- "¿Dónde
vas con tanta prisa?, dijo Andrés.
- "¿Y lo preguntas?. Ya has tenido lo que querías. Me voy a dormir",
contestó Silvia con decisión.
Él cortó su retirada cogiéndola por el brazo. De nuevo esa sonrisa
maliciosa, nueva para mí, volvió a mostrarse en su semblante.
- "No, no. ¿Crees que ya estoy satisfecho?. Lo de antes ha sido sólo ha
sido un aperitivo. Anda, ven conmigo".
Y llevándola del brazo, la situó
frente a nosotros y nos preguntó:
- "¿Qué os parece lo que he ganado esta noche?. Bueno Mariano, tú ya lo
sabes, no es necesario que me contestes, pero vosotros dos
¿que opináis?
¿No os parece magnífica?".
Lucas simplemente hizo un gesto de asentimiento. A Juan en cambio se le
notaba muy incómodo. Ni se atrevía a alzar la mirada. Lo mismo le pasaba
a Silvia, que permanecía ahora de pie inmóvil y expectante ante los
desconocidos planes de Andrés sobre ella.
- "Juan, ¡mírala!. ¿No es un auténtico bombón?".
El hombre, viendo que comenzaba a ser el punto de atención de los
presentes, se sentía aún mas azorado.
- "Bien, creo que tendré que convencerte".
Andrés se situó detrás de Silvia y llevó ambas manos a su cintura. Luego
las adelantó a la altura del botón mas bajo de su blusa. Soltó los
botones, uno a uno, menos el más alto, el que entallaba sus pechos bajo
la blusa carmesí. Luego deslizó sus manos hacia los laterales de su falda
encontrando con una de ellas la cremallera que hizo descender con
parsimonia para jugar después con sus dedos con el corchete, que en esos
momentos era lo único que sostenía la prenda adherida a la cintura de
ella. La mano libre la llevó al botón aún sin desabrochar de su blusa.
- "Creo que deberías mirar esto, Juan", le reiteró esperando que prestara
atención.
Ya teníamos todos claro lo que iba a suceder y observé que Lucas no perdía
detalle esperando poder admirar en breve el cuerpo de Silvia mientras que
ella temblaba ante la vergonzante inminencia de su desnudez.
Juan no pudo aguantar más tiempo la tensión y finalmente posó su mirada
sobre mi mujer justo en el momento en que Andrés desabotonaba el único
botón de la blusa que quedaba. La prenda, libre de toda sujeción, se
desplegó dejando brevemente a la vista su sujetador de color crema, justo
el tiempo que empleó ella para alzar sus manos y cubrirse. Pero Andrés
también soltó el corchete de la falda y está resbaló sin piedad a los
pies de Silvia que de inmediato también usó una de sus manos para tapar
la zona de su sexo.
Pese a los esfuerzos de mi mujer por cubrirse todos podíamos ya admirar la
belleza de su cuerpo casi al desnudo. Andrés la giró hacia si mismo
obligándola a alzar la cara con un suave empujón en su barbilla. Le
susurró algo y ella, bastante indecisa, bajó sus manos.
Mientras la miraba directamente a los ojos, le apartó la blusa y maniobró
en el cierre de su sostén hasta liberar por completo sus pechos. Luego,
sin dejar de mirarla a los ojos, agarró sus bragas y comenzó a hacerlas
descender por los muslos hasta que éstas terminaron de caer por si mismas
dejándonos ver de nuevo sus preciosas nalgas.
Una vez que la tuvo desnuda, Andrés,
embelesado, fue recorriendo con la mirada todos los rincones del cuerpo
de ella que aparecían a su vista. Apaciguado su ardor inicial, ahora se
tomó su tiempo para contemplarla tranquilamente en toda su desnudez.
Después se dirigió a nosotros:
- "¡Ufff
. Tenéis que ver esto!".
Sujetándola de los hombros la fue girando hasta situarla de cara a
nosotros tres, para dejarnos contemplar la belleza de su cuerpo. Sus
piernas eran firmes, fruto del trabajo de gimnasio que diariamente hacía,
sus caderas voluptuosas y marcadas. Sus pechos, voluminosos, iniciaban a
caer por el peso para después remontar hacia arriba con unas curvas
pronunciadas culminadas por las aureolas y unos pezones rojos pequeños y
puntiagudos. Su coño era prominente, tapizado por una hermosa y arreglada
mata de pelo castaño oscuro que dejaba entrever los pliegues de su raja.
