.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Yo, cornudo de mi mujer (4)".

 

  Queridos amigos, muchas gracias a todos por la gran aceptación que me habéis dado y por vuestros emails. Espero que sigáis mandándome emails y contándome que os parece el relato. Desgraciadamente creo que voy a estar fuera de circulación por la web unos mesesitos por motivos personales aún no es seguro. También os digo que ya que a lo mejor no puedo continuar en unos meses voy a intentar hacer lo posible por escribiros la quinta parte terminando así la temporada (como una serie de televisión). Espero que os guste esta entrega tanto como las demás. Un abrazo a todos y gracias por leer y opinar sobre los relatos. Aquí va la cuarta parte.

 Una noche con Lucía en la cama, empecé a darle besos en el cuello, toquetearla un poco y demás. Ella me respondía bien hasta que fue a quitarme la ropa interior.

 “Juan ¿tienes condones?”

 “Sí pero nunca lo solíamos hacer con condón y ya que te estás cuidando da igual que lo hagamos sin condón”.

 “Ah no no, de eso nada”.

 “Joder, ¿y por qué? que más te da?”

 “Porque ya he quedado con José para que venga mañana y no quiero que me folle con mi sexo lleno de semen. Le daría asco”

 “Pero no me parece justo. Antes si lo hacíamos y ahora ya no puedo correrme en ti”.

 “Cariño tu ahora eres muy cornudo y pronto sumiso. La vagina de tu esposa es para José u otro quien sabe. Tú con condón”.

 “Vaya, ahora yo ya no puedo correrme dentro ¿es eso no?”

 “Sí y más vale que te vayas acostumbrando porque con José no pienso usar más condón a no ser que yo lo crea conveniente”.

 “Genial…”

 “No seas sarcástico. Anda ponte el condón y fóllame como tú sabes. Quiero entrenar para estar lista para José mañana”.

 Si no fuera porque tenía un calentón brutal hubiera negado su petición. Pero teniendo a tu chica desnuda en la cama y pidiéndote sexo, ¿qué otra cosa puedes hacer? Lo hicimos unas tres veces hasta que ella quedó satisfecha luego exhaustos, nos quedamos dormidos.

 Al día siguiente Lucía se levantó muy entusiasmada como siempre hacía cuando José iba a venir. No paraba de hablar de él y de las ganas que tenía de que la volviese a penetrar y de saborear su poya. También me comentó que hoy tendría una sorpresa para mí. Algo que me haría empezar a ser sumiso. Algo que a ella le hacía mucha ilusión pero que estaba segura de que a mí al principio me disgustaría. No tenía ni idea de que pudiera ser. Por la tarde me dijo que iba a salir pero no me dijo donde ni tampoco me dejo acompañarla. Según ella era parte de la sorpresa. Para no rayarme demasiado decidí salir al bar y tomarme unas cervecitas. Eso me mantendría ocupado mientras ella llegaba a casa. En la televisión del bar estaban dando un programa sobre la infidelidad. “Menuda coincidencia” pensé. Esta nueva vida no se me despegaba de mi mente ni en el bar. Para ser sincero me gustaba mucho, pero también era algo nuevo para mí, con sus pros y sus contras y el hecho de en cierto modo dejar que otro hombre mandase sobre mí era todavía uno de los aspectos más incómodos que encontraba en este nuevo mundo. No quería defraudar a mi chica puesto que me daba morbo su nueva personalidad pero se me hacía duro a veces seguir adelante.

 En un par de horas yo ya había hecho un análisis entero sobre lo que es ser cornudo. Todo en mi mente. Decidí subir ya a la casa. Cuando llegué, Lucía ya había llegado y al verme entrar por la puerta cerró rápidamente la puerta del dormitorio desapareciendo al tiempo que la puerta daba el sonido del portazo.

