Según
pasaban los días, la presión a la que me sometía Óscar llegó a resultar
insoportable. Llamadas a cualquier hora, mensajes, whatsapps, siempre
haciendo referencia a su deseo de follarse a mi esposa Alba. Sus
peticiones y humillaciones fueron creciendo. Tuve que contarle con
pelos y señales cómo follaba mi mujer, luego tuve que entregarle un
conjunto de sujetador y tanga para su deleite, llegándome a mandar una
foto de su abundante corrida sobre la ropa íntima de Alba. Incluso tuve
que sacar fotos de ella desnuda en la ducha y mandárselas, todo con la
intención de que no subiese a internet las fotos y vídeos de Alba y
mías. Pero cuando más desesperado estaba y las amenazas de Óscar eran
más frecuentes, la situación dio un giro radical...
Un día coincidimos en el portal de casa Óscar, yo y mi esposa dispuestos a
coger el ascensor.
- "Buenas tardes vecinitos, hola Albita, cada día estás más guapa y
apetecible".
- "Buenas tardes", saludé yo lacónicamente.
Mi esposa ni siquiera le saludó, simplemente le dirigió una mirada llena
de desprecio.
Pasamos al ascensor, Óscar y yo al fondo y mi esposa delante de nosotros.
Óscar se pegó literalmente a la espalda de Alba debido a la estrechez
del elevador. Accionamos el aparato, durante el trayecto me percaté que
mi esposa se agitó un par de veces. Al llegar a nuestra planta Óscar se
despidió de nosotros con un "hasta luego parejita, ya nos veremos más
tranquilamente".
Cuando entramos en casa, Alba se tiró encima mío y comenzó a comerme la
boca. Su mano se deslizo hasta mi pantalón y comenzó a apretarme con
mucha fuerza mi paquete. Su mano soltó el botón de mis vaqueros y
comenzó a acariciar mi polla por dentro del slip.
- "Últimamente me tienes bastante abandonada, quiero que me folles como
cuando éramos novios", dijo Alba.
La cogí en bolandas y fuimos a nuestro dormitorio, me desnudé dejando a la
vista mi erección, la besé introduciendo mi lengua dentro de su boca
mientras mis manos acariciaban su culo por encima de la minifalda a
tablas que llevaba. Introduje mis manos por debajo de su mini y sobé a
conciencia los cachetes del culito que dejaban al descubierto su tanga.
La desnudé rápidamente dejando solamente a la vista su tanguita azul,
uno de mis preferidos, por cierto.
Nos tumbamos en la cama, y mi mano fue subiendo por sus piernas hasta
alcanzar sus muslos, puse mi mano encima de su tanga. Estaba totalmente
mojado, lo retiré hacia un lado e introduje dos dedos en el
empapadísimo coño de mi mujer.
Ella por su parte tampoco estaba ociosa, con su mano agarró mi verga, bajó
el glande y empezó a masturbarme acariciándome tanto mi húmeda polla
como mis huevos.
- "Estás muy caliente, putita" le dije.
- "¿Putita?", contestó jadeando.
- "Sí, eres una putita y zorra barata, ¿te gusta que te diga estas
cosas?".
- "Sí, por favor, continúa, nunca lo habías hecho y me excita mucho,
¡estoy muy caliente, fóllame!", dijo Alba.
- "Las zorras como tú siempre están calientes y deseosas de polla. ¿Qué te
ha puesto tan caliente, puta?".
- "Me has punteado las nalgas con tu polla, y metido mano en el ascensor,
me has sobado el culo delante del degenerado de Óscar, al sentir tus
manos en mi
culo me he mojado entera, la idea de que el vecino haya podido vernos
me ha empapado".
Por un instante me quedé anonadado y me sentí preso de la excitación más
absoluta. Óscar, el desgraciado de mi vecino, había metido mano a mi
esposa en mi presencia y yo como un imbécil sin darme cuenta.
- "No fui yo, fue Óscar quien puso su polla en tu culo, fue él quien te
magreó las nalgas en el ascensor".
Alba hizo ademán de levantarse, pero incrementé el ritmo de la
masturbación a mi esposa, pellizqué con una mano sus duros y tiesos
pezones y con la otra
acaricié a conciencia el clítoris, arrancando de ella grandes gemidos y
jadeos.
