.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Mi aceptación como cornudo (2)".

 

 Hacía ya casi cuatro meses que sabía que Ester me estaba poniendo los cuernos con nuestro compañero de trabajo. Cuatro meses en los que los veía todos los días coqueteando en la oficina, quedándose hasta tarde o bien saliendo bastante antes de tiempo. Cuatro meses en que notaba las miradas de mis otros compañeros, con una sonrisa cuando los veían marcharse juntos o disimulándola cuando yo estaba cerca.

 Uno de esos días, en que ellos salieron temprano, yo también había terminado todo lo que tenía pendiente, así que me permití salir ligeramente temprano también. En mi mente, como durante todos los días anteriores que ellos salían antes, no podía más que imaginarme la escena de sexo que podía estar teniendo lugar en casa. Pero hasta ese momento, lo más cerca que había estado de pillarlos in fraganti era haberla visto saliendo de la ducha o arreglándose tras ducharse o incluso cambiando las sábanas. Pero al fin, esa tarde tuve la oportunidad de verlos en la cama. Entré en casa con las mismas sensaciones que días anteriores. En esta ocasión, no obstante, nada más abrir la puerta pude advertir que los dos estaban en casa, y no precisamente hablando de trabajo. Cerré la puerta con todo el cuidado que pude, y me dirigí sin hacer ruido hacia el dormitorio, en donde estaban los dos.

 Ester estaba encima, cabalgando salvajemente mientras él hundía la cabeza en sus tetas y sus manos apretando las nalgas. Ni ella, que estaba de espaldas, ni él, que no dejaba de comerse las tetas de mi mujer, advirtieron mi presencia, así que me quedé al lado de la puerta, todo lo oculto que podía, observando como ambos disfrutaban de una sesión de sexo que me pareció de lo más espectacular. En aquel momento no quería para nada intervenir e interrumpir el clímax que estaban experimentado.

 Desde donde estaba podía ver casi en primer plano como él se hundía en Ester, como ella movía sus caderas en ese momento, provocando un gemido sincronizado de ambos. En esos momentos me pareció como si todo el ruido de la calle hubiese cesado de golpe, mis oídos solo escuchaban sus gemidos, el sonido de los muelles de la cama siguiendo el ritmo de las sacudidas de Ester, y sobretodo el sonido húmedo de los dos cuerpos sudorosos percutiendo uno en la otra. Ni siquiera fui consciente de cuando me había sacado mi propia polla de los pantalones, pero me encontré, casi sin ser consciente, masturbándome frenéticamente. Estaba tan excitado viéndolos que prácticamente fue empezar y correrme. Me aparté para que no me viesen y me corrí en mis manos, escuchando los sonidos lascivos que salían del dormitorio.

 Me quedé unos minutos apoyado en la pared, con la polla en la mano mientras escuchaba como el movimiento en la cama era cada vez más frenético. No quería que me viesen hasta acabar, pero aun así me asomé y pude ver como ahora él estaba encima, moviendo sus caderas de manera salvaje y prácticamente haciendo que ambos cuerpos botasen en la cama por el ímpetu con que estaba follándola. Ester podría haberme visto, pero a pesar de tener la cara ladeada hacia donde yo estaba, tenía los ojos completamente en blanco, disfrutando entre gemidos, con las piernas completamente estiradas hacia el techo. Era tal el ritmo que estaba llevando que él no tardó en unirse al recital de gemidos de mi mujer, terminando en un profundo gemido mientras sus sacudidas terminaron de golpe, apretando sus caderas lo máximo a las de ella, manteniendo la penetración todo lo profunda que podía.

 Volví a apartarme de la puerta, apoyándome en la pared e intentando escuchar sin mucho éxito lo que se estaban cuchicheando entre risas. Y así estaba, con los pantalones bajados y apoyado en la pared cuando apareció Joaquín por la puerta desnudo. Por la cara que puso era evidente que ni me habían visto, ni me esperaban. Pero casi a continuación sonrió y me saludo con un gesto de los ojos, avisando a mi mujer de mi presencia con un simple "¡Cariño, tu marido está aquí!".

 Ester salió rápida, asomando la cabeza por la puerta del dormitorio, como si no quisiese que la viese desnuda con Joaquín. Me saludó también, algo más turbada que Joaquín de verme allí, o tal vez de verme subiéndome los pantalones, nunca me lo aclaró. Salió corriendo de la habitación para ir al lavabo, para no exhibirse mucho delante de los dos, aunque sin mucho éxito en lo de evitar atraer nuestra mirada.

 A pesar de que él seguía desnudo, nos sentamos a hablar en los sillones. Saqué una botella de licor del mueble y serví una copa para cada uno. Evidentemente, la conversación no tuvo que dar muchas vueltas para llegar al tema sexual. Él, de mucha más verborrea y mucho más habituado a tratar con gente que yo empezó directamente. La conversación, aproximada, ya que hace unos años de esto, más o menos fue como sigue:

 Nos ha sorprendido verte, no sabíamos que era tan tarde. Pero ahora me alegro de haber hablado de esto contigo antes, sino la situación hubiese sido algo violenta jeje.

 Si, no sé como hubiese reaccionado si no hubiese tenido estos meses para hacerme a la idea y aceptarlo. De todas formas, reconozco que llevaba unas semanas esperando este momento. ¿Venís a menudo a casa o tenéis otro lugar de encuentro?

 Intentamos quedar mínimo dos o tres veces por semana. A veces más. Ya sabes, es difícil resistirse a una mujer como la tuya. Y más teniéndola al lado todo el día. Antes nos veíamos más en la oficina, pero a pesar del morbazo que eso supone, era un poco estresante. Esperar que se fuese todo el mundo era un suplicio con el escote de Ester al lado todo el día. Y luego estaba el hecho que no era el lugar más íntimo que se pudiese buscar.

