Como
todos los años, en el mes de Enero, mi esposa Cris y yo comenzamos a
programar las vacaciones de verano. Somos propietarios de una
quincena de tiempo compartido que cada año intercambiamos a través de
una empresa del ramo. En esta ocasión nuestra intención era buscar un
complejo en la playa levantina española, a ser posible que tuviera un
programa de animación para nuestros hijos, tanto diurno como
nocturno, que nos dejara algo de libertad, especialmente para
intentar jugar al tenis, deporte que nos apasiona a los dos.
Encontramos lo que se ajustaba a nuestras preferencias e hicimos la
correspondiente reserva.
Cuando llegaron
las benditas vacaciones fuimos al complejo que habíamos elegido,
compuesto por hotel y apartamentos, con servicios comunes para ambos,
entre ellos la animación infantil. Nosotros habíamos contratado un
apartamento, y el que nos tocó estaba muy bien. Era muy lindo,
distribuido en dos plantas, el salón y cocina abajo, y dos
habitaciones y un baño en la planta de arriba. Además un pequeño
jardín privado, en forma de L, rodeaba la zona del salón.
Lo mejor fue
comprobar que el propio complejo disponía de una cancha de tenis. Por
si esto era poco, al registrarnos, nos dijeron que había un club de
tenis de verano a una distancia de solo 5 kms, donde podríamos jugar
con otros aficionados a este deporte.
Las cosas
funcionaban de maravilla, pues a nuestros hijos los perdíamos de
vista prácticamente durante gran parte del día, y mi esposa y yo nos
jugábamos cada mañana nuestro partidito de tenis en la pista del
hotel. Además acudimos al pequeño club que nos habían indicado, en el
que yo me hice socio temporal, cosa que no hizo Cris, dado que allí
no había chicas dadas de alta. De este modo yo, por las tardes, iba
también a jugar al tenis, mientras Cris se quedaba en la piscina
bronceándose. Incluso, siempre que podíamos, los dos participábamos
también en los juegos que los animadores proponían para los adultos.
Una mañana,
volviendo de comprar el periódico, vi en la pista de tenis a una
mujer jugando con un chaval de unos 13 años que parecía ser su hijo.
De inmediato pensé que esa podía ser la posibilidad de que Cris
pudiera practicar con alguien que no fuera yo, dado que con los
hombres del club no quería. Me acerqué a la pista, con más
atrevimiento del habitual en mí, y la llamé. La mujer se acercó a la
verja que cerraba la pista y con una bonita sonrisa me preguntó qué
quería. Le expliqué el tema, invitándola a que jugara alguna vez con
mi mujer. A ella no le pareció mal la idea, aunque me advirtió que
hacía tiempo que no jugaba en serio. Me dijo que se llamaba Gabriela
y quedamos en que Cris la llamaría para quedar.
Inicialmente a
Cris no le pareció tan buena la propuesta, pero no fue difícil
convencerla, dado que no dejaba de ser una oportunidad para que ella
practicara con otro jugador que no fuera su ya más que conocido
marido. De modo que, al día siguiente, nuestro tradicional partido
matutino fue sustituido por uno entre ellas dos. Como no tenía nada
que hacer, decidí ir a verlas jugar. Ambas lucían una equipación
similar, pero contrastaban: Gabriela alta y delgada, rubia teñida y
de pelo corto, no demasiado guapa de cara, de rasgos duros, salvo sus
grandes ojos verdosos y con un busto muy sugerente. Cris, en cambio,
bastante más bajita, morena, de media melena, ojos color café y las
facciones de su rostro redondeadas, a la par que su cuerpo en
general, con el punto justo de carne y curvas para hacerlo muy
sensual.
Como todo hombre,
comencé a imaginarme como sería Gabriela desnuda, sobretodo sus
grandes tetas y su coño, que se me antojaba depilado, tal vez porque
así llevaba las cejas de sus ojos. Además, sin ningún motivo, me hice
la idea de que debía ser una fiera en la cama, algo en lo que Cris no
destacaba demasiado. No es que pensara intentar hacer algo con ella,
por supuesto, sólo era la simple fantasía masculina de tener otra
hembra a nuestra disposición.
Al acabar el
partido quedamos en tomar más tarde el aperitivo en uno de los bares
del hotel, en el que Gabriela también estaba hospedada. Mi esposa y
yo fuimos a hacer la compra del día y pasamos el resto de la mañana
ocupados con las actividades de los animadores.
A la hora
convenida nos acercamos al bar y pronto reconocí la silueta de
Gabriela, sentada frente a una de las mesas, junto a una figura
masculina. Reconozco que eso me sorprendió, pues me había hecho la
errónea idea de que ella estaba alojada en el hotel sólo con su hijo.
Gabriela nos lo presentó como Mikel, su marido, quien saludó a Cris
con un beso en la mano, en lugar del tradicional beso en la mejilla,
en un gesto de galantería que hoy ya no se lleva y que me sorprendió.
Durante la hora
que duró el encuentro, la voz cantante de la conversación la llevaron
las dos mujeres, primero reflexionando sobre la maldad del sistema de
vacaciones de tiempo compartido, y luego sobre la bondad del tenis
femenino. Los dos hombres, en cambio, apenas intervinimos. Yo me
dediqué al principio a examinar a Gabriela con más detenimiento,
buscando sus puntos más interesantes, hasta que me aburrí y me
concentré más en su marido. Mikel era, como su mujer, alto, de pelo
rubio y ensortijado, piel bastante bronceada y rasgos faciales muy
marcadamente masculinos, en el que destacaban sus ojos azul marino.
No es que entienda
mucho de tíos, pero me di cuenta rápidamente de que era de ese tipo
de hombre que físicamente gusta a las mujeres. Y también me percaté
que, al igual que yo con Gabriela, él se había concentrado en Cris a
la que, en silencio, estuvo observando con atención, descubriendo y
recreándose con los muchos atractivos que ella tiene. En un momento
dado nuestras miradas se cruzaron, dándose él cuenta de que le había
pillado in fraganti, analizando a mi esposa. Eso no le perturbó y me
sostuvo la mirada de un modo que me pareció desafiante, pero yo le
respondí de igual modo, intentando darle a entender que tuviera
cuidado en no entrar en territorio vedado.
A la hora de la
despedida yo lo hice con el típico ya nos veremos, pero Mikel
intervino, por primera vez, de un modo más directo, proponiendo una
cena esa misma noche. De poco me sirvió poner como excusa a los
niños, Mikel expuso que como a las 9 de la noche empezaba el
espectáculo infantil diario, nuestra hija de 12 años y el hijo de
ellos, de 13 años, podrían ocuparse de nuestro pequeño de 6, una vez
que todos ellos hubieran cenado. Además, cenando nosotros en el
propio hotel, les tendríamos cerca, ante cualquier eventualidad. No
me dio opción y tuve que aceptar a regañadientes, quedándome con la
amarga impresión de haber perdido un pulso con él.
Durante el resto
del día apenas hablamos de nuestros nuevos amigos. Sólo hubo un son
simpáticos ¿no? de Cris y una callada, y en parte falsa, afirmación
por mi parte. Como no ocurrió nada que evitara la cena, nos
preparamos para la misma. Cris se recogió el pelo, con un moño y dos
mechones en tirabuzón sobre sus sienes. Además se puso un traje rojo,
algo minifaldero, que le sienta muy bien. El caso es que se arregló
del mismo modo que lo hace siempre cuando salimos, pero a mí esa
noche no me gustó tanto, tenía la absurda sensación de que quería
impresionar a Mikel, y le pinché:
- Qué guapa te
has puesto esta noche, cariño.
- Como siempre
dijo ella, con total normalidad
- Pues no sé, yo
te veo hoy de un modo especial
- Muchas gracias,
eres tú que me miras con buenos ojos.
Ahí quedó la cosa,
pero yo acudí a la cena a disgusto y cabreado, como si fuera real que
Cris quisiera agradar al atractivo esposo de su nueva amiga.
