.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Yo, cornudo de mi mujer (5)".

 

 Queridos amigos de MorboCornudos, aquí os dejo la quinta entrega de mi relato que como ya os dije en el anterior la escribiría en Diciembre. No os preocupéis que es la última de esta serie pero seguiré escribiendo y continuando la historia en otra serie. Espero que os guste tanto como las anteriores y que me sigáis escribiendo pues no hay nada que me satisfaga más que leer vuestros comentarios. Recuerden que la historia es ficticia no quiero decepcionar a nadie. Un saludo y un abrazo para todos. Disfruten del relato.

 El reloj de cuco sonó, eran las diez de la noche y Lucía, José y yo nos encontrábamos todos en la mesa de nuestra cocina cenando. Ellos estaban muy juntitos y yo aparte. Estaban cenando solomillo y patatas mientras que yo simplemente una sopa con fideos que Lucía había preparado mientras yo estaba trabajando. Reinaba el silencio mientras yo tomaba mi sopa. Quise romper el silencio y le dije a Lucía que la sopa estaba deliciosa y dicho esto tanto ella como José empezaron a reírse de manera descontrolada. José incluso se atragantó un poco y una vez recompuesto Lucía le besó. Pregunté que era tan divertido pero no hallé respuesta alguna. Seguí tomando mi sopa mientras ellos me miraban fijamente y se reían. Por debajo de la mesa Lucía a veces acariciaba el sexo de José por encima del pantalón. Notaba algo sospechoso en la forma de mirarme pero preferí dejarlo pasar no fuera que animase sus carcajadas.

 Al terminar la cena, tuve que recoger la mesa y limpiar los platos mientras que Lucía y José se iban al salón a ver la televisión. Desde la puerta podía verles abrazados y besándose de vez en cuando. Al terminar me acerqué a ellos me senté en el suelo y empecé a masajearle los pies a mi esposa mientras ellos seguían a lo suyo. Después de un rato Lucía me dijo que parase y que me estuviera quietecito en el mismo sitio en el que me había sentado. Al cabo de un par de horas Lucía dijo:

 “Bueno José creo que ya hemos reposado la comida lo suficiente y ahora me apetece hacer un poco de ejercicio”

 “Por supuesto cariño, vámonos al dormitorio que seguro que haces el ejercicio que tanto deseas”

 Sin decir nada más y sin mirarme ambos se dirigieron al dormitorio y cerraron la puerta. Yo que estaba bastante aburrido y no sabía lo que hacer decidí ponerme detrás de la puerta sentado a escuchar lo que estaban haciendo. Al principio me era difícil imaginarme que podía estar pasando ahí dentro. Se escuchaba los gemidos de ambos, pero la causa de estos podía ser diversa, ¿quién sabe? De repente supe que el coito ya había empezado pues se escuchaban movimientos bruscos en la cama. Me sentía muy curioso esa noche y un montón de preguntas rondaban por mi cabeza ¿qué posturas estarán haciendo? ¿Qué estará pensando o sintiendo Lucía? ¿Hasta cuándo estarán así? ¿Podré dormir en mi cama esta noche? ¿Me pedirán que los observe un rato? No encontraba respuestas para ninguna de ellas. Mientras seguía en el suelo esperando el sueño pudo conmigo y cerré los ojos.

 “Lucía, ven” oí aún medio dormido.

 “¿Qué sucede José?” preguntó mi esposa.

 “Mira, el cornudo de tu marido estaba escuchándonos detrás de la puerta hasta que se quedó dormido. jaja”.

 “Ohh pobrecito. Espera que lo despierto. Cariño, cielo, despierta que José ya se va”.

 La voz y el tacto de la mano de Lucía en mi brazo me hicieron despertar. Abrí los ojos y me encontré a José delante mira ajustándose los pantalones y mi esposa con su camisón al lado de él.

 “Vaya me he quedado dormido” dije. “¿Qué hora es?”

 “Son las tres y media cariño. José ya se va a su casa que mañana tiene que trabajar” respondió Lucía.

 “Si, Juan, ya me voy, te dejo que esta noche duermas con tu esposa jeje. Pero yo que tú no le haría sexo oral hoy. Bueno a lo mejor te gusta ¿quién sabe?”.