 “No entres todavía. Estoy escondiendo la sorpresa para esta noche. En seguida salgo”

 No tardo nada en salir pero sí que lo hizo con una sonrisa picarona que me hizo temblar. Me besó y nos pusimos a ver la televisión. Más tarde llamó José para confirmar que iba a venir esta noche de nuevo y me mandó saludos.

 “Menudo personaje” pensé. Seguimos nuestro día con tranquilidad hasta que se acercaba las doce de la noche, hora en la que José llegaría. Lucía estaba hecha un flan como siempre. Tras su camisón medio transparente se podía apreciar su cuerpo temblando de impaciencia. De repente recordó la sorpresa.

 “Juan rápido échate en la cama antes de que llegue”.

 “¿Para qué?”

 “Tu hazlo”

 “Está bien, está bien”

 Una vez echado ella abrió el armario y sacó una bolsa. Dentro de ella había una caja con unas esposas que ella había comprado para la ocasión.

 “Pero que tonta soy como se me ha podido olvidar. Te las voy a poner rápido. Esta noche vas a estar atado a la cama no preguntes para qué. No te muevas”.

 Con las prisas me las dejo muy apretadas. Era algo incómodo pero antes de que pudiese pedirle que las aflojara sonó el timbre y ella corrió como un rayo hacia la puerta no antes sin cerrar la puerta del dormitorio. Mierda, ahora no podía ni escuchar ni ver que estaba pasando. Aunque no creo que tardasen mucho en aparecer a mí se me hizo eterno. De repente apareciendo los dos besándose como locos, como si nunca lo hubieran hecho antes y estuvieran deseando. Al parar José me descubrió en la cama y empezó a reírse.

 “Pero que cosas te hace tu mujer, Juan jajaja. ¡Qué tía!”

 Yo me limité a sonreír y asentir. Lucía le pidió que se concentrara y le présate atención a ella. Se desnudaron mutuamente y Lucía me dijo:

 “Bien cariño, como el otro día no pudiste apreciar nada hoy lo vas a ver en primer plano. No vale enfadarse ni refunfuñar. Tú solo limítate a mirar como entra la poya de José en mi coño y se acabo”.

 “Está bien cariño, lo que tu digas”.

 “Ese es mi Juan, ¿ves? poco a poco te voy a adiestrando y vas cogiendo tu condición de cornudo. Muy bien. José tu ponte aquí a la derecha de la cabeza de Juan y yo a la izquierda. Quiero que el vea bien como te la chupo”

 “Mmm que morbo me das” dijo José.

 Yo ahí esposado en la cama veía como la poya de José se iba haciendo más y más grande en la boca de mi mujer. Después de un rato mamando:

 “Juan, abre la boca”

 “Ni de coña no me fio”

 “Juan, ¿qué te he dicho? Tu a hacer lo que yo te diga y punto. Abre la boca, venga”

 Abrí la boca y saz me escupió la saliva que se le había estado acumulando de estar ahí chupando poya. Me pregunto si sabía bien, la verdad es que no tenía mucho sabor como para poder explicarlo. Esta bromita la repitió unas cuantas veces más. Finalmente se me miro y me dijo que iban a follar y que lo iba a ver bien. Ella se puso con su sexo justo delante de mi cara como si fuéramos a hacer un sesenta y nueve.

 “No te hagas ilusiones, a ti no te voy a hacer nada. Solo es para que veas bien de verdad como José entra en mí y me folla.
José cuando venga métemela que este cornudo vea como lo haces. ¡Ah! y no te preocupes por pasarle los huevos por la cara, tú hazlo a tu ritmo y si te tienes que rozar no pasa nada. Juan es nuestro colchón”

