.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Una familia de cornudos (1)".

 

 Conocí a Richard en el gimnasio adonde asistíamos ambos. Un tipo simpático del tipo de personalidad que quiere ser servicial ante todo. A veces entrenábamos juntos. Y la verdad es que se me hacía un tanto gay, aunque no lo era, ya que un buen día su esposa, una rubia de 45 años que era un monumento a la sensualidad llegó a buscarlo.

 Olvidaba presentarme. Me llamo Jose. Tengo 33 anos. Soy latino, de descendencia europea. Cuerpo promedio quizás con unos kilos de más. Aunque se me considera del tipo de cuerpo fornido. He tenido bastantes experiencias con parejas, algunas simples tríos. Otras pocas han sido parejas cuckold o cornudas, como las conocemos en español, y debo decir que estas son mis favoritas. Ese morbo de toda esa situación no tiene comparación.

 En fin, como venía contándoles, apareció Sheila, rubia, 45 años, tetas operadas, inmensas, grandes y duras, color de piel bronceada con muchas pecas, ojos verde esmeralda... La verdad es que era mucha mujer para ese hombre. Él, del tipo común, delgado, rondando los 40 y tantos. Ni feo ni atractivo. Podría pasar desapercibido ante cualquier situación, ya que no era imponente para nada. Y él lo sabía. Hacía un esfuerzo inusual para 'presumir' de su mujer. Me la presentó. Ella, muy sonriente y simpática, me tendió la mano, pero me acerco a ella y me dio un beso en el cachete. Al tiempo que él decía:

 R- Este es mi amigo Jose del que te he hablado.

 Eso me dejó pensativo. La experiencia me ha enseñado a detectar este tipo de parejas.

 Total, que pasaron los días y nos vimos de nuevo en el gimnasio y le pregunté a Richard sobre su esposa, y le hice saber lo muy atractiva que me parecía. Él, muy sonriente, me daba las gracias.

 Luego de entrenar me dijo que deberíamos salir algun día los tres a tomar algo para divertirnos y relajarnos. Acepté inmediatamente, ya que me imaginaba por donde iba el asunto. Para resumir, ya que no quiero hacer el relato largo en detalles insignificantes, llegó el día acordado, quedamos en un bar en el centro muy animado y bastante concurrido.

 Una vez dentro comenzamos a hablar y a tomar luego de unos minutos ya estábamos bastante pegados ella y yo con la excusa del ruido que no nos dejaba escucharnos bien. Ella, en medio de los dos, se movía al ritmo de la música. Llevaba unos jeans bastante apretados, bien a la cintura y una camiseta blanca que dejaba ver la forma de sus tetas por los costados. Parecía una diva. Era difícil creer que esa mujer tuviera 45 años y dos hijos de 25 y 19 respectivamente.

 Al pasar la noche y la conversación poniéndose más a tono y juguetona salió el tema de las mujeres atrevidas. Esto por el ambiente, veíamos bastantes chicas muy lanzadas con los hombres del bar. A lo que yo aproveché la oportunidad para decirle a Sheila que estaba seguro que ella podría opacar a todas esas zorritas si se lo proponía, que era mucho más atractiva que todas esas niñas. Ella sonriendo me dijo:

 Sh - ¡Pues gracias! Aunque solo lo dices de la boca para afuera porque no te atreves a atacarme...

 Yo - ¿Pero cómo? Lo que pasa es que tu esposo aquí presente no me lo permitirá, (dije siendo cauteloso).

 Ella se echó a reir y me dijo:

 Sh - Creo que tú ya entiendes qué clase de pareja somos. Así que no hace falta que disimulemos ninguno. ¿O me equivoco?

 Yo tratando de ser precavido y mirando a Richard le dije que me gustaría escucharlo de él.

 R - Pues somos una pareja swinger. Pero la verdad es que no estamos en la onda de intercambiar parejas. Lo nuestro es hacer tríos con hombres. Pero la verdad es que se ha hecho difícil conseguir lo que queremos en concreto...

 A todas estas, mientras él decía esto, Sheila ya se encontraba bien pegada a mí y apoyándose sobre mi hombro izquierdo mirándome muy seductoramente. Y entonces le pregunté que qué era lo que buscaban en concreto. Y fue cuando ella me contestó hablándome al oído:

 Sh - Somos una pareja cuckold. ¿Sabes lo que eso significa?

