.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi novia Alicia me tiene preocupado (1)".

 

 Capítulo 1. Hace ya un año que salimos, y de penetración nada.

Pero me vuelve loco a pajas. Y no tengo la voluntad para impedirlo.

Por ejemplo, estamos en algún rincón oscuro besándonos y toqueteándonos. Y entonces Alicia me agarra la poronga, a través del pantalón, y empieza a acariciármela. La agarra muy bien. Y una vez que la agarra estoy perdido.

Yo le agarro las tetas, y le meto la lengua en la boca, pero ella no me la suelta, y me va ordeñando. Me la tiene apretada con fuerza y aprieta para correrme el forro tapando la cabeza. Y de ese modo me pajea. Y me pajea, y me pajea. "Alicia", le digo yo, "¿no será mejor que vayamos a la cama...?" Pero ella sonríe con su jugosa boca y mete su lengua dentro de la mía, y me sigue pajeando. Y yo siento que estoy en sus manos. Bueno, en su mano. Su mano que me aprieta y me ordeña cada vez más rápido, hasta que me corro en mis pantalones.

A ella le encanta cuando eso me pasa, y con la palma de su mano me aprieta el glande a través del chorreado pantalón para recoger todo el semen que pueda, y se la lleva a la boca y se lame todo el semen, mientras me sonríe con su deliciosa boca abierta.

Entonces yo me voy recuperando, e intento razonar con ella. "Mi vida, me encanta lo que me hacés, pero me gustaría metértela..." Entonces me mira fijo a los ojos, y con su mano recomienza sus caricias a mi nabo. Gradualmente me lo va empalmando nuevamente. "Ali", le digo, "no lo tomes a mal, me gustan las pajas que me hacés, pero ¿no pensás que deberíamos coger como todo el mundo?" Pero ella, mirándome sonriente cara a cara, le sigue dando a la mano, hasta que me hace correr nuevamente.

Después de lo cual ya no insisto.

Capítulo 2. Alicia me pajea en los lugares más insólitos.

Pero en realidad no depende mucho de mí el que Ali decida comenzar una paja. Me ha hecho pajas en los más variados lugares y situaciones. En cualquier momento puede aparecer la expresión siniestra en sus ojos, y siento que su manita comienza a trabajar.

El cine es uno de sus lugares predilectos. Ya casi ni sé qué películas hemos ido a ver. Apenas se apagan las luces, mi Alicita comienza. Y si está entusiasmada, y siempre lo está, cuando me hace derramar con una paja, empieza la siguiente. Así dos o tres pajas por películas. Y salgo del cine arrastrándome y tratando de disimular mis pantalones encastrados. Pero Alicia muy contenta.

Otra vez me pajeó delante de mis padres, mientras cenábamos. Nadie se dio cuenta de que una mano estaba debajo de la mesa, porque Alicia llevaba una conversación muy animada y haciendo gestos con el tenedor. Y la manita apretándome y pajeándome y pajeándome, hasta que los ojos casi se me salían de las órbitas, y me derramé tratando de que no se me notara. Cada tanto me miraba con una sonrisa pícara y continuaba su alegra parloteo.

También cuando íbamos a bailar. En la penumbra, Alicia metía su mano entre nuestros cuerpos y me agarraba la poronga. Me la hacía parar y comenzaba su lento masaje, sistemático e inexorable. "Ali..." jadeaba yo, "me vas a hacer manchar el pantalón..." "Sí, mi cielo, pero antes te voy a hacer pasar un buen momento..." Y su manita me trabajaba y me trabajaba, hasta que yo me abrazaba a ella y me corría. "¿Ves lo que me hiciste?" le reprochaba yo. Pero ahí ella comenzaba de nuevo.

Capítulo 3. Alicia se encierra con el profesor de Geografía, que siempre la hace quedar para retarla.

Alicia tiene muy buenas formas. Y siempre que salimos veo que los otros hombres la comen con los ojos. Y creo que a ella le gusta, porque usa falditas cortas y remeritas ajustadas que le marcan sus abundantes pechos dejando ver sus pezones a través de la tela. El profesor de Geografía, por ejemplo, se la come con los ojos, y Alicia se contornea y le sonríe.

