No
pasaron muchos días cuando recibí una llamada de un número desconocido.
Yo estaba en el trabajo. Cuando contesté la llamada me llevé una
sorpresa: era Pili. Con voz nerviosa comenzó a hablar de manera
titubeante y nerviosa. Traté de calmarla pero no conseguí hacer efecto
en ella. La llamada se cortó, o la cortó, no sé.
Entonces
decidí llamarla y tomar la iniciativa. Mira Pili, le dije, si me llamas
por lo que pasó el otro día te diré que no le doy importancia, que
estábamos todos algo bebidos y excitados y que podía haberle pasado a
cualquiera. No le des más vueltas que yo no le doy más importancia al
asunto. Entonces ella más tranquila empezó a desahogarse conmigo. Lo
que yo sospechaba era cierto, Pepe, su marido, hacía tiempo que no
cumplía ni para llegar al mínimo. Nunca, confesó, ha sido un tigre en
la cama, pero de un tiempo a esta parte la cosa ha ido a peor. Tuve que
cortarla porque no podía desatender el trabajo en ese momento. Ya te
llamo, le dije, y charlamos más tranquilos.
Lola ya me había comentado alguna vez que Pili charlando con ella le decía
que su marido tenía que tomar Viagra para tener relaciones pero que aun
así ella no conseguía orgasmos verdaderamente buenos. Tan solo
masturbándose con su juguete, que se compró a escondidas del marido
lograba correrse a gusto.
Cuando llegué a casa desvelé a Lola lo que pasó aquella noche mientras
bailábamos y luego le conté la conversación que había tenido con Pili
sobre el tema. Lejos de asombrarse Lola me trasmitió el sentimiento de
lástima que Pili le daba. Está muy desesperada y con lo cortada que es,
seguro que ahora está superangustiada. En cuanto puedas, terminas la
conversación con ella y la tranquilizas, pobrecilla. Yo inmediatamente
con la sonrisa en la boca y con guasa le pregunté: ¿Y me la follo o no?
¡Ah, eso lo sabrás tú! Respondió al instante. Pero vamos no creo, ella
es vergonzosa y más bien tímida. Lo del otro día sería una ida de olla
por las copas y no creo que llegase a engañar a Pepe por mucho tiempo
que lleve sin echar un buen polvo.
Tenía pendiente la charla con Pili, no se me había olvidado pero no
encontraba la ocasión. Un día llegué temprano del trabajo, a mediodía,
y le iba a dar a Lola la sorpresa de que comeríamos juntos pero me
crucé en la calle con Pepe mi vecino. Este me invitó a café, había
comido temprano e iba a la peña a echar unas partidas de cartas.
Pili
se queda viendo la novela y yo no aguanto eso, me voy a la peña dijo.
Yo contesté que aún no había comido y que estaba algo cansado. Entonces
decidí que ese era un buen momento para terminar la charla con Pili.
Subí y sin pensarlo más llamé a su puerta. Abrió rápido pensando que
era su marido que había olvidado algo y al verme se sorprendió. La
saludé y me saludo. Me hizo pasar rápidamente como queriendo ocultar a
alguien que yo iba a entrar en su casa. Ya dentro pasamos a la cocina,
estaba terminando de recogerla. Me ofreció una cerveza y se la acepté.
Se puso a preparar una lata de mejillones con algo de pan sin yo
decirle nada. Qué vergüenza Paco, me dijo mientras preparaba la tapa.
Y en ese instante sin saber porque todo se precipitó. La agarré por detrás
y cogí sus enormes tetas. Pegó un brinco y derramó el caldo de los
mejillones. Sin darse la vuelta me gritó: ¿Qué haces Paco? ¿Qué haces
Paco? Yo realmente no sabía que estaba haciendo la verdad y lo que hice
fue mandarla a callar. Llevaba un chándal gris por lo que no tardé en
meter la mano por el pantalón y llegar a su coño. Lo tenía totalmente
depilado. Yo días antes lo imaginé peludo pero estaba claro que me
había equivocado. Volvió a dar un pequeño grito de sorpresa y a
recostarse sobre la encimera de la cocina. Las piernas le temblaban. Le
solté como pude la cremallera de la chaqueta del chándal y con mi mano
izquierda pude sentir la piel de sus pezones. No llevaba sujetador,
estaba en su casa e iba cómoda. Mientras le apretaba las tetas y metía
los dedos en su coño que empezaba a humedecerse le comía el cuello y le
mordía la oreja. Ella solo decía cada vez de manera más tenue que no,
que no, que no
Para entonces yo ya estaba notando mi polla apretando el pantalón y sabía
que el punto de no retorno ya lo habíamos dejado atrás. Entonces la
volví, me miró y avergonzada bajo la mirada. Pensé que comerme la polla
sería una buena manera de hacerla sentir más cómoda, jeje, así no
tendría que mirarme a los ojos. Desabroché mi cinturón, bajé mis
pantalones y saqué mi rabo duro y tieso. Miraba hacia arriba y parecía
decirle cómeme. Puse mi mano en la nuca de Pili y la ayudé a tomar el
camino hasta mi verga. No tuve que forzarla en absoluto. Mi mano solo
dirigía su cabeza hasta mi rabo que estaba deseando sentir el calor de
la boca de Pili. Se hincó de rodillas, clavó sus dos manos en mi culo,
abrió su boca y tragó mi polla hasta que su nariz dio en mi abdomen.
