El
resto del día lo pasamos estupendamente. Nos fuimos a comer a un
restaurante extraordinario que se encuentra cercano al Museo del Prado.
Después hicimos algunas compras, nos tomamos un cafetito en un café
histórico y fuimos a visitar algún lugar de interés ubicado en la zona
donde nos encontrábamos. En fin, de todo un poco. Al atardecer nos
sentamos en una terraza, comimos unas raciones y bebimos unas cervezas
fresquitas, lo cual fue suficiente para cenar; poco después nos tomamos
unas copitas en un bar situado al lado de casa.
Tengo que
reconocer que, a pesar de estar hablando de temas triviales toda la
tarde, no se me iba de la cabeza la formula a emplear para provocar una
situación que permitiera que los tres juntos pusiésemos en práctica
alguna picardía sexual del tipo que fuese, pero lo cierto es que no se
me ocurría nada en especial, a pesar de darle vueltas y vueltas a mi
imaginación.
Fue Sergio el que
sacó de nuevo el tema de su ruptura matrimonial y nos habló un poquito
de sus causas, algo entonado por las dos copas que había ingerido,
llegando a afirmar que el sexo es un elemento fundamental para la vida
prolongada de un matrimonio y que la puesta en práctica de las
fantasías de cada uno de los miembros de la pareja, la base de la
felicidad conyugal; también nos dijo que Silvia se acomodó a la
práctica convencional del sexo y que a la larga esa rutina terminó por
resultar monótona en ambos, lo que hizo que perdieran pasión en sus
relaciones sexuales. Todos los problemas vinieron después, pero que
siempre pensó que la falta de interés en el sexo, fue el detonante.
Fue entonces,
entre copa y copa, cuando empezamos a hablar de todos aquellos asuntos
que unos amigos no se atreven a hablar en situaciones normales, pero
como estábamos en un ambiente ameno, disfrutando de unos momentos, en
cierta manera íntimos, nos permitimos el lujo de tocar incluso el tema
de las fantasías sexuales.
Yolanda, algo
desinhibida por el alcohol, se atrevió ya a decir, entre las
confesiones que estaba realizando, que aunque consideraba que su vida
sexual era satisfactoria, en el fondo le gustaría tener en alguna
ocasión una experiencia diferente, aunque no concretó en que
consistiría esa práctica distinta, pero si admitió que a veces le
gustaría salir de la monotonía de su matrimonio.
Fue en aquel
momento cuando me planteé el famoso dilema: o lo planteo ahora o no lo
hago nunca. Estaba seguro de querer pasar por aquella situación. Estaba
seguro de querer hacer un trío con Yolanda y otro hombre, pero sin
embargo, no veía la forma de dar el primer paso.
Regresamos a casa
a las doce de las noche aproximadamente, con el puntito que nos
habíamos cogido por las copas que nos habíamos tomado. Como nos
levantamos tarde, no teníamos ganas de dormir; nos pusimos cómodos de
ropa y nos sentamos en el salón para tomar la última copita de la
noche.
En la televisión
sólo había películas horribles y programas de cotilleo.
El tiempo pasaba,
el sueño no nos vencía y no parábamos de hablar, así que nos tomamos
una segunda copa. Estábamos sumidos en un ambiente acogedor y
tranquilo, sin prisas, y volvimos a tocar el tema del sexo, animándonos
a hablar de incluso cuestiones más íntimas que antes, sin entrar en
profundidades que hubieran hecho incomodar a Yolanda.
Así que fui el
primero en poner en la mesa de debate el tema de los tríos, afirmando
que para mi representaba una fantasía morbosa y excitante, aunque añadí
también, para dulcificar un poco el ambiente, que me resultaría
complicado llevar a cabo esa práctica.
- ¿En que sentido
te resultaría complicado? preguntó Sergio.
- Bueno, yo creo
que lo más complicado sería llegar a un acuerdo sobre si fuese hombre o
mujer la persona a invitar a nuestra cama, y en el caso de que
aceptasemos de mutuo acuerdo llevar esa fantasía a la práctica, también
representaría un problema quien sería el invitado: un conocido de ambos
o un absoluto desconocido. contesté.
- ¿Tu a quien
preferirías tener con vosotros, Yolanda,
a un hombre o una mujer?
interrogó decididamente Sergio.
- Bueno, Carlos y
yo siempre hemos pensado mucho con ello. Nos hemos imaginado a una
tercera persona con nosotros, pero siempre era un hombre. De hecho,
todas las veces que lo hemos hecho, jugábamos con nuestro vibrador,
representando ese segundo pene que no teníamos, pero que deseábamos
contestó Yolanda.
- Yo reconozco que
me ocurre lo mismo: disfruto imaginando que dos hombres compartimos a
Yolanda y me excita muchísimo la idea de verla follando con otro hombre
delante de mí contesté sin morderme la lengua.
- O con los dos a
la vez,
yo desde luego siempre he pensado que tiene que ser una
experiencia tremenda para una mujer, tener dos penes en el interior de
su cuerpo - prosiguió Sergio.
- Bueno, Carlos ha
sido el único hombre en mi vida, sexualmente hablando, y tenéis que
entender que, aunque soy una mujer ardiente, tengo mis temores a la
hora de dar un salto de este tipo dijo Yolanda.
- Pero cariño,
¿Tu estas segura de querer hacerlo? dije yo.
- Bueno, no lo se.
A veces hemos hecho algunas cosas atrevidas, pero aunque en ocasiones
hemos fantaseado con ello, nunca hicimos nada fuera de lo común, como
meter a un tercero en nuestra cama.
- Pero tampoco se
trata de meter a nadie en vuestra cama,
tampoco se trata de hacerlo
todo de golpe el primer día. Se puede empezar poco a poco dijo
Sergio.
- ¿Qué quieres
decir?. No te entiendo. O te atreves y lo haces o no te atreves y no lo
haces dijo ella.
