo y tiró la camiseta empapada al
suelo. Ana se bebió la mitad de la botella y luego se tumbó. Dorian
bebió también, y luego la acompañó, abrazándola. Estuvieron así pegados
como enamorados durante unos instantes, hasta que Dorian habló.
-
Bueno, lo hemos pasado realmente genial, Ana. La sesión llega hasta
aquí, pero aun tenemos algo que ofrecerte- Ana lo miró interesada-.
Verás, ¿sabes lo que es un gloryhole?- Ana asintió-. Bueno, pues
tenemos uno, y nuestros clientes pagan por acceder a él. Va a hacerse
uno dentro de poco, y quizás estuvieras interesada. Se trata de
individuos de confianza, todos médicamente sanos y clientes fijos, muy
controlados. La chupas magníficamente bien, y creo que harías un buen
trabajo. Por supuesto recibirías parte de las ganancias. Te
devolveríamos el dinero que te ha costado esta sesión 50 .
-
Bueno, en realidad lo ha pagado Edu...
-
Bueno, pues te lo quedas tú para tus gastos. ¿Qué te parece?
-
No sé... La verdad es que me da cosa. Aunque me pone cachonda pernsarlo...
¿Me verían?
-
No por supuesto. Es totalmente anónimo. Mira, si te parece, te vienes
conmigo, ves como funciona y ya te decides, ¿de acuerdo?
Ambos
se levantaron. Ana se puso una sábana para taparse y salió por la
puerta. Dorian depositó toda su ropa en el cajón y me lo pasó a mí.
-
A donde vamos no la necesitará- luego fue tras ella y cerró la puerta.
Joder.
¿¿Un gloryhole?? Eso ya era demasiado. Y ni me había consultado. Ya
estaba bien. Iría a hablar con la secretaria de los cojones y pararía
aquello de una puta vez. Me vestí rápidamente, cogí todas las cosas y
salí, atravesando el pasillo hasta la escalera. Sin embargo, al llegar
a la puerta del recibidor estaba cerrada. Era también automática, y la
lucecita del pomo estaba roja. Llamé, pero nadie me abría. Me enfurecí,
y busqué otra salida, pero no había más. Tuve que sentarme junto a la
puerta a esperar. Tras unos 10 minutos por fin se oyó un clic, y pude
salir. Al entrar al recibidor, la mujer estaba tecleando en el
ordenador como al principio.
-
¿Por qué estaba cerrada la puerta? He estado un rato esperando.
-
Lo siento, si hubiera leído nuestro folleto entero, se habría dado
cuenta de que es una norma de la casa. El anonimato es esencial, y no
podemos dejar salir a nadie si hay alguien en recepción, y viceversa.
Estuve hablando con un hombre, y hasta que se fue no pude dejarle
entrar - no la creí mucho, pero tampoco insistí.
-
Donde está Ana. Quiero hablar con ella.
-
Su novia va a participar en un gloryhole. Podrá verla cuando termine.
-
¿Qué? - ¿me estaba vacilando?-. No dijo que fuera a participar. Dijo
que se lo pensaría. Además, no sé, tenemos que hablarlo primero.
-
Lo siento, pero ella es libre de hacer lo que quiera. Usted no tiene
nada que decir. Ella ya ha decidido que lo hará, Dorian me lo ha
comunicado hace un instante. Si ella quiere, usted no tiene nada que
objetar- hija de puta. ¿Por eso me habían impedido salir, para que
Dorian pudiera convencerla entre tanto? Estaba bien montado el sistema,
desde luego. Y tenía hasta un motivo razonable.
-
Ella lo hablaría conmigo. No haría algo sin consultarme.
-
Pues parece que no, porque ha dicho que si. Ella va a hartarse de comer
pollas de desconocidos, y usted no puede hacer nada por evitarlo. Así
que cálmese, siéntese y espere a que termine. No será más de una hora.
Joder,
la guarra aquella ya me estaba tocando la moral. ¿Una hora? ¿Y qué se
supone que debía hacer yo mientras tanto, pensando que mi prometida iba
a estar haciendo dios sabe qué? La mujer había dado por terminada la
conversación y regresó a su ordenador, pero yo insistí.
