.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi novia Alicia me tiene preocupado (2)".


 
Capítulo 1. Alicia nunca me cuenta adonde va por las noches."Mi amor" me dijo mi novia desde la puerta, "Voy a estudiar con Enrique. No me esperes despierto."

La cosa me molestó: "Ali", le dije aún sabiendo lo que vendría "¿tenés realmente que irte tantas horas...?"

"¡Ayy, estás celoso, que cosa más linda!" Y echando mano a mi pija comenzó a endurecerla, que es su modo de ablandarme. "Y... sí... un poco celoso estoy..."

"¡Pero por qué, mi pequeñín...!" Su mano ya había alcanzado el primer objetivo –parármela- y ya estaba avanzando hacia el segundo. "¡Si vos sabés que sos mi primer y único amor...!" "Sí, pero... (la paja estaba haciendo sus efectos y me costaba concentrarme en el tema)... vos nunca me dejás metértela..." "¡Sos un ansioso, mi vida! ¡En un año o dos te voy a dejar...!"

Y su mano había comenzado a ordeñarme con una serie de apretones hacia abajo, como si estuviera agarrando las ubres de una vaca. Los jadeos casi no me dejaban hablar "P-pero... por... qué..." la ordeñada era cada vez más rápida, y no pude terminar la oración, y me vine en mis pantalones, como siempre. "¿Estás contento ahora, mi vida?" me dijo con su dulce sonrisa. "Síp, p-pero yo no sé con quién salís..." comencé a protestar. Pero ya ella había comenzado a acariciarme nuevamente el nabo. "¿Sííi?" me dijo con su voz aún más dulce y tierna. Yo no sabía si seguir o no.

Las manos de mi novia producían efectos casi mágicos en mi nabo, que estaba enviciado con sus caricias. Y ya lo tenía nuevamente parado, y ella había comenzado a ordeñármelo nuevamente. "Alí" intenté nuevamente, "¿por qué volvés tan tarde...?" Pero la voz se me quebraba por el deleite que me producían sus caricias. "No te entiendo, mi vida, que es lo que me estás queriendo decir..." y con sus deditos me apretaba el glande a través del prepucio.

Yo traté de aclararle, pero la voz se me ponía tan turbia como la vista, "Es... que... no... s-sé... nun... ca... a que... qué... ho-hora vol... vés... y...... yo... yo..." pero Alicia había acelerado su paja haciéndome correr nuevamente en los pantalones. Dos polvos en veinte minutos.

Era un record. "Bueno, mi cielo, ahora que te veo más tranquilo me voy a ir, qué me están esperando." "P-pero Ali..." comencé, pero ella me puso la palma caliente sobre mi nabo "¿Síi, mi vida...?" "N-no... no... nada... Andá nomás." Y me quedé derrengado sobre el sofá, agradecido de que no me hiciera una tercera paja. Alicia me venía matando a pajas, y yo estaba cada vez más demacrado, así que tenía que cuidarme.

Capítulo 2. Las charlas telefónicas de mi Ali.

La cuestión es que Alicia me tenía preocupado y mal traer. A las diarias lavadas de pantalones se agregaban preocupaciones de mayor importancia. Su renuencia a dejarme penetrarla me sumergía en un mar de dudas. ¿Sería que no le gustaban los hombres? No me parecía, ya que la mayoría de las llamadas telefónicas eran de hombres. Y sostenía con ellos largas conversaciones con voz baja. Y si yo me acercaba a escuchar, ella echaba mano a mi poronga y, sin dejar de hablar, me hacía tremendas pajas, con lo que mi atención se desconcentraba.

Podía oir fragmentos aislados, pero sin poder interpretarlos o darles un sentido: "Síi... ¿te estás tocando?... esa cosota grandota... dejame algo para mí..." y con su mano seguía su empeñoso trabajo, que debilitaba mi ego a pasos acelerados.

"¿Otra vez?... pero si ya me pagaste ayer... sí, ya entiendo... te quedaste re-caliente... bueno... yo un poco también... pero vos sabés que te tengo que cobrar... bueno... esta noche tengo un cliente, pero a eso de las dos de la madrugada puedo..." Sin dejar de darme los apretones que terminaban ordeñándome irremisiblemente.