- A ver Yolanda,
Sergio quiere decir que no se tiene porque follar la primera vez. Que
hay otras cosas: juegos, yo que se,
besos íntimos, incluso tocamientos
o masturbaciones, pero sin llegar a follar.
- Claro
Yolanda, es normal que una mujer que lo sea de un solo hombre sea
reacia a permitir que la penetren a la primera de cambio, pero sin
embargo, seguro que es capaz de entrar en otra serie de travesuras que
pueden darle más morbo y placer que si se pusiera a follar de golpe
dijo Sergio.
- ¿Qué travesuras,
por ejemplo? preguntó Yolanda intrigada.
- Pues, no se,
jugar a las prendas es muy morboso dije yo.
- ¿Quieres decir
jugar a perder prendas y quedarse completamente desnudo el que pierda?
inquirió Yolanda.
- Si, cielo. ¿Te
da vergüenza jugar a eso? ¿Serías capaz de quedarte desnuda delante de
nosotros?.
- Bueno, eso sería
si yo fuera quien perdiese. dijo Yolanda riendo a carcajadas.
- Claro, también
podíamos perder nosotros y ser tu la que te pusieses las botas dijo
Sergio también riendo.
- Bueno, si. Creo
que sí sería capaz de hacerlo. Eso si, con una luz un poco más tenúe y
con la ayuda de una copita dijo ella.
- Si, Yolanda y yo
hemos ido a playas nudistas y no hemos tenido ningún problema.
- Ya, pero no es
lo mismo. Nosotros lo hemos hecho en un lugar donde no nos conocía
nadie,
y Sergio no es un desconocido contesto Yolanda.
- ¿Pero serías
capaz de quedarte totalmente desnuda delante de nosotros o no?
pregunté yo con un tono un tanto imperativo.
- Pues no lo se.
Creo que si. De todas formas no podría decir si o no hasta que no me
viera en la situación.
- ¿Que sería peor
para ti, que perdieses y te tuvieras que desnudar tu la primera o que
fuese yo el primero en desnudarme? preguntó Sergio.
- Vaya pregunta,
desde luego que ser yo la primera en desnudarme, sin duda. contestó
Yolanda con determinación.
- ¿Quieres que nos
desnudemos nosotros primero y lo haces tú la última? pregunté yo.
- ¡¡¡ ¿Aquí,
ahora?!!! exclamo Yolanda casi gritando.
- Si, cielo,
si
no empezamos por esto, nunca vamos a conseoguir hacer nada atrevido.
- De verdad, no lo
se, vosotros veréis,
desnudaros vosotros y veré que tal me encuentro,
pero no os prometo nada después.
Consideré que
debía de ser el primero en desnudarme, si quería llegar a buen puerto.
Me quité la camiseta y el pantalón y me quedé en calzoncillos.
Entonces, no se porqué, me sentí incómodo al tener que proseguir, pero
pensé que no tenía que ser yo quien precisamente pusiera fin a la
función que, con tanto esfuerzo, nos había costado comenzar. Así que
con decisión, me bajé los calzoncillos y pude mostrar mi pene erecto a
Yolanda y a Sergio.
Yolanda hizo una
gracia y se tapó los ojos como no queriendo ver el espectáculo y
Sergio, sin pestañear, esbozó una leve sonrisa.
Ahora le tocaba el
turno a Sergio, que permanecía mostrando una tranquilidad sorprendente,
a pesar del rumbo que estaban tomando las cosas.
Lo hizo sin dudar.
Se puso en pie y se despojó de la camiseta, se quitó los pantalones y
sin más preámbulos, se bajó los calzoncillos completamente.
Yolanda no se
perdía detalle de su imponente pene erecto, incluso en un momento pude
observar como se mordía, excitada, el labio inferior.
El ambiente estaba
muy caldeado y las caras que teníamos Sergio y yo eran la viva
expresión del vicio. Deseaba ver a mi mujer desnuda delante de Sergio,
pero comprendí que había llegado el momento más difícil para ella,
incluso llegué a pensar en la posibilidad de que se negase a
desnudarse.
Yolanda se
encontraba sentada y en esa misma posición fue como empezó a
desabrocharse los botones de la blusa blanca que tenía puesta: lo hacía
lentamente, pero no por seducir, sino por vergüenza. Al tiempo, nos
miraba y sonreía tímidamente, con su cara ruborizada.
Cuando terminó con
el último botón, se abrió la blusa y se incorporó un poco para
quitársela, dejándonos ver su precioso sujetador blanco de encaje.
- Mucho estáis
viendo vosotros dijo tartamudeando.
- Más estas viendo
tú dijo Sergio entre carcajadas.
- Bueno,
¿Con
esto ya es suficiente? preguntó Yolanda poco convencida.
- No, cielo,
o te
lo quitas tu, ahora mismo, o te lo quito yo sentencié.
- Bueno, bueno,
tranquilo. Ya me lo quito yo.
Yolanda se levantó
y le dio la espalda a Sergio. Sin dejar de mirarme, como echándome las
culpas de algo, se desabrochó el sujetador, lo deslizó despacito por
sus hombros y lo colgó en una silla cercana. Al darle frente a Sergio,
instintivamente, sus manos fueron a tapar sus pechos.
- Yolanda, cuando
te tengas que quitar las bragas, vamos a tener que llamar a los
servicios de urgencias. Anda, vamos,
no te cortes y enséñale las tetas
a Sergio dije, quitándole hierro al asunto.
Mas roja que un
tomate maduro, retiró las manos de su pecho y los dos pudimos ver sus
tetas, no muy grandes, pero de unas formas perfectas. Sergio para aquel
entonces, continuaba con la polla en todo su esplendor.