-
Bueno, pero es mi novia, y esto es un club cornudo. Tengo derecho a
mirar al menos ¿no? Eso dijo al principio- si conseguía tan sólo verla,
le diría que dejara lo que pretendía. Sólo necesitaba hablar un
instante con ella.
-
Oh no, lo siento. Eso era por el servicio anterior, que ya ha
terminado. Esto es una cosa aparte, en la que su novia se ha ofrecido a
participar sola, por su cuenta. Usted ya no participa- estuve a punto
de endilgarle un puñetazo en los morros. Empecé a perder las
esperanzas, pero la mujer continuó-. En cambio, puede participar como
cliente. La sección gloryhole es muy popular, y hay muchos
participantes cada día. Para la sesión en la que participa Ana, aun hay
sitio. Normalmente no facilitamos el nombre de la persona que
participa, pero tratándose de usted, haré una excepción.
-
Muy bien, muy bien. Participaré como cliente. Lléveme allí de una vez.
-
En seguida. Son 50 euros.
-
¿¡Qué!?
-
Es la tarifa habitual, puede leerla en nuestro folleto. Los clientes
tienen un 50 % de descuento, pero tendría que apuntarse, y rellenar
algunos papeles y traer informes médicos. La sesión va a empezar en muy
poco tiempo, no da lugar.
-
Pero bueno, ¿a ella le iban a pagar por el gloryhole, no? 50 . Eso lo
cubre.
-
No, ese dinero es de ella. Se lo daré a Ana cuando termine- suspiré
cansado, y un poco hasta las pelotas.
-
El dinero es mío. Lo di yo al entrar.
-
Disculpe, pero ese dinero era para la orgía y para observar. Eso ya
está gastado. Le repito que el gloryhole es un asuntillo que hace su
novia por su cuenta. Y el dinero se lo ha ganado ella. Si usted quiere
participar, tiene que pagar como todo el mundo.
¿O
sea que encima iba a tener que pagar para que mi novia me la chupase?
¿Y por verla chupar pollas? Pollas desconocidas que encima habían
pagado menos que yo por estar allí. Era el colmo. Con la esperanza de
poder detener todo aquello, pagué sin replicar demasiado.
-
Perfecto, acompáñeme. Puede dejar la ropa de su novia aquí- deposité
todo lo que había traído Ana en un cajón del escritorio, incluida la
camiseta rosa empapada en sudor y semen, y el calcetín con manchas
marrones-. Para participar en los gloryhole siempre pedimos informes
médicos, pero tratándose usted de su novio, no es necesario. Hay dos
formas de entrar, de forma anónima, por la que accede directamente a la
cabina, o la forma normal, en la que entra desde la sala comunitaria.
Le
dije que no me importaba, y la mujer se dirigió por la puerta de la
izquierda, y luego tomó la primera puerta a la derecha. Había un
pasillo, y estaba oscuro. Avanzamos entre tinieblas unos metros, hasta
una puerta azul, que ponía GH1. Al entrar, se hizo la luz. Había 4
hombres desnudos meneándosela. Había un par de gordos peludos y dos
rellenitos calvos. Todos de más de 50. Qué asco. Y no veía a Ana.
-
Joder, ya era hora. Es el último, ¿no?- dijo el más gordo y joven de
todos.
La
mujer asintió, me señaló mi cabina, la número 9, y se marchó. Antes de
salir por la puerta pasó a mi lado y me susurró al oído:
-
Le diré que usted participa. Seguro que eso la motiva- y se fue.
-
Adelante, casi me corro antes de tiempo- y dirigiéndose a mi-. Me han
dicho que esta está buenísima. Verás que bien.
Los
tíos entraron en sus cabinas una al lado de otra, formando un círculo.
Yo fui a la mía. Era un pequeño cubículo para estar de pie, con una
puerta con pestillo. Entré, cerré y encendí la luz. Había unas perchas
y una ventana a la altura de los ojos, por la que me asomé. Daba a una
habitación redonda. Las paredes estaban llenas de ventanas similares,
que desde dentro eran espejos, y agujeros a media altura, por los que
asomaban pollas tiesas, y alguna flácida. Me di cuenta que yo también
tenía uno. Conté 12 pollas, más 2 que entraron después, justo cuando se
abrió la puerta del fondo. Por ella entró Ana, y se me paró el corazón.