Yo gemía en agonía, mientras acababa. "Sí... ¿el pelotudo?... aquí a mi lado... ese que escuchabas era él... sí... lo estaba pajeando... claro... para que se quede tranquilo y no pregunte... en cambio a vos... " Cuando cortó la abordé "¿con quién hablabas mi vida?" "Pero ¿no estabas a mi lado escuchando?" "Sí, pero no entendía mucho porque me estabas masturbando..." "Cierto, te estoy matando a pajas, mi cielo." Y ya su mano había comenzando su habilidoso trabajo. "Ali" le advertí, "hoy ya me hiciste ocho pajas..." "Pero vos seguís preguntando y preguntando... ¡sos insaciable...!" me reprochaba. Y a mí no se me ocurría qué contestarle, no tenía ninguna voluntad para resistir sus pajas y me dejaba hace hasta que en medio de un último deleite me hacía salir los últimos chorritos agonizantes. Luego me daba un gran beso con su gorda boca, me dejaba allí donde me hubiera caído y se iba lo más campante adonde quiera que fuera.

Capítulo 3. La sigo por la noche y me cuesta un poco caro, pero me convenzo de que no hace nada malo y mi intranquilidad era infundada.

Un día decidí que esa noche la seguiría para averiguar adonde iba. Así que me mantuve todo el día sin preguntarle nada, y alejado del teléfono cuando hablaba en voz baja con sus amigos, para guardar energía para esa noche. "¿Hoy no me preguntás nada?" "No, mi vida, está todo bien." "Tanto mejor para vos..." me dijo, amenazando con acercar su mano a mi entrepierna. "Un día de descanso no te viene mal..." Y poniéndose esa mini faldita roja que le deja sus muslos al aire, y con la que no puede agacharse porque se le ve el culo (pero a ella parece no importarle, gustarle incluso, porque se agacha cada vez que puede y hay hombres cerca). Y se fue moviendo el culo provocativamente, hacia la calle.

Esperé un minuto y salí detrás de ella, justo para verla para un taxi. Por suerte yo había salido con dinero así que me subí a otro y la seguí. Me llamó la atención que se sentara adelante, junto al conductor. "Debe ser una puta esa" comentó el chofer de mi taxi. "Todas las que se sientan adelante son putas" prosiguió. "¡Ahora le debe estar manoseando el nabo!" Ese tipo era el colmo de lo mal pensado. Pero qué se puede esperar de un chofer de taxi. No le dije que esa chica era mi novia, para no hacerlo sentirse mal.

Capítulo 4. Alicia se encuentra con un viejo amigo. Y un taxista mal pensado.

Cuando estacionaron hicimos lo propio, unos diez metros atrás del otro taxi. "¡Qué hija de puta!" se regocijó el chofer, "¡Le está chupando la poronga!" "¿Dónde, donde?" ´pregunté alarmado. "¡Ahí! ¿No vé que agachó la cabeza?" Tenía razón, la cabeza de Alicia había desaparecido, y como no había salido del auto, la única conclusión era que se había agachado. Debía de habérsele caído la cartera y la estaría buscando. Mientras mi chofer se entusiasmaba "¡Qué puta y reputa que es esa mina, cómo me calienta...!"

Debía estar muy oscuro en el coche, ya que Alicia tardó como quince minutos en levantarse, señal de que había encontrado al fin su cartera. "¡Qué hija de puta la mamada que le hizo! ¡Mire como se derrumbó el tipo!" Era cierto que la cabeza del tipo, que antes sobresalía del respaldo del asiento, ahora apenas asomaba, pero vaya uno a saber cuántas horas llevaba trabajando el pobre hombre. Cuando Alicia salió del coche, se inclinó por la ventanilla y el hombre le extendió algo que parecía dinero. Debía ser el vuelto, pensé.

Alicia se fue taconeando, moviendo el culo y sacando el pecho afuera, con lo que se notaban sus portentosas tetas. El taxi se quedo quieto, con las luces apagadas. "¡Ahí se va a buscar otro punto!" festejó mi chofer. "¡Esas minas se bajan ocho o diez poprongas en una noche, como si nada!" Pobre hombre, pensé. Su vida debía ser un infierno con tantos sórdidos pensamientos en su cabeza. Le dije que arrancara, pero apenas lo hizo tuvo que detener nuevamente el coche.

