Ella
continuaba besándome, mientras el cornudo se levantaba del suelo. Mi
erección era tal que realmente me dolía. La habitación había empezado a
ponerse increíblemente caliente. Debo confesar que toda esta situación
me tenia un tanto sorprendido. Aunque ya tenía experiencia con varias
parejas, y había sido el regular de dos de ellas, las cosas nunca se
habían dado así de rápido.
Yo - A ver cabrón, te la pasas presumiendo de tu mujer en todas partes, y
exhibiéndola cada vez que puedes. Pues es hora de que lo hagas
apropiadamente.
Al tiempo que yo hablaba, Sheila me agarraba mi pene, masturbándolo y
regando la saliva dejada por las bocas de su marido y de ella jugando
con sus dedos con la cabeza de mi miembro. Su marido miraba como
hipnotizado. En un instante y sonriendo, le extendió la mano a su
esposa a lo que esta le correspondió separándose de mí. Él empezó a
tocar su cuerpo y dándole un dulce beso en los labios el empezó a
decir:
R - Jose, ¿qué te parece mi esposa? ¿Verdad que es un monumento de mujer?
Mira estas tetas (al tiempo que las agarraba desde atrás y las
estrujaba generosamente). Me han costado una fortuna. Y la verdad lo he
pagado para que otros puedan disfrutarlas más que yo.
Yo - Dinero muy bien invertido, déjame decirte.
R - Jajaja, totalmente. Y este culo es una belleza. Lo entrena todos los
días y lo sabe usar muy bien. ¿No te provoca cogértelo? (La tomó por
una mano y la alzó sobre su cabeza, de forma tal que Sheila se dio una
vuelta como una bailarina mostrando sus atributos desde todos los
ángulos).
Luego de decir esto, Richard se arrodilló al lado de su mujer y empezó a
quitarle el ajustado jean que aún llevaba. Lo desabotonó con calma, y
empezó a bajarlo, tocando con devoción sus piernas. Al quitarlo
totalmente él le ayudo a remover los tacones y volverlos a poner una
vez afuera el pantalón.
Sheila miraba sonriente y pícara, haciendo movimientos tontos para mostrar
su cuerpo. Richard permanecía arrodillado y dijo:
R- Jose, aquí tienes a mi esposa, que desde ahora es tu mujer. Vuélvela
loca de placer. Su boca es tuya, su coño y su culo son tuyos. La puedes
follar cómo y cuando quieras.
Yo - Muy bien Richard, muchas gracias por darme esta oportunidad. Te
aseguro que lo vamos a pasar muy bien.
Sheila lucía un tanga muy pequeño de encaje fino color blanco que
contrastaba perfectamente con los zapatos de tacón blancos que llevaba.
Eran una pareja de buena clase social y tenían un gusto exquisito para
todo. Su cuerpo bien tonificado lucía espectacular. Su bronceado
perfecto donde se acentuaban muy sugerentes las marcas del traje de
baño, hacían resaltar mucho las pecas que decoraban sus enormes tetas.
EL cornudo seguía ahí de rodillas junto a ella sobando su pierna y su
culo.
Me acerqué a ellos y empecé a besarla con mucha brusquedad. Agarrando con
fuerza sus tetas con mi mano izquierda mientras que con la derecha le
agarraba la cintura y el culo, apretándoselo con fuerza. Ella metía su
lengua en mi boca lascivamente, cada que nos separábamos para tomar
aire me miraba como poseída de placer con una lujuria difícil de
describir. Gemía como una autentica zorra.
Yo - Cornudo, ve lubricándola para mí. Completa por favor. Puedes
masturbarte mientras lo haces, pero ya sabes las instrucciones.
Él, sin perder un instante, se acomodó de rodillas detrás de su esposa,
arrimó un poco el tanga hacia un lado mostrando su vagina brillante y
enrojecida. Desde esa posición se tenía que agachar y doblar su cuello
para poder cumplir con la tarea, pero lo hacía con gusto. Se le oía
gemir también a él de la excitación. Alternaba su boca de los labios
vaginales a su culo. Cuando iba hacia el hoyo trasero de Sheila, esta
separaba sus nalgas con sus manos, como invitándolo a ir lo mas adentro
que su lengua le permitiera al tiempo que se decían algunas cosas:
Sh - Así amor, lame mi culo hasta el fondo cabrón. Déjalo listo, mira que
con el tamaño que él tiene me va a destrozar toda. ¡Así maricón, sigue!