Estamos en la misma clase, y tengo que ver eso clase tras clase. Por lo general, cuando salimos de clase, en la última hora, el maestro le pide que se quede. Pero los demás tenemos que salir. Y a mi me preocupa que el hombre la rete. Porque están mucho rato, y yo me quedo esperándola cuando ya todos se fueron a sus casas. Y al final sale, despidiéndose alegremente con la mano en alto, del profesor que está todavía adentro del aula.

Y eso todas las clases. ¿Qué tendrá que reprocharle este hombre a mi Alicita, que la reta siempre?, me pregunto. A veces, cuando sale, la he notado un poco alborotada, es decir con más colores en la cara, y un poco despeinada. Pero eso no es nada comparado con el aspecto conque sale de las reuniones con el jefe de celadores.

Capítulo 4. Y con el Jefe de Celadores...

Este hombre, de más de cuarenta años, es muy severo y se ve que siempre tiene algo que reprocharle, ya que la suele llamar a su oficina muy seguido. Y se ve que la reta fuerte, porque Alicita no vuelve a clase en toda la hora. Y cuando vuelve, tiene la ropa siempre desarreglada, y la pintura de los labios corrida. "¡¿Qué te hace esta bestia?!" le rujo, dispuesto a ir a matarlo. "No, no", me dice Ali, "no le hagas nada, es sólo que me reta fuerte, muy duro, pero yo me lo tengo merecido y me la aguanto." "¡Y bien que me la aguanto!" agregaba. A mi me dolía que esos hombretones hicieran sufrir a mi novia, pero entonces ella me agarraba la pija y me tranquilizaba con algunas buenas pajas. Y al final yo terminaba pensando "bueno, si a ella no le molesta, qué tengo yo que meterme..."

Capítulo 5. Y con el portero del colegio...

Lo que nunca entendí es por qué Alicita se encerraba con el portero del colegio. ¡Dos horas he tenido que esperarla a veces! Y yo no sé que es lo que tiene que charlar con ese muchacho para estar tanto tiempo encerrados.

Un día, cuando salía de la piecita del portero, vi que se despedían con un beso en la boca, bastante largo. "¡Ah! ¿estabas ahí, esperando todavía?" "¡Sí!, ¡decime qué tenés que charlar tanto con ese muchacho!" "Es que el pobre tiene un problema con su novia y a mi me da lástima y me quedo consolándolo. Hoy lo consolé cuatro veces." Me explicó con su carita algo ojerosa. "¡Es que te veo salir desmejorada!" protesto yo. "¡Ese tipo abusa de vos!" "¡Y cuanto...!" suspiró ella. "¡Cómo "y cuanto"!" me enojé yo, "¡¿Te hace llorar ese desconsiderado?!" "No, llorar no, pero me hace emocionar muchas veces... es muy bueno para emocionarme... ¡y tiene con qué...!" "¿Tiene una vida muy dura...?" le pregunté yo, compadecido. "¡Durísima! ¡Y no sabés que gorda...!" suspiró Alicia. "¿¿cómo "gorda"??" pregunté yo, desconcertado por la palabra. "Gordos problemas" me aclaró ella, "Y yo me motivo con las cosas gordas..." "¡No te imaginás cuanto me motivo...!" Y yo iba a continuar con las preguntas para que me contara como se motivaba, pero Ali, mi Ali, me echó mano al nabo y empezó a darle. Después del tercer polvo en mis pantalones, ya no tenía ganas de seguir preguntando más nada, y pensé que era bueno tener una novia con tan buenos sentimientos.

Capítulo 6. Ali y el hombre de la tienda de ropas.

El otro día la acompañé a la tienda de ropas, porque tenía que comprarse una faldita. El tendero se regocijó al verla. "¡Alicita, bienvenida, mis ojos se relamen al verla..." Ella me presentó como su novio. El hombre, un cincuentón bastante robusto, me miró sin mucho interés. "¿Qué vamos a probarle hoy?" "Hoy quiero ver falditas y braguitas"."¡A la órden!" exclamó el entusiasta vendedor. "¡Vaya para el probador, que enseguida voy!" "Usted, joven, quédese aquí" me indicó.