Unos metros más adelante Alicia se había inclinado sobre la ventanilla de otro auto, sacando el culo, innecesariamente en mi opinión, pero ella es así, siempre coqueta.

Un tipo que pasaba a sus espaldas se quedó parado mirándole el culo como si estuviera hipnotizado. Pero Alicia estaba muy entretenida conversando con el dueño del coche, que debía ser un viejo amigo, porque de pronto le abrió la puerta y Alicia se metió rápidamente, como con confianza. "¡Qué gran hija de puta...! se entusiasmó mi conductor, "¡Ya se consiguió otro punto...!" Pero se equivocaba, Alicia se había sentado para charlar con su amigo dentro del coche. Tan es así, que al poco rato se había sentado arriba de su amigo, tanta debía ser el afecto que se tenían. Algún antiguo compañero de estudios, o algún vecino conocido de la infancia, deduje. El tipo de la vereda seguía mirando la escena como si estuviera en trance. "¡Qué guacha, mire: se le sentó en la poronga...!"

¡Por Dios, ese hombre no tenía límites para su maledicencia! Claro que si estaba sentada encima de él, su culo estaría apoyado sobre sus partes sexuales, pero eso no quiere decir que estuvieran excitados o haciendo algo malo!

De pronto la cabeza de ella comenzó a subir y bajar, como si estuviera dando saltitos sobre la falda del hombre. "¡Madre mía!" volvió a exclamar mi chofer, "¡Se lo está cogiendo! ¡Mire las culadas que le está dando...!" A mi me pareció más bien que estaban jugando a alguna variante de "ico ico caballito", recordando viejos juegos infantiles.

Capitulo 5. Un chofer bestia y lujurioso.

Mi chofer había desarrollado una fuerte erección y se estaba agarrando el garrote con la mano, apretándoselo que daba gusto. Y su respiración era agitada. El hombre que miraba hacia dentro del coche, desde la vereda también parecía estar agarrádose la picha. "¡... Cuánto pensamiento perverso...!" me lamenté "... ¡frente a un juego de niños entre viejos amigos... !"

Mi chofer se había sacado la poronga afuera y se la había comenzado a pajear mirando lo que ocurría en el otro coche. Tenía una tranca enorme, verdaderamente. "¡Por favor, patrón,... ¿no me la quiere chupar... ?" Me pareció una propuesta un poco extraña, pero cuando me asomé para ver, me agarró la cabeza con una mano haciéndome caer hacia delante, y me puso la enorme verga en la boca. Yo no sabía que hacer, porque desde esa posición era imposible volver a sentarme atrás.

La manota del hombre me tenía muy bien agarrado por la nuca. Y su polla se refregaba por mi cara. "Si este bestia se sigue distrayendo, nos vamos a perder de seguir a Alicia..." Así que mejor iba a ser si ayudaba para que esto acabara pronto. Y le dejé que volviera a meterme su gruesa tranca en la boca. Tenía un sabor extraño, algo salado con un poco de sabor a orina, pero enseguida me tragué esos sabores y sólo quedó el sabor de una sustancia un poco pegajosa que salía del orificio de su glande.

El tipo, entusiasmado, me manejaba la cabeza para hacerse una paja dentro de mi boca. Y yo, para apurar la cosa le hacía una fuerte succión. "¡Asíhh, patroncito, me había resultado medio putito el hombre, que bien que la chu... paaa...!" Y aceleró sus movimientos y de su gran pedazo comenzaron a salirle chorritos de espeso semen, sin apuro, y me seguía moviendo la cabeza de arriba abajo, y le seguían saliendo chorros un poco más grandes y finalmente, sin dejar de manejarme la cabeza, soltó los chorros más largos y abundantes. "¡¡¡A... sí... pa... tron...ci... to... trá... gue... lo… todo… mi… pu… ti… to…!!!" Los últimos chorros me los largó en la cara. "¡Bueno, ya está, ahora sigamos vigilando ese coche!" dije, recomponiéndome como pude para volver a mi asiento. "¡No tan rápido patroncito!" "¡Venga para el asiento de adelante que quiero probarle el culo...!" Y tirándome del cuerpo me hizo terminar sentado a su lado. Yo no separaba mis ojos del coche donde estaba Alicia. El coche se estaba moviendo en una especie de vaivén. El tipo me dijo "¡Arrodillate y sacá la cabeza por la ventana, el culo para mi lado!" Yo obedecía, preocupado de que Alicia terminara de jugar con su viejo amigo y se fuera. "¡Separate las nalgas, guachito!"