Mi mal humor se
mantuvo en los prolegómenos de la cena, en las que me mostré muy
distante, todo lo contrario que Mikel, cuya encantadora sonrisa y
galantería hacia las dos mujeres me atacaba los nervios. Me serené
durante la cena, gracias a una charla amena y con la participación de
los cuatro. Fue en los postres cuando, hablando de nuestros puestos
de trabajo, supe que Gabriela trabajaba en un banco, al igual que
yo. Eso hizo que se separaran las conversaciones, Gabriela y yo por
un lado, Cris y Mikel por otro. Durante un rato la charla con
Gabriela sobre temas financieros ocupó mi mente, hasta que empecé a
notar que la conversación entre mi esposa y Mikel era acompañada por
risas de ambos. Mi atención comenzó a bailar entre atender, cada vez
con más esfuerzo, la seria conversación que yo mantenía con Gabriela
y la que mantenían ellos dos, contándose ambos anécdotas de la
juventud, y constatando el creciente atrevimiento de Mikel
acercándose a Cris, a la que cogía de los brazos, cada vez que, entre
risas, terminaban de contarse alguna de sus historias. La sangre se
me empezó a encender de nuevo, convencido de que ese sujeto intentaba
encandilar a mi esposa, incluso con demasiada osadía, y que ella,
aparentemente, le seguía el juego.
Por suerte, llegó
el momento de la animación nocturna para adultos, y puse como excusa,
para terminar la velada, la hora de acostarse del niño pequeño. Por
supuesto Mikel intentó prolongarla, pero fui inflexible y nos
despedimos hasta otro día. Ya en el apartamento, Cris, extrañada por
mi comportamiento, me preguntó si pasaba algo, a lo que lógicamente
le contesté que nada, que sólo era tarde. Pero no pude resistirme a
tantear su opinión sobre la velada:
- ¿Qué te ha
parecido la cena?
- Ha estado bien
¿no? dijo ella con aparente desinterés.
- Ah, ¿Y Mikel,
que te parece? Has estado toda la noche ocupándote de él.
Cris, no contestó
inmediatamente, pero acabó devolviéndome la puya:
- Bueno, es un
tío muy agradable, pero por lo que he visto tú también estabas
ocupado con Gabriela, ¿eh?
- Ya, pero
nuestra conversación era seria, de nuestros trabajos en el banco, no
como la vuestra, llena de bromitas, risitas.
y algo más.
- ¡Oye, oye! ¿A
donde quieres ir a parar? me preguntó Cris un tanto indignada.
- Pues eso, que
se os veía muy animados.
- ¿Qué pasa?
¿Tanto te ha molestado? Ya sabes cómo soy, me gusta contar mis
aventuras juveniles. A la gente le gusta escucharlas,
incluido a ti.
- No sé si el
Mikel ese estaba realmente interesado en eso.
La verdad es que
ni yo mismo sabía el porqué de tanta pregunta que sólo podía tener un
mal final. Cris me lanzó entonces una sonrisa socarrona, antes de
contestar burlona:
- ¿Qué pasa,
Mariano, te has puesto celosillo esta noche? ¿De verdad crees que me
interesa algo ese hombre?
- No sé, eso lo
sabrás tú.
Cris ahora sí se
enfadó de verdad, como era de suponer, y con un lacónico y
contundente Eres idiota se metió al baño preparándose para ir a la
cama. Y ahí se acabó la conversación esa noche.
Al día siguiente,
más calmado y arrepentido de mi tozuda gilipollez, la desperté con
los mimitos y caricias en la espalda que tanto le gustan, y le
propuse jugar juntos al tenis. El día transcurrió con total
normalidad, sobretodo porque no vimos a Gabriela y Mikel por las
zonas de hotel. A la hora de la cena, sin embargo, llamó Gabriela
para quedar con Cris la mañana siguiente, con lo que yo me perdía mi
partido con ella. Esa fue la primera vez que me arrepentí de haber
sido yo mismo el que había contactado con esa mujer.
En esa ocasión no
las quise ver jugar y me fui a la playa, que estaba justo frente al
hotel. Al terminar su partido Cris se reunió conmigo y allí
estuvimos hasta que el animador de turno del hotel apareció con un
montón de gente y una pelota de Volley-ball en las manos. Siendo
obvio que iban a jugarse partidillos de Volley-ball, allí en la
playa, fui a apuntarme rápidamente, invitando a Cris a hacer lo
mismo. Ella, vaguilla por naturaleza, rehusó al principio, pero al
final la convencí. Cuando el animador empezó a nombrar, al azar, los
jugadores de cada equipo, sonó un Mikel familiar casi a la vez que
el de Cris, los dos en el mismo team. Y allí apareció el odioso
individuo, luciendo su impactante bronceado. Tuve que saludarle con
una falsa sonrisa, notando que mi esposa lo hacía con algo de
nerviosismo.
Le tocó jugar
primero al equipo de ellos, pero al mío no, de modo que me dispuse a
ver el juego. Y como suele suceder en este deporte, los tantos
comenzaron a celebrarse con manifestaciones de alegría. Los
iniciales gritos y palmadas se fueron transformando, entre Cris y
Mikel, en abrazos, cada vez más contundentes, a la par que subía la
intensidad y emoción del match. Y yo me empecé de nuevo a quemar,
ante tanto contacto, más o menos directo, pues me daba cuenta de que
el cabrón de Mikel estaba aprovechando la ocasión para toquetear a
Cris, sin importarle lo más mínimo mi presencia.
El último punto
del partido, ganado por el equipo de Cris, acabó con un desborde de
alborozo generalizado, en el que destacó Mikel cogiendo a mi esposa
por la parte posterior de los muslos y subiéndosela por delante a
caballito. Cris no tuvo más opción que agarrarse del cuello de Mikel
para no caerse, mientras él la sujetaba por el culo. Al soltarse
nuestras miradas se cruzaron unos breves instantes, hablando por si
solas, en ella intentando justificarse y en mí reflejando un notable
enfado, mientras que Mikel se felicitaba con el resto de jugadores.
Intenté
concentrarme en el siguiente partido, en el que jugaba yo, pero fui
incapaz. Por un lado no quería perder de vista ni a Cris ni, por
supuesto, a ese cerdo que ya le había palpado el trasero. Pero lo
peor fue que empezó a fijarse en mi cabeza la imagen, recién vista,
de ella subida a él, y la obvia inocencia de esa estampa, derivada de
un lance de juego, cambió en mi mente a una morbosa postura sexual en
la que ambos se besaban mientras follaban. Y peor fue aun la erección
que empezó a asomar en mi polla, algo que me desconcertaba, pero me
costaba evitar, del mismo modo que me costaba ocultarla a los ojos de
los allí presentes. El resultado fue un nefasto partido, que encima
perdimos, y un regreso al apartamento con una clara sensación de
derrotismo, celos y a la vez excitación que me confundían, aumentando
mi mal humor.
Cris y yo no
hablamos del hecho durante la comida y por la tarde me fui al club de
tenis, con ánimo de calmar mis turbadas emociones, dejando a mi
esposa en la piscina. Sobra decir que en el tenis no me fue mucho
mejor que en el volley de la mañana, pero por lo menos esa imagen que
tenía grabada en el coco, se fue disipando.
Al volver, decidí
hablar con Cris de lo sucedido por la mañana, pero no la encontré en
casa. Tampoco la vi en la piscina, pero sí encontré a Gabriela, a
quien le pregunté si había visto a mi esposa. Cuando me dijo que
hacía un rato que se había ido de allí con Mikel, se me heló la
sangre. Casi sin despedirme de Gabriela, me fui corriendo a la playa,
donde tampoco los vi. Regresé a casa celoso perdido e imaginándome de
nuevo a los dos follando, y por ende, con una incomprensible y
terrible erección. La espera se hizo eterna, aunque sólo fueron unos
20 minutos, hasta que Cris apareció, toda risueña, portando un
pequeño paquete rojo en las manos. Me dio un piquito en los labios
saludándome con su tradicional hola cariñín, ¿Qué tal el tenis?.
Pero yo no estaba
ni para saluditos ni para tenis.
- Hola, ¿de donde
vienes? le pregunté con inicial indiferencia.
- De la piscina,
¿de donde va a ser?
- Pues yo no te
he visto en la piscina.
- No habrás
mirado bien.
Cris se mostraba
muy segura de si misma, sin saber lo que me había dicho Gabriela. Me
escamaba el que me mintiera e insistí:
- He mirado
perfectamente y tú no estabas allí.
- ¿Ah no? Bueno
¿Y donde estaba entonces?
- Tú sabrás. Eso
es lo que espero que me digas.
- ¿Qué te pasa?
¿Ya estás otra vez enfadado?