Así no iba a poder avisarla. Iba totalmente desnuda, y un antifaz le
cubría los ojos. Sus pechos colgaban impresionantes, y pude ver como el
resto de pollas flácidas se ponían duras. Incluso la mía. Ana se
dirigió al principio del círculo, y torpemente se puso de rodillas.
Luego, sin saber muy bien qué hacer, y mirando a su alrededor, se
aproximó al pene duro y empezó a besarlo. Después bajó el prepucio,
sacó el glande a la luz y le dio lengüetazos en el frenillo. Así estuvo
un rato, y luego lo masturbó, sin dejar de mirar alrededor, todas las
pollas que le esperaban. Cuando fue ganando confianza, se metió la
polla en la boca y lo masturbó con los labios, metiéndola y sacándola.
Se cubría los dientes con los labios, los lubricaba bien con saliva y
rodeaba la polla, apretándola. A cada lado del agujero había unos
pasamanos, para agarrarse y dar más ritmo a la mamada. Ana los utilizó,
y se folló la polla con la boca. Al cabo de unos minutos, empezó a
salir un líquido blanco por la comisura de sus labios, lo que indicaba
que el tío se había corrido. El chorrillo resbaló por su barbilla e
impactó contra sus pechos. Ella se sacó el pene ya flácido de la boca,
tragó lo que le había dado, y se limpió la teta con la mano.
Así
fue al segundo. Ésta estaba flácida por la espera, y Ana sin pensárselo
se la metió entera en la boca. Al sacársela, ya estaba tiesa. Esta vez
se metió el glande en la boca y masturbó el tronco con la mano,
mientras que la otra la sumergía entre sus piernas y se masturbaba. En
unos cinco minutos, ella notó que se iba a correr, por lo que se apartó
a unos centímetros, con la boca abierta y masturbándolo con fuerza. El
hombre echó gruesos chorros. Uno entró de lleno en su boca, pero el
otro se estampó en su cara y antifaz. Ella se relamió los labios, tragó
y pasó al siguiente.
Ésta
era bastante grande, ya en estado de reposo. Fue entonces cuando miré
el tamaño de las pollas de alrededor. La mía era normalita, tirando a
chica en comparación. Sólo había tres más pequeñas, y alguna igual. En
este caso era bastante larga y gruesa. Pude ver en Ana la lujuria de
aquel tamaño. Ella la puso erguida en seguida, comprobándose la
longitud y grosor del miembro. Fue entonces cuando Ana se levantó, y
salió corriendo de la habitación, torpemente, con un calcetín rosa aun
puesto, y meneando su culito. Volvió en unos segundos con una caja de
condones, y ocupó de nuevo su posición, mamando aquel mástil. Mientras
la chupaba con la boca, sacó de la caja una bolsita, la abrió, cogió el
plastiquito redondo, y se lo puso a su amante. Deslizó el condón hasta
el final, se puso de pie y se dio la vuelta, posando su hermoso coño en
la punta del cipote. Luego se encorvó apoyándose con las manos en el
suelo, y fue empujando, clavándose la polla hasta el fondo. Luego
empezó a moverse, metiéndosela hasta el fondo y chocando contra la
pared de plástico. Sólo se oía el chapoteo de su chorreante coño, los
golpes y sus gemidos. También se masturbaba al mismo tiempo. Con una
mano se apoyaba en el suelo, y con la otra se rozaba el clítoris, y
volvía a meter la polla si ésta se salía accidentalmente.
Tras
un rato, pude ver cómo salía un líquido blanquecino de su coño. Era
largo, fino y espeso, colgaba y se movía al compás del movimiento. Si
el tío aquel no hubiera llevado condón, habría pensado que era semen.
Pero no, era el flujo de mi novia. Estaba realmente cachonda. La mujer
tenía razón. El saber que la estaba viendo, y que alguna de aquellas
pollas era la mía, la encendía sobremanera.
