Antes
que nada, les voy a describir como es mi esposa: 1.75 de altura, 60 kg.
más o menos y unos blanquísimos pechos, preciosos, bien grandes pero bien
duros, aunque se bambolean ligeramente al quedar libres. Sus piernas son
largas y bien formadas, con muslos gruesos y proporcionados, su culo, de
llenas y redondas nalgas bien pronunciadas es una preciosidad, con unas
caderas plenas y bien redondeadas. Tiene 31 años y yo tengo 35.
Ambos disfrutamos cuando vemos cómo la miran, algunos hombres son muy
descarados, otros no tanto, pero todos la miran. Yo siempre intento que
vaya con profundos escotes o con muy cortas faldas, así mismo, si se
inclina o se sienta, le pido que permita que se le vea lo máximo posible,
para que le regale a otros la hermosura de sus tetas y sus piernas. Sé
que a ella también le gusta aunque a veces el pudor la vence y se
resiste. A mi, me pone dura la verga de inmediato cada vez que esto sucede.
Ahora, les contaré lo ocurrido en una salida que, sin saberlo ella,
tenía
yo planificada desde algún tiempo antes. Como habíamos hecho una apuesta
que ella perdió, y el premio para el ganador era que, quien perdiese
haría por un día completo todo lo que el otro le ordenase, le dije que
esa noche era la noche de pagar su apuesta perdida.
En primer lugar la
obligué a salir de casa sin sostén y con un suéter abotonable con el que
tiene que tener mucho cuidado, pues se le salen las tetas por arriba y
por los lados. Además, ahora también se le salen por abajo, porque ese
día lo recorté a ras de pecho, con lo cual, si te asomas por abajo, le
puedes ver sus inmensas e increíbles tetas.
Lo que hice fue irnos a un pueblecito no tan cercano a nuestra ciudad, de
calles muy oscuras y solitarias, donde nadie nos conocía y podíamos
preguntar dónde está tal o cual dirección, gozando con las reacciones de
los tipos ante la desnudez de ella. Busqué a alguien con el que
pudiéramos hablar desde la ventana de mi esposa, encontramos en una
esquina un hombre de barba y no muy joven, le preguntamos por el nombre
de una calle y el hombre se acercó.
Mi esposa iba mostrando mucho sus pechos, pero sin enseñar los hermosos
pezones, con lo que el hombre estaba loco tratando de verle el pezón,
intentaba hacerlo con disimulo pero es que era muy difícil, así que mi
esposa me miró y yo le sonreí cómplice, como aprobando su próxima movida.
Ella pretendiendo tratar de entender mejor,
comenzó a preguntarle y a
gesticular, inclinándose totalmente hacia la ventana. Esto le dio una
completa vista al hombre de las blancas y hermosas tetas desnudas de mi
mujer, coronadas por un rosado claro de la aureola y un poco mas oscuro
el pezón.
El tipo realmente iba a volverse loco con la
exhibición de mi
mujer, ella en un momento bajó su vista a la entrepierna del individuo y
según me contó luego, este tenía una erección que le pareció mayúscula, a
ella le provocó sobársela, pero se contuvo y volteándose hacia mí, me dijo
:
-
"Ya entendí, querido".
Yo le di las gracias y arranqué lentamente, con mi
pene totalmente erecto.
Fue la primera exhibición y la cosa me calentó sobremanera, y en los ojos
de mi mujer se percibía que tambien le había calentado mucho, le
complacía que la observaran y comenzaba a entrar en avanzado estado de
morbosidad sexual. Le pedí que bajara totalmente su asiento y
quedara acostada. Como llevaba una faldita bastante corta, se podía
apreciar la parte delantera de su tanga, que por cierto era transparente
y se veían los rasurados labios de su muy roja y mojadísima rajita.
La segunda vez el procedimiento fue el mismo, le preguntamos a un
hombre bastante mayor y se acercó al auto. Este pudo ver mucho más, pues
al estar mi mujer acostada, se le salían las dos tetas por los lados
del suéter. El pobre hombre no pudo ni responder, sus ojos se abrieron
al máximo y se quedó casi sin aliento, se le percibía en su mirada todo
el deseo y el morbo de aquel momento.
Mi esposa, sin pensarlo mucho, se sentó y sacando su mano comenzó a sobarle la verga al individuo sobre el
pantalón, el viejito quedó cortado, pero ella continuó acariciándolo suavemente.