- ¡Tú me dirás! A
quien sí he visto en la piscina ha sido a Gabriela, y me ha dicho
que te ha visto irte de allí con Mikel.
- ¡Ah! ¡O sea que
es eso! Ya estamos de nuevo con el asuntito de de Mikel.
- Sí, últimamente
sale mucho el temita de ese tío.
- Pues ¿sabes lo
que te digo? Que pienses lo que te de la gana.
El caso es que, de
un modo cada vez más incomprensible, empecé a desear que realmente
hubiera hecho algo con Mikel. Y guié la conversación como si
efectivamente hubiera sido cierto:
- Pues claro que
te has ido con él, y no creo que haya sido precisamente para tomarte
un café.
- Ah ¿qué crees
entonces, que me he metido en la cama con él?
- Pues es muy
probable, después de los visto la otra noche y, sobretodo, lo de esta
mañana en la playa.
- Pero, ¿de
verdad que piensas que soy capaz de hace algo así?
Me estaba
excitando demasiado la idea de pensar que efectivamente había follado
con él, y eso hacía que siguiera con el tema, pese a que
conscientemente sabía que eso no había pasado seguro, aunque por lo
que me había dicho Gabriela sí sabía que se habían visto y mi mujer
seguía sin admitirlo. Volví al ataque:
- Sí, no lo
niegues. El tal Mikel está muy bueno ¿verdad? Si se te hace la boca
agua con él, y no sé si algo más. Ya me dirás que has estado haciendo
todo este tiempo con él. Seguro que has sido capaz hasta de
follártelo.
Esa última frase
fue demasiado. Cris, absolutamente indignada, cogió el paquetito e
iba a decirme algo, pero se lo pensó y finalmente contestó con toda
la crueldad que yo merecía:
- Pues sí ¿sabes?
He estado con él y me lo he tirado. Folla de miedo y tiene un pollón
sensacional - y añadió - ¡Cabrón!
Ella se fue al
dormitorio con un mosqueo de aupa, y yo al baño, dudando en aliviar
mi tensión emocional con una buena paja, mientras seguía
imaginándomelos jodiendo a lo bestia.
No volvimos a
dirigirnos la palabra esa noche e incluso yo me quedé a dormir en el
sofá del salón. Esa situación de distanciamiento ayudaba a hacerme
parecer que mis imaginaciones no eran tales, sino reales, lo que me
tenía en un trance de excitación sexual delicioso. En la soledad del
sofá, y antes de dormirme, me masturbé varias veces, entre imágenes
de Cris y Mikel follando en cualquier posición, pero no quise llegar
a correrme para mantener esas sensaciones placenteras.
Por la mañana se
mantuvo el silencio y yo comencé a pensar en el modo de acabar con
ese estúpido y absurdo enfado. Tras la comida Cris me dijo,
escuetamente, que se iba a la piscina, a lo que contesté que yo tenía
pista en el club de tenis a las 5. Justo cuando entraba al coche
para ir al club, recibí una llamada al móvil de uno de los colegas
del club comunicándome que hasta las 6 no había pista libre. Volví al
apartamento, dudando en aprovechar la espera para acercarme a la
piscina e intentar hablar con mi esposa, pero preferí salir al
jardincito a leer el periódico, hasta la hora de irme.
Al cuarto de hora
oí que se abría la puerta de casa. Supuse que era Cris y me propuse
hacer las paces, pero un tosido masculino me frenó.
- Vamos, démonos
prisa escuché decir a Cris
- Mujer, invítame
por lo menos a un café, ¿Por qué tanta prisa? La voz de Mikel
retumbó en mis oídos, más fuerte de lo que realmente sonaba.
Un tremendo
nerviosismo se apoderó de mí y bloqueó mi mente. Me acerqué a las
cortinas grises que impedían que entrara la luz del sol en el salón y
seguí escuchándoles.
- Toma, aquí te
dejo el paquete con el traje que le compraste ayer a Gabriela.
Intenta guardarlo antes de que ella llegue, no te pase lo de ayer.
- No temas,
tendré cuidado. No quiero arruinar el regalo de su cumpleaños.
- Perfecto.
Venga, es mejor que no nos demoremos mucho tiempo aquí.
- Y eso, ¿que
problema hay?
Cris tardó un
tiempo antes de contestar:
- Mariano se
enteró de que ayer por la tarde tú y yo nos vimos.
- ¿Cómo es eso?
la voz de Mikel sonaba a perplejidad, mientras yo ya había
conseguido, con todo el cuidado del mundo, asomarme ligeramente entre
las cortinas, lo suficiente para poder verles.
- Tu mujer le
dijo que me había ido contigo de la piscina. Se cabreó convencido de
que habíamos
bueno, ya me entiendes.
- ¿Follado?
- Más bien. Aún
no entiendo por qué ha llegado a esa conclusión. Es ridículo.
Una amplia sonrisa
afloró en la cara de Mikel, antes de contestar:
- Que raro que
haya reaccionado así.
- Mira, el
problema es que nos vio por la mañana en la playa, cuando me subiste
a horcajadas.
- Pero eso fue
una reacción espontánea, habíamos ganado el partido y
bueno, era
una celebración más.
- Ya, pues a mi
marido no le gustó. Podías haber sido algo menos impulsivo y más
respetuoso conmigo.
- ¿Y a ti Cris,
te molestó?
- ¿Y eso que más
da? Lo que no quiero es que sepa que has estado aquí. Es lo único que
faltaría, tal y como está.
La verdad es que
Cris no tenía ni idea de cómo estaba yo en ese momento, desde luego
enfadado no, pero sí expectante, viéndoles allí, en nuestro
apartamento, y creyéndose solos.
- Venga Cris,
sabes que Mariano no volverá hasta dentro de dos horas por lo menos.
Un cafelito, porfi.
- Esta bien
Mikel, un café y nos vamos.
Cris se fue a la
cocina y mientras se alejaba aprecié como Mikel le miraba con descaro
el trasero, frotándose ligeramente la entrepierna. El llevaba un jean
a medio muslo y una camiseta tipo baloncesto, de un color blanco que
remarcaba su piel bronceada. Mientras contemplaba a mi esposa, le
escuché decirse a si mismo en voz baja:
- Joder, qué rica
está esta mujer. Tengo que tirármela.
Al escucharle, mi
odio hacia él creció, pero mi imaginación voló de nuevo y volví a
verles follando ante mi, aunque sabía que eso no era posible. Cuando
mi esposa volvió, Mikel se dirigió de nuevo a ella:
- Hay una cosa
que no entiendo, Cris, ¿Por qué no le contaste a Mariano la verdad?
- Tenía intención
de decirle la verdad, pero se puso tan bruto e insensible que al
final no quise hacerlo. Con su comportamiento consiguió que
prefiriera dejarle con la duda de qué es lo que había hecho. Me
cabreó su desconfianza hacia mí y lo único que en ese momento quería
era que se jodiera. ¡Por gilipollas!
Mikel mantuvo un
pequeño silencio antes de lanzar con total seriedad un impensable
órdago:
- ¿Y si lo
hiciéramos realidad?
- ¿El qué? -
Contestó Cris sin percatarse de a qué se refería Mikel.
- Pues eso. Lo
que Mariano se ha creído.
- Pero que dices,
chalao Cris contestó pensando que Mikel estaba de broma, pero no
era esa la impresión que desde luego yo tenía.
- Vamos mujer,
¿acaso estoy tan mal? ¿No te resulto algo atractivo?
- Si hombre,
igual que Richard Gere.
- Y no conoces
mis otros atributos
- Pues claro,
como Nacho
¿Cómo se llama ese? Cris le seguía el juego a Mikel,
pensando que el le estaba vacilando.
- Vidal, Nacho
Vidal contestó él Mira, creo que soy capaz de hacerte disfrutar
un montón.
- ¿Qué sabrás tú
de cómo hacerme disfrutar? Anda no digas más chorradas y tómate el
café.
- Lo digo en
serio, ¿no quieres comprobarlo?
Cris adoptó en ese
momento una actitud más seria y pensativa. Se estaba por fin dando
cuenta de que Mikel no estaba de cachondeo. Y así se lo expuso:
- ¡Estás hablando
en serio! ¡Me estás proponiendo que echemos un polvo, aquí y ahora!
