.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Una familia de cornudos (2)".

 

 Ella continuaba besándome, mientras el cornudo se levantaba del suelo. Mi erección era tal que realmente me dolía. La habitación había empezado a ponerse increíblemente caliente. Debo confesar que toda esta situación me tenia un tanto sorprendido. Aunque ya tenía experiencia con varias parejas, y había sido el regular de dos de ellas, las cosas nunca se habían dado así de rápido.

 Yo - A ver cabrón, te la pasas presumiendo de tu mujer en todas partes, y exhibiéndola cada vez que puedes. Pues es hora de que lo hagas apropiadamente.

 Al tiempo que yo hablaba, Sheila me agarraba mi pene, masturbándolo y regando la saliva dejada por las bocas de su marido y de ella jugando con sus dedos con la cabeza de mi miembro. Su marido miraba como hipnotizado. En un instante y sonriendo, le extendió la mano a su esposa a lo que esta le correspondió separándose de mí. Él empezó a tocar su cuerpo y dándole un dulce beso en los labios el empezó a decir:

 R - Jose, ¿qué te parece mi esposa? ¿Verdad que es un monumento de mujer? Mira estas tetas (al tiempo que las agarraba desde atrás y las estrujaba generosamente). Me han costado una fortuna. Y la verdad lo he pagado para que otros puedan disfrutarlas más que yo.

 Yo - Dinero muy bien invertido, déjame decirte.

 R - Jajaja, totalmente. Y este culo es una belleza. Lo entrena todos los días y lo sabe usar muy bien. ¿No te provoca cogértelo? (La tomó por una mano y la alzó sobre su cabeza, de forma tal que Sheila se dio una vuelta como una bailarina mostrando sus atributos desde todos los ángulos).

 Luego de decir esto, Richard se arrodilló al lado de su mujer y empezó a quitarle el ajustado jean que aún llevaba. Lo desabotonó con calma, y empezó a bajarlo, tocando con devoción sus piernas. Al quitarlo totalmente él le ayudo a remover los tacones y volverlos a poner una vez afuera el pantalón.

 Sheila miraba sonriente y pícara, haciendo movimientos tontos para mostrar su cuerpo. Richard permanecía arrodillado y dijo:

 R- Jose, aquí tienes a mi esposa, que desde ahora es tu mujer. Vuélvela loca de placer. Su boca es tuya, su coño y su culo son tuyos. La puedes follar cómo y cuando quieras.

 Yo - Muy bien Richard, muchas gracias por darme esta oportunidad. Te aseguro que lo vamos a pasar muy bien.

 Sheila lucía un tanga muy pequeño de encaje fino color blanco que contrastaba perfectamente con los zapatos de tacón blancos que llevaba. Eran una pareja de buena clase social y tenían un gusto exquisito para todo. Su cuerpo bien tonificado lucía espectacular. Su bronceado perfecto donde se acentuaban muy sugerentes las marcas del traje de baño, hacían resaltar mucho las pecas que decoraban sus enormes tetas. EL cornudo seguía ahí de rodillas junto a ella sobando su pierna y su culo.

 Me acerqué a ellos y empecé a besarla con mucha brusquedad. Agarrando con fuerza sus tetas con mi mano izquierda mientras que con la derecha le agarraba la cintura y el culo, apretándoselo con fuerza. Ella metía su lengua en mi boca lascivamente, cada que nos separábamos para tomar aire me miraba como poseída de placer con una lujuria difícil de describir. Gemía como una autentica zorra.

 Yo - Cornudo, ve lubricándola para mí. Completa por favor. Puedes masturbarte mientras lo haces, pero ya sabes las instrucciones.

 Él, sin perder un instante, se acomodó de rodillas detrás de su esposa, arrimó un poco el tanga hacia un lado mostrando su vagina brillante y enrojecida. Desde esa posición se tenía que agachar y doblar su cuello para poder cumplir con la tarea, pero lo hacía con gusto. Se le oía gemir también a él de la excitación. Alternaba su boca de los labios vaginales a su culo. Cuando iba hacia el hoyo trasero de Sheila, esta separaba sus nalgas con sus manos, como invitándolo a ir lo mas adentro que su lengua le permitiera al tiempo que se decían algunas cosas:

 Sh - Así amor, lame mi culo hasta el fondo cabrón. Déjalo listo, mira que con el tamaño que él tiene me va a destrozar toda. ¡Así maricón, sigue!