De repente mi mujer
le abrió el cierre del pantalón, introdujo su manita dentro de su ropa
interior y sin sacarle la verga se la acariciaba, sin verla pero si
sintiendo la piel caliente y vibrante en su mano.
Sentir
así la verga la
puso a millón, mientras, el viejo simplemente se recargó en el carro con
los ojos cerrados, como en un éxtasis, mi esposa terminó de pajearlo,
apretándole el pene por un par de minutos mientras el anciano se
derramaba en su mano. Cuando terminó de correrse, mi esposa le sacó la
verga, ya disminuida, y se la limpió con la lengua y boca, así como lo hizo
con su propia mano llena de leche, tragando lo más que pudo del semen del viejo. Este solo
sonreía agradecido y acariciaba los cabellos de mi mujer, ella no tenía
intención de ir mas allá, así que despues de guardarle la
fláccida verga dándole un último beso en el glande, le dio las gracias y
nos fuimos.
Mi esposa estaba calentísima, sus manos bajaban a su tanguita y se
encargaban de tranquilizar su ardiente y depilado coñito acariciando el
clítoris y los labios vaginales con furiosa intensidad. Así que le dije
que íbamos a ir más lejos y que seguramente el siguiente tipo le vería
las dos tetas y el coño, pues le desabotoné el suéter y le quité el
tanga, y que se hiciera la dormida para ver qué pasaba.
Así fue, el siguiente hombre la vio por completo desnuda, en un principio
se le veía incrédulo, pero se repuso muy rápidamente, incluso, hizo un
vulgar comentario sobre su cuerpo y sus tetas. Pensé en decirle que la
acariciara, pero no estaba seguro, así que le dije que aprovechara de
masturbarse mientras mi esposa dormía, que no me importaba que lo
hiciera.
Me miró desconfiado, pero, sin más, se bajó el cierre y sacó su
miembro procediendo a darse una furiosa paja, mientras sus ojos se
clavaban en el desnudo cuerpo de mi mujer, especialmente sus inmensas
tetas, no se como se contuvo y no se abalanzo sobre ellas.
De pronto, mi
esposa abrió los ojos y el individuo se quedó de piedra, pero ella
sonriéndole y mirándolo a los ojos, pasó su lengua por la palma de su
mano derecha, le tomó el miembro y suavemente continuó la paja hasta que
le sacó toda la leche al sorprendido lugareño, mientras este,
introduciendo medio cuerpo en el coche, le acariciaba las tetas y todo su
cuerpo. Nuevamente usó su boca y lengua para dejarle limpio el miembro,
así como su mano.
Sonriendo y cubierta de semen, se despidió y continuamos. Ella,
mirándome
fijamente, se masajeó el semen que le habían regado en su piel,
retorciéndose de placer, hasta casi tener un orgasmo.
Ahora venía la prueba final. Le vendé los ojos con una
máscara de esas que sirven para dormir y le dije que el siguiente la
sobaría y haría lo que ella le permitiera. Sonrió y mirándome a los
ojos y para mi sorpresa, accedió. No había dudas, mi esposa estaba ultra
caliente y dispuesta a todo con tal de obtener su gratificación sexual.
Así pues, paré el coche ante un grupo de 3 hombres. Les pregunté sobre
una calle y se acercó uno de ellos. Lo primero que dijo fue :
- "¡Coño!",
ya que a mi mujer se le veía todo y además yo había separado un poco sus
muslos, con lo que podían ver perfectamente su rajita completamente
húmeda.
El tipo llamó a sus amigos y se asomaron los tres. Estaban alucinados con
el espectáculo. El más lanzado puso sus manos sobre las tetas de mi mujer
y comenzó a amasárselas frenéticamente. Creo que pensaba que yo
arrancaría de repente, privándolos del disfrute de ese joven cuerpo,
hermoso y vibrante.
Un segundo hombre, al darse cuenta de lo que pasaba,
de inmediato metió tambien su mano, poniéndola sobre el coñito de mi
esposa. Éste, poco a poco, fue clavándole un grueso dedo, haciéndola gemir
de placer, y ella, ya perdido todo pudor, comenzó a mover suavemente su
amplio culo y agarrando la muñeca del hombre, trataba de introducirse más
profundamente el dedo, mientras restregaba sus blancos y hermosos muslos
con desespero.