- "Te has dejado meter mano por el asqueroso vecino y no has dicho nada,
zorra. ¡No eres más que una puta barata!".
Acto seguido, me incorporé y de un solo golpe introduje mi verga, de un
solo golpe y hasta los huevos, en el coño de mi esposa. Ella gemía de
placer, sus
tetas se bamboleaban a cada embestida mía, Alba jadeaba como una
verdadera zorra.
- "¿Te gusta, puta?, ¿te gusta que te la metan hasta los huevos?".
- "Sí, soy una zorra que quiere polla, ¡fóllame cabrón!".
- "Así que te excita calentar a los vecinos, ¿verdad puta?".
- "Sí... ¡soy una puta!", llegó a decir.
- "¿Cómo es la polla de Óscar?, ¿la sentiste en tu culo?".
- "Sí, era muy grande, gorda y dura, mucho más que la tuya".
- "Zorra... ¡estás deseosa de que te folle el vecino!, ¡dilo puta!".
- "Sí", contestó jadeando Alba.
- "¿Sí qué, perra?".
- "Sí, quiero que me folle Óscar, que me parta con su enorme polla.
¡Fóllame Óscar, dame duro, haz un cornudo a mi marido!".
- "¡¡¡Zorra!!!", dije yo, y en ese instante Alba se corrió en un brutal
orgasmo, se arqueó y posteriormente sus piernas rodearon mi espalda
mientras gritaba
"Óscar, Óscar, Óscar fóllame y préñame". Al oir sus palabras me corrí
como un cerdo, la mayor corrida de mi vida inundó las entrañas del coño
de mi mujer.
Saqué mi verga de su coño y le ordené:
- "Limpia la polla, puta barata, acaba tu trabajo como lo hacen las zorras".
Alba se arrodilló delante de mí y mirándome a los ojos, con una cara de
vicio que nunca antes había visto, empezó a limpiar mi polla, primero
lamió el glande y luego se la introdujo en su boca mientras que con sus
manos masajeaba mis testículos.
Al poco rato mi polla estaba nuevamente empalmada. Ella me tumbó en la
cama y comenzó a pajearme. Sus manos acariciaban mi verga y mis huevos.
- "¿Te excita que otro hombre haya metido mano a tu mujercita delante
tuyo?", dijo Alba.
- "Sí, me gusta", contesté jadeando como un perro.
- "¿Sabes que Óscar tiene una verga más grande y dura que la tuya? ¿Te
gustaría que nuestro odioso vecino me follase y me diese lo que tú no
sabes darme?".
- "Sí", contesté.
- "¿Sí qué?".
- "Quiero ver como Óscar te folla, quiero ver como te mete su polla hasta
los huevos y se corre dentro de ti".
- "¿Te gustaría que Óscar te hiciese cornudo?".
En ese instante me corrí por segunda vez como un verdadero animal, grandes
borbotones de leche cayeron sobre mi torso. Esa fue la mejor respuesta
que supe darle a mi mujer.
Después del mejor polvo de nuestras vidas, nos duchamos juntos, yo intenté
nuevamente follar con Alba, mi grado de calentura y excitación era
tremendo.
- "Tenemos que hablar", dijo ella mientras nos enjabonábamos y el agua
caliente corría sobre nuestros cuerpos.
- "¿No te habrás enfadado con lo que te he dicho?", preguntó.
- "Por supuesto que no, cariño", contesté.
Y acto seguido me hizo una confesión para mí sorprendente.
- "Quiero que no me interrumpas mientras hablo, por favor, ¿lo prometes?",
dijo Alba.
- "Sí mi amor", contesté.
Una de mis mayores fantasías que nunca te he contado es que me excita
tremendamente pensar en que otro hombre en tu presencia me folle, no
pienses que soy una degenerada, pero es así. Quiero que sepas que nunca
te he engañado pero es una fantasía que hace que me moje.
En ese instante mi verga comenzó a ponerse dura de nuevo.
- "Por otro lado, nunca me habías llamado puta y zorra mientras tenemos
sexo, pero escuchar esas palabras de tu boca me han hecho sentir cosas
y sensaciones desconocidas, quizás te parezca una degenerada pero me ha
gustado y excitado que me trates así en la cama. Ya sé que Óscar es un
ser despreciable y odioso, pero no se por qué me excita, cuando clava
sus ojos en mí y me desnuda con la mirada hace que me moje entera, y
cuando me has dicho que ha sido él quien me ha metido mano en el
ascensor y no tú, y que me ha punteado el culo con su tremenda verga,
me he excitado como nunca lo había hecho. Por favor, no te enfades",
finalizó.
