.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Aitana se larga".

 

 Descubrir hasta qué punto uno es un verdadero cornudo no es un proceso rápido ni sencillo. En mi caso, y después de años, análisis, terapias y muchos cuernos consentidos y no consentidos, he ido comprendiendo quién soy y cómo he llegado a ser tan y tan jodidamente cornudo.

 Mi primera toma de conciencia sobre el hecho de sentir que los cuernos dominan absolutamente mi deseo se dió a los 18 años, con Aitana, mi novia. Anteriormente ya había sentido un inmenso goce al pajearme imaginando a Aitana poseída por otros machos. Pero restaba importancia a ese hecho, al considerar que se trataba de una fantasía como cualquier otra de las que tenía pensando en otras mujeres con otros machos.

 Un viernes como tantos otros, Aitana y yo cenamos en casa con nuestras respectivas familias y nos reunimos después en el centro del pueblo del extrarradio de Barcelona donde vivíamos por aquel entonces. Allí coincidimos con diversos grupos de amigos y conocidos y, como solía ser habitual, de un local pasábamos a otro, charlando y bebiendo. 

 En uno de esos paseos de bar en bar coincidimos con un grupo relativamente numeroso procedente de un pueblo cercano donde había estudiado mi novia tiempo atrás. Su grupo se mezcló un rato con el nuestro en medio de la calle. Saludos, risas, cotilleos… Entre las personas que formaban el grupo de visitantes estaba Martín, un chico que ya se iba hacia los 30 y que había sido el primer novio de Aitana. Yo también lo conocía y lo saludé, pero me quedé luego hablando con otras personas a las que hacía tiempo que no veía. 

 Cuando los dos grupos nos separamos Aitana no tardó en acercarse en plan cariñoso y coqueto y me soltó:

 -¿Has visto que estaba Martín?
 -Sí, nos hemos saludado. Lo he visto bien - respondí. 

 Se le dibujaron en el rostro, un rostro suyo muy especial, las ganas que tenía de ver a Martín. 

 -Me ha dicho de ir a tomar algo él y yo y ponernos al día.
 -Pues ya estás tardando. Por qué no vas?
 -No sé, quería comentarlo contigo. ¿No te parece raro? 
 -Ya me conoces. Que va! Es normal que os queráis poner al día después de tanto tiempo- mentí con el corazón en un puño y un pulso alterado. 

 Me besó efusivamente (seguramente pensando ya en Martín) y se largó la muy zorra.
 
 Con Aitana nos queríamos y deseábamos con pasión y locura. Es una mujer muy importante en mi vida. Con ella aprendí casi todo lo que sé del amor y mucho de sexo. No sólo estaba y está muy buena. Es una tía muy maja. Pequeña. Talones todos los días. Delgada. Culete bien proporcionado, visible, deseable, pero sin ser exageradamente prominente. Una cinturita de muñeca. Pechos pequeños pero no en exceso. Pezones puntiagudos. Melena larga… Cara de mujer inteligente… Cara de mujer viciosa en muchas ocasiones (y no lo digo sólo yo). Aitana pone a los hombres. Y de qué manera! Y aún hoy, décadas después, cuando todavía la deseo y ya casi no es mía, conserva en gran medida parte de aquel aspecto juvenil. 
 
 Me fui a un pub con el grupo de amigos con los que me quedé. Como era de esperar, empecé a beber más de lo habitual. Me sentía celoso de cojones. Mi diálogo interior era espantoso. No recuerdo cuantos éramos en el grupo, pero sí que tengo presentes, entre otros, a Mireia i Miquel. Estuve charlando con ellos mientras nos tomábamos unos cubatas:

 -¿Y Aitana?¿Por dónde anda?- me preguntó Mireia.
 -Se ha ido con los de ***- respondí refiriéndome al pueblo vecino. -Tiene amigos allí con los que estudió. Igual nos vemos después.

 Mireia no tenía ni un pelo de tonta ni de inexperta. Bastante mayor que nosotros, enfermera, separada un año antes. De vez en cuando se juntaba con nosotros porque le ponía enrollarse con el jovencito de Miquel, un amigo mío de hacía años. Mireia era lista y solía dominar las situaciones mejor que nosotros. Estoy seguro que se percató rápidamente de lo que sucedía. Creo que leyó mis pensamientos, mientras yo bebía y bebía y tal vez no era demasiado consciente de lo que iba contando.
 
