Después
de ese encuentro le pedí a mi Galán que jamás dijera nada, que
fuera discreto, que guardara ese secreto, lo seguí tratando de una
manera normal en la oficina, sin embargo él se dejaba llevar y me
seguía haciendo piropos y cada vez más fuertes y de doble sentido, como
por ejemplo me acuerdo que decía: que si quería darle de comer a su
canario, que si le daba su alpiste, porque estaba triste y le salían
lágrimas por su ojito... que le diera besitos en el piquito para que
estuviera tranquilito... En repetidas ocasiones se acercaba y me
susurraba al oído: quiero estar contigo, quiero llenarme la boca con
ese par de tetas... hoy se te nota esa tanga a través del pantalón.
Otras veces solo llegaba por detrás y me acercaba su paquete y me decía:
con permiso... es que no hay mucho espacio entre estos escritorios...
y se reía. Otras solo deslizaba su mano discretamente desde mi cintura
hasta mi nalga dándole un pequeño apretón. A veces me incomodaba, otras
veces sí me excitaba, y era en esas ocasiones que le decía: ven,
acércate, te voy a decir algo... y en ese momento tocaba con mi lengua
su oído, lo que lo hacía estremecerse.
Nos hicimos buenos amigos, convivíamos más, conocí a su familia, y tiempo
después fuimos a su casa, porque nos invitó a comer, y asistí con mi
marido... ¡que desfachatez! Hicimos varias fiestas en su casa donde iba
mi esposo y estaban sus hermanas y cuñados, buen ambiente, bebíamos,
reíamos, bailábamos, cosa que a mi marido casi no le gusta y a mí sí me
encanta bailar salsa, bachata, reggaeton... Él se queda siempre sentado
viendo como bailo.
Así transcurrió el año hasta la fiesta de fin de año de la empresa, donde
solo es para los empleados, así que pedí el permiso obligado a mi
marido que de ahora en adelante le diré cornudo.
Asistí a la fiesta en la cual todas lucen sus mejores atuendos. Yo por mi
parte escogí un vestido color verde no tan entallado, unas medias
negras y un tanga negro. Me gusta usar esta prenda, me hace sentir
sexy. Tal vez en mi mente cachonda me imaginaba que ligaría ese día. Si
me hubieran dado a escoger, me iría con un jefe, para aprovechar y
pedir un aumento, jajaja. No, yo no era así... pero como dije, esta
cochina y lujuriosa cabeza mía me hacía pensar eso y más...
En fin, estuvimos en la fiesta, y como es habitual las mesas se separan
por áreas y por grupitos, así que yo conviví con mis compañeros de mi
área, y claro, ahí estaba el fabuloso galán. Tomamos whisky,
bailamos, y ya con las copas arriba pues me solté, me puse a bailar
como a mí me gusta: sensual y provocadora, con un compañero, luego
otro, y solo me sentaba para refrescarme con otra copa. El Galán me
dijo que ya no bebiera más, no se qué escucharía o a quién escucharía
decir algo, pero me dijo como una orden: "¡deja ya el alcohol!" y que
me iba a llevar.. Y entre mis palabras y balbuceos, le pregunté que
adonde. "A tu casa", dijo... "¿o quieres que te lleve a otro lado?",
preguntó. "Pues no sé..." respondí. Y ni corto ni perezoso me sacó del
lugar.
Yo veía puras luces y me daba vueltas todo... Cuando me di cuenta habíamos
llegado a un motel. Para ese entonces, y de solo pensar que nuevamente
me iba a saborear ese pedazo de carne, me temblaron las rodillas, mi
respiración se agitó, y me bajé del coche, tambaleando y deteniéndome
en las paredes. Entramos y me pidió que le bailara, que me subiera el
vestido poco a poco para que apreciara mis encantadoras piernas. Así lo
hice, comencé a mover mis caderas de un lado a otro, agitaba mi
cabello, lo tomaba con mis manos, daba vueltas y subía mi vestido de un
lado, mostrando mis piernas, pero esta vez comenzó a hacerme fotos...
Yo, enloquecida de frenesí y por complacerlo no le di importancia. Comenzó
a besarme y a calentarme, tocaba mis pechos y mis nalgas por encima de
la ropa. Fue entonces que me tomó de los hombros y me hizo sentarme, se
sacó su polla y me empezó a darme en las mejillas con ella. La tomé y
comencé a mamársela. No soy una experta pero frotaba con mi lengua esa
cabeza que estaba hinchada y roja como si quisiera explotar, le daba
besitos, la movía de arriba abajo con mi mano, la ponía en mi boca y
con mis labios, la apretaba de tal forma que veía su cara de que le
gustaba, hasta que la introdujo toda hasta mi garganta y no le importó
que tuviera arcadas. Le provocaba risa que al meterme toda la polla me
salieran lágrimas. Yo sentía que me ahogaba, pero lo disfruté.
Me quitó el vestido, me lanzó a la cama y me colocó a cuatro patas para
verme el culo. Lo masajeó y me dio un azote muy fuerte que me hizo
enderezarme, pero dijo no... te has portado mal, y me volvió a dar
otro. Creo que, a partir de ahí, me gustan los azotes.