- "No me enfado Alba, todo lo contrario. Debo reconocerte que alguna vez
he fantaseado y masturbado pensando que te sorprendía con Óscar
follando en nuestra cama. Me he dado cuenta de cómo te mira ese viejo
verde y aunque me molesta no deja de excitarme. ¿Te has dado cuenta que
desde su terraza se ve directamente la nuestra? Estoy convencido que te
ha visto haciendo topless e incluso desnuda y se ha masturbado viendo
tu cuerpo".
Tras esta confesión, nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo y por
segunda vez en el mismo día follamos como locos.
A partir de ese instante nuestra vida sexual cambió totalmente, cuando
follábamos fantaseábamos con Óscar, el degenerado y odioso vecino. En
nuestra fantasía, Alba deseaba que Óscar la follase con su tremendo
miembro, que la tratase como a una verdadera puta, zorra y perra, y yo
con que Óscar me hiciese un gran cornudo follándose a mi querida
mujercita. Llegó a convertirse en una obsesión. Se había dado un gran
paso...
El martes de la semana pasada, aprovechando que mi esposa estaba
trabajando, subí al apartamento de Óscar. Le comenté la transformación
que había sufrido mi mujer, sus sorprendentes revelaciones, e incluso
Óscar tuvo ocasión de escuchar una grabación de mi mujer y mía
follando, en la cual, Alba entre gemidos y jadeos, pedía que mi
degenerado y vicioso vecino se la follase.
Óscar se frotaba las manos y preso de una gran excitación me dijo:
- "Muy bien, cabrón, has hecho tu trabajo muy bien, me estás poniendo a tu
esposa en bandeja y no voy a dejar pasar por alto esta ocasión. Voy a
follarme a tu linda mujercita. ¡Quien lo iba a decir, tan altiva con
sus aires de suficiencia, mirando siempre por encima del hombro, y en
realidad desea que su viejo vecino se la folle, la trate como a una
zorra, y le dé todo lo que su maridito es incapaz de darle! Ahora
tenemos que buscar la ocasión propicia para que la pueda montar".
- "El sábado que viene tenemos una boda de unos conocidos", dije
totalmente sumiso.
- "Fantástico, es la perfecta ocasión, escucha mi plan", dijo Óscar.
Y con mucha atención, totalmente empalmado, le escuché.
Llegó el sábado, mi excitación durante toda la semana fue tremenda y mis
masturbaciones pensando en que mi viejo vecino pudiese follarse a mi
mujer fueron cada vez más frecuentes.
Alba fue a la peluquería, volvió preciosa con su pelo recogido y comenzó a
prepararse maquillándose con mucho cuidado. Para la ocasión me enseñó
bastantes vestidos, pero finalmente pude convencerla que se pusiese un
vestido azul, bastante escotado, con falda larga pero con abertura que
dejaba ver bastante su muslo derecho y unos pantys de color carne.
Realmente estaba preciosa y sobre todo muy deseable.
- "Si me viese nuestro vecinito Óscar seguro que se pondría cachondo",
dijo Alba riéndose con coquetería.
- "Seguro que te follaba en nuestra propia cama", contesté.
- "¿Te gustaría ver cómo me folla Óscar?", preguntó.
Me abalancé sobre Alba con la intención de follármela allí mismo, pero
ella se retiró y, dándome un piquito, comentó:
- "No podemos llegar tarde, amor".
El día se me hizo eterno, estuve empalmado y preso de la excitación, sobre
todo cuando veía como mi esposa bailaba con otros invitados y la
abrazaban durante el baile, alguno incluso bajó su mano más de la
cuenta acariciando el culo de Alba pero en absoluto me importó. Como
parte del plan, procuré que bebiese más de la cuenta, no tolera mucho
el alcohol, pero el champán hace que su líbido se dispare.
A eso de la una de la mañana la convencí para que nos fuésemos. Con la
escusa de ir al servicio, llamé a Óscar. Mi viejo vecino nos esperaría
en el portal de casa.
