Eran
las 2 y media de la noche, Elena y yo estábamos debajo del edredón
mirando al techo, incómodos por lo que acaba de ocurrir.
— ¿En serio otra vez, Fran? —se quejaba ella. Ya son demasiadas las veces
que no consigues mantener la erección, nuestras relaciones son cada vez
menos frecuentes y sinceramente esto ya es molesto. Ve al médico, toma
algo o yo que sé pero ya está bien, quiero sentirme deseada, quiero
sentirme mujer.
Y era cierto, ya llevábamos años con el mismo problema y yo no quería
ponerle solución, de hecho, a veces ya ni siquiera tenía deseos de
tener relaciones pero ella sí; y no era justo. Con frecuencia en mis
ratos libres observaba por internet parejas cuckold y me encantaba.
Soñaba con poder vivir esa vida realmente pero Elena no querría, no
tenía la suficiente valentía para proponérselo y de tenerla, me diría
que no. Me hallaba en un callejón sin salida, sin saber qué hacer.
En uno de esos días en los que navegaba las redes sociales en busca de
parejas, singles, comunidades que compartieran contenido cuckold me
empezó a hablar Jaime. Él llevaba tiempo siendo single y adoraba tener
relaciones con mujeres casadas. En un primer momento pensó que mi
relación estaba totalmente abierta a este tipo de encuentros y se
encontraba muy interesado en ser mi corneador, pero su ilusión se
desvaneció tan rápido como vino ya que le confesé que ni mi esposa era
una hotwife ni estaba por la labor seguramente. Era una lástima, me
cayó muy bien, tenía un físico interesante, se le veía legal. Me
gustaba para Elena y así mismo se lo hice saber. De repente cayó en
algo.
—Oye, si tanto interés tienes en ser un cornudo, ¿por qué no dejas que yo
me encargue?
—¿A qué te refieres? —pregunté.
—Pues porque no organizamos algo para que yo la conozca sin que tú lo
sepas y de ahí intentaré ligar con ella. Si funciona ganamos los tres.
Tú serás cornudo, ella volverá a sentirse deseada y yo pues, ¿qué te
puedo decir? Esta situación está empezando a excitarme de verdad.
—No te lo tomes a mal pero me preocupo por ella, por su bienestar. Tampoco
te conozco tanto.
—Mira te presentaré análisis de ETS y créeme que no sospechara nada de
nosotros; si lo hace yo también estaré perdido. Estaremos en contacto
tú y yo por whatsapp y sabrás todo lo que vaya ocurriendo. Te doy mi
palabra.
No tenía muy claro que fuera a funcionar pero acepté quizá por la culpa de
cómo se sentía Elena, quizá porque me excitaba la situación tanto como
a él o quizá por las dos cosas. Elena trabaja en una tienda de
alimentación y él comenzó a frecuentarla. Allí, cada día que se
encontraba a Elena, le daba conversación, era amable con ella y cuando
hubo cogido algo de confianza empezó a bromar con pequeños comentarios
sexuales que a ella le hacían gracia y se lo permitía hacer.
Un día sobre las 12 y media de la tarde recibí un mensaje de Jaime:
“Querido amigo:
Esta noche he quedado con Elena, por favor, diga lo que diga ella sobre
salir por la noche acéptalo y no discutáis, hoy puede ser nuestra
oportunidad.”
Y así fue. A las 21 se encontraba ella en el baño, maquillándose y
preparándose para salir. Sentí celos pero también curiosidad por la
excusa que ella me fuera a dar.
—Amor, ¿dónde vas tan guapa? No sabía que habías quedado. Estás preciosa.
Era invierno y vestía unas botas altas aterciopeladas, medias negras, un
vestido corto de noche del mismo color y un abrigo. Se puso sus
pendientes favoritos y se esmeraba bastante para que su cara luciera
perfecta. No le hacía falta, ella ya era hermosa, pero siempre le
gustaba salir muy arreglada.
—He quedado con el resto de las chicas de la tienda, iremos a cenar, luego
nos tomaremos algo por ahí y vuelvo a casa. Cualquier cosa te llamo, no
te preocupes y aprovecha que tienes la casa para ti solito.
Me acerqué por detrás la abracé y le besé su cuello.
Una vez salió por la puerta, me quedé solo, inquieto, preocupado, lleno de
celos pero también muy excitado. Ella lo había hecho con la mejor
intención del mundo pero el hecho de que me hubiera mentido para salir
con otro hombre me había excitado a más no poder. Hubiera querido
masturbarme en ese mismo momento pero también estaba muy preocupado por
si algo salía mal, por si todo era un farol de Jaime o por si ella en
el último momento se arrepentía y se sentiría mal. Eran demasiadas
preocupaciones. Intenté distraer mi mente de mil maneras; viendo
películas; leyendo libros; todo lo dejaba nada más empezar. No me
concentraba con nada.
A la 1 de la mañana aun no había sabido de ninguno de los dos y ya no pude
más, me quedé dormido. Sobre las 2 y cuarto recibí una llamanda perdida
de whatsapp y el texto: “Todo ha salido bien, mañana hablamos. Donde
siempre a las 11 de la mañana si es posible”.
