Soy
una mujer de 31 años, casada hace 8, tenemos una hija, hermosa, de 7, mi
marido es profesional, de muy buen cuerpo y súper seductor, él tiene 34.
Nuestra vida de casados, hasta ahora, había sido muy buena. Eduardo era
cariñoso conmigo y Luciana, muy comprensivo y muy inteligente.
Compartíamos todo y nuestras vacaciones eran un viaje al paraíso. Me
sentía completa, satisfecha de la vida, sin sobresaltos ni imprevistos,
todo iba a las mil maravillas.
Pero hace poco comenzó un cambio en mí, no sé cómo ni por qué, mi
comunicación con Edu era fantástica, siempre apoyando mis proyectos,
acompañándome en mis ilusiones y demostrando su amor por mi en los mas
mínimos detalles. Siempre me hizo sentir una reina, mimada y atendida.
Sexualmente, mi relación era muy buena, con muy pequeños altibajos, pero
siempre me atendió de la mejor manera. En estos años, si bien mi
experiencia previa al matrimonio no era muy extensa, fuimos probando de
todo. Nunca me forzó a realizar algo que no quisiera o deseara.
Me encantaba el sexo con Edu, sobre todo cuando él estaba descansado y
"conectado", cosa que le pasaba muy seguido. Mi vida se desarrollaba de
manera tranquila, con las "obligaciones" típicas de una "señora" de la
casa, preparaba los alimentos, me encargaba de nuestra hija, las compras,
etc. Y siempre tenia tiempo para mis cosas.
Me dedicaba a estudiar (me encanta cualquier actividad intelectual) y a
mi físico. Acomodando los horarios, tenia tiempo suficiente para, por la
mañana estudiar y por la tarde concurrir al gimnasio. Fue allí donde
comenzó mi cambio. No era que me encontrara insatisfecha, muy por el
contrario, ni dinero nos faltaba y no tenía carencias, mucho menos
afectivas.
Cierta vez, charlando con las compañeras de turno del gimnasio, hablaban
de lo bien que el instructor se había cogido a dos o tres de las chicas,
de lo bien que lo hacía, cómo chupaba la concha, el pedazote que tenía y
lo bien que lo manejaba.
Hasta ese momento era para mí un chico más, de los que habitualmente
rondan alrededor de una, soy muy linda de cara, alta, castaña, ojos
grandes y una figura muy bien puesta, gracias al gimnasio. Nunca había
reparado en él como hombre, era para mí un profesor de gimnasia y nada
más. La conversación despertó en mí, lo que creí era simple curiosidad,
pero luego me interesé más en el tema.
El café entre las chicas, luego de la clase de gimnasia, era como
siempre, momento para hablar de los hijos, moda y demás temas
intrascendentes, pero ya tenía otro tema en la mira: saber más del famoso
asunto del profesor.
Me acerqué a una de las involucradas, Silvia, 35 años, una hermosura, la
que no era de mi grupo por considerarla superficial y vacía. Al principio
ella estaba como cortada conmigo, nunca le había prestado mayor atención,
y de pronto "la seria", como me decían, trataba de ser su "amiga". No
tardó en largar su lengua, sólo bastaron dos cafés, me contó que su
marido, comerciante de mucho éxito, no la satisfacía como ella quería,
que tenía amantes, que se la cogía para cumplir (uno, dos y ya está), que
se quedaba con él porque económicamente le convenía y que Marcelo (el
profe) no era el primero en satisfacerla sexualmente (había tenido unos
cuantos amantes). No le costaba nada llegar a su casa, después de una
agitada tarde con Marce y, después de besar a su marido e hijos, correr
al baño para lavarse lo que él le había dejado en su concha y culo (que
dicho sea de paso, como lo refirió Silvia, era un estupendo enculador).
Silvia estaba encantada con su doble vida, por un lado la súper señora y
por otro la puta más promiscua. Analicé su historia de insatisfacción
permanente y la eterna búsqueda de algo que difícilmente encontraría de
esta manera.
Evidentemente Silvia no se parecía a mí ni en el blanco de los ojos, no
sólo por su situación personal, sino por su personalidad. No entendía
cómo permanentemente vivía necesitando un amante, cómo compulsivamente
recurría a terceras personas y adicionalmente negando esa necesidad, ese
afán de tener dos vidas como una naturalidad, como si nada sucediera,
como si fuera la única forma de vivir.
Lo que hablamos con Silvia me dejó pensando un tiempo, mientras tanto
seguí yendo al gimnasio. Comencé a mirar a Marce con ojos inquisidores.
¿Qué tenía para que las mujeres lo buscaran?. Era lindo, joven, con un
cuerpo divino, muy seductor, mezclaba un perfume dulzón con el olor que
la actividad física producía. Atraía su masculinidad. Pero luego de eso
no me producía ningún efecto.