Durante el trayecto de vuelta a casa no paré de acariciarla, introduje mi
mano por la abertura de su falda, magreé sus muslos a conciencia y posé
mi mano sobre su coño cubierto por el tanga y los pantys. Alba estaba
totalmente empapada. Paré el coche con la intención de continuar con
mis caricias, pero dijo:
- "Aquí no, impaciente, espera que lleguemos a casa".
Fruto del champán y mis caricias, mi mujer estaba realmente muy caliente y
excitada. Aparqué el coche y entramos en el portal, accioné el botón
del elevador mientras nos besábamos y acariciábamos como dos novios. De
repente, se escuchó una voz:
- "Hola parejita".
- "Hola Óscar", contesté.
- "Buenas noches Óscar", dijo mi esposa.
- "Estas realmente preciosa, Albita", dijo mi viejo vecino.
- "Gracias", tartamudeó mi mujer mientras se ruborizaba.
- "Ese vestido realza tus piernas y muslos, y ese escote hace que casi se
te vean esas preciosas tetas. He tenido la oportunidad de verlas cuando
haces
topless en tu terraza".
Hace un par de meses yo le hubiese dado un par de hos... a Óscar, y Alba
le hubiese dicho cuatro cosas al indeseable, pero esa noche mi esposa
bajó la mirada mientras yo noté cómo mi polla empezaba a empalmarse. En
ese instante, el ascensor llegó. Entramos los tres y Óscar se pegó a la
espalda de ella.
Yo no hice nada, me limité a observar. Óscar seguía alabando la belleza de
mi esposa mientras de forma descarada el degenerado apoyaba su bulto
contra el culo de mi mujercita. Alba no dijo nada, me miró y yo no supe
qué decir. Óscar empezó a refregar su paquete contra su culo.
Envalentonado por nuestra pasividad, las manos de Óscar se posaron en
la cintura de Alba. Una de sus manazas fue descendiendo hasta la
abertura de su falda sin que mi esposa hiciese nada.
La manaza de Óscar subió por el muslo hasta desaparecer de mi vista. Por
sus movimientos, noté que pugnaba por introducirse dentro de los pantys
y tanga. La otra manaza se deslizó por debajo de la axila de Alba
atrapando uno de sus pechos. Alba empezó a gemir mientras yo comencé a
apretarme mi paquete por encima del pantalón.
- "¿Te gusta, Albita?".
Mi esposa no dijo nada pero un gemido salió de sus labios.
- "Estás totalmente empapada, zorrita".
En ese instante, Óscar giró con su mano la cabeza de mi esposa y le
propinó un gran morreo. Alba se giró y correspondió su beso. Yo no
perdía detalle, mi
degenerado vecino estaba con una mano debajo de la falda de mi esposa
masturbándola, con la otra sobando las tetas, mientras se besaba con
ella introduciendo su lengua y babas en la boca de mi mujer.
- "Voy a follarte como la puta caliente que eres", dijo Óscar.
En ese instante, el ascensor llegó a nuestro piso, salimos los tres, yo
detrás, viendo como mi viejo y degenerado vecino metía mano a mi esposa
apretando sus nalgas con fuerza. Alba no paraba de gemir y jadear.
- "Abre la puerta, cabrón de mierda", me dijo Óscar.
Abrí y pasamos. Óscar nuevamente se abalanzó sobre mi esposa, la besó y
abrazó con frenesí. Sus manos sobaban el cuerpo de Alba, sus tetas, su
culo. Óscar le separó las piernas e introdujo nuevamente su manaza
debajo de la falda de mi mujercita, llegando sin ningún problema hasta
su empapado coño.
- "Vamos a vuestro dormitorio, voy a follarte, Alba, en vuestra cama de
matrimonio, mientras hacemos al cabrón de tu marido un verdadero
cornudo. Quiero que me pidas que te folle, Alba. ¡Pídemelo, zorra!".
Alba no contestó, gemía y jadeaba como una perra.
- "¡Pídemelo!, ¡suplica, puta", insistió mi degenerado vecino.
Alba seguía sin contestar.
- "¡¡¡Zorra, suplica que te folle!!!", volvió a insistir Óscar, mientras
continuaba masturbando a mi mujercita.
- "¡¡¡Fóllame Óscar, fóllame y móntame como a una yegua!!!".
Óscar se rió.