Al sentirse
observada, con una mezcla de timidez y excitación, a Yolanda se le
pusieron los pezones bien duritos, lo cual acentuaba la belleza de sus
tetas, pero en adelante ya nada hizo ella por taparse y pudimos los dos
disfrutar sin problemas con la visión de sus deliciosas tetas.
- ¿No te iras a
quedar así? le dije en plan exigente.
- ¿Ahhh,
no puedo
quedarme así? dijo riéndose y haciéndose un poco la tonta.
Se levantó y se
puso de nuevo de espaldas a Sergio, se desabrochó el cinturón y los
pantalones vaqueros y se los fue bajando lentamente hasta sacarlos por
sus tobillos. Quedó estupenda, con sus braguitas blancas de algodón ya
como única prenda.
Otra vez noté que
el rubor se apoderó de sus mejillas. Para vencerlo, se sentó de nuevo y
esta vez sin que ninguno de nosotros se lo pidiese, se echo la mano a
sus bragas y las fue bajando, sin levantarse, por sus muslos, sus
piernas y sus pies.
- Bueno,
¡ya!,
¿estáis ahora contentos? dijo Yolanda, eso si, con las piernas bien
cerradas.
Los dos reímos
nerviosamente, sin apartar los ojos de su pubis. Lo tenía a medio
depilar, con el pelo cortito, pero con los bordes del vello bien
delimitado.
Este fue el peor
momento de Yolanda, no hacía mas que soplar de forma inconsciente y no
era capaz de articular una palabra en condiciones; mantenía las manos
apoyadas en sus muslos, ocultando de esa forma su vulva, lo que le
hacía sentir mas segura.
Una vez los tres
desnudos, para superar las lógicas incomodidades, inconscientemente
empezamos a hablar de temas baladíes. Pero no podíamos evitar que se
respirara en el aire un ambiente morboso, al que ninguno éramos ajenos.
Sergio le echaba unas miradas a Yolanda como si se la fuera a comer
allí mismo, sus ojos iban a sus tetas y a su entrepierna, ya sin
disimulo, a la vez que estaba disfrutando de la exhibición de su polla
completamente en erección, hecho éste que no pasaba desapercibido para
Yolanda.
Yo, aunque
disfrutaba también de la situación, tenía unos sentimientos un tanto
encontrados. Por una parte, el morbo era tremendo: era lo que había
deseado en infinidad de fantasías con Yolanda, pero estaba inquieto
pensando hasta donde iba a llegar todo aquello. Tampoco voy a negar que
las miraditas que echaba Yolanda a la polla de Sergio, patentemente mas
grande que la mía, eran pequeños pinchazos de celos que, aunque lo
intentaba, no lograba evitar.
- ¿Otra copita?
pregunté para ir superando todos mis temores.
Yolanda y Sergio
aceptaron. Noté que ellos dos se empezaban a sentir incluso más cómodos
que yo.
Serví un poquito
más de whisky en los vasos, bebimos y seguimos hablando con
sorprendente naturalidad.
- Bueno, Yolanda,
¿Te encuentras bien ante tanto hombre desnudo? dijo Sergio con un
tonillo de sorna.
- Que si, que si,
que me encuentro bien,
que no pasa nada.
- ¿De verdad,
cielo? insistí yo.
- Que si, que me
encuentro perfectamente. Reconozco que al principio me entró una
vergüenza horrible, pero ahora ya lo tengo superado,
no os preocupéis,
que me encuentro fenomenal.
- Quien también se
encuentra fenomenal, soy yo dijo Sergio apuntando con un dedo a su
polla.
Todos reímos a
carcajadas sin parar.
- ¿Siempre te
pasa cuando ves a una mujer desnuda? ¿No nos dijiste que habías ido a
playas nudistas? ¿Siempre estas así en la playa? preguntó Yolanda,
refiriéndose a su erección.
- No, en la playa
no me pasa porque es una situación como más natural. Quiero decir que
allí hay más gente, es más impersonal.
- Si, si,
las
mujeres tenemos mucho mas escondidas nuestras cositas. dijo Yolanda,
lo que hizo que de nuevo riéramos a carcajadas.
- ¿Te molesta que
me encuentre así? pregunto seriamente Sergio a Yolanda.
- Para nada,
incluso podría tomármelo como un piropo dijo Yolanda y todos reímos
de nuevo.
Estaba claro que a
medida que pasaba el tiempo, la situación era mucho mas relajada, a
pesar de que todos seguíamos desnudos. Las conversaciones iban saliendo
de forma fluida y en alguna ocasión, con algún determinado tema de
conversación, llegamos incluso a olvidarnos de cómo estábamos y nuestra
actitud y nuestras posturas eran cada vez de lo mas naturales.
- Es bueno
sentirse natural ante la desnudez apunto Sergio.
- Si, cuando se te
pasa la timidez, es como una agradable sensación de libertad dijo
Yolanda.
- Por supuesto.
Además, así te acostumbras a sentirte normal en algunas situaciones,
como en una playa nudista, recibiendo un masaje, o estando en una sauna
mixta afirmé yo.
Si esta mañana me
hubieran dicho que me iba a encontrar en esta situación y que me iba a
sentir cómoda, no me lo hubiera creído.
Sin a lugar a
dudas, Yolanda, con las copitas que tenía encima, y con la confianza
que le ofrecía Sergio, se encontraba absolutamente cómoda. De hecho, ya
hacía rato que había dejado de mantener esa postura recatada, con las
piernas totalmente cerradas y, a veces, cambiaba de posición y abría
las piernas, supongo yo que inconscientemente, y nos dejaba ver el
interior de su vulva. Esto nos permitía ver el brillo de sus labios
vaginales, debido a su humedad, y el clítoris que, al presentarse
abultado, parecía que nos reclamaba su atención.
