Me
levanté de la cama y me tomé un café bien cargado. No dejaba de pensar
en la zorra de mi mujer, que había llegado hacía un rato y estaba
dormida en nuestra cama. Tenía la polla durísima pensando en todo lo
que había sucedido aquella noche y abrí el ordenador para ver si
Ricardo me había enviado algún correo, pero no tenía nada. Imagino que
el muy cabrón también estaría durmiendo después de follarse a mi mujer
toda la noche.
Volví a la habitación y Marina dormía, medio destapada y únicamente con
unas bragas blancas puestas. Me acerqué despacio, mirándola. Estaba
completamente dormida. Cuidadosamente bajé la sábana para pode verla
mejor. Sus manos agarraban la almohada, sus enormes tetas descansaban
una sobre la otra al estar de lado y sus bragas blancas cubrían sus
agujeros recién follados. Tenía las uñas de manos y pies pintadas de
color rojo, algo que hacía en muy contadas ocasiones, y sus labios
parecían pintados pero el color se había casi desvanecido, imagino que
de chupar polla...
Acerqué mis manos a sus bragas y empecé a bajarlas, pero paré cuando hizo
un movimiento. Mi corazón iba a mil por hora en ese momento... Continúe
bajándoselas hasta los tobillos y las dejé ahí. Miré su coño, sus
labios aún abiertos y el semen seco que estaba en sus muslos. Abrí un
poco las nalgas con mis manos y su ojete estaba aún algo abierto y
también semen seco alrededor de él.
No me pude aguantar y saqué mi polla, empezando a masturbarme mirándola,
procurando no hacer ningún tipo de ruido. Pensaba en la zorra de mi
mujer siendo follada por todos sus agujeros, y cuando estaba a punto de
correrme, acerqué mi polla a sus bragas y las llené con mi semen.
Despacio y con cuidado, se las subí de nuevo y la deje así.
Se despertó sobre la una y media, se fue a duchar y después preparamos la
comida juntos, como solíamos hacer los sábados. Después de comer, nos
sentamos en el sofá y nos pusimos a ver la tv, aunque ella estaba medio
dormida, imagino que por el cansancio. Sonó el móvil de Marina, el
aviso de mensajes, se levantó rápidamente para cogerlo ella y leerlo.
Pude ver su cara de sorpresa, y contestó rápidamente. De nuevo sonó,
así estuvo unos diez minutos entre mensajes enviados y recibidos, y
daba la impresión que los iba borrando.
- "¿Quién es, cariño?".
- "Uff, no te lo vas a creer, un antiguo compañero del colegio".
- "¿Sí? ¿Y qué quería?".
- "Pues me ha dicho que estaba por la zona y que si no me importaría
vernos esta noche. Le he dicho que si quería venir a cenar y le ha
parecido perfecto, si tú quieres, claro".
- "Bueno, imagino que no pasa nada si viene. Como quieras tú, cariño".
- "Vale, ya le digo que sí".
Me quedé muy extrañado, y más al ver que ella se sentía bastante violenta
con todo, pero más tarde cuando abrí mi correo me di cuenta de lo que
sucedia. Ricardo iba a venir a cenar, a nuestra casa...
Transcurrió la tarde con cierto nerviosismo por parte de mi mujer, y
excitación por mi parte, aunque aquello me parecía realmente exagerado.
Sobre las ocho, Marina se fue a la ducha y estuvo una hora dentro. Yo lo
había hecho antes. Salió de la ducha completamente vestida y no pude
por menos que mirarla detenidamente. Llevaba un vestido negro de
tirantes y se notaba que no usaba sujetador, aunque trataba de
disimularlo. Unas sandalias de tacón negras. No llevaba bragas, aunque
eso no lo supe hasta más tarde...
Nos fuimos a la cocina a preparar la cena, unos entremeses y algo para
picar. A eso de las diez llamaron a la puerta. Era Ricardo, que trajo
una botella de vino y se presentó como un compañero de colegio de
Marina.
Nos sentamos en la mesa, que ya estaba preparada. Yo en una punta, Marina
en el centro y Ricardo en la otra punta. Abrí la botella de vino y lo
serví. Estuvimos hablando un rato de banalidades. Mi mujer estuvo
incómoda todo el rato, sobre todo cuando Ricardo, disimulando muy poco,
le metía la mano por debajo de la mesa, imagino que tocándole el coño
mientras yo disimulaba haciendo ver que estaba distraído. Podía
escuchar el chapoteo de los dedos de Ricardo en el coño de mi mujer y
cómo ella trataba de disimular también.
Acabamos de cenar y Marina dijo que iba a lavar los platos y recoger la
mesa. Ricardo se ofreció a ayudarla y yo me hice el borracho, diciendo
que la bebida me había sentado mal. Me quedé sentado en el sofá unos
minutos, escuchando el CD de música que estaba deliberadamente alta. Me
levanté sigilosamente, dirigiéndome a la cocina y mirando a través de
una ventana. Marina estaba arrodillada, con la parte superior del
vestido por la cintura. Podía ver su espalda desnuda. Ricardo le tenía
agarrada la cabeza y estaba follándole la boca. Instintivamente empecé
a tocarme mientras veía a mi mujer tragando polla. Después la hizo
ponerse a 4 patas, en el suelo, y se la metió de golpe por el culo. No
es que lo viese, pero la puta de mi mujer no pudo evitar gritar cuando
la sintió dentro. Sus tetas chocaban una contra la otra mientras
Ricardo, en cuclillas, detrás de ella, la embestía sin piedad, con
rudeza, llamándola puta y zorra.