En
un momento dado, se saco la polla del coño, flácida, lo que daba a
entender que el tío había terminado. Sin atenderlo ni un segundo más, y
ya con total confianza y desenvoltura, pasó al siguiente. Ése no era
muy grande, y no se lo folló, simplemente lo chupó y meneó hasta que se
corrió, esta vez según sus propósitos sobre sus pechos. Le gustaba el
sabor del semen. Cuando cogía una nueva polla, antes de empezar a
mamarla siempre la untaba con semen del anterior. Nunca se tragaba la
corrida entera, siempre dejaba un poco sobre su cuerpo, para luego
recogerla y esparcirlo en el pene del siguiente, para que así, todas
las pollas supiesen a corrida desde el principio.
Cuando
fue a por el siguiente, me di cuenta que sólo había dos más entre ella
y yo. Me bajé los pantalones y los calzoncillos, dejando mi polla
hinchada hasta reventar al aire. Fracasado en mí intento de detener
aquella orgía, y cachondo como un mono, consciente de que me encantaba
ver a mi novia comer pollas, decidí disfrutar como todos los demás.
Introduje mi polla por el agujero, y volvía asomarme. Por fin me iba a
tocar. Estaba muy impaciente, y aunque no me masturbara, mi pene no
bajaba.
Aun
tardó 20 minutos más en llegar a mí. Al número 7 se lo folló también,
ya que la tenía bastante grande. Antes de empezar hacía una prueba. Si
conseguía meterse la poya entera en la boca, y tocaba con la nariz la
pared, sólo le hacia una paja. Si no le entraba, se lo follaba. Hasta
el momento sólo habían sido 2 los afortunados. Poco a poco se iba
acostumbrando, y cada vez le entraba más profundamente. Con el ocho
estuvo un buen rato deleitándose, chupándola entera, babeándola y
restregándosela por las tetas.
Finalmente,
cuando vi que el que estaba junto a mí se corrió sobre su cara y
cuello, mi polla apuntó al cielo automáticamente. Ella se relamió,
recogió un poco de semen con su mano, y gateó hasta mí. El tenerla allí
delante mía, corrida y sudada, con la cara tapada, aunque sabiendo que
era ella, y sabiendo que ella no sabían a quien se la iba a chupar en
ese instante me ponía a 1000. En primer lugar restregó los dedos llenos
de semen para llenarme el pene de grumitos blancos y espesos. Después
se la metió un instante en la boca para un primer contacto, y le entró
sin problemas. Eso significaba que no iba a follarme, aunque de todas
formas no hubiera podido. El sentir aquella garganta húmeda, encharcada
en saliva y semen, caliente y apretada, y aquella lengua rasposa por la
que paso rozando mi frenillo al entrar casi me hizo explotar. Ana la
sacó una vez hecho su experimento, y empezó a meneármela. Apenas me
masturbó 20 segundos cuando me corrí. No le dio tiempo a volver a
chupármela. La pilló por sorpresa, y todo mi semen fue a parar a su
pecho, piernas y suelo. Sin prestarme mucha más atención, pasó al
siguiente, dejándome allí casi desmallado por el placer.
Ana
empezó a comerse la siguiente polla del mismo modo que lo había hecho
hasta ahora. Primero se la untó con los restos de mi semen que le
chorreaban por el cuerpo. Luego empezaba a mamarla, y si no le cabía
entera en la boca, le ponía un condón y se la follaba por el coño.
Siempre tenía una mano disponible para frotarse el clítoris, y no
paraba de gemir ni un instante. Se folló a dos más, y se corrió tres
veces después de mí. Todos tardaron entre unos 5 y 10 minutos. Yo
mientras, como el resto, retiré mi polla del agujero y me limpié con
papel higiénico que había allí. Me subí los pantalones y continué
mirando.
Mi
novia terminó de follarse a los que quedaban, de uno en uno, y
tragándoselo todo. El pecho le brillaba por los churretones de semen, y
su ombligo estaba lleno. Continuamente tenía que estar limpiándose el
antifaz, y tenía todas las manos pringosas, y el anillo de compromiso
que le regalé para que fuera mi esposa, estaba lleno de grumos blancos.
Cuando exprimió la última polla, por fin se levantó, encorvada por el
dolor de rodillas y de espalda. Miró un instante a su alrededor, y
después salió por la puerta. Pude ver antes de cerrarse como alguien le
daba su camiseta rosa para que se limpiase.
