Hola
amigos lectores, nunca pensé que estaría escribiendo ésto, pero ya ven.
Quiero contarles lo que me ha pasado, ví a mujer gozando con otro
hombre. Debo describirles a mi mujer, ella es alta y más bien delgada,
a sus 40 años ya tiene unos kilitos de más, sin embargo luce un cuerpo
muy sexy que logra cautivar miradas de hombres maduros y jóvenes, ella
realmente destaca entre muchas, tiene un bello rostro, unas piernas
largas, delgadas y bien formadas coronadas con un culo hermoso, sus
tetas son mas bien pequeñas y con un pezón rosado y pequeño que le dan
un aire juvenil, su coño lo mantiene con algo de pelos, pero bien
recortados, sus labios vaginales son morenos y suaves con un clítoris
grande y muy sensible, les aseguro que dan ganas de cogerla sin
remordimientos.
Tanto ella como yo nos sentimos seguros de nuestro amor y por eso nuestra
vida sexual es absolutamente plena. Debido a que llevamos muchos años
juntos y nuestras experiencias sexuales se limitan a nosotros, estoy
permanentemente buscando cómo satisfacerla y ella está dispuesta a casi
todo lo que le proponga, siempre que se trate de nosotros dos.
Todo comenzó cuando en Internet llegué a páginas con imágenes amateurs de
hombres negros teniendo sexo con mujeres blancas casadas, mientras sus
maridos observaban, el rostro de placer de esas mujeres me dio un morbo
enorme y comencé a visitarlas de vez en cuando. Todas las fotos
sugerían que sus maridos estaban de acuerdo con que ellas tuvieran sexo
con esos dotados morenos, incluso algunos les regalaban esas aventuras
para sus cumpleaños. Luego, al leer testimonios de hombres cornudos en
esta página ya no pude sacarme la idea de la cabeza, quería ver a mi
mujer gozar como esas mujeres.
Lograr mi objetivo no sería fácil, mi mujer es muy seria y no estaría de
acuerdo con eso, pero comencé con mi plan.
Durante nuestras sesiones de sexo, a veces, vemos videos de parejas
amateurs, cogiendo como locos, pues bien, comencé a proyectar sólo
videos de tríos, esposas cogidas por otros tíos mientras el marido
observa y cosas como esas. Luego de verlas le comentaba lo cachondo que
me ponían esas escenas y le peguntaba qué le parecían a ella, siempre
me decía no sentir nada especial, pero su coño húmedo me decía otra
cosa, el sexo luego era muy intenso y ardiente.
Al pasar los días comencé a contarle abiertamente mi fantasía de
compartirla en un trío; de sólo mencionarlo me tiró un montón de
reclamos, que eso era sucio, que mi mente estaba torcida, que ella no
lo necesitaba, que yo era un celoso empedernido y no lo permitiría, y
más; pero como han leído, ninguna vez me dijo que ella no estaba
dispuesta a hacerlo, eso me dio incentivo para seguir adelante.
Nuevamente el sexo posterior a esas conversaciones era salvaje y ella
tomaba la iniciativa como pocas veces lo hacía, no quería parar de
coger, y yo tampoco.
No sabía cómo avanzar en mi plan hasta que leí un relato en esta página:
un morbocornudo buscó un masajista. Ese era el siguiente paso, pues a
mi mujer le encantan los masajes. Busqué en internet hombres que dieran
todo tipo de servicios a mujeres dispuestas, y escogí a los que daban
masajes eróticos y algo más, y que no les molestara tener al marido
observando, lamentablemente en mi ciudad no viven personas de piel
obscura. Algunos dirán que cómo acepté un prostituto para ella, pero
era mi alternativa, por celos yo no aceptaría a un amigo o conocido, o
compañero de trabajo, yo sólo aceptaría a un desconocido que no
viésemos nunca más si no resultaba una buena experiencia.
