.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Yo, cornudo de mi mujer (1)".

 

  Eran las 2 de la noche y Lucía (23 años) y yo (Juan, 22 años) acabábamos de hacer el amor. Ella me susurró al oído: “cariño, ¿tú me amas?”a lo que yo le contesté afirmativamente y entonces continuó: pues a partir de mañana quiero que hagas unas cosillas por mí, que se me han pasado por la cabeza. Yo le dije que no podía asegurarle que lo haría puesto que no sabía de qué estaba hablando pero ella se negó a darme ninguna pista. Al día siguiente mientras desayunábamos me dijo: “Cielo, no quiero que te enfades, si te cuento esto es porque creo que tenemos confianza y quería saber qué piensas de ello”.

 “¿De qué se trata?” pregunté.

 “Pues… tengo una amiga que dice que su marido se excita mucho viendo como ella le pone los cuernos con otros y tras unos días pensándolo creo que a mí también me gustaría mucho hacerlo con otros hombres con tu consentimiento”

 En aquel momento noté como la sangre me ardía. ¿Cómo se le ocurría pensar tal cosa? Intenté controlar mis palabras pero no podía y la hice llorar. Entonces intenté consolarla pero ella no dejaba de reprocharme que no había confianza entre nosotros, que si somos una pareja teníamos que contárnoslo todo sin enfadarse el uno con el otro. Después de un rato viéndola así le dije que la quería demasiado como para compartirla con otros. Ella no parecía muy alegre por eso pero al menos se consoló y se fue a trabajar. Yo también hice igual. En el trabajo me pase toda la tarde pensando en lo que me había dicho incluso cuando podía, miraba algo en internet acerca de eso. He de reconocer que los videos y fotos que pude brevemente ver (por miedo a ser pillado) me excitaron bastante, no obstante no estaba dispuesto a correr la misma suerte que aquellos hombres.

 Llegué antes que ella a la casa y aquí ya que no tenía por qué tener miedo de que pillasen puesto que no había nadie mire estas cosas con más tranquilidad. La excitación iba en aumento y decidí masturbarme. Estaba a punto de correrme viendo esas fotos cuando de repente una mano que me helo la sangre tocó mi hombro.

 “¿Con que viendo cochinadas eh?”, dijo la voz de mi mujer.

 “Cariño no es lo que parece” respondí rápidamente.

 “Ya ya, bueno no te preocupes que no me enfado, voy a hacer la comida te veo en la cocina”.

 Ella se retiró y fui cerrando todo lo que tenía abierto en el ordenador y tras esperar unos segundos me fui a encontrarme con ella y ayudarla con la comida y a poner la mesa. La comida la pasamos en silencio y yo con la cabeza agachada de la vergüenza que tenía. No obstante no dejaba de pensar en la maldita idea de los cuernos, creo que poco a poco me iba convenciendo un poco la idea. Pero no podía precipitarme. La tarde transcurrió con normalidad y al empezar a anochecer decidí hacerle real su fantasía.

 “Mi amor he decidido ceder a lo que pides, pero solo por un día y si no me gusta lo dejaremos ¿de acuerdo?”

 “¡Gracias cielo!” gritó con entusiasmo. “Me alegra mucho que cambiases de idea, ya verás como no te arrepientes te lo garantizo. Al final te gustara ser portador de esos cuernitos que tu voluntariamente me aceptas que te los ponga. Ya podrás ser mi maridito cornudo”.

 “No estés tan segura. Pero de todos modos podrás hacerlo con otro hombre pero con condón”

 “Si claro no te preocupes así lo había pensado yo, gracias gracias cariño. Bueno y ¿cuándo lo hacemos?”

 “Pues, no lo sé, pero tengo algún chico que lo veo a veces cuando compró el pan y podría seducirlo si tú me dejas”.

 “Mmm está bien, si es lo que quieres…”

 “Ayy mi amor como te quiero. Por cierto si lo consigo por favor no vengas conmigo la noche que lo haga ¿vale? Es que a lo mejor se corta un poco contigo y demás y si lo hago quiero hacerlo bien.”

 “¿Cómo? No… entonces no, ¿quién me dice a mí que usaras condón?

 “Cariño, tienes mi palabra, no voy a defraudarte ahora que me has hecho tan feliz”.

 “Está bien… veo que no hay más remedio”.

Pasaban los días y ella me iba contando como lo iba conociendo y como estaba entablando confianza. El chico se llama José y tenía la edad de ella. Cada vez que le sonaba el móvil se iba corriendo y alegre a otra habitación a hablar con él. Era sábado yo aún dormía cuando de repente llegó corriendo a nuestra habitación (el sonido del móvil la había despertado y había ido a otra habitación como de costumbre) Se la veía muy ilusionada.

 “Cariño hoy por fin es el gran día me ha invitado a su casa a cenar seguro que esta noche lo hacemos”.

 El corazón se me aceleró y los celos volvían a recorrer mis venas. Pero ya había aceptado la petición y no quería hacerla llorar como el otro día así que solté un ¡bien! en voz baja y un poco irónica. Ella me miró un poco decepcionada pero no me comentó más al respecto. Supongo que tendría miedo de que yo en el último momento le dijera que no lo hiciera.