Cuando
ya no había nada que hacer, salí a la sala comunitaria, donde había 3
tíos, los dos de antes más otro nuevo, de unos 30 años. Estaban
hablando, riendo y vistiéndose. El nuevo llevaba un condón en la mano,
por lo que supuse que era uno de los afortunados que había penetrado a
mi novia.
-
Dios... que buena que estaba. Pedazo de tetas, y guarra que te cagas-
comentaban.
-
¿Esa es fija? Le pediré a Mari que me diga cuando viene, porque quiero
repetir- Mari debía ser la de recepción. Me ponía cachondo que hablaran
así de mi novia, sin saber que yo era su prometido-. Lo que no me ha
gustado es que se follase sólo a los que la tenían más grande. Qué
zorra. Yo también quiero probar su chochito.
-
Jaja, privilegios que tenemos los superdotados...- dijo el joven-. Lo
que a mi no me ha gustado es que me pusiera el condón. No me hago
análisis casi semanales para luego venir y que me enfunden la polla...
¡Quiero correrme dentro de ella! Supongo que será nueva y aun no le ha
dado tiempo de hacer todos los formularios y todo eso. Mari es tela de
tiquismiquis. Ey, ¿tú que tal? ¿Eres nuevo?- dijo ofreciéndome una
mano-. ¿Cómo te llamas?- decidí disimular.
-
Si, es mi primera vez- y le estreché la mano-. Soy Edu. La verdad es
que la tía estaba cañón- era muy excitante hablar con el tío que
acababa de follarse a mi prometida.
-
Uf, ya te digo. ¿Visteis al que se corrió en seguida? Tampoco me
extraña la verdad. Yo he tenido que estar mordiéndome la mano para
aguantar. Siguieron hablando de lo buena que era mi novia mamando
pollas, hasta que el joven saltó - Me pregunto donde estará su marido-
se me encogió el estómago-. O es uno de los que ha participado anónimo,
que ya se ha ido por otro lado, o lo han grabado para mandárselo luego.
Siempre es así. Y es lo que más me pone... Vaya cornudo, menuda guarra
tiene. Qué suerte- al ser aquello un club cornudo, daban por sentado
que Ana tendría pareja. No sospechaban nada. Me relajé-. Bueno tengo
que irme ya. Un placer, ya nos vemos en la próxima- y salió.
Los
otros salieron también, y yo los seguí. Al llegar a recepción, todos se
despidieron y se fueron. Yo me quedé para hablar con la tal Mari.
-
¿Le ha gustado?- preguntó sonriente. Hijos de puta. La verdad es que se
lo habían montado muy bien para conseguir todo aquello. Y yo estuve a
punto de irme en seguida. En realidad, me alegraba de que lo hubiesen
impedido.
-
Si, ha sido muy interesante.
-
Si quiere puede hacerse cliente fijo ahora, así no tendrá que pagar la
tarifa completa la próxima vez que quiera ver a su novia en un
gloryhole- ¿¿la próxima vez??
-
¿La próxima vez? Qué le hace pensar que habrá próxima vez.
-
Experiencia. Todos repiten. Además se gana dinero- alguien llamó a la
puerta del centro, la de dentro del mostrador-. Disculpe, siéntese en
un sillón y eche la cortina. El anonimato, normas de la casa- me fui a
la esquina y cerré la cortina. La puerta se abrió, y oí voces. Eran Ana
y Dorian-. Qué tal todo, ¿satisfecha?
-
Si, si. Ha estado muy bien todo.
-
Es pura dinamita... - comentó Dorian-. Espero que vueltas. En el
gloryhole han estado muy satisfechos, seguro que se corre la voz y
vienen más. Aunque la próxima vez intenta follarte a más gente, no sólo
a los que tenemos la polla grande- ¿tenemos?
-
¿Tenemos?- preguntó Ana-. ¿Tú también estabas?
-
Pues claro, no esperarías que me lo perdiese.
-
Dios... qué vergüenza...
-
No te preocupes, ha estado muy bien. Sinceramente, espero que vuelvas.
Y sino, pues tienes mi número. Llámame y quedamos fuera de aquí, más
tranquilos.
-
Vale, vale... haber si tengo un hueco.
-
Venga, espero verte pronto- y se escuchó un beso. Seguro que había sido
en los labios. No se cortaba un pelo el tío.