Tenía un hermoso bulto (se notaba debajo de las mallas que usaba) y sus
movimientos eran casi felinos. Me sorprendí pensando en él, en casa,
mientras hacía mis cosas.
Cierta noche que Edu y yo hacíamos el amor de una manera hermosa,
cariñosa y muy dulce, comencé a pensar en él. Mi mente me jugaba una
broma o ¿qué?. Dejé la cierta pasividad que tenía para comenzar a pedirle
a Edu que me tratara con más brusquedad, que me hiciera sentir de otra
manera.
No soy de decir groserías, pero no me pude contener: Vamos... metémela
hasta el fondo... más... más... hazme sentir más... dale hijo de puta...
metémela hasta el fondo yaaaaaa.
Edu se sorprendió, pero hizo lo que le pedía. Tiene un buen pene, bien
largo y grueso, nunca hizo falta que le pidiera más, él solo sabía cómo
dosificarlo, hasta cierto punto se cuidaba de no ser muy brusco para no
lastimarme.
Pensar en Marcelo me hizo calentar a niveles nunca sentidos, le puse las
piernas sobre los hombros para que me clavara sin compasión (lo sentía
llegar al fondo de mi vagina y estirar los ligamentos). Me puse en cuatro
y le pedí que me lo enterrara por detrás, Edu no se hizo rogar y ya la
extrañeza había dejado lugar a la lujuria. Me abrió las piernas y con las
manos me separó los cachetes del culo, apuntó su preciosa verga y me
clavó de un empujón. Me llegó tan profundo que lancé un grito de dolor,
me había hecho daño, el muy pelotudo.
Se lo dije con mi "nuevo" vocabulario: Hijo de puta, me estás matando...
me estás reventando... me duele boludo... para... para... nooooo... no...
dale... dale más... más fuerte... siiiiiii... hasta el fondo... siiii...
asiiiiii.... me corro... acabo hijo de puta... me haces acabarrrrrr...
más... más fuerte...
Llegué a un orgasmo infinito, si bien soy de tener muy buenos orgasmos (Edu
se ocupa de hacérmelos disfrutar), no paraba de tener contracciones,
sentía cómo la pija de Edu resbalaba en mi concha y hacía un ruido raro
por los jugos que había segregado. Él no había acabado y yo quería más
guerra. Me incorporé y tiré a mi marido sobre la cama, me apoderé de su
pija y la empecé a chupar.
No era algo que hacía a menudo pero la tenía rica. Me la quise meter
hasta el fondo pero no me entraba. Estaba enloquecida, trastornada, ni yo
entendía qué me pasaba (en ese momento no tenía noción de qué era lo que
estaba haciendo).
Le solté la pija y con sus jugos en mi cara le di un beso de lengua lo
más profundo que pude. Le dije: Guacho... hijo de tu puta madre... me vas
a romper el culo... con esa pija infernal que tenés... me la vas a meter
hasta los huevos... quiero que me partas en dos... vamos boludo... qué
esperas... que se lo de a otro... escupime el orto y enterrámela de una
vez... dale... apúrate...
Edu me miraba, pero él también estaba súper caliente, más con mi nueva
faceta, que había salido a la luz como una explosión. Me puso boca abajo
con una almohada bajo el vientre, me quedó el orto bien arriba y yo
ayudaba quebrando mi cintura, puso sus piernas a los lados de mi cuerpo y
con la lubricación que trajo de mi concha y un poco de saliva, me mojó el
agujero.
Lo habíamos hecho muy pocas veces, no es que no me gustara, pero no me
producía tanto placer como por la concha, y aparte, como la pija de Edu
es muuuuuy respetable, las pocas veces que lo hicimos me dolió el culo
por unos cuantos días.
Con una mano se apoyó en la cama y con la otra se agarró la pija y la
apoyó en mi agujero. Cuando estuvo en posición me dijo: Abrite los
cachetes, que te la voy a poner hasta los huevos, puta barata (lo había
puesto muy caliente ya que él también es de no decir groserías).
Con la cara hacia un lado, me abrí las nalgas lo más que pude, casi hasta
lastimarme, sentía que mi culo se abría solo y latía esperando la pija.
Cuando sentí su cabeza cosquilleándome, no pude más y le grité: Dale
tarado... qué esperas... enterrámela de una puta vez... méteme esa mierda
de pija que tenés... aprende a coger de una puta vez y rompeme el orto,
hijo de puta...
Para qué lo habré dicho, me la enterró sin ningún miramiento, sentí cómo
la cabeza besó mi agujero y comenzó a penetrar sin esperar la dilatación,
más que una pija parecía un cuchillo que me estaba ensartando. El dolor
me llegaba hasta la punta de los dedos, en un momento solamente apoyaba
en la cama mi vientre, el resto estaba arqueado, hasta lo levantó a Edu.
