Andrés,
sin dejar de masturbarse con una de sus manos, agarró con la otra uno de
los hombros de mi mujer. Manteniéndola sentada, la separó del respaldo
del sofá y la atrajo hacia él, hasta que su rostro estuvo a escasos
centímetros de su rabo.
Silvia observó brevemente la polla
babeante de Andrés y luego dirigió su mirada a los ojos de mi jefe, con
el mismo aire de desafío mostrado con anterioridad. Andrés aceleró los
movimientos de su mano sobre la polla y por unos instantes pareció que
iba a terminar de hacerse la paja sobre el rostro de ella, pero la mirada
altiva de Silvia debió hacerle recapacitar y se paró.
Acercó la punta de su capullo a los
labios de Silvia y lo restregó suavemente por ellos, impregnándolos de
líquido preseminal. Silvia se limpió con la mano los labios y levantó de
nuevo su fría mirada a Andrés, quién meditaba qué hacer a continuación.
Mi jefe le tomó la cara con las manos y, tras acariciarle repetidamente
las mejillas, se dispuso a besarla. Andrés tanteó con su lengua sobre los
labios de mi esposa, hasta que ella los abrió permitiéndole el paso y él
aprovechó para besarla con pasión, moviendo la lengua con fuerza en el
interior de su boca.
Echó su cuerpo hacia el de ella
obligándola a recostarse de nuevo sobre el respaldo del sofá y le separó
las piernas lo suficiente para dejar al descubierto la raja de su coño y
dirigir allí su tranca. No tardó demasiado en acoplarse e introducirle el
nabo en su totalidad moviéndose despacio, tomándose el tiempo necesario
para no incurrir de nuevo en el error de una corrida prematura.
Luego dirigió sus besos a las tetas de Silvia que, pese al disgusto que le
provocaba ser jodida por Andrés, notó como sus pezones se erizaban con el
jugueteo de la lengua del macho sobre ellos. Cuando Andrés llevó sus
dedos al clítoris de mi mujer y lo frotó repetidamente, acompañando la
follada, ésta tuvo que esforzarse en reprimir la creciente excitación que
iba sintiendo. La suerte para ella era que Andrés también estaba próximo
al climax y por ello, al poco rato, él le sacó la polla, se medio
incorporó y empujó a Silvia por los hombros hacia abajo, arrastrándola
desde el respaldo al asiento del sofá.
Cuando la tuvo incómodamente tumbada de cuerpo para arriba sobre el
asiento, se arrodilló sobre éste y llevó su picha al perfecto canal que
separaba sus dos grandes tetas. Las agarró con ambas manos, ocultó entre
ellas su miembro y moviendo de arriba abajo los dos globos mamarios
comenzó de nuevo a masturbar su polla con ellos.
- "Joder Silvia, vaya par de tetas que tienes. Me dan ganas de echártelo
todo entre ellas, pero aún no ha llegado el momento".
- "¡El momento de qué, cerdo!, ¿aún no has tenido bastante?", le contestó
Silvia.
- "Pronto lo verás, querida, y los demás también".
Andrés abandonó el desfiladero en el que su polla estaba a punto de
explotar y agarrando a Silvia de las caderas tiró aun más de ella hacia
abajo, mientras él se arrodillaba en el suelo. Con esta maniobra
consiguió que ella quedara sentada en el suelo con la espalda apoyada en
la base del sofá y la cara recostada sobre el asiento.
Acercó su verga al rostro de Silvia y
comenzó a restregarla por todos los rincones de éste. Luego le acercó a
la boca la punta del nabo y con tres pequeños golpecitos le invitó a
abrirla. Vi cómo mi esposa le miraba con rabia y sin ánimo de obedecer,
pero otros tres golpes más fuertes sobre sus labios le convencieron de
que era estúpido negarse.
Cuando Silvia entreabrió la boca, Andrés empujó y le metió más de la mitad
de su aparato, iniciando una nueva masturbación, meneándose la parte de
la polla que aún sobresalía. Silvia puso de manifiesto su desagrado
cuando sintió las gotas de líquido preseminal que desprendía el capullo
de Andrés conforme este se pajeaba cada vez más rápido, pero en ningún
momento se la mamó, dejando que todo lo hiciera él, a quien parecía no
importarle la actitud pasiva de ella
Tras unos minutos de continuada masturbación, acompañada de suspiros y
gemidos por parte de Andrés, él saco la picha de la boca de Silvia y sin
dejar de pajearse, se dirigió a ella.:
- "¿Sabes Silvia?, desde que te conocí, tu belleza me dejó prendado, pero
siempre has tenido conmigo un comportamiento altivo y grosero. Esa forma
de tratarme hizo cambiar mis iniciales e inocentes fantasías sexuales
contigo hasta desear cosas bastante más perversas que un simple polvo.
