La
noche estaba furiosa, una tormenta de grado catastrófico se batía sobre
Mar del Plata (hermosa ciudad balnearia de Argentina), que sólo atinaba
a inundarse y esconder su gente bajo precarios toldos de lona ajada.
Corrimos hasta el cibercafé tomados de la mano, esquivando gente y
charcos con parejo infortunio. Rocío llegó empapada y su pelo mojó a
los demás al sacudirlo. Nos sentamos frente a una máquina cerca de la
ventana.
El
mesero se aproximó dispuesto, y no pude dejar de notar la mirada que le
dedicó a Ro, ella tampoco. Tomó la orden y se retiró espiando a mi
mujer por los espejos de las paredes del bar. Nos metimos en la web
para bajar nuestros correos.
Pero
algo se había desatado en mi mujercita. Numerosos movimientos
inusuales, miradas de reojo, una cierta crispación en sus manos sobre
el teclado...
Se
fue al baño, que era al fondo del bar, un largo y angosto local al
comienzo de una galería. Se detuvo en la barra a preguntarle al mesero
por el toilette y, al retirarse, él le dirigió una certera mirada a sus
posaderas, gloriosas, por cierto.
Yo
miraba todo por uno de los espejos, sin volverme.
Tardó
unos cinco minutos y, cuando emergió por la puerta, el mesero la detuvo
con un papelito que trató de entregarle. Ella lo rechazó con una
sonrisa, y señaló hacia mi ubicación con el mentón. Caminó hasta
nuestra mesa y le pregunté qué pasaba, por qué esa sonrisa.
- El
señor me quiso dar su teléfono.
- ¿Y
qué le dijiste?.
- Que
si quería, y vos aceptabas, hacíamos algo los tres, sino, no me
interesaba.
Debo
reconocer que quedé aturdido. Si bien habíamos hablado un par de veces
de ello, nunca habíamos llegado a un arreglo para concretarlo.
- ¿No
dudas
para nada?
- No,
tu estás conmigo, y yo te amo.
- ¿Y
porqué te decidiste ahora?
- Porque
me dijo que tiene una verga enorme y dura. Y esa es tu fantasía...
- ¿Y
qué hacemos?.
- Pedimos
la cuenta, le dejamos anotada la dirección del departamento y le
preguntamos a qué hora sale.
Eso
hicimos, y nos fuimos a preparar. La cara del mesero, llamado Adrián,
era indescriptible. Estoy completamente seguro que nunca, como yo,
había vivido algo así. En el almacén junto al barcito compramos dos
botellas de vino tinto para juntar valor.
Rocío
estaba rara, entre excitada y asustada al mismo tiempo, toda la
valentía que había tenido para encarar la situación, ahora se le venía
encima en forma de dudas y misterios.
Nos
bañamos en silencio, que no era tenso, sino expectante. Ella se puso un
conjunto de ropa interior negra que le quedaba fantástico. Yo me quedé
en shorts y remera.
Pusimos
un poco de música y nos tiramos en el sillón a esperar.
Adrián
llegó a la exacta hora que habíamos pactado, bajé a abrirle y lo
encontré, a él también dubitativo y nervioso. Subimos en el ascensor
casi sin hablar ni mirarnos. Reconozco que la situación ya no me
convencía y me atemorizaba. Mis reflejos de antaño me hicieron, previa
disculpa, revisarlo para cerciorarme que no portara un arma ni entre
sus ropas ni en su pequeño bolso de mano, accedió sin problemas y me
manifestó que no se había percatado de eso, pero le parecía bien. Me
preguntó si teníamos experiencia, le contesté con la verdad. Sólo se
sonrió y dijo que él tampoco.
Cuando
entramos, Ro había apagado la mayoría de las luces, había dispuesto
copas en la mesa ratona del living y la música de The Cure sonaba a
media capacidad. Dio un paso al frente y saludó a Adrián con un beso en
la mejilla. Hizo un ademán con su mano para invitarnos a sentar y nos
preguntó si queríamos vino ó alguna otra cosa. El vino ganó la encuesta
y ella se dirigió a la cocina, de donde regresó con la botella
destapada. Sirvió las tres copas y propuso un brindis por la noche. Lo
hicimos. Afuera parecía que el cielo se derrumbaría sobre nosotros
como un techo malherido, por los truenos y rayos que estallaban a ambos
lados del departamento.
-
Bueno... como nadie habla ni hace nada.... Dijo Rocío de
repente y comenzó a moverse lentamente frente a nosotros, haciendo un
strip-tease suave y delicado, armonioso y de buen gusto como todo lo
que a ella le gusta. Debo reconocer que por un momento, mi mente se
olvidó que había otro señor en la sala, y mi sexo abandonó su reposo
para asumir su posición de combate.
Cuando
terminó de desnudarse, se sentó entre nosotros y comenzó a acariciarnos
en el pecho y la entrepierna, mientras me besaba en la boca. Sonrió
mirando a Adrián y le dijo:
- Nada
de besos en la boca y se usan sólo nuestros preservativos.
El
sólo asintió, y yo allí me percaté nuevamente que allí estaba. Ro se
arrodilló frente a él y comenzó a besarle el pecho, el cuello, la
barriga, mientras le abría la camisa. Yo me paré detrás de ella y le
acariciaba y besaba la espalda, los hombros y
el culo.
