Estamos
muy contentos porque hemos recibido muchos emails felicitándonos por la
primera parte del relato, no esperábamos una acogida tan calurosa y nos
alegra comprobar lo calientes que os habéis puesto leyéndolo. Estamos
deseando volver a repetir la experiencia con esa chica, a la que por
cierto le ha gustado mucho que publicáramos el relato y nos contó por
messenger que al leerlo se masturbó hasta correrse mientras recordaba la
experiencia. Desde aquí queremos mandarle un saludo y un lametón en ese coño de zorrita que tiene.
Como
os contamos habíamos puesto también un contacto para conocer a un corneador que
se follara a mi mujer, María. La cita fue a las dos semanas siguientes de
la experiencia con Ana. A ese chico lo llamaremos Ricardo. Ya os dijimos
que los nombres son ficticios para conservar el anonimato de las personas
que intervienen.
Ricardo
tiene 26 años, mide 1.74, pesa 79 kilos y su polla mide 20 centímetros en
erección (3 centímetros más que la mía). Está casado, tiene una hija y es
la única vez que estando casado le ha puesto los cuernos a su mujer. Para
María y para mí es un orgullo que se haya decidido a cornearla con
nosotros. Ricardo, sabemos que estás leyendo este relato y María te manda
un lametón en los huevos. Pronto volveremos a repetir la experiencia,
amigo!.
Nos
citamos con él en una ciudad que a ambos nos pillaba relativamente cerca
y reservamos 2 habitaciones en un hotel. Una para él y mi mujer y otra
para mí. María prefería estar a solas con él, dice que así se siente más
cómoda, más libre y que le da mucho más morbo, por lo tanto la idea era
que pasaran la noche juntos en la habitación, mientras yo en otra
habitación me pajeaba como un buen cornudo imaginando lo que estaba
haciendo la puta de mi mujer con su amante.
La
noche anterior al encuentro apenas pude dormir debido a la emoción.
Estaba a punto de hacer realidad esa fantasía con la que tanto había
soñado. Después de 22 años casados mi mujer iba a ofrecer su coño, culo y
boca, (que hasta ese momento me habían pertenecido a mí en exclusiva) a
un macho joven, guapo, sin arrugas, de piel suave, con una buena polla y
con las energías propias de su edad, porque por mucho que yo ponga empeño
está claro que a mis 48 años no puedo competir en cuestión de jodienda
con un semental de ese tipo.
Al conocer
en persona a Ricardo, una sensación de alegría, satisfacción y
tranquilidad recorrió nuestros cuerpos. Valía mucho más en persona que en
fotos, era un chico elegante y de una educación exquisita. Aunque ya
habíamos mantenido varias charlas con él por messenger y teléfono, hasta
que no conoces a la gente en persona no puedes hacer una valoración real
de cómo son. Se disculpó por haber llegado unos minutos tarde de la hora
señalada, ya que el día anterior había sido el boutizo de su hija y el
cura era muy entrometido y les había hecho una visita a casa, se había
quedado a merendar y prácticamente lo tuvo que dejar con la palabra en la
boca para poder acudir a tiempo a nuestra cita.
María
iba vestida con unos pantalones vaqueros ajustados y una camisa abrochada
hasta arriba, es decir, iba bastante discreta y normal. Todavía no quería
mostrarle a Ricardo todo su potencial de zorra, así habría más emoción,
jeje. El conjunto que se puso para salir a cenar por la noche ya era otra
cosa, minifalda negra con abertura lateral, zapatos de plataforma y un
top que dejaba su espalda al descubierto, sin sujetador y con medias
negras. Un putón de 45 años.
Fuimos
a uno de los mejores restaurantes de la ciudad y al entrar no pasaron
desapercibidas para nosotros las miradas de la gente hacia mi mujer,
sobre todo las demás mujeres. Incluso yo llegué a escuchar, al pasar por
una mesa ocupada por mujeres y hombres de la tercera edad como una de las
viejas decía: "qué ordinaria", refiriéndose a mi mujer.