Y se metió en el pequeño probador, detrás de Alicia. Y yo no tuve más remedio que quedarme afuera, escuchando. "Bueno, mi nenita, primero hay que sacarse esa bombachita, así le voy probando las otras..." "¡Listo!" la escuché a Alicia, siempre bien dispuesta. "¡Muy bien, a ver esa linda colita..." Me di cuenta de que mi novia estaba con la cola al aire, con el vendedor, pero me dije "es un profesional, hace esto todo el tiempo, es como ir al médico..." "¡¡Qué culo, preciosa!!" Y me dije, "quiere animarla" y se vé que la animó porque la oí decir "¿le parece lindo, don Juan?" "¡Claro, pichoncita, mirá como te agarro esa linda nalguita!" "¡Ay, síi! ¡qué mano grandota y peluda...!" escuché la voz de mi novia que seguramente le estaba devolviendo el elogio. Hubo unos momentos de silencio y de pronto escuché la voz de Ali, "¡Ay... síi, así... con las dos manos...!"

Y me di cuenta de que este hombre estaba haciendo a conciencia su trabajo. "¿Me permitís, pichoncita?" "Claro, si tiene que probar pruebe nomás... ¡¡¡Ayyy, qué gorda...!!!" "Debe ser una braguita ancha" interpreté yo. "Sí, pero sentí como te va entrando..." jadeó el hombre, seguramente por el esfuerzo de calzarle la braguita, aunque si era ancha no tenía por qué resultarle tan trabajoso. Después siguieron unos ratos de silencio, interrumpidos sólo por los jadeos de ambos. No sabía que probar bombachitas era una tarea tan árdua.

En un momento la cortina entreabierta me permitió ver la escena: él detrás de ella, apretado contra su cola, y para hacer más fuerza se había agarrado de sus pechos. Y se movía detrás de ella, como empujando. Me preocupó y les pregunté si necesitaban ayuda. "¡¡¡Nooo...!!!" respondieron al unísono con las voces algo jadeantes. "Bueno" me dije, "no hay que molestar..." Pero con mi conciencia más tranquila porque al menos me había ofrecido. Después escuché que ella le pedía "¡¡Dámela toda, papito...!!" Se ve, pensé, que le gustó la braguita. Y el dijo "¡¡¡Ahí voy, mi negrita, aquí me vengooo...!!!"

Me gustó eso de "papito" y "mi negrita", indicaba afecto y confianza. Y así debe tratarse la gente, pienso yo. Hubo unos momentos más de silencio y escuché la voz admirada de Alicia: "¡¡¡Qué chooorroos, qué chorrazos, madre mía!!!" Y yo pensé "debe haber visto el precio, a mí me había parecido que acá eran un poco chorros", por los precios que había visto en algunas prendas. Pero al parecer no hubo problema. Cuando salieron del probador el vendedor estaba poniéndose la camisa dentro el pantalón, lo que me ratíficó la impresión de que había sido muy trabajosa la tarea. Y ella llevaba media docena de braguitas en la mano. "Las voy a llevar todas, don Juan..." "Sí m’hija, lléveselas, se las ha ganado..." contestó el hombre con aspecto algo cansado. "¡Gracias, don Juan, mañana vuelvo a probarme las falditas!" "...Mejor pasado mañana, ya no soy tan joven..." Eso no lo entendí, pero él me preguntó: "Usted puede acompañarla pasado mañana, joven?" "No, lo siento, pero pasado mañana voy a estar ocupado..." "¡Perfecto!" dijo el hombre, ¡Pasado mañana será perfecto!"

