Pasados
esos días de verano que os comentamos en el
relato anterior, llegaron nuestras
vacaciones y como nuestro hijo estaba con nosotros, no tuvimos ocasión
de hacer nada fuera de lo corriente, pero cada vez que hacíamos el amor
yo siempre le recordaba a mi mujer lo sucedido en la playa nudista y
aquel chico que se la comía con la vista. Ella siempre se excitaba
muchísimo e incluso en una ocasión me llegó a confesar que no le
hubiese importado dejarse tocar por aquel chico, pero que no estaba
preparada para eso.
En el mes de Noviembre tuve que desplazarme a Madrid por temas de trabajo
y como siempre, le propuse a mi mujer que me acompañara y
aprovecharíamos para pasar el fin de semana allí. Normalmente suelo
alojarme en el mismo hotel pero en esa ocasión no había plazas y tuve
que buscar otro. Llegamos a Madrid un jueves por la tarde noche y no
nos dio tiempo de nada, al día siguiente yo tendría una reunión toda la
mañana y ella aprovecharía para ir de compras y por la tarde ya
estaríamos juntos. Almorzamos en un centro comercial y después nos
fuimos al hotel a descansar.
Por la noche pregunté en recepción algún lugar donde poder ira cenar y nos
recomendaron una tasca cercana al hotel. Nos acercamos a dicha Tasca y
nos dispusimos a cenar. Al escucharnos hablar el dueño de dicha Tasca,
un chico de unos 32 años, Moreno, cuerpo atlético, alto. Nos preguntó
si éramos de Canarias y al responderle que sí, nos contó que él había
nacido en Tenerife y su madre y toda su familia materna eran y vivían
aquí.
Después de cenar, el chico sacó una botella de ron canario y unas Coca
Colas y amablemente nos invitó a tomarnos unas copas. Al rato se sentó
con nosotros y estuvimos charlando hasta que cerraron el local. Yo pude
comprobar cómo él no le quitaba ojo al escote de mi mujer y ella lejos
de ruborizarse, se mostraba todo lo que le era posible.
Después de las copas nos dirigimos al hotel y por el camino yo le decía
que el chico no le quitaba ojo, y ella me dijo que él estaba de muy
buen ver, que se había percatado de las miradas pero que la situación
era un poco extraña para ella porque sentía deseo por ese chico pero a
la vez tenía miedo de lo que pudiera suceder después.
Una vez en la habitación empezamos a besarnos y nada más meter mi mano
debajo de su falda, pude comprobar cómo sus tanguitas ya no podían
contener la humedad de su depilado coño y estaban completamente
empapadas. Le pregunté que si se había excitado en la Tasca y me
respondió que muchísimo. Esa noche follamos como dos desesperados y
ella no paraba de jadear y gritar. Fue muy excitante y placentero.
Al día siguiente por la mañana dimos un paseo por Madrid y almorzamos por
el centro. Y por la tarde nos retiramos al hotel a descansar. Por la
noche le propuse volver a la Tasca a cenar, lo que ella aceptó. Le pedí
que se vistiera lo más provocativa posible y para mi asombro aceptó sin
rechistar. Se puso la falda más corta que tenía, la camisa más escotada
que dejaba ver buena parte de esos pechos tan ricos que tiene y unos
tacones.
Una vez en la Tasca el dueño no pudo resistir clavarle los ojos al escote
y las piernas de mi mujer y pronto se unió a nuestra mesa a charlar con
nosotros. Como en el día anterior, una vez cenamos empezamos con el
ron. El dueño de la tasca se ofreció a llevarnos a un local de copas
donde ponen música salsa y aceptamos. Esperamos a que cerrara el local
y nos dispusimos a ir.
Una vez en el local, seguimos bebiendo y mi mujer ya estaba bastante
alegre. Le propuse que bailara con el chico de la tasca y sin cortarse
un pelo le agarró de la mano y le sacó a bailar. Yo veía cómo se le
pegaba, como él le agarraba la cintura y a veces el trasero. Cómo ella
le seguía el juego y se le pegaba cada vez más, cómo le hablaba al oído
y las miradas que ponía, me hacían adivinar que estaban hablando de
sexo. A ella se le veía que se derretía por él.
Después de un par de bailes yo estaba muy empalmado y suponía que mi mujer
estaba empapada. Ella se me acercó y me dijo: cari, ¿nos vamos? Y yo le
dije: sí, pero con una condición, ve al baño y quítate las bragas y
cuando vayamos de regreso al hotel, te abres de piernas para ver la
reacción de este (refiriéndome al chico de la tasca). Ella, sin
pensarlo, así lo hizo, y al salir del baño me puso sus tangas en mi
mano, yo cerré el puño de inmediato y casi me corro al comprobar que
estaban completamente húmedas.
Nos metimos en el coche y ella se sentó en el asiento central de la parte
trasera, el chico conducía y yo iba a su lado, íbamos charlando y
cantando y mi mujer se empezó a abrir de piernas. Lo noté cuando pude
comprobar que el chico no quitaba ojo del retrovisor interior, e
incluso por un par de veces cambió su regulación. Yo hacía como que no
sabía que estaba sucediendo pero cada vez estaba más excitado.
Llegados al hotel, invité al chico a bajarse y tomarnos algo del mini bar
de la habitación, pero mi mujer respondió muy tajante: yo estoy muy
cansada, ha sido una noche muy intensa, preferiría dejarlo para otro
día y descansar, por lo que ya no se habló más y nos despedimos.
De camino a la habitación mi mujer me dijo que estaba muy excitada y le
había encantado el juego, pero que entendiera que no se sentía
preparada todavía para dar el paso, que le había gustado jugar, que
mientras bailaban el chico le decía lo buena que estaba, que tenía
ganas de estar con una mujer como ella y cosas así, pero que ella no se
sentía preparada para dar el siguiente paso. Follamos como locos esa
noche y la mañana siguiente... Y ella no paraba de hablar del chico de
la tasca
Continuará...
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