- "Vaya, vaya, cornudito... Mira lo que tenemos aquí, una verdadera putita
deseosa de que alguien le dé lo que su maridito no le da. Tu Albita,
tan
arrogante, siempre con tus aires de superioridad y grandeza, siempre
tratándome como a un degenerado y viejo verde... y ahora suplicas que
te folle como a una vulgar ramera. ¡Mira lo que tengo para ti,
putita!".
Óscar cogió la mano de mi esposa y la restregó contra su enorme bulto. Mi
vecino desabrochó los botones de su pantalón e introdujo la mano de mi
mujer dentro
de su bulto.
- "¿Está dura y gorda, verdad?", inquirió mi despreciable vecino.
- "Sí", contestó mi mujer totalmente fuera de sí, estampando un
impresionante morreo a Óscar.
- "Es más grande y dura que la del cabrón de tu esposo", dijo Óscar.
- "Sí, es la verga más grande que he tenido en mis manos, mucho más que la
de mi esposo", contestó totalmente excitada y entregada Alba.
En ese instante, ella se arrodilló delante de mi detestable vecino e hizo
ademán de mamarle la verga.
- "Quieta ramera, te comerás mi verga cuando yo te lo diga".
Y dirigiéndose a mí, me dijo:
- "Llévame a vuestro dormitorio, cornudo cabrón, ¡esto hay que
celebrarlo!".
Los tres entramos en nuestra habitación, Óscar sabía lo que se hacía y
cómo humillarme si cabe aún más. Él se sentó en un butacón, metió una
de sus enormes manazas debajo de sus calzoncillos para masturbarse y
empezó a darme órdenes:
- "Desnuda a tu esposa para mí".
Quité los zapatos de tacón que llevaba puestos mi mujer, me puse detrás de
ella y bajé la cremallera de su vestido azul mientras ella estaba
totalmente
pasiva. El vestido cayó a sus pies y lo eché a un lado. Alba se quedó
semidesnuda delante de mi vecino, tan solo cubierta por sus pantys
color carne, su tanga negro de encaje y su sujetador a juego.
Óscar se rió.
- "Estás totalmente empalmada, eres una vulgar ramera", dijo.
Era cierto, una gran mancha de flujo manchaba el tanga y los pantys de mi
esposa.
- "Quítale el sujetador, cornudo", ordenó Óscar.
Obedientemente, desabroché el sujetador de Alba. Sus pechos quedaron al
aire sin ningún pudor, mientras Óscar rugía de placer.
- "Qué tetas tienes, Albita. Qué suerte tiene el marica de tu esposo".
A cada insulto, a cada humillación por parte de Óscar, mi polla crecía más
y más empapando mi bóxer.
- "Quítale los pantys", exigió Óscar.
Como un autómata, bajé los pantys de Alba.
- "Quítale el tanga y tráemelo de rodillas con la boca, perro", me
ordenó mi detestable vecino.
Alba quedó totalmente desnuda ante el degenerado. De rodillas, y con la
boca, sumisamente llevé el tanga de mi mujer y se lo entregué al macho.
Óscar lo olió y lamió.
- "Huele y sabe a ramera. Alba, túmbate en vuestra cama de matrimonio",
dijo con gran satisfacción.
Alba se tumbó boca arriba en nuestra cama nupcial. Óscar se desnudó, su
enorme pollón quedó a la vista. Sus veinte centímetros iban a penetrar
la intimidad de mi esposa.
Óscar me ordenó sentarme al lado de Alba. Mi vecino se acercó y dijo:
- "Cornudo, quiero que cojas mi mano con la tuya y hagas que magree a
tu esposa".
Obedientemente, cogí la manaza de Óscar, la puse en los tobillos de Alba y
comencé a subirla por el cuerpo de mi adorable mujercita. La mano de
Óscar guiada por mí sobó las piernas y muslos de ella, luego sus nalgas
y finalmente subieron por el vientre de mi mujer para agarrar
alternativamente sus tetas.
Una mueca desencajada de satisfacción cubría el rostro de mi odioso
vecino.
- "Qué tetas tienes, puta, qué pezones, y yo, tu asqueroso vecino, te las
está ordeñando mientras el cornudín me ayuda", dijo Óscar humillándome
con sus
palabras y risotadas.
- "Vas a comerme mi polla, me la vas a poner muy dura para que pueda
follarme a tu linda mujercita, cerdo", me dijo Óscar.
Me arrodillé delante del macho. Él me miraba mientras continuaba magreando
a Alba y ordenó a mi esposa que se masturbase.