El tercer individuo, ya viendo lo que pasaba, se lanzó y,
bajándose el cierre del pantalón, sacó una polla más larga y gruesa de lo
normal, tomó la mano libre de mi mujer y rápido, poniéndoselo en ella, se
pegó a la ventana como para que nadie le viese.
Mi esposa, automáticamente, comenzó a acariciar la verga extraña con un
nuevo frenesí, producto de su gran excitación. Yo saqué la mía, que estaba
a reventar, y comencé a masturbarme. El espectáculo era increíble. De
repente, el que acariciaba sus tetas, se levantó y sacando una verga aun más grande que
la anterior, la metió por la ventana, tomó a mi
esposa por la cabeza y le colocó el glande entre sus semi-abiertos
labios. Ella, sorprendida, trató de separarse, pero él no se lo permitió, y
creo que en verdad no quiso oponerse, solo reaccionó instintivamente,
porque al segundo siguiente, con un suspiro, abrió lo más que pudo su boca
y dejó deslizar aquella inmensa polla a través de sus labios, comenzando a
darle una mamada espectacular.
Mientras el dedo en su lindo chochito la hacía alcanzar pronto un más que
tremendo orgasmo, mi hasta horas antes muy recatada esposita, masturbaba
con pasión una verga y chupaba y lamía con fervor la otra, yo por mi parte
estaba en un estado tal de morbosidad sexual, lujuria y pasión
desbordada, que no sabía qué quería que ocurriera.
No fue necesario que yo hiciera nada, ya que la situación misma y la
calentura de mi esposa crearon las condiciones para el final de nuestra
aventura exhibicionista, en una forma que nunca soñé. Mi dulce mujercita,
sin decir nada, se quitó la máscara de dormir y con rostro de lujuria
incontrolada, se sacó el pene de su boca y el dedo de su coñito, abrió la
puerta del coche y poniéndose a cuatro patas, puso su rajita depilada y supermojada,
así como sus dos hermosas nalgas y su huequito trasero, a la
disposición de los tres hombres, procediendo mientras me miraba fijamente
a los ojos, a meterse toda mi polla en la boca para comenzar a regalarme
una mamada que no olvidaré mientras viva.
El primero en calzarla fue el de la paja, su miembro era más o menos como
el mío, aunque un poco más grande. Se la metió en dos tiempos y
lentamente, ella no dejaba de suspirar mientras lo recibía. Cuando sintió
que lo tenía todo adentro, comenzó a rotar sus poderosas caderas con
desesperación, mientras el tipo se la metía y sacaba a toda velocidad.
Yo
estaba que no sabía que pensar, pero más pudo el morbo que otra cosa y me
dejé llevar por el momento. Este primer individuo le proporcionó un
orgasmo tremendo a mi esposa, tras lo cual terminó rápidamente,
clavándose por varios segundos y con fuerza hasta el fondo de su vagina,
para luego inclinarse sobre ella besándole la espalda.
No bien se retiró, que el de la mamada se colocó tras ella y retomó lo
que el otro había estado haciendo, solo que al ser de mayor grosor y
largo, su penetración fue más lenta y en más etapas a pesar de la
lubricación, iniciando un suave mete y saca hasta que logró entrar por
completo en ella, prolongando el orgasmo de mi mujer en forma increíble,
mientras mi esposa suspiraba y gemía.
Al igual que al anterior, ella apenas lo sintió completo adentro
comenzó
a menearse y a apretarlo con sus paredes vaginales como si quisiera
ordeñarlo, este tambien se lo sacaba y metía con fuerza aferrado a sus
caderas. Mientras disfrutaba de esta visión, vi de reojo al que la dedeó
sacarse una verga de proporciones épicas, era larga, muy larga y
gruesísima, más larga y gorda que ninguna que hubiese visto antes, con
una cabeza del tamaño de una mandarina grande, con unas venas que lo
recorrían de la base a la punta, estaba seguro que si mi esposa la veía
se negaría a seguir con lo que había hecho hasta ahora.... o quien
sabe, quizás no, pensé.
Aquello me potenció la morbosidad y decidí que pasase lo que pasase,
tenía que ver a mi esposa clavarse aquella polla en su coño, a cualquier
costo.
Cuando volví a mirar a mi mujer, esta subía y bajaba su boca a lo
largo de mi miembro con sus ojos cerrados como si estuviera sintiendo el
mismo orgasmo inicial, aunque sabía que no era posible, su cara, sus
gemidos y la furia de sus meneos al recibir semejante verga en su papo me
indicaban que así era.
