.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Memorias de Denisse (2)".

 

 Después de ese “encuentro” le pedí a mi “Galán” que jamás dijera nada, que fuera discreto, que guardara ese secreto, lo seguí tratando de una manera normal en la oficina, sin embargo él se dejaba llevar y me seguía haciendo piropos y cada vez más fuertes y de doble sentido, como por ejemplo me acuerdo que decía: “que si quería darle de comer a su canario, que si le daba su alpiste, porque estaba triste y le salían lágrimas por su ojito”... que le diera besitos en el piquito para que estuviera tranquilito”... En repetidas ocasiones se acercaba y me susurraba al oído: “quiero estar contigo”, “quiero llenarme la boca con ese par de tetas... hoy se te nota esa tanga a través del pantalón”.

 Otras veces solo llegaba por detrás y me acercaba su paquete y me decía: “con permiso... es que no hay mucho espacio entre estos escritorios...” y se reía. Otras solo deslizaba su mano discretamente desde mi cintura hasta mi nalga dándole un pequeño apretón. A veces me incomodaba, otras veces sí me excitaba, y era en esas ocasiones que le decía: ”ven, acércate, te voy a decir algo...” y en ese momento tocaba con mi lengua su oído, lo que lo hacía estremecerse.

 Nos hicimos buenos amigos, convivíamos más, conocí a su familia, y tiempo después fuimos a su casa, porque nos invitó a comer, y asistí con mi marido... ¡que desfachatez! Hicimos varias fiestas en su casa donde iba mi esposo y estaban sus hermanas y cuñados, buen ambiente, bebíamos, reíamos, bailábamos, cosa que a mi marido casi no le gusta y a mí sí me encanta bailar salsa, bachata, reggaeton... Él se queda siempre sentado viendo como bailo.

 Así transcurrió el año hasta la fiesta de fin de año de la empresa, donde solo es para los empleados, así que pedí el “permiso obligado” a mi marido que de ahora en adelante le diré cornudo.

 Asistí a la fiesta en la cual todas lucen sus mejores atuendos. Yo por mi parte escogí un vestido color verde no tan entallado, unas medias negras y un tanga negro. Me gusta usar esta prenda, me hace sentir sexy. Tal vez en mi mente cachonda me imaginaba que ligaría ese día. Si me hubieran dado a escoger, me iría con un jefe, para aprovechar y pedir un aumento, jajaja. No, yo no era así... pero como dije, esta cochina y lujuriosa cabeza mía me hacía pensar eso y más...

 En fin, estuvimos en la fiesta, y como es habitual las mesas se separan por áreas y por grupitos, así que yo conviví con mis compañeros de mi área, y claro, ahí estaba el fabuloso “galán”. Tomamos whisky, bailamos, y ya con las copas arriba pues me solté, me puse a bailar como a mí me gusta: sensual y provocadora, con un compañero, luego otro, y solo me sentaba para refrescarme con otra copa. El “Galán” me dijo que ya no bebiera más, no se qué escucharía o a quién escucharía decir algo, pero me dijo como una orden: "¡deja ya el alcohol!" y que me iba a llevar.. Y entre mis palabras y balbuceos, le pregunté que adonde. "A tu casa", dijo... "¿o quieres que te lleve a otro lado?", preguntó. "Pues no sé..." respondí. Y ni corto ni perezoso me sacó del lugar.

 Yo veía puras luces y me daba vueltas todo... Cuando me di cuenta habíamos llegado a un motel. Para ese entonces, y de solo pensar que nuevamente me iba a saborear ese pedazo de carne, me temblaron las rodillas, mi respiración se agitó, y me bajé del coche, tambaleando y deteniéndome en las paredes. Entramos y me pidió que le bailara, que me subiera el vestido poco a poco para que apreciara mis encantadoras piernas. Así lo hice, comencé a mover mis caderas de un lado a otro, agitaba mi cabello, lo tomaba con mis manos, daba vueltas y subía mi vestido de un lado, mostrando mis piernas, pero esta vez comenzó a hacerme fotos...

 Yo, enloquecida de frenesí y por complacerlo no le di importancia. Comenzó a besarme y a calentarme, tocaba mis pechos y mis nalgas por encima de la ropa. Fue entonces que me tomó de los hombros y me hizo sentarme, se sacó su polla y me empezó a darme en las mejillas con ella. La tomé y comencé a mamársela. No soy una experta pero frotaba con mi lengua esa cabeza que estaba hinchada y roja como si quisiera explotar, le daba besitos, la movía de arriba abajo con mi mano, la ponía en mi boca y con mis labios, la apretaba de tal forma que veía su cara de que le gustaba, hasta que la introdujo toda hasta mi garganta y no le importó que tuviera arcadas. Le provocaba risa que al meterme toda la polla me salieran lágrimas. Yo sentía que me ahogaba, pero lo disfruté.

 Me quitó el vestido, me lanzó a la cama y me colocó a cuatro patas para verme el culo. Lo masajeó y me dio un azote muy fuerte que me hizo enderezarme, pero dijo ”no... te has portado mal”, y me volvió a dar otro. Creo que, a partir de ahí, me gustan los azotes.