R - Ummmm, tu culo me vuelve loco cielo. ¡Quiero vértelo abierto al
máximo! ¡Él te lo va a follar divino, estoy seguro!
Mientras intercambiaban estas palabras, Richard se pajeaba su pollita
enjaulada jalándosela completa, incluso se podía escuchar el chasquido
metálico de la jaula con el candado. Lo hacía con un ritmo particular
cuidando de no correrse, y además procurando de que cada movimiento que
daba al ir de arriba abajo, su mano golpeaba sus bolas apretándolas
contra el suelo, casi como que martillara sus bolas con cada pajeada
que daba.
Yo jugaba con las tetas de Sheila. Pasaba de un pezón al otro, luego la
besaba y con mi mano jugaba con su rajita. Metiendo mi dedo
humedeciendo toda el área, y rozando el clítoris. En una de esas, el
cornudo con sus manos separó los labios vaginales de su esposa, como
invitando a que la penetrara con mis dedos. Invitación que no pude
rechazar. Ella gemía y decía obscenidades...
Sh - ¡Sigue siii, sigue no pares, quiero que me folles ya! Hazme
tuya...
Era momento de avanzar, por lo que agarrándola de la cintura la llevé al
asiento más largo del sofá, y la senté en el borde. El cornudo se puso
de pie y nos acompañó.
Yo - A ver zorrita, es hora de que te la meta. Cabrón, quítale el tanga y
te sientas junto a ella al lado de su cabeza.
Él procedió inmediatamente a quitarle lentamente el panty de manera muy
sensual, lo bajó dejando a su esposa totalmente desnuda, de piernas
abiertas, medio recostada apoyada sobre sus codos, y jugando con sus
propios pezones mientras miraba a su marido cornudo dejarla lista para
mí. Antes de pararse lo tomé de la cabeza y le metí mi miembro en su
boca con un poco de fuerza, casi con violencia. Empezó a darme una
mamada, utilizando mucha saliva y masturbándome al mismo tiempo.
Le entregué un preservativo que había tomado unos momentos antes de
quitarme la ropa mientras él la desvestía. No hizo falta que le diera
instrucciones. Procedió a colocármelo mientras me continuaba
masturbando. No se porqué, pero es una de las cosas que más me gusta
hacer cuando estoy por primera vez con una pareja cuckold. Hacer que el
cornudo me coloque el preservativo es una muestra de sumisión hacia mí
que me encanta. Además del factor un tanto humillante para el marido de
hacerlo mientras la esposa mira atenta.
Luego de unos segundos con su mano separó los labios vaginales de su
esposa, y con la otra apuntó mi pene hasta dejarlo en la entrada de ese
coñito chorreante. De un empujón lo metí hasta el fondo sin
contemplaciones, al llegar adentro presione mi pelvis lo más que pude
para que la muy puta sintiera mi miembro en su totalidad. Ella arqueó
su espalda y dio un suspiro que a la vez tenía un poco de gemido de
dolor.
Sh - Dios mío... ¡qué grande eres! Me vas a mataaaar. Déjame acostumbrarme
a tu tamaño, que es mucho más a lo que mi marido tiene - Dijo ella
sonriente y malévolamente.
El cornudo sentado junto a la cabeza de su mujer con sus manos agarraba
las piernas de su mujer por los tobillos haciendo que ella quedara
mucho más abierta para mí al borde del sofá. Ella con la cabeza de
medio lado tenía justo enfrente la pollita enjaulada de su marido a la
altura de su cara. De vez en cuando le daba pequeños mordiscos y
simulaba un intento de mamada como para torturarlo.
Cuando la sentí cómoda con mi tamaño empecé a bombear continuamente
variando el ritmo y magreando todo su cuerpo. Jugaba con su culo, con
sus tetas, metí mis dedos en su boca. Estuvimos así algunos minutos,
hasta que decidí cambiar de posición. La coloqué en 4, y de nuevo
continúe con el bombeo, mientras se besaba con su marido y ella le
decía lo bien que se sentía. Él preguntaba cuánto le gustaba y le pedía
que le describiera todo lo que sentía. Estuvimos así algunos minutos y
yo ya un poco cansado de estar de pie me senté en el sofá, ella se
trepó sobre mí y empezó a cabalgarme lujuriosamente. Me agarraba de las
manos para que le tocara su cuerpo, como indicándome que quería que
detallara cada centímetro de ella. Agarraba su culo y separaba sus
nalgas con fuerza, le tomaba las tetas y las estrujaba al tiempo que
mordía sus pezones. En un momento empecé a sentir un roce húmedo sobre
mis bolas.
