.:: RELATOS DE CORNUDOS ::.

  "Las playas, lugares para el morbo cómplice".

 

 Quizás para saber antecedentes lo mejor es hacer un repaso de principios e indicios que facilitan la comprensión de qué es lo que buscamos nosotros en esto. Primero, la playa es un lugar distendido. Es un lugar en el que la gente en general va a holgar y a ver y dejarse ver. No hay demasiados secretos, unos cuerpos, unas ambiciones legítimas y un roce personal que uno regula a discreción. Hay playas nudistas, playas de topless y playas más familiares. Yo, recordando cosas de mi propia cosecha, diré que siempre me gustó ver a mi chica en la playa, incluso de novios. No es nada referido a ¡mira qué mujer tengo! Es algo como... ¡qué derecho tengo yo a que este cuerpo no se exprese como sea o quiera!

 Describiré un poco como somos. Una pareja del norte de España que quiere jugar con sus cuerpos, que desea abrir fronteras de complicidad. Estamos en los cuarenta años y siendo personas normales en nuestra apariencia diaria, quizás no lo seamos tanto cuando de verdad sacamos nuestros “yos” internos y vestimos o adoptamos la versión golfa. Mi cómplice chica y pareja es una deliciosa mujer de estatura normal pero de formas muy femeninas, que puede vestir discretamente, pero que cuando se arregla para la ocasión es un bombón que no deja de producir sensaciones muy curiosas entre los hombres. Su cara bella, muy racial europea. De pelo castaño y de ojos que indican cierta melancolía. Labios finos pero sensuales. El color de su piel blanco pero se pone morena con mucha facilidad, lo que permite ver el contraste en determinadas zonas. Unas muy generosas razones en sus pechos, con unos pezones casi galletas de color más carne que moreno, una abundancia en ellos que produce una gravedad natural con esa caída que no siendo exagerada permite adivinar que casi no se abarca con la mano.

 Su cintura fina y sus caderas femeninas sin exageración, pero sus nalgas y sus piernas, la antesala de unos labios íntimos increíbles que se vislumbran entre sus nalgas, que sobresalen y que encelaran el corazón del más iluso que caiga atrapado entre sus formas. Para terminar, y no menos importante, conviene destacar unos delicados y sutiles pies que también juegan con su prensil movimiento atrapando y soltándose a conveniencia.

 Pero de todos los conjuntos armónicos es su aspecto inconfundiblemente femenino lo que la hace ser un cuerpo en una mente mujer. Es más, si este cuerpo que además de cuerpo es mente quisiera sentirse deseado, ¿acaso no está bien eso? Yo quiero para mi pareja lo mejor para ella, lo que le sea más apetecible y lo que psicológicamente le enriquezca, y sentirse mujer atractiva es necesario siempre.

 Ella sabrá cual es el equilibrio, cual la medida, y si esto fuera un peligro para nuestra pareja es que nuestra pareja no tiene fundamentos. Pues la complicidad que esto requiere, es más generosa. Se trata de esperar y sabe recompensar.

 Pero me ilustra un recuerdo de cómo está esta mujer de buena o más bien follable recordando su bikini blanco de ganchillo, que a pesar de la funda en la zona del monte de Venus se ve perfectamente una buena proporción de carne tierna. Cómo estaba de buena, cómo se pronunciaban sus senos, qué bien marcaba su culito y siendo pícaro no dejaba ver más que lo justo. Es una pena haber tirado esta prenda por antigua, todo por no haber dicho yo a mi pareja que me gustaba con locura.