Conozco
perfectamente la intimidad de Yolanda y se que en situación normal, el
clítoris no le sobresale tanto, ni los labios vaginales brillan con esa
intensidad. Sin lugar a dudas, se encontraba excitada, y a ello
contribuía en gran manera el estado de la polla de Sergio que, también
ya sin ningún tipo de vergüenza, se lucía de todas las posturas, sin
perder un ápice de erección.
- ¿Habéis ido a
muchas playas nudistas? preguntó Sergio.
- Solamente a dos,
en veranos distintos: a Mallorca y a Lanzarote contesto Yolanda.
- Oye Yolanda,
¿y
las mujeres también sois tan mironas como nosotros? siguió
preguntando Sergio.
- Pues claro,
pero lo hacemos con más disimulo que vosotros.
- Y el ver un
hombre desnudo,
¿también para vosotras es una fuente de excitación?
siguió Sergio preguntando, sin apartarse del terreno de lo sexual.
- Pues si, en
especial, si,
bueno,
si el hombre esta bueno y,
está así,
erecto
como tu contestó sinceramente Yolanda.
Siempre se ha
dicho que los hombres somos muchos mas visuales que las mujeres dije
yo.
- Bueno, yo no
estoy muy de acuerdo con eso. Yo pienso que somos iguales. Nos excitan
las mismas cosas, lo que ocurre es que vosotros sois mas explícitos a
la hora de hablar de ello; nosotras, sin embargo, somos mas reservadas.
- ¿Tú crees
entonces que las fantasías sexuales de los hombres y las de las mujeres
son en esencia las mismas? pregunto Sergio.
- Pues si, mas o
menos si,
yo que se,
hacer el amor con un desconocido, hacerlo en
lugares públicos, un hombre con dos mujeres o una mujer con dos
hombres,
en eso hombres y mujeres creo que coincidimos afirmo Yolanda
sin dudar.
No había duda de
que las preguntas cada vez eran mas subiditas de tono. Yolanda ya no
encontraba fuera de lugar ni la situación ni las preguntas de Sergio;
es más, parecía encantada con aquella conversación. Por mi parte, sobre
mi mente sobrevolaba la idea de llevar aquello más allá, pero no sabía
como. Alguien de los tres tenía que romper el hielo de una vez, y por
si la cosa salía mal y había reproches después, yo no quería tomar la
responsabilidad de poner sobre la mesa lo que todos estábamos pensando.
- ¿Cuál crees que
es la fantasía más recurrente entre los hombres? pregunte a Sergio.
- Bueno, en la
mente calenturienta de un hombre, caben muchas, pero creo que hacer el
amor con dos mujeres es la más común de nuestras fantasías dijo él.
- ¿Y entre las
mujeres? preguntó con sumo interés Sergio a Yolanda.
Yolanda se puso a
meditar, mirando hacia lo alto, como desviándose de nuestras miradas;
pensaba, se reía y volvía a la seriedad, siempre pensativa.
- Bueno, pues,
creo que estar con dos hombres, también.
Entonces, como si
una fuerza interior hablase por mí, surgió de mi boca la siguiente
pregunta:
- ¿Pero tu lo
deseas de verdad, Yolanda, o solo representa para ti una fantasía más?.
- No lo se, de
verdad. Creo que no sería capaz. Antes os lo dije: es una fantasía
estupenda, que reconozco que muchas he tenido, pero que me resultaría
difícil convertirla en realidad.
- ¿Pero porque,
Yolanda?. Solo sería sexo dijo Sergio.
- Si, tienes
razón, sería solo sexo, pero tendríamos que elegir una persona que me
gustase y que fuera de total confianza. Porque desde luego, nunca sería
con desconocidos.
- ¿Te has
masturbado alguna vez con esa fantasía? preguntó Sergio, indiscreto a
la par que valiente.
- Bueno, si, a
veces cuando Carlos me masturba, pienso en ello y otras veces, cuando
me lo hago sola, también lo hago con esa idea dijo Yolanda sin dudar
ni un segundo.
- O sea que,
serías capaz de ponerme los cuernos en mi presencia dije riendo.
- Bueno, si es
contigo, no habría cuernos. De todas formas, siempre que me lo imagino,
ese segundo hombre, nunca me folla,
me hace otras cosas.
- No nos dejes con
la miel en los labios,
dinos que te hace,
cuéntanoslo todo pregunto
Sergio otra vez, con una sonrisa pícara.
- Pues nada,
mientras Carlos me folla, el otro hombre me acaricia, me besa, me
masturba, y yo a él lo mismo, pero no me penetra.
La cosa
evidentemente no iba mal. Ya habíamos cogido velocidad y ahora no era
ya cuestión de parar. Todos estábamos totalmente desinhibidos y, de
distinta forma, todos deseábamos que pasara algo. Para colmo de males,
ya nadie reparaba en nuestra desnudez. Sergio estaba sentado en el
sillón situado enfrente de nosotros, con la espalda hacia atrás y con
las piernas semiabiertas, luciendo sus enormes testículos y su gran
polla erecta sin ningún tipo de recato. Yolanda también había perdido
todo atisbo de vergüenza; es como si hubiera olvidado que estaba
desnuda y, en aquel momento, se mostraba enfrente de Sergio con una
pierna flexionada encima del sofá y la otra con el pie en el suelo; es
decir, sus piernas bien separadas, luciendo absolutamente carente de
pudor, su vulva totalmente abierta.
Ni Sergio ni yo
nos perdíamos detalle. Nuestros ojos ya se habían acostumbrado a la luz
ambiental que, aunque tenue, nos dejaba ver con todo lujo de detalles
el interior de su coño: su clítoris grande y duro y su vagina empapada
de un liquidito pringoso.
- O sea que,
de
follar nada. Pero si te gustase, por ejemplo, un amigo nuestro de
confianza,
¿tocársela o chupársela,
si serias capaz? pregunté a
tumba abierta, temiendo su reacción.
- Bueno,
masturbarle, desde luego que si,
chupársela, reconozco que tendría que
estar muy caliente para hacérselo. Por supuesto, penetrarme no.
