.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Marina, una zorra por dentro (3)".

 

 Pasaron varios días desde el encuentro de Ricardo con mi mujer. En ocasiones, después de cenar y viendo la tv, notaba que ella quería decirme algo, esa sensación de culpabilidad y nerviosismo a la vez, pero en ningún momento se atrevió a contarme nada. Por otra parte, empecé a notar algunos pequeños cambios en sus hábitos, digamos que cuidaba más su manera de vestir, se maquillaba con más asiduidad y cosas de ese tipo, algo que por llevar mucho tiempo juntos no pasaba desapercibido.

 Yo por mi parte mantenía el contacto con Ricardo vía email, mensajes en los cuales me contaba lo mucho que había disfrutado del cuerpo de Marina, lo zorra y puta que era y las ganas que tenia de una nueva cita para darle polla otra vez. Cada mensaje que recibía era motivo de una paja, recordando lo que pude ver y excitándome mucho con aquellas palabras.

 Unos días después, recibí un correo de Ricardo, el cual abrí con la excitación habitual. El mensaje me decía: "Se lo he enviado a Marina hace una hora" (ella estaba en su trabajo), y me adjuntó la copia de la conversación:

 - "Hola Puta. ¿Cómo tienes el culo? Supongo que cerradito otra vez. Me encantó abrírtelo y llenártelo de leche. Imagino que te habrás masturbado pensando en mi polla. Te he enviado un paquete con unas “cositas” y una nota con una dirección. El próximo viernes a las 10 de la noche estarás allí sin falta. Prepara una buena excusa para el cornudo de tu marido porque pasarás la noche conmigo. ¿Entendido golfa?".

 Mi mujer contestó ese mensaje con un simple “Sí”.

 Ricardo me explicó que la caja contenía una minifalda de cuero de color negro, no exageradamente corta, unas medias negras de rejilla, un top algo escotado de color negro, unos ligueros y un tanga y finalmente unos zapatos de tacón, estilo plataformas. En la nota había una dirección y la orden de pintarse los labios y las uñas de manos y pies de color rojo fuego. Era finales de Septiembre, y aunque no hacía el calor veraniego típico, tampoco era para ir con chaqueta, aunque Ricardo le dio la opción a mi mujer de llevar un abrigo.

 Esa noche llegó mi mujer a casa con una caja bastante grande, que rápidamente metió en su armario, diciéndome que eran unas cosas del trabajo, y que además el viernes tenía que terminar unas cosas importantes para que el lunes estuviesen preparadas. No lo dijo muy convencida y se le notaba totalmente la mentira en su cara y el nerviosismo que tenía, pero no quise insistir en el tema, dado que sabía la verdad.

 Lo siguiente es lo que Ricardo me explicó mediante correos que me envió el domingo, dado que esta vez no me dio la opción de ver nada.

 La cita fue en un céntrico hotel de la ciudad. Mi mujer acudió en un taxi, vestida y maquillada como le había pedido, pero llevando un abrigo largo. Ricardo la esperaba en la puerta del hotel, la saludó y le dijo que entrase con él a tomar algo en el bar de ese hotel. Una vez dentro, se sentaron en la barra del bar, diciéndole Ricardo que se quitase el abrigo, cosa que mi mujer hizo no sin antes ponerse totalmente colorada. Sentía las miradas de la gente que había en el interior mientras intentaba disimular, bebiendo lo más rápidamente posible la copa que había pedido. Ricardo se dedicó a decirle cosas subidas de tono mientras disfrutaba con esa situación:

 - "Pero qué puta eres, Marina, te están mirando todos, desde el camarero hasta ese señor gordo de aquella mesa. Estoy seguro de que piensan que eres una profesional, con esos labios rojos y esa pinta de puta que tienes con la ropa".

 Ricardo se pidió otra copa, comiéndose con la mirada a mi mujer y diciéndole al oído:

 - "Tú ya tomarás una copa de mi leche pronto, zorra".