 También me acuerdo en las playas cerca de casa siendo casados ya, incluso con nuestra niña, pues mi pareja, siendo madre, se puso más rotunda mujer, maduraron sus promesas y se pronunciaron más sus argumentos. ¿Y qué recuerdo yo de esto? Pues que a pesar de todo su cuerpecito seguía pidiendo guerra. Ya eran bikinis más normales pero la pieza de arriba le quedaba para atontarse, para una buena sesión hipnótica, pero recuerdo con precisión fotográfica su marquita de sus labios en la braguita. Y en determinadas posturas ella forzaba más aún esa visión ante sus víctimas escogidas muy pícaramente por ella. Yo incluso de aquellos tiempos sin decirle nada de mis intenciones que estaban naciendo. Pero quería implicarla a ella en esto y le pedía que me repitiera esas posturas en casa, sentados en la cama. Entrenándola para cazar ilusos. Para recordar y revivir lo anterior o de hace unos días y excitarla con el recuerdo. Quizás pervirtiéndola de manera natural. Pero sabedor de que sus armas son incontestables. Ella siempre me lo concedió para estos espacios íntimos de juego de parejas y sin saber como yo mismo podía intuir que me gustara hacerse sentirse deseada, me creo que le gustaba mi línea peligrosa.

 Eran los preparativos para lo que más tarde sería la confesión por mi parte de unas intenciones que ya tenían forma más adulta, mucho más audaz y promiscua. Por esto, tras muchos intentos fallidos, un buen día decidimos que si se propiciaba una posibilidad sexual que fuera del gusto de mi pareja se diera sin el más mínimo problema o más bien con mi deseo que tras ese acto y debidamente duchada por mi rechazo a semen de otro señor, me daría su rajita para darla la prueba de incondicional complicidad. Solo ella y yo lo sabríamos, será nuestro secreto y nuestro juego.

 Por esto me comprometí desde ese momento en tener su rajita siempre preciosa depilada, por si acaso, y me propuse ir ganando placer dérmico en la zona. Para lo que le demostraba sesión de sexo tras sesión la mejoría de estar depilada a tener una mata de pelo. Se lo demostraba con mi lengua y le decía cómo se veía detalle por detalle como si un amante nuevo se encontrara con esa panorama. Así fuimos creciendo en confianza y fueron pasando los meses, incluso algún año con algún retroceso y algún avance.

 Un día o una temporada coincidiendo con el verano le propuse ir a una playa que tenemos a una hora de nuestra casa en coche. Es una playa tranquila, bonita y con dos caras al agua separadas por una duna, una a mar abierto y otra cara da a un remanso de aguas más tranquilas. De una lada al otro se pasa en dos o tres minutos aproximadamente. Esta playa siempre tiene los mismos asistentes. Gente joven, turistas de Madrid, algún lugareño-a y sobre todo ningún vecino o conocido de nuestro entorno social. En principio genial para nuestros fines.

 Bueno, pues la propuesta que hemos realizado se trata de que ella se coloca en un lugar de esta playa y yo cerca visualmente pero sin dirigirnos la palabra y llegando uno antes que el otro al emplazamiento de toalla. Ella se pone en su sitio, se desviste, se tiende, se da crema, se quita la parte de arriba del bikini, se organiza un día de playa con todo lo necesario para dejarse ver no solo por el sol. La idea es que algún chico del entorno se muestre un tanto descarado y con cualquier disculpa mi mujercita se lo ponga fácil.

 Pero esto solo nos dio la oportunidad de timidísimos intentos de un chico una vez que se puso como una moto pero no se atrevió a nada. La visión de la tetazas de mi mujer le atraparon, la tela rosita de la braguita del bikini le interesó de espaldas y por la cara frontal a expensas de las poses en que se ponía esta mi mujercita de costado y le macaba su melocotoncito hasta casi verlo perfecto. Yo mismo a más de cuatro metros tenía que hacer un esfuerzo por no ir y quitárselo. Lo cierto es que en esta ocasión yo pude ver el interés del chico a pesar de su novia o su esposa. Interés marcado en su erección de persona mayor y erección que este paseó delante de mi chica en dos ocasiones, intentando ver con disimulo y no con tanto disimulo también.

 Pero la cosa no creció a mi gusto, a nuestros propósitos, porque la pareja del chico reclamó para sí este premio en forma de cilindro carnoso que mi chica le entregó bajo la tela de su rallado bañador. Es más, mi chica se mojó el bikini también y tuvo que caminar hacia el agua para diluir esa perfecta marca de zumo femenino. Fue un día muy loco y clarificador de lo que sí podía hacer mi mujercita cachonda.