Él siguió haciendo fuerza y se dejó caer con todo su peso en mi orto.
Sentí su grueso pedazo cómo me separaba y llenaba el recto y más allá. Yo
seguía abriéndome las nalgas lo que posibilitó que cuando se detuvo la
tenía encajada hasta los santos huevos, y se quedó quieto un momento.
Buscaba el aire, no me alcanzaban los pulmones, el grito lo ahogué con
una almohada (que casi rompo). Me sentía llena, repleta, me dolía el culo
y el vientre, estaba cubierta de un sudor frío, lo sentía en mi espalda y
el cuello.
Edu se afirmó en la cama y comenzó a sacarla lentamente. Cuando lo tuvo
casi afuera lo volvió a enterar. Comenzó un vaivén que me enloqueció. Qué
gusto lo que sentía, mi culo se abrazaba a su miembro deliciosamente. Me
tuvo en un orgasmo continuo, no sé qué dije o hice, pero luego de que Edu
me llenara el recto de leche, se retiró lentamente y me beso muy suave.
Volvíamos a ser los mismos.
Luego de higienizarnos, nos acostamos nuevamente y, ya algo más calmados,
Edu me preguntó qué me había pasado. Fue la primera vez que le mentí, le
dije que él me había excitado y que lo había deseado como nunca. Me miró
y no dijo nada, me besó nuevamente y abrazados se adormiló.
Por la mirada de mi marido sospeché que no le convenció, lo conocía muy
bien, su expresión era de extrañeza, no de sospecha, pero algo
evidentemente no encajaba. ¿habría dicho algo que no recordaba?. Con esa
duda me fui relajando hasta que me dormí.
2
Me desperté muy tarde, como con resaca, me dolía la cabeza (y el culo).
Me encontré una nota de Edu que me informaba que él había preparado el
desayuno a Luciana y que se encargaría de llevarla al colegio y que por
favor fuera a buscarla ya que él no podía, como firma lo de siempre: "Tu
amor".
Me causó sabor amargo, yo no había hecho el amor con mi marido, había
cogido con Marcelo. No entendía mi actitud, ni por qué actúe o me dejé
llevar de esa manera anoche. Me sentía una puta, si bien alguien dijo que
en una relación de pareja siempre hay un tercero, aunque sea en el
pensamiento, nunca me había pasado. Amaba a Eduardo, lo deseaba y
necesitaba como persona, era mi contra parte. No me imaginaba sin él.
Entonces... ¿a qué se debía la aparición de este tipo?.
No concurrí a clases, no estaba de animo, me preparé un baño de inmersión
bien caliente. Permanecí hasta que el agua se fue enfriando, me sequé y
me acosté nuevamente. No podía poner en orden mi cabeza. Para alguien
estructurado como yo, esto no debía pasar. Tenía sentimientos
encontrados, quería estar con Edu, besarlo, acariciarlo pero la visión de
Marcelo me inquietaba y desequilibraba mis emociones. Traté de
racionalizar la situación: ¿Cómo una persona, poco menos que desconocida,
podía desequilibrar toda una sólida estructura hasta hace muy poco?.
¿Tenía carencias no reconocidas?. ¿Estaba insatisfecha?. ¿Habría otra
razón oculta?. No lo sabía.
Opté por suponer que había sido algún juego mental, influenciado por la
imagen del instructor y quizás los comentarios de las chicas del gimnasio
y la conversación posterior con Silvia.
Fui a buscar a mi hija y almorzamos juntas, sus cositas me distrajeron y
decidí tampoco ir al gimnasio ese día. Al principio la tarde se hizo
agradable pero con el correr de las horas comencé a inquietarme sin saber
la razón. Estaba nerviosa (hasta le grité a Luciana), no me soportaba ni
yo misma. Cuando llego Eduardo lo recibí fríamente y enojada.
Él se puso cómodo y se sentó conmigo en la cocina mientras terminaba la
cena. Me preguntó cómo había pasado el día y le contesté con un gruñido.
Edu prendió un cigarrillo (nunca lo hace antes de comer) me miró serio y
me dijo: "No te parece que tendríamos que hablar". Le conteste: "De qué
tema querés hablar". "De vos", me contestó. "¿De mí?, si no me pasa
nada". "Ayer te comportaste de manera algo distinta que de costumbre".
"Estaba muy caliente". "No al principio". "Es que me pusiste la concha al
rojo". "Gracias, pero no creo que haya sido yo".
Me dejó helada, me temblaban las manos y la mandíbula.
"P... p... pero... qué decís". "Hasta me cambiaste el nombre". "¿Q...
q... que y... yo... te cambie de n... nombre?". "Sí". "Qué de pelotudeses
decís". "No sólo el nombre, sino que te estas expresando distinto".