 Me tomó con una mano de la cintura, con la otra sostenía su miembro bien erecto, hizo a un lado mi tanga y comenzó a meterme su hinchada polla. La llegó a meter hasta el fondo, sintiendo que me rozaban sus testículos, me la sacó... y la volvió a meter duro y hasta el fondo. Yo sentía que mi raja se abría cada vez más, me excitaba mucho, así que comencé a lubricar más y más. La volvía a sacar y la volvía a meter, hacía una pausa entre movimiento, lo cual me enloquecía... ¡yo quería que me follara!, que me la metiera duro una y otra vez sin parar, que con sus manos se agarrara firme de mis caderas y me bombeara sin parar, que sus manos me acariciaran mis senos mientras disfrutaba de su verga dentro de mí, que su boca me lamiera el clítoris, separando mis labios, y que su lengua llegara a lo más profundo de mi ser, que nuevamente me lamiera mi coñito para dilatarlo y poder recibirlo de lleno, que me hiciera gritar y tener un orgasmo, pero ese era su juego: que yo deseara cada vez más su miembro.

 Para este entonces la borrachera ya se me había bajado, era más el placer que salía de en medio de mis piernas que otra cosa. Sentía cómo se deslizaba ese glande por todo mi túnel, y fue entonces que sentí algo caliente dentro de mí. Terminó rápido y me pidió que nos fuéramos. Esta vez creo que solo él quedó satisfecho, porque yo me quedé con las ganas... lo que me hizo llegar a casa buscando lo que no me dieron.

 Me bajé rápido del coche para que no me vieran, sin embargo creo que mi marido estaba espiando por la ventana del dormitorio. Cuando entré vi en la mesa del comedor una botella de tequila a la mitad, le di un trago y la tapé, me fui al dormitorio, lo vi en la cama... ¿dormido? Y yo solo quería tirar el vestido, deslizarme entre las sábanas, besar la nuca de mi esposo... pero no hizo falta calentarlo mucho, puesto que ya estaba desnudo y con su pene bien empalmado. Me dio un morreo, me agarró las nalgas masajeándolas fuerte para llevarme hacia él. Solo tuve que echarme a un lado el tanga y comenzó a bombearme con su polla, y ahí estaba yo tendida bajo mi esposo con las piernas abiertas y pensando en otro.

 Fue entonces cuando me susurró al oído: "¿Dónde estabas?". "Pues en la fiesta", dije. "¿Y por qué hasta tan tarde?. "Estaba en la fiesta", repetí. Y él volvió a decir casi gritando: "¡¿Dónde estabas?! ¡¿por qué hasta tan tarde?!". "En la fiesta, bebiendo tanto que ni me acuerdo cuantas copas fueron. Bailando, bailando mucho con varios compañeros que me hacían disfrutar cuando me daban vueltas y me rozaban por detrás, me acariciaban la espalda, la cintura, y uno que otro me tocaba las nalgas...". Y él seguía dándome una y otra vez cada vez más duro y volvía a preguntarme: "¡¡¡¿¿¿Dónde estabas???!!!".

 Estaba hecho una bola de celos... Yo solo cerraba mis ojos y pensaba: "en un motel tratando de follar". "¡¡¡¿¿¿Dónde estabas???!!!....".

 Fue entonces que, de un giro, quedé sobre él y monté al cornudo de mi marido. Comencé a mover mis caderas despacio primero, de adelante hacia atrás, y luego en círculos. Lo cabalgué, moviendo mis caderas y apretando para sentirlo, porque mi túnel del amor estaba tan dilatado por la penetración que me acababan de dar que me quedaba pequeña su polla... Le pedí que me rozara con sus dedos el agujero del culo, que se los mojara y que me los metiera. Fue la primera vez que lo hacía, mi culo era virgen, nadie lo había explorado, pero tenía tantas ganas y estaba tan excitada que se lo pedí.

 Mi cornudito se mojó los dedos escupiendo en ellos y llevándolos cerca de mi orificio, lo acarició y de nuevo insistí: "¡métemelos!". Comenzó a hacer círculos y entró un dedo moviéndolo de adentro hacia afuera, y después dos. Le pedí entonces: ¡mete tres! Nuevamente se escupió en los dedos y lo hizo... ¡al fin tenía tres dedos dentro de mi culo!... ¡qué sensación! Solo le decía: "¡másss!, ¡más por favor!...¡chúpame las tetas! ¡succiónalas! ¡lámelas!... ¡dame más que ya voy a llegar!".

 Ese momento descubrí que no me satisfacía el cornudo, que le tenía que decir qué hacer, qué mover... Para acabar de estropearlo todo, el gilipollas se corrió antes que yo, pero eso no me detuvo: yo quería alcanzar mi orgasmo. Se escurría su semen entre mis piernas y se confundía con el del “Galán”... hasta que por fin me corrí.

 Y él por supuesto no se dio cuenta de que toda esa leche estaba revuelta y orgulloso pensaba que me había llenado. Después le pedí que me comprara un juguetito, un hermoso vibrador, muy real, con su glande, sus venas... para que le ayudara en sus tareas domésticas. Y así comenzó la era del sexo anal.

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