 R - Ummmm, tu culo me vuelve loco cielo. ¡Quiero vértelo abierto al máximo! ¡Él te lo va a follar divino, estoy seguro!

 Mientras intercambiaban estas palabras, Richard se pajeaba su pollita enjaulada jalándosela completa, incluso se podía escuchar el chasquido metálico de la jaula con el candado. Lo hacía con un ritmo particular cuidando de no correrse, y además procurando de que cada movimiento que daba al ir de arriba abajo, su mano golpeaba sus bolas apretándolas contra el suelo, casi como que martillara sus bolas con cada pajeada que daba.

 Yo jugaba con las tetas de Sheila. Pasaba de un pezón al otro, luego la besaba y con mi mano jugaba con su rajita. Metiendo mi dedo humedeciendo toda el área, y rozando el clítoris. En una de esas, el cornudo con sus manos separó los labios vaginales de su esposa, como invitando a que la penetrara con mis dedos. Invitación que no pude rechazar. Ella gemía y decía obscenidades...

Sh - ¡Sigue siii, sigue no pares, quiero que me folles ya! Hazme tuya...

 Era momento de avanzar, por lo que agarrándola de la cintura la llevé al asiento más largo del sofá, y la senté en el borde. El cornudo se puso de pie y nos acompañó.

 Yo - A ver zorrita, es hora de que te la meta. Cabrón, quítale el tanga y te sientas junto a ella al lado de su cabeza.

 Él procedió inmediatamente a quitarle lentamente el panty de manera muy sensual, lo bajó dejando a su esposa totalmente desnuda, de piernas abiertas, medio recostada apoyada sobre sus codos, y jugando con sus propios pezones mientras miraba a su marido cornudo dejarla lista para mí. Antes de pararse lo tomé de la cabeza y le metí mi miembro en su boca con un poco de fuerza, casi con violencia. Empezó a darme una mamada, utilizando mucha saliva y masturbándome al mismo tiempo.

 Le entregué un preservativo que había tomado unos momentos antes de quitarme la ropa mientras él la desvestía. No hizo falta que le diera instrucciones. Procedió a colocármelo mientras me continuaba masturbando. No se porqué, pero es una de las cosas que más me gusta hacer cuando estoy por primera vez con una pareja cuckold. Hacer que el cornudo me coloque el preservativo es una muestra de sumisión hacia mí que me encanta. Además del factor un tanto humillante para el marido de hacerlo mientras la esposa mira atenta.

 Luego de unos segundos con su mano separó los labios vaginales de su esposa, y con la otra apuntó mi pene hasta dejarlo en la entrada de ese coñito chorreante. De un empujón lo metí hasta el fondo sin contemplaciones, al llegar adentro presione mi pelvis lo más que pude para que la muy puta sintiera mi miembro en su totalidad. Ella arqueó su espalda y dio un suspiro que a la vez tenía un poco de gemido de dolor.

 Sh - Dios mío... ¡qué grande eres! Me vas a mataaaar. Déjame acostumbrarme a tu tamaño, que es mucho más a lo que mi marido tiene - Dijo ella sonriente y malévolamente.

 El cornudo sentado junto a la cabeza de su mujer con sus manos agarraba las piernas de su mujer por los tobillos haciendo que ella quedara mucho más abierta para mí al borde del sofá. Ella con la cabeza de medio lado tenía justo enfrente la pollita enjaulada de su marido a la altura de su cara. De vez en cuando le daba pequeños mordiscos y simulaba un intento de mamada como para torturarlo.

 Cuando la sentí cómoda con mi tamaño empecé a bombear continuamente variando el ritmo y magreando todo su cuerpo. Jugaba con su culo, con sus tetas, metí mis dedos en su boca. Estuvimos así algunos minutos, hasta que decidí cambiar de posición. La coloqué en 4, y de nuevo continúe con el bombeo, mientras se besaba con su marido y ella le decía lo bien que se sentía. Él preguntaba cuánto le gustaba y le pedía que le describiera todo lo que sentía. Estuvimos así algunos minutos y yo ya un poco cansado de estar de pie me senté en el sofá, ella se trepó sobre mí y empezó a cabalgarme lujuriosamente. Me agarraba de las manos para que le tocara su cuerpo, como indicándome que quería que detallara cada centímetro de ella. Agarraba su culo y separaba sus nalgas con fuerza, le tomaba las tetas y las estrujaba al tiempo que mordía sus pezones. En un momento empecé a sentir un roce húmedo sobre mis bolas.