 En ese momento Ester volvió del lavabo, se había puesto un camisón en un intento de estar un poco más recatada, aunque la verdad es que consiguió todo lo contrario. Tomó un sorbo de mi copa mientras me echaba una mirada interrogante, imagino que para estar segura que realmente aceptaba la situación. A continuación se dirigió a donde estaba Joaquín y se sentó encima de él, y no precisamente sobre sus rodillas. Verla con un camisón semitransparente, sin nada debajo, sentada sobre su amante, totalmente desnudo este, y delante de mí, fue algo que volvió a provocarme una erección casi instantánea. Mientras él continuó su conversación conmigo. Eso sí, sin cortarse en absoluto, ya que apoyaba una de sus manos en el muslo de mi mujer, acariciándola suavemente arriba y abajo.


 A ver, tampoco te lo tomes como algo personal. Nos llevamos muy bien, pero siempre ha estado claro que entre nosotros es solo sexo. La vida hay que aprovecharla. (En este punto él la abrazó por la cintura, apretándola contra él mientras ella reía por el comentario y el gesto).

 Bueno, como te he dicho, he tenido tiempo para pensar en ello. Si Ester necesita su espacio, no tengo problemas. A estas alturas prohibírselo sería contraproducente, ¿no? (Ester asintió seria al comentario, mientras se movía para acomodarse sobre Joaquín). No me gustaría perderla. Pero volviendo a lo que hablabas, ¿en la oficina? (no quería perder el hilo de algo que me excitaba mucho). Un poco atrevido, ¿no? Quiero decir, en horario laboral sería pasarse un poco, pero fuera de él también tiene su riesgo. Que siempre se da el caso de que alguien puede volver a por algo.

 Ya por eso mismo desde que hablamos contigo venimos más a menudo por aquí. El único que podría pillarnos eres tú, y ya nos has sorprendido hoy.

 ¿Os han pillado en la oficina? (Ester asintió, con un gesto de apuro en el rostro) ¿Así, tal y como os he visto hoy, dándolo todo? (Ester volvió a asentir)

 Sí, nos han pillado. Dándolo todo como tu dices y también en juegos previos o posteriores. Piensa que hace dos años era el sitio más fácil que teníamos, teniendo en cuenta que ninguno de nosotros dos teníamos tiempo para ir a buscar una habitación.

 Joder, ¿muchos? ¿quien lo sabe en la oficina?

 Nombraron a siete personas en total, más cuatro más que en los viajes habían contemplado como dormían en la misma habitación. Mientras los contemplaba delante de mí, casi desnudos los dos, Ester dejándose acariciar los muslos, me preguntaba que opinarían exactamente en la oficina de mí. Explicaron algunas de estas ocasiones, con más o menos detalle: Ester desnuda debajo de la mesa, chupándosela. O bien saliendo del lavabo desnuda y encontrarse de frente con un compañero de trabajo, boquiabierto. Incluso una vez los pillaron en la mesa de reuniones, en plena fornicación.

 Hablar de esas ocasiones nos pusieron a los tres a mil. Yo la tenía como una piedra debajo del pantalón y no podía evitar dejar de tocarme, delante de ellos. Ester estaba dejando no solo que la acariciase por la parte interior de los muslos, sino que ahora sus manos estaban prácticamente acariciándole el sexo. Al final él comentó que debía ducharse ya, que si no llegaría a casa a una hora poco prudente. Se levantaron los dos, ella delante llevándolo a la ducha y él detrás, con una erección de mucho cuidado, frotándola sobre sus caderas mientras sus manos sopesaban las tetas de mi mujer por encima del camisón. Eso sí, ambos me miraron cuando pasaban, no sabría decir si mitad disculpa, mitad lascivia o mitad morbo por verme allí, como buen cornudo, tan caliente como ellos.

 Entraron los dos en la ducha y allí, de nuevo, dieron rienda suelta al calentón que llevaban. Yo volví a asomarme a la puerta y volví a masturbarme, esta vez sin preocuparme de ocultarme, viendo como él la tenía abrazada por detrás, agarrándole las tetas mientras la penetraba de nuevo con fuerza. Ninguno de ellos pareció percatarse de mi presencia y en cuestión de un par de minutos ya había vuelto a derramar mi semen en mis manos.

 Algo después ellos también acabaron, en un prolongado abrazo, las tetas de mi mujer aplastadas por sus manos y sus caderas totalmente apretadas a las nalgas de Ester. Finalmente salieron de la ducha, él se vistió rápido, se despidió de Ester con un largo beso, mientras le tocaba el culo y finalmente se despidió de mí con un gesto de la cabeza, no con las manos, ya que seguramente se había dado cuenta de que no estaban precisamente limpias.

 Yo pensaba que a partir de entonces la cosa se volvería una relación a tres de tipo voyeur, ellos montándoselo y yo mirando y masturbándome, pero estaba equivocado. Ester opinaba que no era lo más adecuado con Joaquín, pero que más adelante y en otra situación, podíamos hablar del tema.

 Así que su relación ha continuado sin mí, las veces que he llegado a casa y he podido observar el espectáculo, disfrutando, ninguno ha puesto objeciones, pero nunca me han avisado que iban a quedar. La gran diferencia con lo que ocurría con anterioridad es que siempre que hemos estado los tres juntos, en la situación que sea, ya no se han contenido y cualquiera que nos viese por la calle pensaría que la pareja son ellos y yo un simple amigo que está de más. Email.

 

 

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