La belleza natural de su cuerpo, la inocultable vergüenza que seguía
reflejándose en su rostro y el morbo de estar siendo el objeto de la
encandilada mirada de los cuatro hombres que allí estábamos constituía el
marco perfecto para producirnos una tremenda erección. Yo mismo nunca
había visto a Silvia tan directamente desnuda, pues ella procuraba
siempre evitarlo e incluso hacíamos el amor a oscuras.
Andrés seguía sonriendo orgulloso de mostrarnos lo que había ganado.
- "Bueno Juan, ¿qué te parece?".
Juan soltó un hondo suspiro antes de contestar:
- "Yo
, no tengo palabras".
Y pareciendo haber perdido de golpe
todo la timidez antes demostrada y sin importarle que yo estuviera
delante, se dirigió ya directamente a mi esposa diciéndole que era
preciosa.
Pero ella ni miraba ni sentía. Estaba totalmente aturdida por el cariz que
estaban adquiriendo los acontecimientos.
Andrés dio un nuevo giro de tuerca a la situación y empezó a animar a
Juan:
- "Vamos Juan, seguro que estás empalmado a tope. Deja que veamos lo que
escondes bajo tus pantalones".
Juan miraba a un lado y a otro sin saber qué hacer. Estaba sumamente
excitado y casi sin darse cuenta empezó a tocarse su entrepierna por
encima del pantalón.
Andrés ya se lanzó directamente al ruedo y cogiendo a Silvia por la
cintura la acercó hacia Juan instándola a arrodillarse sobre el sofá a
ambos lados de las piernas de él. Aún reticente, Silvia obedeció los
deseos del que esa noche era su dueño y se echó sobre Juan apoyando su
desnudo coño justo sobre la oculta erección del hombre. Para él eso era
demasiado y con dificultades se bajó la bragueta y extrajo su henchida
polla al exterior. Tenía un buen tamaño, sin exagerar, y era de piel muy
blanca lo que contrastaba con el rojo capullo que la coronaba.
Andrés ya había preparado otro preservativo, de un color verde llamativo,
y se lo ofreció a su amigo. Juan torpemente se colocó la protección y de
inmediato se escurrió en el sofá buscando la penetración de su verga en
el coño de Silvia.
A los pocos instantes se volvía a representar una escena con altas dosis
de morbo: tenía a mi mujer casi frente a mí mientras Juan, sentado a mi
lado, se la empezaba a follar con rítmicos golpes de cadera hacia arriba.
Y lo más curioso es que lejos de importarme, mi excitación iba en
aumento.
Juan continuó sus movimientos un par
de minutos más, ocultando y descubriendo alternativamente el verde
envoltorio de su blanca verga mientras jodía con fuerza el coño de
Silvia, que, manteniendo los ojos cerrados, se dejaba follar aceptando
los designios de mi jefe. Entonces él aferró con sus manos los imponentes
pechos de mi esposa y, mientras emitía una especie de quejido continuo,
su cuerpo comenzó a convulsionarse de un modo tal que todos nos asustamos
temiendo que le pasara algo malo, hasta que el mismo Juan nos sacó de
dudas:
- "¡Ayyy, me corro, me corro, por Dios!", y mientras anunciaba con voz
quejosa su corrida, sus convulsiones se incrementaron aun más,
transformándose a continuación en un temblor, salpicado de espasmos, que
se fue apaciguando conforme terminaba el brutal orgasmo que había
obtenido tirándose a Silvia.
Juan salió entonces del estado medio hipnótico en el que se encontraba y,
apartando a Silvia, se puso de pie tapándose su polla y exclamando:
- "¡Virgen de la Macarena!, ¿qué he hecho?. Mi esposa no me lo va a
perdonar jamás. ¿Qué le voy a decir?".
Andrés intentó tranquilizarle y le pidió el preservativo para tirarlo.