De pronto sus gemidos se convirtieron en un
"¡¡Coooooooñññooooooo, me corrrrrrooooooo!!" prolongado, y se tensó, al
mismo tiempo que el desconocido se pegaba a sus caderas halándola con
fuerza, como queriendo casi traspasarla mientras le echaba toda su leche
adentro. Despues de esta gran descarga, se distendió sin abrir sus ojos,
tan solo disfrutando el placer orgásmico.
Ahora llegaba el momento supremo. Al retirarse el segundo hombre, el
tercero se colocó en posición de penetrarla, pero primero tomó
sus muslos y los separó mas, mientras colocaba su pene apoyando la enorme
cabeza entre los gruesos labios vaginales de su rajita, al mismo tiempo
que acariciaba sus nalgas y sus dulces muslos.
Mi esposa, sin entender todavía el tamaño de lo que se enfrentaría, al
sentir estas caricias se fue relajando con sus ojos cerrados, y mimosa y
feliz me masturbaba lentamente. De repente el hombre presionó con su
tolete para abrirse paso hacia su vagina, lo que parecía algo imposible
de que ocurriese, mi esposa si, entonces lo sintió y se movió hacia
adelante levantando violentamente su cabeza, me miró un momento con ojos
de terror, como buscando una explicación, yo solo atine a sonreírle
sosteniendo su cabeza y a seguir mirando fascinado como ahora el hombre
la tomaba de las caderas y el glande de aquella polla descomunal comenzaba
a penetrarla.
Nada me hubiera distraído de este espectáculo...
Mi esposa
gimió alto,
mirándome desesperada, y dijo :
-
"¿Qué pasa, qué es esto?... ¡Me duele papi, me va a partir, no me cabeeee,
no me cabeee!, por favor que no me lo meta, ¡¡Nooooo!!",
mientras sacudía su larga cabellera de lado a lado y trataba de desalojar
lo poco que le había entrado de la gruesa cabeza, pero el tipo la tenía
bien agarrada de las caderas, y además, dada su gran lubricación por sus
flujos orgásmicos y los dos lechazos que ya le habían echado, así como de
sus bruscos movimientos, en vez de ayudarla a sacarlo solo lograba que le
entrara mas.
Mirándome con lágrimas en los ojos, me
pidió que la ayudara,
yo le dije que se dejara hacer, que nada le pasaría y que recordara que
tenía que hacer todo lo que le dijera. Esto pareció resignarla, porque se
quedó quieta, y apoyando su cabeza en el asiento se puso más empinada y se
abrió más las piernas y rajita con sus propias manos. Con un fuerte
suspiro cerró sus ojos y se dejó hacer, mordiéndose el labio inferior,
mientras su rostro desencajado denotaba su miedo y dolor. El hombre,
lentamente, le metió unas pulgadas más para completar la entrada de la
cabeza, mi esposa se arqueó con un quejido pero no dijo nada.
Él la dejó que se acostumbrara por unos segundos y ella se lo
agradeció
silenciosamente con una sonrisa, volteando a verlo. Era un hombre
corriente de mediana edad y tamaño, pero sin duda lo que le faltaba en
gracia le sobraba con creces en su talento sexual y el gigantesco pene,
que en ese momento le estaba metiendo a mi mujer.
El individuo se
recostó
sobre mi esposa y la besó en los labios mientras le clavaba un poco mas
de su verga, ella en respuesta comenzó a besarlo apasionadamente y
succionaba su lengua con fuerza, él se lo sacó hasta el borde de la
cabeza y lentamente le volvió a meter lo que le había sacado y un poco
más. Ella, entrecortadamente, sin dejar de besarlo, le susurró :
-
"Así mi
amor... si... dame despacio mi amor... suavecito por favor, lentamente...
así mi rey, métemela pero muy
suavemente... dale despacio amor... sácala un poco y métemela otra vez, pero suave, mi amor...
asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii".
Esto, inexplicablemente, me puso a millón en vez de cortarme por los
celos, agarré nuevamente mi polla y comencé a sobármela mientras mi
esposa y ese desconocido se fundían en un acto sexual casi perfecto. Ella
empezó a girar su hermoso culo hacia atrás como buscando empalarse en la
estaca de carne que la partía en dos, mientras el hombre le acariciaba
las tetas y el clítoris, en un movimiento de vaivén con el que cada vez
que le sacaba un poco al regresar le metía un poco mas, hasta que
finalmente ella logró metérselo casi todo, quedando un trozo afuera que
por el grosor parecía que no entraría.