- Pues claro que
lo digo en serio. Estás muy buena Cris, me tienes loco de ganas,
tienes un cuerpo que rebosa sensualidad por todas partes, y estoy
deseando gozar y hacerte gozar.
Cris miraba como
ida a Mikel. Parecía que una lucha interior empezaba a celebrarse en
su interior. Yo ya no estaba seguro de qué quería más, si que ella le
rechazara o que aceptara la obscena invitación.
Mikel, menos
sonriente y más solemne, continuó su asedio:
- ¡Vamos! Solo
sería sexo y nada más que sexo.
El muy cabrón
estaba consiguiendo realmente camelarse a mi esposa y yo, por mi
parte, estaba deseoso de que mantuviera esa actitud de conquista que
me seguía pareciendo inútil. Pero Cris, al cabo de unos instantes,
contestó de un modo sorprendente:
- Reconozco que
eres un tío muy interesante y atractivo, eso es cierto, pero
Ese pero
suspensivo, lejos de una negativa tajante, abrió definitivamente la
puerta de la esperanza de Mikel de un modo más claro y él culminó su
seductor ataque, por supuesto, susurrándole al oído:
- Venga, anímate,
vamos a hacerlo realidad.
Cris apenas
balbuceó un nada convincente mejor que no y se le quedó mirando
fijamente a los ojos. Tanto Mikel como yo captamos en esa mirada que
ella ya quedaba a la espera de lo que Mikel hiciera. En realidad
prácticamente la tenía en el bote y sólo necesitaba dar un paso más
para vencer su ya mermada reticencia.
Acercó su boca a
la de Cris y le dio un suave beso en los labios, retirándose a
continuación y esperando la reacción de mi esposa. Cris se mantuvo
quieta, mirando a los ojos de su acompañante y entreabriendo los
labios. La invitación era clara y Mikel no la desaprovechó. Se acercó
de nuevo a ella y la besó de nuevo, ahora con más fuerza, manteniendo
unidos sus labios a los de ella, iniciándose después el juego de
lenguas entre ambos. Cris apoyó su mano sobre la nuca de Mikel,
acariciando suavemente su pelo rubio, confirmando su consentimiento a
ese beso más apasionado.
Yo estaba
alucinando con el comportamiento de Cris. Mi fantasía de los dos
últimos días empezaba a tomar forma real y el cosquilleo en mi
estómago y mi erección se acentuaba, imaginando que posiblemente en
algunos minutos esa especie de cerdo gigoló se estuviera follando a
mi esposa sin ningún miramiento. Y no tenía ni fuerzas ni ganas de
impedirlo.
Mikel seguía
asediando a Cris. Sin dejar de besarla, su mano derecha recorrió
rápidamente el trecho de su rizado cabello al nacimiento de su pecho
izquierdo. Aguardó unos instantes antes de alcanzarlo y empezar a
manosearlo por encima del bikini, lenta pero de forma continuada.
Después la deslizó de nuevo a la parte posterior del cuello y le
soltó el nudo. El pecho izquierdo de mi esposa quedó parcialmente al
descubierto, mientras que el derecho yo no podía verlo pues el cuerpo
fornido de Mikel me tapaba. Mikel lo destapó del todo, aunque él aun
no podía observar la gran areola en la que apenas sobresalía el
pezón, pues seguía entretenido en excitar a mi esposa besándola. Se
entretuvo un buen rato sobando y pellizcando el pezón que empezó a
crecer de tamaño, mostrando la evidencia de la excitación de Cris.
Su siguiente maniobra fue soltar el pareo que Cris llevaba anudado a
la cintura y retirarlo. Estaba claro que su siguiente objetivo ya
sería la zona del coño de mi mujer. Cris llevaba un bikini de
diminutos cuadros rosas y blancos, de esos que se sujetan con lazos
en la cintura.
Los dedos de Mikel
jugaron maniobrando en el lazo que tenía más a su alcance,
acariciando de vez en cuando suavemente la piel desnuda de su cuerpo.
Cuando inició la tarea de desanudar el lazo, Cris le cogió la mano,
cómo queriendo darle a entender que por ahí no quería seguir. Mikel
no se inmutó y no solo terminó de desatar el lazo sino que, una vez
libre la tela, la desplazó, dejando al descubierto buena parte del
coño de Cris. Ya la tenía prácticamente desnuda y dispuesta, la
follada se avecinaba, para su placer y el mío. Dejó de besarla y se
levantó, apartándose ligeramente para poder contemplar su desnudez.
Las tetas, algo caídas, por la posición sentada de Cris en el sofá,
estaban por completo al descubierto, con sus pezones totalmente
erectos, pero lo mejor era la visión parcial de su chocho. Cris tiene
un sexo que de forma natural está escasamente poblado en la zona del
pubis, mientras que de su raja nace una buena cantidad de vellos
largos que se desplazan hacia los lados, pero que no ocultan sus
labios vaginales. Mikel contemplaba, seguramente embelesado, el coño
de mi mujer, cuyo rostro había tomado un ligero color carmesí de
vergüenza. No pudo resistirse a la tentación y se lanzó a por él.
Durante unos minutos se dedicó a tocarle y luego a comerle el coño,
aunque yo solo podía ver las reacciones de ella pues el propio Mikel
tapaba con su cabeza mi ángulo de visión. Pero Mikel debía hacerlo
muy bien, ya que Cris comenzó a gemir de una manera pronunciada
mientras los movimientos de Mikel indicaban que le estaba lamiendo
repetidamente de arriba a abajo la raja de su coño, hasta que en un
determinado momento él debió concentrase en su clítoris, porque los
gemidos se acentuaron y mi esposa le agarró de los pelos con fuerza.
Mikel debía estar disfrutando enormemente al haber conseguido que
Cris se retorciera de placer. Dominaba la situación y preparaba con
arte el terreno para tirársela a continuación. Su recompensa fue
total cuando Cris echó la cabeza atrás y con un grito espectacular se
corríó entre los labios de su amante.
Mikel aún se
entretuvo un rato en lamer y degustar el resultado del orgasmo que
había conseguido arrancar a mi esposa, mientras ella se apaciguaba.
Después se levantó y se apartó de ella. Mientras le comía el coño,
había conseguido quitarle la parte inferior del bikini y la había
desplazado hacia el borde del sofá. Cris se mantenía sentada, con las
piernas abiertas y el coño completamente expuesto, mucho más abultado
y sobretodo húmedo, invitando a una brutal penetración.
Mikel dejó que
Cris se recuperara antes de hablarle:
- Veo que te ha
gustado, Te dije que te haría disfrutar.
- Esto es una
locura Mikel, tenemos que parar- Cris parecía comenzar a
arrepentirse, pero era obvio que Mikel no iba a conformarse con eso,
tenía que seguir hasta conseguir follársela.
- ¿Y yo, qué? ¿No
merezco algo igual?
¡Era increíble! El
muy cabrón le estaba pidiendo a mi mujer una mamada, eso era algo que
no se me había ni pasado por la cabeza, pero pensar en esa
posibilidad me puso aun más en vilo. Volví a pensar que ese era el
momento en el que podía pararlo todo o dejar que los acontecimientos
siguieran su curso hasta quien sabe donde. No moví un pelo.
- Yo no hago eso
contestó Cris sin dudar.
La verdad es que a
ella no le gustaba el sexo oral. Según me había contado lo había
hecho algunas veces con su primera pareja, con la que había convivido
varios años, pero me decía que le desagradaba. Yo siempre había
respetado sus objeciones.
Me pareció que
Mikel sonreía falsamente ante la respuesta de ella. Tal vez había
visto cortadas algunas de sus pretensiones, pero desde luego mantenía
el objetivo básico que era tirarse a mi mujer.
- Bueno pues deja
que te haga el amor- contestó.
¡Qué cabrón! Qué
expresión tan suave había usado para decirle que lo que quería era
follársela. Cris le miró de nuevo a los ojos y sonrió, confirmado su
consentimiento:
- De acuerdo
dijo pero rápido.
Mikel comenzó a
desabrocharse el cinturón de sus cortos jeans. El momento de la
follada se aproximaba y mi estado de tensión y excitación creo que
eran superiores a los del tío que en breve iba a metérsela a mi
mujer.
El cabroncete se
puso frente a Cris, tapándome la visión de mi esposa. Para mi mala
suerte solo podía ver el cuerpo de espaldas de Mikel, impidiéndome
contemplar lo que él estaba haciendo, hasta que Cris comentó como
sorprendida:
- Nunca había
visto una cosa así.