Juan le entregó el condón mecánicamente, mientras permanecía de pie,
absorto en sus pensamientos, tanto como la propia Silvia que, incapaz de
levantar la vista, permanecía a su lado con las manos cubriendo su pubis
y sin tener claro que hacer a partir de ese momento.
Pero quien si debía tenerlo claro era Lucas. Sentí como el sofá se movía a
mi derecha cuando él se levantó y con su habitual semblante serio se
dirigió con decisión hacia mi esposa. Con una de sus manos le alzó la
barbilla obligándola a mirarle a los ojos.
Silvia, como yo, debió notar en los
ojos de Lucas el deseo de éste de poseerla al igual que habían hechos los
otros dos jugadores. Mantuvo la mirada hasta que Lucas, acariciándole las
mejillas, acercó su rostro al de ella para besarla. Lucas paseó
repetidamente sus labios por los de ella, y me pareció que fue mi propia
mujer la que los entreabrió para dejarle paso, pero el beso fue
interrumpido por Andrés a su regreso al salón.
- "Vaya, vaya, Lucas. Veo que a ti también te ha puesto cachondo mi
premio. Silvia, no te quejarás, estás siendo la atracción de la noche".
Lucas interrumpió el beso y miró brevemente a Andrés esbozando una forzada
sonrisa. De inmediato volvió a poner su atención en Silvia, la agarró de
la cintura y la sentó en el sofá justo a mi izquierda. Se arrodilló a sus
pies y tras cogerle las manos las apartó de su coño que celosamente
cubrían. Daba igual mi presencia, estaba claro que todos habían asumido
que Silvia estaba a disposición de ellos tres.
Mi esposa y yo nos miramos
brevemente, justo antes de que Lucas comenzara a separarle las piernas
mientras acercaba el rostro a su sexo. El rubor volvió a aparecer en ella
cuando los dedos de Lucas acariciaron suavemente su vello púbico antes de
recorrer sus labios vaginales y separarlos para dejar asomar su clítoris.
Lo masajeó unos instantes y acercó aun más su rostro al coño de Silvia
hasta posar la boca en él. No me cabía duda de que era la primera vez que
Silvia recibía semejante atención en esa parte de su cuerpo, a mí jamás
se me había pasado por la mente practicar sexo oral con ella.
Juan y Andrés se habían acoplado de nuevo en el otro sofá y yo seguí
observando a mi mujer notando como su inicial incomodidad se iba
transformando mientras Lucas movía su lengua por toda la raja de su
chocho, chupándolo y aprisionando con los labios el clítoris, hasta que
observé cómo ella, aún esforzándose por no dar señal de excitación
alguna, sufrió un par de sintomáticas contracciones de placer antes de
que él abandonara su labor. Era evidente que las maniobras de Lucas
habían hecho que ella, aún sin quererlo, se excitara.
Al ponerse en pie, Lucas recibió de Andrés el correspondiente
preservativo, se bajó la bragueta de su elegante pantalón marrón y sacó
una verga de color tan aceitunado como el resto de su piel, circuncidada
y de un notable grosor. Apenas ajustado el condón, levantó las piernas de
Silvia, separándolas, y se echó sobre ella introduciéndole sin
dificultades su gruesa polla en el coño, que sin duda estaba mojado por
la saliva de Lucas y por sus propios fluidos de excitación.
Apenas empezado el bombeo en el interior del sexo de mi esposa, Lucas le
acarició las tetas con ambas manos mientras intentaba de nuevo besarla en
la boca. Silvia debió darse cuenta de que besar a ese hombre mientras la
follaba podía hacer que su excitación llegara a cotas peligrosamente
evidentes, dada mi presencia, y le esquivó, procurando que el placer no
se apoderara de ella, manteniendo los ojos cerrados y las manos sobre el
asiento del sofá, mientras simulaba muecas y quejidos de fingido
desagrado cada vez que él empujaba introduciendo su lanza en lo más
profundo de su cueva.
Reconozco que, pese a que un tercer tío se la estaba follando esa noche
delante de mí, los esfuerzos de Silvia por resistirse a gozar me
agradaron y más cuando éstos concluyeron con éxito en el momento en que
Lucas tensaba su cuerpo y con apenas un suave gemido se corría gozando
del voluptuoso cuerpo de mi esposa.