 Yo - Pues sí, da la casualidad que tengo experiencia en el asunto, (dije a la vez que sonreía con algo de prepotencia).

 R - ¡Lo sabía! ¿Viste amor, que no me he equivocado? Te dije que seguro era un alfa!. (Dijo él emocionado).

 Su esposa, que sonreía y seguía seductoramente apoyada en mi hombro, juguetonamente me dice:

 Sh - Pero eso no es todo. Verás, si bien es cierto que somos una pareja en la onda del cuckold, somos muy exigentes. Por lo que buscamos no es simplemente un macho que me folle delante de mi esposo. Esos hay muchos. Lo que queremos es mucho más complejo y difícil. Necesitamos algo como un novio. Que sea permanente. Extremadamente morboso, que no tenga miedo de probar nuestros límites. Que sea muy dominante.

 A todas estas yo seguía escuchando y no me lo podía creer. Semejante espectáculo de mujer, (muy al estilo de Vicky Vette, la actriz porno) la propuesta que me estaban haciendo me tenía ya con una erección tremenda, que ciertamente no pasó desapercibida para Richard...

R - Yo creo que a nuestro amigo le está gustando lo que escucha. (le dijo a su esposa señalando mi miembro).

 Ella, sonriendo, colocó una de sus manos sobre mi paquete, sobándolo disimulada y seductoramente.

 R - Lo más importante es que seas discreto. Los límites prácticamente no existen. Hemos probado bastante y siempre terminamos con una sensación de vacío, de que faltó algo, que no fue suficiente. Por eso queremos alguien que nos lleve más lejos de lo que hayamos imaginado. ¿Qué dices?

 Sh - ¿Te comió la lengua el ratón? ¿O estás asustado?, (dijo ella en tono preocupado).

 Yo, tomando la determinación que hacía falta y ya seguro que no había razón de ser cauteloso, empecé a tocar descaradamente a Sheila, colocando mi mano izquierda en su cintura casi sobre su culo y apretando su cuerpo contra el mío. Mi mano derecha la coloqué sobre el hombro del marido cornudo y apretando un poco lo acerqué a nosotros para poder hablar con más vulgaridad sin preocuparnos de los demás.

 Ellos, sonrientes de mi movida, aceptaron mis tratos sin reparo, al tiempo que les decía:

 Yo - Pues me alegra mucho que me hayan escogido. Richard, tu mujer es una zorra de infarto. Que te aseguro que aunque no me lo hubieras propuesto yo hubiese intentado seducirla a tus espaldas de cualquier manera. Estoy seguro que lo vamos a pasar genial. Y tengo que advertirles que mis ideas pueden llegar a ser bastante extremas, así que necesito que me aclaren qué es lo que han hecho hasta ahora para saber qué es ese vacío que uds dicen que sienten.

 Ellos, visiblemente excitados por mis acciones, se pegaron más a mí.

 R - Yo me muero de ganas por contarte todo, pero no creo que aquí sea apropiado.

 Sh - Estoy de acuerdo. ¿Podríamos ir a conversar a algún lugar más 'comodo'?

 Yo - Pues podríamos ir a su casa, así se sienten comodos. Si no les importa mi apartamento está a la orden también.

 R- Nuestros hijos viven en casa aún. No sería cómodo para ir en este momento. Pero si a mi esposa no le importa, tu apartamento suena buena opción.

 Sh - ¿Y a qué esperamos?

 Salimos del bar pero esta vez diferente de como entramos. Yo tomando la cintura de ella. Y mi futuro cornudo caminando detrás viendo en primer plano cómo yo le agarraba el culo a su mujer. Hice bastante énfasis al despedirme del seguridad en la entrada, quien mirando curioso seguro notó cómo ella llegó tomada de manos de un hombre y salía abrazada de otro.

 No quería forzar la situación y de hecho quería darles tiempo a ellos solos para que conversaran, así que insistí en ir cada uno en su coche, ellos siguiéndome hasta mi apartamento.

 La verdad es que tenía una erección que me dolía, y estaba ansioso y desesperado por ver cómo se desarrollaría todo.

 Llegamos a mi casa, pasamos a la sala, serví bebidas para todos, una buena botella de ron que produce un calor en el pecho que desinhibe a cualquiera.

 Un poco de conversación para romper más el hielo, que si la zona de la ciudad, que si el apartamento y su decoración, un poco de nuestras profesiones.., y entramos en la materia que nos acontecía.