 “Ja- Ja- Ja, muy gracioso. En fin, ya te veo otro día. Ten cuidado volviendo a casa” me levanté y agarré a mi esposa de la cintura para recordarle que a pesar de todo era mi mujer. Le acompañamos a la puerta y se besaron, yo aún agarrando a mi esposa.

 “Oye Juan, ¿te gustó la sopa entonces no? Me alegra mucho, si quieres otro día ayudo a tu esposa con tu comida otra vez jaja. Debo de ser un buen cocinero si te ha gustado”

 “¿Pero qué dices?” pregunté.

 “Nada nada, venga nos veremos pronto”.

 Se fue sin decir nada más y le pregunté a mi esposa por el significado de aquellas palabras pero ella me dijo que no tenía importancia, que seguramente era una tontería suya. Estaba muy cansado como para insistir así que la llevé a la habitación y nos echamos en la cama. Algo raro tenía hoy mi almohada parecía húmeda y pegajosa.

 “Cariño, ¿qué es esto que tiene la almohada?”

 “Nada mi amor, es solo que derramamos un poco de semen accidentalmente pero no te preocupes tu cierra los ojitos que verás como te duermes”.

 “Tened más cuidado mujer, en fin le daré la vuelta a la almohada…”

 “¡NO! gritó Lucía. Me hace ilusión que duermas sobre el semen de mi macho. Anda sé bueno, tampoco te cuesta nada y mañana por la mañana podrás limpiarte y ya está. Te prometo que lavaré la funda de la almohada pero haz eso por mí esta noche. Así también puedo dormir yo con el olor de su semen y con lo que queda dentro de mí”.

 Yo ya me estaba habituando a mi nuevo estilo de vida, así que obedecí. Además estaba experimentando una gran erección que mezclada con pensamientos sucios me hicieron difícil quedarme dormido.

 Al día siguiente, me encontré a Lucía en el baño limpiándose el semen que quedaba dentro de ella. Yo que estaba desnudo listo para ducharme, no pude evitar tener otra erección descomunal. Lucía se echó a reír y empezó a decir entusiasmada que se alegraba que yo me estuviera acostumbrando a nuevo estilo de vida y que me excitase ver a mi mujer entregada a otro hombre. Intenté desmentir lo que decía, diciendo que la erección era debida a que me acababa de levantar pero ambos sabíamos que esa no era la única razón. Mientras me duchaba Lucía me dijo que el siguiente sábado, nos quedaríamos a dormir en casa de José a lo que no opuse resistencia.

 Llegado el día, Lucía se puso como siempre bastante elegante y atractiva para el hombre que estaba haciendo que mis cuernos crecieran más y más. Nada más llegar a su casa, ella se arrodillo y le hizo se la chupo durante un buen rato, diciéndole que no podía aguantarse más y que estaba deseando tenerla en la boca. Yo estaba de pie en frente de ellos sin saber qué hacer. Cuando se cansó mi mujer me beso y nos sentamos en la mesa. Había un bol de ensalada en el suelo y en mi sitio nada de comida. Ellos por el contrario si tenían un buen plato de ensalada de pasta para ambos. José dijo:

 “Juan hoy tu cenarás en el suelo si tu mujer no tiene inconveniente, esa es tu cena. Quiero que veras como nos tocamos tu mujer y yo cuando cenamos”.

 “Yo estoy de acuerdo” dijo Lucía “Anda cariño al suelo”.

 Me senté en el suelo y empecé a comer. He de reconocer que mi ensalada aunque no llevase pasta estaba bastante buena. Mientras comía veía como ellos jugaban con sus pies y de vez en cuando se acariciaban un poco. Ellos bebían vino blanco y yo agua. Al poco tiempo José se levantó y dijo que se le disculpara pero que tenía que ir al baño.

 “¿Para qué José? dijo mi esposa, “anda espérate un rato que comamos”.

 “Lucía es que no me puedo aguantar más, quería mear antes de que vinieras pero como estaba recién duchado no me la quería manchar por si acaso querías hacer algo antes de la cena”.

 “Bueno mira, aquí tenemos a mi marido y un bol de ensalada, ¿te sugiere eso algo?”

 Inmediatamente miré a mi esposa y pregunté:

 “¿De qué estás hablando cariño?”

 “Pues que José tiene muchas ganas de orinar y lo va a hacer en tu bol, ¿Qué te parece?”

 “¡Qué asco cielo! Me niego, eso es demasiado”.