Cuando Lucas abandonó el cuerpo de mi mujer, ella y yo intercambiamos una
mirada que dejaba translucir su sentimiento de triunfo, con la creencia
de que todo había terminado, y mi convencimiento de que eso no iba a ser
así y de que algo iba a cambiar en nuestra vida sexual a partir de esa
noche.
Al volver a prestar atención a mis invitados noté que Andrés no se
encontraba en el salón, que Juan seguía perdido en sus pensamientos
sentado en el otro sofá y que Lucas, relajándose, se había acercado al
equipo de música y escudriñaba entre los Cds.
Silvia, intentando exponer lo menos posible su cuerpo desnudo, se deslizó
del asiento del sofá en el que había sido follada consecutivamente por
Juan y Lucas y, gateando, buscó su ropa que se amontonaba en la alfombra,
allí donde la había dejado Andrés al desnudarla. Su movimiento mientras,
arrodillada, se alejaba de mi posición en el sofá, me permitió contemplar
su culo balanceándose y el nacimiento, asomando entre los pelos, de la
raja de su coño allá donde terminaba la de su trasero. Fue la segunda
visión para mí nueva, y excitantemente turbadora, de la desnudez de mi
mujer.
Cuando estaba a punto de recoger su ropa, Andrés entró de nuevo al salón
con una botella de champán en las manos. Al ver a Silvia en esa posición
sonrió lascivamente y le conminó a sentarse, desnuda como estaba, y
acompañarnos a tomar una copa de cava. Las protestas de mi mujer no
sirvieron de nada y finalmente se sentó junto a mí intentando de nuevo
proteger todo lo que podía, con sus brazos y manos, su cuerpo desnudo.
Debo reconocer que el contraste entre
ella, espléndidamente desnuda, y los cuatro hombres, que permanecíamos
totalmente vestidos, ofrecía una situación altamente morbosa. Todos,
menos ella, sabíamos que Andrés tenía más proyectos para esa noche.
Andrés propuso un brindis por Silvia y todos fuimos apurando nuestras
copas mientras mi jefe seguía alabando a mi esposa y alardeando de la
suerte que estaban teniendo todos esa noche. Después se acercó de nuevo a
ella y, tomándola de la mano, la levantó y la atrajo hacia él. Le
acarició con ambas manos el culo mientras su boca se dedicaba a lamerle
alternativamente los pechos, centrándose en sus pezones que reaccionaron
a las caricias endureciéndose. Silvia se mantenía quieta con la vista
hacia el techo y los brazos colgando hacia el suelo, dejando que Andrés
la manoseara de nuevo a placer.
Este cogió una de sus manos y la llevó hacia el bulto de su polla sobre
los pantalones. Silvia reaccionó negativamente e intentó apartar la mano,
pero Andrés se mantuvo firme y la apoyó de nuevo sobre su erección,
apretándola e iniciando una suave frotación. Fue retrocediendo hacia el
sofá hasta sentarse en él y obligando a Silvia a arrodillarse a sus pies,
instándola a que continuara acariciándole el bulto de su polla.
Con evidente torpeza ella siguió
frotando un rato sobre el pantalón hasta que Andrés le pidió que le
sacara la polla al exterior y le masturbara. Silvia negó con la cabeza,
dándole a entender que no estaba dispuesta a seguir adelante, pero la
fija y seria mirada de Andrés le convenció de que parar en ese instante,
después de haber sido ya follada esa noche por los tres jugadores, era
una tontería. Se aplicó en bajar la cremallera del pantalón, metió la
mano en su interior y, tras maniobrar un rato, la sacó junto con la verga
de Andrés a la que sujetaba con sus dedos índice y pulgar.
Andrés reiteró sus deseos de que se la meneara y Silvia inició el
movimiento con los dos dedos con los que le asía la polla. Entonces él le
cogió la mano y le mostró cómo quería que la envolviera con toda la palma
de la mano. Silvia reanudó la masturbación mientras Andrés comenzaba a
suspirar de gusto mientras su polla iba creciendo de tamaño.