Y sentí su nabo, algo blando ahora, pero todavía grande, a la entrada de mi ojete. Todavía estaba embadurnado con su propio semen que, aunque espeso, era lubricante, y me empezó a lubricar el culo con el prepucio que cubría su glande. "¡Ahora hacé fuerza como para cagar!" me ordenó el taxista, "¡Pero yo no tengo ganas de cagar...!" protesté, "¡Mejor aún! Vos haceme caso..." Le hice caso y de pronto ¡Fás fás! En dos empujones me enterro más de la mitad de la tranca.

Por suerte, cuando yo estaba en primer año del secundario, unos chicos de quinto me convencieron de que jugara con ellos al teto (vos te das vuelta y yo te la meto) diciéndome que me iba a gustar mucho. Yo les creí, pero con el primero la verdad es que me dolió, con los dos siguientes la cosa había resultado más fácil, porque mi ano había quedado lubricado por el semen del primero. Y con el cuarto y quinto empezó a gustarme, y mucho.

Y después cada tanto me llevaban al fondo del colegio y lo pasábamos muy bien, y ellos cinco o seis –a veces siete- de modo que aquellas inocentes diversiones me habían preparado para lo que me estaba ocurriendo ahora. El tipo comenzó el mete y saca, repartiendo la lubricación cada vez más al interior, mientras yo seguía atento al coche de adelante, que había dejado de oscilar. En menos de un minuto su tranca, ahora dura, había llegado hasta el fondo y él serruchaba con entusiasmo.

En eso veo que Alicia sale del coche, y entrando la cabeza por la ventanilla se despidió de su gran amigo que estiró la mano para darle algo, que Alicia metió entre sus pechos. El taxista había comenzado a bufar, serruchándome el culo cada vez más fuerte. Pero como recién acababa de echarme un polvo, temí que tardaría mucho en llegar, y comencé a apretarle el nabo con mi orto, mientras movía las nalgas alternativamente para masajeárselo mejor con mi ano. Pero cuando ví que Alicia se separaba del coche sentí cierta desesperación... ¡Se me podía perder! Y el bestia ese seguía cogiéndome el culo. Pero, qué veo: ¡Alicia fue derecho para el hombre que había estado esperando en la vereda! Y se pusieron a hablar. ¡Otro golpe de suerte! Pensé mientras que el bestia se afanaba en el mete y saca. Alicia y el hombre se habían entendido y él la acompañó a un lugar oscuro, seguramente para protegerla y ella puso sus manos sobre un coche, echando la cola hacia atrás con las piernas abiertas.

Y el hombre se pegó a su culo, seguramente para palparla. Debía ser un policía, qué macana, pensé. Y empezó a palparla en los pechos, agarrándoselos por detrás. Pero mucho no podía ver porque estaba oscuro. Además los ricos enterrones que me mandaba el taxista me estaban produciendo cierto placer que me desconcentraba. El hombre atrás de Alicia parecía estar moviéndose contra su culo en un mete y saca, pero estaba tan oscuro que no podía realmente ver, de modo que debo haber proyectado en ellos las sensaciones que estaba teniendo en mi culo.

El tipo se aferraba de mis hombros para ensartarme con todas sus ganas. Y sorpresivamente, cuando me la enterró hasta el fondo y su nabo comenzó a pulsar en mi orto, la sensación me pudo y acabé deleitosamente... en mis pantalones, pero ya estaba acostumbrado, mientras sentía sus chorros inundar el interior de mi ojete. "¡Pa... pi... tooo! Qué lindo... ortito que me hice...!"

Yo trataba de seguir vigilando la situación entre Alicia y el posible policía, pero tenía la mirada un poco desenfocada, y con la oscuridad no podía ver casi nada, salvo que el hombre parecía seguir palpándole los pechos. Claro, son tan enormes que el hombre pensaría que ocultaban algo. "¡Tenemos que vernos más seguido para cogerte!", dijo el taxista en mi oído. Y se ve que le daba pena sacar su pedazo de mi caliente culito, porque me lo dejó un rato bastante largo, durante el cual instintivamente mi culito se lo seguía masajeando. A mi también me gustaba sentirlo dentro, llenándome el ano.