- ¿No ves
películas porno?
- He visto alguna
pero hace años, cuando era joven.
- Pues lo que ves
es bastante normal en esas pelis.
Estaba claro que
Mikel se había sacado la verga y, por las palabras de ambos, me
pareció entender que debía tener un notable tamaño. Y ahí estaba mi
mujer, contemplando el enorme rabo que le iba a entrar por completo
en el coño.
- ¿Te importa que
me la menee un poco, mientras te miro, antes de empezar? Así
adquirirá un mayor grosor.
- Vale, pero no
te demores contestó mi chica.
Y Mikel comenzó a
masturbarse. Podía contemplar los movimientos de su brazo derecho,
maniobrando en su entrepierna, aunque seguía sin poder ver apenas a
Cris, ni la polla de Mikel. Entonces él me sorprendió:
- Eso es, muy
bien, mastúrbate tú también.
Esas palabras
fueron un golpe bajo para mí ¡Se estaban masturbando los dos! Jamás
había visto a Cris hacer algo así. Bueno tampoco lo estaba viendo en
ese momento, pero era obvio que lo estaba haciendo. Mi esposa
comenzaba a ser una auténtica caja de sorpresas.
Poco después Mikel
se bajó un poco más los pantalones, dejando medio descubierto su
culo, que desde luego aparecía mucho menos bronceado que el resto de
su cuerpo. Lo que sí me extrañó es que sus dos manos quedaran en
jarras en su cintura y que empezara a suspirar. Eso no podía
significar otra cosa que ahora era Cris la que se la estaba
meneando. La polla de Mikel debía ser muy tentadora para que ella se
hubiera atrevido ya no solo a tocarla sino, sobretodo, a pajearle.
Pero los suspiros y gemidos del muy cabrón eran notables, señal de
que mi esposa debía estar haciendo muy bien el trabajo. Tanto que en
un momento dado suspiró muy profundamente echando sus manos a la nuca
y arqueándose hacia atrás. Y con voz medio entrecortada exclamó:
- Joder, Cris,
qué maravilla. ¡Vamos, continúa!
Ese tono de voz y
los gemidos prolongados que emitió a continuación, indicaban que
estaba disfrutando de verdad del pajote que le estaba haciendo mi
mujer. Yo estaba deseando que Mikel se moviera para poder contemplar
esa habilidad de ella sobre su polla, pero en lugar de eso lo que
sucedió fue mucho más sorprendente, cuando Cris agarró los jeans y
slips de Mikel y los bajó aún más, a medio muslo, manteniendo después
ambas manos apoyadas sobre su culo desnudo.
Viendo que tanto
las manos de ella como las de él no maniobraban en la verga del tío,
me di cuenta de la dura realidad de lo qué estaba pasando. ¡No podía
ser cierto! ¡Mi esposa se la estaba chupando a ese cerdo! No cabía
otra posibilidad, Cris le estaba comiendo el rabo, y además Mikel
movía lentamente, entre gemidos, su cuerpo de atrás a adelante, de un
modo que hasta parecía que era él quien le estaba follando a ella
con suavidad la boca. Ahora entendía su gemido prolongado cuando se
echó las manos a la nuca y sus palabras pletóricas de satisfacción, y
no era de extrañar, pues meter la polla en la boquita de mi mujer era
todo un manjar, del que yo, desgraciadamente, aún no había podido
disfrutar.
Los suspiros de
Mikel comenzaron a mezclarse con unos pequeños mmm que soltaba Cris,
y que indicaban que a ella, lejos de incomodarla, parecía gustarle
mamar la picha de ese cabrón.
Me costaba
entender como ella podía haber llegado hasta ahí. Había sido genial
imaginarme a mi esposa follar con Mikel, pero lo de tener la certeza
de que le estaba comiendo la verga a otro tío a apenas dos metros de
mí y sin yo poder verlo directamente me estaba llevando al limite de
la ansiedad y excitación. Debía hacer auténticos esfuerzos para no
correrme, incluso sin tocarme la polla. Todo mi afán era ya evitar la
figura de Mikel que me tapaba e impedía ver la mamada con la que le
estaba obsequiando mi esposa. Tenía que arriesgarme a ir al otro
portón que formaba la L de acceso al jardín en el que me encontraba,
y que también manteníamos abierto y con casi toda la cortina echada.
La dificultad consistía en que debía atravesar la estrecha zona por
la que entraba la luz del sol directamente en el salón y eso
produciría una sombra que podía descubrir mi presencia. Con los
nervios a flor de piel y con la apremiante urgencia de poder ver a
Cris chupándole la polla a Mikel antes de que él empezara a
follársela, me alejé lo más que pude al fondo del pequeño jardincillo
y crucé a toda prisa la zona peligrosa. Esperé unos momentos que se
me hicieron eternos antes de asomarme con igual cautela por detrás de
la cortina gris, temiendo que ellos hubieran podido notar algo y
hubieran parado.
La visión que tuve
me sobrecogió. Cris permanecía sentada con la cabeza inclinada hacia
el techo y chupando con devoción uno de los huevos de Mikel, cuya
polla, completamente empalmada, se apoyaba sobre el rostro de mi
esposa, hasta llegar a su frente. No era tan grande como había
supuesto, aunque tenía buen tamaño, pero lo que me sorprendió era que
no había ni asomo de vello ni en su pubis ni en sus cojones. Toda la
zona de sus genitales estaba completamente depilada. Eso debió ser lo
que había llamado la atención de mi mujer y seguramente era lo que
más le atraía de esa verga que tenía a su completa disposición y a la
que seguía dando gusto, alternando las lamidas en las dos pelotas de
Mikel. Al poco su lengua fue recorriendo toda la longitud de la base
de su polla hasta coronar el capullo, babeante de líquido preseminal.
Una vez hecho el recorrido, engulló la mitad del tronco, provocando
un nuevo y prolongado gemido de Mikel que, de inmediato, comenzó de
nuevo a cimbrear su cuerpo, tal y como lo hacía cuando le veía de
espaldas, intentando penetrar aún más entre los labios de ella. Era
sorprendente ver como Cris no sólo se acoplaba al ritmo lento de los
empujones de Mikel, sino que chupaba y mamaba con ganas el duro trozo
de carne que tenía en su boca.
Cuando los
movimientos y gemidos de Mikel se aceleraron, Cris se la sacó de la
boca y de un modo sorprendentemente soez, para su forma de hablar,
le dijo:
- Vamos Mikel,
fóllame de una vez y se echó hacia atrás abriendo su sexo a él -
Métemela entera en el chocho y demuéstrame lo que puedes hacerme
gozar.
- Por favor Cris
- contestó él sólo un poquito más, es maravilloso como envuelves
con tu lengua mi polla, la chupas de maravilla.
- No me adules,
en realidad hace años que no lo hago y han sido pocas las veces que
lo he hecho.
- No me lo creo,
Mariano debe disfrutar mucho. Venga sólo unas chupaditas más.
Temí que Cris me
humillara diciéndole que a mí nunca me lo había hecho, pero por
suerte no contestó, limitándose a acercarse a él y a tragarse de
nuevo su cipote, reiniciando la mamada interrumpida. Fueron unos dos
o tres minutos en los que Cris le mamó y pajeó, supongo que con
destreza, porque los suspiros y la fuerza de los movimientos de Mikel
se fueren acrecentando hasta límites peligrosos, cosa de la que Cris
se dio cuenta. Se sacó de nuevo la polla de su boca aunque sin dejar
de masturbarle lentamente, cómo intentando que no perdiera su tamaño
y dureza. Entonces se dirigió de nuevo a él:
- ¡Ya vale! Creo
que te estás animando demasiado.
- Ay, Cris,
quiero correrme, - contestó Mikel después de ahogar un largo suspiro.
- ¿Ahora? ¿Pero,
no me querías a follar?
- Y sigo
queriendo, pero después, ahora quiero acabar, me encanta como me la
chupas.
- Ya, ya me estoy
dando cuenta, pero no me atrae la idea de que me lo eches mientras te
la chupo. Nunca lo he hecho y no tengo intención de hacerlo ahora,
contigo.