Escuché perfectamente desde mi escondite en la ventana sus palabras:
- "Ahhhh... Síii, me corro, puta, mueve el culo de zorra o te lo
partiré... Ahhh, síiii, yaaa... toma leche, zorrón, ahhh".
Marina se quedó quieta mientras Ricardo le llenaba el culo de leche. Él se
levantó y mi mujer hizo lo mismo, toda colorada.
Volví al sofá rápidamente, poniéndome una manta por encima y haciéndome el
dormido. Llegaron de la cocina, mi mujer caminando con dificultad y
Ricardo sonriente.
- "Vaya, el cornudo de tu marido se ha quedado dormido, pobrecito. Ahora
quítate ese vestido de señora decente y quédate en tacones como la puta
que eres".
- "Pero Ricardo, mi marido está aquí, ¿y si se despierta?".
- "Si se despierta, verá a la zorra con la que se casó tal y como es.
Ahora desnúdate".
Marina dejó caer el vestido al suelo y después lo recogió, quedándose
desnuda.
- "Ahora recoge la mesa, ramera, y sírveme una copa de whisky o algo
parecido mientras mi polla se pone a tono otra vez".
Mi mujer empezó a recoger la mesa desnuda. Sus tetas se balanceaban
mientras caminaba de un lado al otro y de su culo iban saliendo
regueros de semen. Yo estaba excitadísimo, con los ojos entreabiertos.
Ricardo degustaba la copa que mi mujer le había servido.
- "Ven aquí, puta, ahora me vas a lamer el ojete, que ya sabes que me
gusta".
- "Aquí no, Ricardo, por favor, está mi marido, vamos a la habitación".
Ricardo se levantó y le dio un par de bofetadas en las tetas, muy sonoras,
y Marina gritó.
- "¿Quieres más, puta?".
Ricardo se apoyó en la silla y mi mujer se arrodillo de nuevo, mirándome
de reojo para ver si seguia dormido. Le bajó los pantalones y los slips
y metió su lengua entre las nalgas de Ricardo, imagino que lamiéndole
el ojete.
- "Ahhhh... qué bien comes el culo, puta, esa lengua tuya me encanta.
Métela toda y lame los huevos también, ¡dales las gracias por la leche
que te dan!".
Mi mujer continuaba lamiendo, pasando del culo a los huevos y otra vez al
culo mientras Ricardo gemía sin parar.
- "Mmmmm... ¿ves cómo se están llenando otra vez? Me la estás poniendo
dura, zorra, no pares".
Marina seguía lamiendo huevos y culo, sus pezones estaban duros como
piedras y mi polla a punto de estallar.
- "Ahhh... pídele a tu macho que te folle ese coño de zorra".
- "Por favor, fóllate mi coño de zorra, ya sabes que me gusta que lo
hagas, llénamelo de leche".
- "Muy bien, puta, siéntate en mi polla, mirándome a la cara, quiere ver
cómo botan esas ubres mientras te la clavas".
Ricardo se sentó en la silla con su polla dura erecta, Marina se levantó y
se acopló en la polla de Ricardo, bajando despacio hasta que la tuvo
toda metida. Apoyó sus tacones en el suelo y empezó a subir y bajar, a
cabalgar aquella polla, agarrada al cuello de Ricardo, que aprovechaba
para amasar sus tetas y besarlas, morderlas y chuparlas.
- "Ahhhhhhhh... así, puta, clávatela toda, ¡qué tetas que tienes, me
vuelven loco! ¡y tu coño de zorra también! Sigue, cabalga...".
Marina seguía cabalgando la polla, ahora gimiendo como una perra, mientras
sus tetas botaban sin parar, hasta que empezó a hacerlo más deprisa y
se corrió.
- "Síii.... puta, asíii, córrete así y no pares, que te voy a llenar
pronto".
Le agarró las tetas y la obligó a quedarse quieta mientras los chorros de
semen inundaban el coño de mi mujer.
- "Mmmmmm... qué buena puta eres, ahora límpiamela antes de irme y dile a
tu marido que la cena ha sido estupenda, pero el postre ha sido lo
mejor".
Mi mujer se arrodilló y se puso a chupar la polla de Ricardo, lamiendo las
últimas gotas de semen que aún salían.
- "Anda, ahora acompáñame a la puerta de abajo, que me voy a ir".
- "Bien, espera, que me pongo algo".
- "¿Te he dicho yo que te pongas algo, furcia? Solo es un piso de bajar y
subir, así que procura no hacer ruido con los tacones, total, no creo
que los vecinos no sepan lo zorra que eres".
Totalmente colorada le acompañó abajo, escena que no pude ver pero que
intuyo fue muy humillante para ella, aunque eran ya más de la una de la
madrugada.
Escuché el ruido de la puerta cerrándose y a mi mujer entrando. Se acercó
a mí para comprobar que seguía dormido, o eso creía ella, y después se
fue a nuestra habitación.
Esperé un tiempo prudencial, una hora más o menos, y fui a la habitación.
De nuevo estaba allí, semidesnuda, con los pezones empitonados y un
olor a semen que empezaba a ser su perfume. Saqué mi polla y empecé a
masturbarme de nuevo, recordando lo que había visto esta noche. Apunté
mi polla a sus pies (soy un fetichista) y se los llené de leche en una
de las mejores corridas que he tenido nunca. La dejé así y me acosté a
su lado, intentando coger el sueño.
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