"Basta de interrogatorios, no quiero escucharte más", no sabía cómo salir
de esto y me hice la ofendida. Si hubiese estado centrada sólo tendría
que haberlo explicarlo de la manera como había sucedido y el tema se
hubiese agotado. Pero al querer disimularlo lo compliqué mucho más.
Sólo Luciana cenó, Edu se refugió en su estudio y yo en la cocina. Qué
boluda había sido, caliente como estaba, cuando cogimos anoche,
evidentemente, debo haberlo nombrado (¿más de una vez?).
Eduardo no es tonto, lo había dejado pasar para hoy, sin la carga
emocional luego del coito. Quería hablarlo conmigo para entender qué me
había pasado, que le explicara qué me había ocurrido. Lo único que logré
fue embarrarla más.
Decidí terminar el tema y fui a su estudio. Él estaba sentado en su
sillón mirando nada. Me escuchó entrar pero no se movió.
"¿Estás enojado?", le pregunté. "¿Tengo que estarlo?". "Sinceramente no
sé de qué me acusas", dije altiva, con ganas de guerra. "Precisamente
eso, de no ser sincera".
La estaba embarrando peor, a Edu es muy difícil ganarle una discusión (y
menos si tiene la razón), sus argumentos son irrefutables y te ataca con
tus propios dichos, yo ya había renunciado a discutir con él.
"Qué querés que te diga, Edu". "¿Tenés que decirme algo?". "No... no hay
nada que decir, no me acuerdo qué dije o cómo lo dije, y me parece que
estás haciendo mucha historia por una nimiedad, un nombre que ni me
acuerdo, ni existe... no sé...". "Te parece una nimiedad que mientras te
estoy haciendo el amor te retuerzas y acabes como nunca lo habías hecho
llamando y deseando a otro". "Edu yo nunca te he sido infiel". "Lo fuiste
anoche". "Dejate de joder... ese Marcelo no existe, te habrá parecido, no
sé quién... me volvés loca", dije gritando histérica, ahora creo que la
explosión fue por toda la energía contenida. "Rosi... yo nunca dije que
el nombre sea Marcelo".
Llorando me fui a la habitación, me tomé un Lexo 6 y me acosté. No quería
verlo, mucho menos hablar con él. La situación se había complicado
demasiado, no había llevado la conversación como era debido, tenía que
haberle dicho cualquier cosa y chau... decirle cualquier tontería...
mentirle...
Pero... otra vez cometía el mismo error, creer que con mentiritas
confundiría a Edu, el daño estaba hecho y tendría que remediarlo rápido.
Había metido la pata hasta el fondo y Edu me había descubierto. Mañana
sería otro día.
3
Me desperté pasadas las nueve, otro día sin ir a la Facultad, me encontré
una nota de Eduardo que me informaba que nuevamente había preparado el
desayuno a nuestra hija y que por favor pasara a buscarla por el colegio.
La firmaba Eduardo, había prescindido de "Tu amor", me dolió muchísimo,
me lancé a llorar desconsoladamente.
Pasé a buscar a Lu por el colegio y hasta ella me preguntó qué me pasaba.
Le contesté que me dolía la cabeza. Por la tarde llevé a Luciana a sus
actividades y quedé con una madre que se ocuparía de retirarla para
llevarla, junto con sus amiguitas a un cumpleaños, por lo que me
comprometí a buscarla a las 20,00.
Toda la tarde para mí, me cambie y fui al gimnasio. Las rutinas de
aeróbic, y luego la serie de aparatos. Marcelo estaba reemplazando en
aparatos, así que él fue quien me marcó la rutina y me apoyaba con
instrucciones. Fue la primera vez que cruzamos más de dos palabras, y me
gustó, me fui relajando y dejando que la actividad fuera descargando mi
tensión.
Marce era un pícaro, me decía cómo poner la colita y me daba pequeños
chirlitos, al principio no me gustó pero observé que lo hacía con todas
(en especial con algunas, Silvia entre ellas) y todas encantadas.
Cuando hacía pectorales se colocó delante y comenzó a marcarme la
respiración, debería estar haciendo algo mal, porque Marce puso sus manos
a los costados de mi tórax, tocándome las tetas por fuera y me decía cómo
sincronizar los movimientos. Me miraba a los ojos y yo le devolví la
mirada, como sin darse cuenta, acudiendo a un llamado (qué inoportuno) me
pasó sus manos descaradamente por sobre los pezones, que parecían
monolitos. Toda la clase recibí atención especial por parte de Marce, con
sus rozamientos, tocamientos y miraditas me puso caliente como una pipa.