Últimamente mis mejores pajas me las he hecho pensando en que me la
pelaba sobre tu cara hasta correrme sobre ella. Nunca pensé que esto
pudiera ocurrir, pero aquí estamos los dos, haciendo realidad mis
fantasías".
- "Eres un cerdo asqueroso y salido".
- "Tienes razón, Silvia, soy un guarro y un salido que te va a llenar la
boca y la cara de lefa caliente. Vamos, ¿a qué esperas?, ¡abre la boca!".
- "¡Adelante cabrón, termina de una puta vez!".
Silvia abrió su boca y Andrés le metió de nuevo buena parte de la polla
acelerando el movimiento de su mano sobre la parte que aún sobresalía y
suspirando cada vez con más intensidad. Tras un minuto de furiosa
masturbación y medio gimiendo exclamó:
- "Joder, te voy a embadurnar de leche. Voy a disfrutar de la mejor
corrida de mi vida".
Un ronco grito acompañó el inicio de su eyaculación que, pese al anuncio
hecho por Andrés, pilló por sorpresa a Silvia que en cuanto sintió el
esperma en su boca apartó la cara hacia un lado escupiéndolo con fuerza y
liberándose de la polla. A Andrés no le importó, sujetó la cabeza de
Silvia con la mano libre y dirigió cada nuevo chorro de leche hacia una
parte distinta del rostro de mi esposa.
Una vez culminada la eyaculación,
restregó con su propia verga el semen acumulado esparciéndolo por la cara
de Silvia. Luego, tambaleándose, se incorporó y se sentó en el otro sofá
sujetándose el pene, aún chorreante y con el semblante repleto de
satisfacción. Había completado una deliciosa venganza y era evidente que
había disfrutado muchísimo con lo que le había hecho a Silvia.
- "Increíble, ha sido increíble, mucho mejor de lo que esperaba. Y tú,
¿qué tal Silvia?, ¿te ha gustado mi leche?".
Silvia, con la cara toda pringosa, se sentó de nuevo en el sofá, a mi
lado, y le objetó con sorna:
- "Seguro que es tan asquerosa como tú. ¿No has visto que la he escupido?.
Apenas he tenido que probar su sabor".
Andrés replicó:
- "¿No quieres reconsiderarlo?. Aun puedes hacerlo, tienes la cara llena
de esperma".
En ese momento Juan, que estaba en el sofá junto al exhausto Andrés, se
levantó torpemente y se dirigió hacia Silvia. El bulto en sus pantalones
era tan evidente que cuando ella le vio acercarse saltó con brusquedad:
- "¿Qué?, ¿tú también quieres hacerme lo mismo?".
Pero Juan sacó un pañuelo de su bolsillo y balbuceó:
- "No. Yo sólo venía a ofrecerte un pañuelo para que te limpies la cara".
Silvia hizo un gesto como pidiendo perdón y le dejó que él mismo le
limpiara todos los restos de semen. Una vez terminada la tarea Juan se
quedó parado frente a ella admirando su cuerpo desnudo, pues Silvia ya ni
se preocupaba por taparse.
De inmediato Andrés retomó la voz cantante de la situación, dirigiéndose a
mi esposa:
- "¿Has visto lo galante que ha sido Juan?, ¿no crees que deberías
recompensarle de algún modo?".
Silvia lanzó primero una furiosa mirada a Andrés, para concentrarse
después en el hombre que tenía ante ella, y que inconscientemente,
mientras se deleitaba observando sus curvas, se frotaba con la mano en la
entrepierna. Andrés intervino de nuevo:
- "¿Tú que crees, Juan?. ¿No te mereces un premio?, ¿una mamadita?".
Juan, cada vez más turbado, contestó con un hilo de voz:
- "No se. Jamás me lo han hecho y no estoy seguro de que me guste".
- "¿Nunca te la han chupado?. Eso no puede ser. Tienes que probarlo. Te
aseguro que es delicioso".