 El cornudo había tomado la iniciativa de sentarse en el suelo entre nuestras piernas para ver desde abajo como penetraba a su esposa, y empezó a lamer el orificio anal de ella y bajaba para lamer mis bolas, recogiendo con su lengua todos los líquidos que su mujer manaba de su vagina palpitante. Quienes lo han experimentado saben que pocas cosas se comparan con sentir una lengua jugar con tus bolas mientras penetras un coñito estrecho. Sheila sintió lo que sucedía ahí abajo y empezó a decir:

 Sh - Vamos amor, pruébalo todo. ¿Te gusta el sabor?

 R - Divino Shei. (daba un lametazo) me encanta como sabes cuando te están follando como te gusta.

 Sh - Ven, que quiero verte como lo haces.

 Ella se levantó y se giró dándome la espalda y procedió a sentarse de nuevo en mi pene. La follé invertida si mal no recuerdo. Así como estaba agarró la cabeza de su marido y sin soltarlo nunca le marcó el ritmo de la mamada que debía darle mientras yo la penetraba. Ella se recostó sobre mi pecho y empezó a besarme lascivamente, sacaba su lengua cual puta desesperada para que yo se la chupara. Abría la boca y murmuraba un erótico -Ahhh- a lo que yo procedía a dar un salivazo directo sobre su lengua y ella lo saboreaba muy pervertidamente. Le gustaban las marranadas por lo visto, porque cada vez que lo hacía gemía y apretaba más al cornudo contra nuestras partes. De vez en cuando se saca y le obligaba a mamar mi miembro y luego lo quitaba y se ensartaba ella misma.

 Sh - Acabaaa anda papi, acaba conmigo... bota la leche anda... yo ya no sé cuántos orgasmos llevo, ¡pero quiero que lo hagamos juntos!

 Y por supuesto que no podía negarme a tal petición, así que, agarrándola por sus enormes tetas, empecé a marcar un ritmo frenético mientras ella gritaba desaforada. Apreté sus pezones con intensidad casi como si quisiera arrancárselos. Y es que la verdad es que quería que sintiera dolor mientras acabábamos. Su cornudo estaba justo ahí debajo con su boca cerca de mis bolas una mano en su pollita enjaulada y la otra jugando con el clítoris de la puta de su esposa. Al momento de la estocada final, empujé de tal forma con mis piernas que ella quedó completamente suspendida, ensartada por mi nabo, mientras llenaba de leche el condón y ella se corría. El cornudo enterró su boca debajo de mis cojones y con su lengua jugueteaba con mi área perineal intensificando mi placer...

 Luego de un instante y ya nosotros un poco más calmados, Sheila se levantó dejando al aire mi pene aún erecto luciendo un condón repleto de leche. Se arrodilló junto al cornudo y cada uno se introdujo uno de mis cojones en su boca. Vaya vista tenía, frente a mí de rodillas una pareja casada, succionando mis bolas como si su vida dependiera de ello. Sheila empezó a retirarme el condón con su mano, al hacerlo le dije que me lo diera. No hacía falta ordenarles mucho, sabían qué debían hacer. Así que dispusieron a limpiarme y darme una mamada entre ambos para dejarme la polla limpia y reluciente. Sheila apretaba fuertemente sus labios al subir como para recoger todo rastro de semen que pudiera quedar, y luego procedía a besar a su marido agarrándolo de la cara y dándose un morreo bien intenso.

 Yo - Muy bien, debo decirles que estoy muy contento. Se han portado fenomenal, y creo que tienen buen futuro. Tú como mi puta y tú como el cabrón que eres. Yo creo que mereces una recompensa por tan buen trabajo hecho, además que me has entregado a tu esposa para que sea mi mujer, y yo soy un hombre agradecido. Sheila, te la va a mamar hasta que acabes. Pero debes hacerlo rápido, si no acabas en 90 segundos te quedas sin acabar. ¿Estamos claros?