 Yo - Bueno, retomando nuestra conversación del bar... tengo curiosidad por saber su historia. Cómo empezaron, qué han hecho, qué es eso que les falta por conseguir.

 R - Bueno, empezamos hace unos años ya. Yo siempre insistí en hacer un trío con otra mujer, pero mi dulce esposa no aceptaba. Hasta que ella me preguntó que cómo me sentiría yo si ella me pedía lo mismo pero con otro hombre. Y yo, lejos de ofenderme, me sentí enormemente excitado y le dije que por supuesto.

 Sh - La verdad, no me esperaba esa respuesta de él, y pues siendo sincera no creo que exista una mujer en el mundo que no quiera tener dos o más machos para ella sola. Lo de hacer un trío con otra mujer realmente me daba lo mismo, yo en la uni ya había tenido experiencias lésbicas, así que no me detenía eso. Era más bien los celos. Pero como lo vi tan decidido acepté con la condición de que hiciéramos el trío con otro hombre también, ya que no podía perder la oportunidad. Siempre tuvimos una vida sexual bastante activa y fuimos muy juguetones, así que era hora de probar.

 R - Buscamos una prostituta especialista en parejas. A la hora del encuentro, estar con dos mujeres resultó mucho para mí, por lo que acabé muy rápido, llenándoles las bocas con mi leche casi en la primera mamada. La acompañante en cierto sentido hizo burla de mí, preguntándole a Sheila si siempre era así, que debía estar necesitada de placer. Lo que más me sorprendió fue la respuesta de mi esposa, que le contesto que sí, que siempre la dejaba mal. Y bueno, la puta decidió darle unos buenos orgasmos a mi mujer mientras yo miraba y me pajeaba como loco. Al terminar, mi esposa le contó lo del acuerdo del trío con otro hombre y la prostituta le dijo que ella tenía un amigo adecuado para eso que con gusto lo pondría en contacto con nosotros, así ella sabría lo que era un "macho de verdad"...

 Justo al decir esto, su mujer, que estaba sentada junto a mí sobando mis piernas, soltó una carcajada y dijo:

 Sh - ¡Y vaya que tenía razon! Tú eres muy buen esposo y padre, pero como macho no sirves de mucho. Cualquier niñato de 16 años tiene una polla más grande y de más aguante que la tuya.

 Este comentario tan directo me sorprendió bastante. Yo pensando que Richard se ofendería, pues resultó todo lo contrario y sonriendo afirmó con su cabeza.

 Yo - ¿De verdad? Quién lo diría. Jamás imaginé que fueras un picha corta.

 Sh - Jajaja, no te imaginas. El problema no es tanto el tamaño de su polla. Es que, apenas se roza la polla, derrama la leche. Por eso me toca tenerlo bajo control. ¿Por qué no se la muestras, cielo?

 En ese momento y sin rechistar, el cornudo se puso de pie, se quitó los pantalones y se bajó los calzoncillos. Lo que vi me dejó gratamente sorprendido. Una polla que parecía de tamaño normal, pero no muy gruesa, estaba enjaulada en un aparato de castidad metálico. Se notaba que a Richard toda la situación lo tenía excitado porque le apretaba bastante la jaula, que era bastante pequeña. Sus huevos, no muy grandes, los tenía sujetados a la base del dispositivo por un aro metálico que ejercía bastante presión, y lucían un tono rojo y azulado.

 Ahí parado y mirándonos sonriente estaba como esperando órdenes. Decido tomar un poco la iniciativa y le dije que se quitara toda la ropa y continuara el relato. Lo hizo inmediatamente. Se sentó dejando su polla enjaulada guindar al borde de la silla. Al mismo tiempo, su mujer seguía abrazada a mí sobando mi paquete por encima del pantalón y sonriendo y señalando con sus labios que viera la pollita enjaulada de su marido.

 R - Al día siguiente del trio la prostituta me envió los datos del hombre que había prometido. Lo llamé y quedamos para esa misma semana.

 Sh - Richard parecía desesperado por hacer el trío con el otro hombre. Incluso más que yo. Esto me llamó la atención porque siempre fue un tanto sumiso en el sexo. Cuando lo hacíamos me pedía que con las mamadas le metiera dedos por el culo, que lo hacían correrse inmediatamente. No se inmutaba en besarme después de correrse en la boca (lo que pasaba casi siempre y por accidente, porque no aguantaba). Y terminó convertido en un experto en chuparme el coño. Era mi principal fuente de orgasmos. Nunca con su polla. Siempre con su lengua.