- "Pero yo estoy a cien y podría correrme en su boca, y eso es algo que no
quiero hacer, es demasiado
sucio. Yo prefiero hacerlo cómo antes, en su
coño".
- "Pues ya no hay condones, pero tú no te preocupes, deja que te la mame y
si notas que te vas a correr, te la follas por el coño y te sales cuando
te llegue".
Andrés se dirigió de nuevo a Silvia:
- "Vamos Silvia, chúpasela un poquito. Dale esa satisfacción, deja que lo
pruebe".
Silvia me miró, cómo no dando crédito a lo que oía, pero yo, deseoso en el
fondo de que se la mamara también a Juan, asentí levemente, cómo dando la
razón a Andrés.
Con un pequeño gesto me dio a
entender que todos estábamos locos, pero era evidente que ya ni mi esposa
tenía tabúes y acercó sus manos a las del tembloroso Juan y las apartó
del bulto de sus pantalones. Maniobró con el cinturón, el cierre y la
cremallera de sus pantalones para permitir bajárselos hasta la mitad de
los muslos. Sus largos calzoncillo de líneas verticales azules fue la
siguiente prenda que Silvia le bajó a la misma altura.
La polla de Juan apareció, entre una
despoblada mata de pelos muy largos y completamente tiesa, ante sus ojos.
Me pareció bastante más gruesa que la primera vez que la vi esa noche,
seguramente porque su excitación en ese momento era mayor. Volvió a
sorprenderme el contraste entre el blanquecino color de su tronco y el
rojizo de su glande medio descubierto.
Juan permanecía quieto, sin saber muy bien qué hacer, y fue la propia
Silvia la que cogió su polla y con mucha suavidad terminó de
descapullarlo, mientras él se estremecía al sentir el contacto de la
palma de la mano de mi mujer sobre su dura verga. Cuando ella echó su
cuerpo hacia atrás, para apoyar su espalda en el respaldo del sofá, tiró
de la polla de Juan obligándole a acercarse y finalmente a poner sus
rodillas sobre el asiento a ambos lados de los muslos de ella. Silvia
deslizó un poco su cuerpo por el respaldo hasta que el cipote de Juan
estuvo a la altura de su boca y luego con un nuevo y ligero tirón la
acercó a sus labios.
Cuando engulló el glande en su boca el hombre cerró los ojos, pero cuando
se metió en la boca la mayor parte de la picha y, esta vez sí, empezó a
mamársela, Juan emitió un gruñido de satisfacción y empezó a suspirar.
Era, sin duda, la primera vez que Silvia hacía una mamada, pero también
era la primera vez que Juan la recibía.
Se la estuvo chupando un rato hasta
que empezó a mover rítmicamente los labios subiendo y bajando por el
tronco de su cipote cuyo grosor hacía que la piel se moviera al mismo
compás, originando un efecto masturbatorio que posiblemente ni la propia
Silvia quería, pero que Juan seguro que agradecía, pues le estaba
produciendo un gusto impensable, tanto que, instintivamente, apoyó sus
manos sobre la parte alta del respaldo del sofá y comenzó a mover su
cuerpo, al principio muy ligeramente, siguiendo el vaivén de la mamada de
mi mujer.
Las sensaciones placenteras de Juan se fueron incrementando y eso hizo que
sus movimientos de riñones de adelante a atrás a se intensificaran y que
él comenzara a olvidarse de sus opiniones morales ante la posibilidad de
correrse entre los labios de Silvia, mientras su polla asumía el mando de
la situación, follándose a mi esposa por la boca, con creciente ímpetu.
Llegó un momento en que la fuerza de la follada era tal que Silvia,
intuyendo lo que podía pasar, intentó apartarle poniendo sus manos sobre
el pecho del hombre que ya estaba fuera de sí. El intento de mi mujer fue
inútil y las exclamaciones de placer de Juan inundaron el salón hasta que
su cuerpo empezó a sufrir las convulsiones que ya habíamos visto antes y
que anunciaban su inminente orgasmo.
- "¡Ay Dios, esto es increíble!", pudo exclamar justo antes de que los
temblores de su cuerpo aparecieran al empezar a correrse.
Silvia se dio cuenta de que Juan le iba a inundar la boca de esperma e
intentó zafarse del pollón pero esta vez no tuvo escapatoria. El temblor
de Juan empujaba sin parar su grueso cuerpo contra el rostro de Silvia
aplastándolo contra el respaldo del sofá y mi esposa comenzó a recibir en
su boca la eyaculación del hombre.