A mí me pareció
que se iluminaba el rostro de Mikel cuando se dio cuenta de que él
podía ser el primero en darle a probar a Cris el semen de un macho, y
continuó insistiendo con todo el poder de persuasión posible:
- Vamos Cris, por
favor, no me dejes con las ganas, déjame que me corra en tu boca.
Dame ese gusto por favor. Verás que no es tan malo.
Mi esposa no lo
tenía nada claro. Mikel insistió de nuevo:
- ¡Anda! Sigue
chupándomela.
Cris soltó la
polla de Mikel. Dudaba, con la punta de la verga a escasos
centímetros de distancia de sus labios, y mirando a Mikel que
permanecía expectante y se pajeaba con prudencia. Fueron unos
segundos eternos de tensión hasta que finalmente, con un gesto de
resignación, pero igualmente decidida, ella contestó:
- Venga.
Fue una sola e
inesperada palabra, pero para mí significaba probablemente la mayor y
más humillante traición que una esposa puede hacer a su marido. En
cambio para Mikel conseguir que ella hubiera accedido, y encima con
cierto recelo, a que él le llenara la boca con su leche, era el éxito
total, el mayor trofeo posible para un conquistador de mujeres
casadas y más aun si él iba a ser el primero en hacerle probar el
semen de un hombre.
Cris capturó de
nuevo entre sus labios el inflamado glande de la verga de Mikel y le
agarró con ambas manos por el trasero, dejándole la iniciativa para
que él fuera el que se ocupara de elegir la manera en la quería
llegar a su orgasmo. Y Mikel, sin dejar de sonreír y mirar
directamente a los ojos de mi mujer, comenzó a moverse bombeando su
polla en la boca de mi esposa, lentamente al principio, disfrutando
de los momentos previos a la llegada del climax, e incrementando
después el ritmo, entre continuos gemidos y suspiros. Apoyó sus dos
manos en la cabeza de ella para ajustar mejor sus embestidas,
follándosela por la boca sin parar, hasta que tras un par de
empujones más profundos, gimió prolongadamente y estalló. Cris sintió
el impacto del primer chorro de leche recibido en su paladar, lo noté
porque involuntariamente su rostro dio un ligero respingo hacia
atrás. Reaccionó de igual modo, mientras Mikel gritaba de gusto, al
recibir sus siguientes andanadas de semen. El tío debió soltar unos
cuatro buenos escupitajos iniciales. El resto de su eyaculación debió
ser menos abundante y Cris lo soportó ya sin pestañear, hasta que se
le llenó la boca de leche y como él no se decidía aún a sacársela,
decidió tragarse todo el líquido, algo que hizo sin dar siquiera
muestras de asco alguno.
Poco a poco los
suspiros de Mikel fueron cesando y su respiración se calmó a la par
que bajaba su erección y quitaba sus manos de la cabeza de mi esposa.
De inmediato Cris se retiró, soltando la polla morcillona que quedó
colgando y goteando algún último resto del semen que había descargado
con absoluto deleite entre los labios de ella.
Yo ya llevaba
demasiado tiempo evitando soltar mi leche, pero fue en ese momento,
viendo la polla aún babeante que me había ultrajado de un modo tan
obsceno y humillante con mi propia mujer, cuando también me corrí,
aunque tuve que morderme los labios para no soltar ruido alguno.
- ¿Contento? -
Dijo Cris a un Mikel todavía trastornado por el placer obtenido.
- Más que eso, me
tiemblan las piernas y de hecho se sentó en el sofá - ¡Que corrida!
Ha sido de libro.
- ¿Y ahora qué?
¿Me vas a dejar así? Ahora soy yo la que quiere correrse sintiendo tu
polla en mi coño, así que tendrás que dar el do de pecho
machote.
- No te apures,
me recupero pronto.
A mí ya casi ni me
sorprendía la actitud tan directa de mi esposa. Se había volcado por
completo a esa sesión de sexo con el atractivo Mikel y era normal que
quisiera obtener todo su disfrute de él. Cris, ahora de pie y
totalmente desnuda, le miraba expectante, deseando o más bien
necesitando la recuperación de su amante improvisado para poder gozar
de una buena follada.
En ese momento
sonó el timbre de la puerta, lo que hizo que cundiese el nerviosismo
tanto en ellos como en mí mismo y, sobretodo, la desagradable
sensación de ver frustradas las perspectivas que todos teníamos. Cris
reaccionó con la típica celeridad femenina:
- Deben ser los
niños. Abre tú Mikel, por favor, mientras yo subo a arreglarme y
desapareció de mi vista, escaleras arriba, portando su bikini y el
pareo.
El propio Mikel se
adecentó como pudo, mientras sonaba el timbre por segunda vez, y fue
a abrir. Pero no eran los niños precisamente. El saludo de Mikel fue
toda una sorpresa para mí:
- Hombre Octavio,
¿qué haces tú por aquí?
- ¿Qué tal Mikel?
Venía a ver si me llevaba Mariano al club de tenis. Mi esposa quiere
ir al pueblo de compras y pensaba llevarse ella nuestro coche.
- ¡Ah! Yo creía
que ya estabais ya allí.
- No. Es que
hasta las 6 no había pista ¿Y Mariano?
- Pues no sé,
aquí no está, supongo que ya estará en el club.
Si el gilipollas
supiera que estaba ahí al lado y que tenía tantas ganas como él de
que se follara a mi esposa. Pero la aparición de Octavio parecía que
iba a echar a perder todos los planes.
Octavio se
hospedaba en el hotel y era conocido por todos los que éramos
participantes habituales a los juegos de los animadores. Era el
típico tío superdeportista, guaperas y chulito, el que ganaba casi
todos los concursos de animación que se hacían en el hotel, incluido
el del mister, por no hablar del tenis, en el que era sin duda el
mejor del grupito del club. De unos 35 años, alto y delgado, moreno,
con el pelo cortado al uno y algo musculoso, no era un tipo que me
cayera excesivamente bien. Nunca le había visto con nadie, ni mujer
ni hijos, por lo que no sabía si estaba en el hotel solo o
acompañado.
Evidentemente él
se debió sorprender al ver a Mikel en mi apartamento, y más aún sin
llevar tan siquiera la camiseta, que no se había llegado a poner.
- Y tú, Mikel
¿Qué haces aquí? Le preguntó con toda la curiosidad del mundo.
Por unos instantes
Mikel no supo qué contestar, resignado y molesto porque los planes se
le habían torcido, pero los recursos de ese individuo parecían ser
inagotables y en vez de buscar excusas estúpidas le dijo en voz baja:
- Joder tío, no
te lo vas a creer. Estaba a punto de follarme a Cris, la mujer de
Mariano.
Por supuesto
Octavio pensó que Mikel iba de farol, y con una sonrisa guasona le
contestó:
- ¡Anda ya,
fantasmón! Siempre con tus aires de conquistador de mujeres
- ¡Que sí tío!
Iba a metérsela cuando has llegado tú.
- ¡Qué me dices!
¿De verdad? Vamos, no digas chorradas. Pero si esa hembra está
buenísima.
- Tan verdad como
que ya me ha hecho una mamada de campeonato. Ahora está arriba,
vistiéndose y limpiándose la boca del semen que le he echado.
- ¿Me vas a decir
que también te has corrido en su boca?
- Pues sí, al
principio no quería, pero al final la he convencido y se lo ha
tragado todo. Ni te imaginas como la chupa esta mujer.
Noté que Octavio
se estaba empalmando con las palabras de Mikel, al igual que yo. Su
pantalón de tenis no le permitía disimular una creciente erección.
Por supuesto se estaba imaginando la escena, pero no por ello se
creía lo que Mikel le contaba.
- ¡Venga ya! Te
estás quedando conmigo. Como te vas a follar a la esposa de Mariano,
y encima aquí, en su propio apartamento.
- Sé que parece
imposible, pero es verdad. Es una mujer muy caliente, sólo hay que
saber llevarla al huerto con tacto y en un atisbo de obscena
lucidez, a Mikel se le ocurrió algo impensable - ¿Quieres ver cómo me
la tiro?
- ¡Y dale!
Octavio estaba cada vez más interesado en lo que le decía su amigo -
¡A ver, tío! ¿Cómo hago para verlo?
Mikel escudriñó la
estancia y finalmente dijo, con seguridad:
- Sal al jardín y
por detrás de la cortina podrás asomarte. Pero date prisa, porque
Cris va a volver de un momento a otro.