-
Venga, lo mismo digo- y se oyó la puerta cerrarse.
-
Ya puede salir- dijo Mari, y yo obedecí. Por fin vi a Ana de nuevo.
-
¡Ah! ¡Si estabas ahí!- dijo sonriente, se acercó y me dio un pico, como
si no hubiese pasado nada. Iba con la misma ropa con la que entró, la
cara la tenía seca, aunque no se había duchado. Se le marcaban los
pezones, ya que el sujetador se había roto. El pelo estaba alborotado,
y se notaba en él un intento de alisamiento casero y apresurado.
-
Aquí tiene su dinero- y le dio 50 euros a Ana, que metió en su bolso-.
Espero que hayan disfrutado, regresen pronto.
-
Si, hasta pronto- dijo Ana y se despidió con la mano. Yo dije un seco
adiós y ambos salimos. Atravesamos el callejón y caminamos a casa La
camiseta por suerte era oscura y no se veían las manchas. Aunque si se
tocaba, se notaba claramente que estaba mojada. Y no hablemos del
calcetín manchado que se había vuelto a poner... Lo mejor sería llegar
pronto a casa y que se duchase... Aunque verla así me ponía realmente
cachondo.
-
Bueno qué- le pregunté-. Te lo has pasado bien por lo que veo.
-
No más que tú, desde luego- me quedé sorprendido-. La verdad es que no
ha estado mal y una vez que estaba dentro ya me animé... pero vamos al
principio fue en plan... dios, ni de coña. Porque insististe tanto, que
sino... Anda que no tengo que hacer nada para tenerte contento- me
quedé un instante pillado.
-
Que ¿qué?
-
Mari me dijo que insististe un montón, que te faltó morder- y sonrió-.
No sabía que te interesara tanto el gloryhole. Espero que haya merecido
la pena.
O
sea que la Mari de los cojones le había dicho que yo había insistido.
Por eso entró sin comentarme nada. Sería hija de la gran puta. Había
jugado hábilmente a dos bandas. Decidí no contarle nada a Ana. Al fin y
al cabo, aunque me diera coraje admitirlo, me alegraba de que hubieran
ocurrido las cosas como ocurrieron.
-
Y Dorian qué.
-
Ay que lindo, ¿no? Me ha dado su número... Le he debido de gustar,
¿eh?- y me miró para ponerme celoso.
-
¿Lo llamarás?
-
No sé...- aunque eso significaba que si yo la dejaba, ella desde luego
estaba deseándolo.
Nada
más cruzar la puerta de casa, le quité la camiseta mojada, sudada y
corrida, el resto de la ropa sucia y me la follé en el sofá, con todas
mis fuerzas. Aun olía a semen, y estaba muy salada. Disfruté muchísimo,
pero pude ver como ella estaba ausente, casi aburrida, recordando lo
que había ocurrido para poder ponerse cachonda. Estaba claro que aquel
polvo era por mi, no por ella.
Esa
noche al dormir pensé en ello. Miré a mi chica, dormida a mi lado y
pude verle una cara de satisfacción que yo jamás había visto. Me moría
de rabia. Ahora que lo pensaba, yo jamás podría competir con aquellos
tíos, ni siquiera por separado. Tenían mucho más aguante que yo, y la
tenían mucho más grande. Además eran capaces de correrse y volver a la
carga en cuestión de segundos, sin que su erección vacilase en ningún
momento. Eran capaces de estar con la polla en alto sin que ésta les
bajara un centímetro, esperando a su presa el tiempo que hiciera falta,
y cuando les llegase el turno, se la follaban sin parar, sin detenerse
un segundo, haciendo todo lo que ella quisiera. Lo de aquél día había
sido la mejor experiencia sexual de mi prometida, y yo jamás podría
igualarla, y satisfacerla hasta tal punto. A partir de entonces, a mi
novia todo lo que le hiciera le parecería poco, por mucho que me
esforzara. A partir de entonces, cada vez que quisiera satisfacer
sexualmente a mi novia, tendría que llevarla al club del cornudo y
pagar a aquellos tres cabrones para que se la follaran, y la dejaran
contenta. Le diría que llamase a Dorian y quedase con él. Al menos eso
me saldría más barato.
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