 En este momento, noté al cornudo tocándose su pollita aún estando enjaulado. Realmente estaba excitado como loco. Le ordené que se detuviera, que nadie le había dicho que podía tocarse. Obedeció sin problema. Continuó con su relato del encuentro con el hombre, haciendo énfasis en cómo era la polla de éste mucho más grande que la suya y cómo pudo ver a su mujer gritar y disfrutar.


 R - Prácticamente todo el encuentro lo que hice fue mirar y pajearme. Quería que ella disfrutara todo y no quería interrumpir. Además descubrí ese día que me encantaba mirarla. Era mi propia actriz porno. Y lo mejor es que era mi esposa.

Sh - Y vaya que disfruté, cabrón. Ese día te convertiste en mi cornudo para siempre.

 En ese momento decidí actuar, y sin esperar más empecé a besar a la zorra que tenía en mis brazos. Ella se abalanzó sobre mí, metiendo su lengua bien adentro de mi boca y gimiendo bien alto. Metí mis manos en los costados de su camiseta para agarrar sus tetas (no llevaba sujetador) y pude apreciar los duros e inmensos pezones que esa mujer tenía. La aparté suavemente porque quería ver a su cornudo mientras ella se franeleaba conmigo y lo encontré sentado inclinado hacia adelante mirando con detalle con una cara de placer indescriptible y con una de sus manos sujetando sus huevos, apretándolos considerablemente. Entendí que el cabrón tenía un alma sumisa y le iba la humillación.

 - Continua cornudo, (dije, mientras seguía besando y metiéndole mano a su mujer).

 Él siguió comentando cómo empezó a buscarle hombres entre colegas y amigos, sin tener mucha suerte. Y luego pasó a buscarlos online, donde descubrió este mundo de los cuernos consentidos.

 Sh - Empezamos a ver porno juntos del tema de los cornudos. Cada vez más extremo, y noté que mientras más perversa era la escena, más ímpetu ponía. Se ponía como loco cada vez que veía una escena donde la mujer forzaba al cornudo a mamar la polla del macho.

 Él sonreía, casi orgulloso de las palabras de su puta mujer. Siguió comentando cómo empezó a subir fotos de su mujer y a leer los comentarios en los foros.

 R- Conseguimos hacer varios contactos. Yo le enseñaba las fotos de los aspirantes y ella decidía quién era el afortunado. Hicimos varios tríos. Al principio no sabíamos bien qué hacíamos, por lo que casi siempre era decepcionante.

 Sh - Yo terminaba agotada y con muchos orgasmos. Pero Richard siempre me daba la impresión de que se quedaba corto. Lo notaba feliz por mí, pero no completamente satisfecho. Así que decidí tomar la iniciativa y busqué, entre los que se ofrecían, al que fuera bisexual. Cuando llegó el momento estábamos con este hombre y le dije al cabrón de mi cornudo que se acercara. Yo sin saber como reaccionaría decidí probar mi suerte y le ordené que me acompañara a mamar esa polla. Él, lejos de dudar, se lanzó como un perro a una galleta.

 Yo - ¿Así que eres un cornudo, en castidad, que acaba rápido y además traga pollas? Vaya, me sorprendes...

 Richard asentía sonriente, visiblemente excitado por mi intención de humillarlo. Tenía su polla brillosa tratando de salirse de la jaula y nuevamente empezó a tocársela. Casi al instante recordó que yo le había prohibido tocarse y dejó de hacerlo. Yo, por el contrario, le ordené que se tocara, que tratara de masturbarse y utilizara su dedo índice para jugar con el líquido preseminal que se asomaba por la punta de su polla pero que por nada del mundo se le ocurriera eyacular. Cuando tuviese ganas de hacerlo, debía detenerse y darse una palmada muy dura sobre sus cojones.

 Siguió mis órdenes al pie de la letra tomando el líquido preseminal con sus dedos y llevándolos a su boca. Sheila continuó contando cómo fueron teniendo encuentros con hombres bisexuales, y que cada vez era más lanzada a humillar a su cornudo marido, dándole órdenes cada vez más osadas. Me contaron cómo se hizo habitual para él tragar la leche de sus machos, primero limpiándola a ella y luego directamente de la polla.

 Yo - ¿Y la jaula de castidad? ¿Cómo llegaron a la castidad?