Octavio apenas lo
dudó unos breves instantes, tan pocos que a mí casi ni me dio tiempo
a preocuparme de ser descubierto, cosa que habría pasado si él
hubiera salido por donde yo estaba, pero tuve la suerte de que lo
hizo por la otra parte del jardín, aquella en la que yo había
comenzado mi sesión de mirón.
Apenas tres
minutos después, Cris bajó al salón. Se había retocado y llevaba
puesto de nuevo el bikini y el pareo anudado a la cintura.
- ¿Dónde están
los niños? preguntó, incluso antes de terminar de bajar.
- No eran ellos,
Cris. Era Octavio, uno de los del tenis. Preguntaba por Mariano, pero
le he dicho que no estaba aquí y se ha marchado.
Me resultó curioso
que a Cris no le extrañara esa visita, pero tampoco pensé mucho en
ello. Estaba concentrado en los movimientos que, sin duda, iba a
hacer Mikel para follársela y en si ella, menos caliente por la pausa
forzada, iba a ser capaz de seguir poniéndome los cuernos. Y sin
embargo fue Cris la que, sorprendiendo incluso al propio Mikel, tomó
la iniciativa:
- Bueno, parece
que la fiesta va a poder continuar ¿no Mikel? y mientras se
agachaba hacia él para acariciarle con suavidad la polla por encima
del pantaloncillo, añadió:
- Y nuestro
amiguito pelao ¿Qué tal? ¿Ya se ha repuesto del esfuerzo anterior?
Aún tiene una tarea pendiente, no se te olvide.
Las palabras de
Cris fueron mágicas. Mikel la atrajo hacia así, haciendo que se
arrodillara en el sofá, y de nuevo le besó en la boca, pero esta vez
con furia, cogiéndola de la cabeza y hundiendo su lengua entre los
labios de mi esposa, que respondió con igual ardor. Yo seguía
sorprendido por la actitud de Cris, y supongo que Octavio igual o más
aún que yo, comprobando que lo que le había contado Mikel era cierto.
Las manos de Cris destaparon de nuevo la verga de Mikel,
efectivamente ya repuesta y espléndidamente trempada, obsequiándole
con una nueva paja y preparando el terreno para que se la follara, o
no sé si mejor decir que para que ella se le follara a él, viendo las
ganas que mi esposa ponía en la tarea. Mikel soltó con gran rapidez
todos los lazos de las prendas que vestían a Cris, el pareo y el
bikini. Parecía que ahora era a él al que le acuciaba la urgencia de
terminar cuanto antes, tal vez por la excitación de ver a una Cris
totalmente volcada y entregada a él, o tal vez incluso por el morbo
de saber que estaban siendo vistos por Octavio.
Cris dejó de
morrearse con Mikel para soltar un Ya no puedo más. Guió la polla
de su amante a la entrada de su chocho y dejándose caer de golpe,
forzó la entrada de la verga en su interior. Dos largos quejidos
simultáneos de ambos, a medias entre el gusto y el dolor, acompañaron
la brutal y directa penetración. Durante un rato permanecieron
inmóviles y en silencio, disfrutando y acomodándose a la excitante
invasión. Fue mi esposa la que inició el ritmo de la follada,
agarrándose al pelo de Mikel para hacer subir y bajar su cuerpo,
resbalando sobre la polla de ese cabrón. Ahora ya no se quejaban,
eran gemidos y suspiros de puro gozo, mientras aumentaban el ritmo de
los movimientos. Cris, que seguía manejándolo todo, atrajo la cara de
Mikel hacia su cuerpo encerrándola entre sus pechos. Por supuesto él
aceptó la invitación y succionó los grandes y erizados pezones de
ella a la par que amasaba sus dos mamas con ambas manos.
El polvo se tornó
frenético y salvaje, todo un lujo para un recién descubierto voyeur
como yo, pero quizás no tanto para un excitado Octavio que debió
pensar, con toda la lógica del mundo, que podía sacar más partido de
esa situación que sólo mirar. Y entró en la estancia con cautela, con
el torso desnudo e intentando no hacer ruido, mientras se meneaba la
verga por fuera del pantalón. Se arrimó a la espalda de mi mujer,
desconocedora, en el fragor de su propia batalla de sexo con Mikel,
de las turbias intenciones de este nuevo indeseable sujeto que tenía
la obvia intención de tirársela también.
Octavio pegó su
cuerpo al de Cris, abrazándola por detrás y sus traviesas manos
empezaron a compartir con las de Mikel las tetas de mi esposa. Mi
perplejidad era ya absoluta, viendo que Cris ni se inmutaba con el
contacto del otro individuo. Era evidente que la follada con Mikel la
tenía muy caliente, pero no pensaba que pudiera ser suficiente como
para no darse cuenta del contacto con otro tío, cuya verga erecta se
apoyaba sobre el nacimiento de su espalda. Parecía como si le
estuviera esperando. Octavio estimó oportuno entretenerse besándola
en las inmediaciones de su oreja y Cris reaccionó volteando la cabeza
para corresponderle. Y fue ahí, al encontrarse sus labios con los del
invasor, cuando ella pareció salir del trance, apartándose con un
grito y con tanta brusquedad que tanto ella como Mikel debieron
hacerse daño por la rapidez con que la polla había abandonado el
preciado recinto en el que se encontraba.
Sentada junto a
Mikel, y más sorprendida que irritada, observaba a Octavio frente a
ellos, sin duda cohibido por la repentina espantada de Cris. Se había
guardado su cipote como buenamente había podido, aunque los signos de
su erección no se podían disimular.
- ¿Qué es esto?
preguntó Cris, más al aire que a los dos hombres que estaban con
ella.
Hubo un silencio
que por supuesto rompió Mikel con su ya habitual franqueza y
blandiendo su sonrisa:
- Le dije a
Octavio que tú y yo íbamos a follar y, como no se lo creía, le invité
a vernos desde el jardín. No pensaba que fuera a intervenir pero ya
ves, parece que no solo me deslumbras a mí.
Ni Octavio ni mi
esposa sabían qué decir, pero Mikel había tomado el control, y
continuó:
- Oye, ¿y por qué
no te lo montas con los dos, Cris? Total, nada va a cambiar, va a
seguir siendo sexo, los cuernos a tu marido van a ser cuernos de
todos modos, pero será una experiencia por completo nueva para ti.
Además Octavio tampoco está mal. Es el tío guapo de aquí.
A mi ya no me
sorprendía nada de lo que planteaba Mikel, que incluso parecía tener
más experiencia en el tema del sexo de lo que yo mismo imaginaba. De
inmediato mi imaginación voló viendo a mi esposa, como en las pelis
porno, chupando alternativamente las pollas de los dos tíos que tenía
allí y más, mucho más.
No sé si ella
pensó del mismo modo, pero, tras reflexionar, una sonrisa picarona
anunció su consentimiento:
- ¿Y por qué no?
Ya estuve a punto de hacerlo una vez, antes de conocer a Mariano, y
me lo perdí.
Con esas palabras
mi esposa me abrió tres años de notable oscuridad en su vida sexual,
entre la separación de su primera pareja y el encuentro conmigo.
Nunca había entrado en los detalles sexuales de ese período,
intentando mostrarse conmigo con un cierto tradicionalismo que ahora
me parecía cada vez más falso.
Cris continuó:
- Me atrae la idea
de tener dos pollas para mí. Y además, ya estoy harta de tanta
interrupción y, dirigiéndose a Octavio añadió:
- Tú, ven para
acá y continúa con lo que estabas haciendo.
Octavio se echó de
inmediato sobre Cris y la besó en la boca, mientras sus manos se
deslizaban muslos arriba buscando la mágica hendidura de su chocho,
todo mojado tras la follada con Mikel. Este último se pajeaba viendo
a la pareja, de igual modo que lo hacía yo desde mi escondite. Las
caricias de Octavio en el sexo de mi esposa la incitaron con
prontitud a querer ser follada de nuevo. Ella misma tomó la
iniciativa, se incorporó y sin dejar de besar a Octavio, le sentó, le
sacó la picha del pantalón y se acomodó sobre él, envainando la polla
en su coño, esta vez más lentamente de cómo lo hizo con Mikel.
Octavio puso sus manos en las nalgas de mi esposa y comenzó a
follársela, subiendo y bajando el cuerpo de ella sobre él, aunque
pronto la que impuso el ritmo fue ella misma.