Cuando salimos, Alicia iba moviendo su sabroso culo con donaire, de modo que todos se daban vuelta para mirarla. "Lo que no entiendo, Ali, es para qué me preguntó ese hombre si podía venir pasado mañana, si al final le dio lo mismo..." "Yo tampoco lo entendí, querido, tiene esas cosas raras..." Y ya en el colectivo le pregunté "Pero las braguitas ¿no te las cobró?" "Se las tengo que pagar pasado mañana, cuando venga por las falditas." "Ahh, pero ¿por qué dijo eso de que te las habías ganado...?" Pero no tuve ocasión de seguir con el tema, porque Alicita, agarrándome la poronga, me dijo "tranquilizate, mi amor, no te preocupes." Y comenzó a tocármela y tocármela, de las exquisitas maneras en que me transtorna, y ya no pude seguir interesándome en cosa alguna." "Un polvo en el colectivo" pensé contento, en medio del apretujón de gente, "no cualquiera tiene esa suerte..." Fueron dos, los polvos. Y mis pantalones... mejor no hablar de ellos

Capítulo 7. Lo bueno de aquellas pajas en colectivo era que sólo yo disfrutaba de Alicia, pienso yo...

Algunos de aquellos viajes fueron memorables. Recuerdo una vez en que ella llevaba una faldita supercortita que dejaba sus hermosos muslos prácticamente en su totalidad al .aire. Esos muslos, junto con su maravilloso culo me tenían loco de calentura. Para colmo, ese día usaba unos tacones altísimos. Era algo espectacular verla.

Y en eso entramos en el colectivo, ante las miradas envidiosas de todos los hombres. Yo estaba orgulloso de llevar a tan espectacular mujer. Parece mentira que a sus diecinueve años Alicia pudiera estar tan buena. Nos acomodamos como pudimos, y ella quedó de espaldas a un muchachón bastante pintón, que la miraba con ojos muy abiertos. Poco a poco el tipo se fue acercando a ella, que no pareció molestarse por la excesiva proximidad de ese desconocido.

Con una de las manos el hombre se agarraba de la barra superior, y se ve que no le hacía falta la otra, ya que la mantenía baja. Mientras yo le hablaba ví que los ojos de Alicia se humedecían un poco, y su cara tomaba más color. De pronto sentí que su mano buscaba mi pene. "¡Alicia, con cuidado, que nos pueden mirar...!" Pero ya su mano estaba acariciando sensualmente. Noté que atrás de ella, la cara del tipo se había puesto colorada. Y Alicia comenzó a suspirar. Nunca la había visto tan caliente al agarrarme el nabo. El nabo se me paró completamente, y Alicia me lo seguía apretando con ganas.

De pronto hizo un movimiento con su otra mano, como levantando su falda del lado de atrás. Debía ser por el calor, pensé. Y total no había nadie que pudiera verla, ya que el tipo que tenía atrás tapaba completamente la vista de su hermoso culo. De pronto vi que la otra mano de él se aferraba al hombro de mi Alicia. Se ve que realmente no le alcanzaba con una sola mano para aferrarse de la barra. Observé que la respiración de Alicia se aceleraba un poco. Y sus ojos parecían mirarme sin ver. "¿Estás bien, Alicia?" le pregunté, "¡Muy bien!" dijo con voz algo enronquecida, "¡No sabés lo bien que estoy...!"

La mano del tipo que estaba atrás estaba algo crispada sobre el hombro de ella, pero Alicia lo soportaba sin quejarse, seguramente por cortesía solidaria. Hacía bien, porque el tipo de atrás no tenía buen aspecto. Su cara completamente colorada, la mirada vidriosa. Debía ser contagioso, porque Alicia también tenía la mirada un poco vidriosa. Sentí que me empujaba con el vientre, como si la hubieran empujado de atrás. Y el movimiento comenzó a repetirse con cierto ritmo, pero con ese mismo ritmo Alicia me estaba pajeando y sus jadeos tapaban los mismos, y me parece que el hombre también estaba jadeando, ya que tenía la boca abierta, y Alicia seguía empujándome con el vientre y le dije "¿estás bien Ali?" "¡Síi, así... seguí, que este boludo no se da cuenta de nada...!" dijo con voz baja, refiriéndose seguramente al tipo que tenía atrás.