 Sh - Bueno, como verás el cornudo se excita con mucha facilidad y termina eyaculando al minuto. En la mayoría de los encuentros que tuvimos mientras mi macho de turno apenas empezaba conmigo, el cabrón de Richard ya había acabado, por lo que se quedaba como un tonto mirando, esperando a tener otra erección.

 R - Qué te puedo decir... soy un hombre débil, (dijo sonriente el cornudo al mismo tiempo que se daba tremenda palmada en sus huevos, recordando que debía hacerlo cada vez que estuviera cerca de correrse).

 Un pequeño gesto de placer y dolor se veía en su rostro, colorado por toda la situacion. Su polla enjaulada apretaba al máximo la jaula y la pre-corrida se asomaba por la punta. La muy zorra de su mujer se reía excitada al tiempo que seguía agarrándome por encina de mi pantalón, sobando mi polla y como midiéndola.

 No voy a mentir en decir que tengo una polla de 40cm. Me mide 21 cm, sin embargo, mi mayor atributo es lo gruesa que es. Por lo general, las mujeres no logran meterla entera en su boca por lo ancha que es. Ella notaba esto y me miraba con cara de sorpresa al tiempo que decía:

 Sh - ¿Estás viendo esto, cielo? Si así la tiene bajo la ropa, imagina lo que debe ser una vez liberada.

 El cornudo asintió casi relamiéndose y continuó diciendo:

 R - En un encuentro con un corneador, me corrí tan rápido que éste sugirió que debían amarrarme las manos o la polla para controlarme. Y a mi esposa, que no le cuesta mucho trabajo planear maldades, en menos de una semana ya tenía la jaula de castidad en la casa.

 Sh - Decidimos usarla para cada vez que tuviéramos un encuentro y así lo hicimos al principio, hasta que descubrí que el muy cabrón se masturbaba como loco el día antes de un encuentro con un macho. Así que tomé cartas en el asunto. Y una noche que estábamos teniendo sexo, le puse la jaula, le ordené que se acostara boca arriba, me senté sobre su boca hasta que me corrí dos veces, me bajé y a dormir. Él se quedó esperando y hasta me preguntó que si iba a hacerlo eyacular. Le dije que no me apetecía tener su inservible semen encima, así que no, que cuando me provocara le avisaría. Se quedó impresionado, pero aceptó. Pasaron tres días hasta que me suplicó que lo dejara correrse. Le puse la condición que debía hacer lo que yo le pidiera, sino no le iba a tocar su ridícula polla más, nunca. Y por supuesto que aceptó. Masturbándose como loco inclinado sobre sus hombros mientras yo lamía sus bolas y jugaba con su culo. Le estaba haciendo una mamada y justo cuando iba a correrse la saqué de mi boca y apunté a su propia cara, y le dije al cerdo que abriera la boca. Tragó una tonelada de leche.

 En ese momento, dos fuertes palmadas retumbaron en la habitación seguido de un gemido de dolor y placer. El cornudo parece que estaba al borde de la locura recordando y escuchando a la zorra de su mujer contar todo y se acababa de golpear muy fuerte sus bolas, encorvándose del dolor con la polla temblando.

 Sh - Desde ese día empezó a usar la jaula desde los jueves hasta los lunes. Tiene la polla libre solo los martes y miércoles, porque sé que son sus días más ocupados. Verás, es un cornudo sumiso tragapollas y adicto al semen, pero también es mi esposo, el padre de mis hijos y el hombre que amo. Y disfruto su pollita de vez en cuando y no quiero arruinársela. Además se lo merece porque es un cornudo perfecto.

 R - Gracias, amor. Pero si tu me lo pidieras, no me quitaría la jaula jamás. Te amo y te pertenezco para que hagas conmigo lo que quieras con tal de que me dejes estar a tu lado mientras gozas de tu cuerpo!

 En ese momento debo decir que yo estaba entre impresionado y conmovido por tales palabras de ambos. Se amaban inmensamente y disfrutaban de sus roles, ella de hotwife dominante y él de cornudo total.

 Allí estábamos: La esposa una mujer divina, rubia cabello largo liso, ojos verdes, labios carnosos y sonrisa genuina. Unas tetas operadas inmensas con unos pezones duros y tiesos perfectos para succionar. De baja estatura y no más de 50 kilos. Con un culo perfecto y piernas gruesas. Sus tetas se asomaban mostrando una de ellas el pezón totalmente afuera y la otra aún tapada, producto de nuestro franeleo.