Le desabrochó y comenzó a bajarle los jeans, mientras yo espiaba por su
costado. Cuando le bajó los pantalones y el calzoncillo, emergió un
miembro enorme y fláccido, de color marrón ennegrecido y con una cabeza
rotunda.
Rocío
me miró de reojo y sonrió levemente, lo tomó con su mano hábil, la
izquierda y se metió todo lo que pudo en la boca, mientras con la
derecha tomó mi mano y la sostuvo con fuerza. Sin soltarla me senté
nuevamente en el sillón y la contemplé. Estaba hermosa, con esa pija
enorme entrando y saliendo de su boca y su pequeña lengua apareciendo
por debajo, para volver a ocultarse.
El
pene de Adrián estaba ya erecto y su rostro era todo lo contrario, el
excelso arte de la fellatio que ostenta Ro, lo había relajado en un
océano de sensaciones. Ella chupaba y chupaba profiriendo pequeños
sonidos, y yo no podía dejar de contemplar la escena, la disfrutaba y
mucho.
Ella
se irguió estirando sus piernas y, sin sacar la pija de su boca,
comenzó a parar a nuestro parteneire, hasta que quedó ella de rodillas
y él de pie. Tomó mi mano y me puso donde él estaba. Puso un condón en
sus labios y protegió al invitado. Se hincó sobre mí, dejando su sexo
libre para ser penetrada por Adrián, quien la acometió despacio,
consciente de su tamaño. Rocío ahora me fellaba a mí, distraída, y yo
no podía dejar de mirar al semental que la penetraba con certeza y
eficacia. Tanto y tan bien que vino el primer orgasmo de mi lady.
Lo
sentí en mi sexo, un grito ahogado.
Luego
Rocío se enderezó y me empujó por mi nuca hacia su clítoris, mis labios
quedaron a milímetros de esa portentosa pija que bombeaba y no se
detenía. Varias veces mi lengua y el sexo de Adrián se chocaron, pero
estábamos en un frenesí. Ella volvió a acabar. Sentí ese mar de placer
correr por mi lengua, y ya no recordaba nada, todo era blanco, todo era
placer, todo era bueno.
La
situación la manejaba Rocío y estaba bien. Sólo deseaba su placer y su
felicidad. Sentó a Adrián en el sillón y se sentó sobre su pene,
haciéndolo desaparecer en su vagina. Luego me atrajo hacia su espalda y
me señaló su culo, me pedía que la penetrara por allí, y lo hice,
suavemente, muy despacio. Ella quedó semi incorporada entre los dos, y
aullaba de gozo. Nuestras pijas se rozaban en el bamboleo. Y vino una
ola de orgasmo de mi dama, que cayó hacia delante, luego acabó Adrián y
yo por último, en el ano de mi amada. Quedamos así por varios minutos,
no sé si cinco ó cincuenta. Sin hablar, completamente exhaustos los
tres.
Ro
se incorporó, me besó en la boca y se fue al cuarto.
Nosotros
nos quedamos desnudos en el sillón, mirando hacia la nada.
Cuando
ella volvió, los tres tomamos vino desnudos, sentados a lo indio y
charlando amigablemente. No se mencionó para nada lo que acabábamos de
hacer. Transcurrió un rato entre el vino y la charla, hasta que Rocío
se paró, tomó a Adrián con estilo y lo paró frente al sillón, comenzó
a lamerle la verga despacio, lento, saboreando el portento. Lo
masturbaba suavemente con su mano, le acariciaba el pecho y las nalgas
con la otra.
Lo
mamó por cerca de treinta minutos, disfrutó cada milímetro de esa pija
hasta aprenderla de memoria. Estaba acuclillada con las rodillas
separadas y se podían ver gotitas de su éxtasis cayendo en el piso.
Casi no se tocaba.
Escuché
unas risas lejanas y ví unos muchachos en un balcón del edificio que
daba al otro lado de la manzana. Yo estaba muy caliente, pero ver que
la rotunda chupada de pija de mi amada tenía público me calentó más
aún.
Alcancé
a darme cuenta que Ro los había visto, pero continuó como si nada
ocurriera. Decidí dejar la ventana abierta.
Adrián
comenzó a proferir unos gritos espectrales y tomo la cabeza de Rocío
con ambas manos, y le hundió toda la pija en la boca, y le acabó sin
pasión. Ro se retiró al cabo de un minuto, sus labios rebosantes de
simiente. Sonreía.
Se
fue al baño, mientras Adrián se desplomaba en el sillón, su verga
rendida sin remedio, encorvada hacia abajo, gorda, marrón, vencida y
vencedora.
Roci
volvió vestida.
- ¿Nos veremos de
nuevo?.
Fue la pregunta de él.
- Jamás.
Contestó ella sin darme tiempo. Esto es debut y despedida, agregó sin
dudar.
El
pasó al baño y salió vestido, la saludó con un beso y salió conmigo,
que lo acompañé abajo.
Cuando
subí nuevamente, me esperaba en la cama, desnuda y sonriendo, hicimos
el amor como poseídos y nos dormimos abrazados.
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