Me tomó con una mano de la cintura, con la otra sostenía su miembro bien
erecto, hizo a un lado mi tanga y comenzó a meterme su hinchada polla.
La llegó a meter hasta el fondo, sintiendo que me rozaban sus
testículos, me la sacó... y la volvió a meter duro y hasta el fondo. Yo
sentía que mi raja se abría cada vez más, me excitaba mucho, así que
comencé a lubricar más y más. La volvía a sacar y la volvía a meter,
hacía una pausa entre movimiento, lo cual me enloquecía... ¡yo quería
que me follara!, que me la metiera duro una y otra vez sin parar, que
con sus manos se agarrara firme de mis caderas y me bombeara sin parar,
que sus manos me acariciaran mis senos mientras disfrutaba de su verga
dentro de mí, que su boca me lamiera el clítoris, separando mis labios,
y que su lengua llegara a lo más profundo de mi ser, que nuevamente me
lamiera mi coñito para dilatarlo y poder recibirlo de lleno, que me
hiciera gritar y tener un orgasmo, pero ese era su juego: que yo
deseara cada vez más su miembro.
Para este entonces la borrachera ya se me había bajado, era más el placer
que salía de en medio de mis piernas que otra cosa. Sentía cómo se
deslizaba ese glande por todo mi túnel, y fue entonces que sentí algo
caliente dentro de mí. Terminó rápido y me pidió que nos fuéramos. Esta
vez creo que solo él quedó satisfecho, porque yo me quedé con las
ganas... lo que me hizo llegar a casa buscando lo que no me dieron.
Me bajé rápido del coche para que no me vieran, sin embargo creo que mi
marido estaba espiando por la ventana del dormitorio. Cuando entré vi
en la mesa del comedor una botella de tequila a la mitad, le di un
trago y la tapé, me fui al dormitorio, lo vi en la cama... ¿dormido? Y
yo solo quería tirar el vestido, deslizarme entre las sábanas, besar la
nuca de mi esposo... pero no hizo falta calentarlo mucho, puesto que ya
estaba desnudo y con su pene bien empalmado. Me dio un morreo, me
agarró las nalgas masajeándolas fuerte para llevarme hacia él. Solo
tuve que echarme a un lado el tanga y comenzó a bombearme con su polla,
y ahí estaba yo tendida bajo mi esposo con las piernas abiertas y
pensando en otro.
Fue entonces cuando me susurró al oído: "¿Dónde estabas?". "Pues en la
fiesta", dije. "¿Y por qué hasta tan tarde?. "Estaba en la fiesta",
repetí. Y él volvió a decir casi gritando: "¡¿Dónde estabas?! ¡¿por qué
hasta tan tarde?!". "En la fiesta, bebiendo tanto que ni me acuerdo
cuantas copas fueron. Bailando, bailando mucho con varios compañeros
que me hacían disfrutar cuando me daban vueltas y me rozaban por
detrás, me acariciaban la espalda, la cintura, y uno que otro me tocaba
las nalgas...". Y él seguía dándome una y otra vez cada vez más duro y
volvía a preguntarme: "¡¡¡¿¿¿Dónde estabas???!!!".
Estaba hecho una bola de celos... Yo solo cerraba mis ojos y pensaba: "en
un motel tratando de follar". "¡¡¡¿¿¿Dónde estabas???!!!....".
Fue entonces que, de un giro, quedé sobre él y monté al cornudo de mi
marido. Comencé a mover mis caderas despacio primero, de adelante hacia
atrás, y luego en círculos. Lo cabalgué, moviendo mis caderas y
apretando para sentirlo, porque mi túnel del amor estaba tan dilatado
por la penetración que me acababan de dar que me quedaba pequeña su
polla... Le pedí que me rozara con sus dedos el agujero del culo, que
se los mojara y que me los metiera. Fue la primera vez que lo hacía, mi
culo era virgen, nadie lo había explorado, pero tenía tantas ganas y
estaba tan excitada que se lo pedí.
Mi cornudito se mojó los dedos escupiendo en ellos y llevándolos cerca de
mi orificio, lo acarició y de nuevo insistí: "¡métemelos!". Comenzó a
hacer círculos y entró un dedo moviéndolo de adentro hacia afuera, y
después dos. Le pedí entonces: ¡mete tres! Nuevamente se escupió en los
dedos y lo hizo... ¡al fin tenía tres dedos dentro de mi culo!... ¡qué
sensación! Solo le decía: "¡másss!, ¡más por favor!...¡chúpame las
tetas! ¡succiónalas! ¡lámelas!... ¡dame más que ya voy a llegar!".
Ese momento descubrí que no me satisfacía el cornudo, que le tenía que
decir qué hacer, qué mover... Para acabar de estropearlo todo, el
gilipollas se corrió antes que yo, pero eso no me detuvo: yo quería
alcanzar mi orgasmo. Se escurría su semen entre mis piernas y se
confundía con el del Galán... hasta que por fin me corrí.
Y él por supuesto no se dio cuenta de que toda esa leche estaba revuelta y
orgulloso pensaba que me había llenado. Después le pedí que me comprara
un juguetito, un hermoso vibrador, muy real, con su glande, sus
venas... para que le ayudara en sus tareas domésticas. Y así comenzó la
era del sexo anal.
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