 Eran las 8 y media de la tarde y ella se metió en la ducha a prepararse para lo que ella llamaba “su gran noche”. Después de una hora que se me hizo eterna, sentado en el sofá con la tele apagada y mordiéndome las uñas la vi aparecer con unos zapatos de tacón negros y un vestido a juego bastante cortito. Quise pedirle que se pusiera algo menos atrevido pero decidí por no hacer comentarios y hacerme a la idea. Todo para que ella al final consiguiera lo que quería y estuviera feliz. No tardó en irse, según ella, no quería hacerle esperar. Yo me quedé solo, sin saber qué hacer. Preocupado, celoso, inseguro. En otra ocasión hubiera puesto la televisión o hubiera leído algo pero esta noche la inquietud se apoderaba de mí. Aunque tenía la cena preparada tampoco me apetecía comer nada. Finalmente tras una media hora eterna decidí, ver la televisión. ¿Qué otra cosa iba a hacer?.

 A las 11 y media mi móvil empezó a vibrar en mi bolsillo. Era ella, no sabía si contestarle o no. No tenía ni idea de para que podría estar llamándome. Finalmente la duda me mataba y contesté.

 “Juan no puedo hablar mucho, solo quería saber como estabas” dijo Lucía en voz baja.

 “¿Por qué hablas tan bajito?” pregunté.

 “José está en la cocina terminando de recogerlo todo, es muy simpático ¿sabes? y no besa nada mal.”

 “¡¿Ya os habéis besado?!

 “Cariño no empieces ¿eh? claro que nos hemos besado y también se la he acariciado con el pie por debajo de la mesa , tenia que prepararlo para que me hiciera suya esta noche. Parece que está muy bien dotado”. Esto último lo dijo soltando una carcajadilla.

 “Recuerda que debes hacerlo con condón. Todo” especifiqué.

 “Sí tranquilo confía en mí”.

 Colgó el teléfono. El hecho de que ya se habían besado y medio tocado me puso más celoso y preocupado. Fui a la cocina, ya no quería estar más despierto así que me tomé una tila para conciliar el sueño. La cama me parecía muy vacía sin ella a mi lado así que me acosté el sofá. Tras varias horas dando vueltas el sueño se apoderó de mí.

 De repente el sonido de la cerradura me despertó y nerviosamente me incorporé. Era ella, ya había vuelto. Miré el reloj. ¡Las 10 de la mañana! ¡que tarde!

 Cuando llegó me dio un abrazo y un beso en la frente. Venía muy entusiasmada. Le pregunte porque no me besaba bien y me dijo que se había duchado pero no tenía cepillo para los dientes.

 “¡¿Se la has chupado?!” dije yo con incredulidad.

 “Claro, pero tranquilo fue con condón como tú querías. Cielo es que no sabes que linda la tenía y además me había comido mi coño y estaba muy caliente”.

 Empezaba a arrepentirme de haberla dejado pero por otra parte, no sé por qué, me sentía muy excitado así que le pedí que me contara todo con todo lujo de detalles.

 “Pues mira, estuvimos viendo la tele justo después de cenar y ya estábamos toqueteándonos y eso. Y una de las veces que deje de besarlo observé que su pene estaba bastante hinchado y no podía aguantar las ganas de verlo. Le desabroché el pantalón y empecé a pajearle un poquito. Luego el también empezó a tocar mi sexo y estaba tan excitada que me subí el vestido, me bajé las braguitas y le pedí que me lo comiera. Lo hacía muy pero que muy bien, como tu mi amor. Después de un pequeño orgasmo me apresure a introducir su bonito pene en mi boca pero justo cuando estaba a punto de degustarlo, me acordé de ti y aunque él no estaba muy por la labor le puse el condón. Me sentí genial mientras su pene seguía creciendo un poquito más en mi boca. Después de un rato chupando ya no me contuve más y me subí en él. No sabes cómo me gusto sentirle dentro y ver como iba abriendo las paredes de mi sexo. Al cabo de unos minutos José me puso sobre la pared y empezó a penetrarme fuertemente. Tuve varios orgasmos. Finalmente noté como su pene se debilitaba e iba perdiendo empuje. Supe así que ya se había ido. Su jadeos acariciaban mi cuello y sus labios me besaban en la misma zona. Caímos rendidos al suelo donde estuvimos un rato hablando de lo que nos gustó”

 La historia me estaba gustando me sentía super excitado pero no quería dar signos de ello.

 “Y ¿por qué volviste tan tarde?” pregunté.

 “Pues iba a hacerlo pero estaba muy cómoda con él y también tenía más ganas de más, espero que no te molestase. Luego lo hicimos otra vez más antes de dormirnos y bueno paso algo que te lo cuento para que veas que confío en ti pero no en enfades por favor...”

 Eso ya no sonaba demasiado bien y le exigí que me lo dijera inmediatamente.

 “Cariño no te enfades que si no, no te lo cuento”.

 Intenté pedírselo más educadamente.

 “Está bien, anda dimelo por favor, que si no me muero con la intriga”

 “Bueno pues, cuando él ya se iba… se quitó el condón y…”

 “’¿QUÉ? ¿QUÉ? ¿QUÉ?”.

 “Pues no pude evitarlo y puse mi cara para dejarle que se corriese en ella, pero tranquilo me tapé la boca”.

 La poya en ese momento la tenía a punto de estallar, creo que ella se estaba dando cuenta pero se hizo a las locas.

 “No me ha gustado nada eso”, mentí , “pero bueno al fin ya conseguiste lo que tú querías y espero que te sientas alegre con eso, ya no hay más ¿eh?”.

 “Si cielo, gracias por lo que has hecho por mí, estoy muy feliz y sobre todo orgullosa de que mi marido ya sea mi cornudito. Me han gustado mucho esos cuernos que te han crecido mi amor”.

 La palabra por una parte me desagradaba pero he de reconocer que algo sí que me excitaba. Mejor dicho, bastante. Afortunadamente ella había aceptado no volver a hacerlo más y eso me tranquilizaba, desgraciadamente mi tranquilidad no duró más de una semana.
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