 José no dudo en meterla. Fue muy excitante ver como se la metía hasta que empezó a moverse. Qué tortura y que mareo tanto movimiento rápido y tener que ver en cada embestida el culo de José. ¡Qué asco! pensé. Pronto comenzarían a bajar un poco y los huevos de José chocaban contra mi cara. Menuda guarrada, no solo se estaban tirando a mi chica sino que encima me pasaban huevos por la cara. José le dijo que si estaba cansada de esa postura podían cambiar pero ella negó su oferta y le pidió que siguiera hasta correrse. Eso me puso a temblar si me estaba dando asco aquello no quería ni imaginarme que podría pasar si me salpicasen algo de semen. José se separó un momento de mi chica y me dijo:

 “Joder tío que morbo me está dando verte ahí debajo de mis huevos mientras me la follo jajaj. Da gusto verte”

 “Jaja muy gracioso”

 “No te enfades coño, todo sea por el vicio jajaja”.

 Acto seguido la embistió con fuerza metiéndosela entera de golpe a lo que Lucía saltó con un fuerte gemido de placer. Tras unas fuertes y rápidas embestidas Lucía tuvo un orgasmo brutal que no paraba de chillar. Le pidió a José que se separase un momento y puso su sexo en toda mi cara.

 “Anda Juan, lámeme saborea mis jugos mezclados con la poya de mi macho, lámeme por favor venga”.

 Yo acepté con gusto aunque la poya de José había pasado por ahí ver coño de mi mujer tan mojadito era irresistible.

 Entonces José dijo: “ahora me toca a mí” y empezó de nuevo a embestirla teniendo Lucía dos orgasmos más de repente aviso de que se iba a correr y Lucía le pidió que por nada en el mundo sacase su poya de su coño. Tras unos jadeos las embestidas fueron perdiendo fuerza cada vez más lentas y más pausadas. Ahora que hago yo pensé pero Lucía se me adelantó como si leyese mi pensamiento.

 “Ahora mi amor te toca saborear la leche del tío que te está haciendo tan cornudo”

 José la sacó y Lucía se apretó su sexo con la mano para que no se derramase el semen. Acto seguido se sentó encima de mi cara pero sin tocarla. Iba a decirle que no pero ella apartó su mano para que el semen cayese en mi boca. Afortunadamente pude cerrar la boca a tiempo y su semen cayó en mis labios. ¡Qué asco!

 “Juan ¿qué haces? te he dicho que abras la boca, venga ya. Quiero que la tragues. Me dijiste que me ibas a obedecer”

 “Sí Juan, un poquito de leche una viene mal” dijo José

 “No a los dos hasta ahí no llego, al menos hoy”

 “Juan eres un aguafiestas”- dijo Lucía- “por esta vez te vas a librar de tragártelo pero a cambio tendrás que llevar la cara corrida toda la noche no te voy a dejar que te laves”

 “Me parece justo”- dije. Al menos me había librado de tener que tragar semen y más de otro hombre. Lucía empezó a hacer fuerzas para que saliese el máximo posible y luego se sentó al lado mío y cuidadosamente fue extendiéndome el semen por la cara. Luego me desató y me volvió a decir que ni se me ocurriese limpiarme.

 Ella se fue a asear con José un rato y yo les esperé en la habitación. Volvieron a la habitación para que José se vistiera. Lucía me miraba con cierto enfado. Acompañamos a José hacia la puerta y al cerrarla Lucía me riñó. Para tranquilizarla le prometí que no volvería a desobedecerla y le expliqué que no pude abrir la boca porque me había dado un asco tremendo. No obstante la próxima vez si lo haría. Ella me dijo que esperaba que así fuera y que me fuera preparando porque a la siguiente semana empezaría ya a ser además de cornudo sumiso y que iba a estar al servicio de ella y de José. Después del cabreo que tenía cualquiera le diría que no. No obstante ya me estaba de verdad acostumbrando. Hoy no había sentido tantos celos aunque sí asco de algunas cosas pero lo que no puedo negar es que cada vez me daba más morbo que celos.
Email.

 

 

 

La web de los cornudos

Sólo para adultos

   [Añadir a favoritos]

   [Recomendar esta web]

   [Envíanos tus fotos]