El cornudo había tomado la iniciativa de sentarse en el suelo entre
nuestras piernas para ver desde abajo como penetraba a su esposa, y
empezó a lamer el orificio anal de ella y bajaba para lamer mis bolas,
recogiendo con su lengua todos los líquidos que su mujer manaba de su
vagina palpitante. Quienes lo han experimentado saben que pocas cosas
se comparan con sentir una lengua jugar con tus bolas mientras penetras
un coñito estrecho. Sheila sintió lo que sucedía ahí abajo y empezó a
decir:
Sh - Vamos amor, pruébalo todo. ¿Te gusta el sabor?
R - Divino Shei. (daba un lametazo) me encanta como sabes cuando te están
follando como te gusta.
Sh - Ven, que quiero verte como lo haces.
Ella se levantó y se giró dándome la espalda y procedió a sentarse de
nuevo en mi pene. La follé invertida si mal no recuerdo. Así como
estaba agarró la cabeza de su marido y sin soltarlo nunca le marcó el
ritmo de la mamada que debía darle mientras yo la penetraba. Ella se
recostó sobre mi pecho y empezó a besarme lascivamente, sacaba su
lengua cual puta desesperada para que yo se la chupara. Abría la boca y
murmuraba un erótico -Ahhh- a lo que yo procedía a dar un salivazo
directo sobre su lengua y ella lo saboreaba muy pervertidamente. Le
gustaban las marranadas por lo visto, porque cada vez que lo hacía
gemía y apretaba más al cornudo contra nuestras partes. De vez en
cuando se saca y le obligaba a mamar mi miembro y luego lo quitaba y se
ensartaba ella misma.
Sh - Acabaaa anda papi, acaba conmigo... bota la leche anda... yo ya no sé
cuántos orgasmos llevo, ¡pero quiero que lo hagamos juntos!
Y por supuesto que no podía negarme a tal petición, así que, agarrándola
por sus enormes tetas, empecé a marcar un ritmo frenético mientras ella
gritaba desaforada. Apreté sus pezones con intensidad casi como si
quisiera arrancárselos. Y es que la verdad es que quería que sintiera
dolor mientras acabábamos. Su cornudo estaba justo ahí debajo con su
boca cerca de mis bolas una mano en su pollita enjaulada y la otra
jugando con el clítoris de la puta de su esposa. Al momento de la
estocada final, empujé de tal forma con mis piernas que ella quedó
completamente suspendida, ensartada por mi nabo, mientras llenaba de
leche el condón y ella se corría. El cornudo enterró su boca debajo de
mis cojones y con su lengua jugueteaba con mi área perineal
intensificando mi placer...
Luego de un instante y ya nosotros un poco más calmados, Sheila se levantó
dejando al aire mi pene aún erecto luciendo un condón repleto de leche.
Se arrodilló junto al cornudo y cada uno se introdujo uno de mis
cojones en su boca. Vaya vista tenía, frente a mí de rodillas una
pareja casada, succionando mis bolas como si su vida dependiera de
ello. Sheila empezó a retirarme el condón con su mano, al hacerlo le
dije que me lo diera. No hacía falta ordenarles mucho, sabían qué
debían hacer. Así que dispusieron a limpiarme y darme una mamada entre
ambos para dejarme la polla limpia y reluciente. Sheila apretaba
fuertemente sus labios al subir como para recoger todo rastro de semen
que pudiera quedar, y luego procedía a besar a su marido agarrándolo de
la cara y dándose un morreo bien intenso.
Yo - Muy bien, debo decirles que estoy muy contento. Se han portado
fenomenal, y creo que tienen buen futuro. Tú como mi puta y tú como el
cabrón que eres. Yo creo que mereces una recompensa por tan buen
trabajo hecho, además que me has entregado a tu esposa para que sea mi
mujer, y yo soy un hombre agradecido. Sheila, te la va a mamar hasta
que acabes. Pero debes hacerlo rápido, si no acabas en 90 segundos te
quedas sin acabar. ¿Estamos claros?