Como tragaba, con qué facilidad. Que suavidad y ritmo ponía en la
mamada. Estaba degustándola, estaba disfrutándola. Era evidente que
hacía tiempo que esa mujer no se comía una buena tranca dura y llena de
vitalidad. Se la notaba hambrienta de rabo y apretaba sus labios para
notar la dureza de mi polla.
Cuando más disfrutaba de la tremenda mamada que me estaba regalando Pili
esta se incorporó y ya mirándome a los ojos me dijo: Venga, vamos a
follar ya.
Pasó por la puerta de casa y echó un pestillo por dentro por si a Pepe se
le ocurría volver cosa poco probable. Se dirigió a su dormitorio y yo
la seguí torpemente quitándome los pantalones. Cuando llegué Pili
estaba ya tumbada sobre la cama sin el pantalón del chándal y se estaba
quitando la parte de arriba. Yo me fui a meter entre sus piernas para
saborear esa raja que días antes había olido en la mano de Marta mi
cuñada pero cuando fui a probarlo Pili me dijo: ¿Dónde vas? Méteme la
polla de una vez que es lo que quiero. De que me coman el coño ya estoy
harta. Te he dicho que vamos a follar y eso es lo que quiero, que me
folles. Yo no pensaba discutir con Pili y sin pensarlo me puse sobre
ella, cogí mi polla y encañone mi capullo en su raja. Pili cerró los
ojos y suspiró y antes de que pudiera abrirlos enterré todo mi tronco
hinchado de sangre dentro de su coño que me esperaba caliente y húmedo.
Un gemido salió de la boca de Pili y sus ojos se entornaron en blanco.
Subió
las piernas para sentir más mi capullo dando en el fondo de su coño.
Estaba toda dentro, sus piernas se relajaron y yo empecé a embestir
acompasadamente entre las piernas de Pili. Ella gemía, estaba
totalmente entregada, aceleré el ritmo y notaba como mis huevos daban
en su culo. Los cuerpos chocando el uno con el otro provocaban un
sonido que seguro que Pili hacía tiempo que no oía. Yo notaba que lo
estaba pasando de lo lindo cosa que me excitaba aún más y me daba
fuerzas para follarla más fuerte. Quería quedar como un campeón. Quería
estar seguro de que el polvo que le echara no se le olvidara en mucho
tiempo y quería dejarle claro que yo follaba infinitamente mejor que su
marido.
Sus gemidos se aceleraron, sabía que pronto se correría. Entonces Pili
desbocada me pidió que le mordiera los pezones cosa que hice
inmediatamente. Ella se agarró las tetas que las tenía como rocas y se
las apretaba mientras yo seguía mordiendo sus pezones. Noté sabor a
sangre. Creo que me pase pero a la muy puta le gustaba. Pili tuvo un
orgasmo que pareció eterno. Yo también estaba a punto de correrme pero
le tenía un final preparado a mi polla que no era el de correrse dentro
de Pili. Puse mi rabo entre sus enormes pechos y ella empezó a
menearlos con sus manos mientras acariciaba mi capullo con la punta de
su lengua.
Yo
escupía en sus tetas para lubricar la cubana que me estaba haciendo y
ella apretaba más sus tetas para sentir la dureza de mi rabo. Sus
pechos duros y calientes acariciaban mi capullo estimulándolo hasta que
no pude más. Solté un alarido y de mi rabo brotó un caño de leche
blanca y caliente que manchó primero el cabecero de madera de la cama
de Pili y luego su cara. Se quedó mirando mi verga mientras seguía
manando leche más espesa y blanca de mi capullo morado y brillante. La
apretó nuevamente para notar por última vez su dureza y ordeñarla hasta
no dejar ni una gota. En un gesto de agradecimiento se la metió en la
boca y limpio los restos de semen que quedaban en ella.
Eres una máquina, hacía años que no me echaban un polvo así. Me sabe mal
por Lola. Es mi amiga y sé que esto no está bien. Espero que Dios me
perdone. Yo no le dije nada, solo sonreí. Ella dio un último suspiro de
relax, se llevó la mano al pecho, mojó sus dedos en los restos de leche
que tenía entre las tetas y se los llevó a la boca saboreándola de
nuevo.
Mientras me vestía ella me miraba desde la cama y cuando terminé le dije:
Bueno, pues ya otro día con más tiempo terminamos de hablar y le guiñé
el ojo. Ella sonrío y contestó con un ¡Que cabrón eres! Me volví y le
dije: Yo no cariño, el cabrón aquí es Pepe y sonriendo me fui. Me gusto
dejarla con la sensación de que la había follado como nunca y de
hacerla sentir una auténtica puta.
Llegue a casa y Lola me preguntó que qué tal el día. Yo le dije que bien,
movidito. Que estaba hambriento y nos dispusimos a comer.
Mientras comíamos pensaba si debía contárselo todo a Lola o debería de
callármelo. Era algo que tenía que sopesar con tranquilidad. Email.
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