El
tema principal de conversación entre nosotros fue el sexo, no nos andamos
con preámbulos, y la chispa que encendió la mecha de la excitación fue lo
que ocurrió cuando, a mitad de la cena, me dirigí al servicio. Al volver,
Ricardo me dice :
-
"Qué gran invento los tangas, ¿verdad?. Y por suerte ahora todas las
mujeres los usan y las bragas clásicas se han dejado de utilizar. Los hay
de muchos tipos, y me suelen gustar casi todos, pero precisamente el que
lleva esta noche tu mujer es uno de los que más me gustan. ¿Has notado el
tacto que tiene, Juan?. Me encanta el tacto, no sé que material han
utilizado para hacerlo, pero me encanta".
Me
excité muchísimo al escuchar eso, mi mujer le había enseñado el tanga en
el restaurante en mi ausencia, lo había tocado, había pasado su mano por
encima del tanga de mi mujer, pudiendo sentir el calor de su coño
directamente. Sin embargo, el tono con el que lo dijo parecía esconder
algo, parecía como si quisiera darme a entender algo, es por ello que lo
miré con una mezcla de estar de acuerdo con lo que decía y de no
entenderlo bien...
- "Me
da la sensación de que no se lo has enseñado a tu marido, de que no sabe
el tanga que te has puesto esta noche", dijo Ricardo.
- "Puesss,
la verdad es que no, no lo sabe", añadió mi mujer.
Entonces
fue cuando supe que efectivamente había algo raro en todo aquello, porque
yo la había visto vestirse, se había puesto un tanga negro que yo conocía
perfectamente, y las palabras de mi mujer me dejaron totálmente
desconcertado, a la par que nervioso, excitado y ansioso por conocer la
respuesta.
Acto
seguido María, con un gesto que entendí perfectamente me invitó a meter
mi mano entre sus piernas para descifrar el significado de ese juego que
se traían entre los dos. Con mucho disimulo, intentando no llamar la
atención de las personas que había en la mesa más próxima a nosotros,
alargué mi mano, la puse en su muslo y fui subiendo hacia su sexo...
Lo
que descubrí me provocó una erección instantánea. Lo que mi mano tocó no
era la tela de ningún tanga, ¡era su coño!. ¡No llevaba tanga!!!. La muy
zorra aprovechó en el hotel un momento de despiste mío para quitárselo
justo antes de abandonar la habitación, no me había dicho nada y había
tomado la iniciativa de darnos esa sorpresa a Ricardo y a mí. Ese gesto
de mi mujer me confirmó lo bien que ella se sentía participando en estas
nuevas aventuras con las que estábamos dando un giro total a nuestra
sexualidad, me gustaba que tomara la iniciativa en estos nuevos juegos
que estábamos experimentando, sobre todo porque me hacían sentirme lo que
hacía tiempo deseaba : estar casado con una puta calentorra y sentirme
cornudo.
Ricardo
llamó al camarero y pidió otra botella de vino. Cuando nos la trajo,
Ricardo llenó la copa de mi mujer, después la mía, por último la suya y
dijo :
-
"¿Por qué brindamos esta vez?".
-
"Bueno... antes ya brindamos por nosotros y por esta noche, así que... no
sé, que decida María, ¿te parece?", dije yo.
Mi
mujer dijo con una amplia sonrisa :
-
"¡Por tus cuernos cariño!, ¡brindemos por tus cuernos!".
Entre
risas alzamos nuestras copas y brindamos, brindamos por mis cuernos.
CONTINUARÁ
PD: Siento tener que contar nuestra
historia en varias partes, pero motivos personales y de trabajo me
impiden dedicar más tiempo a escribir cada día. Mañana o pasado tendréis
la siguiente parte sin falta.
Email.
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