 Acabó la copa y cogió a mi mujer de la mano, llevándola hasta la recepción del hotel para pedir las llaves de la habitación que había alquilado. Subieron a la habitación y entraron.

 - "Ponte de rodillas, zorra, y quítate ese top. Quiero ver cómo se mueven tus tetas mientras te follo esa boca de golfa".

 Marina se arrodilló y, levantando los brazos, se quitó el top, quedando sus grandes pechos al descubierto, con sus pezones totalmente erectos. Ricardo desabrochó el botón de su pantalón, bajándose la cremallera y sacando su polla que en esos momentos no estaba dura aún. La paseó por la cara de mi mujer, rozándole los labios mientras la miraba arrodillada con sus pechos al aire. Después puso la punta de su polla en la boca de mi mujer, que instintivamente y sin rechistar abrió en su totalidad. Ricardo la empujó y agarró la cabeza de Marina, empezando un mete y saca. Cuando él veía que Marina se atragantaba, la dejaba respirar un momento y la volvía a embestir, haciendo que la saliva de mi mujer fuese empapando no solo su polla, sino el suelo y sus tetas. Ricardo siguió así hasta que sus huevos explotaron y empezaron a sacar la leche dentro de la boca de Marina.

 - "Ahhhhhhhh... sí, así, ¡traga leche puta, toma tu ración!, ahhhhhhhh... no pares de tragar... ahhhhhhh".

 Mi mujer, obligada por las manos y por la polla que tenía dentro, se tragó todo el semen hasta que Ricardo sacó la polla de su boca, soltándole la cabeza.

 - "Ya sabes que tengo que descansar unos minutos para ponerme a tono, zorra. Desnúdate por completo, súbete a la cama y ábrete de piernas para que pueda ver bien tu coño de casada, eso me ayudará.

 Marina se puso de pie, desnudándose. Acto seguido se subió a la cama y abrió sus piernas para Ricardo, enseñándole su coño, sin decir palabra alguna.

 - "Muy bien, golfa, veo que hoy estás más predipuesta. No voy a necesitar atarte. Dime, ¿Quién es tu macho?".

 Mi mujer no contestaba, y Ricardo se levantó, empezando a sacarse el cinturón del pantalón, y entonces Marina contestó rápidamente:

 - "Tú, Ricardo".

 - "¿Yo qué, puta?".

 - "Tú eres mi macho".

 - "La próxima vez que te pregunte algo y no contestes, te azotaré hasta que llores, y después te llevaré vestida como has venido a la calle a ofrecerte como una puta. ¿Entiendes?".

 - "Sí".

 - "Bien. Ahora dile a tu macho lo que eres y pídeme que te folle ese coño de casada".

 Tras titubear unos segundos, le dijo:

 - "Soy una puta, Ricardo, una zorra. Por favor, folla mi coño de casada y llénamelo de leche".

 Ricardo sonrió y se puso entre las piernas de mi mujer. La miró y empezó a meter su polla en el coño de Marina, que gimió al sentir la penetración. Se la estuvo follando por el coño y por el culo varias veces, eso sí, tras descansar después de cada follada.

 Mi mujer llegó el sábado sobre las nueve de la mañana. Yo me hice el dormido y pude ver cómo se desnudó y se metió en la cama, quedándose dormida casi al instante. Tuvo la prevención de cambiarse de ropa para venir, pero esta vez, al no ducharse, el olor a semen que su cuerpo desprendía se notaba. Olí sus bragas por encima y mi polla se puso erecta. Sabía que estaba llena de semen, sabía que aquellos agujeros habían sido follados toda la noche. Su boca olía a polla y a semen. Lo único que pensé es que verdaderamente era toda una zorra, cosa que me confirmó Ricardo con sus correos.

 

 Había sido infiel por un chantaje, es cierto pero ahora parecía estar disfrutando de otra polla, deseándola, y no le importaba mentirme para que se la follen o ir vestida como nunca se atrevería conmigo. No termino ahí, pero eso es otra historia... Email.

 

 

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