Se notaba mi humedad por entre la lycra, por suerte llegó la hora de la
ducha y pensé que me apagaría un poco, pero no fue así.
Quedamos en tomar algo en el bar del gimnasio ya que llovía, y a los 20
minutos éramos 4 charlando de sus cosas. Silvia hablando de un vendedor
de artículos para el hogar que conoció al ir a comprar un nuevo
refrigerador; Alicia tenía a su suegra por un mes conviviendo con ella;
Romina no sabía si dejar de tomar las pastillas anti o esperar que el
forro de su marido la llevase al Caribe como le venía prometiendo desde
hacía dos años.
Al rato llegó Marce y las chicas lo invitaron a la mesa, él se sentó a mi
lado, como la mesa ya quedaba chica tuve que "soportar" la pierna de él
pegada a la mía y cómo, en el calor de la conversación, la mano de Marce
se apoyaba en mi rodilla como sin querer. Cerca de las 19,00 y mientras
Marce no sé qué estupidez me decía al oído, vi la cara de Silvia
palidecer, parecía que se iba a desmayar, yo riendo a carcajadas le
pregunté si le pasaba algo o había visto a su marido. Ella me contestó
que no, que el marido era el mío. La que casi se desmaya fui yo, me paré
como por un resorte para no dejar que se acercara a la mesa, pero ya era
tarde. Edu estaba sobre mí (nunca más me siento de espaldas a la puerta).
Me tomó tan de sorpresa que sólo atinaba a tartamudear, Silvia, que
conocía a Eduardo, luego de saludarlo, vio la situación tensa y quiso
ayudar, para que... fue presentando a todos los de la mesa, cuando llegó
a Marce, yo miraba al piso como si fuese la culpable de todos los
crímenes de la humanidad, por el rabillo del ojo pude distinguir que Edu
acusó el nombre.
Muy correcto, me tomó del brazo y separándome del grupo me dijo que mi
celular estaba desconectado (con los despelotes me había olvidados de
recargarlo), y quería saber de Lu, ya que había ido a buscarla y ya no
estaba.
Como pude le expliqué y le dije que yo pasaría a buscarla, mientras la
mirada de Edu me perforaba, estaba pálido, y si bien la situación no
pasaba de seudo comprometedora, todos los acontecimientos estaban en mi
contra. Histérica y enojada en casa y a carcajadas en el gimnasio, un
Marce inexistente a uno de carne y hueso como por arte de magia y lo de
menos, pero con la suma de acontecimientos, no menos importante, los
cuchicheos de Marce en mi oído que me hacían reír.
No dijo palabra, cortésmente se acercó al grupo y se despidió de todos,
uno por uno, a Silvia le mandó saludos para su marido, a Alicia y Romina
les besó la mejilla y a Marce le preguntó como al pasar, que cómo me
trataban las chicas, el muy hijo de puta debería estar acostumbrado a
este tipo de situaciones ya que le contestó con mucha naturalidad, que
desde hacía un año que trabajaba allí y todavía no lo habían mordido. Del
supuesto chiste no se rió ni el propio Marce. Edu dio media vuelta y se
retiró sin saludarme. En un día las cosas se habían complicado de una
manera inconcebible. Silvia se dio cuenta que algo grave había pasado y
me sugirió ir al tocador a retocarnos el maquillaje. Lo primero que me
dijo fue: "¿Qué pasa Rosi?".
Rompí a llorar como una adolescente y le conté todo, de pe a pa. Silvia
me escuchó atentamente y sólo dijo: "Qué embrollo por nada, ¿por qué no
dejas que las cosas se enfríen un poco?".
Le contesté que con Eduardo las cosas no se iban a enfriar hasta que
agotara el asunto. "Entonces decile que te deje de joder, que ya sos
grande para que te ande controlando y que vos sabés lo que tenés que
hacer".
Lo de Silvia no me convencía, eso podría funcionar con su marido pero no
con Eduardo, tendría que convencerlo que todo esto no era más que una
suma de errores y malentendidos. Me quedé otro rato en el bar y Marcelo
se ocupó de mí haciéndome relajar un poco toda la tensión acumulada. En
realidad era agradable y no me disgustaba estar con él.
Cuando llegué a casa estaba Edu en su escritorio, lo saludé y le pregunté
por Lu, Eduardo se levantó, ni me miró y salió de la casa, no entendía
nada, hasta que recordé que tenía que haber recogido a mi hija y no lo
había hecho. Si había que darle un premio a la estupidez, yo ganaba hasta
el premio consuelo.
Salí corriendo detrás de Edu, pero él ya salía con su auto, tomé el mío y
me dirigí a buscar a Lu, cuando llegué, la madre de la amiguita de Lu me
dijo (de muy mala gana) que mi marido ya la había retirado hacia unos
minutos y, si había una próxima vez, que por favor respetase los
horarios. Encima la hija de puta me decía que era una mierda de madre.