Era ya evidente lo que iba a pasar a
continuación. Andrés se bajó los pantalones y slips hasta los tobillos y,
agarrando con ambas manos la cabeza de mi esposa, fue acercando el rostro
de ella hacia su entrepierna. Silvia luchó contra la intención de Andrés
de que se la chupara, y es que mamársela era ya demasiado para ella.
Ambos porfiaron un rato, y parecía que Andrés iba finalmente a renunciar,
pero en ese momento Lucas, completamente desnudo, se acercó a Silvia y se
arrodilló detrás de ella, cogiéndola de las nalgas. Ella se giró
observando al hombre gitano que la estaba de nuevo manoseando. Lucas
acercó su cara al trasero de mi mujer y de nuevo su lengua se apoderó del
coño de Silvia que reaccionó con un respingo al sentir la calida
sensación sobre su vulva. Le chupó por completo no solo la raja del coño,
sino también la del culo lo que de nuevo le produjo varias contracciones
de placer mientras, inconscientemente, aceleraba la paja que le hacía a
Andrés.
Lucas abandonó la maravillosa tarea y poniéndose en pie, introdujo por
detrás su picha en el coño de Silvia que permanecía arrodillada
masturbando cada vez con más énfasis a mi jefe. El gitano empezó un lento
bombeo que se fue acelerando cada vez más, mientras sus manos se habían
ya apoderado de las dos tetas de Silvia que colgaban al aire por la
posición en la que ambos se encontraban. En esta ocasión mi esposa no
pudo contenerse. La postura en la que se la estaba follando Lucas era la
que mas le gustaba y estaba claro que el hombre debía agradarle o sabía
excitarla muy bien.
Silvia comenzó a gemir suavemente
mientras sus piernas comenzaban a dar signos de debilidad ante la furiosa
follada que Lucas le propinaba. Los síntomas de un cercano orgasmo de
Silvia se fueron acentuando y Andrés aprovechó la calentura de ella para
conseguir finalmente arrimar el rostro de mi mujer a su polla y,
sustituyendo la mano de ella por la suya propia, dirigir e introducir el
glande entre sus labios entreabiertos.
Silvia, concentrada en el gusto
obtenido por la impetuosa follada de Lucas, apenas se percató de que
tenía en su boca un pedazo de polla y succionó el capullo de Andrés,
quien sí comenzó a suspirar mas profundamente con la excitante sensación
de sentir su picha en la boca de mi bella esposa.
Finalmente Silvia no pudo aguantar más y sus gemidos se convirtieron en
una mezcla de quejidos y gritos hasta que sus rodillas se doblaron en el
momento en que el orgasmo apareció en ella. Mientras se corría Silvia,
inconscientemente, comenzó a chupar con frenesí la polla de Andrés quien,
sorprendido, apenas tuvo tiempo de sacarla de tan estupendo agujero donde
iba a correrse sin remedio si ella seguía mamándosela.
Consiguió a duras penas evitar la eyaculación y también Lucas se retiró
sin venirse, dejando a Silvia hecha un trapo a los pies de Andrés
mientras se serenaban sus sentidos después del orgasmo alcanzado.
Miré a Juan y observé en él claras muestras de incredulidad ante lo
acontecido. Seguramente no esperaba que Silvia pudiera tener un orgasmo y
debo admitir que a mí también me había sorprendido y, sobretodo,
molestado que se corriera con un hombre al que ni conocía. Pero la más
sorprendida era la propia Silvia que, confundida y azorada por lo que
había pasado, ahora no se atrevía ni a levantar la mirada.
En cambio Andrés estaba en su salsa, había conseguido evitar una nueva e
inesperada eyaculación precoz y, sonriente, se incorporó anunciando un
nuevo brindis por el orgasmo de mi mujer. Se despojó de toda la ropa, tal
y como había hecho Lucas, y cogiendo a Silvia la sentó en el sofá.
Recibí una furtiva mirada de mi
esposa en la que me quería dar a entender que le disculpara, que no había
podido evitar lo que había pasado. Pero ella no sabía que yo mismo, pese
a mi enfado, estaba totalmente empalmado y que también había estado a
punto de correrme viendo como se la follaba Lucas mientras ella se la
chupaba a Andrés.