 R- ¡Gracias! ¡No puedo pedir más de mi corneador!

 Yo - Muy bien, abre la boca cabrón. Mientras tu mujer te da una mamada quiero que mastiques el condón. Y más te vale que le saques toda la leche así que haz tu mejor esfuerzo.

 Richard un tanto sorprendido con mi orden y aun de rodillas abrió su boca. Coloqué dentro el preservativo recién usado lleno de mi leche a lo que empezó a masticarlo como si de un chicle se tratara.

 Sh - Voy a buscar la llave para quitarle la jaula...

 Yo - No. He dicho que le vas a mamar la polla y que debe correrse... pero nunca dije que fuera sin la jaula... - Dije yo sonriendo en tono malévolo.

 La cara del cornudo era un poema. Sorprendido y con los ojos abiertos parecía querer decirme que no iba a ser capaz, pero estaba comprometido a desempeñar su papel, así que sin decir nada continuó moviendo el condón usado dentro de su boca de un lado al otro. Sheila sonriendo se puso de pie, se acercó y besándome me decía:

 Sh - Ummm. Me gusta cómo piensas... definitivamente lo vamos a pasar muy muy bien. Hemos elegido bien contigo.

 Yo- Jaja, gracias gracias. Pero no creas que todo para ti va a ser así de fácil. No olvides que eres mi zorra y que voy a hacer contigo lo que me plazca.

 Sh- No esperaba nada menos – Dijo excitada – ¿Escuchaste mi amor? Tu esposa es la zorra de otro hombre. ¿Te excita eso, cabrón? Querías compartirme, bueno... ahora soy de él. Voy a hacer todas las cochinadas que jamás en tu vida siquiera pensaste que seria capaz de hacer. Y espero que te guste el sabor de su leche porque cada día vas a tomar más. Espero que te acostumbres maricón. A ver, abre la boca y muéstrame cómo vas...

 Richard se pajeaba con intensidad mientras miraba a su mujer con devoción y continuaba saboreando. Abrió su boca, y sacando su lengua con mi condón sobre ella aún tenía una buena cantidad de mi semen dentro. Ella lo tomó y con sus dedos procedió a exprimir su contenido directo dentro de la boca del cornudo. Al terminar de sacar todo, ella lo llevó a su propia boca y lo saboreo. Le dio la vuelta dejando la parte interna completamente invertida y repitió el mismo procedimiento. Después se chupo los dedos. El cornudo con mi semen en la boca lo saboreó por un momento y lo tragó completo y sin dudar.

 R - Gracias mi vida...

 Sh - Ummm, delicioso. Me encanta el sabor de esta leche. Creo que no vas a tener que tragar tanto después de todo. Tragarás son las sobras... la quiero solo para mí.

 Yo - Bueno zorra, ¿qué esperas? Ponte a mamar. Y ya sabes Richard, 90 segundos. Si no no acabas hasta quien sabe cuándo...

 Sheila se arrodilló junto a su marido y agachándose empezó a mamarlo muy lentamente sobre su jaula. Al cabo de un instante ella se apiado de él y empezó a intensificar sus juegos orales. Se notaba que metía la lengua en los espacios de la jaula para llegar a la piel de su marido. Él le tomaba la cabeza e intentaba follarle la boca con desesperación. Jadeando parecía estar muy cerca de acabar. Habían pasado 75 segundos cuando él gritó que ya le venía la leche.

 Yo - Muy bien, ponte de pie y llénale las tetas a la zorra de tu mujer mientras acabas... aprovecha para decirle lo que sientes.

 Me agaché rápidamente y le dije al oído a Sheila que le metiera un dedo en el culo a su marido mientras acababa.

 Él se puso de pie y se paró frente a su mujer mientras esta continuaba con la mamada mirándolo hacia arriba con cara de santa, y movía su mano entre las piernas e iba metiendo su dedo en el culo de su marido.

 R - Ahhh... me corro amooor... me vuelves locooo. Te amo con locura. Quiero que seas una puta, quiero que seas la más cerda de las zorras... quiero verte follada y llena de leche, quiero que te rompan el culo, que llegues a casa sin poder sentarte. Quiero que él sea nuestro macho. Haré lo que me pidassss, ahhhh. Sigueeee...