Follarme, solo tu contestó.
- Aquí, el único
que se va a masturbar, voy a ser yo contestó Sergio, como haciendo un
chiste, aseveración que nos hizo reír a ambos nerviosamente.
- No,
si al final
terminaremos masturbándonos los tres dijo Yolanda explosivamente.
Bueno, Sergio,
con toda la confianza del mundo,
si quieres puedes ir al baño, y si lo
prefieres, por comodidad, podemos dejar que te vayas a tu habitación
ahora mismo dije yo, siguiendo esa obscena sucesión de barbaridades
que habíamos empezado.
Si alguien pudo
creer que con mi afirmación, habíamos tocado techo, estaba equivocado.
Sergio subió un escalón más en el nivel del atrevimiento.
- Bueno, bueno,
eso si no le pido ayuda a Yolanda,
que ya sabes lo que nos acaba de
decir: follar o chupársela a otro hombre, no,
pero a tocársela no se
ha negado espetó sin dudar.
- Si creía Sergio
que me iba a ganar en atrevimiento, estaba equivocado.
- Oye, te advierto
que si Yolanda esta dispuesta, yo no voy a poner ningún problema
afirmé, seguro del arrojo de mi afirmación.
- Uy,
¡como han
bebido estos chicos! exclamó Yolanda, tratando de cambiar el rumbo
que estaban tomando las cosas.
- A ver, Yolanda,
¿tu serías capaz de convertir en realidad esa fantasía ahora mismo,
siendo Sergio el personaje? le pregunté, tirándome definitivamente a
la piscina.
- Vamos a ver,
vamos a ver,
tranquilidad dijo Yolanda para pensarse su respuesta.
- A ver, yo os he
contado mi fantasía,.. y bueno,
Sergio es nuestro amigo, tengo plena
confianza en él y, dentro de la seguridad que me da esa confianza, pues
creo que si alguna vez cometiéramos una travesura de ese tipo,
no se,
no descartaría a Sergio como protagonista.
Ahora, el que
tomó la palabra fue Sergio que, expectante, llevaba un ratito callado,
viendo como se desarrollaban los acontecimientos.
Bueno, yo bien se
que pediros una cosa así, sería excesivo por mi parte, pero permitirme
que os pida un favor dijo seriamente.
Se hizo un
silencio absoluto mientras Sergio pensaba la forma de decirnos lo que
nos iba a pedir.
Quería pediros que
si vais a hacer algo entre vosotros, por lo menos,
no me mandéis al
baño pidió con humor.
Todos nos sumimos
en una inmensa carcajada, no exenta de un cierto nerviosismo, pues lo
que de una forma afable nos había pedido es estar presente, cuando
empezásemos a follar.
Yolanda, que
también tenía muy suelta la lengua, fue la encargada de contestarle:
- Te advierto,
Sergio, que no ibas a ver mas de lo que has visto ya. Porque no lo
niegues, me llevas mirando sin disimulo las tetas y el coño más de una
hora dijo ella.
- Bueno, te soy
sincero: te llevo viendo y reprimiéndome,
sabes que podía haber ido al
servicio, masturbarme a escondidas y tu no enterarte contestó él,
sonriendo.
A ver Sergio,
llegados a este punto, no andes escondiéndote. Si lo quieres hacer
delante de nosotros, hazlo, A lo mejor así también nos excitas a
nosotros y terminamos igual que tu propuso Yolanda, atrevidamente.
- Venga Sergio, yo
te acompaño para que te sientas mejor le animé, ya en una total
desinhibición.
Casi a la vez,
Sergio agarro su polla y yo la mía, acariciándonos lentamente,
sabedores de que si la paja era un poco vigorosa, nos correríamos de
inmediato. Y como en nuestras mentes sobrevolaba algo mas que una
simple paja, nos pusimos a masturbarnos deliberadamente despacio, para
no provocar nuestro orgasmo de forma inmediata. Yolanda nos miraba
estupefacta, sin tomar ninguna decisión, pero sin apartar las miradas
de nuestras pollas, especialmente de la polla de Sergio.
Como no podía ser
de otra forma, al poco tiempo, Yolanda dirigió su mano hacia mi polla y
la empezó a acariciar, importándole ya bien poco la presencia de
Sergio.
La situación era
especial, porque nunca habíamos hecho algo tan explicito delante de una
persona conocida, pero sin lugar a dudas, los tres nos encontrábamos en
la situación mas cómoda que alguien pudiera imaginarse, libres de todo
pudor, y dispuestos a disfrutar de un orgasmo maravilloso.
Yolanda, con la
emoción de vernos en esa caliente situación, me masturbaba un poco más
rápido de lo que yo deseaba, ya que no pretendía correrme tan pronto.
Así que me acerqué a su oído y le pedí:
- Cielo, házmelo
más despacio o me correré ahora mismo.
Miré a Sergio y
se masturbaba lentamente su enorme polla. Algunas veces nos miraba
fijamente y otras cerraba los ojos para imaginar Dios sabe qué.
En uno de esos
momentos en que Sergio mantenía sus ojos cerrados, acerqué mi boca al
oído de Yolanda, para preguntarle algo sin que él se diera cuenta.
¿Te gustaría
masturbarnos a los dos? le pregunté en voz baja.
- ¿Tú quieres?
fue su respuesta.
Sergio ya estaría
a punto de correrse, así que tuve que interrumpirle.
- Sergio,
¿Quieres que termine Yolanda de masturbarte? le pregunté
directamente.
- Si no va a ser
ningún problema para vosotros, me encantaría que lo hiciese contestó.