Como el grosor de la polla de Juan
impedía a Silvia escupir la leche que el vomitaba, intentó retenerla
entre sus mofletes que se fueron hinchando. Dado el tiempo de abstinencia
de él, y pese a haberse ya corrido una vez, la corrida fue larga y
copiosa y en medio de la misma, entre tosidos y arcadas, ella tuvo que
tragarse el líquido mientras Juan seguía soltando leche.
Finalmente cesaron los temblores y Juan culminó su éxtasis, pero mantuvo
su cuerpo aún apretado sobre mi mujer un buen rato hasta que ella le
empujó y él se retiró con su pene ya en clara decadencia. Los aplausos de
Andrés resonaron en el salón.
- "¡Sí señor!, ¡ha sido genial!. Ya te lo advertí, Juan. Una buena mamada
es deliciosa y veo que la has disfrutado de verdad".
Juan retrocedió hasta el mueble, intentando recuperar la compostura y la
cordura.
- "¡La virgen!. Ha sido la corrida mas intensa que he tenido en mi vida",
y mirando a Silvia se excusó:
- "Lo siento Silvia, ha sido superior a mí, no he podido evitarlo. Cuando
empezaste a pajearme con los labios me descontrolé. Te agradezco el
maravilloso momento que me has hecho pasar".
Silvia sonrió sinceramente a Juan y le dijo:
- "No te preocupes, no pasa nada. Me alegro por tí que lo hayas
disfrutado".
Luego se levantó y, tras mirarme brevemente con una expresión que nunca
antes había visto en ella, se dirigió, contorneándose como una puta,
hacia la silla en la que Lucas había contemplado el espectáculo sin dejar
de acariciarse su oscura y circuncindada verga. Aunque prácticamente ya
no había nada que pudiera sorprenderme esa noche, no me esperaba las
palabras que dirigió al hombre gitano mientras le miraba fijamente a los
ojos:
- "¿Y tú qué, Lucas?. ¿No quieres que también te la chupe?".
Y se acercó aún más a Lucas mirándole la polla con descaro y claras
muestras de deseo, inclinando su cuerpo con clara intención de metérsela
también en la boca, pero él se levantó y la alzó también a ella, puso sus
dos manos sobre el trasero de mi mujer atrayéndola hacia él. Sus manos se
pasearon por las nalgas de Silvia, abrieron sus cachetes y sus dedos se
introdujeron repetidamente por la raja del culo, acariciando el agujero
de su ano. Lucas y Silvia se besaron con auténtica pasión.
Ella no se mantuvo quieta y, mientras seguían besándose, acarició con una
mano la espalda tersa del gitano y con la otra le imitó palpándole y
pellizcándole repetidamente el delgado trasero aunque sin rozarle la raja
del culo.
Yo ya había asumido que ese hombre producía un efecto devastador en la
sexualidad de mi esposa y no me importaba, al contrario me excitaba, aún
más si cabe, el abierto comportamiento de ella hacia él.
Lucas puso una vez más a mi esposa a cuatro patas, justo frente a mí, y
empezó a lamerle una y otra vez el orificio anal, acudiendo, de vez en
cuando, al vaginal. Se incorporó y apuntó con su sable totalmente tieso
al trasero de ella. Cuando su polla empujó sobre las paredes de entrada
de su ano, Silvia, sorprendida, se giró, pero pese al dolor que la
penetración le producía, no rechistó e intentó disfrutar de algo que
sexualmente era para ella totalmente novedoso.
Lucas consiguió, con mucho esfuerzo, introducirle buena parte de su cipote
en el ano y se movió lentamente, sin llegar a conseguir al principio que
Silvia se relajara lo suficiente para gozar de la sodomización. Sin
embargo el gitano mantuvo pacientemente durante bastantes minutos la
lentitud de sus embestidas hasta que su polla se acopló al canal del
recto de mi mujer y empezó a entrar y salir de él sin dificultades.
Los gemidos de Silvia le indicaron
que ella empezaba a gozar de la verga en su culo y para excitarla aún más
llevó una de sus manos a su coño acariciándole el clítoris, mientras
incrementaba la fuerza con lo que le taladraba el culo.