La cuestión es que el semental este se volvió a empalmar sin habérmela sacado del culo. Y empezó a serrucharme nuevamente. Yo no tenía como resistirlo, y la verdad tampoco ganas, ni tampoco quería hacer problemas.

Así que seguí vigilando como podía la escena allá adelante, mientras arqueaba la cintura para ofrecerle mejor el orto. "¡Ay que rico ortito que tenés mi putito!" me decía el hombre mientras con su boca peluda me besaba el cuello. Y me decía todo tipo de obscenidades en la oreja. "¡Todo sea por el amor de Alicia...!" suspiré.

El tipo me la estaba haciendo sentir hasta la garganta, y ya sea por la frotación contra las paredes de mi próstata, o por la abstinencia que había tenido ese día, o por la violenta cogida que me estaba dando con ese tronco que parecía aún más grueso que antes, la cuestión es que de mi garganta comenzaron a salir gemidos acompañando a mis jadeos. A lo cual el bestia me empezó a coger aún más fuerte. Y yo me corrí de nuevo, esta vez antes que él, que después de tan sólo unos momentos más, volvió a vaciarse en mi culo. Me arrastré como pude fuera del taxi y me subí los pantalones, sólo para ver que Alicia había desaparecido en la oscuridad, mientras el policía volvía a acomodarse los pantalones. "¡Vaya manera de hacer un registro!" pensé molesto con la falta de profesionalidad de nuestros funcionarios.

El taxi arrancó y yo me quedé en el medio de la vereda, con el pantalón dos veces enchastrado y el semen que se deslizaba por mi muy abierto agujero empapándome el lado interno de los muslos. Por un momento pensé en apurar el paso a ver si alcanzaba a mi Ali más adelante, pero no podía más que arrastrarme y por esa noche no estaba en condiciones de encarar ninguna persecución enérgica.

Así que me encaminé hacia casa. No había sido tan improductiva la noche, pensé, después de todo había visto como Alicia se encontraba con algunos amigos, lo que está muy bien. "Lo que no puedo entender", pensé, "es porque no me quiere contar sus actividades nocturnas, que no tienen nada de malo..." "Es posible que ella piense que a mí me podrían dar celos sus amistades, como si yo fuera un Otelo cualquiera" Bueno, lo lindo es que ella trataba de protegerme.de los celos que yo podría tener. Si se cree que yo puedo ser celoso, pensé, es que todavía no me conoce. "Pero no podía culparla, el amor es ciego."

Capítulo 6. Alicia comienza a ponerse romántica conmigo.

Caí en la cama rendido y desperté recién a la mañana cuando sentada a mi lado, Alicia había comenzado a darle vida a mi nabo. Estaba ojerosa y con expresión agotada, algo ajada. Pero se inclinó sobre mí sonriendo y con su viciosa boca aplastada contra la mía, comenzó a revolver con su lengua el interior de mi boca. Mi nabo alcanzó rápidamente su máxima parada y ella con su mano me lo pajeaba lenta y apasionadamente. Separó su boca "¡Mmmm... me gusta cuando te hago retorcerte con mis pajas...!" Y volvió a seguir besándome.

Con los párpados bajos yo sentí como los ojos se me iban para arriba, por el placer. Alicia me siguió manoseando a su gusto, esta vez con mi nabo afuera, y la tibieza y suavidad de sus manos, menejadas con destreza y habilidad dignas de una profesional logró sacarme largos chorros de semen, con sucesivas convulsiones que al terminar me dejaron derrengado. Alicia se recostó a mi lado, mirándo con cariño y su mirada cansada. "Me gustó pajearte directamente sobre la piel..." "Piel contra piel es más lindo, ¿no?" Y con un suspiro se fue durmiendo. Un día de estos voy a dejar que me chupes las tetas..." Y se quedó dormida con una expresión de bondad en su rostro.

Capítulo 7. La visita al sexólogo.

Estábamos progresando. Era la primera vez que Alicia me pajeaba directamente sobre la piel y no a través del pantalón. Y ahora esta promesa..., un poco incierta sí, pero íbamos avanzando.