Yolanda me
miró como pidiéndome permiso y yo le asentí haciendo un gesto con la
cabeza. Se levantó y sigilosamente se dirigió, decidida, al sillón
donde Sergio se estaba masturbando. Se arrodillo delante de él y le
apartó la mano de su polla para cogerla ella. Lo hizo delicadamente,
como disfrutándola, como quien toca una joya mil veces pretendida. Yo
dejé de masturbarme para observarles, ya que si hubiera seguido
meneándomela, me hubiera corrido en ese mismo instante.
Se la acariciaba
lentamente, en toda su longitud. Cuando llegaba hasta abajo, mantenía
la mano en esa situación para observar el glande totalmente
descubierto, que presentaba una piel de un color rosa oscuro brillante,
para de nuevo subir la mano con meditada parsimonia.
Yolanda se
encontraba radiante, se notaba que lo estaba disfrutando. Quizás lo
había deseado más que Sergio y yo juntos. Se encontraba de cuclillas
delante de él, con las nalgas abiertas, como cuando se pone a mear.
Estaba deliciosa, impresionante.
Para excitarnos
aún más, decidió cambiar de posición, y se colocó a cuatro patas,
dirigiendo su cara a Sergio, con su boca extremadamente cerca de su
polla y ofreciéndome el culo, ahora bien abierto, a mi vista.
Con la mano
derecha le masturbaba, cada vez más paulatinamente, para retrasar el
orgasmo, y con la mano izquierda le empezó a acariciar los testículos.
Sergio se
deleitaba y gemía a placer, mirándome en ocasiones con cierta expresión
de asombro, pero como yo admitía todo aquello, él se concentraba solo
en disfrutar.
Yo les observaba
detenidamente y, lejos de sentir celos, me sentía cada vez más
excitado, incluso me daban ganas de darle instrucciones obscenas a mi
mujer, para que las pusiera en práctica, cosa que aunque lo pensé, no
me atreví a hacer.
Mientras observaba
como Yolanda tocaba los huevos a Sergio, me di cuenta que iba bajando
cada vez mas, cosa que él facilitaba con la apertura de sus piernas.
En una de las
caricias, observé como Yolanda, buscó el esfínter anal de Sergio. Pude
ver como al hallarlo, lo acarició sin reparo y lo que mas me sorprendió
es que tras eso, Yolanda se llevo a la boca el dedo que lo había
acariciado, para chupárselo. Una vez bien mojado con su saliva, lo
llevó de nuevo a su ano y le penetró el recto con una dulzura
inusitada.
Sergio abrió y
elevó las piernas al máximo, para facilitar la penetración del dedo de
Yolanda hasta lo mas profundo de su recto. Vi desaparecer las tres
falanges del dedo índice de la mano izquierda de Yolanda en el culo de
Sergio y notar como lo movía en su interior.
Yolanda se
encontraba muy relajada haciendo su trabajo con las dos manos; a veces
aumentaba muy lentamente el ritmo de la mano que masturbaba la polla de
Sergio, para después casi pararlo y centrarse en estimularle su ano,
introduciendo el dedo hasta el fondo.
Sergio, con los
ojos cerrados, ya no paraba de gemir de placer ni un instante, de tal
forma que, si Yolanda no lo impedía en breve, se iba a correr de
inmediato.
En aquel momento,
Yolanda, sin dejar de masturbarle suavemente, me miro a los ojos
directa y decididamente, a la vez que acercaba un tanto su rostro a la
polla de Sergio. Sobraban las palabras, pero me estaba pidiendo
descaradamente que le permitiera chupársela allí mismo.
Solo de pensarlo,
se me puso la polla como una viga de hierro, tanto que casi me dolía de
lo intensa que era la erección: estaba claro que yo lo deseaba tanto
como ella, así que con un leve gesto afirmativo de mi cabeza, mezclado
con una sonrisa de deseo, le consentí que lo hiciera.
No tuvo ningún
problema en comenzar. Con una increíble dulzura, le empezó a besar el
glande, sin soltarle la polla. No se la metía en la boca, ni siquiera
se la chupaba, solo acariciaba con sus labios todo su capullo.
Me estaba
encantando la ternura con que lo estaba haciendo, aunque yo deseaba ya
que se la chupara de verdad, que le hiciera una mamada como Dios manda,
que se la metiera en la boca y que se la comiera como me la come a mí,
como una autentica guarra.
Con meditada
lentitud, Yolanda sacó la lengua y le empezó a lamer el capullo, solo
el capullo, jugando con su punta, que ya empezó a soltar algo de
líquido brillante, que ella bebía sin reparo.
Sergio entonces
cogió la cabeza de mi mujer y la empujó hacia si mismo, haciendo que
ella se tragara la mitad de aquella polla enorme. Fue entonces cuando
ella se la empezó a mamar de verdad, como bien sabe, pero consciente de
que si seguía así, Sergio se correría de inmediato; por ello, decidió
sacársela de la boca y besarla y lamerla de nuevo por fuera.
Ahora la cogía con
la mano derecha y la besaba por todo su tronco con cariño, mientras que
su otra mano, la izquierda, le estaba sobando los huevos.
A veces la mano
que agarraba la polla, la masturbaba; otras veces sin embargo, se
quedaba quieta y se limitaba a acariciarla con sus labios.
Bajó con su boca
hasta sus huevos y asimismo se los empezó a besar y a lamer. Sergio
estaba depilado y a ella le encantaba la suave piel de su escroto. Yo
también disfrutaba de aquella visión, no dando crédito a veces de la
sublime experiencia que estábamos viviendo, tantas veces deseada e
imaginada.
No sabia donde
podía parar aquello. Estaba disfrutando del momento, observando a mi
mujer disfrutando y a Sergio gimiendo de forma extraordinaria,
sintiendo que ya le quedaba poco para correrse. Por ello sentí una
repentina inquietud: ¿Cómo se correría Sergio? ¿En la boca de mi mujer?
¿En sus pechos?. Incluso pensé, en un momento dado,
¿en su coño?.