R- ¡Gracias! ¡No puedo pedir más de mi corneador!
Yo - Muy bien, abre la boca cabrón. Mientras tu mujer te da una mamada
quiero que mastiques el condón. Y más te vale que le saques toda la
leche así que haz tu mejor esfuerzo.
Richard un tanto sorprendido con mi orden y aun de rodillas abrió su boca.
Coloqué dentro el preservativo recién usado lleno de mi leche a lo que
empezó a masticarlo como si de un chicle se tratara.
Sh - Voy a buscar la llave para quitarle la jaula...
Yo - No. He dicho que le vas a mamar la polla y que debe correrse... pero
nunca dije que fuera sin la jaula... - Dije yo sonriendo en tono
malévolo.
La cara del cornudo era un poema. Sorprendido y con los ojos abiertos
parecía querer decirme que no iba a ser capaz, pero estaba comprometido
a desempeñar su papel, así que sin decir nada continuó moviendo el
condón usado dentro de su boca de un lado al otro. Sheila sonriendo se
puso de pie, se acercó y besándome me decía:
Sh - Ummm. Me gusta cómo piensas... definitivamente lo vamos a pasar muy
muy bien. Hemos elegido bien contigo.
Yo- Jaja, gracias gracias. Pero no creas que todo para ti va a ser así de
fácil. No olvides que eres mi zorra y que voy a hacer contigo lo que me
plazca.
Sh- No esperaba nada menos Dijo excitada ¿Escuchaste mi amor? Tu
esposa es la zorra de otro hombre. ¿Te excita eso, cabrón? Querías
compartirme, bueno... ahora soy de él. Voy a hacer todas las cochinadas
que jamás en tu vida siquiera pensaste que seria capaz de hacer. Y
espero que te guste el sabor de su leche porque cada día vas a tomar
más. Espero que te acostumbres maricón. A ver, abre la boca y muéstrame
cómo vas...
Richard se pajeaba con intensidad mientras miraba a su mujer con devoción
y continuaba saboreando. Abrió su boca, y sacando su lengua con mi
condón sobre ella aún tenía una buena cantidad de mi semen dentro. Ella
lo tomó y con sus dedos procedió a exprimir su contenido directo dentro
de la boca del cornudo. Al terminar de sacar todo, ella lo llevó a su
propia boca y lo saboreo. Le dio la vuelta dejando la parte interna
completamente invertida y repitió el mismo procedimiento. Después se
chupo los dedos. El cornudo con mi semen en la boca lo saboreó por un
momento y lo tragó completo y sin dudar.
R - Gracias mi vida...
Sh - Ummm, delicioso. Me encanta el sabor de esta leche. Creo que no vas a
tener que tragar tanto después de todo. Tragarás son las sobras... la
quiero solo para mí.
Yo - Bueno zorra, ¿qué esperas? Ponte a mamar. Y ya sabes Richard, 90
segundos. Si no no acabas hasta quien sabe cuándo...
Sheila se arrodilló junto a su marido y agachándose empezó a mamarlo muy
lentamente sobre su jaula. Al cabo de un instante ella se apiado de él
y empezó a intensificar sus juegos orales. Se notaba que metía la
lengua en los espacios de la jaula para llegar a la piel de su marido.
Él le tomaba la cabeza e intentaba follarle la boca con desesperación.
Jadeando parecía estar muy cerca de acabar. Habían pasado 75 segundos
cuando él gritó que ya le venía la leche.
Yo - Muy bien, ponte de pie y llénale las tetas a la zorra de tu mujer
mientras acabas... aprovecha para decirle lo que sientes.
Me agaché rápidamente y le dije al oído a Sheila que le metiera un dedo en
el culo a su marido mientras acababa.
Él se puso de pie y se paró frente a su mujer mientras esta continuaba con
la mamada mirándolo hacia arriba con cara de santa, y movía su mano
entre las piernas e iba metiendo su dedo en el culo de su marido.
R - Ahhh... me corro amooor... me vuelves locooo. Te amo con locura.
Quiero que seas una puta, quiero que seas la más cerda de las zorras...
quiero verte follada y llena de leche, quiero que te rompan el culo,
que llegues a casa sin poder sentarte. Quiero que él sea nuestro macho.
Haré lo que me pidassss, ahhhh. Sigueeee...