Lo que más me preocupaba era su actitud esquiva respecto al sexo. Ya estaba por cumplir los diecinueve años y no era sano que toda su vida sexual pasara tan sólo por masturbarme. Sentía pena y preocupación por ella, pobrecita. Necesitaba de la atención de un especialista. Lo hablé con ella y pude convencerla de visitar conmigo a un sexólogo.

Ella se vistió como para conquistar a un potentado. Me sonreí de su ingenuidad. Suponía que podía influenciar a un profesional, usando una mini faldita, unos tacos aguja y una remera escotada. Pero la dejé, no era cuestión de que se resintiera y luego no quisiera ir a la visita.

En la antesala del consultorio las consabidas revistas viejas eran eróticas, con fotografías bastante subidas, incluso pornográficas. Y cuadros marcadamente eróticos en las paredes. Alicia, contrariamente a lo que yo suponía, estaba encantada con el lugar. Y se ve que se excitó un poco, porque echó mano de mi nabo y comenzó a manosearlo. Yo traté de detenerla, pero fue inútil.

Cuando el sexólogo abrió la puerta dejando salir a una bella cuarentona un poco ojerosa, pero con expresión satisfecha. "Es un buen especialista", pensé, mientras trataba de ocultar la gran mancha en mis pantalones, quedándome sentado y tapándome con una revista. Alicia, en cambio, se paró espléndida sobre sus largos tacones.

El sexólogo la miró, me miró y nos dijo que nos iba a atender separadamente, como era su costumbre, para que cada uno le expusiera su caso abiertamente y sin temor a lo que su pareja pudiera pensar o decir. Y me invitó a pasar primero. No tuve más remedio que levantarme, tapando la mancha en mis pantalones con la revista. Pero él me hizo dejar la revista en la mesita de la que la había sacado. Y no pudo menos que notar la gran manchota pringosa. Le hizo una mirada de entendimiento a mi novia, y una simpática sonrisa de comprensión.

Capítulo 8. Mi entrevista con el sexólogo

Era un hombre indudablemente atractivo para las mujeres. Fornido, alto, joven. En el interior del consultorio había un olor marino, como a mariscos. Me explicó que acababa de rociar todo con un aerosol llamado "Vida Marina", para generar un ambiente de confianza. Me explicó que siempre separaba a los miembros de las parejas. Por ejemplo, la señora que acababa de salir, había venido primeramente con su marido, pero a él no había hecho falta tratarlo más, ya que el problema era de ella. Así que hacía ya como veinte sesiones que ella venía teniendo, y cada vez se iba más contenta. "Es cierto", le dije "lo noté por la expresión de su cara. Me alegro de haber caído en buenas manos."

"Eso es semen, ¿no?" dijo señalando la acabada en mis pantalones. Me avergoncé, pero a qué negarlo. Ese hombre podía encontrar la solución a mi problema, o sea al problema de Alicia; así que le conté todo. Incluyendo las conversaciones telefónicas de Alicia y mi seguimiento de ella la otra noche, con todos los detalles. Los ojos le brillaban de interés. "Pobre hombre" me dijo, "pero tengo una buena noticia: el problema es de su novia, usted está completamente sano." Pero yo ya sabía eso, lo que me interesaba era sí él podría hacer algo al respecto. "¡Por supuesto!" me aseguró, "¡Y va a ver lo satisfecha que se va a quedar su novia!" "¡Déjela nomás en mis manos!"

Capítulo 9. La entrevista de Alicia con el sexólogo.

Tenía los pantalones todavía húmedos cuando abrió la puerta para que saliera y entrara mi novia. Ella entró ondulando el culo, pero no pudo engañar al profesionalismo del sexo-terapeuta, que la miró serio a los ojos y le dijo "Escúcheme bien, señorita, aquí dentro usted deberá soltar sus emociones, gritando si es necesario" "Lo que usted diga, doctor" dijo ella sumisa, y fue lo último que escuché, porque luego cerraron la puerta.