Pero Yolanda, como
buena puta que es cuando se calienta, estaba retrasando el momento
reflexivamente. Su boca, ávida de sensaciones, ahora bajaba desde los
huevos hasta el ano. Sencillamente, no me podía creer lo que estaba a
punto de ver, aunque lo deseara. Sus labios empezaron a rozar su ano
sin vergüenza alguna. Era una caricia atrevida, que incluso a mi, tardó
en regalarme, cuando empezamos a salir juntos. Y ahora, la muy marrana,
se la estaba haciendo a mi amigo sin problema ninguno.
Su lengua, que yo
sabía calida y suave, empezó a lamer los bordes de su esfínter anal.
Sergio, para
facilitarle la tarea, separó de nuevo sus piernas, elevando y
flexionando incluso la derecha, apoyando la planta del pie en el brazo
del sillón.
Yo sentía que me
iba a estallar la polla, aún sin tocármela, sólo con el soberbio
espectáculo que estaba viendo, expectante, en aquel momento.
La lengua de
Yolanda no paraba de jugar con el agujero del culo de Sergio; en un
momento dado, ella puso los pulgares a ambos lados del ano y, al
separarlos, el agujero se abrió de forma obscena. No podía creer que le
fuera a meter la lengua en el culo, pero ella lo hizo sin dudar. Ahora,
su lengua entraba y salía rítmicamente de su recto, pudiendo yo notar
que en algunas ocasiones la totalidad de su lengua se había introducido
dentro del culo.
Ahora sus manos no
tocaban su polla, solo separaban sus nalgas para chuparle el culo,
mientras que su polla estaba mas grande que nunca.
De nuevo, se
dirigió a su capullo y se lo metió en la boca.
En aquel excelso
instante, los tres estábamos a punto de corrernos.
Notaba que Yolanda
tenias unas ganas tremendas de polla, pero sin embargo no deseaba que
Sergio se corriera tan pronto. La conozco perfectamente: es muy chupona
y disfruta sobremanera con ello.
De repente, saco
la polla de su boca y la soltó por completo. Aquella enorme tranca se
quedó apuntando al techo, inmensa, pero huérfana de caricias.
Mi mujer me miró,
con cara de vicio, y para aumentar mas mi sorpresa, me preguntó
directamente:
- ¿Nos vamos todos
a la cama?,
allí estaremos muchísimo mejor.
Acepté sin
dudarlo: ahora o nunca, me dije de nuevo,
sabiendo que eso significaba
que cumpliríamos realidad nuestra fantasía: dos pollas dentro del
cuerpo de mi mujer.
Nos fuimos a
nuestra habitación de matrimonio, donde tenemos la cama mas grande. Sin
perder tiempo, Sergio se tumbo en el centro, boca arriba, apoyando su
cabeza sobre la almohada. Yolanda, sin perder tiempo, le cogió la polla
y se la empezó a mamar, ya de una forma mucho más directa y resuelta.
Ella estaba
chupándosela situada a su lado derecho, a cuatro patas, y yo me
encontraba justamente detrás. Me acerqué a su culo y me metí entre sus
nalgas, pudiendo oler la intensidad tanto de su ano como de su coño.
Estaba totalmente empapada en sudor y flujo vaginal.
Le pasé la lengua
por toda la raja, empezando por su culo, hasta llegar a su clítoris,
mientras ella se la seguía chupando a Sergio con pasión. Su coño cada
vez destilaba mas jugos: estaba increíblemente mojada, la muy guarra,
incluso diría que mucho mas que cuando folla conmigo.
Como la notaba
excitadísima, yo quería que nos corriéramos los tres a la vez. Sabía
que Sergio no tenía ningún problema, pues estaba ya que ni se
aguantaba. Como yo estaba como él, me incorporé y me cogí la polla,
dirigiéndola hacia su coño, metiéndosela entera de un golpe.
Gritó de placer
durante unos segundos, sacándose la polla de Sergio de la boca, pero
sin dejar de meneársela. Se la volvió a meter en la boca, siguiendo con
la mamada apenas interrumpida. Estaba claro que si seguíamos así, la
experiencia iba a ser inolvidable, porque íbamos a conseguir el orgasmo
los tres a la vez.
Y así fue.
Disfrutando los tres como locos: mezclando nuestros gemidos, combinando
los ruidos que provocaba mi polla embistiendo el coño de mi mujer y los
que hacían la polla de Sergio en su boca, nos vaciamos por completo.
Mi semen inundó el
fondo de su coño, y el de Sergio cayó todo en el interior de su boca,
que tragó sin ningún problema. Al tiempo, sus vibraciones y gemidos,
sus expresiones ininteligibles, nos dieron a entender que ella también
se había corrido con nosotros. Fue, sencillamente, genial.
Nos tumbamos los
tres boca arriba, mirando al techo, como perdidos en el tiempo y en el
espacio, disfrutando de un silencio y una tranquilidad que no se pueden
definir con palabras.
El silencio
reinante se rompió cuando Sergio preguntó:
- ¿Nos hemos
corrido los tres a la vez, verdad?,
escuchándose un segundo después,
nuestras respuestas afirmativas, al unísono.
Otros minutos de
silencio siguieron, sin poder precisar cuantos. Solo recuerdo que nos
quedamos dormidos un buen rato, desnudos, exhaustos y satisfechos por
haber cumplido nuestra fantasía en una maravillosa realidad.
Hasta que un
trueno, que retumbó en cada uno de los rincones de mi cerebro, me
despertó por completo: fue la voz de Yolanda.
- Ahora quiero que
cambiemos,
como antes, pero vosotros al revés.
Dios mío,
me
quedé petrificado. Lo entendí perfectamente. No supe que decir, no tuve
fuerzas para reaccionar, ni para decir que si, ni para negarme. Yolanda
nos estaba pidiendo que la follásemos como antes, los dos a la vez,
pero ahora, yo por la boca y Sergio por el coño.