 Yo lo único que pude hacer ese día es regresar y darle en casa esa noche una sesión de lengua delicadísima y decirla cosas acerca de esto que había ocurrido, y que ella reusó o quiso decir que eran suposiciones mías, pero pude sentir perfectamente cómo esta charla le excitaba en el recuerdo de aquel posible corneador al que le hubiera otorgado de muy buena gana sus delicados jugos.

 Esto que vivimos no son suposiciones mías, es más, las veces que he visto cómo te miran tus dos impresionantes tetas. Cómo te han mirado tu rajita sin poder apartar la vista de ella, con torpeza y con disimulo, de todas formas y maneras. Por esto, y tras la comprobación que esto no me daña y que me hace feliz en grado sumo, que puede que a ti haga sentirte mujer, que yo solo deseo tu deseo y tus instintos sean libres para gozar. Luego, tras ese lance, yo te espero para abrazarte y decirte aquí estoy, soy tu cómplice. Es esto algo que solo sabremos nosotros y las personas agraciadas, principalmente es nuestra complicidad personal. Qué polvos más deliciosos ahora que sabemos nuestros sentimientos más explícitos. Por esto y profundizando en estas formas de calentamiento vamos dando pasos pequeños pero morbosísimos.

 Un día fuimos a la misma playa de una hora de casa donde es difícil que nos conozcan y con un plan, calentarnos como locos desde la distancia, más lejos, y yo, comunicándome por el móvil, desde la distancia la decía o le aconsejaba cosas. Colocaciones, poses, lo buena que estaba en la distancia...

 Se le colocaron dos parejas, una más ya estaba allí y lo cierto es que ese día me lo pasé de cine a pesar de no obtener más que alguna instantánea en mi retina. Nada que reseñar por los vecinos de playa, ni nadie que se le acercó para ligar, que hubiera sido el culmen.

 Ella me manifestó, al terminar la tarde, algo de aburrimiento. Pero pude sacar la posibilidad de repetirlo un poco más audazmente y en otras condiciones. Un paso adelante. Hacerlo en otra ocasión en una playa nudista y ponerse sus mejores galas, o sea, nada. Quedamos en hacer esto con un pequeño guión cómplice y morboso. Quedamos en que yo depilaría su rajita unas horas antes, por si pescaba un amante pudiera darle una buena sesión de lengua y no encontrara ni un solo vello púbico por minúsculo que fuera. Quedamos en que yo la defendería desde la distancia sin intervenir por si la cosa se pusiera fea y quedamos que en su toalla se mostraría muy femenina y gatuna. Mostrando muy bien sus senos, paseándolos con disimulo hacia el agua, abriendo su rajita y dejándosela ver en ocasiones.

 Una fórmula que tenemos en mente es ir unas vacaciones a un lugar que tenga como atractivo una playa nudista. En España o fuera, da igual, el caso es que la idea es que ella se instale en la playa nudista de esta forma descrita. Nos apetece que el contacto se produzca de forma casual, aunque la predisposición está implícita. Esta forma tiene muchas ventajas sobre hacer algo cerca de casa. Por una parte las personas pueden quedar enganchadas o ser indiscretas y por mucho que uno sea claro en la propuesta el peligro está aquí, además en este tipo de situaciones tendremos una habitación de hotel, cosa maravillosa, no necesitaríamos llevar a su ligue a nuestra propia casa, y yo solo tendría que esperar a que ella termine con él para reunirme o cogerme otra habitación esa noche en un hotel de los alrededores. Mi tutela sería una vigilancia defensiva y luego el premio de sus confidencias tras su sexo. Quizás dormirme junto a ella deseándola más. Quizás repitiéndole lo que yo veía a distancia, los pequeños datos de estos chicos, datos que ella no pudiera ver, gestos y muestras que se pueden recoger de una persona en estas circunstancias. Sabemos que no es fácil, pero el juego no tiene un tiempo acordado. El resto es la afinidad o el atractivo personal que queremos trabajen libremente.

 

 Escrito por Florescente.

 

 

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