Me quedé mirando los cuadros. Uno representaba la sodomización de una doncella del tipo de las que aparecen en las páginas interiores de "Big Boobs", revista dedicada a los grandes pechos, por un gigante que me pareció el mismísimo Zeus, aunque no ví referencia alguna sobre la anécdota mitológica correspondiente. En otro una gordita tipo Tiziano sentaba su culo sobre la cara de un individuo que, por tal causa, no pude identificar. Estaba examinando un tercer cuadro cuando escuché un gemido dentro del consultorio. Paré la oreja. Los gemidos iban aumentando de volumen, e indudablemente pertenecían a mi novia. Se ve que había comenzado a soltar sus emociones. Me impresionó la eficacia de las técnicas del sexólogo.

Los jadeos continuaron en aumento, hasta que alcanzaron un alarido de mi novia. Y después vino el silencio. "Tuvo una catarsis emocional", pensé. "Qué afortunado había sido en encontrar a este especialista, quién sabe lo que hubiera ocurrido con cualquier otro..." Y me acomodé en el sofá esperando la salida de mi novia, para ver qué cambios reflejaba su cara, después de semejante catarsis. Pero se ve que habían comenzado a conversar nuevamente. Debían de estar sacando las conclusiones sobre lo ocurrido. Me maravillé de la velocidad del tratamiento. Apenas habían pasado veinte minutos desde que Alicia había desaparecido dentro del consultorio. Seguramente en diez minutos terminarían la charla y Alicia saldría.

Pero no, pasaron otros quince minutos y nada. La charla debía estar entrando en profundidades mayores. A los veinte minutos recomenzaron los jadeos. "¡Madre mía!" me admiré "¡Este hombre está haciendo su trabajo en serio!"

Los gemidos y jadeos de Alicia siguieron la misma pauta anterior, sólo que esta vez acompañados de pequeños ayes de dolor. El hombre estaba llegando a las profundidades de Alicia. Y recordar, a veces duele. Por lo menos a Alicia se ve que le dolía. Pero mi Alicia es valiente. Y pese a sus quejidos de dolor, soportó con entereza la penetración en sus intimidades emocionales por la sabia técnica del doctor. Al llegar la catarsis los alaridos de Alicia me dieron pena ¡Por qué tremenda experiencia parecía estar pasando! Pero luego del último alarido, emitió uno dulce, casi placentero.

Y luego volvió el silencio. Para no parecer demasiado ansioso a la salida de Alicia, me puse a ojear una revista cualquiera. En una de sus páginas aparecía un hombre parecido al doctor que portaba una enorme verga que una voluptuosa mujer parecida a mi Alicia estaba chupando, mientras se la agarraba con ambas manitos. Me divirtió la coincidencia de parecidos, pero decidí esconder la revista debajo de la pila, para no apenar a Alicia, en caso de que llegara a verla. Y el silencio continuaba.

Esta vez no escuché quejas por parte de Alicia. La charla debía ser más tranquila ahora. Y sin duda pronto terminarían.

Pero no. De pronto comencé a escuchar jadeos y gemidos, pero esta vez ¡eran del sexólogo! El hombre se involucraba mucho en la terapia. Y ahora sufría, acompañando a mi Ali, en sus emociones. Y siguió el mismo derrotero. Es notable la regularidad del proceso catártico. Y los jadeos y quejas fueron aumentando de volumen, hasta que el doctor hizo su propia catarsis. Y volvió el silencio.

Y la charla en voz baja continuaba. Seguramente ahora Alicia estaba confortando al hombre, que había pasado también por lo suyo. Así pienso yo que deben de ser las terapias, intercambiando cuando es necesario los roles de quien ayuda a quien.

Tomé otra revista para distraerme, ya pronto Alicia saldría y no quería que me viera demasiado tenso por el resultado. Había una foto de la misma voluptuosa mujer de antes, sentada sobre el mismo protagonista de antes, empalándose por el coño, con evidente goce de ambos. La cara de la mujer era un poema de lujuria y perversión. Miré por unos momentos la excitante foto, y estuve por un momento tentado de robármela, para regocijarme luego en casa, pero me pareció impropio y la guardé debajo de la pila. Y me acomodé en el sofá para recibir el retorno de mi novia luego de su trajinada sesión.

Pero no. Recomenzaron los jadeos y gemidos. Pero esta vez a dos voces. Era como si estuvieran recorriendo juntos el camino de la catarsis. Y lo recorrieron, nomás, aumentando progresivamente los volúmenes, hasta llegar a un alarido conjunto que se fue apagando en gemidos cada vez más suaves. Luego el silencio.