 El cornudo, un hombre delgado del tipo común, sentado completamente desnudo frente a nosotros, con su polla enjaulada y sus huevos al borde del sillón, ya más morados producto de la excitación y las palmadas que él se había infringido siguiendo mis órdenes.

 Y yo, aún vestido, con una erección tremenda sentado al lado de esta espectacular mujer, que continuaba agarrando mi polla y tratando de arrancármela.

 Decidí que era hora de avanzar, así que, tomando en cuenta todo lo que me habían contado empecé a tomar el control de lo que sucedería. Pregunté que cuales eran sus fantasías y sus límites, ya que no quería llevarme una sorpresa de hacer algo muy atrevido, a lo que ella contestó:

 Sh - Ese es el asunto. No sabemos. Solo sabemos que queremos más. Y queremos que nos sorprendan. Por eso buscamos a alguien dominante y sin temores. Los límites yo no puedo pensar en alguno en este momento. Y creo que el cabrón tampoco, ¿verdad, cielo?

 R - Para nada. ¡Lo que quieras obedeceré! Solo quiero que mi esposa tenga unos orgasmos de locura. La quiero ver perdida por polla, adicta al sexo. Y por mí no te debes preocupar. Pero estoy de acuerdo con ella. Decirte a ti exactamente lo que queremos que nos hagas rompería la novedad y la sorpresa que buscamos... (contestó el cornudo al tiempo que se apretaba sus bolas con su mano izquierda y se las palmeaba varias veces al hablar).

 Entendí en ese momento que debía ser creativo sin ser loco, y que si quería que esto durara debía mantenerlos a la expectativa. Me puse de pie y mirando a la zorrita directo a los ojos, le dije:

 Yo - ¿Qué esperas? ¿No la querías ver? Enséñame qué tan talentosa eres.

 Ella, sonriendo y con cara de vicio, se acomodó en su silla y bajó mis pantalones y boxers solo un poco, lo suficiente para que se asomara mi polla. Me giré a mirar al cornudo, y le pedí que se sentara junto a su mujer. Él obedeció inmediatamente. Sheila empezó a pajearme lentamente mirando mi polla como hipnotizada, con la boca entreabierta.

 Yo - Cornudo, ayuda a tu mujer. Agarra mis huevos y masajéalos mientras ella me hace una mamada.

 Él, con su mano, agarro mis huevos y empezó a estrujarlos suavemente, masajeándolos.

 Su mujer se acercó abriendo su boca y, exhalando sensualmente, metió la cabeza de mi polla rodeándola con sus labios. Pude sentir su lengua jugando con el frenillo al tiempo que succionaba con sus labios. Tenía sus manos sobre mis muslos. A un lado seguía su cornudo jugando con mis bolas, mirándola fijamente, excitado y sonriendo.

 Luego de unos minutos en esa faena, ella se sacó de la boca mi miembro, y se lo ofreció a su cornudo mirandolo juguetonamente:

 Sh - Ven, amor, prueba lo que es una polla de verdad. Quizás de tanto mamarla, la tuya empiece a crecer un poco...

 R - Mmmmm, no creo que pueda haber alguna forma que mi clítoris pueda transformarse en esa vara, pero con gusto la mamaría durante horas.

 Él se llevó mi miembro a su boca y empezó una mamada a un ritmo frenético, haciendo el máximo esfuerzo por llevarla lo más adentro posible. Su mujer lo agarraba por la nuca marcándole el ritmo, empujándolo y diciéndole marranadas.

 Sh - ¡Así, cabrón, mámalo como merece! ¡Eres un maricón traga pollas! ¡Demuestra lo que sabes!

Ella se puso de pie y empezamos a besarnos mientras el cornudo seguía en su mamada acelerada.

Procedí a quitarle su camisa y dejarla con las tetas al aire, y me dispuse a jugar con ellas agarrándolas y mordiendo esos pezones que parecían dos balas de lo puntiagudos que estaban. Ella gemía y se restregaba lascivamente contra mí, pegando sus tetazas en mi cara y gimiendo excitada. Escuché al cornudo gemir con mi polla en su boca al tiempo que se agarraba la suya jalándosela con la jaula, haciendo que sus bolas se estiraran aún más. Le pedí que parara y se pusiera de pie. Era hora de que me ofreciera a la puta de su mujer y la exhibiera como buen cornudo....

 Continuara...

 

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