Pero no entendí con qué quería que yo siguiera. Y me preocupó que su voz no hubiera sido lo suficientemente baja, porque el tipo de atrás seguramente la había escuchado. Y los tam tam de su estómago contra el mío se aceleraron.

Pero les cuento más o menos como recuerdo, porque la manito de Alicia se estaba moviendo cada vez más frenética. De su boca abierta, su cálido aliento salía en jadeos cada vez más apasionados. "¡¡¡Asíi, asíi..." decía "¡que ya es... toy... por... aca...bar...!!!" gimió en un susurro tan fuerte que el tipo de atrás no debe de haber podido menos que escucharlo. Pobre hombre, pensé. Y de pronto, luego de una acelerada de los tam tam de su vientre, siguió un largo, larguísimo momento en que se quedó´pegado contra mí.

En ese largo momento, su mano como un acto reflejo arreció con sus apretones y me hizo volcar todo mi semen en los pantalones, mientras ella se me agarraba fuertemente, como para no caer.

Nos quedamos mirándonos con ojos vidriosos por la gran acabada. Y, no puedo decirlo con seguridad porque no veía bien, pero me pareció que el tipo de atrás también estaba con los ojos vidriosos.

Antes de bajarnos ella le entregó un papelito al hombre, "tome joven, se le cayó este papelito" Nunca supe como había hecho ella para verlo y más aún recogerlo del suelo, para dárselo. "Gracias, señorita, me hubiera gustado recogerlo yo." "No lo dudo, joven, no lo dudo..." contestó ella con una sonrisa. El tipo miró el papelito, que parecía tener un número de teléfono y se lo guardó con una sonrisa.

Ya en la calle, yo miré el enchastre en mis pantalones y le dije "¡Qué paja que me hiciste, mi vida!" Ella parecía un poco ausente con una sonrisa enigmática. Y supe que ella también había disfrutado como en ninguna de las pajas anteriores que me había hecho y me enorgullecí. Pronto será mía, pensé. Me llamó la atención al mirarla de atrás, ver lo arrugada que estaba la parte de atrás de su falda, y los hilos blancos que le chorreaban por el interior de los muslos. Parecía semen, pero nunca entendí cómo mi semen podía haber pasado de debajo de mi pantalón debajo de su faldita. Pero son esas cuestiones de la sexualidad que nunca terminaré de entender. Quise sacar nuevamente el tema, pero ya estábamos en un lugar oportuno y Alicia me hizo otra paja que me llevó al olvido de todo.

Capítulo 8. Mi novia Alicia recibía muchas llamadas telefónicas...

Alicia tenía muchas amistades, amigos, principalmente. Y a veces la llamaban por teléfono. Si atendía yo le pasaba la comunicación, y ella atendía con voz sensual y hablaba en forma misteriosa, con pequeños monosílabos. "Sí... no... sí..., aquí al lado mío... ¿dónde?... ¿en tu casa?... ¿a qué hora...?... Sí, voy a poder... dentro de un rato lo despacho... yo también... un beso... sí, ahí... otro beso..." Y demás tonterías, que no recuerdo exactamente ya que apenas atendía el teléfono, Ali echaba mano de mi poronga y me hacía una de esas pajas a las que me tenía acostrumbrado y me costaba entender lo que decía o con quien hablaba. Debo confesar que, está mal sí´, pero no puedo evitar que esas pajas me desconcentren.

Y "por las dudas", como decía ella, antes de salir adonde tuviera que ir, me hacía dos pajas más, a conciencia, que me dejaban completamente desconcentrado y embobado. Ya ni le preguntaba por qué no me dejaba cogérla, porque sino comenzaba con otra paja. "Yo creo que una no debe entregarse al novio, si quiere llevarlo al matrimonio" me decía, "no al novio, de ninguna manera al novio" Y me dejaba muy pero muy acabado, y salía a sus citas de estudio, o de lo que fueran, que nunca pude enterarme porque en cuanto le preguntaba recibía una paja.

Pero me preocupa Alicia, con su negativa a dejarme penetrarla. ¿Será frígida?

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