"Esta vez sí" me dije "parecen haber terminado". Y tenía razón. Pronto se escucharon las alegres risas de mi Alicia y del doctor, y se abrió´la puerta y salieron ambos. Alicia se veía rebosante, pero con profundas ojeras, producto de sus llantos. También el doctor se veía algo ajado. Pero ya todo había pasado, afortunadamente, y ella lucía una sonrisa de satisfacción mayor aún que la de la señora que había salido al principio.

El médico me hizo pasar. En el interior del consultorio, el olor a brisa marina se había vuelto muy intenso. Debía de haber echado el aerosol recién recién.

"Sientesé, joven". "El problema de su novia es bastante serio. Usted no imagina a los extremos que llegamos en estas dos horas" "Sí, escuché las catarsis, doctor, fue tremendo" "¡Tremendo... !" elevó´sus ojos al cielo en expresión soñadora, "Pero veo que usted captó la esencia del tratamiento" "Gracias, doctor" "Entonces comprenderá por que quiero que su novia venga dos veces por semana" y agregó "más no, porque no podría atenderla debidamente". "Bueno doctor, pero sus honorarios..." "¡No se preocupe por los honorarios, si es necesario le pagaré yo a ella!" Celebré la broma con risas, pero el hombre ni siquiera e sonrió. Su mente ya debía de haber pasado a otros asuntos.

Nos acompañó a la puerta. Me dio la mano, y un beso en la boca a Alicia, que ella devolvió´rodeando su cabeza con sus brazos y alargando el beso más de lo que el médico seguramente esperaba. Pero es que estaba agradecida, pensé. Y por el apasionamiento de su beso, muy agradecida. Por la calle iba taconeando altanera, sacando sus tremendos pechos bamboleantes sin sostén (a mí me había parecido que había traido sostén al llegar, pero evidentemente me había equivocado) y su fantástico culo también bamboleante. Los transeúntes la miraban con voracidad "¡Nena, que cara de putaza que tenés!" y ella les sonreía para no ser descortés, y movía aún más el culo. "¡Nenita! ¿no querés cambiar al boludo ese por un macho de veras que te haga conocer una verdadera tranca?" Y ella le sonrió y lo acarició con una mirada sensual. Me sentí un poco incómodo, pero me tranquilicé al ver que Alicia no parecía afectada por el vocabulario soez de esos mal educados.

Capítulo 10. Algo está mejorando...

Cuando llegamos a casa le pedí que me contara todo lo que había conversado con el médico, sin omitir detalle. "En realidad no fue mucho lo que conversamos" me respondió Alicia con una profunda mirada a mis ojos y su típica sonrisa burlona. "¡Estuvieron más de dos horas, Ali...!" Pero en vez de contestarme, Alicia había metido su mano dentro de mis pantalones y sacándome el nabo afuera comenzó a manoseármelo, mirándome siempre con la misma expresión. Consiguió rápidamente la erección, como siempre ocurría, y con su lujuriosa habilidad, me fue llevando a deleites cada vez mayores. Yo seguía viendo su expresión burlona, pero pronto comencé a verla algo desenfocada. Ella siempre me decía que le gustaba verme los ojos cuando me iba ordeñando camino a mi orgasmo. Y su mano seguía implacable llevándome aceleradamente a una tremenda acabada. De mi poronga brotaron los chorros en rápida sucesión, que ella recibió haciendo un cuenco con sus manos. "¡Nene... si hubiera sabido que dabas tanta leche, te la habría mamado...!" su comentario me dejó completamente alelado, "¡Es más, uno de estos días, te la voy a chupar bien chupada y me voy a tragar toda esa leche, corazón...!" "¡Ali...!" suspiré. Pero luego de embadurnarme la cara con mi semen, dio algunas lamidas a sus palmas, y se quedó dormida. Las emociones pasadas con el doctor debían haberla agotado.

Pero se estaban produciendo estupendas novedades. Al parecer sus pajas serían de ahora en más piel a piel. Había la promesa de dejarme chuparle las tetas, que me hizo antes de ir al sexólogo, y la de mamármela que me acababa de hacer.

Me dormí, agotado por la fantástica paja que acababa de recibir, sintiendo a mi lado la respiración cansada de mi noviecita.

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