Una noche dándole un masaje en todo su desnudo cuerpo, me disculpé por no
ser buen masajista y ofrecí regalarle un masaje de un profesional, al
comentárselo cuando acariciaba sus labios vaginales y su culo, y por
mis contínuos comentarios de querer verla gozar con otro hombre, estoy
seguro que ella supo mis intenciones y no muy convencida me dijo que
aceptaba, pero haciéndose la ingenua respecto a que podría ser una
sesión de sexo.
Contactado el masajista acordamos reunirnos en un hotel fuera de la
ciudad, los días de espera a la cita fueron de mucho sexo, les debo
decir que cuando ella está excitada le encanta que le lama su dulce y
húmedo coñito y le meta un dedo en su estrecho culito, además se vuelve
muy activa montándose en mi verga sacudiéndola con su vagina como una
poseída. Sí claro, pensaba yo, sería sólo un masaje.
Estando ya en el hotel, mi mujer y yo estábamos muy nerviosos, pero muy
excitados también, aunque nunca hablamos de que habría sexo, ambos
sabíamos que podía pasar. Cuando llegó el masajista, llamado Andrés, un
joven de unos 28 años, alto, moreno, bien bronceado y con un cuerpo
bien trabajado en el gimnasio, mi mujer inmediatamente me miró con
aceptación. Andrés pidió a mi mujer que se preparara mientras él iba al
baño a ponerse cómodo.
Le pedí a ella que se pusiera una tanguita blanca semitransparente que
dejaba al descubierto su hermoso culo y permitía ver los pelos de su
coñito, ella no estaba tan de acuerdo porque lo consideraba
escandaloso, pero la convencí diciéndole que debía dejar la mayor
cantidad de desnudez para un buen masaje y que con una toalla
taparíamos sus nalgas, pubis y tetas cuando fuera necesario. Al entrar
Andrés, mi mujer estaba boca abajo con los ojos cerrados y con la
toalla tapándole el culo, yo ya estaba con una erección de antología y
la respiración agitada. Andrés sólo vestía un pequeño taparrabos que
dejaba poco a la imaginación haciendo evidente una verga de generosas
proporciones. Mi mujer no quiso abrir los ojos y Andrés comenzó con su
masaje, lento y experto, primero por su espalda, hombros y cuello y
luego por sus pies y piernas, acercándose cada vez más a su culito. Al
estar parado al costado de la cama, Andrés acercaba su verga al brazo y
luego a la pierna de mi mujer que al sentir su calor comenzó a respirar
entrecortado, ésto iba cada vez mejor. Andrés comenzó a separarle las
piernas para masajear el interior de ellas, diciéndole que era
necesario para un buen masaje, que se relajara y concentrara en sus
manos, ella primero se rehusó, pero terminó abriéndolas, permitiendo
que Andrés acercara sus manos cada vez más a su coño apenas rozándolo
por encima del calzón, ella parecía desear que lo hiciera.
A continuación le pidió que se diera vuelta para continuar con el masaje,
mi mujer lo hizo, pero luego de mostrar casualmente sus tetas volvió a
taparse con la toalla; Andrés no se lo permitió y le sacó la toalla de
un tirón, ella no se resistió. El se paró a los pies de la cama y
dejando su verga en contacto con la cabeza de mi mujer. Comenzó el
masaje por su cabeza, mejillas, cuello, estómago y luego las piernas,
mi mujer ardía en ganas porque su tanguita ya mostraba la humedad de su
calentura, por fin Andrés decidió masajear sus tetas y sus duros
pezones, estaba seguro que ya no se resistiría, y así fue, luego bajó
sus manos a la barriga de mi mujer metiendo sus manos bajo la tanguita
pero sólo por los costados sin tocar su peludito coño, mientras pasaba
sutilmente su miembro sobre el cuerpo de ella. De aquí en adelante ya
no hubo resistencia, Andrés intentó quitar la tanguita a mi mujer
insistiendo que era necesario para un perfecto masaje, mi mujer le
facilitó el trabajo.