Mikel se les
acercó y arrimó la cara al trasero de mi mujer. No lo veía pero los
movimientos indicaban que el tío le estaba chupeteando el ojete, sin
duda preparándola para la posterior penetración. Cris gemía cada vez
que hundía su cuerpo sobre la polla de Octavio, y solo paró cuando
sintió la picha de Mikel abrirse paso en su ano. No era habitual
entre nosotros hacer sexo anal, por lo que no fue fácil la
penetración. Cris, por momentos, retrocedía al sentir el pollón del
rubio individuo invadir su ano, hasta que por fin éste consiguió su
objetivo y la ensartó por completo. A partir de ese momento mi esposa
fue manejada a su antojo por los dos folladores en un polvo brutal de
al menos diez minutos en el que los dos machos que la penetraban se
movieron con una fuerza impresionante haciéndola gritar de puro gozo,
hasta que le arrancaron el deseado orgasmo en medio de un chillido
ronco y prolongado. Ambos mantuvieron el bombeo, hasta que Mikel pegó
un empujón tremendo que dejó a Cris por completo emparedada entre los
dos tíos, y se derramó en su culo, bufando como un salvaje.
Al salirse Mikel
de mi esposa, ella aprovechó para despegarse de Octavio. Medio
desfallecidos, ambos se sentaron, Cris junto a Octavio y Mikel en un
pequeño sillón, algo más alejado de ellos. Octavio, sin dejar de
masturbarse, esperó con paciencia que mi mujer se recuperara de su
orgasmo. Después se incorporó y se puso frente a ella, con su cipote
en pleno apogeo. Con evidente tono imperativo le indicó:
- Quiero que me
la chupes.
- ¡Joder con
vosotros, los tíos! Siempre queréis lo mismo. ¡Qué manía! contestó
ella, casi sin mirarle.
Cris aún no había
visto lo que él le presentaba, aunque ya lo había tenido dentro de
ella, una polla de tamaño similar a la de Mikel, pero más oscura de
color e igualmente desprovista de vello alguno. Yo ya sabía que ella
iba a aceptar de nuevo meterse en la boca la verga de otro tío. Había
tenido una sesión de sexo intensa y Octavio merecía la recompensa por
habérsela follado tan dignamente. Mirándole directamente a los ojos,
añadió:
- ¡Está bien!
¡Vamos allá!
Se arrodilló y se
encontró ante su cara con la picha de Octavio, babeante y dispuesta.
- ¡Vaya! ¡Qué
tenemos aquí! Otra polla calvita. Debes ser una moda. Me gusta, es
tan interesante y tentadora como la de Mikel.
Sin más
miramientos agarró la polla del tío y empezó a lamerla en su
totalidad, deteniéndose en particular en el capullo, todo impregnado
de los líquidos de la follada anterior. Estaba claro que ya no le
hacía ascos chupar una polla, y yo me sentí realmente idiota de no
haber insistido nunca en que me lo hiciera.
Octavio tembló de
gusto cuando Cris engulló la mayor parte de su instrumento,
acariciándole los huevos con una mano y pajeándole con la otra,
Aceleró mucho los movimientos, tenía ganas de acabar cuanto antes.
Octavio, entre gemidos, ayudaba con los movimientos de su cadera y
también él parecía tener ansia por correrse de una vez.
- Quiero correrme
en tu cara dijo él entre dos resoplidos, y a punto ya de soltar su
leche.
Mi esposa se sacó
la polla de la boca y mantuvo el ritmo de la masturbación, pero eso
no debió ser tan gratificante para Octavio y la inminencia de su
corrida pareció declinar. Cris, viendo que el hombre no acababa, le
encaró:
- ¿Dónde está esa
lefa que me tienes preparada? Vamos Octavio ¿No quieres dármela? Yo
ya estoy lista para que me la sueltes en la cara. ¡Venga, córrete ya!
Tras esas palabras
obscenas, que jamás había creído poder escuchar en Cris, ella agarró
la polla de Octavio con las dos manos, imprimiendo un ritmo tremendo
al meneo. Octavio no pudo aguantar más y se sujetó a los hombros de
mi arrodillada esposa, junto antes de lanzar los resoplidos que
anunciaban su orgasmo. Ella dirigió la punta hacia su cara y empezó a
recibir el semen sobre ella, con varios chorros que la cruzaron por
completo.
La verdad es que
Cris maniobraba con mucha maestría para sacarle el semen a ese
guaperas. Parecía saber muy bien cuando estirar y cuando soltar para
recibir cada descarga de leche. A estas alturas, y viendo tanta
destreza, estaba por completo convencido de que mi esposita sabía
mucho más de prácticas sexuales de lo que yo mismo imaginaba,
mostrándose dispuesta, ardiente y sabia.
Para terminar la
faena Cris se dedicó a meterse entre los labios toda la leche que
empapaba su cara, utilizando la propia verga de Octavio a modo de
cuchara. Hasta ese momento había conseguido evitar mi propia
eyaculación, pero ver a mi chica en tan morbosa tarea fue el premio
definitivo a mi recién iniciada faceta de mirón. Me corrí por segunda
vez, pringando las cortinas grises tras las que me ocultaba.
Cuando me asomé de
nuevo, los dos hombres se mantenían sentados y sonrientes,
recuperando el resuello. Cris no estaba, pero al poco apareció,
urgiéndoles para que se fueran:
- Chicos, creo
que debéis marcharos.
- Tienes razón -
contestó Mikel, menos descompuesto que su amigo Octavio, añadiendo:
- Ha sido una
pasada. ¿No podríamos repetirlo?
- No va a haber
repetición. Lo he pasado de miedo, lo reconozco, pero aquí se acaba
la historia, por lo menos con vosotros dos.
La seguridad en la
contestación de Cris me llenó de un extraño orgullo, pero sus últimas
palabras me dejaron una peculiar sensación de inquietud futura. Pero
en ese momento tampoco quería pensar en ello.
Mikel y Octavio se
despidieron de Cris, no sin antes propinarle un pequeño achuchón en
el trasero, y se largaron. Al poco de marcharse ellos, también lo
hizo ella.
Yo salí, aún
temblando, de mi escondite, limpié como pude las manchas de semen que
había dejado en el suelo y cortinas, y me dispuse a marcharme al club
de tenis. Me sorprendió ver el paquete con el regalo de Mikel para su
esposa. El muy cabrón se había ido tan contento, que se lo había
olvidado allí. Pero lo que más me extrañó fue encontrar mis llaves
del coche y mi cartera encima del paquete.
Lógicamente llegué
al tenis tarde y aún confundido por todo lo que había pasado. Más
tarde todavía, llegó un Octavio más que satisfecho, que además me
tocó de contrincante en el partido. Por desgracia en más de una
ocasión, al tenerle de frente, en vez de verle a él, lo único que
veía era su polla escupiendo leche a la cara de Cris, lo que, a la
vez que me excitaba, me enfurecía. Seguramente por eso volví a jugar
fatal, pero me mostré lo más contundente que pude con la raqueta
hasta que, con un derechazo brutal, le pegué un bolazo en sus partes
que me dejó, por lo menos, parcialmente satisfecho.
Al regresar a
casa, encontré a Cris, preparando la cena. Me recibió toda sonriente
y me dijo, con aire de cachondeo:
- ¡Hombre, ya
está aquí mi maridito cornudín! ¡Qué!, ¿estás ya más tranquilito? ¿Se
te han quitado esos absurdos celos?
De primeras me
dieron ganas de pegarle un par de tortas, pero al final reaccioné con
una sonrisa y un besito en los labios, esperando que se hubiera
lavado a conciencia la cara y la boca, y con unas increíbles ganas de
echarle un polvo. Una vez acostados no me fue difícil constatar que
ella tenía tantas ganas como yo. Por supuesto echamos no uno, sino
dos, aunque siguiendo nuestras tradicionales pautas sexuales, menos
abiertas a los juegos que ambos habíamos disfrutado esa tarde, ella
de forma directa y yo de mirón.
Justo antes de
dormirnos, al darme el beso de buenas noches, Cris me susurró al
oído:
- Por cierto
cariño, no te lo he preguntado, ¿Qué tal te lo has pasado esta tarde?
No sé si refería
al tenis o a otra cosa. Volví a acordarme de mis llaves y mi cartera
encima del paquete de Mikel, y me asaltó una gran duda.
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