Sh - Así amor, siii, córrete anda, llena las tetas de tu mujercita con tu
leche. Voy a serlo, seré una puta una zorra, vamos a ser unas perras
adictas al semen de nuestro macho juntas...
Richard empezó a disparar como loco semen directo a las tetas de su mujer
que a la vez lo masturbaba desde la base del pene. Su miembro se notaba
hinchado y enrojecido. La jaula realmente lo apretaba, pero aun así no
impedía que el cornudo acabara. Su mujer seguía metiendo un dedo en el
culo y con la otra mano apuntaba a sus tetas. Las piernas le temblaban.
Realmente había un reguero de semen sobre las tetas de Sheila... Ella
reía victoriosa. Richard tenía esa sonrisa de alivio que solo los
hombres conocemos luego de corrernos con muchas ganas.
Él, mirándome, me dio las gracias, pero yo le hice una seña apuntando a
las tetas de su zorra. Él entendió perfectamente.
Se arrodilló junto a ella y luego de besarla, empezó a lamer todo. Recogía
cada grumo de semen que había en las tetas, pasaba su lengua y tragaba,
repetía de nuevo. Su mujer reía por las cosquillas y por la situación,
y lo agarraba de la cabeza casi asfixiándolo contra sus inmensas ubres.
Al cabo de un par de minutos, ya todo estaba bajando y volviendo a la
normalidad...
Sheila pidió permiso para darse una merecida ducha, a lo que le di las
indicaciones de donde estaba el baño. Richard y yo nos quedamos juntos
en la sala, servimos nuevos tragos, y brindamos por el porvenir tan
excitante que se avecinaba. Me dijo que yo era lo que ellos buscaban y
que confiaba en mí para que todo fuera cada vez más intenso. Luego de
ella salir de ducharse, él fue a hacer lo mismo, y esta vez me quedé yo
con ella sentado conversando de alguna que otra tontería, pero con
mucha naturalidad y complicidad.
Al cabo de unos minutos Richard regresó, encontrándonos juntos en el sofá,
ella recostada y descansando sus piernas sobre las mías. Él se sentó a
su lado y la besó. Conversamos durante unos minutos más, de lo bien que
lo habíamos pasado. Y que definitivamente íbamos a continuar. Trazamos
un tanto las reglas, de qué días eran un no absoluto y a qué horas
llamar, etc. Ellos procedieron a vestirse. Yo permanecí desnudo ya que
estaba en mi casa. Justo antes de despedirlos di mi toque final.
R - Bueno Jose, gracias por una de las mejores de noches de nuestras
vidas. No hace falta ni siquiera que te diga que estaremos en contacto
porque definitivamente esto solo está empezando.
Sh - Si mi vida... jajaja, ¡ya estoy empezando a desesperarme por
planificar el próximo encuentro!
Yo - Gracias a Uds. por darme la oportunidad y sí, definitivamente esto
está solo por empezar.
Tomé a Sheila de la cintura y le di un morreo y aproveché para apretarle
las tetas una vez más. Coloqué mis manos sobre los hombros de ambos y
los empujé suavemente hacia abajo... al tiempo que les decía:
Yo - Esta es la regla, cada vez que se despidan de mí, lo último que se
tienen que llevar es el aliento de mi polla. Así que no importa donde
estemos, deben metérsela en la boca y darle una saboreada.
Ellos sonriendo procedieron a arrodillarse uno al lado del otro, primero
él se la metió completa en la boca mientras ella la sostenía de la
base. Dio una serie de mamadas profundas y justo al retirarse sacó la
lengua y su mujer restregó generosamente la cabeza de mi polla sobre la
lengua del cornudo. Luego cambiaron y fue él quien le ofreció mi polla
a ella quien dio tres mamadas, pero para mi agradable sorpresa el
cornudo con su mano libre tomó la nuca de su mujer y la empujó al
máximo y obligó a dejarla ahí durante unos segundos, haciendo que ella
diera una pequeña arcada y se pusiera roja por la falta de aire. Luego
la soltó. Ella, salivado, sonrió y le dio un pequeño golpe juguetón en
el pecho a su marido.
R - Hay que acostumbrar a la zorra a mamar hasta el fondo de su garganta a
su macho.
Todos reímos, se pusieron de pie y se retiraron, dejándome solo, agotado y
listo para darme un baño y dormir. Más pronto de lo que me imaginaba
seguiríamos con nuestros juegos.
Continuara...
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