La verga de Andrés ya salía de su taparrabo el cual se quitó dejando al
descubierto una verga de a lo menos 20 cms., gruesa como el antebrazo
de mi mujer y con venas hinchadas en sangre que le daban un lujurioso
aspecto, ella por fin abrió los ojos para ver lo que tenía a su lado,
el brillo en ellos era la imagen que yo quería ver. Ahora sí Andrés
comenzó a tocar su coñito húmedo que expelía un aroma que nos tenía
cachondos a más no poder a él y a mí. Ella instintivamente abrió sus
piernas mientras Andrés rozaba sus labios vaginales y su clítoris duro
y rojo, metió sin dificultad dos dedos en su vagina y los sacó empapado
en sus jugos vaginales, ella comenzó a gemir y a respirar con
dificultad, extendiendo una mano para agarrar la dura verga de Andrés,
yo ya no pude resistir, me desnudé y me uní a la pareja dejando mi
verga al alcance de la otra mano de ella, la que la tomó con fuerza
comenzando a pajearnos a ambos, al ver que yo no resistiría mucho lleve
mi verga a su boca que abrió engulléndola con avidez y que sólo soltó
para poder emitir unos profundos quejidos que evidenciaban la llegada
de un monumental orgasmo producido por el mete y saca de los dedos de
Andrés.
Mi mujer aún no terminaba de normalizar su respiración cuando Andrés ya
estaba lamiendo su empapado coñito, ella arqueó la espalda y abrió las
piernas aceptando de buena gana la experta lengua, luego de un rato en
el que ella gimió de placer sin retener ni un sólo quejido, Andrés la
puso boca abajo, se montó sobre sus piernas que estaban juntas y acercó
la verga a su culo pasándola entre las nalgas que al abrirlas le
permitió rozar su ardiente miembro con su ya dilatado ano. Ella se
esforzaba por levantar su culo y abrir las piernas para sentir el roce
en su raja, que se facilitaba con los jugos vaginales que le habían
escurrido del coño al culo cuando se lo lamió Andrés.
Este tipo era un experto y parecía saber cómo convencer a una respetable
mujer, sutilmente estiró una mano a un costado de la cama y sacó un
condón que había dejado silenciosamente ahí. Se lo mostró a mi mujer y
le preguntó:¿quieres sentirme?, ella me miró con cara de súplica y me
preguntó: ¿puedo?. Yo que había estado imaginándome ésto por mucho
tiempo, parecí dudar, pero su mirada me convenció, yo la incité a ésto
y ella ahora lo quería, le respondí: ésto es un regalo para ti, si tú
quieres
.; ella no me respondió pero rompió el envoltorio del condón y
se lo pasó a Andrés quien con rapidez se lo puso dispuesto a penetrar a
mi caliente esposita. Mientras pasaba ésto, yo me senté en la cama
frente a la cara de ella esperando que se metiera mi verga en la boca,
y así fue. Andrés comenzó a pasar la punta de su verga por el húmedo
clítoris de mi mujer que se estremecía con cada roce, intentando
separar las piernas para facilitarle la penetración, pero él no se lo
permitía demorando el gozo de ella hasta la angustia. Cuando ya la vio
desesperada comenzó a penetrarla lentamente, ella dejó de mamarme, y
puso su cabeza a un costado, cerró los ojos, abrió su boca y vi en su
rostro el placer de ser mujer, era lo que tanto quería ver, su placer,
ese era su regalo, pero también era el mío. Ya con toda su verga en el
coño de mi mujer, Andrés comenzó el mete-saca con suavidad, pero con
decisión, ella intentaba abrir sus piernas con toda su fuerza, mientras
gemía como sólo una hembra hambrienta de sexo sabe hacerlo. Con mucha
habilidad y sin sacar su verga, él le levanto el culo y le abrió las
piernas para comenzar a penetrarla con todo mientras ella tiraba su
culo atrás para recibir todo lo que le daban, no pasaron minutos cuando
mi mujer ya gritaba de placer logrando su segundo e intenso orgasmo, el
olor de su coño inundaba la habitación. Ella cayó hacia un costado de
la cama con los ojos cerrados como para seguir sintiendo el ardor y las
contracciones de su húmeda vagina. Estuvo así unos cinco minutos
mientras Andrés y yo seguíamos acariciándola con suavidad.