- "Hazte un dedo, zorra, mientras el marica de tu esposo me la chupa y me
la pone bien dura para que pueda follarte", exigió mi detestable
vecino.
Alba introdujo dos de sus dedos en su empapado coño y empezó a suspirar y
gemir como una verdadera putita.
Arrodillado delante del macho que iba a follarse a mi esposa, abrí la boca
con la intención de comer ese pedazo de carne. Óscar no me dejaba
tragarme su
verga, se reía de mí... Finalmente, empezó a darme pollazos en la cara
mientras se carcajeaba.
- "Qué maricón es tu marido, quiere comerse mi verga como si le fuese la
vida en ello", dijo Óscar.
Finalmente, mi vecino me agarró de la cabeza y de una fuerte embestida
metió su pedazo de carne en mi boca. No podía respirar y tuve grandes
arcadas. Como un perro, lamí su verga y acaricié sus grandes cojones
durante un buen rato.
- "Para ya, perra, mi leche no es para ti sino para la zorra de tu esposa.
Abre las piernas de Alba".
Presuroso, me levanté, Alba casi estaba a punto de correrse con el dedo
que se estaba haciendo, abrí sus piernas y permití que el macho se
pusiese encima de ella.
- "Coge mi verga tu mismo, cornudo cabrón. Vas a ser quien metas mi polla
en el coño de tu esposa", ordenó Óscar.
No podía más. Cogí la verga de Óscar y lentamente la introduje en el coño
de Alba. El glande del pollón se abrió paso por los labios vaginales
del coño de mi
mujer. Luego, su tronco poco a poco entró en el sexo de Alba hasta que
los cojones de Óscar chocaron con la entrepierna de ella. En ese
instante y sin llegar a tocarme, me corrí como un cerdo manchando mi
ropa interior.
Alba jadeaba de gusto. Yo volví a cascármela como un mono. Óscar estaba
fuera de sí con un metesaca brutal:
- "¡Toma ramera de mierda, puta! A partir de ahora esta es la verga que te
va a follar cuando quiera", dijo Óscar.
- "Sí... soy tu perra y tú mi macho", dijo Alba exhalando suspiros de
placer.
- "Qué prieta estás, zorra, tu maridito es un pichafloja que no sabe
follarte. ¡Díselo, llámale cornudo!".
- "Eres un cornudo pichafloja, nunca has sabido follarme, ha tenido que
ser este viejo verde y degenerado quien me folle como un verdadero
hombre y no tú", dijo mi mujer.
En ese instante, Alba y yo nos corrimos. Mi leche terminó de manchar mi
pulcro traje, mi esposa totalmente abierta de piernas para su macho se
arqueó y las cerró contra la espalda de su macho. Él continuaba
follándosela, mientras por mi parte empecé a comerle el culo y los
huevos a ese ser despreciable pero que tanto placer nos estaba
proporcionando.
- "Voy a correrme, no aguanto más", dijo Óscar.
- "¿Dónde quieres que me corra?", me preguntó Óscar humillándome hasta
límites por mí desconocidos.
- "¡Córrete dentro!", le dije.
- "Suplícame que la embarace", me ordenó.
- "¡¡¡Préñala como los perros preñan a las perras!!!", grité fuera de mí.
Con un rugido triunfal, Óscar se corrió dentro de la intimidad de mi
mujer. Muchos trallazos de leche inundaron el coño de Alba. Él siguió
dentro de ella
durante un rato más, vaciando su semen, hasta que totalmente extenuado
sacó su enorme pollón del coño de Alba. La leche salía del coño
manchando su sexo, su entrepierna, su culo y las sábanas de nuestra
cama de matrimonio.
Óscar me tiró sobre la cama y me ordenó:
- "Cornudo, quiero que dejes bien limpio el coño de esa puta".
Mi esposa abrió sus piernas y pude ver su coño bien abierto y mojado.
Introduje mi lengua en su sexo, lamí la leche de mi vecino, limpié el
coño, los muslos y el ano de mi esposa a conciencia.
- "Muy bien, cornudo", me dijo mi detestable vecino, y poniendo su verga a
la altura de mi cara me ordenó dejársela totalmente limpia. La lamí y
chupé, succioné y limpié con todo esmero.
Desde aquel instante nuestra vida cambió, pero esa es otra historia.
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