Lo que si es
cierto es que mi polla, que se encontraba flácida, se puso dura en un
instante, saltó de su letargo como un resorte. Esto incluso era más de
lo que yo podía pedir. No tuve dudas, más bien inquietud, pero en
ningún momento puse ninguna objeción al respecto, sino más bien todo lo
contrario.
Miré la polla de
Sergio y me di cuenta que hablaba el mismo idioma que yo: estaba dura,
enorme, impresionante y con ganas de penetrar a Yolanda.
Me senté en el
cabecero de la cama y Yolanda se puso a cuatro patas para chupármela,
ofreciéndole el culo a Sergio, que se había colocado detrás de ella. Él
colocó ambas manos sobre sus nalgas y se puso a acariciárselas mientras
observaba con detalle su coño bien abierto.
De repente se
cogió la polla y la puso sobre su coño, embistiéndola de golpe hasta
metérsela completamente en su interior.
Yolanda se puso a
lamerme la polla mientras yo observaba todo aquello con una gran
excitación, deseando no correrme tan pronto para poder seguir
disfrutando de tan inmenso espectáculo.
De nuevo a punto
de corrernos los tres, Yolanda nos pidió que cambiásemos de postura. Le
pidió ahora a Sergio que se sentara y ella se monto encima, frente a
frente, iniciando una soberbia cabalgada.
Me situé de pie
sobre la cama y le puse a Yolanda la punta de mi polla en su boca, que
ella tragó con avidez.
Al cabo de un rato
y para mi completa perplejidad, me soltó:
- Me gustaria
sentir la polla de Sergio dentro de mi culo,
¿le dejas que me penetre
por ahí?
Nunca pude
imaginarme que mi mujer pudiera resultar tan puta con dos hombres en la
cama: ella había perdido toda la timidez y sus expresiones eran ahora
mucho mas osadas y atrevidas de lo que habíamos vivido los dos solos en
nuestras fantasías.
Yolanda tenía un
ojete muy estrechito y casi siempre que se lo proponía, rechazaba el
sexo anal por esa razón, a menos de que yo insistiera, situación en que
lo aceptaba sin ningún tipo de pasión.
Pero quizás había
deseado tanto realizar un trío, que en aquel momento de locura, quería
vivir todas aquellas fantasías de golpe.
Yolanda y Sergio
seguían follando con frenesí sin parar un momento. Y sin que
deshicieran su postura, me agaché para dilatar el ano de ella, al
objeto de facilitar la penetración. Me coloqué detrás de ella,
apuntando mi dedo a su esfínter anal, presioné un poco y entró la punta
sin problemas. Gimió y gritó, lo que me invitó a meter mi dedo hasta el
fondo de su culo. Como comprobé que no estaba suficientemente dilatado,
me acerqué a su ano y comencé a chapárselo con cariño, lo que causó en
ella los efectos deseados.
Cuando sintió que
su ojete estaba lo suficientemente dilatado, dejó de moverse y subió
un poco sus caderas, lo suficiente para que la polla de Sergio se
saliese de su coño.
Fue fantástico ver
el coño de mi mujer mojado al máximo y el agujero de su culo abierto,
dispuesto para la penetración de aquella polla enorme.
Al salirse la
polla de Sergio del coño de mi mujer, perdió algo de erección, ya que
llevaban follando mucho rato, aparte del orgasmo que había tenido con
anterioridad. Plenamente consciente de que con esa dureza, la
penetración no sería la adecuada, decidí cogerla y estimularla con mi
mano.
Me embargó una
sensación extraña y agradable.
Como mis
movimientos iniciales no causaban el efecto deseado, la cogí con mas
fuerza y se la empecé a menear con mas entusiasmo. Yolanda me miraba
sorprendida, pero encantada. Sergio disfrutaba cerrando los ojos.
Yo sabía que para
una correcta penetración anal a Yolanda, necesitaba aún un poquito mas
de rigidez, así que acerqué mi boca a su glande y le dí unas cuantas
lamidas.
La piel de su
capullo era tersa y suave, caliente y agradable, y su sabor era el del
coño de mi mujer. Eso hizo que me excitara aún más y me invitará a
chupársela en condiciones, a hacerle una mamada como Dios manda.
Abrí mi boca y me
la metí hasta donde pude, presionándola con mis manos y con mis labios,
notando con placer como el interior de mi boca era acariciado en toda
su amplitud por la cabeza de su polla, que se encontraba ya babeante y
dura como una piedra.
Con todo el dolor
de mi corazón, la saqué de mi boca y la dirigí a la entrada del culo
de Yolanda, quien la esperaba con avaricia.
La polla de Sergio
entró en el ano de mi mujer, con toda la facilidad del mundo. Fue
maravilloso ver como se dilataba su culo ante las embestidas del enorme
falo que la penetraba con decisión.
Mientras, yo
acariciaba su clítoris, para hacer que los dos coincidieran en su
orgasmo. Asi que viendo que Sergio gemía como un loco, aceleré el ritmo
de la paja sobre el coño de mi mujer y los dos estallaron en un grito
descomunal.
Yo estaba tan
excitado que solo al observar aquello, me vino un orgasmo brutal, sin
que fuera necesario llegar a tocarme, vaciándome hasta la última gota.
Nos quedamos
tumbados durante un momento, hablando, cambiando impresiones, haciendo
valoraciones de lo que habíamos experimentado.
Lo cierto es que
salió estupendo, a pesar de no tenerlo planeado en absoluto. A todos
nos apetecía y todos pusimos nuestro granito de arena, porque sabíamos
que la primera vez era muy difícil decidirse.
Esta fue
nuestra primera experiencia. Nuestra relación con Sergio ha cambiado,
pero para bien. Siempre que nos juntamos, hablamos de ello. Nunca lo
hemos repetido, pero no descartamos volver a hacerlo pronto.
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