 Mireia y Miquel se iban metiendo mano cada vez más descaradamente delante mío y se morreaban mientras yo hablaba. No me extrañé por lo habitual que resultaba. Se solían comportar siempre así. Pero aquella noche, las miradas de Mireia hacia mi eran más lujuriosas. Se morreaba con Miquell mirándome intensamente. Empecé a desear el cuerpo de esa mujer. Lista como era, se percató de ello antes que yo. 

 -¿Por qué no nos vamos ya?- preguntó.
 -Vale- respondió Miquel, que solía seguir siempre los pasos de su amante.
 -No. ¿Por qué no nos vamos ya los tres? No dejarás solo aquí a David en el estado en qué se encuentra, pobrecito…- planteó mientras peinaba mi pelo con los dedos con un aire maternal.

 En pocos minutos nos encontrábamos los tres en el asiento posterior del Opel Kadett de Miquel. Mireia en el centro, mi amigo a la izquierda y yo a la derecha sin saber muy bien qué pintaba allí.
 
 Ellos dos se iban metiendo mano mientras Mireia dirigía la conversación hacia donde le interesaba. 

-¿Qué mala, no, Aitana, largandose con ese tío? ¿No te cabrea?

 Joder, y me puse a llorar, borracho como ya iba. La quería. Era una zorra. La amaba, pero era una zorra que se estaría follando a otro macho.
 
 Mireia me empezó a morrear de cojones mientras Miquel la masturbaba con los dedos y tenía su polla ya fuera. La mano de Mireia bajó hacia mi paquete y sacó mi miembro, que estaba duro, duro. No sé si por ella o por mis pensamientos sobre Aitana y su macho follandola. 

 -¿Tú sabes lo que le están haciendo, verdad? - me preguntó Mireia. - Ese chico, ¿cómo se llama?
 -Martín
 -Martín se está follando a Aitana en su coche. Estoy segura de ello… - y me iba pajeando una polla que presentaba una dilatación extrema, como nunca antes se había dado - … estoy segura de que la ha sacado ya del coche, en un descampado, y que se la está follando por detrás mientras ella se apoya en el capó. Aitana ya se ha atragantado lo suficiente con su polla. Se han morreado hasta lastimarse. Ahora sí que se la está follando valientemente. ¿Tú sabes cómo es la polla de Martín?

 Joder, yo estaba loco. Borracho, excitado, loquísimo y a punto de correrme. Nunca había experimentado una paja como esa.

 -La polla de Martín es la de un verdadero macho, y no como la vuestra, cerdos! 
 -Sigue, puta, sigue!! No pares!!!- solté.
 -Dale, dale - expresó tímidamente Miquel, que ya estaba montando a su amante por detrás mientras ella me continuaba pajeando de lo lindo.
 -Pídeme que te la coma, cabrón cornudo!
 -Nooooooo!!! Cuenta! Cuentame!!!
 -Qué cabrón. Cómo te gusta que se la follen, ehh? Tu polla te delata, cornudito!!! Aitana se ha corrido ya muchas veces esta noche sin que tú lo sepas. Ahora lo que desea con toda el alma es que la leche de Martín le llene la boca y le bañe la cara. ¿Te gustaría verlo, eh, cerdo?
 -Siiiiiiii
 -Él saca su polla del coño de tu novia y le pide que se agache. Ella obedece y en cuclillas se la mete en la boca hasta el fondo. Tu novia la chupa con esmero y deseo. Sí, sí, cabrón, córrete!!!! Martín se está corriendo ahora en la boca de tu Aitana!!! Eres un cornudo! Ahora sí que eres un puto cornudo!!!!

 Y me corrí como nunca antes me había corrido. Mi semen de cornudo lo inundó todo: la mano de Mireia, que ella misma lamió con vicio mientras la follaban, mis pantalones, mi camisa e incluso algunas gotas en el cristal del Opel… Mireia me besó con cierta ternura mientras su amante le continuaba dando fuerte. Yo me quedé tirado y medio dormido...

 Cuando despertara todavía no sería consciente de hasta qué punto aquella experiencia era significativa en la formación de mi identidad como auténtico cornudo.
 
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