 Sh - Así amor, siii, córrete anda, llena las tetas de tu mujercita con tu leche. Voy a serlo, seré una puta una zorra, vamos a ser unas perras adictas al semen de nuestro macho juntas...

 Richard empezó a disparar como loco semen directo a las tetas de su mujer que a la vez lo masturbaba desde la base del pene. Su miembro se notaba hinchado y enrojecido. La jaula realmente lo apretaba, pero aun así no impedía que el cornudo acabara. Su mujer seguía metiendo un dedo en el culo y con la otra mano apuntaba a sus tetas. Las piernas le temblaban. Realmente había un reguero de semen sobre las tetas de Sheila... Ella reía victoriosa. Richard tenía esa sonrisa de alivio que solo los hombres conocemos luego de corrernos con muchas ganas.

 Él, mirándome, me dio las gracias, pero yo le hice una seña apuntando a las tetas de su zorra. Él entendió perfectamente.

 Se arrodilló junto a ella y luego de besarla, empezó a lamer todo. Recogía cada grumo de semen que había en las tetas, pasaba su lengua y tragaba, repetía de nuevo. Su mujer reía por las cosquillas y por la situación, y lo agarraba de la cabeza casi asfixiándolo contra sus inmensas ubres. Al cabo de un par de minutos, ya todo estaba bajando y volviendo a la normalidad...

 Sheila pidió permiso para darse una merecida ducha, a lo que le di las indicaciones de donde estaba el baño. Richard y yo nos quedamos juntos en la sala, servimos nuevos tragos, y brindamos por el porvenir tan excitante que se avecinaba. Me dijo que yo era lo que ellos buscaban y que confiaba en mí para que todo fuera cada vez más intenso. Luego de ella salir de ducharse, él fue a hacer lo mismo, y esta vez me quedé yo con ella sentado conversando de alguna que otra tontería, pero con mucha naturalidad y complicidad.

 Al cabo de unos minutos Richard regresó, encontrándonos juntos en el sofá, ella recostada y descansando sus piernas sobre las mías. Él se sentó a su lado y la besó. Conversamos durante unos minutos más, de lo bien que lo habíamos pasado. Y que definitivamente íbamos a continuar. Trazamos un tanto las reglas, de qué días eran un no absoluto y a qué horas llamar, etc. Ellos procedieron a vestirse. Yo permanecí desnudo ya que estaba en mi casa. Justo antes de despedirlos di mi toque final.

 R - Bueno Jose, gracias por una de las mejores de noches de nuestras vidas. No hace falta ni siquiera que te diga que estaremos en contacto porque definitivamente esto solo está empezando.

 Sh - Si mi vida... jajaja, ¡ya estoy empezando a desesperarme por planificar el próximo encuentro!

 Yo - Gracias a Uds. por darme la oportunidad y sí, definitivamente esto está solo por empezar.

 Tomé a Sheila de la cintura y le di un morreo y aproveché para apretarle las tetas una vez más. Coloqué mis manos sobre los hombros de ambos y los empujé suavemente hacia abajo... al tiempo que les decía:

 Yo - Esta es la regla, cada vez que se despidan de mí, lo último que se tienen que llevar es el aliento de mi polla. Así que no importa donde estemos, deben metérsela en la boca y darle una saboreada.

 Ellos sonriendo procedieron a arrodillarse uno al lado del otro, primero él se la metió completa en la boca mientras ella la sostenía de la base. Dio una serie de mamadas profundas y justo al retirarse sacó la lengua y su mujer restregó generosamente la cabeza de mi polla sobre la lengua del cornudo. Luego cambiaron y fue él quien le ofreció mi polla a ella quien dio tres mamadas, pero para mi agradable sorpresa el cornudo con su mano libre tomó la nuca de su mujer y la empujó al máximo y obligó a dejarla ahí durante unos segundos, haciendo que ella diera una pequeña arcada y se pusiera roja por la falta de aire. Luego la soltó. Ella, salivado, sonrió y le dio un pequeño golpe juguetón en el pecho a su marido.

 R - Hay que acostumbrar a la zorra a mamar hasta el fondo de su garganta a su macho.

 Todos reímos, se pusieron de pie y se retiraron, dejándome solo, agotado y listo para darme un baño y dormir. Más pronto de lo que me imaginaba seguiríamos con nuestros juegos.

 Continuara...

 

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