Cuando se reincorporó, con decisión tomó la iniciativa, se sentó en la
cama y le pidió a Andrés que se parara frente a ella y le dijo: ahora
gozarás tú; le sacó el condón y comenzó a mamarle la verga que ya
estaba dura como un fierro, yo seguía a un costado acariciándole sus
duros pezones y con una erección más dura que la de Andrés, pero ella
no le hacía caso.
Luego de un rato y al ver que Andrés no resistiría más, dejo de mamarle y
lo tumbó de espaldas sobre la cama, se subió sobre él con las piernas
abiertas y de espaldas a su rostro acercándole el coño a su boca hasta
que éste lograra lamerlo, ella bajó su rostro hasta la verga de él y
siguió chupando con suavidad, pero llevando toda esa carne al interior
de su boca. Cuando se retorcía de placer con la lengua de él, dijo: ya
está bién, ahora te cogeré yo¡, estiró un brazo para sacra otro condón
que con habilidad puso en su miembro y avanzó con las piernas abiertas
hacia el vientre de Andrés hasta dejar su coño a la altura de su verga,
Andrés separó sus labios vaginales y ella se dejó caer hasta engullirlo
todo, permitiendo que las bolas rozaran su rosado clítoris y que Andrés
abriera sus nalgas y rozara su ano con un dedo: Así comenzó a cabalgar
como una loca, yo que ya no podía más me paré frente a ella y le ofrecí
mi verga, por fin la tomó y se la tragó sin más, yo podía sentir su
garganta y su lengua envolviendo mi ansioso miembro. El movimiento
arriba y abajo y circular de las caderas de mi mujer y la mamada que me
estaba haciendo surtieron efecto en los tres, que casi al unísono
llegamos al orgasmo ella, su tercero, y a eyacular como unos salvajes a
nosotros, Andrés en el coño y yo en la boca de ella. Fue un momento de
excitación máxima, se respiraba un intenso olor a sexo, a placer carnal
animal.
Luego de descansar un rato, mi mujer se levantó y fue a asearse al baño, a
Andrés y a mí nos quedó claro que la sesión de masajes
y sexo había
terminado, por lo que él entró al baño luego que ella saliera, ya
vestida. Antes que Andrés se fuera mi mujer le dijo que se había
portado muy bien, que había sido una bonita experiencia y le dio las
gracias, él haciendo gala de su experiencia le respondió que el placer
había sido de él.
Una vez solos en la habitación le pregunté qué le pareció lo vivido, me
agradeció el regalo, que había gozado enormemente y que ella había
hecho ésto por mí, que al principio no estaba de acuerdo en que el
masaje se transformara en sexo, pero que sus instintos básicos la
traicionaron y que al ver mi disposición no pudo resistirse y se
propuso gozar abiertamente. Me preguntó que cómo me había sentido y le
respondí que no sentí celos de que otro hombre fuera capaz de hacerla
gozar, porque yo también lo hago, y él siendo un profesional del sexo
debía lograrlo; que no lo sentí como una traición porque yo la llevé
ahí, que ella no me mentía, no me engañaba, no me era infiel, que su
amor era sólo mío.
¿Si lo haremos de nuevo?, no estoy seguro, cuando se lo he sugerido me
ignora totalmente, tal vez teme que una segunda experiencia no sea tan
buena como la primera y prefiera mantener un buen recuerdo. Como
nuestra vida entre las sábanas es muy placentera no le insisto
demasiado, pero no puedo olvidar la imagen de intenso placer en su
rostro, lo que me provoca el deseo de poseerla a cada momento y a ella
el orgullo de sentirse deseada. Por favor, díganme qué les pareció el
relato y denme ideas de cómo convencer a mi mujer para hacerlo
nuevamente. Email.
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