En casa ya Eduardo había acostado a Lu, que estaba rendida y mañana tenía
colegio. Me sentí inútil y desplazada, le pregunté a Edu si quería cenar
y me contestó que no. Me serví un vodka con naranja y me senté en el
living, tenía que ordenarme, acomodar los acontecimientos, estaba
sobrepasada.
Después del segundo trago fui a buscar a Edu a su escritorio y no estaba,
se había acostado y dormía. Me duché y también me acosté, quizás mañana
sería un mejor día.
3
Me desperté... estaba sola. Ya Eduardo había llevado a Lu al colegio y él
se habría ido a trabajar. Eso lo deduje por los restos de alimentos
acumulados en la cocina. Me preparé el mío y decidí prepararme para ir a
la facultad. Aunque no estaba de animo tomé mis notas y salí para allá.
Legué tarde y me senté en el fondo. La instructora de turno hablaba y
hablaba, y yo ni sabía de qué carajo hablaba.
Me harté en 10 minutos, tomé mis cosas y me fui, camino al bar decidí ir
al gimnasio. ¿Por qué?. Y mucho mejor: ¿para qué?. Llegué rápido pero en
el turno de la mañana no había gente conocida, me di cuenta que no había
traído mi ropa, así que me dirigí al bar. Detrás de un café comencé, por
enésima vez, a tratar de encontrar la punta de la madeja de este lío
infernal en el que estaba metida.
Contradicciones y más contradicciones, me hundía como el Titanic en un
mar de contradicciones. ¿Por qué no hablaba con Edu y aclaraba todo?. Él
comprendería que me había dejado llevar por una fantasía (¿fantasía?), y
que desafortunadas coincidencias habían obrado en mi contra. Sí, claro,
todo muy bonito, pero Eduardo es Eduardo, se que me ama tanto como a
nuestra hija, pero yo había cometido el más grave error: le había
mentido. El resto lo intelectualizaría de la mejor forma, pero yo lo
sabía, la mentira era lo único que Edu no soportaba, hasta diría que
tenía un rechazo visceral a ella. Podría decirle lo que él quisiera
escuchar, pero le había fallado. Sería muy difícil recuperar su
confianza. Eduardo pedía lo que él daba con creces.
Estaba en mis cavilaciones cuando una mano cálida me tomo de la nuca,
como acariciándome, y lentamente hizo girar mi cabeza para recibir en la
comisura de mis labios, un beso más largo que para dos amigos. Cuando
pude enfocar la vista vi que era Marce.
Muy sonriente me preguntó que hacía por aquí, por la mañana, que no era
mi horario habitual. Me dijo: "Seguro que me extrañas tanto, que
necesitas verme hasta por la mañana".
Me sonreí también, (la caricia en la nuca habían erizado mis vellos), le
mentí que no tenía clases por no sé qué causa y había decidido venir de
paso a mi casa, que cuando estaba aquí me di cuenta que no tenía ropa,
por lo que no me cambié y decidí aumentar mi dosis diaria de cafeína.
Nos reímos los dos, y me contó que estaba remplazando a un compañero sólo
por esta semana, que por la mañana no había casi actividad, que utilizaba
el tiempo para la limpieza, etc., etc., etc.
Me miró serio y me pregunto: "Rosi, sé que es algo personal, pero ¿tuve
algo que ver con lo de ayer?". "No Marce, vos no tenés nada que ver, es
un problema de pareja". "Te puedo ayudar en algo". "No, gracias... pero
¿vos sabes hacer masajes?". "Soy el mejor masajista de este lado de la
galaxia". "No... en serio... estoy toda contracturada, me duele la
cintura y el cuello". "Será un placer darte el mejor masaje para la mejor
alumna que tengo". "Pero no tu preferida... ¿no es cierto?". "Si lo decís
por las que me llevo a la cama, te digo que más que yo son ellas las que
me llevan, más de una vez me han, literalmente, violado".
Su sinceridad me gustó, y lo que decía tenía su verdad, yo sabía lo que
comentaban las chicas (Silvia, por ejemplo).
"Pero Marce, no tengo ropa". "Para los masajes no necesitas ropa, te
diría que al contrario". "Me da algo de vergüenza". "¿Qué cosa?". "Es que
no hay nadie, vos tenés otras cosas que hacer... no sé, mejor me voy". "A
qué tenés miedo, Rosi". "¿Yo miedo?... no va a ser a vos, seguro". "Yo
también creo que no me tenés miedo, pero ¿vos te sentís segura?".