 “Venga ya Juan, que ya sabemos tu mujer y yo que te gusta mi meada”

 “Ni loco bebo yo tu meada, que asco”

 “Pues déjame decirte Juan que ya lo has hecho antes”.

 “¡¿Cómo?! en tus sueños será”.

 “Anda dejo que te lo cuente tu esposa”
“Cariño ¿recuerdas la sopa del otro día? la que tanto te gustó. Pues mientras la preparábamos añadimos un vaso de pipi de José y escupió también un poco. Luego lo mezclé bien con especias para que no te dieras cuenta”.

 “Buaj, ¡qué asco!” He de reconocer que algo excitado si me encontraba

 “No digas eso cariño que bien dijiste que te gusto mucho. Ahora sé un cornudo bueno y deja que José te mee en el bol. ¡Ah! y sácasela tu”

 Como mi mujer dijo, cuando José se sentó de nuevo en la mesa yo le baje la cremallera, se la saqué y deje que orinase en mi ensalada. Me daba mucho morbo toda esta situación pero también me repugnaba. Empecé a comer y la ensalada ya estaba asquerosa. No fue buena idea mezcla aceite, vinagre y pis. No obstante quería ser el mejor cornudo del mundo y seguí comiendo. Ellos terminaron un poco antes que yo y José fue a la cocina a por una botella de champán. Me dijeron que íbamos a brindar y que esperarían a que terminase “mi suculenta cena” como dijo José. En el brindis fue José quien tomó la palabra.

 “Bueno, quería deciros que quería que cenásemos en mi casa, porque mañana por motivos de trabajo tengo que marcharme de la ciudad y estaré fuera una temporada”.

 “¡Qué!” exclamó mi esposa.

 “Déjame terminar por favor. Como iba diciendo he de marcharme y quería agradeceros estas semanitas tan buenas que me habéis dado tanto tú Lucía como el cornudo de tu marido. Me ha gustado muchísimo esta relación que hemos llevado y me da pena dejarla, pero el trabajo es el trabajo” a Lucía se le saltaban las lágrimas. “Y si no os importa me gustaría algo especial para esta noche. Quiero que tu cornudo me la chupe y me la deje lista para ti y luego que nos deje solos en la casa para poder despedirme bien de ti”.

 Yo ya había puesto mi cara como diciendo que no haría eso ni loco pero las lágrimas de mi mujer y sus suplicas me conmovieron así que accedí. En fin era la última noche que veríamos a José y ya luego todo volvería a la normalidad. Brindamos y antes de que ellos se fueran al cuarto de José, le bajé los pantalones y la ropa interior y con mucho asco empecé a mamársela. José en plan de burla para animar un poco la situación decía que no se la estaba chupando bien y que pusiera más entusiasmo. Él me agarro de la cabeza y me atragantó un poco con su poya. Finalmente dijo que estaba listo para mi esposa así que me fui a casa y les deje solos.

 Lucía no llegó hasta el medio día y me dijo que había acompañado a José al aeropuerto. No me besó y me explicó el porqué.

 “Cariño anoche fue maravilloso, no sé cuantas veces hicimos el amor, me dejó exhausta. A veces hablábamos de ti y de lo cornudo que eres fue genial. Y luego en el aeropuerto, bueno, quería despedirme bien y en el servicio se la chupé y me tragué toda la leche que puedo soltar después de toda una noche de sexo. Claro que antes la tuve un rato en mi boca jugando y saboreándola para recordar bien su sabor, así que me quiero lavar un poco los dientes ahora”.

 Estaba súper excitado que morbo me daba todo lo que ella me comentó. Al poco rato se echó a llorar. Yo contuve mi excitación, la abracé y la intenté consolar.

 “Cariño, eres el mejor marido que podía desear. Me encanta como has aguantado todo y como te has esforzado en hacerme feliz. No sabes lo que feliz que me siento por dentro de saber que eres un gran cornudo y todo gracias a mí.”

 Sus palabras me hacían difícil contener las ganas de acostarme con ella en ese mismo momento.

 Durante un tiempo seguimos haciéndolo con condón ella no quería que otro se corriese dentro de ella salvo José. Después de unos meses volvimos a no usar condón y todo volvió a la normalidad, no obstante, yo sabía que llegaría el día en que volvería a tener grandes cuernos.  FIN. 
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