Pero mi mujer, en un acto que
todavía me calienta cada vez que lo recuerdo, reunió sus debilitadas
fuerzas y con una voluntad más que inquebrantable se separó al máximo sus
rodillas y abriéndose lo más que pudo, se empujó hacia atrás y terminó de
metérselo, clavándose aquella descomunal verga hasta las bolas,
estremeciéndose por el esfuerzo. Los labios vaginales se veían estirados
al máximo, casi a punto de romperse.
Durante unos minutos, ninguno de los dos se movió, y fue mi mujer quien
inició lentamente un movimiento de caderas que fue creciendo hasta
convertirse en un torbellino de pasión desenfrenado, ella iba y venía a
lo largo de aquel poste cuyo dueño se limitaba a dejarse hacer, el rostro
de mi esposa era una mascara de placer y lujuria desatada como no le vi
nunca antes, volteaba para recibir sus besos mientras sus ojos nublados
me miraban sin verme, en ese momento no existía para ella nada mas allá
del increíble miembro que tenía adentro de su vagina casi que desplazando
su útero como me contaría despues.
Sus orgasmos eran incontables y
sucesivos, su bello cuerpo se tensaba y arqueaba en oleadas, sus muslos y
su vientre temblaban de la intensidad de aquel polvo, así como sus
hermosas e inmensas tetas se bamboleaban con fuerza increíble, cuando no
estaban en las manos de aquel extraño que hacía a mi esposa esa noche una
nueva mujer, que como sabría luego, ya no sería la misma nunca más.
De repente, cuando parecía que ya llegaban juntos al orgasmo supremo, mi
esposa se entregó sin más totalmente a él y pasó a ser absolutamente
pasiva mientras el hombre la embestía en forma bestial, sacándolo hasta
la cabeza y enterrándoselo nuevamente hasta las bolas, a una velocidad
increíble. Ella gemía, lloraba, pedía más entre besos y dulces
caricias...
-
"Amor... así papi, si... así... no lo saques... gracias por este polvo...".
Esas y otras expresiones le
escuché murmurar, mientras yo tambien me corría por no se cuanta vez.
El hombre le besó prolongadamente mientras los orgasmos de ambos bajaban
en intensidad, sus lenguas eran una sola en este beso interminable y
lleno de pasión. Sus manos recorrían todo su cuerpo, sus tetas, sus
muslos sus nalgas, los labios de su raja todavía estaban llenos de su
ahora semi-flaccido pero aun así impresionante miembro, por los cuales
comenzaba a salirse una cantidad increíble de semen.
Ella a su vez,
volteada hacia él, flexionaba sus músculos vaginales para acariciar y
ordeñar su polla, como sin creer todavía lo que había ocurrido, como si
no quisiera sacarse le inmensa verga que tanto placer le seguía dando, al
mismo tiempo que recorría con la punta de sus uñas su torso y cara.
Luego de algunos minutos de estas caricias, rompieron el beso y
sonriéndose se separaron con un sonido como de descorche cuando la cabeza
de su polla salió de los labios vaginales, mi esposa hizo entonces algo
que nunca hizo conmigo, se abalanzó sobre la polla, la besó y limpió
totálmente con su lengua y boca mientras la sobaba y acariciaba
diciéndole mimosa :
- "Gracias, gracias... eres la más hermosa verga del
planeta, gracias", y la besaba con agradecimiento. Luego, sonriendo, se
dejó caer en el asiento con los ojos cerrados y me dijo :
- "No puedo
moverme, no tengo fuerzas... Llévame a casa, por favor".
El hombre y sus amigos me dieron las gracias para despedirse, y en ese
momento mi esposa me dijo :
- "Por favor, quiero que anotes sus nombres y
números telefónicos".
Así lo hice, me
despedí de ellos dándole tambien
las gracias y partimos hacia nuestro pueblo. A medio camino y sin abrir
los ojos, ella me dijo :
- "Quiero que sepas que yo te amo, y te agradezco
lo que hiciste hoy, por mi y por ti, pero desde ahora yo nunca voy a
dejar de follar con este hombre, espero que lo entiendas y que tú vengas
siempre conmigo...".
Este encuentro cambió nuestras vidas, pero ya eso lo contaré en
alguna
otra ocasión.
Richard.
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