"¿Segura de qué?". "De vos". Este hijo de puta me había estado observando
desde hacía mucho, y había podido tener una imagen de mí mucho antes que
yo me diera cuenta de su existencia. Me sorprendió su capacidad de
análisis, o ¿tendría que interpretar que yo le despertaba algo y por eso
me estudiaba tanto?.
Me dije: "Rosi déjate de joder y disfruta un poco, total nadie me ve y
estoy muy cómoda con este chico". Le cambié la conversación, le dije:
"Cómo hacemos, por lo de la ropa pregunto". "Supongo que tendrás puesta
una tanga, por el sostén no te preocupes, te doy una toalla". "Tenés
soluciones rápidas para todo". "Para todo... para todo... ", y con una
sonrisa picara, me rozó los labios.
Me puse colorada y cuando iba a reaccionar, él ya se había levantado y me
decía: "Te espero abajo".
Otra vez se me erizaron los vellos, pagué y me dirigí al subsuelo. Allí
estaban instalados todos los equipos auxiliares: sauna, camas solares,
salones de masajes y los vestuarios y duchas de los empleados. ¿Qué iba a
hacer si Marce se me tiraba?. Alguna insinuación tendría que frenar. ¿La
querría frenar?. Pero si yo tenía una vida sexual satisfactoria.
Satisfactoria ¿hasta donde?. Otra vez las contradicciones. Me estaban
volviendo loca. Llamé a Marce cuando descendí las escaleras, él apareció
con un pantaloncito de lycra, de los que se usan para actividades físicas
y una remerita un talle más que el correspondiente. Estaba divino, se le
notaba un buen paquete.
¿Qué mierda me pasa por la cabeza?, me pregunté. ¿Ahora estoy midiendo la
verga de mi instructor?, realmente creo que si seguía así tendría que
recurrir a un psicólogo. Estaba ralladísima.
"Rosi... Rosi... ¿estás bien?".
Marce me preguntaba, me había estado hablando y yo totalmente perdida.
"Si, si... ¿dónde me cambio?". "Podés usar mi casillero para dejar la
ropa, ya te traigo una toalla".
Me desvestí, guardé mi ropa en el casillero, y lo esperé sentada. Tomé un
cigarrillo de los de Marce y lo encendí. Hacía años que no probaba uno,
desde la secundaria. Me quedé dando pitadas profundas y sintiendo el
ardor, casi agradable, que producía el tabaco en mis pulmones.
Llegó Marce, vi que sus ojitos brillaban, no era lo mismo una mina en
lycra que en sostén y tanga. Para colmo eran de las de hilo dental y
negra (me había costado 50 dólares el conjunto) y todavía conservaba el
bronceado. Debería estar dando una buena imagen si tenemos en cuenta que
el bulto de Marce había crecido.
"Te vas a quedar babeando toda la mañana o me vas a masajear un poquito",
dije entre desafiante y seductora.
Pero ahora resulta que te lo querés levantar. Rosi estás re loca (y re
puta), me decía a mí misma. "Estás buenísima... perdón, ¿querés pasar al
gabinete?".
Lo seguí, tenía un culito muy lindo, redondito, bien musculoso y duro, lo
movía como una mina. Hasta me dieron ganas de pasarle la mano. La toalla
que me había alcanzado la llevaba en la mano, en el gabinete, él puso
otra sobre la camilla y me hizo acostar boca abajo. Puso música suave y
se acercó por un costado.
Me tocó la espalda, palpando la columna vertebral desde la nuca hasta el
coxis, luego tomó una de mis piernas y palpó nuevamente todos los grupos
musculares, hizo lo mismo con la otra y las dejó sobre la camilla algo
separadas. Se colocó delante de mi cabeza y me estiró los brazos, tenía
su bulto a escasos 5 cm., tenía ganas de hacerle lo mismo que a su culo
hacía un momento.
Me desprendió el sostén sin preguntarme nada y lo retiró de mí pasando
una de sus manos por debajo, por lo que no perdió oportunidad de tocarme
los dos pezones. Me estaba calentando el muy hijo de puta. Traté de
relajarme, pero cuando empezó a distribuirme el aceite por la espalda me
empecé a mojar. Me hizo maravillas. Me relajó tanto como me calentó.
Pasó sus manos por donde quiso, me tocó los pechos, el culo y la cara
interna de mis muslos, aprovechando para tocarme la concha sin disimulos.
Estaba esperando que se subiera a la camilla y me cogiera. Pero no lo
hizo y no es que él no estuviera excitado, tenía bien crecido el bulto.
Pero me mandó a la sauna.
Lo maldije por lo bajo y en top less (como me había dejado, fui a tirarme
un rato al vapor. Antes de entrar me sugirió que no me pusiera muy alto,
por el asunto de la hipotensión. Entré y me coloqué en el primer escalón,
no estaba muy caliente, seguro que habían elevado la temperatura por la
mañana y todavía no tomaba temperatura. Esto Marce lo tenía que saber. Me
había dado el pie para llamarlo. A los 5 minutos de estarme masturbando,
lo llamé.