Cuando parecía inminente el orgasmo de Lucas, y puede que también el de mi
esposa, Andrés se les acercó, de nuevo con la polla en completa erección
y le susurró algo al hombre. Lucas se salió, alzó a Silvia y ocupó su
lugar tumbado en el suelo. Sin dejarla mirar hacia atrás, donde Andrés
esperaba masturbándose, la instó a cabalgarle.
Silvia bajó su cuerpo sobre el de
Lucas y escondió la polla dentro de su coño. No tuvo ya tiempo para
subir. El capullo de Andrés la sorprendió abriéndose paso con ímpetu en
su ojete que tan abiertamente, y sin saberlo, había dejado expuesto a la
vista del odiado hombre.
Mi jefe empujó y le metió la tranca
sin muchos problemas, tomando el mando de la follada/enculada con
enérgicos golpes de riñón. Ensartada entre los dos hombres y follada
duramente por ambos, Silvia ya ni protestó por la rudeza de Andrés,
abandonándose al placer que le producían los movimientos de las pollas en
sus dos canales. Andrés, en medio de los jadeos y gemidos de los tres, no
quiso reprimirse:
- "¡Joder Silvia!, darte por culo es lo único que me faltaba estaba noche.
Y ya veo cómo disfrutas mientras te partimos en dos. Estás hecha una
auténtica zorrona".
Andrés no aguantó mucho tiempo sintiendo la estrechez del canal anal de
Silvia y anunció su corrida:
- "Me voy a correr otra vez. Toma mi leche. Guárdatela en ese precioso
culo".
Jadeando, Andrés se corrió por tercera vez esa noche dentro de mi esposa y
luego, medio desfallecido, abandonó el cuerpo de Silvia y volvió a
sentarse junto a Juan.
Parecía que era lo que Lucas esperaba, pues apenas se quedó sólo con ella,
la volteó girándola boca arriba, se agarró a sus pechos y le penetró de
nuevo por el coño, iniciando un furioso mete-saca que mi esposa sin duda
agradeció mientras todos sus sentidos se revolucionaban para llevarla a
la cima del placer.
Una mezcla de gritos y gemidos acompañaron el orgasmo de Silvia que
aprisionaba con sus piernas y brazos el cuerpo de Lucas sobre ella
mientras éste se la follaba a placer con potentes embestidas y sin parar
de acariciarle y chuparle los pezones. Fue una corrida brutal de mi
esposa, pero ella, fuera de sí, quería más y separó la boca de Lucas de
sus pechos y de nuevo le besó con furia y pasión. Lucas respondió
acelerando aún mas sus envites mientras el sudor recorría la mayor parte
de su cuerpo, hasta que sintiendo la proximidad de su venida se incorporó
y abandonando el coño de mi mujer empezó a meneársela dispuesto a
correrse sobre aquel.
Entonces Silvia le agarró con ambas manos de la cintura y le instó a
reptar hacia su pecho. Lucas aceptó la invitación y, arrodillado, se
movió hasta colocar ambas rodillas a la altura de sus pechos. De
inmediato envolvió su polla entre las tetas de Silvia y se masturbó con
ellas durante un par de minutos. Silvia volvió a instarle a subir su
cuerpo aún mas arriba y Lucas, a regañadientes, abandonó la cubana que se
estaba haciendo, situando ya sus rodillas a la altura del cuello de ella.
Cuando mi mujer tuvo la estaca de
Lucas a su alcance, se apoderó furiosamente de ella y bajándola la
restregó repetidamente sobre su cara sin cesar de pajearle, luego la
observó con detenimiento, cómo si quisiera descubrir todos los secretos,
para ella desconocidos, que pudiera tener una polla. Su lengua se
concentró sobretodo en la base del capullo, pasándola con reiteración
sobre la zona del frenillo, algo que, a tenor de los gestos de su cara, a
Lucas le debía resultar maravilloso.
Luego se la metió en la boca y se la
mamó con ganas, acariciándole con una de sus manos los huevos. La mamada
era tan enérgica que iba a llevar a Lucas a correrse sin remedio, pero él
no debía querer hacerlo aún, pues consiguió sacar la verga del húmedo
recinto que la albergaba y, reptando un poco más, tapó con sus cojones la
boca de Silvia.
Mi mujer, cada vez más encendida no se lo pensó y empezó a chupar con
frenesí las pelotas del gitano que ahora se masturbaba más lentamente.