Ella llegó poco después. Me hice al dormido. Pasó un buen rato en el baño.
Escuché el ruido de la ducha y luego un buen silencio. Una vez llegó a
la cama se tapó y se durmió. Yo fingí en todo momento que me había
despertado así que no dije nada. A la mañana siguiente, ella estaba
resplandeciente, desayunamos juntos y ella estaba verdaderamente feliz
y enérgica. Le pregunté qué tal lo había pasado con sus amigas y ella
me contestó que de maravilla. Que le gustaría repetir. Tuve que
disimular para que no notase la erección que acababa de tener. Con un
buen beso nos despedimos, ella a su trabajo y yo a mi reunión con
Jaime.
Jaime me esperaba sentado en mi cafetería favorita. Nada más me acerqué a
él pude ver la misma cara de felicidad que traía mi mujer y un
semblante de triunfador.
—“Fran, todo lo que te diga ahora es poco. Lo hemos pasado fabulosamente
bien. Tu mujer es un encanto. Con razón te enamoraste de ella.
Estuvimos cenando, luego unas copitas, lo de siempre y luego la llevé a
mi casa. Ha sido fantástico así que hoy debería pesarte la cabeza más
de lo normal por tus cuernos recién puestos. ¡Ah! Y hubo mamada que lo
sepas.”
El corazón parecía que se me iba a salir del pecho. No sabía ni articular
las palabras para seguir con la conversación, quería saber más.”
—“Pues nada, te diré que en el pub ya empezamos a besarnos y todo bien la
verdad. Luego llegamos a mi casa, ella estaba muy preocupada por ti,
por si te preocupabas por ella y tal pero conseguí tranquilizarla y
tras una copita más empezamos a besarnos y de la mano la llevé a mi
dormitorio. La tumbé en la cama y empecé a desnudarla al tiempo que la
besaba y la acariciaba. Quería que ella se sintiera cómoda así que me
idea era una vez desnudos los dos hacerlo con delicadeza pero en esto
puede que te sorprendas pero fue idea suya lo del sexo oral. Nada más
vio mi pene erecto y desnudo, me miró y bajó a besarlo y después empezó
a chuparlo despacio, parecía disfrutarlo mucho porque estaba callada y
concentrada. De vez en cuando me miraba y sonreía.”
Que mi mujer hubiera tenido semejante actitud me estaba poniendo loco, sí
sentía celos, sí tenía cierta inseguridad por perderla pero me
fascinaba todo lo que estaba escuchando.
“Luego yo mismo me puse un preservativo, sé que te inquieta mucho ese tema
y bueno tampoco es que fuéramos a hacerlo sin él. Yo quería que se
sintiera ella lo mejor posible. Me gustó mucho la carita que puso
cuando mi miembro entró dentro de ella. Realmente se la veía gozando la
situación. Me miró sonriente, se mordió el labio y cerró los ojos.
Empezó a moverse poco a poco, agarraba mis manos y se la llevaba a sus
pechos, gemía y se movía más rápido. Te diría que yo soy de aguante
pero verla tan excitada y disfrutando de esa manera hizo que fuera
difícil contener la eyaculación. Lo conseguí pero me costó. Tuvo un
buen orgasmo y se cayó hacia atrás. Su respiración estaba agitada y sus
piernas ligeramente abiertas. Me incorporé y está vez fui yo quien se
puso encima de ella. Con delicadeza acaricié su sexo con mi miembro
como preguntando por un segundo round y ella misma se llevó mi miembro
al centro para que pudiera penetrarla de nuevo. Con cada embestida
gemía y me pedía que siguiera. Estuvimos un buen rato así pero no pude
contenerme más y eyaculé en el preservativo aunque un dentro de ella.
Inmediatamente me abrazó y besó efusivamente. Luego se quedó en
silencio, relajada, con los ojos cerrados y el rostro alegre. Consultó
la hora en el móvil y al ver que era tarde me pidió que la acercara lo
más que pudiera a casa. Obedecí como un caballero y mientras ella
entraba al baño te mandé aquel mensaje. Eres todo un cornudo y creo que
lo seguirás siendo, no la vi a ella muy arrepentida.”
—“Uf no sé cómo agradecértelo pero me has puesto malo perdido. Que locura
esto en serio, pero muchísimas gracias.”
—A ti Fran, pocas veces me lo he pasado tan bien como anoche. Más sabiendo
que ella te había mentido para verme a mí. Por cierto, te va a resultar
raro, pero si me lo quieres agradecer, me encantaría orinarte encima.
Sería como un bautizo de cornudo.”
No sé si la excitación me tenía nublado el juicio pero acepté. Dado que
Elena, estaba trabajando le invité a casa, me fui a la ducha y dejé que
su orina recubriera mi cabeza, mi cara y mi pelo. Fui humillante pero
excitante. Estuvimos un buen rato más hablando. Nos despedimos y esperé
con ansias la llegada de mi esposa para comerla a besos. Le cociné su
plato favorito y ese día la mimé como si no hubiera un mañana.
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