Entró en segundos (estaría detrás de la puerta), no hablamos, se bajó el
pantaloncito y se sacó la remera. Su miembro estaba erecto y listo, como
yo, que estaba boca arriba, ya la tanga me la había sacado hacía rato. Me
acomodó, y mientras me daba un beso muy profundo, me penetró sin ninguna
interrupción, hasta el fondo.
Se movía muy bien, lento y profundo, jugaba con sus caderas en forma
circular pero todo terminaba en una profunda penetración. Le agarré sus
caderas y se las empecé a acariciar, mientras me seguía cogiendo.
Aguantaba su verga muy bien y me producía un suave placer la fricción en
las paredes vaginales.
Con mis manos llegué a su ano, no sin dificultad, y se lo empecé a
masajear. Cuando empezó a gemir puse el dedo rígido y se lo enterré en el
culo hasta donde llegaba. Se corrió de inmediato con un gruñido de
placer. A mí me faltaba un poco, Marce no era Edu. La forma de hacer el
amor de Eduardo no tenía comparación (hasta ahora) aparte la verga de
Marce llegaba a la mitad de la de Eduardo, en largo y ancho. Le pedí que
me hiciera terminar con el dedo o su lengua, pero que quería acabar. Lo
hizo con la lengua y tuve un buen orgasmo (pero no de los habituales).
Me besó y me dijo que tenía que ver que todo estuviese en orden, se puso
el pantalón y se fue. Yo me quede un rato mas, me duche y me fui. Cuando
salía lo vi a Marce en el bar, en una mesa con dos pendejas, meta
divertirse. Esperé que se hiciera la hora y fui a buscar a Lu. Almorzamos
y por la tarde me fui otra vez al gimnasio.
Todo como si nada con Marce, no sé... esperaba que me mirara de otra
forma aunque fuera, pero no con el mismo trato de siempre. Me quedé a
charlar con las chicas y rápidamente nos quedamos Silvia y yo solas. Me
preguntó cómo andaban las cosas y le contesté la verdad: Como el culo.
"Eduardo ni me habla, y creo que esta esperando que le diga algo... no
sé, como que no cree el tampoco lo que nos esta pasando". "Mira Rosi,
esto a mí ya me pasó algunas veces, a los maridos no hay que darles bola,
que se vayan a la mierda, si quiere hablar... bueno... que hable, pero
vos mantente indiferente, que así nos valoran más". "No se Silvi, Eduardo
no es un hombre común. Es lo más hermoso que me pasó en mi vida, aparte
de Luciana, y no se merece que lo trate como un boludo". "Que se vaya al
carajo y te deje tranquila, hacé tu vida". "No sé... tengo la sensación
que si no cambio voy a perderlo". "Pero Rosi si esto no es más que una
boludés". "Ya no Silvia". "Por qué... por cambiarle el nombre mientras
estas cogiendo tanto lío, hace como yo que llamo Papi a todos los que me
cogen... inclusive al hijo de puta de mi marido". "No Silvia... ahora es
más complicado". "Pero ¿qué paso de nuevo?. ¿Te mandaste otra cagada
similar?". "Sí". "Pero... contá boluda... no te hagas la misteriosa
conmigo". "Me encamé con Marce". "Pe... pero no perdés el tiempo vos...
eh... ¿hace unos días eras la mojigata y por una pavada te encamas con el
primer macho que se te cruza?". "Qué sé yo lo que me pasó... te juro que
no estaba caliente con él... qué sé yo... pasó y ya está". "Te hubieses
buscado algo mejor, no coge muy bien... aparte que es medio raro.. qué sé
yo... fiestero". "Cómo fiestero". "Sí nena... que le gusta la joda pesada
y no le hace asco a nada". "El muy hijo de puta". "¿Por qué?. ¿Por
echarse un polvo con una mina que no le dijo que no?. Boludo no es... y
menos si puede encamarse con una minita que está re fuerte como vos...
porque tenás unas buenas lolas y un culo... que hasta a mí me calienta".
"No me jodas Silvia, que tengo un quilombo en la cabeza que no sé para
qué lado ir". "Bueno... tranquila... trata de arreglar el despelote con
tu marido y después seguís los tratamientos de ensanche de tu conchita.
Ja, ja, ja".
Las conversaciones con Silvia terminaban siempre en esto: Diciendo
boludeses, pero me hizo reír y relajarme. De cualquier manera ya estaba
hecho, y lo hecho... hecho está. Decidí dejar enfriar la cosa con Edu y
ver qué pasaba, mientras si podía quería repetir con Marce pero en otro
sitio más cómodo.
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