Andrés comenzó a llenar de cava las copas dejando para el final la de
Silvia. Apenas unas gotas cayeron en la de mi esposa antes de que se
vaciara la botella. Juan se ofreció a compartir con ella el contenido de
su copa, pero Andrés, que mantenía un rictus sonriente, le dijo que no se
preocupara, que él lo arreglaría.
Salió del salón, ante la extrañeza general, volviendo al poco rato y
escondiendo algo en una mano detrás de su espalda desnuda. Le dijo a
Silvia que alzara su copa y entonces nos enseñó lo que escondía. Traía
los tres condones que creíamos estaban en la basura y los mostraba
orgullosamente. Con la otra mano acercó uno de ellos a la copa de mi
esposa, que, estupefacta e incapaz de reaccionar, vio como derramaba el
esperma recogido en el condón dentro de su copa de cava.
Hizo lo mismo con el segundo de los preservativos y cuando cogió el
tercero, el de color verde que se había puesto Juan, nos lo acercó sin
poder evitar dirigirse a él para preguntarle cuando se había corrido por
última vez, y es que el preservativo mostraba una abundante eyaculación.
Juan, ante la risa de Andrés, a duras penas pudo contestar que hacía más
de seis meses. Cuando lo vació en la copa de Silvia, su contenido alcanzó
una notable cantidad de semen, ya bastante licuado, que llenaba mas de
dos tercios de la misma.
Andrés pidió brindar por el orgasmo alcanzado por mi mujer y todos
levantamos nuestras copas menos Silvia que, aturdida, miraba su copa
repleta de la lefa de los tres hombres que esa noche se la habían tirado
consecutivamente. Todos dimos un sorbo a nuestras copas y Andrés se
dirigió a Silvia animándola a hacer lo mismo. Yo estaba convencido de que
ella no lo iba a hacer y en efecto ella reaccionó depositando la copa a
sus pies. Entonces Andrés le dijo que si no lo hacía consideraría que la
apuesta no estaría cobrada.
Silvia me miró suplicando que intentara sacarla de esa situación, como
había hecho anteriormente, pero no fui capaz de decir nada. En realidad,
y no se si por el propio cabreo que yo tenía después de su orgasmo,
sentía una excitante comezón interior ante la posibilidad de observarla
bebiéndose la leche de los tres varones que me acompañaban. Entonces
ella, tras lanzarme una mirada llena de rabia, cogió la copa del suelo y,
tras contemplar de nuevo su contenido, la aproximó a sus labios, dudando
que hacer.
Andrés y Lucas, totalmente empalmados, se la meneaban ante la
incertidumbre de Silvia en apurar el semen recogido en la copa. Juan
también se tocaba sobre los pantalones y yo, totalmente excitado,
prefería no tocarme por miedo a correrme.
Tras unos segundos de espera, Silvia posó sus labios sobre la copa y la
inclinó lentamente, con lo que el líquido comenzó deslizarse en dirección
a su boca. Cuando la leche alcanzó su labio superior, hizo una mueca de
asco y puso de nuevo la copa en posición vertical. Volvió a contemplar lo
que debía beberse y unos segundos después, tras obsequiarnos a todos los
allí presentes con una mirada llena de ira, aproximó de nuevo la copa a
sus labios y de un solo trago, sin saborearlo, se echó a la garganta todo
el semen allí acumulado. No pudo evitar un par de arcadas que la
obligaron a toser varias veces, pero, una vez repuesta, puso la copa
sobre la alfombra y volvió a mirarnos, esta vez de una manera desafiante.
Nuestra sorpresa era total, sobretodo la mía, pues aún no podía creerme
que mi escrupulosa esposa se hubiera llevado a la garganta la leche de
los tres invitados. Pero Andrés no tardó en reaccionar y, sonriendo aun
más lascivamente, se aproximó a ella sin dejar de menarse la polla.
Cuando estuvo justo frente a ella le dijo:
- "Vaya, Silvia, creo que nos has desconcertado a todos. No pensaba
obligarte a beberte la copa, era sólo un juego. La pregunta que ahora me
hago es hasta donde eres capaz de llegar".
Mariano.
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