Lucas bajó su otra mano hacia el chocho de Silvia y volvió a acariciarle
el clítoris con su habitual maestría. Las lamidas de Silvia comenzaron a
ser acompañadas por gemidos de placer e inconscientemente sus manos se
posaron de nuevo sobre las nalgas de él, empujándole aun más hacia ella.
Lucas, viendo el estado de frenesí de
ella, decidió aventurarse aún más y reptando nuevamente puso su ojete a
la altura de la boca de mi esposa, permaneciendo quieto y esperanzado en
una reacción positiva de ella, mientras le masturbaba el coño con más
intensidad.
En efecto no tuvo que esperar mucho,
pues Silvia subió su rostro lo suficiente para apoyar sus labios en el
esfínter de Lucas quien al sentirlos sobre su ojete se estremeció y
empezó a moverse de arriba a abajo consiguiendo que los labios de Silvia
se pasearan por toda la raja de su culo. Cuando ella empezó a manipular
con la lengua su ano, Lucas se derritió y empezó a pelársela con más
fuerza.
Desde mi posición, con incredulidad, veía perfectamente los vericuetos que
la lengua de mi esposa efectuaba entre los pelos negros del culo del
gitano y como se introducía repetidamente en el interior de su oscuro
agujero.
A punto de correrse, Lucas bajó su posición y Silvia aprovechó para
apoderarse de inmediato de su polla, metiéndose la mitad en la boca
mientras le pajeaba con fuerza. Lucas comenzó a gruñir sintiendo como la
leche estaba a punto de subirle por el tronco de su picha.
Cuando el cuerpo del hombre se tensó,
Silvia le soltó la polla y la engulló por completo dentro de su boca
dispuesta a ordeñarle toda la leche que tenía en los cojones. Lucas
finalmente aflojó la tensión y empezó a descargar su semen en la boca de
mi mujer, entre continuos espasmos de placer. Al sentir la leche caliente
Silvia, con un gemido gutural acentuado, pues tenía la boca ocupada,
también se corrió. De nuevo fue un orgasmo pronunciado mientras recibía,
esta vez con auténtico deleite, la lefa de nuestro invitado.
Cuando Lucas pudo incorporarse volvió a sentarse en la silla, dejando a
Silvia tumbada sobre la alfombra. Todos nos dimos cuenta de que el
esperma que había escupido Lucas seguía en su boca y ella jugaba con su
lengua moviendo el preciado líquido por todos los rincones.
De repente se puso de rodillas sobre
la alfombra justo frente a mí, mirándome con una sonrisa llena de
lascivia. Entonces abrió la boca y me mostró por unos instantes la nata
de semen que había batido saboreando el esperma de Lucas, tragándosela a
continuación. Se relamió, abrió la boca y permaneció inmóvil, suplicando
con la mirada lo que yo, en el fondo, estaba deseando hacer.
- "¿Será posible?. ¡Esta mujer es una auténtica furcia!. Vamos Mariano,
¿qué estás esperando?. Creo que tu mujer no ha tenido bastante y necesita
más".
La voz de Andrés me hizo reaccionar. Notaba el dolor en mis testículos
originado por la prolongada erección que me había causado la sesión de
sexo de mi esposa con mis tres colegas de juego. Me levanté y saqué al
exterior mi endurecido cipote y lo posé sobre la lengua que Silvia,
golosamente, apoyaba sobre su labio inferior, esperando una nueva ración
de leche.
Apenas tuve que meneármela un par de
veces para que el placer se apoderara de mis sentidos y dejara escapar, a
borbotones, toda la leche que tenía acumulada en mis huevos. Silvia la
recibió, la saboreó como había hecho antes con la de Lucas y se la tragó,
dando así por concluida una noche de inimaginable sexo para ella y todos
nosotros.
Éramos conscientes de que todos, esa noche, de una u otra forma, habíamos
ganado la apuesta. Los tres hombres se habían tirado y habían gozado de
mi esposa a placer, y Silvia y yo habíamos descubierto una faceta en
nuestra vida sexual que seguramente nos iba a marcar positivamente para
siempre.
Por cierto, el lunes siguiente Andrés me entregó el cheque de 30.000
euros, aunque no me correspondía, y yo, por supuesto, lo cogí. Mañana
viernes hay una nueva timba de póker, esta vez en casa de Andrés, y yo
estoy convencido de que, enseñándole el cheque a Silvia, no tendré muchos
problemas en convencerla de que me acompañe a la partida.
Mariano.
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