Escuché
su grito y traté de disimular lo mejor que pude, dado que sabía
perfectamente el motivo de ese chillido.
-Cariño ¿estás bien? ¿Marina?...
No contestó.
-¿Estas ahí?...
El silencio continuaba mientras en la pantalla de mi ordenador podía ver
las manos de Ricardo agarradas a las tetas de mi mujer y su polla
entrando y saliendo del coño de Marina, cada vez con más fuerza. Marina
apagó su teléfono mientras aquella polla la follaba y su cara de placer
era más que evidente. Sus gemidos se escuchaban a pesar de que el
sonido no era el adecuado, pero yo estaba más excitado que nunca,
masturbándome como un animal contemplando aquellas escenas.
Ricardo respiraba más acelerado hasta que se empezó a correr, llenando el
coño de mi mujer con su semen, mientras Marina se corría gritando y
gimiendo. Ricardo se quedó encima de mi mujer, pegado a ella,
susurrándole cosas en el oído que desgraciadamente no pude escuchar.
Pasados unos minutos, él se levantó, abriendo uno de los cajones de la
mesita y sacando unas esposas. Se colocó de nuevo encima de mi mujer,
juntándole las manos y esposándola a uno de los laterales de la cama.
Marina reaccionó tarde, no esperándose algo así.
-¿Qué haces?
-Cállate puta, tengo que recuperarme antes de abrirte el culo.
-No, eso no, por favor, ya tienes lo que querías. Por el culo no, por
favor, soy virgen.
-¿Crees que voy a dejar escapar a una zorra como tú? Hace un momento
estabas gimiendo con mi polla dentro. Conozco muy bien a las mujeres
como tú, Marina, dando una imagen de casada perfecta, enamorada de su
marido, y en el fondo no eres más que una puta.
En ese momento, mi mujer dejó escapar unas lágrimas, no sé si llevada por
los remordimientos de su forzada infidelidad o por las palabras de
Ricardo, y empezó a insultarlo. Él se levantó, recogiendo el pequeño
tanga que le había comprado para la ocasión y metiéndoselo en la boca
con firmeza mientras se lo dejaba bien adherido a su boca con un poco
de cinta americana.
-Si lo prefieres así, puta, por mí no hay problema. Así no escucharé tus
gritos dentro de un rato y además aprenderás quién manda en ti a partir
de ahora mismo.
Ricardo se sentó en una silla fumándose un cigarro, mirando a mi mujer,
completamente desnuda, esposada y amordazada, sin decir palabra. Yo me
había corrido ya y la volvía a tener dura como una piedra. Aproveché
esos minutos para abrir una cerveza y seguir con el espectáculo.
Cuando regresé con la cerveza pude ver a Ricardo de pie, con una cámara en
la mano, enfrente de mi mujer, haciéndole fotos. Ella intentaba ocultar
en la medida de lo posible su cara y su coño por el cual se podía ver
un reguero de semen saliendo, pero esposada poco podía hacer por
evitarlo.
-Bien, zorra, ha llegado la hora de conocer a tu culo. Tiene buena pinta.
Me encantan así, bien estrechitos y sin estrenar.
Ricardo sacó unas cuerdas del cajón y con paciencia y cierta rudeza,
sustituyó las esposas por las cuerdas, dejando a Marina con las manos
atadas al cabecero de la cama, en forma de X. Puso un par de cojines
debajo del estómago de mi mujer, haciendo que su culo quedase más o
menos en pompa. Él se colocó entre las piernas de Marina, apartándolas
con sus rodillas y abriéndole bien las nalgas con sus manos bajo su
cabeza y empezó a lamerle el ojete.
No podía ver bien la cara de mi mujer mientras Ricardo le lamia el ano una
y otra vez. Pasados unos minutos cogió un pequeño bote de crema y se lo
untó por la mano y por la polla. Pude ver cómo empezó a introducirle un
dedo en su virginal culo, moviéndolo en círculos y penetrándola
mientras veía como Marina apretaba la cama con sus zapatos de tacon, en
un gesto de dolor por la intrusión del dedo en su estrecho agujero.
-Cuanto más te resistas, más te va a doler, zorra, así que cálmate o te lo
haré sin ningún lubricante.
Está mal decirlo, pero yo estaba como una moto, el corazón me iba a mil
por hora y mi polla estaba durísima. Ricardo se levantó un poco,
dirigiendo la punta de su polla hacia el ojete de mi mujer. Se ayudaba
con su mano, empujando la cabeza de su polla hasta que después de un
pequeño esfuerzo consiguió meter la punta dentro. Escuché algunos
gritos de Marina, apagados por el tanga que tapaba su boca.
-Ahhh puta, qué bien sienta meterla en un culito virgen como el tuyo. Voy
a disfrutar mucho enculándote.
Ricardo se quedó quieto unos segundos y de golpe dio un pequeño empujón,
enterrando su polla unos centímetros más adentro del culo de mi mujer.
Un nuevo empujón y la polla de Ricardo desapareció por completo dentro
del culo de Marina. Entonces, empezó un mete y saca rítmico, a veces
con fuerza, a veces despacio, disfrutando de aquel culo virgen.
-Ahhh... así zorra, qué estrecho, mmmm, ¡qué buena estás, puta! ¡hoy
llegarás a casa sin poder sentarte! ahhhhh.
No aguante más aquella visión y me corrí de nuevo, jadeando sin parar.
Ricardo estuvo unos quince minutos bombeando el culo de Marina hasta
que empezó a gemir como un animal descargando su leche en las entrañas
de mi mujer, que simplemente intentaba que aquello acabase lo antes
posible.
-Ahhhhhhhhh sí, mmmm qué bien... Menudo culo tienes, puta. Ahora ya lo
tienes más abierto, como corresponde a una golfa como tú.
Ricardo se levantó y cogió de nuevo la cámara, haciendo fotos del culo
recién estrenado de Marina. Después de eso la desató y le quitó la
mordaza, tirándole la ropa encima de la cama.
-Vístete y lárgate, puta. Estaremos en contacto vía email. Ahora vuelve a
tu casa.
-¿Puedo ducharme antes de irme? Le dijo mi mujer con la voz rota, y las
piernas temblando.
-No, zorra, vete así. Las putas no se duchan después de follar.
Marina recogió su ropa y empezó a vestirse.
-Deja el tanga en la lavadora y los tacones en el armario.
Mi mujer obedeció y después de vestirse simplemente se fue. Ricardo se
quedó sentado y después se dirigió al ordenador, escribiéndome:
-Hola cornudo. Tu mujer está realmente buena y es toda una puta, pero eso
ya lo habrás visto. Seguiremos en contacto.
Apagué el ordenador y me di una ducha para limpiarme y quitarme la
excitación que aún tenía por todo lo sucedido. Me senté en el sofá y
encendí el televisor, esperando a mi mujer. Pasó una hora más o menos
hasta que escuché el sonido de la puerta abriéndose y mi mujer entró en
casa.
-Hola cariño, ¿estás bien? Estaba preocupado. Se cortó la llamada y pensé
que estabas mal. Te he llamado varias veces, pero me salía el buzón de
voz. Estaba a punto de llamar a algún hospital...
-Estoy bien, cariño, me quedé sin batería y como no pensaba estar mucho
rato ausente no me preocupé, perdona cariño.
-Bueno, lo que importa es que estás bien...
le dije mientras la miraba caminar con dificultad, imagino que por culpa
de su recién estrenado culo.
-Me voy a duchar, estoy cansada.
-Sí, cariño.
CONTINUARÁ.
Email.
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